Cada siete de julio desde 1948 es mi cumpleaños. Normalmente, lo celebro con la familia, unas pocas con amigos (inolvidable el show que me organizaron los Egüez en Santa Cruz), alguna la pasé en una habitación de hospital, atiborrado de analgesicos.
Hoy pude reunir a algunos de mis hermanos, que nos acompañaron a mi mujer y a mí en un almuerzo lleno de recuerdos y ternura. Hubo tarta, aunque no soplé ninguna vela. Han sido bastantes las llamadas de amigos y los mensajes recibidos desde el whatsapp y por las redes sociales. Muchas más reacciones de afecto e interés, desde luego, que si lo comparo a los tiempos anteriores a la era digital, porque hoy los enanos informáticos se encargan de recordar cada cumpleaños. ¿Quién, en ese pasado que cuesta ya imaginar, fuera de los padres, abuelos y hermanos y algunos tíos atendía a las fechas de nacimiento de los demás? Hoy nos felicita hasta el taller a donde llevamos el coche hace cinco años, el Banco que juega en su propio beneficio con nuestro exigüo depósito y, por supuesto, el grupo de gimnasia que hemos abandonado hace meses.
Cuando empecé a escribir este Comentario, directamente en el blog como hago siempre, tenía la idea de hacer un repaso (ligero) de mi vida hasta ahora. Por supuesto, desde la consciencia de que a nadie le interesaría un pimiento, aunque no me faltarían los diez o doce me gusta en Facebook, algunos incluso emitidos antes de que llegara a terminar mi elucubración.
Desistí sobre la marcha. Debería escribir un poema, o algo así, improvisado y tierno con esa melancolía que impregna la edad. Creo que podría encontrar el tono poético (o así creo) si tuviera la tensión suficiente. Pero no la tengo ahora.
Recuerdo cuando, por Navidad, utilizando la amistad que Arturo Solís tenía entonces con la directora del Ateneo de Avilés, Tomás Recio y yo improvisamos una performance (¿se diría antes así?) en la que el Niño Jesús se transformaba en un pavo y (metafóricamente) nos lo comíamos. Pensábamos que todo el mundo se iba a escandalizar pero nos aplaudieron bastante. Obviamente, nadie entendió ni la osada metáfora ni la dicción farfullada y nerviosa que teníamos entonces, correteando por los diecisiete o dieciocho años.
Cumplo setentaycuatro mientras hay guerra por Ucrania y cuando el Gobierno de este país que llamo Gaigé, (pronúnciese Kaiché) -porque he vuelto a estudiar chino- está al borde de su disolución como azucarillo y Nadal se ha retirado de Winbledown y un tal Boris Johnson acaba de dimitir como Premier después de haber sacado a su país de la Unión Europea y solo por haberse tomado unos cuantos maltas junto a su gabinete cuando él mismo había prohibido festejos porque estaban guardando confinamiento por librarse del primer coronavirus.
En realidad, tenemos millones de ejemplos, y mucho más convincentes, de caciques, primeros, gobernantes, papas y papesas, etc. que emiten o emitieron leyes, decretos leyes, edictos, soflamas o fatuas a través de sus esbirros y mandatarios, que incumplen las prohibiciones que ellos han emitido con el solo propósito de tener controlados a los demás. Casi todos los que mandan algo tienen en algún momento de su periplo por el poder la tentación de prohibir, ya sea desde religiones, gobiernos, empresas o familias, y ellos se saltan sus prohibiciones a la torera.
(Por cierto, aunque no venga a cuento, en la iglesia de la Virgen de la Caridad de Sanlúcar de Barrameda hay un letrero con variada información sobre el templo, en el que también se indica que lleva catorce milagros en su haber. Es una vergüenza. Hay que aplicarse, lugareños. Hay santos que la superan ampliamente. Cuando yo estudiaba bachillerato, Champagnat era solo Beato y Escribá de Balaguer era solo un proyecto de camino a la virtud)
No me quiero desviar demasiado. Tenemos, si queremos, mucho de lo que preocuparnos, si bien los optimistas siempre encuentran motivos de alegría. El futuro aparece bastante complicado para todos, aunque debe ser especialmente complejo si estás en medio de un desierto y no tienes ni agua o se te ha metido en la cabeza que se vivirá mejor en Alemania estás dispuesto a llegar hasta allí cruzando mares y concertinas. Pero si los alemanes están preocupados con eso de la energía, y están hablando en todas partes de recesión y un tal Putin dice que su presión sobre los amigos de un tal Zelenski no ha hecho más que empezar, y parece que no necesita utilizar sus misiles de cabeza nuclear (tal vez son de carton piedra) para hacérnoslas pasar canutas. Este Vladimir tiene como primo de Zumosol al chino que me ca la impresión que está más dispuesto a ayudar a los amigos que nuestro primo norteamericano, que cuando aparece es para colocarnos más armamento en las bases que le hemos prestado y vetar nuestro jamón y aceitunas, equivocándose porque a quien quería dar un sopapo era a los franceses.
No estoy seguro de poder cumplir un año más, porque tengo ya doble metástasis y por más que el equipo médico está muy animado por lo bien que respondo a los venenos que me van dando, soy consciente que el cuerpo aguanta lo justo, los años pesan, no en vano y las vírgenes de la caridad y los santos de devoción están para atender a cosas más importantes.
Ayer en una conferencia virtual en la que fui solo oyente, y que estuvo muy bien, en la que se hizo un repaso sobre la desalación, como estábamos guardando los cinco o diez minutos de respeto para que lps rezagados pudieran conectarse (que no sé porqué hay esa costumbre hispánica de esperar por los rezagados haciendo perder el tiempo a los que llegamos puntuales), me dio por decir, porque el silencio me levanta ampollas, que el futuro estaba complicado para nuestros nietos. Todo era por cubrir el tiempo de desespera, pero Antonio Colino, que es presidente de la Real Academia de Ingeniería y tiene seguro mucha mejor información, me aclaró que todas las generaciones encuentran su porqué, y que no teníamos que preocuparnos, que seguro que se les ocurriría algo, porque tampoco teniamos nostros televisión en casa ni ordenador ni móvil con videoteléfono cuando éramos niños y mira a dónde habíamos llegado.
Y yo miré para mis adentros y me d cuenta que tenia razón, pero que en la televisión y en el ordenador o en el móvil veía cosas que antes, solo con la imaginación, me parecían hermosas y ahora las veo rancias y sin gracia. Claro que yo no inventé nada y solo llené los papeles para dos patentes por puro compromiso.
Pongo la foto de un reyezuelo común, Es un ave pequeña y simpática, que si tiene la oportunidad de verla de frente tiene aspecto entre inocente y mala leche. Se me metió en el salón y me costó mucho sacarlo de allí, por su querencia a colgarse de la lámpara.