Al socaire

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Desgobierno institucional o pasión por las crisis

1 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

No tiene gracia. Las disensiones en el seno del gobierno multicéfalo que construyó Sánchez (Pedro) a la medida urgente creado para destronar -dicen que con la actividad muñidora conjunta de Abalos y Redondo- a un presidente cansado pero competente (Rajoy, Mariano: los hechos posteriores dixint) son clamorosas.

Se pretende incluso justificar las notables discrepancias en las apariciones públicas entre los portavoces de las facciones en que se va descomponiendo lo que ya cabe calificar como desgobierno, sobre temas que han sido debatidos en el seno del Consejo de Ministro. Se argumenta por los díscolos que “la ley no obliga a que los ministros estén de acuerdo con la decisiones de Gobierno” (declaraciones públicas de varios ministros podemitas).

Una vez nombrados, y al conocer sus declaraciones ante los media y la esencia de sus actuaciones cara a la realidad, resultó inquietante apreciar lo poco que conocían ciertos Ministros sobre sus campos de competencia y nos llevó a preguntarnos porqué no se dejaban asesorar (o, también, por quiénes se hacían asesorar); el mal parece contagioso, pues otros miembros del Ejecutivo, tenidos por competentes, languidecen en sus puestos, convertidos en irrelevantes o desvarían sorprendentemente contradiciendo actuaciones y opiniones anteriores (cito sin ánimo de ser exhaustivo: Robles,  Ribera, Albares, Iceta, Calviño…y me sobra la supersexposición de Rodríguez García, Marlaska,…Super Yoyo Díaz)

Perdón: la Ley del Gobierno 50/1997, revisada y actualizada en 2015, define inequívocamente las funciones de un “órgano colegiado” y, como tal, en su seno se puede discutir lo que se quiera, y discrepar, pero el cumplimiento de las decisiones que se adopten obligan a todos sus miembros, que están, además, obligados a guardar el secreto del debate interno para la concreción del acuerdo.

Que los Ministros no conozcan sobre los asuntos de su competencia e improvisen sus resoluciones confundiéndolas con su “derecho a opinar “genera una gran confusión pública. Que ignoren sus obligaciones legales y aireen sus discrepancias convirtiendo en campaña electoralista la gestión del lo público, es kafkiano,-o dadaísta, como oí decir a un tertuliano-.

(Nota: Imagino que algunos de mis comentarios pueden parecer a quienes no me conocen, propios de alguien que se complace en criticar al Gobierno. Tal vez por eso, por pudor y por no enseñar la patita ideológica, pocos son los que, habiéndome leído, se atreven a compartir mis reflexiones. No pretendo publicidad alguna. Soy mayor, tengo mi vida resuelta (y para más inri, ando mal de salud). Soy independiente, lo fui toda mi vida y escribo porque me gusta. Si alguien se siente identificado o le proporciono algún elemento para pasar un rato divertido o llenar una curiosidad, le estoy agradecido, aunque no me haga llegar el menor reconocimiento.)

Este 1 de junio, en el que se cuentan ya 4 años desde que se puso punto final al Gobierno de Rajoy, han pasado muchas cosas: la crisis sanitaria, la crisis económica, la crisis energética y, ahora, la guerra en Ucrania que es una guerra en Europa. Este ejecutivo tuvo que lidiar con graves problemas y sobrevive. Herido (quizá de muerte), pero vivo. El país está inmerso en una situación financiera muy delicada, preludio de dificultades muy serias para enderezar el timón económico, falto de impulso.

La desunión en la política (no solo dentro del Gobierno) alimenta también el descrédito internacional y la crispación nacional. La grieta catalana no se cierra se emponzoña y hiede. El asedio casi continuo al Jefe de Estado -que, sin apoyo del Ejecutivo, trata de construir una agenda interna de simpatías, empezando por lo sencillo-, la falta de control del Presidente de Gobierno sobre la mitad de sus ministros; una oposición que está en la construcción de una identidad creíble como alternativa de Gobierno, …

España tiene pasión por las crisis. Sobrevivimos, pero no sabemos cómo salir bien de ellas. Es parte de nuestra identidad colectiva, ir dejando plumas en cada batalla, perdiendo mucha energía en cada envite. Lástima. porque así no hacemos más fuerte España y la competencia es feroz.

Publicado en: Actualidad, España Etiquetado como: Abalos, Albares, Calviño, crisis, Iceta, Mariano Rajoy, Marlaska, ministros, Redondo, Ribera, Robles, Sánchez

Aumento de la crispación social

21 diciembre, 2021 By amarias Deja un comentario

Tenemos motivos sobrados para sentirnos incómodos con la actual situación.  Vayan aquí, a vuela pluma, algunos:

Una nueva oleada de ese virus del que seguimos ignorando casi todo (origen, forma de propagación, manera plenamente segura de defendernos de su contagio) está colapsando los centros de atención primaria y las urgencias de los hospitales. Le han dado un nombre a su variante, aunque esta cuestión semántica ha venido a causar aún más inquietud sobre la población, de nuevo preocupada por la posibilidad de ser infectados y por la sospecha de que las vacunas, incluso con las tres dosis y contrariamente a lo asegurado inicialmente por las farmacéuticas, no ofrecen total garantía de resistir al contagio.

Son ya muchas las aulas de primaria y secundaria que han tenido que cerrarse provisionalmente para cumplir con los protocolos de la mal llamada cuarentena, que ha sembrado, de golpe y porrazo, con nuevos problemas de logística y de prevención a miles de familas, con muchos progenitores afectados por el teletrabajo. Las comidas y cenas de empresa, las copas de Navidad, las reuniones familiares, se están viendo reducidos a la mínima impresión. Cuando se celebran, las medidas adoptadas (improvisadas, incoherentes, a veces estrafalarias e ilógicas) son más bien producto de esta esquizofrenica colectiva que de la sensata orientación realizada por microbiólogos (Por cierto: esta profesión, como la de vulcanólogos, parece estar aprovechando la crisis, sobre todo, “para aprender mucho”).

Qué decir de la política, convertida en una plataforma de inestabilidad y preocupación. No hay consenso ni voluntad de tal, y la deriva hacia dos bloques, enfrentados entre sí, con los partidos afines y, posiblemente, con el mundo en general, debe preocuparnos. La bipolaridad es mala consejera de acción, pues evita los grandes acuerdos y los que se producen -como está demostrado por el cierre en falso de la colaboración gubernamental entre el PSOE, Unidas Podemos, la CUP y el PNV- aumenta la tensión y reduce las disponibilidades de Tesorería para que las disfrutemos todos, aplicándose dineros a las exigencias egoístas de los partidos minoritarios-

En el Parlamento, las apariciones de ministros y representantes de la oposición, se han convertido en expectáculo de malos actores. La oposición de derecha como de ultraderecha se ve por los partidos de la izquierda y ultraizquierda como anclada en el franquismo, y cuanto dice o argumentan se le califica como surgido de la nostalgia, la ignorancia, o el rencor; no pocas veces se llama fascistas a sus representantes. Pero, a la inversa, cuanto hace o dice el presidente de Gobierno, sus ministros o los portavoces de los partidos que conforman el conglomerado (sin duda, pintoresco) de la coalición que nos gobierna, es erróneo, resulta oscuro o ininteligible o es producto de una incompetencia manifiesta, si seguimos a los portavoces de la otra bancada.

No voy a poner más ejemplos, que cada uno puede encontrar en lo que esté viviendo en la empresa, en la oficina, en las Adminsitraciones, en encuentros (por fortuna, casi siempre solo verbales) entre quienes se empeñan en mantener posiciones discrepantes, fuera de todo raciocinio o discusión sensata. Por no decir de esas hordas de descerebrados que, a la primera, como si fueran mercenarios del caos, rompen cristales de comercios, vuelvan contenedores o queman neumáticos, sin importarles plantear batallas campales con las fuerzas del orden.

Una anécdota, para reforzar a qué parecemos dispuestos a llegar. Hace un par de días, estábamos manteniendo una conversación en una cafetería con unos amigos y dos mujeres, cada una con el adorno de su propio perro, se pusieron  en la mesa de al lado. Uno de los perros se puso a ladrar de forma ininterrumpida, causándonos evidente molestia, tanto que nos impedía seguir hablando en tono normal. Mi esposa rogó a la señora propietaria que hiciera callar a su perro, pues nos estaba importunando. La respuesta fue,: “Está en su derecho”. Yo le repliqué, en mi mejor tono, aunque sin ocultar mi sopresa por la salida de pata de banco: “¿Insinúa Vd. que el derecho de su perro es molestar con sus ladridos? ¿No tiene Vd. autoridad sobre su perro para tranquilizarlo?”.

Se produjo un silencio, que solo quedaba roto por los ladrillos estridentes del maleducado chucho. Como si hubiera estado meditando una réplica contundente, aquella amiga del muy especial derecho animal, fijando su mirada en mí, me espetó: “Es Vd. un impresentable. Un sinvergüenza”, dejándonos a todos -incluso a la que la acompañaba a ella- estupefactos.

No tuve más remedio que pedir la cuenta y decir a mis amigos que debíamos cambiar de aires, por el bien de mis arterias coronarias.

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: coronavirus, crisis, crispación, derecho de los perros, gobierno, oleada, Omicron, pandemia, parlamento, partidos políticos, perro

Activar la economía con ideas

3 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

Aún sumergidos en el fango de la pandemia vírica, con un Gobierno torpe en ideas aunque excesivo en aparatosidad y una oposición con ganas de tomar el relevo pero sin ofrecer alternativas convincentes, creo legítimo preguntarse qué expectativas tiene España para recuperar el ritmo anterior al colapso económico provocado por el ataque de la Covid 19, una vez que se consiga erradicar con credibilidad el riesgo de contagio, barrer las cifras de mortalidad y abrir las fronteras -comarcales y nacionales- hacia el maná del turismo, que es nuestra única tierra prometida.

No estará de más recordar, para empezar, que a finales de 2019 -antes de que el virus procedente de China nos provocara la mayor convulsión a la economía y a la movilidad y satisfacción personal que conocieron las generaciones de la postguerra-, España estaba aún en recesión. Por tanto, la recuperación de niveles anteriores a la crisis vírica implicará, también, para resultar efectivo y no una engañifla sin perspectivas de duración, enderezar y acelerar el ritmo de crecimiento de la economía.

Labor difícil, si el único empeño consiste en repetir el modelo, aunque se adorne con una panoplia de buenos deseos y falsas oportunidades, empaquetados en el formato de medidas sostenibles, ambientalmente protectoras, apoyadas en nuevas tecnologías de las que en nuestro país somos consumidores y no fabricantes.

Hemos leído hasta la saciedad que se necesita aumentar la productividad y, con la boca más pequeña y desde algunos sectores académicos. que es imprescindible modificar la gran dependencia del turismo (incluido en el término, la hostelería, la restauración, el ocio, etc.) e incrementar el peso industrial en el PIB.

En relación con los fondos comunitarios que deberán ayudar a la reactivación (¡y que deberemos devolver, de una u otra forma!) se discute, sin concretar suficientemente los objetivos, la forma en que esos dineros han de servir para impulsar nuevos proyectos (y no sostener temporalmente a caída de los que están gravemente dañados, tapando sus agujeros contables), servir a la recuperación de las empresas existentes (y no solo favorecer a las multinacionales o a las que tienen capacidad autónoma para revivir y crecer, sino a las pequeñas empresas y autónomos que cumplen una función estratégica para cubrir necesidades de consumo). Poco debate ha habido, si alguno, para decidir si los dineros no deberían canalizarse preferentemente hacia sectores concretos, estratégicos, y no por estar especialmente relacionados con la protección ambiental, o la sostenibilidad, sino por ubicarse en el desarrollo de actividades basadas en las nuevas tecnologías y las que aún están por definir o crear (con el alcance que la imaginación que queramos dar a una terminología tan ambigua).

Con humildad, me atrevo a indicar que no es la productividad lo que hay que impulsar con preferencia, sino la creatividad. La efectiva creatividad. Los españoles tenemos fama de imaginativos, pero nos falta ese paso posterior al proceso mental,  que implica poner en realidad lo que se nos ocurre.

Escribo, por supuesto, con la intención puesta en las ideas que ayuden a crear empleo y riqueza. Para dar ese empujón desde el escenario de las musas al mundo de lo concreto, se necesita, obviamente, dinero, dotar de suficientes medios económicos al creativo y no condenarle definitivamente si fracasa, pues de su empeño depende la mejora de nuestras perspectivas de futuro.

Pero no es suficiente el dinero, porque la realización práctica de una idea -¡y no cualquier idea!-precisa de orientación y conocimientos empresariales, de gestión, de finanzas, de planificación, de mercado. El genio solitario que, con empeño personal es capaz de sacar de la nada una empresa de éxito, pertenece prácticamente al mundo de la ficción. Es, en esencia, una leyenda urbana.

Me parece que las Universidades (en especial, Las Escuelas y Facultades técnicas) y las Academias encargadas de explicar a los discentes el mundo de las oportunidades de negocio -que tanto predicamento han obtenido, por títulos que dan barniz pero raras veces sirven para dar cobertura-, debieran cumplir aquí un papel mucho más relevante que la simple emisión de recetas, lecciones magistrales o casos de empresa que se dan una vez en la vida. Intuyo, por las salidas de la caja negra de los proyectos empresariales salidos de las Universidades y las Escuelas de Negocio, que los egresados no están capacitados o mentalizados para emprender sus propios negocios. Y deberían estarlo, y cuanto antes.

Las propuestas de nuevos emprendimientos debieran venir, a chorros, de los centros educativos de élite. Los docentes -en colaboración y estímulo con sus discentes- deberían poner el énfasis en detectar y proponer proyectos realizables, que impulsaran la creatividad y la voluntad de autoempleo de sus alumnos. Los trabajos de fin de carrera (grado o máster), las tesis doctorales, los equipos de investigación formados en esos centros, deberían orientarse a la detección de oportunidades, proyectos, inventos, aplicaciones que permitan crear nueva empresas o potenciar las existentes.

Puede parecer que la idea no es nueva. Lo es, sin embargo, en cuanto a su realización práctica. Pocas son las directrices emanadas desde las cátedras docentes que respondan, verdaderamente, a ese propósito de aplicabilidad para resolver problemas concretos. Cuando de una cooperación eficaz entre profesores y alumnos surgen proyectos de ese tipo, que generan empresas concretas, hay que felicitar y promocionar, difundiéndolas y dotándolas de medios, esas iniciativas.

Tenemos campos donde actuar: en el desarrollo de nuevos materiales, fármacos y tratamientos médicos más eficaces, productos alimentarios más gustosos (¿qué pasa con la investigación del sabor umami?) y mejor orientados a las necesidades personales (dietas, atención a enfermedades, preferencias, costes, etc.), robots con mayor versatilidad y enfocados a resolver fabricaciones específicas, diseños más atractivos, cómodos y baratos, en la mejora de la rentabilidad de terrenos agrícolas, en la reducción del consumo ineficiente de agua y otros recursos, en la programación de los servicios públicos, la conservación alimentaria, la reducción de costes con incremento de resistencia, aislamiento o cualidades ergonómicas, etc.

Por supuesto, hay mucho que analizar y resolver en la investigación de nuestros recursos naturales, en la preservación ambiental, en el perfeccionamiento del modelo de las ciudades, en el aprovechamiento y estímulo de las capacidades intelectuales de los niños y jóvenes, en el análisis y puesta en práctica de soluciones para mantener activos y eficaces a los colectivos hoy marginados de los sistemas productivos. Etc.

En España hay mucho recurso improductivo, demasiada gente con ganas de trabajar y colaborar en el emprendimiento colectivo que no encuentra momento ni sitio. Hay que saber orientar esa necesidad, superar esas carencias. Es responsabilidad de todos encontrar el método para la incorporación de ese potencial de ideas, esfuerzos, creatividad y ganas que está improductivo.

No, no es solo cuestión de aumentar la productividad. Hay que dar cauce a la creatividad, impulsar la generación de proyectos viables desde el conocimiento de la realidad. La mejora de la enseñanza, la facilitación de medios económicos a los proyectos, la orientación de sectores y necesidades que precisan impulso y satisfacción, son vías necesarias. El impulso a la iniciativa privada y el apoyo público no discriminatorio son factores imprescindibles para que el mundo de las ideas baje al mundo de las realidades.

 

 

Publicado en: Actualidad, Economía, Empleo, Empresa Etiquetado como: agricultura, covid, crisis, economía, empleo, empresas, nuevos materiales, propuestas de activación, tecnología, umami

Elogio y servidumbre del centro

4 enero, 2021 By amarias Deja un comentario

El año que se nos ha ido (2020) nos ha dejado varias preocupaciones de entidad, que corresponderá resolver lo antes posible, para evitar que los daños sean tan profundos que haga irrecuperable, no ya la situación de partida, sino un nivel de satisfacción social y económico que no signifique la ruptura del modelo.

Por supuesto, la superación de la pandemia es la urgencia más acuciante. Hasta la aplicación masiva de las vacunas contra el virus invasor y alcanzar ese deseado “nivel de protección de rebaño”, no llegará a los mercados la tranquilidad suficiente para garantizar la recuperación.

Con un panorama tan grave, la economía no es actualmente el motivo principal de preocupación. A nivel tanto individual como colectivo (a salvo de algunos descerebrados) el temor a sufrir el ataque de la Covid y resultar gravemente afectado, cuando no pasar a engrosar el número de fallecidos gravita como un fantasma y cuestiona el alcance y calidad de la asistencia sanitaria, la capacidad organizativa de la administración para garantizarla y, en fin, el eficaz comportamiento protector frente a esa amenaza.

La multiplicidad de posturas de los gobiernos central y regional para defenderse de la pandemia, tratar reducir el número de contagios y, en lo posible, evitar el colapso de la economía, ha abierto debates, sobre lo que de hizo  bien, mejor, o muy mal. Los gansos de cada Capitolio, alzando su griterío,  siguiendo las directrices marcadas por el pesebre, han alabado unos gobiernos, denigrado otros y, en fin, contribuido a generar intoxicación sobre el ciudadano medio.

A salvo de aquellos cuya convicción ideológica sea tan fuerte que les impida valorar la realidad y analizar la calidad y eficacia de las alternativas, parece razonable concluir que carecemos, a estas alturas de la crisis pandémica, de un procedimiento realmente efectivo para garantizar con total seguridad que el virus no nos ataque individualmente. Y la incertidumbre se mantiene cuando todo parece anunciar que nos encontramos ante una tercera ola de la pandemia, de programación más veloz y capacidad de contagio mucho más agresiva.

No creo que nadie ponga en duda la poca información fidedigna sobre la forma de protegerse individualmente contra el virus. Me permito hacer unas pocas preguntas, para poner en evidencia que no existe una respuesta ciudadana única, en la interpretación individual de la ciencia oficial: 1) ¿Cada cuanto se debe cambiar la mascarilla y, por tanto, cada cuánto cambia su protección cada una de las personas con las que nos cruzamos en la calle o coincidimos en el restaurante o en el transporte público?  2) ¿A tenor de la variedad de mascarillas que se ofrecen en el mercado, cuáles son las realmente eficaces? ¿Cómo se controla y garantiza su homologación? 3) Admitiendo que lo importante es controlar la secuencia de contagios a partir de un foco ¿Por qué es más grave reunir a diez personas que a seis o a sesenta y siete?  4) ¿Cómo garantiza que los teatros, restaurantes y comercios, estén libres de virus? ¿Quién lo controla? 5) ¿Cuál es el actual procedimiento más eficaz para conseguir curar -si esta palabra puede usarse con propiedad- a un enfermo grave de Covid? ¿Existe un protocolo común a todos los centros hospitalarios? ¿Y para derivar a un paciente desde los centros de atención primaria? 6) ¿Cómo se lleva y llevará el control de los vacunados en primera y segunda dosis? 7) ¿Qué porcentaje de vacunas (actualmente, todas de doble implementación) y, en particular, la de Pfizer que debe conservarse a muy baja temperatura hasta ser administrada, pero no se puede volver a congelar, se pierde por falta de coordinación o por no acudir los convocados a la cita de vacunación? 8) ¿De verdad, es admisible aceptar que las mascarillas que llevan la ciudadanía, a parte de su homologación primaria, tienen el mismo grado protector? (algunas parecen haber criado hasta gusanos).

La terrible disparidad ideológica que sufrimos en España, con un gobierno central de izquierdas que, a cada paso, demuestra su carácter bicéfalo y algunos gobiernos regionales -los más significativos, el de Madrid y Galicia-, de orientación hacia la derecha, nos hace cuestionar, una vez más que significa realmente, ser de izquierdas o derechas. Es imposible identificar los viejos principios de acción ideológica en ninguno de ellos. A Ayuso y a sus consejeros les acusan quienes molesta que gobiernen en Madrid, de favorecer a la empresa privada. A Sánchez y a los ministros del PSOE sus detractores les tachan de mentirosos y falsarios. Hay que dejar aparte a Iglesias y a sus ministros (incluido el desvaído Garzón), por supuesto, cuyo único ideario parece ser conducirnos de forma rampante al modelo de una república cubano- bolivariana, con similar esquema de liderazgo.

Echo de menos al centro, ya sea centro izquierda o centro derecha. Políticos capaces de pensar y actuar de forma global, integral, sin estridencias y con eficacia. Gentes que no son devotas de Hayek ni de Marx, pero saben de qué se trata. Que conocen los entresijos de la economía y no espantan al potencial inversor. Que reconocen sus debilidades y potencian sus fortalezas, sin engañar ni engañarse. No me gustan los extremos, porque la polarización conduce -siempre, según la Historia- al desastre.

Ha sido una desgracia para España que Ribera (Alberto) y Sánchez (Pedro) hayan perdido el norte de la necesaria sintonía. Costará mucho recuperar ese centro sobre el que hacer pivotar la política y la economía, si es que se consigue.

Hasta entonces, aconsejo no quitarse las manos de la cabeza. Sí, cambiar cada cuatro u ochos horas las mascarillas, airear los espacios y aguardar pacientemente a que nos llegue el turno para ser vacunados…con suerte, dentro de un par de años, salvo cambio de estrategia.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Ayuso, centro, covid, crisis, económica, Hayek, Marx, Podemos, PSOE, Ribera, Sánchez, vacuna

Transición patológica

18 noviembre, 2020 By amarias Deja un comentario

El mes de noviembre está dedicado a las patologías derivadas del cáncer genitourinario masculino y, concretamente, de los tumores malignos de próstata y testículo. En el marco de una corriente de concienciación hacia la necesidad de dedicar mayores recursos a la investigación del cáncer y, especialmente, de las modalidades específicas del varón, miembros afectivos a la plataforma virtual Movember, en número creciente desde hace ya 21 años,  recogen aportaciones en las cuentas corrientes abiertas al efecto. Como signo del compromiso, los participantes en este movimiento solidario se dejan crecer, a lo largo del mes, el bigote.

Cierto que, como enfermo grave de esta enfermedad, sometido a un tratamiento severo que me debilita en extremo, estas cuestiones de la patología médica me preocupan y hasta obsesionan a veces. Solo que, consciente de mi banalidad, de mi fragilidad y de la verdad de mi efímera existencia, en los momentos en que mi dolencia disminuye, no puedo evitar elucubrar sobre la evolución de esta grave crisis mundial, que parece estar abarcando, atenazándolos como una hidra de múltiples brazos, los principales elementos de nuestra sociedad.

Solidaridad, ética, sentido de la vida, evolución, desarrollo, medio ambiente, recursos, técnica… Pocos son los elementos que, si nos fijamos en ellos, no parezcan controvertidos. La situación general invita a pensar que nos encontramos en un período de transición, aunque resulta imposible saber hacia dónde. La pandemia de la Covid ha cambiado brutalmente nuestras vidas -al menos, en la parte occidental del globo terráqueo-, generando miseria, incertidumbre, enfermedad y muerte. Hemos modificado nuestra posición respecto a los demás. El otro ha pasado a ser visto como un peligro potencial, alguien del que conviene mantenerse alejado: puede aportar riesgo de contagio, incluso mortal. Como no sabemos exactamente cómo se propaga el maligno, los sistemas de protección aparecen confusos. Tampoco la posibilidad de una vacuna se acaba de concretar en el corto plazo, envuelta en inseguridades, especulaciones financieras, falsedades y prisas.

La situación en España no invita precisamente a mantener la calma. La población tiene otras preocupaciones al margen de la política; la necesidad de subsistir toma primeras plazas y son muchos -¿cuántos?- los que necesitan asistencia social, ayuda para aguantar. Miles de comercios han cerrado para siempre.

Es lamentable advertir que, lejos de servir para unir fuerzas ante la adversidad, la sociedad se ha polarizado. No culpo especialmente a la estrambótica coalición de gobierno, porque igual me parece deplorable el distanciamiento de los partidos de la llamada derecha entre sí y con la estrategia singular seguida por el equipo de Sánchez. Falta todo respeto a la palabra dada, al compromiso electoral, a la coherencia. El resultado es el progresivo endeudamiento del país, nuestro descrédito internacional, el avance hacia la ruina.

La necesidad de encontrarse cómodo en las soluciones y no recrearse en el problema, trae como consecuencia que muchas personas -no necesariamente por causas ideológicas, también por razones intuitivas- se aferren a una doctrina concreta, a un dogma, a una creencia, en la idea de que será salvífica. Encuentro más personas polarizadas que antes. Convencidos tanto de que algo está muy bien como de que lo contrario es abominable.

Tendamos puentes. Tenemos la obligación de tenderlos. Porque para pasar al otro lado distante de una barranca profunda, no sirve el salto. Arrojarse al vacío con solo el bagaje de una mochila con destornillador, martillo y sacacorchos, no garantiza más que el descalabro. Hay que generar pontones, tirar lianas, enlazar fortalezas,  desde ambos lados. Y cruzar con cuidado.

 

Publicado en: Actualidad, Medicina, Política Etiquetado como: crisis, enlaces, gobierno, liana, movember, Sánchez

¿A las puertas del infierno?

22 octubre, 2020 By amarias 8 comentarios

El Ministro Illa, responsable de la cartera de Sanidad en el todavía Reino de España, acaba de anunciar -en una corta entrevista radiofónica en Onda Cero, a las nueve de la mañana del 22 de octubre de 2020- que estamos a “las puertas del invierno” y que, según los expertos que le asesoran (propios y de ajenos), serán necesarios por lo menos seis meses, para que alguna de las vacunas que se investigan contra el coronavirus, superados los controles que demuestren su carácter eficaz y, al mismo tiempo, inofensivo, pueda ser distribuida entre la población en número suficiente.

Muy optimistas me parecen, dentro de su dramático contexto, esas previsiones, cuando no tenemos, ni de lejos, controlado el avance del virus estamos asistiendo a la imposición de confinamientos cada vez más severos. Y me parecen terriblemente precursoras de una crisis económica aún más profunda, de la que no van a salvarnos unos miles de millones de euros europeos, cuyo destino aún desconocemos y cuyo coste real ignoramos.

Me resulta fácil hacer el juego de palabras con las palabras de Illa y poner de manifiesto que nos esperan períodos aún más difíciles de lo previsto. Con más de un millón de personas ya contagiadas en España (un 2% de la población total) y en el grupo de cabeza de afectados, junto a países que nos superan ampliamente en población, seguimos preguntándonos, en realidad, porqué hemos sido distinguidos por la pandemia.

Nuestros sabios y políticos (desde a Luis Enjuanes a Margarita Del Val y desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijoo) ponen el énfasis en que parte de la población no respeta distancias, organiza fiestas multitudinarias sin llevar mascarilla y tenemos muchas más unidades familiares que agrupan a jóvenes y ancianos que el resto de países europeos, como consecuencia del alto paro juvenil y del carácter salvador de las pensiones a las maltrechas economías, que hace de aglutinador de entidades familiares con más miembros que la media europea.

No quiero que se me juzgue de conspiranoico ni escéptico integral, pero mis escasos conocimientos de sociología comparada me sugieren que deben existir más factores que nos empujan a los españoles al lado feo de la pandemia. La sobrecarga de la asistencia primaria (afición desmedida a visitar el centro de salud por ancianos) y de los servicios de urgencias (por catarros, luxaciones, otitis, fiebres infantiles y heridas superficiales), la escasez de facultativos de calidad por cada mil habitantes (no pocos de los mejores se han ido a los países ricos y ya no podemos convencerles de que vuelvan) han de contar entre los factores, supongo. (1)

Pero ni siquiera esa enumeración, bastante obvia de factores de culpabilidad no individuales, me satisface la inquietud por saber qué nos está pasando.

Y como no tengo perro que me ladre ni lazo que me sujete, echo a volar mi imaginación y atribuyo como causa principal de nuestra desgracia colectiva, esa que nos está sumiendo en la peor crisis económica y social desde la postguerra civil, el que somos un país desorganizado, desestructurado, inconsistente, falto de liderazgo y ayuno de ilusión colectiva.

Esto en estos momentos siguiendo (con una atención disminuida, desde luego) el Debate de la moción de censura de Vox. Oigo, sobre todo, insultos, descalificaciones, improperios. Falsedades. Distribuidas entre los intervinientes de todos los grupos, más concentrados, sí, en unos portavoces que en otros, aunque me parece detectar que, más que corresponder a un programa ideológico, a una coherencia, descansan en las habilidades dialécticas y en la capacidad para improvisar insultos.

Estamos a las puertas del infierno. Estoy mirando una reproducción del maravilloso complejo escultórico de August Rodin con ese nombre. Una obra inacabada, aunque nadie lo diría observando su fuerza. Una amalgama de cuerpos que se precipitan al vacío, arrojadas desde el Paraíso.

Me apetecería que los políticos a los que hemos tenido que votar para que nos guiasen a un mundo mejor, nos ofrecieran soluciones constructivas, hicieran desaparecer la crispación, impulsaran la creatividad y la formación de empleo, cumplieran con los propósitos de aumentar los esfuerzos en investigación y formación. Todos, en sus programas, defienden aparentemente lo mismo, aunque, por la experiencia ya amplia de su comportamiento, sabemos que muchos de ellos, desgraciadamente, solo pretendían su bienestar personal.

Me resisto a pensar que estemos a las puertas del Infierno. No podemos, no debemos estarlo. Que este Invierno nos saque a todos a una primavera radiante, solidaria, prometedora de una España seria, pujante, respetada internacionalmente, sin extremismos ni experimentos secesionistas ni comunistoides, más propios de paranoicos sociales que de experimentados e instruidos hombres y mujeres que, independientemente de sus profesiones y trabajos, de su formación y base ideológico, quieren avanzar unidos.

Me esperan a mi, personalmente, varios meses de duro tratamiento oncológico. Ignoro si podré superarlo, pero me aplicaré, con buen ánimo, a salir a flote de mi particular invierno. Espero encontrar, a la salida de este proceso, una España mejor, más unida, valorada internacionalmente, libre de todos los virus que ahora nos afectan y emponzoñan.


(1) Hago una precisión a posteriori, a las nueve del día 22.10.2020. Tenemos en España buenos facultativos, con una dedicación vocacional que, en especial en las dotaciones de la Sanidad Pública, se puede calificar de sacrificada hasta más allá de lo deseable, ya no solo por ellos mismos, sino por la atención que se ven obligados a proporcionar a los pacientes. Faltan profesionales, no andamos sobrados de medios ni los actualizamos en la medida deseable y, desde luego, necesitamos elevar sus salarios. No podemos sostener una Sanidad a base de sacrificios personales, presumir de su alta capacitación sin realizar suficiente investigación y sin darles tiempo y oportunidad para la continua formación que demanda el continuo incremento de la tecnología sanitaria. Creo que, dentro de las prioridades, aumentar los honorarios, eliminar su precariedad laboral y reducir su jornada de trabajo es imprescindible. Estamos invitando a médicos, enfermeras y ayudantes de enfermería a que, una vez que adquieran experiencia en la Sanidad Pública, se vayan a la empresa privada, emigren o disminuyan su dedicación y empatía con el paciente tratando de aplacar su malestar.

 

 

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Política Etiquetado como: Abascal, Casado, coronavirus, crisis, españa, Iglesias, Illa, infierno, invierno, moción de censura, política, Sánchez, Vox

Nos guarde Dios

28 agosto, 2020 By amarias 5 comentarios

Está claro, incluso para el lector más distraído, que el titular de este comentario hace directa referencia a los conocidos versos de Antonio Machado: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

La situación por la que atraviesa nuestro pequeño país -aún más recortado en su dimensión comparada por la terrible afición al genocidio cultural, empresarial y hasta afectivo que es marca de clase de nuestro empobrecido ambiente social- es muy dura. No necesito siquiera detallar los muchos problemas que nos acongojan, basta con enumerarlos para que cada uno ponga el énfasis donde le parezca mejor: crisis pandémica, económica, política, ética, médica, técnica, investigadora…

Pero, sobre todo, lo que más nos está afectando es el desánimo. Languidecen los ánimos generales, y los rostros, ocultos desde hace meses por las máscaras, nos convierten a la mayoría en extraños, en fantasmas que vagamos por las calles con miedo a encontrarnos con alguien conocido, porque cualquiera puede ser portador del virus que mata.

Nuestra sociedad está poseída por el desconcierto y el miedo, aunque lo principal que diagnostico es que se encuentra aletargada, desanimada hasta límite de la paranoia, exangüe como quien viene sin fuerzas de una batalla que ha perdido. Salimos de casa lo justo para comprar alimentos o para ir y venir del trabajo -quienes aún lo tienen-, pero hemos renunciado al abrazo de la familia y los amigos, a las salidas al teatro o al cine, al restaurante y al ocio.

Ah, no es esa limitación ambulatoria lo que me parece más importante. Lo grave es que se ha perdido fuerza para expresar las opiniones, han decaído los foros de discusión, vamos camino de la uniformidad viscosa que produce el estar cociéndonos en nuestra propia salsa ideológica y sentimental. Nuestra desorientación, lo monocromo de las opiniones que recibimos sobre los hechos nos está polarizando. La televisión y la radio, los únicos medios de información que entran en nuestras casas y monopolizan nuestros cerebros nos va uniformizando, agudizando la polaridad de las creencias. Estamos en el camino de ser A o B, favorables al Gobierno o contrarios, rojos o azules, monárquicos o republicanos, necios de un lado o del otro.

Es ya un tópico enunciar que tenemos un Gobierno falto de iniciativa e ideas, incompetente y falaz por parte de una sección importante de la población. Cierto que la papeleta con la que le ha tocado lidiar a este Gobierno frankestein, con más ministros que iniciativas, es dura. Ha cubierto la incapacidad y las dificultades de encontrar solución a los problemas, con ocultación y mentiras, ahorrando explicaciones y haciéndonos mirar al dedo antes que a la luna. No lo aplaudo sin más, porque, en lugar de tender puentes, buscando la colaboración con las fuerzas de los que disienten pero están dispuestos a colaborar, profundiza en el disenso, aumenta la concordia.

¿Estaríamos mejor si el manejo de la situación correspondiera a la oposición? No lo creo. El ánimo pendenciero es contagioso, se ceba en sí mismo, y en lugar de manejar ideas, se expresan improperios. Los partidos de la oposición -en especial, el Partido Popular- vociferan continuamente el “así no”, pero no oigo propuestas elaboradas, que sean válidas por la contundencia de su elaboración y  la fuerza de la idea que los impulsa. ¿Formas de crear más empleo? ¿Maneras de atajar el crecimiento de los casos de pandemia entre nosotros? ¿Vías de esperanza para soportar la tensión emocional que nos agarrota?. No las hallo, sólo ideas generales, peticiones de principio y de confianza en temas que supondrían cooperación y no esgrimir los garrotes.

La tensión recíproca llega hasta el punto de abandonar a su antojo, como apestados, a nivel regional e incluso municipal, a la corporación que tiene la responsabilidad de gobierno, criticando su incapacidad con saña. La fórmula es la misma: zaherir y menospreciar al que dirige, desde la oposición, del signo que sea ésta.

¿Ayuso y Almeida se equivocan en lo que hacen en la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid?, ¿Illa y Celáa yerran y carecen de capacidad de liderazgo? La capacidad para generar críticas se autoalimenta incluso en la coalición de Gobierno de España, en donde parecen haber encontrado la forma de coexistir, para destruirse, maneras de gestionar España.

Estamos en épocas de mudanza, por decirlo de manera suave y la práctica teresiana y la costumbre aconsejan gran templanza. No es la prudencia lo que domina. Más bien, la voluntad de sacar la cabeza con el exabrupto correspondiente, para que los correligionarios aplaudan. En Barcelona, la corporación de la ciudad condal, como si no tuvieran problemas graves que resolver, han censurado al Rey de antes, eliminando sus honores y tratándolo de apestado, acogiéndose, supongo, al derecho que les da la pureza de su propia sangre y trayectoria. La república, como ente casposo y sin la pureza que debería acompañar a toda opción de gobierno seria y decente, toma posiciones aquí y allá, que e conducen, cada vez con más fuerza, a la anarquía y al desorden. El revisionismo incompetente domina la esfera política, mientras nos hundimos más hondo.

Después, o por encima de todo, está el virus. No quiere irse esta Covid 19, que está encantada de habernos conocido, de haberse encontrado con una colectividad amiga de la juerga, del jolgorio, del contacto social intenso, y que cuenta con suficientes individuos para mofarse de cualquier consejo o medida profiláctica. No vale lo que les digan ni expertos en virología, médicos, investigadores o pacientes. El empeño de esos pocos, pero suficientes, para conseguir que nos situemos en las primeras posiciones del ránking de contagios, de enfermos graves, de fallecidos es insuperable.

No soy un adivino, por supuesto, pero vaticino que con la vuelta al cole viviremos una escalada de casos de contagio, habrá que cerrar escuelas y colegios, uno tras otro, y tendremos un otoño-invierno vigilando nuevamente las cifras de evolución de la pandemia, hasta alcanzar esa cresta del pánico que, ojalá, nos coja mejor preparados sanitariamente.

Ayer, uno de los oncólogos del Ramón y Cajal donde me tratan de mi cáncer metastásico, me comunicaba que este mal que habita en mí, había empezado de nuevo a moverse, a reclamar su lugar en mis preocupaciones. Como en esas obras teatrales en los que todo va mal hasta que alguien llega con la varita mágica de la componenda feliz, sube para mí la tensión en este rompecabezas maligno.

Aunque, como hace décadas que no me creo el centro del mundo (abandoné la idea interesante cuando tenía cinco años), estoy seguro que, tarde o temprano, España encontrará una vía de escape de esta hiperpandemia, vírica, económica y social. Saldremos con heridas y destrozos, pero saldremos. Entretanto, mantengo helado el corazón, y confieso que no sé de qué lado cojeo. No es que una facción me guste más que otra; no me gusta ninguna. Los dos costados me duelen por igual. Las dos Españas me hacen daño.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: coronavirus, crisis, desorden, españa, gobierno

Demasiada incertidumbre

10 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

La situación española tiene tales incertidumbres que me parece un ejercicio de mínima responsabilidad social comentar aquellas que me aparecen como de mayor relevancia.

Desde luego, en primer lugar, por su carácter pandémico y su propagación aún misteriosa y sin tratamiento eficiente conocido, hay que situar al coronavirus. Se están produciendo nuevos brotes en casi todas las localidades españolas que hacen temer la difusión generalizada de los contagios, reproduciendo la situación que se generó en marzo de este año.

Ciertamente, se conocen algunas peculiaridades del comportamiento vírico, y se dispone de medios de detección precoz de la enfermedad. Posiblemente no se producirán ya muertes por trombosis (como sucedió, lamentablemente, por desconocimiento de la afección a la coagulación sanguínea), y no parece posible que se produzca el colapso de las unidades de vigilancia intensiva, porque se reducirá el número de intubaciones de los enfermos más graves. Tampoco es probable que los facultativos penalicen a los pacientes de más edad, en beneficio de los más jóvenes, si hubiera que elegir, por insuficiencia de medios hospitalarios.

Las vías de contagio son múltiples: reuniones familiares o sociales, ausencia o deficiencia en el uso de mascarillas y en los controles higiénicos en locales comerciales, menosprecio hacia las medidas sanitarias por muchas personas (de toda edad y condición, aunque reconociendo que mi observación no tiene valor estadístico alguno, principalmente, jóvenes, extranjeros, fumadores y grupos de amigos).

La crisis pandémica ha arrastrado la económica y su reincidencia hundirá aún más una economía que no se ha recuperado en absoluto, a pesar del desconfinamiento. El turismo, motor económico de primeras velocidades, no acaba de arrancar, y las ocupaciones en hoteles, restaurantes y lugares de ocio son muy bajas o nulas. Los sectores industriales, en especial los dependientes de los mercados exteriores, se encuentran aún paralizados o con un lento resurgir de la actividad anterior. En consecuencia, las cifras de paro se acercan a los cuatro millones y, de producirse el temido “rebrote”, aumentarán, con consecuencias sociales dramáticas.

En esta situación, sorprende que la posición del Gobierno esté orientada, en lo esencial, a la expectativa de fondos europeos, que no serán gratis, sino que obligarán a adoptar medidas muy duras en cuanto a impuestos, restricción de gastos público, pensiones y focalización de los apoyos a sectores productivos concretos. El necesario impulso a la investigación como motor de desarrollo, oxímoron clásico al que no se ha atendido nunca con seriedad, no producirá, obviamente, efectos a corto plazo y, por tanto, es muy probable que sea marginado -a pesar de las intenciones confesadas- dando ventaja a medidas de más inmediato efecto social.

La desconexión entre los miembros del gobierno, formado con representantes de dos facciones políticas con muy diferentes intenciones y argumentario, es un elemento más de incertidumbre. De muchos ministerios no se sabe nada relevante de su gestión. La parcelación de viejas carteras para atender a satisfacciones de egos y acuerdos carentes de propósito relativo al bien común, es motivo de desorden en las directrices (las que haya), falta de coordinación entre funcionarios, y desconcierto en los sectores que deberían impulsar y ordenar con su actividad.

Un elemento de incertidumbre adicional, cuyas consecuencias al respecto de la imagen de España es fácil deducir, afecta a la persecución política y mediática del anterior jefe de Estado. El “rey de antes” D. Juan Carlos, está sufriendo una grave exposición personal, que pretende hacer olvidar la excepcional función de valedor de la democracia, que representó, en lugar preferente, el establecimiento de la forma de Estado como monarquía parlamentaria .

La escalada del deterioro propiciado a la institución monárquica,  ha tenido elementos bien orquestados, no por la legítima opción republicana, sino por grupos que pretenden la destrucción del orden social, es decir, la revolución. Se une a esta situación, la hipocresía y egoísmo de la clase dirigente y un pésimo manejo de la crisis monárquica, por la propia Casa Real, el gobierno y la valoración de los principios éticos (o la falta de ellos) por los que se mueve nuestra sociedad.

Resultó ya sorprendente el juicio y encarcelamiento del yerno del Rey Juan Carlos, Ignacio Urdangarín, víctima de un encarnizamiento que, lejos de venir a reflejar la necesidad de puridad de las actuaciones de la Familia Real y sus adláteres, dejó al descubierto un flanco débil en el siempre misterioso mundo del uso de la influencia de quienes detentan poder para conseguir beneficios económicos. Nadie se alzó para defender a Urdangarín, y todos parecieron tirar piedras contra él, como si estuvieran libres de pecado.

(continuará)

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: coronavirus, crisis, economía, Monarquía

Ahonda la crisis, que sea el Parlamento (Soneto)

28 mayo, 2020 By amarias 3 comentarios

95

Ahonda la crisis, que sea el Parlamento
incapaz de llegar a algún acuerdo,
absortos diputados en el cuento
de entrar a los temas con pie izquierdo.

No desperdician, tercos, el momento
de llamar al contrario torpe o lerdo,
satisfechos de un tono tan violento
que deja solo peleas de recuerdo.

Con tanto grito y bulla va en aumento
de nuestro pobre pueblo el desconcierto
y por causa del burdo ensañamiento

se desperdicia la ocasión de acierto.
y en los huecos que dejan toma asiento
el polvo que levantan del desierto.

28 de mayo de 2020

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

Publicado en: Actualidad, Poesía, Política Etiquetado como: angel manuel arias, coronavirus, crisis, parlamento, sonetos desde la crisis

Necesito mirar con esperanza (Soneto)

18 mayo, 2020 By amarias Deja un comentario

89

Necesito mirar con esperanza
el futuro que aguarda, no ya el mío
que tengo poca cuerda en esta danza:
el de juventud que bebe de este río.

Seguro que volverá la confianza
a resolver las crisis y el hastío,
pero no apuesto suceda sin tardanza
ya que en los medios dispuestos desconfío.

He tenido mucha suerte, y al costado,
pues, aunque me faltara patrocinio
no dudé en alcanzar buen resultado

al dar a fe y sudor el predominio
con que vería esfuerzo compensado.
Ignoro hoy los valores del dominio.

18 de mayo de 2020

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía, Política Etiquetado como: angel manuel arias, coronavirus, crisis, sonertos, sonetos desde la crisis

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