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Trigésima Tercera Crónica desde el País de Gaigé

26 septiembre, 2022 By amarias Deja un comentario

Gaigé tiene sus propios problemas, pero la situación provocada por la guerra de Putin (Vladimir) al invadir Ucrania en febrero pasado impone sus ritmos y aumenta las preocupaciones. Esta semana, el sátrapa ruso ha anunciado la movilización de 300.000 reservistas y amenazado con la utilización inmediata de misiles de cabeza nuclear.

El reclutamiento forzoso de jóvenes (según parece, con especial predilección hacia las minorías étnicas rusas) está provocando conatos de resistencia en la población, con manifestaciones violentamente reprimidas y algunas detenciones.

La amenaza de lanzar ojivas con cabeza nuclear ha conseguido provocar  una dualidad de análisis por parte de los expertos en interpretar los movimientos del Kremlin.

En general, se está de acuerdo en que Rusia está perdiendo la guerra, sorprendida por la capacidad de resistencia ucraniana -potenciada sin rodeos por la OTAN y la mayoría de los Estados Europeos-. A esta situación inconcebible en origen, dada la desigualdad primaria de las fuerzas presentes en el conflicto, se ha unido la notable -y sorprendente- incapacidad de los Ejércitos rusos para moverse en una guerra convencional, con material obsoleto y militares mal preparados.

Hay quienes opinan que las amenazas de Putin serán cumplidas y que debería Europa prepararse para afrontar la catástrofe derivada de recibir en su suelo (se supone que, con mayor probabilidad, en una ciudad ucrania, pero no se debe descartar el ataque nuclear a otras metrópolis intermedias , si Putin pretende monitorizar la escalada de tensión, atenazando a Europa)  la terrorífica bomba capaz de provocar una mortandad superior a 300.000 personas. La respuesta y la escalada que se derivaría entonces apuntan a un escenario muy sombrío.

Mucho más esperanzadoras son las elucubraciones de los que aseguran que el jerarca ruso no tomará tan cruel decisión, cuyos contraefectos debe valorar y que, siguiendo su curso relativamente plácido, la guerra se prolongará durante varios meses, manteniendo el itinerario de la confrontación tradicional, de desgaste y destrucción del contrario asediado. Por parte ucrania, se anuncia que los aliados enviarán material más sofisticado y que no dejarán al asediado país en la estacada, lo que garantiza el mantenimiento de un statu quo beligerante, un tira y afloja imposible de asimilar desde la sensatez, hasta que el desgaste ruso obligue a abandonar su presa o el líder chino -que se mantiene en la sombra- imponga su criterio intrigante  de que “no es el momento”.

Aparentemente lejos del conflicto, en Gaigé han sucedido cosas que aventuran un otoño políticamente muy activo. Olona (Macarena), la líder de VOX que parecía formar uña y carne con sus colegas de partido, ha sido expulsada de esa formación -en un oscuro episodio de enfrentamiento transversal con Abascal (Santiago)- creando una grieta difícil de salvar en la tercera fuerza política de Gaigé.

No mejoran significativamente las expectativas de voto hacia el Partido dirigido por Núñez Feijóo (Alberto), si bien se consolidan los liderazgos regionales de Moreno (Juanma) y Ayuso (Isabel). En Castilla y León, la coalición de gobierno entre el PP y Vox sufre por la beligerancia verbal manifiesta en el hemiciclo vallisoletano del vicepresidente contra el diputado Igea, resto vivo y vivaz de aquel Ciudadanos que tuvo el sueño de gobernar España cuando Rivera (Alberto)  y Arrimadas (Inés) creían tener carisma indestructible entre los habitantes de Gaigé.

Las fiestas de la virgen de la Merced han revelado que en Barcelona, la ciudad condal, campan unos cuantos centenares de delincuentes que aprovechan la debilidad en el ejercicio de su autoridad, por parte del gobierno municipal, para generar caos, destruir propiedades y robar géneros. Esperan a que la inmensa mayoría se retire pacíficamente para tomar la calle, contando con que los Mossos llegarán tarde a cumplir con su deber de garantizar el orden o serán prudentes en aplicar medidas contundentes para no perturbar el silencio cómplice de los partidos de la izquierda ácrata que sostiene a Colau (Ada).

A nivel regional, Cataluña sigue perdiendo peso económico frente a Madrid y, más recientemente, frente a Andalucía. La soflama de Moreno (Juanma) animando a los empresarios con sede en Cataluña para que se cambien a Andalucía y aprovechen de las anunciadas rebajas fiscales que han anunciado, tiene un carácter simbólico, pero es cierto que las algaradas callejeras y el planteamiento independentista del Gobierno regional catalán, no cuentan como atractivo para inversores.

Más sagaz, el gobierno vasco, beneficiaria esta región -junto a Navarra- de una injusticia fiscal consolidada por el franquismo, guarda silencio independentista, ahoga pasando rápidas las páginas, los afectos hacia terroristas excarcelados y confesos y camina sobre el bienestar del trato preferente por encima de la crisis que agarrota a otras regiones españolas.

La polarización politica en Gaigé alcanza ya muy altas cotas. Las redes socials se llenan de insultos a líderes de uno y otro palo, junto a descalificaciones a periodistas a los que se atribuye sesgo e intencionalidad ideológica. Son exabruptos sin mayor fundamento,, alejados de cualquier debate constructivo, demostrativos de que, una vez más, se busca la confrontación y el insulto, como fórmula banal para ocultar las carencias propias.

Publicado en: Actualidad, País de Gaigé Etiquetado como: Gaigé, impuestos, País Vasco

Bimenes existe

26 noviembre, 2021 By amarias Deja un comentario

Bimenes es un pequeño municipio asturiano (solo tiene 36 km2 de superficie), muy cercano a Oviedo -a unos 30 km- – Ha vivido épocas de prosperidad con la minería del carbón y ahora camina, como la mayor parte de Asturias, en la senda segura de la decadencia. Tiene 1681 habitantes censados, cuando llegó a tener a mediados del siglo pasado, el triple. Su capital es Martimporra, aunque no estoy seguro si la despoblación no habrá convertido a ese lugar en un vestigio ruinoso del pasado.

A los nacidos en Bimenes se les llama yerbatos (que significa hierbajo, en asturiano), porque los que trabajaban extrayendo carbón llegaban al tajo con hierbas en la vestimenta y la boina, ya que se veían obligados a practicar el pluriempleo: debían atender al ganado cuando volvian a casa. En Melendreros, una aldea de Bimenes, nació uno de mis bisabuelos, Vicente Carrio, que fue emigrante a la Habana y uno de los personajes reales que incorporé a mi creación literaria “Con Vencidos”, una novela de 400 páginas que está esperando su publicacion.

Bimenes mereció aparecer en la portada de la edicición de El Mundo, el sábado, 20 de noviembre, porque su población volvió a confirmar su voluntad de declarar cooficial el asturianu. Esto motivó la publicación de una entrevista con el alcalde Aitor García Corte, del partido Asturianista, en el que expone sus razones, aunque he leído después -en un foro bablista- que ha expresado que está plagada de errores,y que contiene mala intención.

Aunque no tengo a la vista el periódico -está reciclado y no encuentro la reseña en internet-, recuerdo que el alcalde se refirió, enrtre otras cosas, al derecho de utilizar la lengua propia para reclamar ventajas de Madrid, tal como hacen los catalanes y los vascos desde sus gobiernos autonómicos. Si fuera por esa sola idea, me parece estupendo y legítimo: argumentar que se es diferente, que existe una nacionalidad propia, y utilizarla para reclamar atención, ayudas, subvenciones, en igualdad con otras regiones de España, aunque, en opinión que no estoy dispuesto a discutir, porque me siento profundamente asturiano, con mejores razones históricas.

Asturias es una pequeña región llena de cabezas pensantes, con una concentración de intelectualidad y esfuerzos que para sí quisieran muchas otras regiones, incluídas Cataluña y el País Vasco. Pero tiene un grave problema: no ha sido capaz de expresar unidad y , para mayor inri, tiene también en su naturaleza el orgullo de no saber ser pedigüeña. Ha tenido en su territorio dos grandes monstruos, de propiedad pública,  generados para solventar las necesidades en producción estratégica para toda España: la energía y laminados (me refiero, obviamente, a la siderúrgica Ensidesa y a la empresa creada en torno a la extracción del carbón, que aglutinó en Hunosa a varias explotaciones privadas en dificultades económicas). Su existencia generó otros monstruos más pequeños, que se han ido cayendo sin alternativa en la medida en que la  tecnología adquiría nuevos rumbos y las empresas públicas que los sustentaban se adelgazaron hasta límites insospechables y dejaron de comprar.

Que se sepa: el pequeño municipio de Bimenes tiene como hijos suyos a varios españoles ilustres. Es una demostración más de que Asturias es grande por sus hijos, aunque marginada y utilizada, según convenga, por los políticos de otras regiones. Uno de los yerbatos ilustres es Salvador Gutiérrez Ordóñez -otro coetáneo estricto mío, nacido también en 1948- es académico de la Real Academia Española (sillón “S”), eminente filólogo, alumno predilecto de Emilio Alarcos en la Universidad de Oviedo, en la que también dió él mismo clases. Salvador no cree en la necesidad de imponer la cooficialidad del bable (vaya detalle nimio), pero seguro que, aunque no se le ha preguntado, desearía que Asturias tuviera un puesto de relevancia en el desgraciado debate sobre las autonomías.

 

 

Publicado en: Actualidad, Personal Etiquetado como: Aitor García Corte, alcalde, angel manuel arias, Asturias, Bimenes, Cataluña, Con Vencidos, Ensidesa, españa, Hunosa, marginación, País Vasco, Real Academia Española, regiones, Salvador Gutiérrez Ordóñez, unidad, Vicente Carrio

Espectáculos de variedades (Primera parte)

7 noviembre, 2021 By amarias 1 comentario

Me gustaría ser considerado un divulgador.

No es fácil encontrar una definición al término que abarque la complejidad de las vertientes que toma la acción de divulgar (la RAE caracteriza este verbo, en su acepción más común, como “Hacer que un hecho, una noticia, una lengua, un conjunto de conocimientos, etc., llegue a conocimiento de muchas personas”).

No comprendo bien qué puede entenderse por divulgador de “una lengua”, aunque sí me parece que en la España pluralizada, con voluntad colectiva de desidia o decadencia, tenemos ejemplos dramáticos de la pretensión de rescatar una lengua, incluso reinventándola en parte, para convertirla, primero, en pasto cualificado de los académicos que conseguirán vivir de su trabajo de sistematización erudita, y luego, en pación general con la que adormecer, ofreciéndoles ventajas, a un número creciente de seguidores, llegando a convertirlos en fieles devotos del invento.

Si se analiza la cuestión sin apasionamiento interesado, se desvelará que este rescate de una lengua del camino inexorable del olvido, sepultada por la fuerza de las lenguas francas o dominantes, no sería posible sin el auxilio de una operación económica en la que confluyen, en animado contubernio, los intereses de las élites. No es una acción del pueblo, sino dirigida desde arriba.

Animados, sin duda, por el éxito de la operación de recuperar para uso común lenguas amenazadas con su fatal decadencia, como era el caso del catalán y, en mayor medida aún, del gallego y del euskera, un grupo de eruditos asturianos -contagiados en su ardor por lingüistas foráneos- han encontrado saludable para sus propios intereses defender la cooficialidad del bable, o asturiano, después de haber llevado a cabo la labor -de discutible mérito- de inventar buena parte de sus vocablos.

La pendencia lingüística está ya servida en mi región de origen, Asturias, pues son muchos los que encuentran aberrante, ridícula y hasta perniciosa para la salud mental, la cuestión de permitir la competencia del español o castellano, en los foros administrativos y universitarios, con esa lengua artificial que hoy nadie habla, incluso en los más remotos lugares de la geografía astur, allá donde pueda encontrarse el anciano más aislado en su braña.

Porque los asturianos lo que tenemos por común es una forma de hablar, una manera fácilmente identificable, que anima a la complicidad inmediata, con la que adornamos el castellano con un centenar de palabras propias y, sobre todo con un acento, un deje, una pose fonética, que nos hace sentirnos cómodos de ser especiales, o sea, distintos.

No necesitamos, a diferencia de los muñidores de los intereses catalanes y vascos, disponer de una lengua propia para situar falsos mojones en nuestro territorio. levantando fronteras donde no las había, con carteles (cada vez más visibles), que separen a los otros, “los españoles”, de nosotros, “la élite histórica”, un pueblo que se presenta como sojuzgado, marginado, abortado en su genialidad por ser obligado a ser parte de una colectividad de segunda clase.

La cuestión tiene connotaciones que serían ridículas si no se hubieran ya manifestado como terriblemente peligrosas, porque promueven la insolidaridad. No nos hizo falta (como tampoco le había hecho hasta hace pocas décadas, al catalán, gallego o vasco) usar, exagerándolas o forzándolas,  nuestras diferencias en vocabulario y acento para decirle al que viene de fuera que, si pretende vivir en nuestra comunidad, debería aprender a expresarse con nuestros términos, someterse a nuestras reglas de juego, mientras impulsábamos, como de mayor mérito, las creaciones de los “nuestros”. Asturias es tierra de acogida.

Jamás habíamos pensado en levantar una muralla con el lenguaje, para utilizarlo como plataforma cultural ficticia, demandar privilegios y subvenciones, reclamar el favor de la superioridad inventada de nuestro grupo, frente a la pretendida vulgaridad homogénea del resto.

(continuará con una Segunda Parte)

Publicado en: Sin categoría Etiquetado como: Asturias, bable, catalán, Cataluña, divulgación, euskera, gallego, lengua, País Vasco, solidaridad

Patrias multinacionales

30 junio, 2017 By amarias

Me habían recomendado, desde diversos frentes, que leyera “Patria”, de Fernando Aramburu, un éxito de ventas (best seller, para los anglófilos) en las Españas. Así que me apunté a la lista de proto-lectores de la bien surtida Biblioteca de Castilla la Mancha. Me llamaron al cabo de unas semanas para comunicarme que había quedado disponible un ejemplar y, aprovechando que Toledo siempre merece una visita, incluso con el sofocante calor, me acerqué a la ciudad imperial y recogí el libro.

Tenía, sobre todo, curiosidad. De Aramburu -prolífico autor, como aseveran las carátulas- solo conocía dos libros, que, desde mi petulancia crítica, juzgo desiguales: “La gran Mirivián” (infumable) y “Fuegos con límón” (más que notable).

Solo leí la cuarta parte de “Patria” (unas 160 páginas) y, a diferencia de lo que suelo hacer con la mayoría de los que alimentan mi voracidad lectora, no lo hice en transversal, sino de seguido. La novela está escrita en un estilo ágil, fresco y, por tanto, resulta entretenida para quien busque evasión, aunque el tema sea tan áspero y dramático como glosar los tiempos oscuros de ETA y de Euskadi.

No es un libro de Historia, ni de comportamiento social. Es un libro de entretenimiento, en el que se entremezclan algunos personajes históricos con los de ficción y en lo que, eso sí, el contexto pretende recrear las tensiones que se vivían y viven en las familias de esa región española como consecuencia de la convivencia de familias de asesinos y de asesinados.

Mi esposa, que posee la necesaria resistencia para enfrascarse con obras de otros, leyó “Patria” entera y me hizo el gran favor de resumirla, con la variedad de matices y colores que una empedernida e inteligente lectora como ella es capaz de dotar a su recensión.

Quizá deba responder a la pregunta de por qué no la lei yo mismo entera. En primer lugar, porque nos habíamos propuesto devolver a la Biblioteca el libro antes de volvernos a Madrid el lunes y tuve otras tentaciones para el fin de semana; la fotografía del macho de oropéndola con la que ilustro este comentario es prueba de ellas. Y en segundo lugar, porque no me apeteció.

El “Patria” de Aramburu se me descubrió una obra oportunista, más que oportuna. Tiene un aire de “dejà vu” (perdón por la pedantería francófona) , o mejor dicho, “dejà lu”, que equivale a “dejà vecu” (ya vivido). Presenta dos familias que viven y sufren en Euskadi, con un pincel austero, manteniendo cierta distancia emocional, aunque ese ardid literario no excluye que nos sintamos suficientemente enterados de por qué actúan, o han actuado los protagonistas del drama.

Un drama, el del País Vasco (las provincias vascongadas, para los escolares de los cincuenta y sesenta), que los mayores de este país hemos vivido con gran intensidad y que, para quienes habitaban en esas tierras de España, supuso tener que convivir durante décadas con la opción de estar junto a los asesinos o ser caracterizado como víctima propiciatoria.

Si tienen tiempo, léanse Patria. Los más ancianos de esta tribu no descubriremos nada nuevo, y seguramente echaremos de menos en el prolífico y ágil Aramburu, ya que se puso a ello, algo más de análisis crítico. Aunque posiblemente, no le corresponde a él, profesor de filología, hacer de historiador neutral de un período oscuro, miserable y tremendo de la postguerra civil de 1936-1939, que se convirtió en un pulso despiadado contra el Estado de derecho.

Patria, que es una novela, tiene pretensiones de no serlo. Desde esa intención de autor, podría ser caracterizada como una crónica reducida de episodios que se han sufrido con mucha más intensidad que comprensión en esta región de nuestra Patria mayor que es España.

Solo que ahí se revelaría su carácter falsario, porque el episodio real, del que toma sus principales buches literarios, es aún una crónica abierta. No habrá, espero, nunca más muertos injustos por paisanos del mismo pueblo y raíces (España), convertidos en asesinos a sueldo de intereses bastardos, enmascarados con la idea metafísica -patafísica- de que existe una Patria propia, una nación distinta a las demás, un pueblo singular, una Historia peculiar incrustada en el paisaje y el paisanaje colectivos.

Oigo hoy los gritos que se profieren desde Cataluña, por parte de algunos iluminados, en defensa de una Patria propia, una nación distinta a las demás, un pueblo singular, una Historia peculiar incrustada en el paisaje y el paisanaje colectivos, y un escalofrío me recorre la espina dorsal.

Yo quiero que seamos todos españoles, y si oigo a algún nacionalista de esas patrias pequeñas, decirme con aire condescendiente que Asturias, la región donde nací y tengo entronque familiar por muchas generaciones, también es un país, me sacudo de encima el incienso, porque yo desearía que avanzáramos hacia lo que nos une y haría solidarios, y no que nos enviciáramos en lo que nos hace pequeños, hurgando en aquello que creemos nos hace supuestamente más valiosos.


Estoy orgulloso de esta foto de oropéndola, que es fruto, como casi todas las instantáneas de aves, de la paciencia y de la suerte. Estos pájaros vistosos, espléndidos, que no tienen problema en delatar su presencia con unos gritos peculiares, son muy difíciles de descubrir. Se enmascaran en las copas altas de sus árboles preferidos y -¡no se podría creer!-, manteniéndose rígidos, se confunden con hojas iluminadas por el sol.

En bable (zona occidental) llamamos a las oropéndolas cirumbiellas, por la rapidez con la que realizan y cuelgan sus nidos, como lo harían expertas hilanderas. En la zona oriental de Asturias las llaman munchufriu, y por mucho que me estrujo el magín no entiendo las diferencias para designar un ave que es emigrante en la zona, pues llega a primeros de mayo y luego de la cría, se va a finales de agosto.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Aramburu, asesinos, banda, cirumbiellas, ETA, Euzkadi, juegos, limón, Mirivián, munchufriu, nacionalismo, oropéndola, País Vasco, Patria, persón, reinserción

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