Resulta evidente que la actual dirección del Partido Socialista Español (PSOE, en sus siglas completas en la actualidad) se encuentra en busca de una nueva identidad.
Los síntomas internos son varios: antiguos dirigentes -aún vivos- han marcado distancia respecto a actuaciones del partido (Felipe González, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, etc.; se ha abierto expediente de expulsión a personas que fueron referente en su momento (Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, etc.); miembros relevantes han sido condenados por prevaricación o están bajo sospecha por haber actuado en beneficio de la militancia (José Antonio Griñán, Manuel Chaves, etc.); la lucha interna por el poder es también ideológica (Susana Díaz, Emiliano García-Page, etc.). Algunos altos cargos están silentes o actúan por su cuenta (Cristina Narbona, Josep Borrel, Eduardo Madina, etc.)
Los índice externos son clamorosos. El PSE no tiene el atractivo que mantenía para el votante. Las causas más aparentes de ese distanciamiento son la connivencia con el separatismo y con el populismo de índole marxista/egoísta. Pero hay otra más importante: la imagen prepotente, aislada de la realidad y trufada de un tufo a primero de la clase orgulloso de haberse conocido, que esgrimen, desde el propio Presidente y su alumna predilecta, la catedrática de Constitucional Carmen Calvo y la mayor parte de sus ministros, ministras y ministres.
El último detonante que impone la obligación de remodelar el edificio (muy maltrecho) de la sede ideológica del PSOE es el descalabro recibido en las elecciones para la Presidencia de la Comunidad de Madrid, celebradas el 5 de mayo de 2021, y que han dado amplia victoria a Isabel D. Ayuso, del Partido Popular.
Puede el partido perdedor hacer risas de la falta de programa de la Presidenta y ridiculizar su pretendido concepto de la libertad (he seguido la entrevista, magnífica, que le hizo el genial Alsina en Onda Cero y la entonces candidata ofreció muchas opciones de respuesta a la pregunta filosófica acerca de lo que significa la libertad; apuesto a que ninguno de los ministros socialistas puede responder con tanta variedad y gracejo a la pregunta de lo que es el socialismo). Isabel Díaz Ayuso ha barrido con absoluta claridad a las demás opciones, y aunque haya recogido muchos votos de Ciudadanos, la mayoría de los nuevos adeptos a su estrategia de defender “Madrid is different” provienen del desnortado PSOE.
No se confunda el aparato de poder del partido, con Carmen Calvo a la cabeza mediática, de despreciar al madrileño como si se tratara de un enajenado mental amigo de la juerga y de no pagar impuestos. Nunca como ahora Madrid representó a España. El candidato por la opción socialista, el muy digno catedrático Angel Gabilondo, convertido en monigote de una campaña destinada al fracaso desde el principio, ha anunciado que no recogerá su acta de diputado. Víctima propiciatoria, macho cabrío ofrecido al sacrificio del dios Sánchez. El secretario general de la agrupación socialista madrileña, José Manuel Franco, que pasaba por allí, ha sido forzado a dimitir; parece destinado a ser el recoge bofetadas, el “ahí me las den todas” del núcleo duro del poder sanchista.
Resulta significativo que, estando hospitalizado Gabilondo como resultado de una arritmia coronaria, detectada casualmente cuando había acudido a mi hospital de referencia para que lo vacunaran contra la Covid, la persona que ha dado explicaciones de su estado físico ha sido ¡Ayuso! quien lo visitó en el centro de salud inmediatamente de tener noticia de su internamiento, manteniendo con él, dice, una conversación amigable. No, no han sido los miembros dirigentes del PSE (al menos, alguno de los residentes en Madrid, que tanto no tendrán qué hacer, digo yo). Ocupados en el debate interno por dotar de nuevo sentido a las siglas que han heredado, al parecer, desde hace casi ciento cincuenta años, se estarán preguntando qué les queda de ellas: ¿Partido? ¿Socialista? ¿Obrero? ¿Español?
Tengo curiosidad por el desenlace, del que no ha trascendido el final, aunque hay quien opina que será cruento y doloroso. Aprovecho para desear al profesor Angel Gabilondo una pronta y completa recuperación. No se merecía este papel de comparsa de la debacle.