Al socaire

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La Nicolasa aguanta el tipo

6 diciembre, 2021 By amarias Deja un comentario

El 6 de diciembre de 1978, festividad de San Nicolás de Bari, más de 15 millones de españoles votaron que sí a una pregunta muy escueta: ¿Aprueba el proyecto de Constitución?. Con ese abrumador respaldo, de casi el 92% de los que participaron en el referéndum, el 29 de diciembre de ese año entró en vigor.

Han pasado 43 años y, a pesar de que -sobre todo en esta última década- se vienen lanzando varias andanadas contra la Norma Suprema -sobre todo, desde la izquierda mediática, la Nicolasa resiste. Desde luego, una de las razones fundamentales de su supervivencia es la dificultad que los Padres de la criatura idearon para mantenerla estable: unas mayorías parlamentarias prácticamente inalcanzables. Y, dada la evolución del espectro político, los acuerdos para tocarle incluso un pelo -digamos, aspectos como cambiar el término de “disminuídos” por el de “personas con discapacidad”- se han hecho prácticamente inviables.

Aunque alguno de los componentes de la actual coalición de Gobierno esté clamando por revisar el título segundo y avanzar por la vía de los puñetazos encima de la mesa hacia una República con monarca (el multifacético spindoctor Iván Redondo ha encajado incluso esa idea en su nueva columna de La Vanguardia -antes, La Vanguardia  Española-) o hacia una España definitivamente desmembrada en la que las dos autonomías más potentes en reclamar privilegios para sí hagan lo que les de la gana, el presidente de Gobierno, el muy hábil Pedro Sánchez, ha aprovechado la celebración para afirmar  que “la Constitución es la hoja de ruta” para su gobierno.

Puede sonar desconcertante. Antes de que el término entrase en poder de la semántica política, la “hoja de ruta” era el documento en el que el responsable del transporte -el capitán de un barco de transporte, por ejemplo- anotaba todas las incidencias relevantes del viaje. Se trataba de una información capital para analizar, una vez llegado a destino, aquellos aspectos de la travesía que podían haber afectado a la carga y, por tanto,  ser relevantes para el destinatario o, en su caso, para la solicitud de una compensación a la compañía aseguradora.

Pero estoy seguro que el Presidente se confundió en los términos. Porque no pensaba en la acepción, más moderna, impuesta por los usos del lenguaje, siempre algo místico – por no decir, ininteligible-, de los políticos, por la que una “hoja de ruta” es el documento que marca el destino al que se desea llegar. No, Sánchez, quería haber significado que la Constitución del 78 era un lugar de partida y que le servía como guía para conducir su política hacia donde la coyuntura se lo permitiera.

Deseo de corazón que, con este timonel y sus jaleadores, no nos estrellemos contra las rocas.

Publicado en: Actualidad, Administraciones públcias, Política Etiquetado como: celebración, Constitución, discapacitados, disminuídos, hoja de ruta, Iván Redondo, Monarquía, Nicolasa, Pedro Sánchez, San Nicolás de Bari

Elogio de la intolerancia

29 noviembre, 2021 By amarias 2 comentarios

No pretendo poner el énfasis en la necesidad general de ser intolerate. Al contrario, como pacífico, mi actitud general es de tolerancia; prefieron no verme involucrado en disputas sin sentido. Por ello, no comprendo en lo más mínimo a esos individuos que se dicen defensores a ultranza de los colores de un club deportivo y llevan su enajenación al terreno de enzarzarse a porrazos con los partidarios de otro equipo, al que ven como contrario.

Una vez establecido el marco general de invocación y fidelidad a la tolerancia como principio general, quisiera meterme en la harina de las conscuencias de la excesiva tolerancia, que lleva a aquél al que se la dispensamos, sin estar obligados a ello, a creer que tiene la razón, que le asiste el derecho para auparse sobre el nuestro.

En el tema de las vacunas para superar la pandemia, encuentro un ejemplo claro de tolerancia excesiva. Cierto que ni los expertos oficiales ni las autoridades han ayudado mucho establecer un régimen de confianza respecto a la manera de combatir el virus, pero, en este momento, se ha aclarado de forma científica y con suficiente respaldo que las vacunas ayudan de manera decisiva a defendernos individual y colectivamente y que la mascarilla es una forma de protección, elemental, pero segura, para evitar contagios.

Por consiguiente, no entiendo la tolerancia para aquellos que no se vacunan ni se ponen la mascarilla, porque “no se fían”. Deben implantarse de inmediato medidas claras de restricción de espacios públicos para esos negacionistas que, amparándose en nuestra tolerancia, aumentan nuestro peligro de ser contagiados. (Ah, y por supuesto, no entiendo por qué no se están enviando masivamente dosis a los países menos desarrollados para que vacunen a su población. Hemos oído miles de veces que el virus no admite fronteras, ¿a qué se espera, pues, desde los países más ricos, o también hay negacionistas en la cúpula del poder mundial?)

Voy con otro ejemplo de tolerancia excesiva, siempre en mi opinión, claro está. El debate político en el hemiciclo (me refiero al Congreso, ya que ignoro si en el Senado existe algún debate) se concentra en poner en prueba la capacidad de tolerancia del pueblo llano, hurtándonos la discusión y acuerdo en aspectos cruciales para nuestra convivencia y nuestra economía y distrayéndonos en otros. que no sería admisible plantear, como presión para llegar a acuerdos de gobernanza.

No es tolerable el planteamiento sobre el desmembramiento de España. No hay ninguna razón ni histórica, ni cultural, ni linguística, para abrir ese debate en el Congreso y mucho menos, para convertirlo en fundamento para la toma de decisiones políticas. No hay más frontera entre determinadas regiones y el resto del país, que las propias de la conveniencia administrativa general. Todas las regiones forman parte de la unidad indisoluble de España.

Tampoco hay que tolerar la falta de respeto por algunos de los que ostentan cargos públicos, pagados con el dinero de todos, para insultar o vejar a la Monarquía, que es la forma de Estado legítima, el símbolo de esa unidad. Algunos parecen estar persuadidos de que, cuando se pretende hacer a un lado a Felipe VI, solo se dirigen contra él. No, van contra todos. Porque hemos elegido mayoritariamente, con aplastante mayoría, tener como forma de Estado la Monarquía.

No necesito disculparme, porque ya he dicho muchas veces, en este foro y en otros, que entiendo que la República es la forma teóricamente mejor de conformar la autoridad máxima de un Estado. Pero no encuentro que, para este momento de España, sea la mejor. Seguro que todos podemos encontrar razones, sin que sea necesario explicitarlas. En ese contexto pragmático, quien encarne la figura de Jefe de Estado, desprovisto de poderes reales más allá del simbolismo y cuestiones de puro refrendo, es lo de menos. Y si lo está haciendo bien -muy bien, diría yo- pasa a se parte de “lo de más2.

Hay muchos otros temas en los que nos podemos estar mostrando demasiado tolerantes. Basten éstos. Por eso, desde mi pequeño atril, permítaseme el elogio de la intolerancia. Porque hay actitudes, posturas y movimientos que no deberían ser tolerados. Para no convertirnos en cómplices del desaguisado.

 

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: Constitución, covid, felipe VI, forma de Estado, independentismo, Monarquía, negacionista, regiones, República, tolerancia, vacuna, virus

Presunciones, sospechas y revelaciones malolientes

5 octubre, 2021 By amarias Deja un comentario

El periódico ABC, en su edición del 4 de octubre de 2021, publica detalles de una conversación mantenida en 1990 entre el entonces ministro de Interior, Antoni Asunción, y el responsable de la lucha antiterrorista, el general Emilio Alonso Manglano. Se trata de un episodio al que se refiere Juan Fernández Miranda, en su libro de inmediata publicación: “El jefe de los espías” (Ediciones Roca), utilizando, según cuenta, papeles y notas del difunto Manglano, que habrán llegado a sus manos solo sabe él cómo.

De esa lectura incómoda parece deducirse con poco margen de error que, bajo el mandato del ministro Corcuera, se autorizó el envío de, al menos, una carta bomba a un miembro de ETA, como advertencia de que se estaba dispuesto a entablar una guerra de contra-atentados desde el propio Estado. Una actuación descabellada, ilegal, insólita, que parecería responder al extraño silogismo de “Tú matas a bocajarro o colocando siniestros artefactos a servidores del Estado, a políticos e incluso a civiles. Pues yo, que soy responsable de la Administración de la Paz y Seguridad  Interiores de ese Estado, cuando localice a uno de los tuyos, lo trataré de enviar al otro barrio con similares medios a los tuyos. Así estaremos a pré”.

La bomba provocó la muerte del infortunado cartero José Antonio Cardosa, que hacía la distribución del correo y que, al advertir que la carta no entraba en el buzón del destinatario, la dobló, explotándole en las manos.

El destinatario de la supuesta misiva mortífera hubiera sido Ildefonso Salazar Uriarte, asesino del guardia Jiménez Gómez, acto que perpetró en su misma comisaría en 1978, en la que se introdujo con el engaño de haberse olvidado el carné de identidad.

Diversas circunstancias están ayudando a ventilar sobre la población española -creando una gran inquietud interior y con efectos destructivos de nuestra imagen internacional- variopintos elementos, algunos pocos, ya probados, otros en fase especulativa o itinerario probatorio que pretenden como objetivo principal -porque tengo pocas dudas de que se trata de actos intencionados, programados para causar inestabilidad- dejar en maltrecho lugar nuestras instituciones fundamentales. Porque son actuaciones dirigidas, no se trata de una revisión al completo de lo que funciona mal (y ahí el camino sería inabordable), sino dar picotazos aquí y allá, con fines más que ejemplarizantes, desestabilizadores.

No tengo bolas de cristal y desconozco cuáles son las fuentes y los reales propósitos de sacar a la luz tanta porquería, coincidiendo con un gobierno de coalición que prometió volver al país del revés y lo está consiguiendo, aunque no sea asunto para cantar victoria, pues, cuanto más dicen desde Moncloa que estamos mejor, tanto peor nos ven.

Ahí tenemos al rey de antes, Juan Carlos, de vacaciones largas en un emirato (Abi Dabhi), sin atreverse a volver a España, por no perjudicar -así cupo interpretar en un Comunicado- la jefatura de Estado de su hijo -“el mejor formado de las casas reales actuales” (su padre dixit, cuando El estaba en mejores momentos), aunque los esfuerzos de la Casa Real por mantenerse en pie en un entorno republicano tienen aspecto de realizarse en solitario. El monarca que libró a España de un golpe de Estado (nadie lo ha desmentido, al menos hasta ahora) es el destinatario de buena parte de la mierda que difunde el ventilador mediático, exagerando convenientemente, hasta hacerlo parecer historia de vodevíl, sus amoríos y desvíos con féminas que alimentan su imagen de gañan incontrolable y, para colmo imperdonable, su presunta tendencia a intervenir como comisionista de los negocios en los que ayudó a las grandes constructoras. La fiscalía parece ahora dispuesta a solicitar el sobreseimiento (¿archivo provisional o definitivo?) del caso del fraude fiscal del “Emérito”. Ya veremos si se atreve a retornar a España y para qué.

No sólo es asunto de cuestiones regias. La difusión de que un buen número de ciudadanos, obligados a la ejemplaridad, han evadido cuantiosas cantidades en impuestos, amparándose en la ocultación que proporcionan los paraísos fiscales y la facilidad para montar empresas, interpuestas entre el Fisco y el dinero, que les sirvieron para mandar fuera del país en que se produjeron la parte de las plusvalías que nos pertenecen a todos.

Me parece que no basta únicamente a estos personajes de la España profunda (y, en general, salvo actuaciones que parecen debidas al azar, desconocidos en sus tejemanejes), con expresar aquellos de que “Lo siento mucho, no volverá a ocurrir”. Tampoco me apetece dar credibilidad sin matices a ese juego de infamias, hasta que -ahí tenemos la valla que no se debe saltar- la investigación fiscal propia y la lenta justicia .limitada por las posibles prescripciones de los hipotéticos delitos- no pruebe culpabilidades y calcule daños y multas. Todo es ahora mera presunción y hay que respetar la inocencia y abominar del juicio mediático, pero…¿qué nos queda por hacer, pues, a los ciudadanos del montón?.

Porque, a pesar de las dilaciones, las incertidumbres, los apaños, sin embargo, estamos libres de sospechar que vivimos entre delincuentes de manga ancha y calzón prieto -no robagallinas-, que han hecho carrera para ocupar puestos muy altos y, aupados en ellos, se afanan, en puro ejercicio de desfachatez y autodefensa non petita en convencernos de que debemos ser honestos, mientras ellos ponen los huevos (léase, nuestros dineros) en su propia cesta.

Me siento mal, muy mal.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: ABC, Antoni Asunción, Asunción, atentados, Corcuera, ETA, José Antonio Cardosa, Juan Fernandez Miranda, Manglano, Monarquía, oropéndola, rey juan carlos, terrorismo, terrorismo de Estado

El 14 de abril de 1931

14 abril, 2021 By amarias Deja un comentario

Varias asociaciones nostálgicas del pasado aprovechan, desde que estamos en democracia, para festejar, con actos de distinta naturaleza, cada catorce de abril, el advenimiento (como si se tratara de una figura exotérica) de la Segunda República en esa fecha de 1931, que fue la forma de Estado que se mantuvo en España, entre tremendas tensiones, durante los años previos a la guerra incivil que nos descalabró por muchas décadas la convivencia.

No creo que sobreviva ninguno de los que estaban en uso de sus facultades en 1931, pues, si les supongo con una edad mínima de dieciocho años entonces, andarían ahora, -si es que no les ha tocado criar malvas-, con más de ciento diez años a las encorvadas espaldas. Luego, estos que celebran la República y añoran su vuelta, están, en mi opinión, expresando algo muy distinto de su devoción por lo que sucedió entonces.

Defender la República como forma de Estado preferente en esta situación histórica, en la que nos encontramos bajo la forma de Estado de una monarquía constitucionalmente legitimada, reducida en sus funciones a su quintaesencia simbólica y con un Gobierno y Parlamento democráticamente elegidos, es una butade (RAE: “salida extravagante e ingeniosa, destinada a provocar”).

He escrito muchas veces y mis amigos y conocidos me lo han oído decir siempre que hay ocasión, que entiendo que la República es la forma más lógica y normal de dirigirse en un Estado democrático. En ese sentido, soy republicano. Pero también es cierto que hay algunas Monarquías que funcionan como ejemplo de democracia, y no tanto porque el Monarca o Rey lo sea, sino por la manera en que está construido el aparato de representación del pueblo para elegir a los que han de dirigir la gestión de los temas de Estado.

Debemos estar orgullosos de que nuestro Rey actual, Felipe VI, con una educación exquisita, que nos ha costado bastante dinero a los españoles, cumple a la perfección la labor de ser la cabeza visible de ese ente intangible, casi místico, que es el Estado. Sin que intervenga -ni pueda hacerlo, por prevención legal- en la inmensa mayoría de las cuestiones de gestión, que son responsabilidad exclusiva del Ejecutivo.

Sé que en esto me separo claramente de los exaltados republicanos que piden la abolición de la Monarquía y, a cada ocasión, desprecian la labor de representación, harto simbólica, de nuestro Monarca.

Pero la imagen del país no la está dando la Monarquía, sino nuestro Gobierno y nuestros representantes políticos. Me parece que ahí, en ese punto, es donde más tenemos que mejorar.

Celebren, si quieren esos malinformados de la Historia, la proclamación de la Segunda República. Yo me uniría, sin problema, a los que quieren homenajear a la República, así en general, como forma teóricamente más perfecta de Estado, en un acto que tendría más de filosófico que de conmemoración histórica. Hoy por  hoy, sin embargo, aunque no viví (obviamente) la Segunda República, si bien leí sobre ella mucho más -lo digo sin petulancia alguna- que la mayoría de los que la celebran, me manifiesto satisfecho con nuestra Monarquía, como símbolo moderno de esta España y me pregunto porqué no podemos estar a la altura de las mejores democracias del mundo en la gestión de nuestros problemas reales, quiero decir, de los que verdaderamente nos deberían interesar.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 14 de abril, celebración, españa, Felipe Sexto, Monarquía, República, Segunda República

Cambio de fichas

27 enero, 2021 By amarias 10 comentarios

Salvador Illa deja hoy (27 de febrero de 2021) de ser Ministro de Sanidad y Carolina Gandarias, Ministra hasta ahora de Administración Territorial y Función Pública pasa a ocupar esa cartera, dejando la suya en manos de Miguel Iceta, candidato anterior a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña y cabeza del PSC.

Se trata de un movimiento político, alejado de todo deseo de mejora de gestión en relación con la pandemia que nos está agotando la paciencia y los dineros. La incorporación de Iceta, partidario confeso del indulto a los separatistas presos y de la coalición con los partidos separatistas catalanes, no es sino la apertura del campo de negociación apetecido para conseguir incrustar al Partido de Sánchez en un Gobierno de coalición de la maltrecha comunidad catalana, copia del que padecemos en el Gobierno de España.

Tendríamos así un apetecible duplicado por Sánchez para la prolongación de su estancia en el Gobierno, si tiene efecto el llamado “tirón” de Illa como catalán conocido del Gobierno por su presencia en los media para presentar en positivo los pésimos datos de evolución de las fases por la que pasó y pasa aún la pandemia de la Covid, y agarrado ahora al soplo salvador que confía en el efecto de las vacunas adquiridas por mediación de la Unión Europea. Contará también la venta de la triste realidad de que los datos de contagios, fallecidos y agobios en los hospitales son malos en todo el mundo civilizado, salvo en China y en los países menos transparentes del mundo, o ya contaban con esa vacuna antes de que se propagara el virus u ocultan los datos reales con desfachatez.

De aquí vendría, pues, el indulto para los políticos separatistas condenados, constando su arrepentimiento, al menos, formal, y la firma del Jefe de Estado, un Rey que está poniendo en evidencia heroica su capacidad de aparecer como cabeza visible de un país en descomposición. Se acometerá una reforma ligera de la Constitución. No se reformará el artículo II -al menos, no en lo sustancial, seguiremos siendo una Monarquía parlamentaria-, pero se transferirán aún cuotas mayores de autonomía a Cataluña y, por contagio, a las regiones pretendidas como históricas, con lo que tendremos definitivamente un Estado federal de dos velocidades, insolidario y anómalo, con una recuperación disímil, asimétrica, de la crisis económica que la pandemia ha acelerado hasta el límite de nuestra resistencia.

Estoy seguro que, de seguir este camino que aparece trazado por la anomia de una sociedad desorganizada y falta de empuje, así como durante décadas España ha sido ejemplo de traslado pacifico desde una Dictadura a una Monarquía parlamentaria, ejemplo de democracia, seremos nuevamente objeto de estudio por el efecto contrario: paso de una estructura democrática y parlamentaria, bajo la bóveda propagandística e histórica de una Monarquía con excelentes relaciones internacionales y un efecto carismático, a una república populista, empobrecida y sin peso relevante en el panorama internacional.

Sic transit gloria, Hispaniae,

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: administraciones públicas, Cataluña, Darias, Iceta, Illa, indulto, Monarquía, monarquía parlamentaria, reforma Constitución, República, Sánchez, separatismo

¿Es esto realidad, o vivimos una pesadilla?

23 septiembre, 2020 By amarias 14 comentarios

Se han reunido en estos momentos de mi vida varios elementos que componen un cuadro muy singular, al menos, al nivel de realidad al que me había acostumbrado. Tenemos una pandemia sobre nuestras cabezas, con especial reincidencia sobre Madrid, que arrastra una situación económica cuyos efectos no han hecho más que empezar, y cuyo alcance no somos capaces de prever (y, lamentablemente, aún menos, el Gobierno actual y, apurando en la misma línea, la oposición).

La grave situación vírica y económica se magnifica por la tensión entre el gobierno central y el regional de la Comunidad de Madrid. La importancia referencia, a escala nacional e internacional, que supone la capitalidad de España, se ha traducido en un ataque continuado desde algunos portavoces del Gobierno (en especial, pertenecientes a la agrupación Unidas-Podemos, aliada con el PSOE y otras minúsculas facciones regionalistas) contra la actuación de la presidenta de esta Comunidad, Isabel Ayuso.

Se califica con reiteración desde miembros relevantes del Gobierno y de portavoces parlamentarios de los partidos que tienen silla en él, a la presidenta Ayuso como mala gestora, carente de liderazgo e incluso se la tacha de ser manifiestamente incapaz para ejercer el cargo que ostenta. Son expresiones de extremada dureza, injustos y, desde luego, ajenos a la cortesía institucional.

Aunque los ataques desde la coalición de PP-Ciudadanos (esto es, de derechas) que rige en la Comunidad de Madrid y en su Ayuntamiento hacia el gobierno central son menos intensos -se esgrime abandono a su suerte de la Comunidad, falta de apoyo desde las instancias más altas, etc.-, porque no se está calificando tan directamente de incapacidad al Ejecutivo o a sus miembros, el efecto hacia el exterior, es decir, hacia el ciudadano no comprometido políticamente es la plasmación perfecta de una falta de sintonía entre quienes están conduciendo el vehículo de nuestros destinos.

La escenificación del pasado lunes (21 de septiembre de 2020) cuando ambos Presidentes -central y autonómico- pretendieron ofrecer un marco de cooperación (a destiempo) en la lucha contra la pandemia, por su torpe planteamiento, escasos recursos y previsibles mermados resultados, la juzgo de pura pantomima.

Me preocupa también, y mucho, el cerco a la Jefatura del Estado, es decir, hacia la Monarquía. Miembros cualificados del gobierno se han manifestado sin ambages como anticonstitucionalistas, apoyando la república como objetivo y despreciando la figura de Felipe VI (apuntando hacia actuaciones de su padre, Juan Carlos, presuntamente anómalas y, en todo caso, realizadas cuando ya no era Jefe de Estado, en que fungió como responsable máximo del período de paz más longevo de nuestra Historia, ejemplo incuestionable de transición de una dictadura a una espléndida democracia).

El apoyo precario y espurio que encontró Sánchez a su deseo de ser Presidente de Gobierno en los independentistas catalanes y en los hijos del terrorismo vasco, mírese como se mire, es un síntoma de la extrema peligrosidad de la situación actual, desde el punto de vista de la estabilidad democrática y del equilibrio regional.

A escala internacional, aunque la preocupación por los difíciles asuntos internos invita a menospreciar la importancia de lo que pasa fuera, la situación es muy compleja. El avance de la economía china, liberada del virus -por arte de birlibirloque u oscuras razones- convierte a esa República de Repúblicas en líder mundial, con la bandera de un sistema antidemocrático, dictatorial, autárquico y de naturaleza incomprensible -en valores y métodos- para nuestra cultura occidental. Desgraciadamente, esta situación coincide en el tiempo con un Presidente norteamericano que parece sacado de un cuento de ogros y fantasmas, más dado al despropósito verbal como portavoz de un sentimiento egoísta e insolidario, que a asumir un papel relevante como conductor de las economías occidentales.

No necesitaba más para sentirme anonadado de la deriva que adoptó la realidad próxima (de mi país y compatriotas) y externa (tanto de la Unión Europea como de los bloques hegemónicos de la economía mundial, y tampoco quiero olvidar la falta de democracia que se ha instaurado en Rusia y demasiados países latinoamericanos, por no apuntar más que a lo que sobrenada).

Pues hubo más. En pocas semanas, la metástasis que se encontraba aparentemente dormida, ha decidido despertarse y golpear con fuerza. Recojo todos los ánimos de que soy capaz para no desanimarme y, como siempre expresé -a propios y extraños- para no perder la capacidad de analizar lo que pasa fuera y pasa en mi cuerpo, con toda la objetividad que pueda. Pero, caramba, no dejo de preguntarme: ¿Es esto la realidad, o una pesadilla?

Ya se la respuesta, aunque nunca vienen mal algunos comentarios sensatos que me ayuden a entender mejor lo que nos pasa. Gracias, por leerme, por estar ahí (aunque sea en la sombra), por compartir lo que pienso.

 

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: antidemócratas, Ayuso, catalanismo, China, felipe VI, independentistas, Juan Carlos Rey, Monarquía, República, Sánchez, situación política, Trump, Unidas Podemos

Demasiada incertidumbre

10 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

La situación española tiene tales incertidumbres que me parece un ejercicio de mínima responsabilidad social comentar aquellas que me aparecen como de mayor relevancia.

Desde luego, en primer lugar, por su carácter pandémico y su propagación aún misteriosa y sin tratamiento eficiente conocido, hay que situar al coronavirus. Se están produciendo nuevos brotes en casi todas las localidades españolas que hacen temer la difusión generalizada de los contagios, reproduciendo la situación que se generó en marzo de este año.

Ciertamente, se conocen algunas peculiaridades del comportamiento vírico, y se dispone de medios de detección precoz de la enfermedad. Posiblemente no se producirán ya muertes por trombosis (como sucedió, lamentablemente, por desconocimiento de la afección a la coagulación sanguínea), y no parece posible que se produzca el colapso de las unidades de vigilancia intensiva, porque se reducirá el número de intubaciones de los enfermos más graves. Tampoco es probable que los facultativos penalicen a los pacientes de más edad, en beneficio de los más jóvenes, si hubiera que elegir, por insuficiencia de medios hospitalarios.

Las vías de contagio son múltiples: reuniones familiares o sociales, ausencia o deficiencia en el uso de mascarillas y en los controles higiénicos en locales comerciales, menosprecio hacia las medidas sanitarias por muchas personas (de toda edad y condición, aunque reconociendo que mi observación no tiene valor estadístico alguno, principalmente, jóvenes, extranjeros, fumadores y grupos de amigos).

La crisis pandémica ha arrastrado la económica y su reincidencia hundirá aún más una economía que no se ha recuperado en absoluto, a pesar del desconfinamiento. El turismo, motor económico de primeras velocidades, no acaba de arrancar, y las ocupaciones en hoteles, restaurantes y lugares de ocio son muy bajas o nulas. Los sectores industriales, en especial los dependientes de los mercados exteriores, se encuentran aún paralizados o con un lento resurgir de la actividad anterior. En consecuencia, las cifras de paro se acercan a los cuatro millones y, de producirse el temido “rebrote”, aumentarán, con consecuencias sociales dramáticas.

En esta situación, sorprende que la posición del Gobierno esté orientada, en lo esencial, a la expectativa de fondos europeos, que no serán gratis, sino que obligarán a adoptar medidas muy duras en cuanto a impuestos, restricción de gastos público, pensiones y focalización de los apoyos a sectores productivos concretos. El necesario impulso a la investigación como motor de desarrollo, oxímoron clásico al que no se ha atendido nunca con seriedad, no producirá, obviamente, efectos a corto plazo y, por tanto, es muy probable que sea marginado -a pesar de las intenciones confesadas- dando ventaja a medidas de más inmediato efecto social.

La desconexión entre los miembros del gobierno, formado con representantes de dos facciones políticas con muy diferentes intenciones y argumentario, es un elemento más de incertidumbre. De muchos ministerios no se sabe nada relevante de su gestión. La parcelación de viejas carteras para atender a satisfacciones de egos y acuerdos carentes de propósito relativo al bien común, es motivo de desorden en las directrices (las que haya), falta de coordinación entre funcionarios, y desconcierto en los sectores que deberían impulsar y ordenar con su actividad.

Un elemento de incertidumbre adicional, cuyas consecuencias al respecto de la imagen de España es fácil deducir, afecta a la persecución política y mediática del anterior jefe de Estado. El “rey de antes” D. Juan Carlos, está sufriendo una grave exposición personal, que pretende hacer olvidar la excepcional función de valedor de la democracia, que representó, en lugar preferente, el establecimiento de la forma de Estado como monarquía parlamentaria .

La escalada del deterioro propiciado a la institución monárquica,  ha tenido elementos bien orquestados, no por la legítima opción republicana, sino por grupos que pretenden la destrucción del orden social, es decir, la revolución. Se une a esta situación, la hipocresía y egoísmo de la clase dirigente y un pésimo manejo de la crisis monárquica, por la propia Casa Real, el gobierno y la valoración de los principios éticos (o la falta de ellos) por los que se mueve nuestra sociedad.

Resultó ya sorprendente el juicio y encarcelamiento del yerno del Rey Juan Carlos, Ignacio Urdangarín, víctima de un encarnizamiento que, lejos de venir a reflejar la necesidad de puridad de las actuaciones de la Familia Real y sus adláteres, dejó al descubierto un flanco débil en el siempre misterioso mundo del uso de la influencia de quienes detentan poder para conseguir beneficios económicos. Nadie se alzó para defender a Urdangarín, y todos parecieron tirar piedras contra él, como si estuvieran libres de pecado.

(continuará)

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: coronavirus, crisis, economía, Monarquía

No es tiempo de pompas, caza y chirimía (Soneto)

16 junio, 2020 By amarias Deja un comentario

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Con las mismas rimas del Soneto de Miguel de Cervantes:
“A vuestra espada no igualó la mía”
(El Caballero del Febo a don Quijote de La Mancha)

Al Rey Felipe VI

No es tiempo de pompas, caza y chirimía
ni pleitesía del pueblo cortesano,
y para más inri entra de la mano
el escándalo a ocupar la orden del día.

Es difícil defender la monarquía,
y todo esfuerzo real parece vano,
si parte del gobierno soberano
de la ocasión deduce “esta es la mía”.

Para vientos de cambio nada es raro;
Carpe díem contra miedos al infierno,
vence a serenidad odios y rabia;

criticar y destruir, sin tener claro,
hundir cuanto sugiera lazo eterno,
y la ignorancia presumir de sabia.

Nota: He utilizado una licencia, que, en mi modesta opinión, es de mejora, para no duplicar la palabra “mía” que el insigne escritor utiliza en los finales de los versos primero y octavo, incorporando -respetando la rima- el hermos0 vocablo “chirimía”.

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía, Política Etiquetado como: angel manel arias, coronavirus, ignorancia, Monarquía, sonetos desde la crisis

Estado judicial

18 febrero, 2017 By amarias Deja un comentario

El 17 de febrero de 2017, la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca ha dado a conocer la Sentencia del llamado Caso Noos.    Se trata de un texto de gran extensión (741 páginas), ocupando el Fallo las últimas doce. La extensión y el cuidado que evidencia su redacción ponen de manifiesto que no se trataba, en absoluto, de un proceso cualquiera.

Por supuesto, no necesitamos ninguna exhibición de buenos propósitos ni alardear del funcionamiento impecable de los estamentos del estado de derecho. Pueden ahorrárselos sus defensores, en particular, ésos que, cuando una Sentencia penal les afecta a ellos o a sus correligionarios, se apresuran a decir, con la boca pequeña, que la acatan, que el poder judicial es independiente.

¿Pero qué necesidad tenemos de coronar con mentiras y medias palabras algo que surge de la propia imperfección de las decisiones humanas? ¿Porque abogamos por su eterno inmovilismo?: ni las Leyes son perfectas, ni los tipos penales están analizados con total equilibrio y completa objetividad (y no digamos, las penas que acarrean los delitos), ni todos somos iguales ante la Ley o, al menos, no lo somos ante los órganos jurisdiccionles.

No podemos serlo, por la naturaleza de las cosas. Ni todos los abogados son igual de brillantes, ni todos los jueces igual de diligentes, ni todos los demandados o encausados tienen los mismos medios económicos y de influencia, ni todas las sentencias son idénticas para los mismos hechos y datos.

Esto es lo que hay. Y, al afirmarlo así, desde el conocimiento que nos da -a todos los que ejercemos en el campo del Derecho- el actual estado de cosas, no estamos apoyando la necesidad de una revolución, sino insistiendo en la continua necesidad de reformas y la importancia de añadir mesura a los análisis. Acatamos las sentencias, -qué remedio, aunque agotando todos los trámites procesales para buscar su enmienda, cuando la advertimos injusta a nuestras pretensiones- pero no siempre las compartimos.

Voy, pues, al grano del tema de estos días. Los media se han ocupado de difundir las conclusiones de la Sentencia del caso Noos, concentrándose en las penas impuestas y, en su caso, las absoluciones a algunos imputados.

De entre todas ellas, las que afectan a Ignacio Urdangarin, casado con la infanta de España, Cristina de Borbón, y a ella misma, también imputada, han concentrado los análisis. Como en toda cuestión polémica, los comentarios se orientan, según la ideología y simpatías de lo autores, bien a criticar la supuesta benignidad de las penas -y, en particular, la absolución penal de la Infanta-, bien a poner de manifiesto que la Justicia ha actuado, independientemente de la personalidad de los acusados.

Estamos en un Estado judicializado, en el que el profundo deterioro de todos los estamentos ha derivado hacia los procesos judiciales, y, en especial, los penales, la necesidad de redención colectiva.

Los años de la dictadura y los de democracia formal subsiguientes no han eliminado la corrupción, en sus variadas formas. Puede que, incluso, la hayan hecho más refinada. Solo los muy ingenuos o ignorantes pueden sostener la creencia de que se está en los últimos años procediendo con serenidad y contundencia contra la corrupción que, desde hace décadas -me atrevería a afirmar que, siglos-, forma parte del Sistema económico.

La corrupción no se juzga en los tribunales ni se condena en ellos. Vive con el sistema, porque forma parte de la educación general, impregnándolo todo. Los pocos casos que han salido a la luz en España (como en otros países) lo han sido por denuncias de arrepentidos o por declaraciones de pececillos corruptos que, para aliviar sus penas, han acusado a sus superiores. El clan de corruptos y corruptores se cierra sobre sí mismo, protegiéndose.

En relación con el juicio Noos, puede que algunos piensen que se ha juzgado a la monarquía, y que, con este proceso, se va a debilitar a la institución. Tal vez, incluso desde una parte de la judicatura se haya visto con buenos ojos que condenar a miembros de la familia real significa avanzar en el cambio de régimen,

No pienso así (tampoco me puedo imaginar que la Monarquía salga reforzada). Necesitamos la Monarquía porque carecemos de un sustituto válido como forma cabal de Estado. La propia institución se ha encargado de ponerla en bretes evitables, probando su resistencia, de los que ha salido prácticamente indemne: los detentadores de la Corona pueden alardear de rijosidad consustancial a su naturaleza, matar elefantes y osos como sana diversión elitista, casarse con plebeyas a despecho de lo indicado por sus consejeros áulicos… Nuestras abejas reinas no tienen sustituto.

Las Monarquías que sobreviven en países democráticos se han hecho impermeables como fórmula de subsistencia. Levitan sobre lo razonable. Hay un ejemplo paradigmático: la Reina de Inglaterra. Su distancia  infinita con la realidad es la mejor defensa: cuando se manifiesta con algún signo humano, es algo parecido a haber sido testigos de una aparición espectral. Indestructible.

Aquí se sigue el ejemplo, mal que bien, porque hay que salvar la Monarquía, esto es, a todos nosotros, sus súbditos desnortados. Las sonrisas forzadas de SSMM en la inauguración de la exposición en el Museo Thyssen, el mismo día de la publicidad de las condenas a personas de su familia, obviamente, han sido ensayadas previamente en los días anteriores, pues la Sentencia tuvo que ser conocida con anterioridad. La procesión irá por dentro, pero no se la deja trascender.

Y, sin embargo, no es posible ignorar los propósitos y consecuencias de este sometimiento al escarnio popular de la divina Institución. Porque el que personas de la familia real, incluso en una dinastía empobrecida como la española, se vean imputadas, paseadas por los juzgados, analizadas sus conductas a placer por cualquier nindungui, es fruto de un intento de poner a prueba la resistencia de la Institución, pero sin afectar a la vulnerabilidad del núcleo central, poniendo sobre el tapete colectivo, que “la Justicia es igual para todos”, incluso para ese plebeyo deportista al que se le arrojó a los pies de los caballos justicieros.

Se ha producido, en efecto, la apariencia de una sacudida brutal a la esencia de la Monarquía española. ¡Miembros de la Familia, corruptos!. Es lógico que ante un ataque de tamaña envergadura, se hayan activado todos los recursos de contención del daño.

Nadie, disponiendo de su sano juicio mental, admitirá que la justicia haya actuado con total independencia (¿cómo mantener la “total independencia” con ese continuo clamor de la calle, esa tensión permanente, a ratos, insoportable?) , ni dejará de valorar que el gobierno no haya utilizado todos los medios posibles para conducir el tempo y la intensidad del proceso (“espero y deseo que la Infanta salga libre, con todos los predicamentos favorables, del proceso”) y que el propio Monarca Felipe VI, sus padres y resto de familia real (y de otras dinastías monárquicas), y sus apoyos, valedores y beneficiarios sustanciales, no hayan visto con intranquilidad y disgusto el que uno de sus miembros haya sido puesto en la picota justiciera (¿no podemos imaginar llamadas de la reina Sofía a su hijo varón, pidiendo intersección salvífica?).

Tenemos una forma de gobierno anticuada, pero que funciona. La mayoría de las monarquías europeas han dejado de existir, salvo en los libros de Historia o como reliquias depuestas, vagando a la eterna espera de tiempos mejores. Algunas han terminado de forma cruenta. Sin embargo, pasado el tiempo, nada ha cambiado en los pueblos que han visto culminado el proceso de sustitución de las Monarquías por otras formas de Gobierno. República o Monarquía, es lo de menos.

Esa enseñanza de la Historia la tenemos impresa en nuestros genes, los españoles.

Analizada someramente la Sentencia, encuentro algunos elementos para la polémica jurídica. La pena principal de Urdangarín lo ha sido porque el Tribunal le estimó como autor de un delito continuado de falsedad en documento público, además de por malversación de caudales públicos (art. 404, 390.1.2º y 4º y 432.1, con la atenuante de reparación del daño). No se cierra con ello la posibilidad de revisión, a pesar del extenso y meditado escrito de las Sras. magistradas. No me ocupo, gracias a Dios, del caso, pero entiendo que la consideración de Urdangarin como “autoridad o funcionario público” que prescribe el art. 390 abre una vía de acogida al recurso de casación, por la reducida extensión jurídica que viene siendo aplicada a estos términos.

Interesante es también el análisis de la comisión del delito de tráfico de influencias, en su tipo agravado, por el que también se condena a Urdangarin, penado según el art. 429 del Código Penal, al entender la Sentencia que  ha obtenido beneficio por la influencia derivada de la situación personal con la autoridad o funcionario público que debe tomar la decisión. Me parece que la influencia de un personaje tan encumbrado como es un miembro de la familia real, en un país en el que la Monarquía es la forma de Estado, ante quien debe tomar una decisión pública, queda manifiesta por el solo hecho de aparecer como interesado, sin necesidad de actuar positivamente como “influyente”.

En cuanto a la exoneración de culpa a la infanta Cristina de los delitos contra la haciendo pública, a mi no me sorprendió en absoluto. Pero, ¿es que nos hemos olvidado de en qué país y bajo qué orden estamos?

Y, como ya han avanzado algunos comentaristas con más intención que yo, tenemos que esperar a la revisión de la sentencia por parte del Tribunal Supremo. Como prueba a la solidez de la Monarquía, de momento, ya hemos tenido dosis suficiente.


Las urracas han ocupado grandes espacios, tanto en las ciudades como en el campo. Son agresivas, gregarias, tienen un excepcional poder de adaptación a los medios, y son prácticamente omnívoras.

En las ciudades españolas, lo normal es encontrarse, en cualquier lugar y ocasión, con estas aves, atentas siempre a hurtar un bocado, ahuyentar a otros pájaros e, incluso, a presentar batalla a animales de mayor tamaño: ni cuervos, ni rapaces se atreven con ellas, cuando se encuentran defendiendo sus nidadas, lo que hacen en grupo sin problemas.

Esta urraca, a la que fotografié en el momento de desplegar sus alas para huir, aguantó, como si me echara un pulso, un buen rato. A diferencia de la inmensa mayoría de los pajarillos (salvo algunos gorriones comunes, que andan siempre mendigando residuos en torno a los humanos), las urracas, o pegas, sostienen al máximo el momento, aparentemente inmutables, hasta que, de pronto, se lanzan en un vuelo rápido, potente, corto.

 

Publicado en: Actualidad, Derecho, Sociedad Etiquetado como: Infanta Cristina, juicio, Monarquía, Noos, sentencia, urdangarín, urraca

Linkweak y el Estado

22 junio, 2014 By amarias Deja un comentario

Linkweak ante una encrucijada virtual 001

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