Al socaire

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Elogio de la intolerancia

29 noviembre, 2021 By amarias 2 comentarios

No pretendo poner el énfasis en la necesidad general de ser intolerate. Al contrario, como pacífico, mi actitud general es de tolerancia; prefieron no verme involucrado en disputas sin sentido. Por ello, no comprendo en lo más mínimo a esos individuos que se dicen defensores a ultranza de los colores de un club deportivo y llevan su enajenación al terreno de enzarzarse a porrazos con los partidarios de otro equipo, al que ven como contrario.

Una vez establecido el marco general de invocación y fidelidad a la tolerancia como principio general, quisiera meterme en la harina de las conscuencias de la excesiva tolerancia, que lleva a aquél al que se la dispensamos, sin estar obligados a ello, a creer que tiene la razón, que le asiste el derecho para auparse sobre el nuestro.

En el tema de las vacunas para superar la pandemia, encuentro un ejemplo claro de tolerancia excesiva. Cierto que ni los expertos oficiales ni las autoridades han ayudado mucho establecer un régimen de confianza respecto a la manera de combatir el virus, pero, en este momento, se ha aclarado de forma científica y con suficiente respaldo que las vacunas ayudan de manera decisiva a defendernos individual y colectivamente y que la mascarilla es una forma de protección, elemental, pero segura, para evitar contagios.

Por consiguiente, no entiendo la tolerancia para aquellos que no se vacunan ni se ponen la mascarilla, porque “no se fían”. Deben implantarse de inmediato medidas claras de restricción de espacios públicos para esos negacionistas que, amparándose en nuestra tolerancia, aumentan nuestro peligro de ser contagiados. (Ah, y por supuesto, no entiendo por qué no se están enviando masivamente dosis a los países menos desarrollados para que vacunen a su población. Hemos oído miles de veces que el virus no admite fronteras, ¿a qué se espera, pues, desde los países más ricos, o también hay negacionistas en la cúpula del poder mundial?)

Voy con otro ejemplo de tolerancia excesiva, siempre en mi opinión, claro está. El debate político en el hemiciclo (me refiero al Congreso, ya que ignoro si en el Senado existe algún debate) se concentra en poner en prueba la capacidad de tolerancia del pueblo llano, hurtándonos la discusión y acuerdo en aspectos cruciales para nuestra convivencia y nuestra economía y distrayéndonos en otros. que no sería admisible plantear, como presión para llegar a acuerdos de gobernanza.

No es tolerable el planteamiento sobre el desmembramiento de España. No hay ninguna razón ni histórica, ni cultural, ni linguística, para abrir ese debate en el Congreso y mucho menos, para convertirlo en fundamento para la toma de decisiones políticas. No hay más frontera entre determinadas regiones y el resto del país, que las propias de la conveniencia administrativa general. Todas las regiones forman parte de la unidad indisoluble de España.

Tampoco hay que tolerar la falta de respeto por algunos de los que ostentan cargos públicos, pagados con el dinero de todos, para insultar o vejar a la Monarquía, que es la forma de Estado legítima, el símbolo de esa unidad. Algunos parecen estar persuadidos de que, cuando se pretende hacer a un lado a Felipe VI, solo se dirigen contra él. No, van contra todos. Porque hemos elegido mayoritariamente, con aplastante mayoría, tener como forma de Estado la Monarquía.

No necesito disculparme, porque ya he dicho muchas veces, en este foro y en otros, que entiendo que la República es la forma teóricamente mejor de conformar la autoridad máxima de un Estado. Pero no encuentro que, para este momento de España, sea la mejor. Seguro que todos podemos encontrar razones, sin que sea necesario explicitarlas. En ese contexto pragmático, quien encarne la figura de Jefe de Estado, desprovisto de poderes reales más allá del simbolismo y cuestiones de puro refrendo, es lo de menos. Y si lo está haciendo bien -muy bien, diría yo- pasa a se parte de “lo de más2.

Hay muchos otros temas en los que nos podemos estar mostrando demasiado tolerantes. Basten éstos. Por eso, desde mi pequeño atril, permítaseme el elogio de la intolerancia. Porque hay actitudes, posturas y movimientos que no deberían ser tolerados. Para no convertirnos en cómplices del desaguisado.

 

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: Constitución, covid, felipe VI, forma de Estado, independentismo, Monarquía, negacionista, regiones, República, tolerancia, vacuna, virus

El 14 de abril de 1931

14 abril, 2021 By amarias Deja un comentario

Varias asociaciones nostálgicas del pasado aprovechan, desde que estamos en democracia, para festejar, con actos de distinta naturaleza, cada catorce de abril, el advenimiento (como si se tratara de una figura exotérica) de la Segunda República en esa fecha de 1931, que fue la forma de Estado que se mantuvo en España, entre tremendas tensiones, durante los años previos a la guerra incivil que nos descalabró por muchas décadas la convivencia.

No creo que sobreviva ninguno de los que estaban en uso de sus facultades en 1931, pues, si les supongo con una edad mínima de dieciocho años entonces, andarían ahora, -si es que no les ha tocado criar malvas-, con más de ciento diez años a las encorvadas espaldas. Luego, estos que celebran la República y añoran su vuelta, están, en mi opinión, expresando algo muy distinto de su devoción por lo que sucedió entonces.

Defender la República como forma de Estado preferente en esta situación histórica, en la que nos encontramos bajo la forma de Estado de una monarquía constitucionalmente legitimada, reducida en sus funciones a su quintaesencia simbólica y con un Gobierno y Parlamento democráticamente elegidos, es una butade (RAE: “salida extravagante e ingeniosa, destinada a provocar”).

He escrito muchas veces y mis amigos y conocidos me lo han oído decir siempre que hay ocasión, que entiendo que la República es la forma más lógica y normal de dirigirse en un Estado democrático. En ese sentido, soy republicano. Pero también es cierto que hay algunas Monarquías que funcionan como ejemplo de democracia, y no tanto porque el Monarca o Rey lo sea, sino por la manera en que está construido el aparato de representación del pueblo para elegir a los que han de dirigir la gestión de los temas de Estado.

Debemos estar orgullosos de que nuestro Rey actual, Felipe VI, con una educación exquisita, que nos ha costado bastante dinero a los españoles, cumple a la perfección la labor de ser la cabeza visible de ese ente intangible, casi místico, que es el Estado. Sin que intervenga -ni pueda hacerlo, por prevención legal- en la inmensa mayoría de las cuestiones de gestión, que son responsabilidad exclusiva del Ejecutivo.

Sé que en esto me separo claramente de los exaltados republicanos que piden la abolición de la Monarquía y, a cada ocasión, desprecian la labor de representación, harto simbólica, de nuestro Monarca.

Pero la imagen del país no la está dando la Monarquía, sino nuestro Gobierno y nuestros representantes políticos. Me parece que ahí, en ese punto, es donde más tenemos que mejorar.

Celebren, si quieren esos malinformados de la Historia, la proclamación de la Segunda República. Yo me uniría, sin problema, a los que quieren homenajear a la República, así en general, como forma teóricamente más perfecta de Estado, en un acto que tendría más de filosófico que de conmemoración histórica. Hoy por  hoy, sin embargo, aunque no viví (obviamente) la Segunda República, si bien leí sobre ella mucho más -lo digo sin petulancia alguna- que la mayoría de los que la celebran, me manifiesto satisfecho con nuestra Monarquía, como símbolo moderno de esta España y me pregunto porqué no podemos estar a la altura de las mejores democracias del mundo en la gestión de nuestros problemas reales, quiero decir, de los que verdaderamente nos deberían interesar.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 14 de abril, celebración, españa, Felipe Sexto, Monarquía, República, Segunda República

Cambio de fichas

27 enero, 2021 By amarias 10 comentarios

Salvador Illa deja hoy (27 de febrero de 2021) de ser Ministro de Sanidad y Carolina Gandarias, Ministra hasta ahora de Administración Territorial y Función Pública pasa a ocupar esa cartera, dejando la suya en manos de Miguel Iceta, candidato anterior a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña y cabeza del PSC.

Se trata de un movimiento político, alejado de todo deseo de mejora de gestión en relación con la pandemia que nos está agotando la paciencia y los dineros. La incorporación de Iceta, partidario confeso del indulto a los separatistas presos y de la coalición con los partidos separatistas catalanes, no es sino la apertura del campo de negociación apetecido para conseguir incrustar al Partido de Sánchez en un Gobierno de coalición de la maltrecha comunidad catalana, copia del que padecemos en el Gobierno de España.

Tendríamos así un apetecible duplicado por Sánchez para la prolongación de su estancia en el Gobierno, si tiene efecto el llamado “tirón” de Illa como catalán conocido del Gobierno por su presencia en los media para presentar en positivo los pésimos datos de evolución de las fases por la que pasó y pasa aún la pandemia de la Covid, y agarrado ahora al soplo salvador que confía en el efecto de las vacunas adquiridas por mediación de la Unión Europea. Contará también la venta de la triste realidad de que los datos de contagios, fallecidos y agobios en los hospitales son malos en todo el mundo civilizado, salvo en China y en los países menos transparentes del mundo, o ya contaban con esa vacuna antes de que se propagara el virus u ocultan los datos reales con desfachatez.

De aquí vendría, pues, el indulto para los políticos separatistas condenados, constando su arrepentimiento, al menos, formal, y la firma del Jefe de Estado, un Rey que está poniendo en evidencia heroica su capacidad de aparecer como cabeza visible de un país en descomposición. Se acometerá una reforma ligera de la Constitución. No se reformará el artículo II -al menos, no en lo sustancial, seguiremos siendo una Monarquía parlamentaria-, pero se transferirán aún cuotas mayores de autonomía a Cataluña y, por contagio, a las regiones pretendidas como históricas, con lo que tendremos definitivamente un Estado federal de dos velocidades, insolidario y anómalo, con una recuperación disímil, asimétrica, de la crisis económica que la pandemia ha acelerado hasta el límite de nuestra resistencia.

Estoy seguro que, de seguir este camino que aparece trazado por la anomia de una sociedad desorganizada y falta de empuje, así como durante décadas España ha sido ejemplo de traslado pacifico desde una Dictadura a una Monarquía parlamentaria, ejemplo de democracia, seremos nuevamente objeto de estudio por el efecto contrario: paso de una estructura democrática y parlamentaria, bajo la bóveda propagandística e histórica de una Monarquía con excelentes relaciones internacionales y un efecto carismático, a una república populista, empobrecida y sin peso relevante en el panorama internacional.

Sic transit gloria, Hispaniae,

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: administraciones públicas, Cataluña, Darias, Iceta, Illa, indulto, Monarquía, monarquía parlamentaria, reforma Constitución, República, Sánchez, separatismo

¿Es esto realidad, o vivimos una pesadilla?

23 septiembre, 2020 By amarias 14 comentarios

Se han reunido en estos momentos de mi vida varios elementos que componen un cuadro muy singular, al menos, al nivel de realidad al que me había acostumbrado. Tenemos una pandemia sobre nuestras cabezas, con especial reincidencia sobre Madrid, que arrastra una situación económica cuyos efectos no han hecho más que empezar, y cuyo alcance no somos capaces de prever (y, lamentablemente, aún menos, el Gobierno actual y, apurando en la misma línea, la oposición).

La grave situación vírica y económica se magnifica por la tensión entre el gobierno central y el regional de la Comunidad de Madrid. La importancia referencia, a escala nacional e internacional, que supone la capitalidad de España, se ha traducido en un ataque continuado desde algunos portavoces del Gobierno (en especial, pertenecientes a la agrupación Unidas-Podemos, aliada con el PSOE y otras minúsculas facciones regionalistas) contra la actuación de la presidenta de esta Comunidad, Isabel Ayuso.

Se califica con reiteración desde miembros relevantes del Gobierno y de portavoces parlamentarios de los partidos que tienen silla en él, a la presidenta Ayuso como mala gestora, carente de liderazgo e incluso se la tacha de ser manifiestamente incapaz para ejercer el cargo que ostenta. Son expresiones de extremada dureza, injustos y, desde luego, ajenos a la cortesía institucional.

Aunque los ataques desde la coalición de PP-Ciudadanos (esto es, de derechas) que rige en la Comunidad de Madrid y en su Ayuntamiento hacia el gobierno central son menos intensos -se esgrime abandono a su suerte de la Comunidad, falta de apoyo desde las instancias más altas, etc.-, porque no se está calificando tan directamente de incapacidad al Ejecutivo o a sus miembros, el efecto hacia el exterior, es decir, hacia el ciudadano no comprometido políticamente es la plasmación perfecta de una falta de sintonía entre quienes están conduciendo el vehículo de nuestros destinos.

La escenificación del pasado lunes (21 de septiembre de 2020) cuando ambos Presidentes -central y autonómico- pretendieron ofrecer un marco de cooperación (a destiempo) en la lucha contra la pandemia, por su torpe planteamiento, escasos recursos y previsibles mermados resultados, la juzgo de pura pantomima.

Me preocupa también, y mucho, el cerco a la Jefatura del Estado, es decir, hacia la Monarquía. Miembros cualificados del gobierno se han manifestado sin ambages como anticonstitucionalistas, apoyando la república como objetivo y despreciando la figura de Felipe VI (apuntando hacia actuaciones de su padre, Juan Carlos, presuntamente anómalas y, en todo caso, realizadas cuando ya no era Jefe de Estado, en que fungió como responsable máximo del período de paz más longevo de nuestra Historia, ejemplo incuestionable de transición de una dictadura a una espléndida democracia).

El apoyo precario y espurio que encontró Sánchez a su deseo de ser Presidente de Gobierno en los independentistas catalanes y en los hijos del terrorismo vasco, mírese como se mire, es un síntoma de la extrema peligrosidad de la situación actual, desde el punto de vista de la estabilidad democrática y del equilibrio regional.

A escala internacional, aunque la preocupación por los difíciles asuntos internos invita a menospreciar la importancia de lo que pasa fuera, la situación es muy compleja. El avance de la economía china, liberada del virus -por arte de birlibirloque u oscuras razones- convierte a esa República de Repúblicas en líder mundial, con la bandera de un sistema antidemocrático, dictatorial, autárquico y de naturaleza incomprensible -en valores y métodos- para nuestra cultura occidental. Desgraciadamente, esta situación coincide en el tiempo con un Presidente norteamericano que parece sacado de un cuento de ogros y fantasmas, más dado al despropósito verbal como portavoz de un sentimiento egoísta e insolidario, que a asumir un papel relevante como conductor de las economías occidentales.

No necesitaba más para sentirme anonadado de la deriva que adoptó la realidad próxima (de mi país y compatriotas) y externa (tanto de la Unión Europea como de los bloques hegemónicos de la economía mundial, y tampoco quiero olvidar la falta de democracia que se ha instaurado en Rusia y demasiados países latinoamericanos, por no apuntar más que a lo que sobrenada).

Pues hubo más. En pocas semanas, la metástasis que se encontraba aparentemente dormida, ha decidido despertarse y golpear con fuerza. Recojo todos los ánimos de que soy capaz para no desanimarme y, como siempre expresé -a propios y extraños- para no perder la capacidad de analizar lo que pasa fuera y pasa en mi cuerpo, con toda la objetividad que pueda. Pero, caramba, no dejo de preguntarme: ¿Es esto la realidad, o una pesadilla?

Ya se la respuesta, aunque nunca vienen mal algunos comentarios sensatos que me ayuden a entender mejor lo que nos pasa. Gracias, por leerme, por estar ahí (aunque sea en la sombra), por compartir lo que pienso.

 

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: antidemócratas, Ayuso, catalanismo, China, felipe VI, independentistas, Juan Carlos Rey, Monarquía, República, Sánchez, situación política, Trump, Unidas Podemos

Asturias por la independencia

20 mayo, 2019 By amarias Deja un comentario

 

La prudencia verbal y la obediencia debida que siguen siendo virtud y límite infranqueable de las Fuerzas Armadas, incluida la Guardia Civil, no facilita al ciudadano pulsar la calentura temperamental de los mandos de quienes, según la Constitución aún vigente tienen que defender la unidad española, ahuyentando enemigos externos peo también interiores.

Por eso, en tiempos de mudanza como los actuales, los analistas políticos y el periodismo sagaz se dedican a desmenuzar las pocas ocasiones que se les presentan de atisbar entre rendijas el caldo de los cuarteles. El general de la Guardia Civil, con mando en la Región militar de Cataluña, Pedro Garrido, al recordar el mandato constitucional apuntando a responsabilidades del cuerpo para defender a la Patria común de enemigos de la paz y el orden, ha levantado especulaciones gratuitas sobre ruidos de sables que son, en verdad, más bien jaleo de panderetas desde el lado de quienes, por no saberse manejar ni con la ley ni con la palabra, querrían que todo se arreglase con un par de mandobles.

Tuve ocasión, llevado por un agradable acontecimiento familiar, de moverme varios días entre lazos amarillos, esteladas y carteles de propaganda de prófugos y encausados que invitan a recuperar la libertad y democracia perdidas por la Cataluña de los cuentos de patrañas sobre lo mal que la viene tratando el resto de España.

He comprobado que en las familias y grupos sociales en los que se sabe que hay discrepantes sobre la modelo que ha partido por la mitad el seny y el espíritu tradicionalmente práctico de los catalanes, no se habla de política y allí donde hay unanimidad se calientan los motores de la disensión.

Nada se conseguirá con el diálogo (imposible cuando dos grupos tienen la razón que no van a ceder al contrario). La sentencia de los responsables del Procés, obviamente condenatoria a pesar de los esfuerzos por presentar dos realidades contrapuestas por parte de los testigos, según sean hayan sido propuestos por las defensas o el Estado, sólo servirá para provocar algunos tumultos hasta que el Gobierno acceda a indultar a los cabezas ejecutoras del levantamiento civil.

Como pacifico, posibilista y pragmático, opino que a Cataluña debe ofrecérsele la separación del resto de España, con una votación seria, reglada, responsable y reconocida por el resto de España.

Ojalá que pierda el independentismo. Pero si una mayoría significativa, libre, se convence de que es beneficioso para fer futur andarse sin cobijo, adelante. Como asturiano, me parece que será beneficioso. Seguramente, también para otras muchas regiones a las que los árboles del jaleo catalán impiden crecer como merecen.

Al igual que la salida del Reino Unido de la Unión Europea se presenta como beneficiosa para España, que subirá un peldaño en la Federación y conseguirá que se le haga más caso.

 

 

 

 

Publicado en: Actualidad, Asturias, Cataluña, España, Europa Etiquetado como: Asturias, Cataluña, democracia, federación, independencia, regiones, República

Linkweak y el Estado

22 junio, 2014 By amarias Deja un comentario

Linkweak ante una encrucijada virtual 001

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Algo por lo que ilusionarse

7 junio, 2014 By amarias 2 comentarios

“Por Dios, por la Patria y el Rey”,  han sido históricamente los tres conceptos sublimes por los que merecía la pena luchar y morir, al menos en las cristianas belicosidades que formaban el mosaico europeo de nacionalidades.

Ese mensaje trascendente fue recogido, de una u otra forma, en no pocos himnos y cánticos, pero pocos alcanzaron la rotundidad con la que se recogió el patriotismo, la religiosidad y la devoción al monarca que creían más legitimado para gobernarlos, con los que los carlistas festejaban la victoria de Oriamendi  1837) sobre los cristinos. Por esa triada superior “lucharon” (en otras versiones, incluso se dice, “murieron”) “nuestros padres/ por Dios”, y “por la Patria y el Rey/lucharemos nosotros también”. (1)

Hasta en la guerra incivil española de 1936, un siglo más tarde, la arenga fue incorporada sin reparos por el bando sublevado -luego triunfador-, y luego sería cantado, no solo como himno de los requetés, en institutos y colegios de la postguerra por inocentes criaturas dirigidas sus voces por otras adultas nada inocuas (“Cueste lo que cueste/ se ha de conseguir/ que los boinas rojas/ entren en Madrid”… “defendiendo todos juntos la bandera de la santa Tradición”).

Tiene que ser decepcionante,  si queda en nuestro convulso país alguien idealista, que esos tres conceptos no solo hayan caído en desuso como elemento inspirador de los ánimos y los cánticos, sino que hayan sido  sustituidos por otros sin el menor misterio.  Porque ni “la roja”, ni “Ronaldo”, ni “Shakira” ni “Beyoncé” (cito al azar) o cualquiera de esos ídolos de carnes y huesos que mueven el fervor de los jóvenes, tienen el encanto poético de un Dios omnipotente, una Patria ahíta de hazañas bélicas contra pérfidas albiones, califas malandrines o caudillos impíos.

Por no decir de un Rey, al que Dios salve, que represente el aglutinante, el liante pegamento que relacione las dos esencias anteriores, conectando la vulgaridad doliente con lo que es inalcanzable, abstracto, metafísico, poniendo poesía y magia de la buena a la monotonía de nuestras vidas.

Un grupo de jóvenes universitarios parece haber encontrado una vía de ilusión en las elecciones europeas de mayo de 2014. El análisis serio y ponderado, realizado por mentes sesudas, de lo que pretenden, ha revelado que su programa -o lo que fuera- es irrealizable, por costoso y por utópico.

No se han dado cuenta estos sensatos, que los símbolos que han movido a la humanidad son, justamente, intangibles, etéreos, inextricables. Lo que necesitamos es algo por lo que ilusionarnos. Cuanto más incomprensible e inexplicable, mejor.

—

(1) Pertenecí durante cierto tiempo al grupo de chavales incompetentes (para entender de tradiciones) que creían incluso que ese era también el himno de las “tropas rojas” que querían volver a entrar en Madrid, después de haberlo perdido para la República, pues hasta tan punto se nos había teñido de rojo todo lo que no era franquista.

 

Publicado en: Economía, Política, Sociedad Etiquetado como: 1837, 1936, Dios, fin, ilusión, inextricable, Monarquía, objetivo, Oriamendi himno, Patria, República, rey

A mi me gusta la gaita que tenga fuelle de terciopelo

5 junio, 2014 By amarias 3 comentarios

Hay una deliciosa canción popular que propongo se convierta en himno nacional. Su letra, en la que el cantor o cantora expresan sus gustos, con las variaciones que permita el ritmo (“a mi me gusta lo blanco”, “a mi me gusta lo nuevo”, “a mi me gusta lo guapo”…) se desarrolla perversamente con el deseo de que desaparezcan sus opuestos: lo negro, lo viejo, lo feo.

Después de ese repaso por los contrarios, ensalzando lo que a uno le gusta y expresando que se muera aquello que “no sea cosa buena”, el letrista concluye que “a mi me gusta la gaita que tenga el fuelle de terciopelo”.

Veo en rededor injusticias, aprovechados perversos, mentirosos convulsos, ladrones embozados. He tratado durante toda mi vida de combatirlos, en la medida de mis posibilidades, con reproches y actuaciones, a veces directas, otras discretas. Me considero formalmente republicano, liberal, agnóstico, serio, inquieto.

No es mérito exclusivo, porque, por fortuna, somos mayoría. Y espero que por mucho tiempo. Somos mayoría los que siendo monárquicos, respetamos a los republicanos, y al revés; somos mayoría, los que, siendo creyentes, comprendemos a los agnósticos, y lo contrario; somos mayoría los que siendo comunistas, tenemos información suficiente para entender que no se puede creer en el mercado como único dios, y otro tanto se puede decir de los liberales que comprenden las ventajas del comunismo…

Porque nos gusta la gaita que tenga fuelle de terciopelo. En estos momentos en que muchos grupos y grupúsculos gritan, de pronto, aprovechando una grieta, que lo suyo es lo mejor y que hay que explorar las selvas, no vendría mal un poco de música. Para calmar los ánimos.

(P.S. Señalo algo de este Comentario y que a mi me parecía sutileza, pero puede haber pasado desapercibido al lector que no entienda de gaitas, ni aún menos, de templarlas. El fuelle de ese instrumento jamás es de terciopelo, pues se construye de piel de oveja, de cabra e incluso de cabrito, y más modernamente, de gomas y otros materiales elasto-plásticos de variado pelaje: la que es generalmente de terciopelo, para que haga bonito, es la tela que cubre al fuelle. Y, por supuesto, que viva la gaita, que viva el gaitero.)

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La abdicación

2 junio, 2014 By amarias Deja un comentario

El 2 de junio de 2014, a las 10 h 30 m de la mañana, el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, anunciaba que el Rey Juan Carlos “abdicaba la Corona”.

La abdicación del Rey en la Jefatura del Estado es una figura no contemplada con rigor por la Constitución vigente, necesitando la rápida aprobación de una Ley Orgánica que, aprobada por las Cortes, garantice el cambio sucesorio que las peculiares reglas de la Casa Real han personalizado en S.A.R. el Príncipe Felipe, que será, por tanto, el nuevo rey, con el nombre de Felipe VI, si todo sucede conforme al libreto.

Convertido en portavoz del dimisionario, el presidente Rajoy ha indicado, en una rueda de prensa sin preguntas -¿para qué preguntar, -se podría decir-, si no habrá respuestas?- que “el momento es oportuno”.

La oportunidad viene, en este caso, medida por la necesidad de recuperar alguna popularidad, desde el recambio de personas. El previsto como sucesor tiene 45 años, por lo que está en la edad en la que la mayoría de los españoles que se han quedado sin empleo por razón de la pésima gestión del país, verán reducidas a casi cero sus posibilidades de encontrar un nuevo trabajo.

La oportunidad no viene, desde luego, señalada por la pérdida galopante de simpatía hacia los partidos políticos que se siguen considerando mayoritarios; no está soportada, naturalmente, por la incapacidad demostrada de esta colectividad para generar actividades que permitan mirar hacia el futuro con optimismo generalizado y no solo desde la complacencia de los que más poseen; no tiene que ver, por supuesto, con el malestar rentabilizado por una urna de recogida de pesares cuyo mensaje es tan claro como contundente: no, así no, nos engañan, se enriquecen a costa nuestra, no nos representan.

A los más viejos de esta tribu les ha tocado vivir una parte de la historia de España insuperable en emociones: guerra civil injustificable, dictadura perniciosa, aislamiento insufrible, decadencia de la autarquía, ilusión irrefrenable, actividades imposibles, despilfarros impresentables, logros maravillosos, traiciones desvergonzadas, desilusiones galopantes, fracaso perdurable, desorden manifiesto.

Tengo la amarga impresión de que la Corona abdica cuando ha percibido que se le ha pasado el arroz. Oigo voces -nunca mayoría, pero siempre suficientes para que no se las desprecie- que reclaman una votación para refrendar al candidato a sucesor.

Un sucesor que, careciendo la Monarquía de programa y no tener la institución asignados cometidos constitucionales de entidad, lo que supone únicamente es cambiar el rostro de quien detenta el título. Como en esos tableros de feria en los que se puede meter la cabeza en el hueco abierto, para llevarse una foto de recuerdo del paso por el sitio.

Voto al chápiro verde, tenemos que cambiar el rumbo de la cosa, pero con tanto experto en marear, mal lo tenemos.

 

 

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Cuento de otoño: La otra historia del Rey que rabió

5 diciembre, 2013 By amarias2013 1 comentario

Entre las verdades incontrovertibles de toda incontrovertibilidad, está la de que todo aquel que tenga algún poder, si no hace denodados esfuerzos por evitarlo, llegará un momento en que se encuentre rodeado por un cinturón de aduladores que procurarán apartarle de la realidad, ocultándole información, con el objetivo de beneficiarse de su ignorancia.

La zarzuela “El Rey que rabió”, con música de Ruperto Chapí, y libreto de Vital Aza y Miguel Ramos Carrión, presenta esta situación elevada a la categoría de comedia mundana, que es como hace más gracia.

Un Rey que ha vuelto muy contento de darse un paseo por su país, decide repetir la experiencia, pero esta vez, de incógnito. Sus ministros y consejeros, que le han estado disfrazando la verdad (el reino bulle en descontento), acuerdan que un general le acompañaré en su viaje, precediéndole los otros repartiendo dinero entre la población, para que disimulen que todo va muy bien.

El título de la opereta viene un tanto traído por los pelos, ya que en uno de los últimos actos, después de que el Rey ha sido tomado por un labriego y, en tal condición, ha tenido ocasión de enamorarse perdidamente de una moza de pueblo, -por la que bebía los vientos un su primo (de ella)-, resulta que este pobre muchacho, que los ha seguido en sus aventuras, es mordido por un perro rabioso. Como en la pobreza, todos nos parecemos, el joven es confundido con el Rey y conducido a los máximos cuidados, por la cuenta que les tiene a los conspiradores de la mentira, que quieren conservar sus prebendas.

Finalmente, casi todo el embrollo se descubre (esto es, el Rey vuelve a serlo y el pobre recupera su destino) y, sin que se sepa muy bien porqué, los del elenco cantan muy felices, mientras cae el telón.

Se puede uno imaginar que el cuento hubiera terminado de muy distinta forma, si el mordido hubiera sido el propio Rey, y el perro, en lugar de chucho con malas pulgas, hubiera estado rabioso. Tampoco el final hubiera sido el mismo, si el Rey masoquista, encantado por la vida que llevaban los campesinos, y teniendo en cuenta la contribución al bienestar que aportara la belleza connivente de la campesina (que creo recordar se llamaba Rosa), se hubiera quedado a destripar terruños toda su vida y el zagal despechado hubiera ocupado su puesto.

Pero el cuento que más apariencia de cuento tendría, sería éste que sigue.

El Rey, disfrazado de mozo de mulas, consiguió recorrer de cabo a rabo su territorio sin ser reconocido por nadie y tomó buena nota, de su puño y letra, de todo lo que sucedía en realidad, recogiendo puntualmente las quejas del pueblo llano. Vuelto a palacio, despidió a todos sus falsos consejeros, condenando a unos a galeras y a otros a Medinasidonia y a Matalebreras y, abriendo las cajas de caudales, se empeñó hasta las cejas para tomar las medidas oportunas para corregir tanta injusticia como había detectado, acabando sus días pobre, pero contento de haber roto la coraza con la que le habían querido hacer creer que podía vivir como un Rey, viviendo solo del cuento.

Ese Rey que rabió, como puede colegirse, habría rabiado no por mordedura de perro alguno, sino por manifestación de la ira y coraje que le produjo saberse engañado por aquellos en quienes antes confiaba, entretenidos en ponerle vendas delante de los ojos y flores y mucho oropel en el escenario, para que creyera que todo estaba en orden, cuando lo que se estaba gestando, entre bastidores, era el advenimiento de la República.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: Chapí, cuento de otoño, el rey que rabió, Ramos Carrión, República, Vital Aza, zarzuela

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