Se han reunido en estos momentos de mi vida varios elementos que componen un cuadro muy singular, al menos, al nivel de realidad al que me había acostumbrado. Tenemos una pandemia sobre nuestras cabezas, con especial reincidencia sobre Madrid, que arrastra una situación económica cuyos efectos no han hecho más que empezar, y cuyo alcance no somos capaces de prever (y, lamentablemente, aún menos, el Gobierno actual y, apurando en la misma línea, la oposición).
La grave situación vírica y económica se magnifica por la tensión entre el gobierno central y el regional de la Comunidad de Madrid. La importancia referencia, a escala nacional e internacional, que supone la capitalidad de España, se ha traducido en un ataque continuado desde algunos portavoces del Gobierno (en especial, pertenecientes a la agrupación Unidas-Podemos, aliada con el PSOE y otras minúsculas facciones regionalistas) contra la actuación de la presidenta de esta Comunidad, Isabel Ayuso.
Se califica con reiteración desde miembros relevantes del Gobierno y de portavoces parlamentarios de los partidos que tienen silla en él, a la presidenta Ayuso como mala gestora, carente de liderazgo e incluso se la tacha de ser manifiestamente incapaz para ejercer el cargo que ostenta. Son expresiones de extremada dureza, injustos y, desde luego, ajenos a la cortesía institucional.
Aunque los ataques desde la coalición de PP-Ciudadanos (esto es, de derechas) que rige en la Comunidad de Madrid y en su Ayuntamiento hacia el gobierno central son menos intensos -se esgrime abandono a su suerte de la Comunidad, falta de apoyo desde las instancias más altas, etc.-, porque no se está calificando tan directamente de incapacidad al Ejecutivo o a sus miembros, el efecto hacia el exterior, es decir, hacia el ciudadano no comprometido políticamente es la plasmación perfecta de una falta de sintonía entre quienes están conduciendo el vehículo de nuestros destinos.
La escenificación del pasado lunes (21 de septiembre de 2020) cuando ambos Presidentes -central y autonómico- pretendieron ofrecer un marco de cooperación (a destiempo) en la lucha contra la pandemia, por su torpe planteamiento, escasos recursos y previsibles mermados resultados, la juzgo de pura pantomima.
Me preocupa también, y mucho, el cerco a la Jefatura del Estado, es decir, hacia la Monarquía. Miembros cualificados del gobierno se han manifestado sin ambages como anticonstitucionalistas, apoyando la república como objetivo y despreciando la figura de Felipe VI (apuntando hacia actuaciones de su padre, Juan Carlos, presuntamente anómalas y, en todo caso, realizadas cuando ya no era Jefe de Estado, en que fungió como responsable máximo del período de paz más longevo de nuestra Historia, ejemplo incuestionable de transición de una dictadura a una espléndida democracia).
El apoyo precario y espurio que encontró Sánchez a su deseo de ser Presidente de Gobierno en los independentistas catalanes y en los hijos del terrorismo vasco, mírese como se mire, es un síntoma de la extrema peligrosidad de la situación actual, desde el punto de vista de la estabilidad democrática y del equilibrio regional.
A escala internacional, aunque la preocupación por los difíciles asuntos internos invita a menospreciar la importancia de lo que pasa fuera, la situación es muy compleja. El avance de la economía china, liberada del virus -por arte de birlibirloque u oscuras razones- convierte a esa República de Repúblicas en líder mundial, con la bandera de un sistema antidemocrático, dictatorial, autárquico y de naturaleza incomprensible -en valores y métodos- para nuestra cultura occidental. Desgraciadamente, esta situación coincide en el tiempo con un Presidente norteamericano que parece sacado de un cuento de ogros y fantasmas, más dado al despropósito verbal como portavoz de un sentimiento egoísta e insolidario, que a asumir un papel relevante como conductor de las economías occidentales.
No necesitaba más para sentirme anonadado de la deriva que adoptó la realidad próxima (de mi país y compatriotas) y externa (tanto de la Unión Europea como de los bloques hegemónicos de la economía mundial, y tampoco quiero olvidar la falta de democracia que se ha instaurado en Rusia y demasiados países latinoamericanos, por no apuntar más que a lo que sobrenada).
Pues hubo más. En pocas semanas, la metástasis que se encontraba aparentemente dormida, ha decidido despertarse y golpear con fuerza. Recojo todos los ánimos de que soy capaz para no desanimarme y, como siempre expresé -a propios y extraños- para no perder la capacidad de analizar lo que pasa fuera y pasa en mi cuerpo, con toda la objetividad que pueda. Pero, caramba, no dejo de preguntarme: ¿Es esto la realidad, o una pesadilla?
Ya se la respuesta, aunque nunca vienen mal algunos comentarios sensatos que me ayuden a entender mejor lo que nos pasa. Gracias, por leerme, por estar ahí (aunque sea en la sombra), por compartir lo que pienso.
La realidad se ha convertido en una pesadilla distópica, desde el macro al micro. Y lo más importante siempre es el micro, que es lo que nos toca vivir cada día.
Toca enfocarse en uno mismo y los propios, y dejar el resto para que se devoren entre ellos o el virus.
Te mando más ánimos de esos que recoges, que siempre está bien tener la mochila llena para estos caminos llenos de vericuetos y oquedades.
Es cierto, Miguel, que -en especial en esos momentos en que la realidad nos señala con el dedo con máxima intensidad- que lo más importante siempre es lo más próximo. En ese entorno cercano es, además, donde podemos ejercer más influencia: en la manifestación de afectos, en la demostración de capacidad de intervención con los medios que tengamos o, simplemente, con la fuerza de nuestra sola presencia. ¡Ah, si pudiéramos aislarnos en esa crisálida personal, olvidar cuanto la rodea, dejar que todo lo demás evolucione sin afectarnos!. Yo no puedo, y sé que tú tampoco. Un abrazo, querido hijo.
Angel, un fuerte abrazo mucho animo y sigue fuerte. Seguro que esta pesadilla real la acabaras dominando.
Un fuerte abrazo y estoy a tu disposición para cualquier cosa que necesites
Manuel, agradezco tu disposición, que surge del afecto recíproco y de los muchos años que vivimos, codo a codo, la superación de momentos tan interesantes como complejos. Te mando un fuerte abrazo, desde el deseo compartido de que las pesadillas que me/nos empañan la voluntad de sueños apacibles y fructíferos se desvanezcan como azucarillos en el agua. Dominarlas es un propósito imposible, aunque es un objetivo inexcusable.
buenas noches,
no tienes que dar las gracias por leerte.
Sabes que te estoy agradecido.
y ya sabes: ANIMO!!!!
Saludos,
Buenos días, Luis. No tienes por qué estar agradecido a quien solo se preocupó, en algún momento, en animarte a que encontraras la posición que tu valía y esfuerzo merecen. No me falta el ánimo, querido colega, aunque me falte la salud. Un abrazo
Angel, gracias por compartir tus acertados análisis y tu estado de ánimo. Efectivamente, el entorno no ayuda mucho. Pero también es un incentivo para persistir.Un abrazo,
Julio
Julio, puede que algunos piensen que compartir análisis y, sobre todo, estados de ánimo, es una manifestación de petulancia o torpe exhibicionismo. Tú, que eres un batallador y has sacado adelante causas que otros juzgaban imposibles, conoces bien que el incentivo para actuar se encuentra a menudo en uno mismo, no en lo que nos digan. Sin embargo, agradezco el estímulo que significa que los amigos me manifiesten su presencia y afecto. Especialmente, en momentos como éste por el que me toca pasar. Un abrazo
Hola Angel, mis ocupaciones me han tenido alejada de tus escritos.
Cuanta razón tienes en tu comentario.
Espero que estes mejor.
Un fuerte abrazo.
Paulina
Querida Paulina, espero que tus ocupaciones hayan encontrado la solución que necesitaban. Estoy bien, con fuerza para afrontar el itinerario que tengo por delante. Un fuerte abrazo
Tranquilo Angel q médicos hay de sobra.Solo falta q alguno de los tarugos mencionados los contrate de una vez con un salario digno.
Por el camino q vamos, parecen q quieren matar al bicho a tiros
Calibro tu ironía. En lo que a mí respecta, estoy contento con el equipo médico que me atiende. Valoro en alto grado su entrega y profesionalidad. Después de tantos años de haber puesto mi enfermedad en sus manos, se que están haciendo todo lo posible por prolongar mi estado de “paciente con capacidad para desarrollar una vida normal”, al menos entre prueba y prueba y entre operación y operación. Se también que su excepcional vocación de servicio les hace superar los déficits de un salario escaso y una perspectiva profesional muy poco clara. Pocas profesiones tienen ejemplos de tal entrega.
Lo de los políticos que, en este momento, están tratando de controlar el vehículo desbocado de nuestro destino colectivo, ya me canso de opinar. Y sobre su (in)capacidad de controlar la evolución de la pandemia en España, espero que en algún momento tengamos todos los datos para juzgarlos.
Angel, gracias por tus acertados comentarios que, como siempre es un placer leerte.
Tira palante que peores morlacos has toreado. En cuanto a la solución política, tardará en solucionarse, salvo un difícil milagro europeo y esperemos que no coja al país devastado. Esperanza para nuestros nietos que van a tenerlo crudo, hasta que los actuales cretinos desaparezcan.
Un abrazo y continua alegrándonos los ojos. Guillermo
Compartir es un acto de solidaridad
Un fuerte abrazo