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Paradojas, escisiones, culpas

5 marzo, 2021 By amarias 1 comentario

Se ha convertido en parte importante del espectáculo mediático, señalar las discrepancias entre ministros del Gobierno de España. Podríamos haber imaginado que la coalición de dos facciones políticas con intereses tan contrapuestos -siguiendo la estela de lo vaticinado, justamente, por el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez- acarrearía tensiones internas, supondría noches sin dormir para los partidarios de una u otra ideología (si existiera algo que pudiera llamarse así, al margen de intereses personales) y, como consecuencia, agudizaría el empobrecimiento colectivo que se encuentra en ritmo de crecimiento galopante.

Resulta patético, además de extremadamente peligroso para la estabilidad como país, que en el mismo seno del Gobierno, se encuentren individuos que se  confiesan partidarios de la República como forma idónea de Estado (actitud a la que nada cabe objetar, expresada como posición ideológica personal) y, olvidando su función y obligaciones del cargo, actúen continuamente para zaherir la forma de Estado constitucionalmente vigente, que es la Monarquía. Todo les vale: presuntas omisiones fiscales del Rey de antes, don Juan Carlos; la vacunación en tierra ignota de las hermanas del Rey de ahora, don Felipe Sexto; la presencia de la familia real en cualquier acto o la ausencia de cualquier otro, según les parezca a ellos oportuno o deplorable.

En ese afán destructor, que nace, por supuesto, de la ignorancia y de la falta de visión colectiva, porque se alimenta de la ambición personal y la búsqueda del aplauso de los incondicionales, se pasa por la máquina de triturar, un día sí y otro también, la independencia judicial o la calidad de la enseñanza, y se margina la importancia de la investigación, la necesidad de activar el sector industrial y hasta se sacrifica la ética, al faltar el debate público.

No ignoran quienes así actúan ni, por supuesto, todos cuantos mantienen lúcida capacidad para analizar las consecuencias, que la continua discrepancia de representantes del Gobierno en temas sustanciales, mina, deteriora y perjudica gravemente, la imagen internacional de nuestro país. Ahuyenta inversiones, sirve para poner de manifiesto incapacidades de gestión y coordinación y hace perder oportunidades de todo tipo, a cualquiera de los niveles.

Un fauna variopinta. Ministros de exteriores que vagan por el mundo prodigándose en actuaciones contradictorias, ministros de interior que prefieren contemporizar con asesinos juzgados que con sus víctimas, ministros de universidades que anuncian planes retrógrados sin haber conseguido consenso, ministros de justicia que publicitan supuestos acuerdos de nombramientos para “renovar” el Consejo Superior del Poder Judicial, desmentidos por la realidad de los hechos y por los mismos vicepresidentes del Gobierno, cuando les toca la fibra sensible del desacuerdo corporativo.

Sería normal que, en el fragor político y la justificable diferencia de opiniones sobre cómo abordar un tema sustancial, se transparenten discrepancias entre gobierno y oposición, pero…¿dentro de la coalición de Gobierno?

Provocar manifestaciones y declaraciones contrarias se ha convertido en deporte periodístico por excelencia. Y es muy fácil provocar la discrepancia, porque no existe coordinación ni voluntad de conseguirla entre los miembros del Gobierno.

No son temas con apariencia de cruciales: permisividad o intolerancia en las manifestaciones para celebración del Día de la mujer trabajadora; apoyo o condena a las actuaciones de la policía cuya misión es garantizar el orden y la seguridad frente a energúmenos que les atacan con increíble violencia; oportunidad de leyes en defensa de la elección del género desde temprana edad -como si la naturaleza se pudiera domeñar al antojo de la apetencia personal-; aumento con grave distorsión de la carga de la prueba, de las penas para los sospechosos de relaciones no consentidas; eliminación de las carreras de grado con tres años lectivos sin haber analizado la recuperación de la calidad perdida a los títulos de las categorías superiores de la enseñanza; protección del lobo como especie amenazada en zonas de intensidad ganadera; imposición de límites a los alquileres o incautación de viviendas desocupadas, vulnerando el principio de inviolabilidad de la propiedad privada y obviando que la responsabilidad de generar suficientes viviendas sociales descansa en el gobierno…

No serán, considerados independientemente y contemplados desde la nube de la indolencia y la permisividad, cuestiones que puedan parecer muy graves. Lo son. Por acción y, sobre todo, por omisión. Como decisiones de gobierno -o, simplemente, como apertura de falsos debates sociales- suponen el despilfarro de medios económicos e intelectuales y distraen a la opinión pública. Como omisión de las necesidades de resolver los graves problemas del país, alcanzan una dimensión desgarradora.

Precisamos urgentemente, crear empleo, decidir sobre las medidas de activación económica, mejorar la enseñanza, impulsar la investigación, proteger el nivel sanitario, aumentar el sector industrial, ayudar a los emprendedores, revisar las medidas de protección ambiental, recomponer con visión analítica y seria, el mix energético y la generación de precios para la electricidad, etc.

En esta situación de penuria ideológica y, sobre todo, de generación de propuestas realizables, constructivas, de largo alcance, los debates que ocupan la atención resultan nimios, estériles. No le veo el interés al machacón repaso a los muertos diarios por la Covid, obviando el verdadero problema de acelerar los planes de vacunación, fijando fecha creíble a la inmunidad colectiva. No encuentro ningún valor especial a desmenuzar con bisturí y guantes de goma la actuación -sentimental y económica- de un personaje histórico que nos salvó de otra guerra civil o de la prolongación de una dictadura (¡si hablamos de un par de millones de euros! ¿no es posible parar esa investigación ridícula, que se alimenta en apoyo, dicen de la democracia, cuando se han anulado o tergiversado otras mucho más relevantes en sus efectos reales?).

A punto, según dicen, de doblegar en nuestro país la crisis pandémica que tanto daño moral. económico y sentimental nos ha causado, cuando aún quedan por analizar las razones por las que hemos sido el peor país europeo en resultados, teniendo todavía la incógnita del momento en que alcanzaremos la suficiente cobertura en vacunación para llegar a esa “inmunidad de rebaño”, ¿no deberíamos conocer las líneas maestras del plan de recuperación económica? ¿o se dejará todo a la improvisación, y a la esperanza de que la activación llegue, mágicamente, de la mano de los sectores de restauración y hotelero, dañados duramente por años de total inactividad?

Archivado en:Actualidad Etiquetado con:actividad, Cataluña, covid, discrepancias ministeriales, fuerzas de seguridad, orden, recuperación económica, Rey de antes

Cuento de primavera: Todo en orden

29 abril, 2014 By amarias Dejar un comentario

Amalia Carabel se despidió con un beso apasionado de René Ternero, el hombre con el que había pasado la noche. Aunque se atraían físicamente, habían dedicado la mayor parte del tiempo a hablar, a comentar detalles, a recordar otros tiempos; solo cuando ya amanecía, se habían entregado a la efusión del sexo, que los había dejado finalmente rendidos.

Pero la obligación resultaba implacable.

-¿Volveremos a vernos? -preguntó la mujer, aunque debía haber imaginado la respuesta.

-No lo creo. Sería una casualidad imposible.-contestó Ternero, mientras se ajustaba la corbata ante el espejo, recogiendo su maletín de instrumentación. La ropa limpia le quedaba algo justa; había engordado. Introdujo su tarjeta personal  para tareas y ocupaciones en el módem de lectura: “A las cinco tienes manicura y peluquería”, le recordó una voz metálica ”

Amalia Carabel era técnico en operaciones financieras de alto riesgo sistémico. Con una brillante carrera universitaria -tres títulos de master, uno de ellos por la prestigiosa E-learning Panamerican University- trabajaba para la Agrupación E.A.B. El significado de las siglas le era desconocido.

Había sido una mujer muy hermosa, aunque, ahora, a los cuarenta y dos años y dadas las circunstancias, había descuidado su físico. Se limitaba a realizar diariamente la media hora de ejercicios programados y, dos veces al mes, se había apuntado a la opción de visita virtual a Países Exóticos.

René leyó en su móvil las coordenadas gps del lugar a donde debía dirigirse, así como la combinación de transporte idónea, que siguió sin dudar. Tomó en primer lugar el tren interurbano de la J136, se sentó en el asiento asignado y cuando llegó a la estación prevista, se subió al conector colectivo que ya le estaba esperando.

Había otras treinta personas a las que no saludó. Hubiera resultado improcedente.

Para qué. No volverían a verse y si lo hicieran, era seguro que no se habrían reconocido, porque no tenían el menor interés en retener sus rasgos y, por supuesto, desconocían sus respectivas aficiones, si es que las tuvieran. En tal caso, lo mejor era compartirlas con las redes sociales, con identidades falsas; seguro que cada uno pertenecería a varios cientos, de acuerdo con sus apetencias.

El edificio de la Agrupación E.A.B. era una torre prismática de ochenta pisos, sólida e inteligente. Amalia colocó su dedo índice en el detector de huella, y conoció que aquel día le habían asignado el puesto 25 en el piso 72. Todos los demás de su categoría estaban ocupados, porque eran distribuidos por estricto orden de llegada, sin que nadie pudiera alardear -salvo en los tres pisos inferiores, ocupados por los estamentos superiores- de poseer un despacho fijo.

El superelevador le dejó en el piso 72 en unos segundos. La vista desde allí tenía que ser magnífica -pensó, sin advertir que se repetía- aunque los cristales de las ventanas habían sido recubiertos con pigmentos traslúcidos que simulaban, aquel día (el paisaje cambiaba cada semana), una selva tropical estándar.

Cuando llegó a su lugar de trabajo -una mesa, una silla, unos auriculares, todos ellos esterilizados, lo que se certificaba por una empresa de desparasitación y registro microbiológico -, retiró las películas plásticas , conectó su monitor y analizó las operaciones cuyo control de supervisión le había asignado el megaordenador central.

Era una tarea que reclamaba gran atención, equivalente a la selección de plásticos aprovechables sobre la cinta transportadora de una estación de reciclaje de residuos. Equivocarse por encima de un ratio medio, determinado estadísticamente, estaba penalizado con la reducción de expectativas.

René era ingeniero, graduado por la Escuela Popular de Singmorning en sensores tipo A256 a B667. Con el cambio de normativa, debería reciclarse en dos meses, pues un 35% de esos sensores habían sido declarados obsoletos. No tendría problemas, sin embargo, porque le gustaba la telemetamecánica; ya desde niño jugaba con drones y robots, que su padre, oficial del Estado Mayor de la Guerra Por Otros Medios, le traía a casa para que los despedazara.

No pudo dejar de pensar en Amalia en toda la mañana. Se confundió varias veces, y el monitor de pantalla le advirtió de que estaba a punto de superar el valor dos-sigma del fallo promedio.

A la tarde, después del trabajo, Amalia se acomodó en el apartamento del periurbano que le habían asignado. Había indicado que quería pasar la noche sola, por lo que el espacio era reducido, aunque la televisión por plasma le aseguraría diversión y la cama de hidrogel, descanso. Masticó sin ganas la cena, un policombinado energético, adecuado para su inicio de diabetes, sin esencia de tomate.

René entró en el adosado que le había correspondido, y una mujer joven le esperaba a la puerta. Tenía un niño de pocos años agarrado de la mano.

-Hola -le saludó la mujer.

-Hola -dijo René- ¿Y ese niño?

La joven miró hacia la calle, en donde estaban llegando decenas de trabajadores, hombres y mujeres, para ocupar las casas que serían su hogar aquella noche, para construir las familias que serían las suyas por unas horas.

-Me lo he encontrado vagando por ahí. Debió de haberse escapado del Kindergarten, y no se que hacer con él.

René llamó a la Centralita de Incidencias Urbanas y se metió con la mujer y el niño en la casa. Era un adosado como todos los que ya conocía, sin gracia.

FIN

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Cuento de primavera: La orden de la Vejiga y el castigo del perjuro

15 abril, 2014 By amarias Dejar un comentario

Una de las órdenes caballerescas más antiguas, incluso más que la de la Liga y el Pellejo (conocidas vulgarmente como la de La Jarretera y el Vellocino dorado) es la de La Vejiga.

Esta prestigiosa cofradía, fundada en el siglo III d.C. por el jefe de la tribu de los Upemba, que se había instalado en lo que es actualmente la provincia de Katanga, surgió de manera fortuita. Cuenta la leyenda que el cacique Sotán Kalamú, apremiado por una urgente necesidad de orinar, mientras se estaba celebrando una espléndida ceremonia sacrificial -quince jóvenes vírgenes estaban siendo ofrecidas al dios del desierto, supuesto padre de aquél-, y no queriendo abandonar el sitial en el que estaba, por no dar a conocer a sus súbditos su origen humano, se meó por encima.

Resultó, sin embargo, que, hábil con las palabras, convenció a los próximos que aquellas aguas naturales, por intercesión de las alturas, se habían transformado en un estampado de colores sobre sus calzones principescos, adquiriendo fragancias que él mismo definió, incluso, como embriagadoras.

Ante tamaña actuación sobrenatural, Sotán Kalamú se decidió a montar la orden de la Vejiga Henchida (Después se perdió el adjetivo, difícil de pronunciar y hasta de entender en el dialecto local). Los requisitos para entrar en ella eran descomunales. Solamente podían permanecer a esta orden aquellos guerreros que hubieran demostrado capacidad de sobrevivir después de haber sido arrojados a una sima sita en la comarca -conocida hoy como la Gruta de los Desaparecidos- o, en su defecto, aquellos a los que a Kalamú le diese la real gana de nombrarlos miembros.

En realidad, nadie pudo entrar por la primera vía, a pesar de que muchos lo intentaron.

Pertenecen en la actualidad a esta orden de la Vejiga, cuyo Gran Maestre es el dictador Gustón Pachanga, solamente veintidós mandatarios mundiales, todos ellos sátrapas, déspotas o dictadores reconocidos por el orden mundial, a los que Pachanga concede tal distinción, en una ceremonia muy vistosa, en la que se les entrega la insignia característica, con forma de globo de oro y pedrería, de la que penden dos hilos de finísima hechura plateresca, simulando los uréteres del fundador.

La orden de la Vejiga mereció recientemente atención mediática, debido al castigo propiciado a uno de sus miembros, que había cometido el terrible acto de faltar al juramento prestado, incurriendo, pues, en el deshonor del perjurio. Porque los guerreros de la orden deben, en el momento de ser distinguidos con el globo henchido de los filamentos argénteos, jurar ante el dios del desierto que se protegerán sin fisuras en todas sus felonías y desmanes, disimulándolos con inmediatez, tal como hizo el gran Kalamú con sus naturales fluencias, ocultando a los demás mortales y, sobre todo, a sus leales súbditos, su condición de iguales en lo físico y su morbosa afición al latrocinio y a la corrupción en lo tocante a los dineros y bienes públicos.

Pues bien: El Gran Sultán del País de Chochonia, país que ocupa el penúltimo lugar en las rentas per cápita -contando hombres y ganados-, cuando estaba veraneando con su séquito en la Costa Blue, fue conducido con añagazas ante el Tribunal de la Justicia Incontrovertible Internacional (renovada), que dirige el ex-juez español Maese Pedro del Canto del Cisne Pérez, con sede en La Calla. Allí admitió haber mentido a sus súbditos, y que, en realidad, ni era hijo de un dios ni nada parecido, si bien no se le pudo juzgar ya que este comportamiento no está reconocido como infracción por los países firmantes del Convenio de La Calla.

En la actualidad, el ex Gran Sultán de Chochonia reside en Suiza y, al parecer, ha entregado una ínfima parte de sus posesiones en Chochonia a la ONG para el Desarrollo Lento de Africa (Africa´s Smooth Development Non Profit Organitation), dirigida desde Peijing por un grupo budista.

El Sanedrín, Capítulo o Concilio de los cofrades vejigueros, lamentando la traición al juramento del ex Gran Sultán de Chochonia.  le ha condenado a devolver la medalla que le acredita como miembro de la Cofradía. Este es el mayor castigo que se puede imponer a un perjuro, según las normas internas de la Vejiga. Lamentablemente, se ha negado hasta ahora a cumplir la terrible sanción, que suele seguir luciendo en la pechera.

FIN

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