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Venezuela en el foco mundial

2 febrero, 2019 By amarias 1 comentario

Mañana, día 3 de febrero de 2019, se cumple el plazo impuesto por algunos países de la Unión Europea, entre ellos España, para que Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, convoque elecciones o reconocerán a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente interino con el apoyo de una parte de la población, como máximo mandatario del país.

Se ha generado una situación extremadamente complicada en el país, que parece preludio de una guerra civil. La confianza de Guaidó y quienes lo apoyan desde dentro -al parecer, varios millones- es que el Ejército venezolano se mantenga neutral, aceptando como buena la promesa del presidente interino de que no se realizarán cargos ni se tomarán represalias contra los militares que no apoyen a Maduro. Ese deseo no va a cumplirse, aunque han aparecido algunas fisuras entre los altos jefes de la república bolivariana.

Pero el presidente Maduro sigue agrupando en su entorno a la mayoría de la cúpula militar, formada, sin duda, `por estómagos agradecidos, que han expresado en sus apariciones públicas y en algunas declaraciones privadas, que apoyan al incalificable sátrapa, un endiosado personaje, manifiesto incompetente para dirigir un país, pero experto en latrocinio de los bienes públicos en beneficio propio y de sus secuaces y poseedor de un verbo fluido, incendiario y voluntariamente indocumentado, que se ha evidenciado muy capaz para movilizar a millones de individuos, muchos de ellos sin formación ni información, crédulos con cuanto emana de la dicción con cuño de soflama del déspota sin escrúpulos.

Podía extenderme en calificativos -no precisamente laudatorios- respecto a la personalidad y actuaciones del presidente Maduro y, en la línea de juzgar como antidemocrática su voluntad de perpetuarse en el poder, cuestionar su legitimidad como presidente de un país al que ha estado esquilmando de los resultados de su mayor riqueza natural (el petróleo).

Sin embargo, lo que me pregunto hoy, ahora, en la fecha llena de simbolismo para el pueblo venezolano del dos de febrero, en que están convocadas sendas manifestaciones encaminadas a demostrar al mundo y, sobre todo, a los sufridos naturales de ese hermoso país, que tanto Maduro como Guaidó cuentan con el mayor respaldo popular, es ¿por qué el mundo “civilizado” ha creído llegada la hora de tomar postura respecto a la terriblemente deteriorada situación venezolana, capitaneada por la hiperinflación, la hambruna y el descrédito de su gobierno militar?

Otros analistas con más información que yo podrán responder, seguramente, con mejor tino y mayor acierto a la cuestión. Yo, simplemente, estoy convencido de que Guaidó y los venezolanos que le apoyan desde el exilio (también algún destacado líder de la oposición a Maduro, exiliado, represaliado o encarcelado, del que Antonio Ledezma, Henrique Capriles y López  de Mendoza  aparecen como más significados) han conseguido,- antes de actuar en una maniobra que pretende desestabilizar el régimen del tirano del que muchos Estados supuestamente defensores del mundo civilizado y demócrata, el plácet del gobierno norteamericano de Donald Trump.

El apoyo de la Unión Europea, lamentablemente, resulta, por las declaraciones de algunos mandatarios europeos, una vez más incapaces de ponerse de acuerdo, haber sido buscado tardíamente, a contrapié y construido de forma improvisada, lo que explicaría, que no justifica, su carácter heterogéneo y friable.

El en otras ocasiones desconcertante Donald Trump (cuyo único lema de acción, si existe, ha explicitado con la aporía: America first, entendiendo por América, solo Estados Unidos, por supuesto), ha echado mano de una lógica militar al afirmar, ante el hecho consumado de Guaidó de haber encendido las mechas de la simpatía o rechazo ante su levantamiento cívico, que “no excluye ninguna actuación” al respecto. En lenguaje paladino: “no solo te animo a tener firmeza, amigo Guaidó, sino que estoy dispuesto a apoyarte con lo que haga falta, incluso a riesgo de involucrarme en un conflicto armado”.

El descuido  premeditado del consejero de Seguridad Nacional John Bolton -curiosa denominación la de su puesto para quien se ha puesto en primera línea de las declaraciones contra Maduro- dejándose ver con dos líneas de su bloc escolar, en la que todos pudimos traducir  “5.000 tropas a Colombia”, alimenta la deducción de que los grandes Estados Unidos de Norteamérica están preparados para una intervención armada en Venezuela: la frase sería un aviso para los navegantes que apoyen a Maduro.

Vaya, pues. Los asesores de Trump saben bien que, además de la fuerza propia, (bien educados sus mandos y muchos de sus efectivos en la fidelidad que dan los garbanzos garantizados), Nicolás Maduro,  cuenta con la intendencia y el saber militar sobre el terreno de miles de curtidos militares cubanos, hoy destacados en el país amigo, que forman un contingente preparado, no para luchar en el exterior, sino para defender con las armas, si fuera preciso, el orden tiránico del sátrapa.

No va la cuestión de ideologías (el régimen putrefacto del Sr. Maduro carece de ellas),  sino de la capacidad de persuasión de la bota puesta sobre el cuello del pueblo inerme sometido, emanada de un grupo armado y entrenado para apoyar un régimen que se ha especializado en aprovechar el poder para apropiarse de los beneficios del petróleo, cambiando dólares por boliviaranitos sin valor. ¿La fórmula? Controlar la información exterior, perseguir toda oposición y utilizar como álibi eficaz la eficaz cortina de humo que proporciona a las vísceras sentimentales la figura del “enemigo yanqui”, paradigma del capitalismo más apestoso, según el manual chavista.

Permanezco atento a la pantalla, porque no veo claro el desenlace. Preciso: no veo un desenlace sencillo, salvo que Maduro y parte de su cúpula más significada fleten un avión y se vayan con su viento fresco y los ojos cerrados de la opinión internacional a algunos de los paraísos fiscales en donde han ido amontonando, sin empacho ni vigilancia exterior,  el dinero hurtado a su país.

La posición del Gobierno español, concediendo un plazo de ocho días a Maduro (que acaba el lunes, cuatro de febrero) para que convoque nuevas elecciones o reconocerá la legitimidad de Guaidó, al no contar con pleno apoyo de todos los Estados de la Unión Europea, aparece doblemente delicada: cabe preguntarse cómo se ha pensado actuar si el cuestionado presidente venezolano no se aviene (como bravuconamente ha anunciado) a aceptar la presión y…qué se pretende, en realidad, conseguir si el deplorable dictador convoca elecciones, que, como su anterior proceder ha demostrado varias veces, convertirá en un nuevo pucherazo, a despecho de los observadores internacionales.

Más aún. Incluso en el caso de que Maduro adopte el camino de tomar las de Villadiego, la cuestión que me hago es si se les prometerá impunidad o se les ofrecerá inmunidad frente al Tribunal Penal Internacional, por sus muy evidentes crímenes contra la población civil, a la que ha dejado, con ayuda de sus cómplices y palmeros, en la miseria. Venezuela está hoy necesitada de una recuperación de la estabilidad y el camino del progreso, surgiendo de un pozo tan profundo que solo se puede comparar (aunque, en este caso, con ventaja para Maduro) con los descalabros a la decencia y a la ética protagonizados por otros tiranos de parecido pelaje de adulterado doctrinario marxista-cristiano, próximos geográficamente (habitan en Nicaragua, Bolivia, Cuba, …)


Me gusta esta fotografía, con la que pretendo aliviar algo la tensión que me provoca, y provocará con seguridad a cualquiera interesado en Venezuela y en la paz mundial, el momento venezolano.

La he publicado ya en otra ocasión. Un zorzal común (turdus philomelos), que en Asturias conocemos como malvís, dedicado a devorar el fruto del tejo, uno de sus predilectos proveedores de alimento, allí donde se encuentra. Un ave pequeña más que su pariente el mirlo común, distinguible por sus motas ventrales y, en el amanecer y atardecer (sobre todo) de los días primaverales, identificable por el hermoso canto, lleno de notas vibrantes, de gran melodiosidad.

El fruto del tejo es dulce y sabroso (animado por mis amigos pueblerinos en mis días de vacaciones veraniegas, cuando maduraba, ya a final de verano, tuve ocasión de probarlo, temerariamente. Escupíamos las pepitas, venenosas, como lo son también las hojas del emblemático árbol de los celtas.

 

 

 

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Jerusalén

12 diciembre, 2017 By amarias Dejar un comentario

La declaración del presidente estadounidense Donald Trump “reconociendo” Jerusalén como capital de Israel, ha avivado las ascuas de la tensión entre palestinos e israelíes. No hay por qué engañarse, sin embargo. La gravedad del conflicto entre esas dos colectividades, tan desiguales en medios (económicos y, por ende, militares) y en apoyos internacionales -aunque muy similares en población (unos diez millones, si bien con amplia dispersión geográfica- tiene fecha de inicio (1917, declaración Balfour), varias de escalada (1948, 1972, …) y carece de perspectivas de solución.

El atractivo mediático de la manifestación del mandatario norteamericano proviene de su carácter de desafortunada, por inoportuna. Jerusalén es una tierra sagrada, por donde para las tres religiones monoteístas con más creyentes del globo tienen detectado un agujero negro de conexión con lo celeste. Allí están el Huerto de los Olivos, el Muro de las lamentaciones y el lugar en donde Mahoma fue arrebatado al cielo, emulando al profeta Elías. Si el Papa católico no se hubiera afincado en Roma, los devotos del Nuevo Testamento deberían reivindicar Jerusalén como el Lugar Sagrado por excelencia.

Las creencias religiosas son importantes, pero tener esperanza de un futuro en esta Tierra son imprescindibles. Los palestinos que aún resisten en el territorio, sufriendo la realidad de su impotencia para contener con tiragomas y soflamas el avance inexorable de Israel, encuentran en la declaración de Trump un argumento que les recuerda su humillación de pueblo menospreciado, subvencionado, constreñido. Palestina ni siquiera es un país es, para casi todos los Estados con mando en plaza, solo un “observador de las Naciones Unidas”.

Este Comentario no pretende recoger la Historia de Palestina, entremezclando episodios sobrenaturales con realidades existenciales míseras. Por supuesto, el abandono de la cuestión territorial para que se resuelva entre las dos colectividades afectadas, (incapaces ahora de convivir pacíficamente -las llamadas potencias se han encargado, durante más de un siglo, con Inglaterra a la cabeza, de hacer la convivencia imposible-), dejaría como vencedor a Israel, que posee la fuerza militar y el poder económico. Si el nuevo “día de la Ira” tuviese el seguimiento que reclaman algunos imanes enardecidos, solo resultaría en varios miles de jóvenes palestinos muertos contra algunas decenas de soldados israelíes, ante la impasividad general.

Aunque, como escribió Cicerón (Orator, 46 a.C.) “¿Quid enim est aetas hominis, nisi ea memoria rerum veterim cum superiorim aetate contexitur?” (“De qué vale la existencia del hombre si no se la pone en relación con la memoria de lo que hicieron nuestros antepasados?”).

De nada. Somos prisioneros, por nuestra limitación para ahondar en lo que nos trasciende, de lo que nos vincula al pasado. Por esa razón, Jerusalén -cargada de mitos y alegorías, pero con una Historia densa y veraz-, es imprescindible para árabes, judíos y cristianos. Y en estas fechas, en que se conmemora el nacimiento de Jesús, la ascensión al cielo de Mahoma o se renueva la esperanza de que el Mesías verdadero aparezca por esa ventana metafísica, Trump hubiera debido contener sus simpatías y su devoción hacia el grupo que lo hizo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

___

Un mosquitero común observa entre el ramaje de uno de los árboles que jalonan el recuperado paseo a las orillas del Tajo, en Toledo. Caía la tarde otoñal y yo, cámara en ristre, a la búsqueda de imágenes del siempre esquivo mosquitero musical, me topé con una pareja de estos acrobáticos pajarillos, revoloteando entre las hojas donde se refugian los insectos que les sirven de alimento.

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¡Por Dios!

9 julio, 2014 By amarias Dejar un comentario

Israelíes y palestinos se encuentran de nuevo enzarzados en una escalada de violencia de un conflicto que no tiene solución, porque no es cuestión de diálogo, sino de principios. Y cuando los principios son inamovibles, de poco vale que los que asisten a la exhibición de intransigencia exhorten a que se pongan de acuerdo los que se confrontan.

El antiguo responsable de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Javier Solana, actualmente Presidente de EsadeGeo (Center for Global Economy and Geopolitics), ha expresado que ese nuevo incidente en las estériles relaciones de ambas colectividades, “no conducirá a nada”, lo que ha de interpretarse, no como una frase diplomática, sino como una conclusión nacida de su amplia experiencia en asistir a empecinamientos políticos, tratando de mediar entre quienes tienen clara su voluntad de no entenderse.

¿Por qué ha de ser así? Existen, como un análisis elemental puede poner de manifiesto, discrepancias religiosas, que solo pueden servir a los que creen todavía que la religión es un fundamento y no una excusa. Los judíos se creen descendientes de Isaac y los musulmanes pretenden serlo de Ismael, los hijos mitológicos de Abraham, habidos, respectivamente, con su esclava Agar y con su esposa Sara, y a los que Jehová, o Alá, en tiempos en los que los dioses hablaban con los humanos, encomendó de manera suficientemente oscura la construcción de la genealogía para su futura encarnación en el descabellado propósito de darse un paseo por nuestras miserias, sellando ese pacto con una acción realmente singular, es decir, estrambótica: ordenando que se cortara el prepucio a los descendientes varones.

No voy a adentrarme más en la narración bíblica, salvo para recordar sin mayor énfasis que uno de los hijos de Isaac fue Jacob (Israel), que tenía un hermano gemelo, Esaú, al que le gustaban mucho las lentejas y con el que compartía, al menos, un exagerado carácter pendenciero, pues peleaban ya desde el seno materno.

Poco que ver el cuento divertido con la complicada historia geopolítica que se tejió en torno a Palestina, aunque se podría adivinar por él, pero no justificar, los cientos de años de esclavitud y persecución que sufrieron los judíos, ni se encontrarán atisbos del juego descarado al que se sometió por las llamadas potencias occidentales, el territorio del cercano Oriente, ni hay preludios del genocidio nazi durante la segunda guerra mundial y, mucho menos, del estrambótico reconocimiento como nación de Israel, dándole un trozo de la tierra prometida, fabricando un parche sin futuro en una zona rodeada por musulmanes. Hay tanto escrito sobre la cuestión que es imposible resumirlo y no menos difícil, comprenderlo.

Los israelíes han conseguido, con la ayuda de los Estados Unidos, convertirse en una potencia militar, capaz de mantener a raya a los países árabes que la circundan y, no solo eso, apta para aventurarse en incursiones bélicas gracias a las cuales ha ido ampliando el espacio de su asentamiento. Los palestinos, empujados a una mísera dependencia económica del próspero estado israelí, -adobados también, por su parte, pero en mucha menor cuantía, con circunstanciales ayudas norteamericanas y subvenciones de subsistencia surgidas de aquí y de acullá-, se han convertido en un pueblo empobrecido, dividido y aislado: sus razones se ven como apestosas, su resistencia, inútil, las discrepancias entre sus líderes forman parte del folclore mundial, y, lo que es gravísimo, sus derechos -a la libertad, a la tranquilidad, a la construcción de una economía autosuficiente-, son ignorados sin despertar el menor sentimiento de culpabilidad ajena.

Los hechos recientes no son más que una consecuencia de algo que, en 1938!, la clarividente pensadora judía Simone Weil, inteligente cosmopolita renegada de sus raíces semíticas, ya veía como la prolongación de la sempiterna conflagración por hincar banderas en ese territorio estratégico.

Para Israel, atento a cualquier excusa, el asesinato de tres adolescentes judíos atribuido -de forma poco creíble- a miembros de Hamás, justifica hoy las represalias, el lanzamiento de misiles sobre Gaza, e incluso la movilización de 40.000 reservistas “dispuestos a defenderse” de quien no tiene capacidad de ofensa suficiente. Es decir, los dirigentes israelíes se declaran dispuestos a invadir otra vez las tierras que añoran como expansión de su Estado consentido.

David esgrimiendo la honda frente a otro David armado con torpedos de cabeza atómica y cohetes antimisiles.

¡Por Dios! ¿No seremos capaces nunca de contener los impulsos destructivos de la especie humana contra sí misma, allí donde afloren? ¿A qué necesitamos apelar, no para entendernos -en Israel y Palestina como en cualquiera de los múltiples lugares del planeta Tierra en donde la Humanidad se está destruyendo a sí misma, apelando a la religión, es decir, a la economía y a la ambición de unos pocos, escudada en designios de Aquel que, cuando le hacen hablar, los que no estamos en la procesión no sabemos interpretar lo que quiere decir?

¿O es que no hay quien, como yo -y otros que tienen más elementos que yo para analizar lo que nos pasa- entienda que hay que dejarse de una vez por todas de hacer atribuciones fuera de nuestra capacidad de actuación, y reconocer que mientras los que dirigen lo sustancial de lo que nos tiene que pasar sigan, en realidad, adorando a Belcebú-dinero, no tenemos solución?

Aunque momentáneamente parezca a los que las promueven y a los que creen obtener beneficio de aplastar a otros, tantas guerras y guerras, …no conducen a nada.

Porque nada es destruir lo creado por nosotros, una y otra vez, hasta que sea la última.

 

Archivado en:Actualidad, Internacional, Sociedad Etiquetado con:conflicto, guerra, Hamás, historia, Israel, judíos, palestinos, Solana

Creo en la resurrección de los sueños y en un mundo mejor, amén

5 julio, 2014 By amarias 1 comentario

(Con este Comentario termino la serie de seis a los que he dedicado la confección de mi Credo tecnológico)

6. A modo de conclusiones

Las evidencias apuntan a que el conocimiento tecnológico más avanzado se concentrará (en realidad, se concentra) en pocas instituciones, en tanto que, a los niveles inferiores, las telecomunicaciones contribuirán a una rápida expansión y homogeneización de los conocimientos científicos, haciendo irrelevante su posesión, premiándose, en cambio, la disponibilidad de materias primas.

El papel de la mano de obra no cualificada será de manera creciente, irrelevante, generándose graves tensiones, a nivel global como local, respecto a la distribución de la riqueza y su disfrute. Las necesidades de ayuda social, incluso existencial, crecerán, y los Estados, de forma independiente, no podrán hacer frente a la resolución de los problemas generados por la combinación de desarrollo tecnológico, insuficiencia de trabajo disponible y presión reivindicativa sobre lo que se conoce como nivel de vida deseable.

La valoración de la situación es diferente por países, pues no cabe hablar de convergencia. En Alemania, por ejemplo, se advierte un crecimiento en la creación de empleo de muy alta cualificación (hasta un 25% de la población activa), en tanto que los empleos auxiliares (que no demandan especiales habilidades) se han reducido hasta un 15%. Muy diferente a lo que sucede en China, India, Pakistán, etc. Y bastante diferente a lo que se observa en España, empeñada en consolidarse como un país a remolque de las circunstancias.

Admitiendo que la celeridad en la asimilación de los conocimientos tecnológicos y la redistribución de los mercados, obligará a una adaptación constante, tanto de las estructuras como de aquellos que tengan empleo, no puede pretenderse que esa “versatilidad”, invocada continuamente por los políticos y analistas, sea posible para la gran mayoría. No depende tanto de la formación previa, ni siquiera de la actitud personal, sino de la orientación recibida. Deberíamos sacar consecuencias del exceso de peluqueros, cocineros, camareros, expertos en lenguajes informáticos obsoletos, empresarios de bares y mercerías arruinados, etc. Se les ha impulsado a un fracaso personal y económico, porque se les ha hecho abrigar esperanzas en lo que estaba vacío.

Es imprescindible que los empresarios, las representaciones sindicales y las instituciones políticas de todo orden se pongan de acuerdo en objetivos comunes. No los tenemos en la actualidad: ¿despido libre? ¿mini trabajos? ¿formación continuada? ¿ruptura definitiva entre la Universidad y el mundo real? ¿disminución de las prestaciones sociales a golpe de martillazos en el modelo existente? ¿incremento de impuestos a las clases medias para sostener el estado “social y de derechos”?…

Tenemos un tejido industrial con múltiples deficiencias, pero lo tenemos y tiene elementos muy aprovechables, que hay que poner en valor y saber potenciar. Se han de promover constantes reuniones (la palabra “reunión” está adulterada por el uso, pero no tengo otra forma de referirme  a encuentros dinámicos de trabajo), en las que se pueda plasmar el intercambio de información, la voluntad de coordinación, la transparencia en los objetivos y en la detección de dificultades y las conclusiones para apoyo recíproco.

La Administración no tiene por qué participar en ellas con voto, y ni siquiera con voz, pero debe de estar, y saber estar. Me produce sonrojo cuando, en un Congreso o Sesión en las que representantes de empresas exponen sus planes en ponencias por lo general muy bien preparadas, contando lo que hacen, sus sugerencias de solución a los problemas, etc., veo que los políticos que han realizado la inauguración de la Jornada se han marchado todos (principal y séquito), después de la intervención del Ministro o Secretario de Estado. ¿Tanto tienen que hacer? ¿Cómo se enteran de lo que pasa? ¿Por los periódicos?.

Habrá cada vez menos trabajo disponible, las cualificaciones cambiarán y las empresas no podrán garantizar el empleo indefinidamente. Los demandantes de empleo y la población actualmente activa ha de organizarse, y de manera diferente a como lo ha venido haciendo hasta ahora. El fracaso de las organizaciones sindicales en la detección del problema es notorio: se han preocupado de mantener el empleo y no por la creación, con lo que han sido testigos ineficientes de la corrosión de los fundamentos del sistema socio-laboral.

Es necesario, por tanto, la organización desde la oferta de trabajo, teniendo en cuenta la formación requerida, y las necesidades familiares y personales. Puesto que las empresas -las grandes empresas- no pueden garantizar los puestos de trabajo, los que lo necesitan para vivir han de plantear propuestas colectivas nuevas. Si la demanda de trabajo ha de ser a tiempo parcial, temporal y no indefinido y remunerado con criterios no transparentes, no se puede permanecer inactivo o con obsoletos esquemas desde la oferta, y hay que recuperar olvidados elementos de solidaridad, forzando a que el Estado se alinee en la defensa de los más débiles, no para argumentar junto a los que ya poseen.

No pretendo la originalidad de esta propuesta. La sustitución progresiva del tipo de empleado contratado laboralmente por la de un ofertante de prestaciones que negocia con las empresas o con la Administración el precio de las mismas, está cobrando creciente interés sociológico. Existen ya, como es bien sabido, empresas que se ocupan de la externalización de trabajos y servicios, franquicias, subcontratistas a precio inferior al que fue contratado el principal y otras que ofrecen una cartera de trabajadores a tiempo parcial. La modalidad de empresas que ofrecen solo trabajo y capacidad ha de crecer exponencialmente, y muchos de los actuales autónomos, deben organizarse para una oferta colectiva.

Y si se asumen todos los riesgos de los períodos en los que no se disponga de empleo (es decir, los no cubiertos por las prestaciones públicas), ese ofertante de disponibilidades tiene que organizarse y pensar como un empresario, no como un empleado… con todas las consecuencias: fijación del precio de sus servicios, potenciación de su capacidad, interconexión gremial, creación y selección de oportunidades, creación de oligopolios y soporte de estrategias, concreción de los espacios en los que se realiza la publicidad de las ofertas, modos de interconexión física y virtual de los miembros que forman las empresas de la oferta.

Creo, en definitiva, en un mundo mejor, reforzado por la puesta en valor de la versatilidad de ese tradicionalmente menospreciado factor de producción que es el trabajo. No me refiero al trabajo físico (al menos, no solo), sino, y sobre todo, al trabajo de alta cualificación, aquel que caracteriza la genialidad de la especie humana, que se ha de convertir en el eje de reconstrucción de las relaciones entre capital y empleo en el mundo global, si queremos que sea sustentable y no una fantasía de papel.

Así sea en España como en toda la Tierra, así en los países intermedios como en el cielo de la más alta tecnología. En defensa de la honesta distribución de las plusvalías generadas entre todos, de acuerdo con el trabajo, capacidades y oportunidades de cada uno.

(No hay por qué ocultar que esa defensa de posiciones es, por sí misma, revolucionaria. La superación de las ventajas circunstanciales que derivan del poder irregularmente adquirido, de la herencia descomunal de origen injusto, de las acumulaciones desorbitadas de beneficios obtenidas por razón de las ineficiencias del mercado o sus trampas, y, en fin, de todas esas espurias razones derivadas del azar, la corrupción histórica y no de los méritos propios, es revolucionaria. La forma de llegar al objetivo puede ser pacífica o violenta. Depende de la capacidad de liderazgo y convicción de los que se encuentren a ambos lados del conflicto)

Por la inteligencia. Amén.

FIN

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