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Porqué en Catalunya. Primera entrega

20 octubre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Cuando aún no se ha apagado el fuego de Cataluña (ni mucho menos) y a riesgo de patear sobre terreno inseguro, mi tendencia a tratar de explicarme, en la única vida que tengo -con los conocimientos e información de que dispongo-, las razones y sinrazones que se mueven a mi alrededor, me apetece, en el libre ejercicio de mi facultad de pensar, comentar por qué se ha presentado, precisamente en esa región europea, el tremendo conflicto social, institucional y legal que nos tiene tan ocupados (y preocupados) a la inmensa mayoría de los españoles y, dentro de esa categoría semántica, a la totalidad de los habitantes de esa región.

La situación de singularidad sentida por los catalanes viene generada y alimentada, como todos los nacionalismos, por el sentimiento de creerse especiales. Es una sensación estupenda, y contagiosa: al poco tiempo de vivir en Cataluña, es altamente probable que cualquier desplazado de su región de origen empiece a sentirse catalán. Contribuye a ello, desde luego, la lengua -que, en los últimos decenios, se ha impuesto en las escuelas con un pulido gramatical encomiable que la ha hecho homogénea en todo el territorio y se ha convertido en la primera lengua de la región-.

Pero lo que más y mejor contribuye es la posibilidad de encontrar empleo, y mejorar en él, si te confiesas como catalán y hablas catalán. La Televisión local ha cumplido una función central en la alimentación del espíritu de singularidad catalana. No está asociado a la difusión de la cultura -aunque se debe reconocer que importantes escritores, pintores, artistas y científicos han desarrollado su labor en Cataluña-, porque ni hay más catalanes sabios, ni creativos, ni inteligentes, que los que proporciona el porcentaje de población. Lo que sí existe en Cataluña, y desde hace tiempo, una defensa -económica, social, divulgadora- de cuanto se hace en Cataluña.

Y eso es importante. Los naturales o incorporados de otras regiones españoles no tienen ni ese apoyo endógeno ni se sienten animados a declararse como “nacido en”. No lo consideran un valor en sí mismo. No tienen la creencia de ser un pueblo elegido por la divinidad, como lo pueden ser los judíos o los radicales islamistas. Pero si eres catalán, ¡ah! es distinto…¡qué envidia! ¡Es que los catalanes hacen cosas! (como si los que no somos catalanes, o los que no son catalanes y viven en Cataluña, no hicieran cosas, y muy buenas y, en ocasiones, mejores).

(continuará)

Archivado en:Cataluña Etiquetado con:catalanes, Cataluña, creadores, creativos, judíos, región

¡Por Dios!

9 julio, 2014 By amarias Dejar un comentario

Israelíes y palestinos se encuentran de nuevo enzarzados en una escalada de violencia de un conflicto que no tiene solución, porque no es cuestión de diálogo, sino de principios. Y cuando los principios son inamovibles, de poco vale que los que asisten a la exhibición de intransigencia exhorten a que se pongan de acuerdo los que se confrontan.

El antiguo responsable de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Javier Solana, actualmente Presidente de EsadeGeo (Center for Global Economy and Geopolitics), ha expresado que ese nuevo incidente en las estériles relaciones de ambas colectividades, “no conducirá a nada”, lo que ha de interpretarse, no como una frase diplomática, sino como una conclusión nacida de su amplia experiencia en asistir a empecinamientos políticos, tratando de mediar entre quienes tienen clara su voluntad de no entenderse.

¿Por qué ha de ser así? Existen, como un análisis elemental puede poner de manifiesto, discrepancias religiosas, que solo pueden servir a los que creen todavía que la religión es un fundamento y no una excusa. Los judíos se creen descendientes de Isaac y los musulmanes pretenden serlo de Ismael, los hijos mitológicos de Abraham, habidos, respectivamente, con su esclava Agar y con su esposa Sara, y a los que Jehová, o Alá, en tiempos en los que los dioses hablaban con los humanos, encomendó de manera suficientemente oscura la construcción de la genealogía para su futura encarnación en el descabellado propósito de darse un paseo por nuestras miserias, sellando ese pacto con una acción realmente singular, es decir, estrambótica: ordenando que se cortara el prepucio a los descendientes varones.

No voy a adentrarme más en la narración bíblica, salvo para recordar sin mayor énfasis que uno de los hijos de Isaac fue Jacob (Israel), que tenía un hermano gemelo, Esaú, al que le gustaban mucho las lentejas y con el que compartía, al menos, un exagerado carácter pendenciero, pues peleaban ya desde el seno materno.

Poco que ver el cuento divertido con la complicada historia geopolítica que se tejió en torno a Palestina, aunque se podría adivinar por él, pero no justificar, los cientos de años de esclavitud y persecución que sufrieron los judíos, ni se encontrarán atisbos del juego descarado al que se sometió por las llamadas potencias occidentales, el territorio del cercano Oriente, ni hay preludios del genocidio nazi durante la segunda guerra mundial y, mucho menos, del estrambótico reconocimiento como nación de Israel, dándole un trozo de la tierra prometida, fabricando un parche sin futuro en una zona rodeada por musulmanes. Hay tanto escrito sobre la cuestión que es imposible resumirlo y no menos difícil, comprenderlo.

Los israelíes han conseguido, con la ayuda de los Estados Unidos, convertirse en una potencia militar, capaz de mantener a raya a los países árabes que la circundan y, no solo eso, apta para aventurarse en incursiones bélicas gracias a las cuales ha ido ampliando el espacio de su asentamiento. Los palestinos, empujados a una mísera dependencia económica del próspero estado israelí, -adobados también, por su parte, pero en mucha menor cuantía, con circunstanciales ayudas norteamericanas y subvenciones de subsistencia surgidas de aquí y de acullá-, se han convertido en un pueblo empobrecido, dividido y aislado: sus razones se ven como apestosas, su resistencia, inútil, las discrepancias entre sus líderes forman parte del folclore mundial, y, lo que es gravísimo, sus derechos -a la libertad, a la tranquilidad, a la construcción de una economía autosuficiente-, son ignorados sin despertar el menor sentimiento de culpabilidad ajena.

Los hechos recientes no son más que una consecuencia de algo que, en 1938!, la clarividente pensadora judía Simone Weil, inteligente cosmopolita renegada de sus raíces semíticas, ya veía como la prolongación de la sempiterna conflagración por hincar banderas en ese territorio estratégico.

Para Israel, atento a cualquier excusa, el asesinato de tres adolescentes judíos atribuido -de forma poco creíble- a miembros de Hamás, justifica hoy las represalias, el lanzamiento de misiles sobre Gaza, e incluso la movilización de 40.000 reservistas “dispuestos a defenderse” de quien no tiene capacidad de ofensa suficiente. Es decir, los dirigentes israelíes se declaran dispuestos a invadir otra vez las tierras que añoran como expansión de su Estado consentido.

David esgrimiendo la honda frente a otro David armado con torpedos de cabeza atómica y cohetes antimisiles.

¡Por Dios! ¿No seremos capaces nunca de contener los impulsos destructivos de la especie humana contra sí misma, allí donde afloren? ¿A qué necesitamos apelar, no para entendernos -en Israel y Palestina como en cualquiera de los múltiples lugares del planeta Tierra en donde la Humanidad se está destruyendo a sí misma, apelando a la religión, es decir, a la economía y a la ambición de unos pocos, escudada en designios de Aquel que, cuando le hacen hablar, los que no estamos en la procesión no sabemos interpretar lo que quiere decir?

¿O es que no hay quien, como yo -y otros que tienen más elementos que yo para analizar lo que nos pasa- entienda que hay que dejarse de una vez por todas de hacer atribuciones fuera de nuestra capacidad de actuación, y reconocer que mientras los que dirigen lo sustancial de lo que nos tiene que pasar sigan, en realidad, adorando a Belcebú-dinero, no tenemos solución?

Aunque momentáneamente parezca a los que las promueven y a los que creen obtener beneficio de aplastar a otros, tantas guerras y guerras, …no conducen a nada.

Porque nada es destruir lo creado por nosotros, una y otra vez, hasta que sea la última.

 

Archivado en:Actualidad, Internacional, Sociedad Etiquetado con:conflicto, guerra, Hamás, historia, Israel, judíos, palestinos, Solana

La prueba siria

5 junio, 2013 By amarias2013 2 comentarios

No estoy entre los sorprendidos de que Bashar Al Assad esté obteniendo creciente apoyo entre la población siria. Es el resultado de la valoración pragmática, por parte de los ciudadano sirios de los resultados a que conduciría la victoria de una u otra de las facciones armadas que han puesto al país en la situación de guerra civil.

Una simplificación del conflicto nos llevaría, desde el análisis de las ideologías religiosas que se han decantado como parte del argumentario bélico, a pensar que se están enfrentando simpatizantes de Hezbolá (“El partido de Dios”), que apoya al régimen, con revolucionarios en los que Al Qaeda (“La base”) habría cobrado un papel relevante.

No es despreciable esta conclusión, pero habría que añadir que las llamadas potencias occidentales en este conflicto han tenido un papel no solo relevante, sido crucial. Se puede advertir, desde la actual perspectiva y conocimiento de los hechos, que el confuso itinerario de la posición internacional respecto al régimen de Al Assad, ha provocado esta polarización. Y ha dejado desvelado, en un estriptís deplorable, el juego de conveniencias en el que se desarrolla la combinación de una torpe estrategia geopolítica, con una diplomacia de medio pelo, dirigida por intereses económicos directos y, por tanto, rastreros, melting pot en el que se ha incorporado, como ingrediente aglutinador, la información preconcebida con la que se analiza desde occidente la realidad socioeconómica del mundo árabe, que se vincula, obstinadamente, con bases religiosas y anti-judías.

Pero no es así, al menos, para quienes nos acercamos al conocimiento del Islam sin prejuicios, y lo entendemos como una fórmula, religioso-política, de identidad para una amplia porción de la población mundial, que no se ha hecho ningún esfuerzo verdadero por integrar en el concepto, -abstracto, aunque dinámico- de desarrollo económico.

Siria es hoy, por ello, como lo fue a su nivel España en la guerra civil de 1936-1939, un escenario de prueba. de tanteo, entre los intereses económicos occidentales y una, aún imprecisa, propuesta de cambio de gestión de la realidad del mundo islámico.

Al Ashad es un personaje creado y apoyado por Estados Unidos y Europa, educado en los exquisitos modales del papel cartón que representaron una democracia ficticia, y que, de pronto, es abandonado por sus propios ideólogos, ilusionados de repente, (pero también, asustados), por las consecuencias de no estar aupados en la ingenuamente llamada primavera árabe, considerada un motor de cambio pacífico, con base popular, moderna e innovadora, y que llevaría, dirigida hábilmente desde dentro, a los países del norte de Africa a una hipotética democracia mejor, esto es, más acorde con la filosofía occidental del término.

No ha sido así, porque no podía ser así. Ha tardado en verse, pero se ha acabado percibiendo que en el levantamiento contra Al Assad no había exactamente deseos de mejora democrática, sino una maniobra rentabilizada desde el fervor revolcionario para poner un pie jihadista más sólido en esa zona de Africa, en un país que cuenta con grandes riquezas naturales, una población importante y una situación estratégica.

Que las dos partes del conflicto estén utilizando armas químicas, que ambos contendientes se comporten vulnerando derechos humanos, que los argumentos de los dirigentes de uno y otro bando sean similares, con acusaciones recíprocas y difundiendo parecidas ideas panfletarias, de odio y resistencia, es normal en toda guerra de intereses.

Ahora los representantes del Pentágono -esto es, la OTAN-, que jamás reconocerán que se han equivocado, hablan de la necesidad de resolver el conflicto con la aplicación de criterios políticos y económicos. Puede ser demasiado tarde, porque ya ha quedado puesta en evidencia una realidad: el mundo estará siempre abocado a separarse en dos bloques. Siria es una prueba.

Como lo fue, salvando ideologías y distancias, el comportamiento internacional con la España republicana en los albores de la Segunda Guerra mundial. Que ganase el gobierno legítimo entonces o una facción levantisca del Ejército no tenía que ver, como creían muchos combatientes civiles, -impulsados a participar en la contienda por sus convicciones religiosas o sus deseos de mejora económica en un determinado sistema político-, con la mejora para ellos de las condiciones de vida.

Tenía que ver con el control de la economía y la ambición de los grupos de poder por obtener más libertad para hacer lo que a ellos les convenía. La matanza de judíos por parte del gobierno nazi no fue importante para movilizar la oposición a Hitler (lo sería después, como argumento para condenar definitivamente al régimen).

Reducir el conflicto a contraposición de argumentos chiítas o sunitas, es una manera más de enmascarar los verdaderos intereses desde los que se contempla, desde las potencias occidentales, un conflicto que han consentido y, en gran medida, propiciado.

Archivado en:Economía, Internacional, Política, Religión Etiquetado con:´Hezbolá, Al Assad, Al Qaeda, armas químicas, chiítas, españa, guerra civil, intereses, judíos, OTAN, Pentágono, Siria, sunitas

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