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Aumento de la crispación social

21 diciembre, 2021 By amarias Dejar un comentario

Tenemos motivos sobrados para sentirnos incómodos con la actual situación.  Vayan aquí, a vuela pluma, algunos:

Una nueva oleada de ese virus del que seguimos ignorando casi todo (origen, forma de propagación, manera plenamente segura de defendernos de su contagio) está colapsando los centros de atención primaria y las urgencias de los hospitales. Le han dado un nombre a su variante, aunque esta cuestión semántica ha venido a causar aún más inquietud sobre la población, de nuevo preocupada por la posibilidad de ser infectados y por la sospecha de que las vacunas, incluso con las tres dosis y contrariamente a lo asegurado inicialmente por las farmacéuticas, no ofrecen total garantía de resistir al contagio.

Son ya muchas las aulas de primaria y secundaria que han tenido que cerrarse provisionalmente para cumplir con los protocolos de la mal llamada cuarentena, que ha sembrado, de golpe y porrazo, con nuevos problemas de logística y de prevención a miles de familas, con muchos progenitores afectados por el teletrabajo. Las comidas y cenas de empresa, las copas de Navidad, las reuniones familiares, se están viendo reducidos a la mínima impresión. Cuando se celebran, las medidas adoptadas (improvisadas, incoherentes, a veces estrafalarias e ilógicas) son más bien producto de esta esquizofrenica colectiva que de la sensata orientación realizada por microbiólogos (Por cierto: esta profesión, como la de vulcanólogos, parece estar aprovechando la crisis, sobre todo, “para aprender mucho”).

Qué decir de la política, convertida en una plataforma de inestabilidad y preocupación. No hay consenso ni voluntad de tal, y la deriva hacia dos bloques, enfrentados entre sí, con los partidos afines y, posiblemente, con el mundo en general, debe preocuparnos. La bipolaridad es mala consejera de acción, pues evita los grandes acuerdos y los que se producen -como está demostrado por el cierre en falso de la colaboración gubernamental entre el PSOE, Unidas Podemos, la CUP y el PNV- aumenta la tensión y reduce las disponibilidades de Tesorería para que las disfrutemos todos, aplicándose dineros a las exigencias egoístas de los partidos minoritarios-

En el Parlamento, las apariciones de ministros y representantes de la oposición, se han convertido en expectáculo de malos actores. La oposición de derecha como de ultraderecha se ve por los partidos de la izquierda y ultraizquierda como anclada en el franquismo, y cuanto dice o argumentan se le califica como surgido de la nostalgia, la ignorancia, o el rencor; no pocas veces se llama fascistas a sus representantes. Pero, a la inversa, cuanto hace o dice el presidente de Gobierno, sus ministros o los portavoces de los partidos que conforman el conglomerado (sin duda, pintoresco) de la coalición que nos gobierna, es erróneo, resulta oscuro o ininteligible o es producto de una incompetencia manifiesta, si seguimos a los portavoces de la otra bancada.

No voy a poner más ejemplos, que cada uno puede encontrar en lo que esté viviendo en la empresa, en la oficina, en las Adminsitraciones, en encuentros (por fortuna, casi siempre solo verbales) entre quienes se empeñan en mantener posiciones discrepantes, fuera de todo raciocinio o discusión sensata. Por no decir de esas hordas de descerebrados que, a la primera, como si fueran mercenarios del caos, rompen cristales de comercios, vuelvan contenedores o queman neumáticos, sin importarles plantear batallas campales con las fuerzas del orden.

Una anécdota, para reforzar a qué parecemos dispuestos a llegar. Hace un par de días, estábamos manteniendo una conversación en una cafetería con unos amigos y dos mujeres, cada una con el adorno de su propio perro, se pusieron  en la mesa de al lado. Uno de los perros se puso a ladrar de forma ininterrumpida, causándonos evidente molestia, tanto que nos impedía seguir hablando en tono normal. Mi esposa rogó a la señora propietaria que hiciera callar a su perro, pues nos estaba importunando. La respuesta fue,: “Está en su derecho”. Yo le repliqué, en mi mejor tono, aunque sin ocultar mi sopresa por la salida de pata de banco: “¿Insinúa Vd. que el derecho de su perro es molestar con sus ladridos? ¿No tiene Vd. autoridad sobre su perro para tranquilizarlo?”.

Se produjo un silencio, que solo quedaba roto por los ladrillos estridentes del maleducado chucho. Como si hubiera estado meditando una réplica contundente, aquella amiga del muy especial derecho animal, fijando su mirada en mí, me espetó: “Es Vd. un impresentable. Un sinvergüenza”, dejándonos a todos -incluso a la que la acompañaba a ella- estupefactos.

No tuve más remedio que pedir la cuenta y decir a mis amigos que debíamos cambiar de aires, por el bien de mis arterias coronarias.

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Vacunas

13 abril, 2021 By amarias 2 comentarios

En un momento en el que la sociedad mundial está pendiente de las cifras de avance de la vacunación que deberá inmunizarnos, al menos temporalmente, contra la COVID-19 y sus variantes, debo comenzar precisando que no solo me voy a referir a “esa” vacuna. Pretendo, también, incorporar algún comentario sobre la vacunación contra el cáncer, como un avance prometedor del tratamiento de inmunoterapia.

Como enfermo de cáncer, me encuentro en un “grupo de riesgo”. La carrera desenfrenada por encontrar una vacuna que nos defendiera de esa variante vírica de la gripe, ese coronavirus que ha puesto patas arriba la economía mundial, ha tenido, como es sabido, importantes consecuencias. En un tiempo récord se han desarrollado varias vacunas, todas con grados de eficiencia notables. Los equipos de investigación de las grandes farmacéuticas mundiales han demostrado su eficiencia, y ahora tenemos casi una decena de fármacos -por lo menos-. Eso sí, todos con fórmulas secretas y ofertadas a precios variopintos, desde los dos euros de AstraZeneca hasta los más de 20 euros por dosis de la mayoría.

El negocio de la inmunización impide hablar de la liberalización de las patentes. Hay, por tanto, un problema de fabricación y, también, de distribución, y, como consecuencia derivada, han resurgido -¡cómo no!- las esencias de los egoísmos, individuales y colectivos: primero yo, ante todo mi gente, sobre todo mis ciudadanos.

Las prisas por detener la pandemia han supuesto como riesgo colateral que no se han probado suficientemente los efectos de las vacunas. Se han acortado los protocolos habituales de aprobación de un fármaco, por lo que no se saben bien los efectos a medio plazo y se desconoce cómo reaccionarán los grupos de riesgo y, más concretamente, aquellos individuos que estamos siendo sometidos a tratamiento de quimio o inmunoterapia.

Este es mi caso, entre otros cientos o decenas de miles en España. Nuestro colectivo servirá como forzosa cohorte experimental. Hace unos meses, la indicación era que no nos vacunáramos, por el peligro de interferencia que agravara nuestra situación. Después, se expresó que sería necesario suspender, al menos por veinte días -antes y después de la inmunización- los tratamientos; es decir, perder del orden de dos o tres meses de terapia. Ahora, según las últimas indicaciones,  no será necesario proceder con ninguna salvaguardia. Cuando nos llamen, allá iremos. Eso sí, puede que la llamada sea del Centro de Salud o del Hospital donde estemos siendo medicados. A la llamada que se reciba primero, debemos acudir.

Se aconseja no ser negacionista. La frase de ánimo oficial es que “son mayores las ventajas que los riegos”. En lenguaje paladino: el riesgo de que, por efecto de la debilidad de las defensas, el coronavirus te asalte y mande para la UCI, es más alto que el riesgo de que la vacuna acelere la marcha de tu proceso oncológico o lo desbarate, dotándote de una trombosis galopante o quién sabe que otros maleficios inexplorados. Un juego “Lost/ lost”, aunque, por dar algunas cifras que tranquilicen se dice a los pacientes que el peligro de consecuencias negativas por efecto de la vacuna (sin especificar cuál de las que existen en la oferta) es asimilable a uno cada cien mil, quizás. incluso, de uno entre un millón. Resumiendo: N.P.I. (siento tener que explicar estar siglas, ruego me disculpe el lector: Ni Puta Idea)

Tenía el título de “Vacunas”, desde hace días, preparado para comentar algo muy distinto. Los avances de la inmunoterapia en el tratamiento oncológico han permitido profundizar en lo que se intuía desde hace décadas: el cuerpo humano tiene, en sí mismo, las armas para defenderse de los tumores. Solo hay que descubrir por qué las células cancerígenas se escapan del sistema de vigilancia corporal con el que venimos dotados de origen. Se está, por ello, dedicando especial atención a algunos grupos de cáncer, como el de próstata o el de la melanoma, investigando las vacunas -bien conocidas pará tratamiento de enfermedades como la tuberculosis, la varicela, las paperas…- como un tipo más de inmunoterapia.

Un inmunoterapia especial: la convencional bloquea el antígeno celular T, que inhibe la tolerancia de nuestro sistema inmune a las células tumorales. Sin embargo, las vacunas pretenden conseguir la inmunidad controlando los “Antígenos Asociados al Tumor” (TAA). Estos antígenos son consecuencia de la sobreexpresión de las proteínas que se localizan en la superficie de las células tumorales, aunque también se hallan en algunas células normales (por ejemplo, y no quiero entrar en alardear de pedantería clínica, que no me corresponde, el factor de crecimiento epidérmico)-.

Hay, en perspectiva, dos tipos de vacunas contra el cáncer: a) Los  llamados “autoantígenos”, que son proteínas que obtienen su potencial inmunogénico como consecuencia de su propia expresión singular. Como también se encuentran en células normales, el desarrollo de estas proteínas tiene el peligro de desarrollar autoinmunidad en algunos pacientes.

Por el contrario, b) los “antígenos tumorales específicos” (TSAs) no están expresados en células normales, y son idóneos para ser utilizados como marcadores de los tumores. Se sabe ahora que la mayor parte de los antígenos tumorales son específicos para un tumor de cada paciente concreto, lo que ha conducido a una línea de investigación muy prometedora: desarrollar vacunas personalizadas contra un cáncer del enfermo particular. Hay vacunas en desarrollo que identifican señales anormales en las células tumorales y actúan atacándolas. Otras, añaden o fijan proteínas en la superficie de los tumores -como sucede con las que sirven para atacar los virus-, convirtiéndolos en vulnerables.

En el actual estado de la cuestión, la clasificación habitual de las vacunas se realiza en tres grupos: vacunas de base celular, de tipo proteína/péptido y de tipo general.

Las vacunas celulares son antígenos modificados del tumor o de las células que los presentan. Esas vacunas que modifican el estado celular facilitan la transferencia de antígenos a las células inmunes, dando como resultado la activación celular y la destrucción de las células cancerígenas.

Otras vacunas inducen o pretenden inducir la degradación endógena del material celular. Estos moduladores autofágicos están sirviendo para la investigación de tumores muy agresivos, como el de hígado, páncreas, pulmón o cáncer colorectal, sin que existan aún resultados prácticos comercializables.

Las vacunas con proteínas (péptidos) también están siendo objeto de frenética investigación, de momento, sin eficacia clínica comprobable. Estas vacunas mantienen la selectividad frente al tumor y, por tanto, tienen un bajo riesgo de provocar autoinmunidad. Entre esas vacunas, se incluyen combinaciones de DNA y RNA en pacientes con melanoma, y coadyuvantes que aumentan las respuestas inmunitarias.

Otra clasificación teórica de las vacunas tiene en cuenta el Mecanismo de Acción (MOA, por sus siglas en inglés), que las hace monovalentes, si actúan o pretenden actuar contra una específica TAA, o polivalentes, porque pueden actuar contra varios antígenos.

No todo es tan nuevo. Desde hace más de 50 años el bacilo Calmette Guerin (BCG), un preparado atenuado de Mucobacteriun Bovis,  (como es bien sabido por oncólogos y …pacientes con cáncer de vejiga), está sirviendo para tratar este tumor, en pacientes asintomáticos, aunque se desconoce -al menos, hasta donde yo he podido analizar en la literatura especializada- el mecanismo concreto de acción. Se especula que estimula la respuesta antitumoral.

Ya en 2010, se aprobó una vacuna basada en células dendríticas(sipuleucel-T) para pacientes con cáncer de próstata con altos niveles del ácido prostático fosfatasa, si bien su utilidad comprobada en el ámbito clínico es muy limitada. El procedimiento, llamado leucoforesis, implica retirar células inmunes de la sangre del paciente al menos tres días antes de la reinfusión y añadir una proteína en laboratorio para estimularlas. El coste del tratamiento, que implica al menos tres terapias de reinfusión es prohibitivo (del orden de 90.000 euros por paciente).

En conclusión, los avances en el uso de vacunas para tratar el cáncer, reflejan la complejidad y alto coste de ese tratamiento, por la necesidad de hacer el mismo personalizado. Los resultados dependen sustancialmente de los niveles particulares de capacidad de mutación de los tumores, apuntando a que la expresión de antígenos de un cáncer y su capacidad mutacional son determinantes para establecer la viabilidad de las vacunas. Las posibilidades de utilizar vacunas en pacientes con tumores avanzados parece aún remota.

Por ello, y dado su carácter prometedor, se debe apoyar -con medios económicos y con personal especializado- la investigación de estas nuevas opciones para tratamiento inmunoterápico de pacientes con tumores. Nos va, como especie, la mejor esperanza de vida en ello.

 

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¿A las puertas del infierno?

22 octubre, 2020 By amarias 8 comentarios

El Ministro Illa, responsable de la cartera de Sanidad en el todavía Reino de España, acaba de anunciar -en una corta entrevista radiofónica en Onda Cero, a las nueve de la mañana del 22 de octubre de 2020- que estamos a “las puertas del invierno” y que, según los expertos que le asesoran (propios y de ajenos), serán necesarios por lo menos seis meses, para que alguna de las vacunas que se investigan contra el coronavirus, superados los controles que demuestren su carácter eficaz y, al mismo tiempo, inofensivo, pueda ser distribuida entre la población en número suficiente.

Muy optimistas me parecen, dentro de su dramático contexto, esas previsiones, cuando no tenemos, ni de lejos, controlado el avance del virus estamos asistiendo a la imposición de confinamientos cada vez más severos. Y me parecen terriblemente precursoras de una crisis económica aún más profunda, de la que no van a salvarnos unos miles de millones de euros europeos, cuyo destino aún desconocemos y cuyo coste real ignoramos.

Me resulta fácil hacer el juego de palabras con las palabras de Illa y poner de manifiesto que nos esperan períodos aún más difíciles de lo previsto. Con más de un millón de personas ya contagiadas en España (un 2% de la población total) y en el grupo de cabeza de afectados, junto a países que nos superan ampliamente en población, seguimos preguntándonos, en realidad, porqué hemos sido distinguidos por la pandemia.

Nuestros sabios y políticos (desde a Luis Enjuanes a Margarita Del Val y desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijoo) ponen el énfasis en que parte de la población no respeta distancias, organiza fiestas multitudinarias sin llevar mascarilla y tenemos muchas más unidades familiares que agrupan a jóvenes y ancianos que el resto de países europeos, como consecuencia del alto paro juvenil y del carácter salvador de las pensiones a las maltrechas economías, que hace de aglutinador de entidades familiares con más miembros que la media europea.

No quiero que se me juzgue de conspiranoico ni escéptico integral, pero mis escasos conocimientos de sociología comparada me sugieren que deben existir más factores que nos empujan a los españoles al lado feo de la pandemia. La sobrecarga de la asistencia primaria (afición desmedida a visitar el centro de salud por ancianos) y de los servicios de urgencias (por catarros, luxaciones, otitis, fiebres infantiles y heridas superficiales), la escasez de facultativos de calidad por cada mil habitantes (no pocos de los mejores se han ido a los países ricos y ya no podemos convencerles de que vuelvan) han de contar entre los factores, supongo. (1)

Pero ni siquiera esa enumeración, bastante obvia de factores de culpabilidad no individuales, me satisface la inquietud por saber qué nos está pasando.

Y como no tengo perro que me ladre ni lazo que me sujete, echo a volar mi imaginación y atribuyo como causa principal de nuestra desgracia colectiva, esa que nos está sumiendo en la peor crisis económica y social desde la postguerra civil, el que somos un país desorganizado, desestructurado, inconsistente, falto de liderazgo y ayuno de ilusión colectiva.

Esto en estos momentos siguiendo (con una atención disminuida, desde luego) el Debate de la moción de censura de Vox. Oigo, sobre todo, insultos, descalificaciones, improperios. Falsedades. Distribuidas entre los intervinientes de todos los grupos, más concentrados, sí, en unos portavoces que en otros, aunque me parece detectar que, más que corresponder a un programa ideológico, a una coherencia, descansan en las habilidades dialécticas y en la capacidad para improvisar insultos.

Estamos a las puertas del infierno. Estoy mirando una reproducción del maravilloso complejo escultórico de August Rodin con ese nombre. Una obra inacabada, aunque nadie lo diría observando su fuerza. Una amalgama de cuerpos que se precipitan al vacío, arrojadas desde el Paraíso.

Me apetecería que los políticos a los que hemos tenido que votar para que nos guiasen a un mundo mejor, nos ofrecieran soluciones constructivas, hicieran desaparecer la crispación, impulsaran la creatividad y la formación de empleo, cumplieran con los propósitos de aumentar los esfuerzos en investigación y formación. Todos, en sus programas, defienden aparentemente lo mismo, aunque, por la experiencia ya amplia de su comportamiento, sabemos que muchos de ellos, desgraciadamente, solo pretendían su bienestar personal.

Me resisto a pensar que estemos a las puertas del Infierno. No podemos, no debemos estarlo. Que este Invierno nos saque a todos a una primavera radiante, solidaria, prometedora de una España seria, pujante, respetada internacionalmente, sin extremismos ni experimentos secesionistas ni comunistoides, más propios de paranoicos sociales que de experimentados e instruidos hombres y mujeres que, independientemente de sus profesiones y trabajos, de su formación y base ideológico, quieren avanzar unidos.

Me esperan a mi, personalmente, varios meses de duro tratamiento oncológico. Ignoro si podré superarlo, pero me aplicaré, con buen ánimo, a salir a flote de mi particular invierno. Espero encontrar, a la salida de este proceso, una España mejor, más unida, valorada internacionalmente, libre de todos los virus que ahora nos afectan y emponzoñan.


(1) Hago una precisión a posteriori, a las nueve del día 22.10.2020. Tenemos en España buenos facultativos, con una dedicación vocacional que, en especial en las dotaciones de la Sanidad Pública, se puede calificar de sacrificada hasta más allá de lo deseable, ya no solo por ellos mismos, sino por la atención que se ven obligados a proporcionar a los pacientes. Faltan profesionales, no andamos sobrados de medios ni los actualizamos en la medida deseable y, desde luego, necesitamos elevar sus salarios. No podemos sostener una Sanidad a base de sacrificios personales, presumir de su alta capacitación sin realizar suficiente investigación y sin darles tiempo y oportunidad para la continua formación que demanda el continuo incremento de la tecnología sanitaria. Creo que, dentro de las prioridades, aumentar los honorarios, eliminar su precariedad laboral y reducir su jornada de trabajo es imprescindible. Estamos invitando a médicos, enfermeras y ayudantes de enfermería a que, una vez que adquieran experiencia en la Sanidad Pública, se vayan a la empresa privada, emigren o disminuyan su dedicación y empatía con el paciente tratando de aplacar su malestar.

 

 

 

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Nos guarde Dios

28 agosto, 2020 By amarias 5 comentarios

Está claro, incluso para el lector más distraído, que el titular de este comentario hace directa referencia a los conocidos versos de Antonio Machado: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

La situación por la que atraviesa nuestro pequeño país -aún más recortado en su dimensión comparada por la terrible afición al genocidio cultural, empresarial y hasta afectivo que es marca de clase de nuestro empobrecido ambiente social- es muy dura. No necesito siquiera detallar los muchos problemas que nos acongojan, basta con enumerarlos para que cada uno ponga el énfasis donde le parezca mejor: crisis pandémica, económica, política, ética, médica, técnica, investigadora…

Pero, sobre todo, lo que más nos está afectando es el desánimo. Languidecen los ánimos generales, y los rostros, ocultos desde hace meses por las máscaras, nos convierten a la mayoría en extraños, en fantasmas que vagamos por las calles con miedo a encontrarnos con alguien conocido, porque cualquiera puede ser portador del virus que mata.

Nuestra sociedad está poseída por el desconcierto y el miedo, aunque lo principal que diagnostico es que se encuentra aletargada, desanimada hasta límite de la paranoia, exangüe como quien viene sin fuerzas de una batalla que ha perdido. Salimos de casa lo justo para comprar alimentos o para ir y venir del trabajo -quienes aún lo tienen-, pero hemos renunciado al abrazo de la familia y los amigos, a las salidas al teatro o al cine, al restaurante y al ocio.

Ah, no es esa limitación ambulatoria lo que me parece más importante. Lo grave es que se ha perdido fuerza para expresar las opiniones, han decaído los foros de discusión, vamos camino de la uniformidad viscosa que produce el estar cociéndonos en nuestra propia salsa ideológica y sentimental. Nuestra desorientación, lo monocromo de las opiniones que recibimos sobre los hechos nos está polarizando. La televisión y la radio, los únicos medios de información que entran en nuestras casas y monopolizan nuestros cerebros nos va uniformizando, agudizando la polaridad de las creencias. Estamos en el camino de ser A o B, favorables al Gobierno o contrarios, rojos o azules, monárquicos o republicanos, necios de un lado o del otro.

Es ya un tópico enunciar que tenemos un Gobierno falto de iniciativa e ideas, incompetente y falaz por parte de una sección importante de la población. Cierto que la papeleta con la que le ha tocado lidiar a este Gobierno frankestein, con más ministros que iniciativas, es dura. Ha cubierto la incapacidad y las dificultades de encontrar solución a los problemas, con ocultación y mentiras, ahorrando explicaciones y haciéndonos mirar al dedo antes que a la luna. No lo aplaudo sin más, porque, en lugar de tender puentes, buscando la colaboración con las fuerzas de los que disienten pero están dispuestos a colaborar, profundiza en el disenso, aumenta la concordia.

¿Estaríamos mejor si el manejo de la situación correspondiera a la oposición? No lo creo. El ánimo pendenciero es contagioso, se ceba en sí mismo, y en lugar de manejar ideas, se expresan improperios. Los partidos de la oposición -en especial, el Partido Popular- vociferan continuamente el “así no”, pero no oigo propuestas elaboradas, que sean válidas por la contundencia de su elaboración y  la fuerza de la idea que los impulsa. ¿Formas de crear más empleo? ¿Maneras de atajar el crecimiento de los casos de pandemia entre nosotros? ¿Vías de esperanza para soportar la tensión emocional que nos agarrota?. No las hallo, sólo ideas generales, peticiones de principio y de confianza en temas que supondrían cooperación y no esgrimir los garrotes.

La tensión recíproca llega hasta el punto de abandonar a su antojo, como apestados, a nivel regional e incluso municipal, a la corporación que tiene la responsabilidad de gobierno, criticando su incapacidad con saña. La fórmula es la misma: zaherir y menospreciar al que dirige, desde la oposición, del signo que sea ésta.

¿Ayuso y Almeida se equivocan en lo que hacen en la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid?, ¿Illa y Celáa yerran y carecen de capacidad de liderazgo? La capacidad para generar críticas se autoalimenta incluso en la coalición de Gobierno de España, en donde parecen haber encontrado la forma de coexistir, para destruirse, maneras de gestionar España.

Estamos en épocas de mudanza, por decirlo de manera suave y la práctica teresiana y la costumbre aconsejan gran templanza. No es la prudencia lo que domina. Más bien, la voluntad de sacar la cabeza con el exabrupto correspondiente, para que los correligionarios aplaudan. En Barcelona, la corporación de la ciudad condal, como si no tuvieran problemas graves que resolver, han censurado al Rey de antes, eliminando sus honores y tratándolo de apestado, acogiéndose, supongo, al derecho que les da la pureza de su propia sangre y trayectoria. La república, como ente casposo y sin la pureza que debería acompañar a toda opción de gobierno seria y decente, toma posiciones aquí y allá, que e conducen, cada vez con más fuerza, a la anarquía y al desorden. El revisionismo incompetente domina la esfera política, mientras nos hundimos más hondo.

Después, o por encima de todo, está el virus. No quiere irse esta Covid 19, que está encantada de habernos conocido, de haberse encontrado con una colectividad amiga de la juerga, del jolgorio, del contacto social intenso, y que cuenta con suficientes individuos para mofarse de cualquier consejo o medida profiláctica. No vale lo que les digan ni expertos en virología, médicos, investigadores o pacientes. El empeño de esos pocos, pero suficientes, para conseguir que nos situemos en las primeras posiciones del ránking de contagios, de enfermos graves, de fallecidos es insuperable.

No soy un adivino, por supuesto, pero vaticino que con la vuelta al cole viviremos una escalada de casos de contagio, habrá que cerrar escuelas y colegios, uno tras otro, y tendremos un otoño-invierno vigilando nuevamente las cifras de evolución de la pandemia, hasta alcanzar esa cresta del pánico que, ojalá, nos coja mejor preparados sanitariamente.

Ayer, uno de los oncólogos del Ramón y Cajal donde me tratan de mi cáncer metastásico, me comunicaba que este mal que habita en mí, había empezado de nuevo a moverse, a reclamar su lugar en mis preocupaciones. Como en esas obras teatrales en los que todo va mal hasta que alguien llega con la varita mágica de la componenda feliz, sube para mí la tensión en este rompecabezas maligno.

Aunque, como hace décadas que no me creo el centro del mundo (abandoné la idea interesante cuando tenía cinco años), estoy seguro que, tarde o temprano, España encontrará una vía de escape de esta hiperpandemia, vírica, económica y social. Saldremos con heridas y destrozos, pero saldremos. Entretanto, mantengo helado el corazón, y confieso que no sé de qué lado cojeo. No es que una facción me guste más que otra; no me gusta ninguna. Los dos costados me duelen por igual. Las dos Españas me hacen daño.

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Demasiada incertidumbre (y 2)

14 julio, 2020 By amarias 2 comentarios

(Este Comentario es una continuación del publicado el 10 de julio de 2020 en este blog, con el que forma una unidad)

La presentación  de las incertidumbres con fundamental proyección o influencia sobre los ciudadanos en territorio español (bien en lo sanitario, en lo económico, en lo político e incluso en lo sicológico) se debe completar con aquellas que afectan al contexto internacional, para ofrecer una visión lo más completa posible de las razones que empañan de intranquilidad nuestro escenario vital actual.

En el terreno internacional, la ausencia de un liderazgo tanto ético como económico y militar desarrolla un marco de inestabilidad de gran alcance. Los grandes Estados han volcado sus intereses -de manera inequívoca, si es que antes los habían ocultado con más éxito- hacia el interior de sus fronteras. Esta afirmación es válida, sobre todo, para Estados Unidos y China, pero tampoco podemos dejar al margen la reflexión de una Unión Europea muy debilitada.

Se ha roto el loable propósito de globalización comercial que, sin duda, ha servido de gran apoyo al desarrollo de China y otros países asiáticos (India, Corea del Sur, Emiratos y Arabia Saudí, sobre todo, sin olvidar a Singapur, la singular ciudad autónoma), pero también ha sostenido el crecimiento de empresas “multinacionales” europeas y norteamericanas.

El resultado visible, como se ha comprobado con los efectos económicos de la pandemia -aún solo iniciados- es una insoportable dependencia de China para el suministro de equipos, productos elaborados o semielaborados e incluso de fármacos, elementos sanitarios de primera necesidad y algunas materias primas de valor estratégico.

La percepción de la pérdida de autoridad y hegemonía norteamericana sobre sectores clave, trajo como consecuencia inmediata la implantación de una potente tendencia a la autarquía y al apoyo a la industria y productores propios,  decisión de la que los países europeos han sido los principales perjudicados y no tanto los productores chinos, por la gran capacidad de generación de actividad y autoconsumo, suficiente para mantener a corto plazo la economía del gran país-continente asiático.

Las cuestiones económicas se entrelazan, en este caso especialmente, con las medidas de respuesta sanitaria a la pandemia y, en una derivada que puede cobrar primera dimensión, las relacionadas con la defensa de los territorios.

El ataque del virus SAR-Covid 19 ha tenido una respuesta descoordinada y, por tanto, desigual, entre los diferentes países. Por momentos, todo parece -y así puede seguir viéndose, cuando en aquellos territorios que se jactaba de haber controlado la pandemia empiezan a sufrir nuevos brotes- que ha regido el principio de “sálvese quien pueda”, también en materia sanitaria. No ha habido suficiente comunicación, y en todo caso, tardía, desde las autoridades y epidemiólogos chinos, que se supone deberían estar más avanzados en el estudio del virus, al haber aparecido en su territorio. Pero tampoco ha habido suficiente comunicación entre los teóricos expertos en microbiología y control de epidemias de los países desarrollados, cuyas autoridades (aconsejadas, según se dice, por sus propios sabios) han tomado medidas diversas, incoherentes o retrasadas. Se ha discutido sin razones sobre las ventajas de los confinamientos, la consecución de unas míticas inmunidades de rebaño, medicamentos de falsa eficacia y se han divulgado cifras de infectados, fallecidos o recuperados con más imaginación que rigor. El resultado también ha sido el descrédito de los epidemiólogos, y la desorientación de la población, que no acaba de ver las ventajas de las medidas de control y prevención (incluso las particulares), y halla razones para incumplirlas o cumplirlas mal.

Es alarmante que los dos países que pugnan por la hegemonía mundial, oculten información o acaparen medicamentos y material sanitario. China ha sacado beneficio adicional de la venta a otros países de ingentes cantidades de mascarillas, fármacos, guantes y productos para profilaxis, así como pantallas protectoras y todo tipo de instrumentos y aparatos que un exacerbado pánico en todas las esferas ha convertido en elementos apetecibles, ya que no necesarios. La decisión de Estados Unidos de acaparar toda las existencias del remdesivir a finales de junio de 2020 permite aventurar lo que sucederá cuando se encuentre una vacuna o fármacos efectivos para el tratamiento del coronavirus.

El sector de Defensa de la mayoría de los Estados está reclamando una profunda y urgente revisión. Venía siendo claro que las disputas de mayor contenido entre países no se iban a ventilar por los medios llamados convencionales. La rápida difusión del coronavirus y sus dramáticos efectos sobre las economías, y su elevada mortandad e incidencia en los sistemas de salud, ha supuesto una definitiva llamada de atención sobre la necesidad de protegerse de ataques víricos o envenenamientos intencionados de poblaciones. El avance de la técnica de los drones, tanto para uso de espionaje como elemento de apoyo o de acción para ataques con misiles o direccionamiento y lanzamiento de bombas de difusión de gases o partículas, es una de las razones para la revisión de las Fuerzas de Defensa.

No es sencillo romper las inercias, y los mandos militares y los estamentos políticos (unos por mal entendida tradición o defensa corporativa y otros por ignorancia) seguirán reclamando dotación más eficiente en el armamento terrestre o de ataque y defensa antiaérea. La Unión Europea sigue con la grave ausencia de una política de defensa, agravada con la marcha del Reino Unido, que es también uno de los pocos países con tecnología nuclear.

La Unión Europea, tiene dos flancos abiertos de debilidad -por el lado de la frontera con Rusia, con un Putin expansionista y reivindicador nostálgico del poder de la antigua URSS- y Marruecos -con los enclaves de Ceuta y Melilla, territorio español apetecido por el gobierno de Mohamed VI, como joyas pretendidas de una corona cuyos súbditos soportan el mayor desnivel de renta per cápita mundial entre países limítrofes-. No está claro, fuera de la imaginaria voluntarista, como se defenderían los territorios bálticos de un ataque ruso imprevisto o nuestras ciudades autónomas de un arrebato invasor marroquí. Supongo que los centros de inteligencia europeos (y, en lo que afecta a las dos ciudades en territorio africano, los españoles) habrán estudiado la casuística de las intervenciones de respuesta posibles, pero si hay una invasión territorial, la cuestión no se resolverá sin un buen susto.

Mi apreciación general es que nos encontramos en un período de cambio drástico, pero no tanto de paradigma, sino de confusión argumental y existencial. La amenaza climática, con la grave disparidad de criterios entre los Estados a la hora de abordar medidas radicales y concertadas, sigue ahí, aunque la pandemia ha disminuido (falsamente) su importancia. Habrá más inundaciones, catástrofes provocadas por los cambios bruscos del tiempo atmosférico, mayor desertización y pérdida de territorios agrícolas. La hambruna que provocarán esas devastadoras circunstancias, acarreará desplazamientos masivos de población, en su búsqueda de cobijo, trabajo, agua o recursos alimenticios o sanitarios.

La situación reclama la máxima solidaridad y la cooperación internacional. Los organismos internacionales, muchos de ellos faltos de visión actual, credibilidad o dotación presupuestaria que permita reclutar a los mejores funcionarios, no parecen capacitados para asumir ese liderazgo. No quiero citar a ninguno en concreto, pero los ejemplos de apatía, falta de oportunidad o visión sesgada, son patentes.

Difíciles tiempos para la tranquilidad, y poco propicios para que las generaciones jóvenes encaren el futuro con calma e ilusión. Cierto que la Humanidad siempre ha encontrado su vía hacia adelante, pero en esta ocasión, los problemas son muy importantes y reclaman urgente intervención cohesionada, junto a  la necesidad de un reajuste económico mundial (en mi opinión, preferiblemente dentro del capitalismo liberal, aunque no descarto otras opciones),. Se demanda más que nunca, liderazgos, capacidades resolutivas, e inteligencia.

No se puede mirar atrás, para no convertirse en estatua de sal, como la mujer de Lot. Hay que mirar siempre hacia delante. Con gafas de sol, si la luz es excesiva. Con zapatos de andar y no con chanclas. En grupo, y no alardeando de individualidad eficiente. Muy difícil, sí, pero no imposible,

 

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Demasiada incertidumbre

10 julio, 2020 By amarias Dejar un comentario

La situación española tiene tales incertidumbres que me parece un ejercicio de mínima responsabilidad social comentar aquellas que me aparecen como de mayor relevancia.

Desde luego, en primer lugar, por su carácter pandémico y su propagación aún misteriosa y sin tratamiento eficiente conocido, hay que situar al coronavirus. Se están produciendo nuevos brotes en casi todas las localidades españolas que hacen temer la difusión generalizada de los contagios, reproduciendo la situación que se generó en marzo de este año.

Ciertamente, se conocen algunas peculiaridades del comportamiento vírico, y se dispone de medios de detección precoz de la enfermedad. Posiblemente no se producirán ya muertes por trombosis (como sucedió, lamentablemente, por desconocimiento de la afección a la coagulación sanguínea), y no parece posible que se produzca el colapso de las unidades de vigilancia intensiva, porque se reducirá el número de intubaciones de los enfermos más graves. Tampoco es probable que los facultativos penalicen a los pacientes de más edad, en beneficio de los más jóvenes, si hubiera que elegir, por insuficiencia de medios hospitalarios.

Las vías de contagio son múltiples: reuniones familiares o sociales, ausencia o deficiencia en el uso de mascarillas y en los controles higiénicos en locales comerciales, menosprecio hacia las medidas sanitarias por muchas personas (de toda edad y condición, aunque reconociendo que mi observación no tiene valor estadístico alguno, principalmente, jóvenes, extranjeros, fumadores y grupos de amigos).

La crisis pandémica ha arrastrado la económica y su reincidencia hundirá aún más una economía que no se ha recuperado en absoluto, a pesar del desconfinamiento. El turismo, motor económico de primeras velocidades, no acaba de arrancar, y las ocupaciones en hoteles, restaurantes y lugares de ocio son muy bajas o nulas. Los sectores industriales, en especial los dependientes de los mercados exteriores, se encuentran aún paralizados o con un lento resurgir de la actividad anterior. En consecuencia, las cifras de paro se acercan a los cuatro millones y, de producirse el temido “rebrote”, aumentarán, con consecuencias sociales dramáticas.

En esta situación, sorprende que la posición del Gobierno esté orientada, en lo esencial, a la expectativa de fondos europeos, que no serán gratis, sino que obligarán a adoptar medidas muy duras en cuanto a impuestos, restricción de gastos público, pensiones y focalización de los apoyos a sectores productivos concretos. El necesario impulso a la investigación como motor de desarrollo, oxímoron clásico al que no se ha atendido nunca con seriedad, no producirá, obviamente, efectos a corto plazo y, por tanto, es muy probable que sea marginado -a pesar de las intenciones confesadas- dando ventaja a medidas de más inmediato efecto social.

La desconexión entre los miembros del gobierno, formado con representantes de dos facciones políticas con muy diferentes intenciones y argumentario, es un elemento más de incertidumbre. De muchos ministerios no se sabe nada relevante de su gestión. La parcelación de viejas carteras para atender a satisfacciones de egos y acuerdos carentes de propósito relativo al bien común, es motivo de desorden en las directrices (las que haya), falta de coordinación entre funcionarios, y desconcierto en los sectores que deberían impulsar y ordenar con su actividad.

Un elemento de incertidumbre adicional, cuyas consecuencias al respecto de la imagen de España es fácil deducir, afecta a la persecución política y mediática del anterior jefe de Estado. El “rey de antes” D. Juan Carlos, está sufriendo una grave exposición personal, que pretende hacer olvidar la excepcional función de valedor de la democracia, que representó, en lugar preferente, el establecimiento de la forma de Estado como monarquía parlamentaria .

La escalada del deterioro propiciado a la institución monárquica,  ha tenido elementos bien orquestados, no por la legítima opción republicana, sino por grupos que pretenden la destrucción del orden social, es decir, la revolución. Se une a esta situación, la hipocresía y egoísmo de la clase dirigente y un pésimo manejo de la crisis monárquica, por la propia Casa Real, el gobierno y la valoración de los principios éticos (o la falta de ellos) por los que se mueve nuestra sociedad.

Resultó ya sorprendente el juicio y encarcelamiento del yerno del Rey Juan Carlos, Ignacio Urdangarín, víctima de un encarnizamiento que, lejos de venir a reflejar la necesidad de puridad de las actuaciones de la Familia Real y sus adláteres, dejó al descubierto un flanco débil en el siempre misterioso mundo del uso de la influencia de quienes detentan poder para conseguir beneficios económicos. Nadie se alzó para defender a Urdangarín, y todos parecieron tirar piedras contra él, como si estuvieran libres de pecado.

(continuará)

 

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Vuelve la libertad, una amenaza (Soneto)

30 junio, 2020 By amarias 1 comentario

108

Vuelve la libertad, una amenaza
de vernos atrapados nuevamente
por un virus que sigue en nuestra plaza
y se cuela informal entre la gente.

La tentación de disfrute no se aplaza
y al margen del rigor con que se cuente
la epidemia nos tiende nueva taza
y a quien quiera jugar le dice: vente.

Se recuerdan las duras restricciones
para evitar un repunte de repente:
del contagio evitar las ocasiones

y desconfiar del ande yo caliente.
Sin vacuna no hay otras elecciones
que libren de un depredador silente.

18 de junio de 2020

109

Mientras se descubren nuevos rebrotes
preparamos las toallas y sombrillas
para broncear al sol piernas y escotes
y en bares y terrazas faltan sillas.

Como no está el horno para trotes
con la economía fuera de casillas
las empresas que resisten son islotes
en un océano de mentirijillas.

Del calendario caen sueltas las hojas
mientras la realidad prodiga azotes
a ideas que eran verdes y hoy son rojas

Carnada para atentos cachalotes
las medidas mejores lucen cojas
y sabios de la tribu, meros zotes.

28 de junio de 2020

(@angelmanuelarias, Sonetos desde la crisis)

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Para ahuyentar tercos temores, quiero (Soneto)

17 junio, 2020 By amarias Dejar un comentario

110

A Federico García Lorca, con las rimas de su Soneto
“El amor duerme en el pecho del poeta”

Para ahuyentar tercos temores, quiero
despertar al guardián, ángel dormido,
de este pueblo por males perseguido
y la desgracia ahuyente con su acero.

Al final del gran túnel veo un lucero
temblando sobre el trance dolorido
que mató y golpeó y tiene mordido
dejándonos estado muy severo.

Vacíos de goces, playas y jardines
entregamos al olvido la agonía
-del alazán asidos a las crines-

y argumentando salvar la economía
se alzan trinos, zambombas y violines
sin reparar que sea pronto todavía.

16 de junio de 2020

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

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No es tiempo de pompas, caza y chirimía (Soneto)

16 junio, 2020 By amarias Dejar un comentario

109

Con las mismas rimas del Soneto de Miguel de Cervantes:
“A vuestra espada no igualó la mía”
(El Caballero del Febo a don Quijote de La Mancha)

Al Rey Felipe VI

No es tiempo de pompas, caza y chirimía
ni pleitesía del pueblo cortesano,
y para más inri entra de la mano
el escándalo a ocupar la orden del día.

Es difícil defender la monarquía,
y todo esfuerzo real parece vano,
si parte del gobierno soberano
de la ocasión deduce “esta es la mía”.

Para vientos de cambio nada es raro;
Carpe díem contra miedos al infierno,
vence a serenidad odios y rabia;

criticar y destruir, sin tener claro,
hundir cuanto sugiera lazo eterno,
y la ignorancia presumir de sabia.

Nota: He utilizado una licencia, que, en mi modesta opinión, es de mejora, para no duplicar la palabra “mía” que el insigne escritor utiliza en los finales de los versos primero y octavo, incorporando -respetando la rima- el hermos0 vocablo “chirimía”.

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

 

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Porque la talla del conocimiento (Soneto)

14 junio, 2020 By amarias Dejar un comentario

108

A Miguel de Cervantes
Con las rimas de su Soneto: “O le falta al amor conocimiento”

Porque la talla del conocimiento,
no alcanzó la gran altura de la pena,
puso férreo grillete a la condena
y avivó más el fuego del tormento.

Imposible un final sin argumento,
ni aplaudir conclusión dando por buena
la versión de quien juzga si es que ordena,
ni basta a tal dolor decir lo siento.

Junto a tantos errores, hubo acierto;
y entre unos y otro, en su hueco cabe,
huir del triunfo de muerte hacia la ruina.

De cuanto se discute, lo más cierto:
es que al criterio de quien poco sabe,
placebo importa igual que medicina.

13 de abril de 2020

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

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