¿Habremus fracking?. Las señales del Consejo de Ministros del 15 de marzo de 2013, parecen indicar que sí, y en corto plazo. El gobierno ha autorizado con plausible celeridad la tramitación de un proyecto de Ley en el que se contempla un apartado relativo al control ambiental de las técnicas de extracción de gas no convencional mediante fracturación hidráulica.
Han sido tantos los comentarios dedicados en los últimos meses en todos los medios de confusión a este procedimiento para aprovechar un recurso energético que era, hasta entonces, absolutamente desconocido salvo para contados investigadores y especialistas , que seguramente habrá pocos españoles que carezcan hoy de opinión al respecto. Por supuesto, negativa; y añado: obviamente, nacida sin preocuparse por su fundamentación técnica.
Como en tantas otras cuestiones, en lugar de un debate técnico-económico, ponderado, del que resultase una conclusión que se basara en atención a necesidades, costes de oportunidad o estrategias, se ha formado un guirigay, en el que, como suele decirse, “el que más chifle, capador”.
Por ello, estamos sometidos a ráfagas de versiones viscerales, emocionales, intuitivas, nacidas del principio de más sencillo sostenimiento: todo lo que no se entiende, es malo, contamina, es seguramente peligroso y, además, previsiblemente, oculta intereses de unos pocos aprovechados.
Y, como un tema que ocupa la atención de la calle es, por definición, cuestión política, el pronunciamiento al respecto supone asignar banderas a diestra y siniestra.
Si el Partido Popular apoya el fracking, el Partido Socialista tiene que negarlo, o, al menos, dejar avisos de sospecha. El País del 17 de marzo de 2013, confronta, al menos visualmente, dos artículos de “Análisis”, uno de ellos titulado “¿Una nueva burbuja?” firmado por Teresa Ribera, ex-secretaria de estado de Cambio Climático en el último Gobierno de Zapatero, y ahora, directora de desarrollo estratégico de Isofotón, empresa de energía solar.
La cuestión del fracking es un reducto adecuado para ejercer la afición generalizada por pontificar acerca de lo ignoto, convirtiendo la ignorancia propia en amplificador consciente de los argumentos esgrimidos por otros.
Y, gracias a internet, no hay problema alguno en alimentar cualquier opción con citas abundantes, porque, sabido es que en toda ceremonia se puede expresar alguna discrepancia, ya que nada de lo humano deja de tener el color con que se mire, y el anonimato de la red permite inventarse un nombre, una opinión, expresar tanto una verdad como una tontería, y lanzarla a recorrer el mundo de la estulticia colectiva.
Hay ya, en efecto, en torno al fracking, una amplia referencia literaria muy conveniente para alarmar, sobre todo al que no sabe, sobre las consecuencias ambientales de la implantación del fracking en España, abordando la cuestión desde la vertiente más populachera, que es también la genuinamente ecologista, aquella que a todos nos gustaría abordar si viviéramos solos en el mundo y el coste de disfrutarlo fuera nulo.
Siendo lo ecológico de car, por propia naturaleza, muy amable, no faltan, por supuesto, expertos más o menos ocasionales, que esgrimen títulos universitarios que suenan a saber de la cosa y que les permiten, aupados en ellos y en selectiva información ajena, incorporar conocimientos prestados como si fueran fruto de la experiencia propia.
Diagnóstico precoz: el fracking es peligroso, porque existe riesgo de filtraciones de metano y contaminación química de los acuíferos, puede provocar el aumento de los riesgos sísmicos, y supone el despilfarro de un recurso escaso como es el agua. Y, además, ya se puede uno imaginar, existen intereses económicos oscuros, lobbies que presionan a los que generan leyes, gentes del fracking, en suma. que andan moviéndose por los despachos para sacar tajadas y llevárselas a sus rincones apartados para comérselas.
El Consejo Superior de Ingenieros de Minas, con indiscutible sentido de la oportunidad. pero una sorprendente voluntad de constituirse en este caso en paladín de esta causa (cuando son contadas las veces que ha salido a la palestra para defender cualquier otro tema) , ha aparecido públicamente como defensor de una técnica aún no experimentada en España.
No es exactamente así, pero así suena. Lo que sucede en realidad es que este venerable sanedrín ha costeado y, por tanto, incorporado su nombre como Editor, la publicación de los artículos, resúmenes y conclusiones nacidos de la jornada sobre el fracking que tuvo lugar en el último CONAMA (2012) , y en eñ que participaron algunos de los pocos técnicos españoles que han tenido relación con esta técnica o, más propiamente, con su hermana mayor, la prospección petrolifera profunda.
El libro se presentó a la opinión pública el 11 de marzo de 2013 y se comprende que la coincidencia de fechas con el anuncio de la tramitación del proyecto de Ley haya vinculado ambas actuaciones, lo que no era, en realidad, más que casualidad.
Desde mis modestos conocimientos sobre el tema, solo puedo decir que ahí, en ese documento de 150 páginas, no se debe pretender encontrar las respuestas.
Hay -junto a una presentación general de la cuestión-, eso sí, propuestas razonadas de selección de lugares más convenientes para prospección, exposición elegante y somera de las formas de explotación del gas de esquisto, extrapolación de resultados de prospecciones singulares ya realizadas o de las posibilidades derivables de los mapas geológicos de ciertas zonas y, en fin, sugerencias sensatas y prudentes sobre lo que debería hacerse para aprovechar ese recurso en España.
Son, pues hipótesis y propuestas surgidas de estudios teóricos, experiencias de campo y similitudes con otros casos, realizadas por gente que sabe o tiene por qué saber de lo que está hablando, y a los que guía el propósito de exponer públicamente una posibilidad atractiva de aprovechamiento de un recurso hasta ahora inutilizado.
El informe ha sido coordinado por dos catedráticos, respectivamente, de las Escuelas de Madrid (Angel Cámara) y Oviedo (Fernando Pendás) y en él han participado más de una decena de ingenieros de minas. Puede encontrarse en esta dirección de internet; http://www.ingenierosdeminas.org/documentos/130312_informe_gas.pdf.
No estamos, por tanto, al final del camino del fracking, sino al principio. Y cuanto menos emocional sea el debate y más técnico y fundamentado, mejor. Sin pretender, sin embargo, que el fracking no tenga sus puntos oscuros, ni admitir como axioma que todos los ingenieros de minas estemos de acuerdo con las bondades de esa técnica o que suscribamos de pé a pá el informe de Pendás, Cámara y compañía.
Pero lo que no deberíamos admitir es que la postura mejor sea sentarse a la puerta de la inmovilidad viendo a los demás pasar con sus oportunidades aprovechadas. Y ese es el positivo mensaje que he encontrado en ese libro virtual que se titula, modestamente: “.El gas no convencional. Una oportunidad de futuro”.
Mensaje que sigo, con la total convicción de que merece la pena explorar sus posibilidades y de que quienes lo emiten, son honestos y serios al plantearlo como una opción muy válida.
Estoy muy de acuerdo con tus comentarios sobre la manipulación del fracking y, personalmente, me ha alegrado que ejerzas de ingeniero de minas alguna vez, quizá lo más importante que tenemos en común.
Es cierto, Plácido, que como compañeros de promoción, la ingeniería de minas nos ha proporcionado la ocasión de crear y poner de manifiesto muchos puntos en común…y no solo como colegas universitarios. Ah, pero no estoy conforme con eso de que “alguna vez” ejerza de ingeniero de minas, porque suena a algo así como “ya es hora de que hagas de”. Nunca he dejado de ejercer de ingeniero de minas desde hace ya más de 40 años. Y me cuento, con orgullo, entre los que más la han defendido y defienden, en múltiples escritos, ocasiones y foros. Aunque una afirmación así, para no parecer petulante, sería preferible que la hicieran otros…