Al socaire

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Viaje al Centro

19 septiembre, 2019 By amarias Dejar un comentario

Los partidos con representación parlamentaria han querido volver al principio, aunque con las plumas muy desgastadas, particularmente, después de un verano fatigante. El candidato a la presidencia de gobierno, el socialista Pedro Sánchez, no consiguió cerrar con sus “socios preferentes” -la polícroma coalición [email protected] Podemos, las cláusulas de un acuerdo que le permitiera pasar de gobernar en funciones a funcionar con garantía de estabilidad.

La resistencia férrea a mantener el no a la investidura del “bloque de las derechas” (PP, Cs y Vox), insuficiente por sí mismo a conformar alternativa, quedó, en ese contexto de desencuentro entre las llamadas “izquierdas”, como una posición testimonial -en este envite-.  Por otra parte, el sospechoso apoyo -un término medio entre abstención y concordia- al empecinado Sánchez por parte del grupo que lidera desde la cárcel Oriol Junqueras, una especie de abrazo del oso a la espera de la Sentencia por el Procès, quedó, junto al comprometido sin fisuras por parte del simpático charlatán Revilla, convertido en un portavoz externo del candidato, se suman a la tragicocómica parafernalia que se generó en la toma de posiciones tras los resultados electorales.

Se puede (y debe) analizar las razones del fracaso de los partidos de la izquierda parlamentaria en ponerse de acuerdo en una magnífica oportunidad para consolidar la imagen de formaciones maduras y democráticamente comprometidas, a pesar de la discrepancia ideológica de intensidad. No ha sido así, y quedó puesto de manifiesto, con absoluta claridad, que existe una tensión irresoluble entre el PSOE y lo que quede de la izquierda irredenta, contaminada por un atroz populismo revolucionario.

Tal como lo veo, la oportunidad de gobierno se ha desplazado ahora, y se consolidará con el resultado de las elecciones que han sido convocadas para el 10 de noviembre de 2019, hacia la derecha. El responsable de esta deriva es, en mi opinión, Albert Rivera, que se ha autoproclamado líder de la oposición y que ha desdibujado, hasta convertirlo en una sombra de lo que era, el programa con toques socialdemócratas que había conseguido ilusionar, no ya a sus votantes, sino a algunos de los militantes más cualificados que, cuando advirtieron lo que su capitán traía entre manos, luchando a brazo partido con Pablo Casado y negándole el pan y el agua a Pedro Sánchez, se salieron dando gritos de “¡Fuego, fuego!” por las ventanas de la agrupación naranja.

Como observador desde la distancia que proporciona la neutralidad y la independencia de cualquier partido, aunque comprometido con el deseo de que nuestro país tenga las mejores opciones, debo reconocer que la persona que ha tenido un comportamiento, en todo este proceso, de mayor coherencia y transmitiendo las mejores sensaciones de hombre de Estado, ha sido Pedro Sánchez. Cuando, ya introducido en el inicio de la nueva campaña electoral, en respuesta al portavoz de ERC, Gabriel Rufián, sobre lo que iba a hacer al respecto de Cataluña, afirmó que aplicaría la Constitución, con todas las consecuencias, vi claro que dejaba sus opciones en manos de las fuerzas de la derecha y, en particular, en conseguir apoyos desde Ciudadanos.

Ya que Sánchez no va a tener la mayoría suficiente para ser investido en solitario, sin otros apoyos, y las negociaciones con [email protected] Podemos han dejado tierra quemada entre los propios negociadores y, lo que es más duro, entre los votantes de ambas agrupaciones, lo que intuyo mucho más probable es que tengamos un gobierno a partir de febrero de 2020 con aquel de los dos capitanes de los partidos PP o Cs que se alce con el mayor número de diputados.


Los papamoscas cerrojillo (ficedula hypoleuca), en tránsito migratorio hacia las zonas del Africa trasahariana, han tomado en Madrid algunas plazas. Entre ellas, se pueden detectar algunos ejemplares, en el magnífico Parque Quinta de los Olivos, donde se alimentan de los insectos que pululan en torno a los almendros y olivos del parque, desplazándose de un árbol a otro con un vuelto característico, que parece indicar “aquí estoy y, pero no me cogerás”.

 

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No precipitarse a gobernar sin Programa

7 junio, 2018 By amarias 1 comentario

Después del impacto emocional y mediático que supuso la presentación del gobierno con el que Pedro Sánchez anunció su disposición a convertir el asalto a la Moncloa en una demostración de solvencia, es imprescindible poner el énfasis en la inmensa tarea por delante.

He escuchado ya, entre los optimistas informados, que la limitación que supone tener que atenerse a un Presupuesto aprobado por el anterior gobierno, y al que se manifestó expresamente su rechazo en la votación del Congreso, no es tan grave.

Grave no parecerá a algunos, pero no puedo estar de acuerdo con que se caiga en la tentación de cambiar partidas y hacer reasignaciones presupuestarias, pues contravendría las obligaciones legales de ajustarse a lo aprobado.

Sin embargo, queda poco más de medio año de ejecución presupuestaria y el horizonte presenta un magnífico regalo adormecedor a la posible presión de reivindicativos y descontentos: el Mundial de Fútbol, y concede margen de preparación fuera de focos para generar un buen programa de gobierno con el que conseguir, tal vez, la aprobación del presupuesto para 2019 -es imprescindible utilizar una capacidad de convicción a contrarios que  no será ni fácil para el PSOE ni asimilable para sus competidores políticos-.

Sin embargo, ese programa y las buenas maneras y los puntuales logros que se consiga poner de manifiesto, han de estar destinados a conseguir el apoyo mayoritario del pueblo llano en las próximas elecciones.

El mundial de fútbol juega, pues, un papel relevante para aliviar la presión sobre el nuevo ejecutivo. Si la suerte que acompaña a Sánchez se concreta en que la selección española llegue a jugar la final, y no digamos si se gana la competición, nos plantaríamos, vacaciones de verano mediante, a finales de septiembre y con una sensación placentera como placebo para aliviar las adversidades de cada día.

Opino que este flamante gobierno de 17 capacidades innegables, 17 personalidades muy potentes, no debe es cometer el error de empecinarse en acelerar el inicio de la labor de cada Ministerio de forma independiente.

Que hablen poco, o que lo que digan no suponga apuntar a objetivos imposibles. Porque lo más urgente es confeccionar un Programa de Gobierno, una relación concertada, seria, ambiciosa, con la convicción realista de que no podrá ser ejecutado de inmediato. No hay consenso y, por encima de los deseos, no lo olvidemos, no hay dinero.

El trabajo inmediato de los ministros -perdón, me resisto a hablar de ministras y ministros- debería ser, en las próximas semanas o meses, analizar ese Programa conjunto, ponerlo en claro, expresarlo con rigor a la ciudadanía y, en lo posible, abstenerse de realizar declaraciones de intención que pondrán de manifiesto altura de miras y nobleza de criterios, pero tropezarán con el muro de la realidad inevitable.

Como deseo que no suceda esta dicotomía entre realidad y ficción presupuestaria, opino que ese riesgo de que muchos de los responsables de las carteras se evadan por los cerros de Ubeda de sus querencias de gestores eficaces en el mercado de los dineros, atiendan más a quienes conocen los entresijos de la zona pantanosa por donde discurre la labor pública. Serenidad. En aportar ese sentido, ha de emplearse Sánchez con mano directora, poniendo él mismo en valor una capacidad de gestión y control que sus opositores le niegan.

Ha tenido la inteligencia y la oportunidad de convencer a personas de capacidad, con ideas de reforma, incluso con criterios discrepantes, si atendemos a las trayectorias anteriores. Yo no desearía que se embarcaran en grandes cambios inmediatos, salvo los de talante, y no porque no los vea necesarios, sino porque deseo que perduren en el Gobierno, y eso pasa por la confirmación en las urnas.

La buena política no se improvisa, sino que se define y traza, y no es posible actuar sin programa de Gobierno. Aplíquense, pues, los flamantes ministros, y su presidente a la cabeza, rodeado de aquellos asesores y avezados funcionarios que crean conveniente, a confeccionarlo, y no se preocupen de hacerlo ambicioso y con objetivos a medio y largo plazo.

Porque se debe tratar de convencernos, a nosotros, los votantes, ilusionados, recelosos o discrepantes, de que serán capaces de impulsar a un maltrecho socialismo a ganar las próximas elecciones, y eso solo se conseguirá con los cestos tejidos con los mimbres que se vayan seleccionando y concretando en ésta, desde las marismas de las oportunidades recobradas.

 

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Ejército y sociedad civil (2)

28 diciembre, 2017 By amarias Dejar un comentario

La utilización de armas y artefactos destructores, tanto ofensivos como defensivos, y la búsqueda de su mayor eficacia, ha sido uno de los elementos impulsores del progreso tecnológico. Puede que incluso, el más activo. De aceptarse esta premisa, el motor del progreso de la Humanidad estaría vinculado, no a fines altruistas o a móviles humanitarios, sino al dominio y explotación de una fracción de la sociedad sobre otra.

No pretendo dar lecciones de filosofía bélica, sino poner de manifiesto, como introducción a este apartado, que aunque el origen de la mayoría de los elementos que sirven a objetivos relacionados con la guerra haya sido su utilización en tiempos de paz, fue su aplicación en momentos de conflicto lo que les dotó de perfección, les dio otra dimensión y, como consecuencia, proporcionó poder y riqueza a los controladores o explotadores del ingenio.

Los alquimistas chinos en el siglo IX pudieron descubrir la pólvora, pero su uso en la batalla de Niebla en 1262 señaló un nuevo hito en la guerra. Nobel descubrió la forma de controlar la peligrosidad de la nitroglicerina y abrió el camino a múltiples aplicaciones útiles, pero fue en 187o, en la guerra francoprusiana, cuando la dinamita cobró toda la importancia económica de la que se beneficiarían muchos estrategas en campos de batalla.

Pocos sectores han dejado de verse favorecidos por los objetivos, directos o forzados, de las investigaciones relacionadas con la guerra o la defensa, y que se han acelerado justamente en momentos de máxima tensión, esto es, durante los conflictos armados. Aviones, submarinos, drones, bombas atómicas, lanzadores de cohetes, detectores antimisiles, telecomunicaciones, materiales de alta resistencia, instrumentación quirúrgica, explosivos, estrategia, intendencia, etc., son algunos efectos de las investigaciones física, clínica, bioquímica, químicofísica, energética, náutica,…aceleradas mientras los ejércitos surcaban tierra, mar y aire.

A nadie puede extrañar, en fin, que, en aras del principio de prevención, todos los Estados dediquen una parte de sus presupuestos a equipar a sus Ejércitos con medios humanos o materiales, tanto más numerosos, modernos e hipotéticamente eficientes en la medida que los juzguen adecuados a las amenazas que perciban (del exterior, pero también del interior de sus territorios) y al nivel ofensivo de sus potenciales atacantes.

A la cabeza de los gastos en Defensa (el eufemismo incorporado a la jerga bélica para enmascarar la voluntad de preparación para la guerra), se encuentra Estados Unidos. Dedica algo más de 500.000 millones de euros, cifra impresionante que el presidente Trump anunció aumentará en más de un 9% en 2018. El Ejército norteamericano dispone de 1,3 millones de soldados, a los que se deben añadir los más 750.000 civiles que sieven en los departamentos de Defensa y otros 800.000 efectivos de la llamada Guardia Nacional, en la reserva, que se pueden emplear en misiones especiales. El gasto en Defensa norteamericano equivale al 14,5%, del gasto público (ha llegado a ser del 18,6% en período de guerra declarada), equivalente al 3,3% del PIB.

El principio de “si quieres paz, prepárate para la guerra”, no es el único que rige los gastos en Defensa. La cumbre de Gales en 2014 (acuerdo de la OTAN), presionada en sus conclusiones por el reproche de Estados Unidos de la complacencia europea en el apoyo del “amigo norteamericano”, consagró el objetivo del 2% del PIB para gasto militar en 2024. España, que no alcanza ni de lejos esta cifra, se comprometió a aumentar el gasto actual para llegar a los 18.000 millones de euros .

El presupuesto de Defensa en la actualidad es de 7.600 millones de euros, pero si se computan las operaciones en el exterior (que suponen un gasto de más de 1.000 millones y, como punto de orgullo, una diferencia respecto a los demás países europeos, pues España está participando con efectivos en todas las misiones), y se añaden las pensiones que perciben los militares retirados, se llegará a superar ligeramente los 10.700 millones en 2017. La cifra aún aumentaría en 2.700 millones si, como propone el Ministerio de Hacienda se incluya el gasto de la Guardia Civil.

El 76% del presupuesto (4.430 millones de euros) se destina a gastos de personal, que, en número de 79.000 efectivos, se mantiene sin variación desde 2014. Esta mera referencia permite entender que el Ejercito español tiene escaso margen para mantenimiento y renovación de equipos y armamento. La observación pesimista cobra aún mayor dramatismo comparativo si se tiene en cuenta que los llamados “Programas Especiales de Armamento” (PEAS) -destinados a la adquisición de grandes sistemas de armas, entre los que figuran como protagonistas el Eurofighter, las fragatas F100 y el carro de combate Leopardo), que antes se financiaban al margen del Presupuesto, en los dos últimos años, supusieron 1.817 millones de gasto imputado.

Es imprescindible la revisión de la situación de los gastos en Defensa y, en relación con ellos, el encaje de los programas de sustitución de equipos y materiales, y la investigación relacionada con éstos. Los países más desarrollados han vinculado sin problemas éticos ni estéticos una parte de los proyectos de investigación militar con los civiles. La existencia de una potente industria de armamento en ellos, destinada en parte, pero no solo, a la exportación- se ve como fuente de empleo y riqueza. La indefinición de las líneas de desarrollo civil en relación con los objetivos de las empresas militares, ayuda a enmascarar, ante la opinión pública propia y, por supuesto, ante otros Estados, el verdadero alcance de los programas.

La Unión Europea, espoleada por la presión norteamericana, y la creciente posibilidad de verse actuando en solitario frente al “enemigo innominado o difuso” está revisando sus posiciones teóricamente no belicistas. El Programa i+d 2020, cambia la perspectiva admitida como norma estética de que el sector de defensa únciamente pudiera acceder a las llamadas tecnologías de doble uso (civil y militar). Aunque en 2017, la Agencia Europea de Defensa (ADE) solo dispuso de 25 millones de euros para programas solo militares, esta dotación servirá también para conectar las investigaciones de ambos sectores, separadas durante décadas. Se podrán cofinanciar programas de investigación de materiales especiales, robótica, electrónica, encriptación de comunicaciones, etc., hasta un modesto nivel de 90 millones (en 2020), parte mínima de un Programa que pretende dedicar en los 7 años de vigencia 98.000 millones de euros a investigación y desarrollo.

(continuará)


Un juvenil de mirlo común (turdus merula) sacia su sed en una fuente del Jardín Botánico madrileño. No lo tienen fácil las aves para beber de un chorrito de agua, lanzado en vertical, pero este tordo se las ingenia para, gota a gota, tomar su ración vital del líquido, sin ser molestado por nadie. Los jóvenes tordos se diferencian de los adultos -especialmente, de los machos- en el plumaje moteado. Los estorninos (que también tienen el pico amarillo) tienen un comportamiento gregario, no se mueven a saltos y su cola es más corta, además de distinguirse por un plumaje que, aunque negro como en los mirlos, presenta brillos verdeazulados, con pintas amarillas.

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Porqué en Catalunya: Sexta entrega

3 noviembre, 2017 By amarias Dejar un comentario

No es posible emitir un posicionamiento sobre la cuestión catalana haciéndolo descansar únicamente sobre la crítica (o el apoyo) a los fundamentos históricos que sirven a los defensores de la singularidad de ese territorio español para justificar su condición de nación con voluntad popular de independencia.

Se trata, en realidad, de un estado larvado de origen o raíz genuinamente clasista, que ha tenido un desarrollo rápido -en apenas diez años- debido a la coincidencia de varias circunstancias que permitieron desplegar la consciencia popular “de la diferencia”, alimentada y potenciada con nuevos componentes, la mayoría, falaces, hábilmente presentados por los partidos que gobernaban la Región Autónoma. Entre esos eslóganes de fácil memorización y, por tanto, susceptibles de alcanzar la máxima repetición sin precisar de análisis, figuraban en lugar destacado los de “España nos roba” y “el Gobierno de España nos margina y maltrata”.

España y Cataluña se fueron configurando, en un proceso de distanciamiento forzado, lleno de errores, desencuentros y mitos, como dos entidades contrapuestas. En mi modesto repaso a los principales elementos que han hecho estallar el asunto diferencial, hasta situarlo de máxima actualidad, llevándolo a la declaración de independencia, el análisis histórico, incluso distorsionado, no ha sido lo relevante para la movilización popular de los “genuinamente catalanes” frente a los demás españoles.

Los argumentos del catalanismo separatista descansaron, progresivamente, en la alimentación de sentimientos que combinaban la creencia en ser pueblo elegido y perseguido al mismo tiempo. Los portavoces más cualificados atribuían, sin necesidad de explicación, incomprensión ajena del hecho diferencial y caracterizaban al resto de ciudadanos españoles, también sin fundamento demostrable, como beneficiarios globales injustos de la explotación de la superior capacidad, inteligencia y creatividad catalanas.

No fue la Historia la clave separatista. Ha pesado mucho más la economía, -la pela-, y, como hijastra, la deficiente administración de los recursos transferidos, con despilfarros flagrantes, de forma que el gobierno de la Generalitat encontró dificultades serias para mantener algunos servicios con altos niveles de calidad, déficit de gestión que se atribuyó, en la más genuina esencia del buco emisario, por supuesto, “a España”.

El problema creció por ambas partes del pastel. El partido que, durante años, se había arrogado la representación del espíritu catalanista, Convergencia i Unió, consiguió mantenerse en el gobierno de la Generalitat durante décadas, y ofreció siempre un apoyo interesado al partido con implantación en toda España, cuando le faltó a éste mayoría suficiente para formar gobierno central. No importaba el signo ideológico. El intercambio de cromos, nunca inocente, ya fuera con el PP o el PSOE, alimentó la singularidad, despojando al Estado central de capacidad de actuación -¡y control!- en todos los sectores clave.

Faltaba solo poner un nombre al proceso secesionista que consolidara la cualidad de nación independiente, y la oposición constitucional a la revisión del Estatuto, encabezada por el President José Montilla, un iluminado que creía poder dotar asi al PSC-PSOE de una nueva vida, consumó la ruptura entre catalanistas y españolistas. Los primeros sintieron la declaración de anticonstitucionalidad a un par de artículos (y párrafos del Preámbulo) como una agresión. En verdad, la batalla civil estaba planteada con toda crudeza.

La pólvora que estaba sirviendo para explotar los apoyos del Estado en Cataluña, estaba tan bien distribuida y alimentada, que, ni resultó afectado el procés por el descubrimiento de uno de los mayores focos de corrupción desarrollados en España. Un tsunami potencial que afectaba -y el estado de Derecho no ha sido aún capaz de precisar en qué medida-, no ya  al ex Honorable ex President de la Generalitat, Jordi Pujol, a su familia, sino al Partido y a muchos de sus dirigentes. Convergencia y Unión resultó inviable.

El malabarismo político se aceleró. El hoy ex President Artur Mas, que, junto a otros miembros significativos de Convergencia se había reconvertido al Partit Demócrata Europeo Català (PDeCAT), aceptó ceder ser cabeza de fila en la negociación para formar Gobierno después de las elecciones de 2015, para que un oscuro político, Carles Puigdemont, fuera President. Fue necesario el apoyo de dos coaliciones con inocultada voluntad secesionista: la anticonstitucionalista Esquerra Republicana (ERC), y la decididamente antisistema Candidatura d’Unitat Popular (CUP). El apoyo se completó con la seudoconstitucionalista Catalunya Sí que es Pot, que amalgama diputados de variados extractos ideológicos (Podemos, ICV, Esquerra Unida y Equo).

La democracia y la tolerancia permitieron llegar a una situación  aberrante, aunque “legítima”: partidos con un programa claramente anticonstitucional habían alcanzado una mayoría escueta en el Parlament, y estaban decididos a imponer su revolucionario criterio de una forma “pacífica, democrática”, en cumplimiento de un “mandato popular”.

Los diputados de estos partidos, con el apoyo exterior de muchos alcaldes y, significativamente de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (que gobierna en la ciudad con la coalición Catalunya en Comú, que aglutina todos los partidos de Catalunya Sí que es Pot, salvo Podemos) refirmaron y consolidaron el apoyo popular a la secesión. Catalunya libre del yugo opresor de la España antidemocrática era ya más que un proyecto sin futuro.

Al ordenado totum revolutum secesionista se añadieron dos asociaciones de movilización al margen de los partidos oficiales,  Asamblea Nacional Catalana y Ómnium. Una amplia y fiscalmente oscura disponibilidad de fondos, sirvió y sirve para soportar la declaración de independencia del 1 de octubre de 2017. Se programaron, cuidadosamente planificadas, amplias, y de impecable efecto, manifestaciones callejeras. Se expandió, contagioso, el clamor de que la región estaba mayoritariamente por convertirse en un Estado nuevo.

La historia coetánea sigue escribiéndose, aunque con letras desiguales, Ayer, 2 de octubre de 2017, la juez de uno de los Juzgados de Instrucción que conforman el brazo operativo de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, en un Auto prolijo y, en gran parte, por lo que parece, escrito con anterioridad, escrito, sin duda, con plena consciencia de su gran trascendencia política, decidió la prisión provisional del destituido vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, y siete de los ex-consellers.

El estamento judicial no mostró uniforme celeridad ni dureza, mostrando, no ya la independencia judicial, sino la disparidad o falta de homogeneidad de criteros de los magistrados. El mismo día, llamados a declarar, el Tribunal Supremo, concedió una semana más para preparar la defensa a los, también citados como investigados, miembros del Parlament (a los que su aforamiento conduce a ese órgano jurisdiccional). La intervención de la judicatura en el procés, como consecuencia de la aplicación del art. 155, añade -aunque no sorprendentemente- más leña al fuego de las posiciones de desencuentro entre secesionistas y constitucionalistas.

La medida cautelar adoptada con los miembros destituidos del Govern, es, procesalmente, la más dura de las posibles y, por ello, puede calificarse, desde la perspectiva política,  de una incomodidad añadida a la necesaria disminución de la tensión en Catalunya y a la recuperación de la paz social en toda España.

(continuará)

 

 

 

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Porqué en Catalunya: Cuarta entrega

27 octubre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Escribo esta Cuarta entrega en un día que aparece como crucial para acelerar, ya que no el desenlace, sí la generación de un máximo de tensión en relación con la declaración de independencia de Cataluña por parte del actual Gobierno de la Generalitat.

Es la mañana del 27 de octubre de 2017, y todos los interesados en el tema que aún no se encuentren saturados por la escenificación del nivel de desencuentro entre las posiciones de ambos gobiernos (central y regional), han podido contemplar ayer lo que parece el último acto antes de la declaración de independencia por el Parlament catalán y la autorización de la aplicación del art. 155 en el Senado de la nación.

La cuestión, es pues, gravísima y no hace falta usar ni una pizca de imaginación para deducir que la salida a la misma no puede resultar ni previsible, ni pacífica, pues el timón de los acontecimientos ha sido trasladado a la calle. Las manifestaciones de los partidarios de la independencia, dirigidos y alentados en Cataluña por personajes con indudable relevancia mediática y carisma personal, han ocupado los espacios públicos (y la TV3), y los lemas se repiten machaconamente, pivotando sobre los términos Libertad, Democracia, Independencia del Estado español, República.

No hay opciones para la discusión parlamentaria ni para la modificación pacífica -es decir, legal, con base en las mayorías cualificadas imprescindibles, necesarias- de aquellos artículos de la actual Constitución española que pudieran ser objeto de revisión. En ningún caso, a tenor de las expresiones de intención de la mayoría de los españoles encuestados y de los partidos que representan la mayoría parlamentaria, esta modificación podría afectar a la forma de Estado (monarquía) ni a la unidad territorial (España es indivisible, reza la Norma Suprema).

Se podría hablar, pues, de modificaciones de  la Constitución actual, en relación, sobre todo, al modelo territorial y al reparto de competencias entgre el estadio Central y las regiones. Algunos, si nos correspondiera opinar con relevancia, defenderíamos la remodelación de las actuales regiones -demasiadas, y muy desiguales-, permitiendo la federación de Comunidades Autónomas, prohibida expresamente por el art. 145, o la agilización, al menos, de la posibilidad de acuerdos o convenios  entre ellas, sometida a la autorización de las Cortes Generales, en el apartado 2 del mismo artículo. El número óptimo de Autonomías o regiones, no debería superar a seis o siete.

Un asunto muy importante es la recuperación de la óptima gestión de los recursos, demoliendo o revisando con espíritu crítico -dimanante del interés general, hoy perdido en el limbo de los intereses partidistas y localistas- la cesión de competencias a las Autonomías. Enormes despilfarros, decisiones de inversión y gestión sin objetivo serio ni coherente, afectan hoy a todos los sectores básicos: enseñanza, comunicaciones, sanidad, etc.  Es imprescindible reconstruir un Estado central fuerte, en beneficio de todos.

Naturalmente, no tengo la menor idea de lo que va a pasar en concreto. Para mí, como para muchos, que vivimos la situación desde fuera de Catalunya, resulta inextricable el cosmos catalán en este momento, una madeja revuelta y enlodada. Seguramente, habrá disturbios importantes en las principales poblaciones catalanes. Con alta probabilidad, se disolverá el Parlament y se encausará a los cabecillas de la insurrección, quizá se detenga a algunos de los más significativos. Las revueltas callejeras producirán heridos, detenidos, y más tensión. Hasta que estalle.

¿Era esto necesario? En absoluto. ¿Tienen legitimidad suficiente los independentistas? Por supuesto que no. ¿Saben a dónde van? Lo dudo. ¿Causan un daño irreparable? Sí, lo han causado y aún lo provocarán en mayor grado, por su voluntad de persistir en el empeño secesionista hasta que la explosión de la situación en la calle, con víctimas directas y colaterales, les obligue a claudicar, y, ojalá, a preguntarse, qué hemos hecho.

¿Por qué en Catalunya? Se ha dado, de forma excepcional, atípica en relación con el momento que se vive en las democracias occidentales, de la connivencia entre dos facciones socio-políticas habitualmente enfrentadas: a) la burguesía medio-alta (proclive a apoyar, sin convicción ideológica, por pura intuición de lo que resultaría mejor para ella, a los analistas  teóricos y aficionados que, en momentos de crisis, critican, sin ofrecer soluciones, cuanto dimane del sistema oficial, y en la que figuran como exponentes cualificados muchos funcionarios, seguidos a ciegas por pensionistas, rentistas y parados)  y b) la izquierda revolucionaria, atenta siempre a movilizar a los descontentos y oprimidos por el sistema dominante, y en la que militan, a la búsqueda de protagonismo, profesores universitarios, licenciados en paro, ecolojetas, visionarios, ilusos, y, por supuesto, por necesidad o convicción, todos cuantos sufren la marginación laboral y personal, que son, desgraciadamente, millones de personas en este momento de crisis (más de 5 millones).

Si, además, sumamos a) la corrupción destapada y puesta a la amplia luz de la sociedad y, en parte, de la justicia, de algunos políticos, empresarios y funcionarios, cuyo máximo exponente es precisamente el actual partido en el gobierno central ; b) la necesidad perentoria de ocultar la pésima gestión y la incuria de no pocos dirigentes catalanes y sus antecesores, incluso como Presidente de la Generalitat o consellers, c) el atractivo para muchos jóvenes sin ocupación de salir a la calle para protestar sobre cualquier cosa y quemar adrenalina (ya que no solo en los campos de fútbol, dándose porrazos con afectos (?) a otros clubes, o contra las fuerzas del orden,  d) la simpatía propia de un modelo de independencia (liberación del yugo opresor) vendido como solución y no como problema desde las instituciones y media locales y e) la presión del vecino, del colega, y de agentes de movilización experimentados y sin especiales escrúpulos para infringir el orden y las leyes…¿qué tenemos?

La destrucción de la armonía, la implantación del caos por un período de tiempo, el triunfo de los depredadores, a costa de los catalanes y del resto de los españoles.

 

 

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Porqué en Catalunya: Tercera entrega

26 octubre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Se puede argumentar de muy diversas maneras contra la voluntad independentista del  actual Gobierno de Cataluña, secundada por un porcentaje significativo de catalanes (entendiendo por tales, salvo mejor información censal, los ciudadanos que tienen su actual residencia en la región). Porque, en este escenario de confusión que se ha ido dibujando con precisión de ludópatas, tampoco está bien definido qué significado práctico atribuir al térmico “catalán”, ya que los impulsores del separatismo pretenden que sea ésta una esencia inclusiva de la nacionalidad española, pero excluyente, por lo que no podría ser participada por los demás españoles. Se sería catalán y español pero los españoles no catalanes no tendrían acceso a esa doble nacionalidad.

Si evitamos recurrir a la descalcificación frontal por enajenación colectiva o espejismo ideológico, podría aceptarse como argumento en contrario (sin que ello signifique que se comprenda) que, para esos independentistas potenciales, la idea de separarse del resto de España tiene el atractivo de creer que podrían organizarse mejor, aprovechar con mayor eficacia sus recursos y mejorarían, en fin, su capacidad de maniobra frente a las crisis y su respuesta adaptativa frente al futuro.

Los defensores de la imposibilidad de la separación de Catyalunya, argumentan, fundamentalmente, desde la Ley, el respeto y lealtad institucional, que serían quebrados (lo han sido ya, en realidad) si se incumple la Constitución que expresa, sin ambages, la unidad indivisible del Estado español y su forma de Estado, la Monarquía.

El argumentario antiseparatista se robustece también con previsiones respecto al escenario catastrófico que viviría una Cataluña independiente, contrastando así con la visión idílica de los actuales representantes de las institucones catalanes, algunos historiadores y economistas que ven en un futuro independiente una Arcadia feliz y la liberación del yugo insostenible de una España antidemócrata, represiva, retrógada.

Tienen los independentistas, en alguna parte, razón. El tamaño no debería importar. Ni el territorio, ni la población, o las magnitudes económicos cobran importancia real, por comparación con lo existente. Se encuentran, en el mundo, Estados muy pequeños, algunos por pura conveniencia de las potencias o por caprichos de la Historia y residuo de viejas confrontaciones bélicas. Se ha hecho notar por los historiadores y geógrafos que casi la mitad e los 194 Estados actuales se generaron en el siglo XX. Es decir, no se puede argüir que los Estados son producto de la consolidación de antiguos momentos de exaltación nacional.

Algunos Estados pequeños pertenecen a la Unión Europea, y encajan en el modelo de democracias modernas y estados amigos. Tampoco en este sentido Catalunya independiente puede ser objetable. Malta y Chipre son el ejemplo -rayano en lo ridículo, aunque defendido con orgullo por sus afectados- de Estados diminutos cuyos representantes se sientan con los demás miembros de esa reunión de comerciantes con ilusiones de obtener mayor grandeza. Entre los Estados que componen actualmente la Unión Europea, se incluyen diezpaíses con menor población y territorio que Cataluña.

Los independentistas (y también, algunos teóricos del desarrollo económico), suelen tomar el modelo/ejemplo de Dinamarca.Con un a renta per cápita de 48.400 dólares es un ejemplo atractivo de Estado de medio tamaño que ha sabido utilizar su situación privilegiada ente los grandes, su alto nivel formativo y las capacidades comerciales de sus instituciones públicas y privadas para consolidarse como un Estado próspero yejemplar.

Los separatistas catalanes desean que la Catalunya independiente sea una República. En eso, se separan de la tradición española y del país envidiado (Dinamarca), que son Monarquías. No parece encontrarse en la forma de Estado la raíz sustancial para obtener el  máximo fruto de la actividad económica y social. En este momento, en España, tenemos un monarca muy bien formado, con prestigio internacional, que mejora con amplia ventaja las opciones de sus alternativas no coronadas, tanto en la región catalana como en toda España. Podrá ser opinable, pero, como republicano, me permito repetir esta apreciación una vez más, sin que me duelan prendas.

(continaurá)

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El PSOE, Podemos, la izquierda y la socialdemocracia en España

6 mayo, 2017 By amarias Dejar un comentario

No se cómo lo estará viviendo el lector (no le estoy viendo, solo lo imagino), pero quiero expresar mi inquietud acerca de la deriva que ha tomado la izquierda de este país.

Por una parte, me alarma su falta de liderazgo o, mejor expresado, el exceso de individualidades deseando tomar cualquiera de los guiones o estandartes que se encuentren en la vitrina de las sala de banderas. No hay debate interno, y solo surgen las ansias de capitanear el grupúsculo, atraído por las opciones que presenta la terrible vulgaridad, la falta de cultura, información veraz y perspectiva del pueblo llano.

Así que, a pesar de las manifestaciones de unidad de todos cuantos aspiran, al menor descuido, a convertirse en cabeza de lista de facción, pertrechado tras los salarios con los que nuestra democracia en peligro compensa a los llamados representantes del pueblo, no veo sino ambiciones personales en la gran mayoría de los que han hecho de la política su cómoda profesión.

No me conmueven, salvo para alimentar mi ironía, las más bien ridículas, representaciones de afecto, con abrazos y besos que se prodigan, vengan de la izquierda del mapa como de la derecha, cada vez que se cruzan en público. Y estoy convencido, en lo que me importa algo más, que los caminos de la izquierda, en este momento, se han convertido en múltiples laberintos.

Me resulta imposible entender cuál es el argumentario que dirige la cabeza de los que se expresan como portavoces, tanto de los nominados como de los improvisados, en los partidos de izquierda.

No tengo dificultad en interpretar las señales del actual gobierno, ni tampoco en entender las cuestiones que rigen el catecismo formal de todos cuantos confían que dirigir lo público en un país es cuestión de gestión y no de ideología.

Pero…¿en qué se ha convertido el ideario de la izquierda? ¿Quiere evolución o revolución? ¿Orden o caos? En España, tras la dictadura, algunos hemos vivido con ilusión la posibilidad de una alternancia entre partidos de derecha e izquierda. Parecía una excelente forma para avanzar que los gobiernos progresistas dieran dos pasos hacia adelante y que el paso para atrás (si se produjera) de un gobierno más conservador ayudaría a consolidar lo alcanzado.

El fracaso del ideal socialdemócrata, en España como en Europa, tiene mucho que ver con la obsesión de los dirigentes de los partidos tradicionalmente llamados a la alternancia, por criticar al gobierno, sin proponer alternativa. Ignorando que esa moderación en el gobierno, la preocupación por sostener el estado del bienestar amenazado de grave deterioro por la crisis económica, es hija de la socialdemocracia, esto es, del posibilismo, del pragmatismo.

Porque la “socialdemocracia” se convirtió en la posición práctica de aquellos que, desde la sensibilidad acerca de cuanto debe mejorarse distribuyendo los beneficios del progreso común entre los que menos tienen, están dispuestos a aprovechar todas las ocasiones para tirar de la cuerda desde el lado de los necesitados. Sin romperla.

Puede que si tuvieran menos años y , sobre todo, menos experiencia, de en qué se convierten los vocingleros cuando se les presenta la oportunidad de sacar tajada,  me atraería a participar en un movimiento de revisión de los anquilosamientos que la falta de ideas ha traído a la vida política. Pero no cuenten conmigo para chillar que hay que cambiarlo todo sin aportar la menor idea de cómo respetar las armazón del edificio común. Ni tampoco, para poner mi careto detrás de los que chillan.

Claro que, ni yo me he postulado, ni me han llamado, así que no me amenazan remordimientos de conciencia.

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La Tesorería de la Seguridad Social en su laberinto

15 diciembre, 2016 By amarias Dejar un comentario

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Tengo mi teoría acerca de porqué España, a pesar de contar con millones de gentes voluntariosas e imaginativas, es un país colectivamente ineficiente. No voy a comparar, en esta ocasión, con lo que sucede en otros sitios, porque no hace falta salir al campo para reconocer lo que debe mejorarse.

La razón fundamental, en mi opinión, de tantas horas, esfuerzos y capacidades perdidas, es que muchos de los que han llegado a los lugares en donde se deben tomar las decisiones, son incompetentes. No saben, no aprenden, no les importa. La selección natural no opera en demasiados estamentos, y prima la selección artificial, con los resultados que cabría esperar. Hay bolsas ejemplares de eficiencia, pero no son contagiosas.

La falta de idoneidad de muchas cúpulas -incluyo, por supuesto, también a las empresas privadas- no es la única causa. Las dos siguientes, en mi escala particular de dónde se origina la ineficiencia-, son:

a) la incapacidad para definir unas reglas de actuación, y seguirlas, en prácticamente todos los órdenes de la vida social y empresarial. Todos quieren opinar, antes que escuchar y no preocupa el tener algo qué decir, sino ocupar espacio. Constantemente se discute lo hecho por otros, se incumple lo pactado, se regula mal y, sobre todo, ni siquiera existen normas, y cuando las hay (de empresa, de departamento de la Administración pública, de asociación, de agrupación de cualquier género que pretenda reflejar una guía de actuación) se desprecian sistemáticamente, sin que se aplique al infractor sanción alguna (las normas de Tráfico son, quizá, la excepción, por su decidido propósito recaudatorio: en este caso se inventan niveles irrelevantes como infracción para poder imponer una multa al detectado)

b) más recientemente, con la aparición generalizada de la devoción a las nuevas tecnologías, y la ignorancia general acerca de cómo funcionan esas cosas, se han incorporado a la ceremonia de la confusión cientos o miles de jóvenes, pertrechados con su conocimiento de algún metalenguaje informático, pero que, lamentablemente, no tienen mucha idea de para qué servirán los códigos y programas que generan con su sabiduría. Estamos en un mundo tecnológico, sí, pero poblado de zombis.

La combinación de no saber lo qué se quiere y la ejecución de esa ignorancia por un equipo informático que no sabe para qué debe servir la generación de ventanas escritas en lenguajes crípticos, instrucciones, subprogramas ejecutables,  árboles decisionales que asemejan escalas de Jacob, etc. produce monstruos.

Uno de ellos, y muy relevante, por lo que significa, es la web de la tesorería de la Seguridad Social, y su colección de arabescos imaginativos. No está hecha para ser usada, es decir, para pagar cotizaciones. Está hecha para desanimar al más pintado.

Y lo que es peor es que -y ruego que no se impute esta ocurrencia a una persona concreta, sino a la pesantez del sistema en sí mismo- cuando se expone, ante el enésimo funcionario al que se ha acudido para exponer que lo que se desea es “que se me indique cómo pagar sin recargo la cuota correspondiente a un único trabajador a tiempo parcial de una Comunidad de Propietarios de solo cinco viviendas, teniendo los certificados digitales correspondientes”, reciba por enésima menos uno respuesta, “no puedo ayudarle. Es que mi ordenador no tiene el mismo programa informático que descargan los usuarios, y no sé cómo funciona el suyo”.

Jóvenes, tenéis mucho trabajo por delante para ordenar este país, y debéis empezar por una labor aparentemente sencilla: simplificando trámites, eliminando incompetentes, generando normas que sean útiles y sencillas de cumplir, no laberintos en donde se pierden los ánimos particulares, y los dineros de todos.


Los picopicapinos (picatueros les decimos en Asturias) avisan de su presencia con un peculiar chillido, una especie de graznido, destinado, supongo, a advertir a otras aves que están ahí, y que están dispuestos a defender su territorio, aunque también lo lanzan cuando están asustados. Si bien su población es numerosa, no es muy común verlos por la ciudad, y menos, cerca de las viviendas, porque son desconfiados y, por tanto, huidizos.

Este, ya no tan joven -como lo demuestra lo extenso de la coloración roja de su zona anal-,  pájaro carpintero (dendropocos major) ha descubierto una cajita preparada para servir alimento complementario a otras aves, y, despreciando la opción para la que ha sido dotado genéticamente por la madre naturaleza, en lugar de horadar la corteza de viejos árboles y troncos, para poner al descubierto larvas y adultos de insectos litófagos, la ha tomado con la caja.

Más o menos siempre a la misma hora, acude a darle picotazos, ahuyentando a cualquier otra ave que ose acercarse mientras él perfora, ya que no duda en utilizar contra él, también, su robusto pico. Se ha convertido en el señor de los gorriones, carboneros, herrerillos, currucas, colirrojos, papamoscas, etc., que compiten, en ordenada secuencia,  por su dosis de sobrealimentación a diario.

Lo más curioso es que el carpintero no come de la caja, sino la caja. Hace ya días que no lo veo por el lugar. Como huella de su obstinada presencia, ha dejado una sarta de agujeros.

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Tiempo de exposición

10 abril, 2016 By amarias 2 comentarios

Quiero creer que las opacas conversaciones entre partidos políticos para formar gobierno habrán servido, siendo evidente que no han cumplido su objetivo, para facilitar que los ciudadanos independientes lleguemos a alguna conclusión que resulte útil a nuestro país.

Si hay una distinción del carácter que define a un líder es que, cuando el equipo parece aturdido, él propone una solución y saca al grupo del escollo.  Tal vez debo indicar que no me refiero a que el dirigente (o el aspirante a tomar las riendas) tenga “la” solución, sino que sea capaz de ofrecer, lo antes posible, una opción creíble y que movilice a quienes tienen los recursos disponibles, para aliviar a los que estén sufriendo el peso más agotador de la carga. Se consigue, de esa forma y en ese preciso momento, que se salga del bache, y se obtiene la liberación de la tensión, para poder dedicarse, ya con más calma, a mejorar las estructuras y evitar que lo mismo vuelva a suceder.

Puede que todo parezca demasiado teórico, parte de un manual elemental. No niego la menor, pero me acojo a mi derecho intelectual a expresar que las propuestas que provienen de los que alardean tener información y criterios sobre cómo conducirnos a un sitio mejor, carecen de viabilidad.

Los representantes de los cuatro partidos políticos más votados parecen haber confundido el apoyo de sus concretos electores con un mandato para negociar un gobierno de coalición con garantías de estabilidad. No lo veo así, en absoluto. Si no sabemos hacia dónde ir, ¿con qué pertrecharnos? ¿Habrá que atravesar un desierto sin oasis o una selva con serpientes? Puede que, metafóricamente hablando, sean varios y complejos los espacios a atravesar y, en lugar de equiparse para una expedición al polo o con el salacot de excursionista de safari, sea más adecuado pulsar la propia capacidad de resistencia.

La diversidad de opciones presentadas ante los electores-incluso aunque mal o insuficientemente perfiladas- solo han servido para que la ciudadanía exprese su deseo de acabar pronto el período de transición, en el sentido, de momento de desconcierto o desorientación.

Que se nos saque de aquí, vamos, cuanto antes. Porque los períodos de transición, son períodos de exposición. Los que están expuestos, son más vulnerables.

Sin embargo, este período ha sido interpretado como un tiempo de exhibición, como si los portavoces de las preocupaciones de los agentes socioeconómicos, hubieran creído que nos interesaba conocer más al detalle sus diferencias personales, tomar fiel medida de sus distancias mentales o profundizar hasta el vómito en sus elucubraciones de definición ideológica catecumenal. Por eso, teniendo en cuenta que, como más de treinta y cinco millones de potenciales electores, no he tenido la menor participación en esas negociaciones, me siento facultado para expresar mi decepción.

Las exhibiciones percibidas de las débiles musculaturas, la delicadeza de las carnes ofrecidas, tan descoloridas como pegadas al hueso, necesitadas a gritos de un paseo por mayor ejercicio mental,  fueron lamentables. Sobre todo, porque nos han hecho perder bastante bagaje de lo único seguro que teníamos a disposición: tiempo para reaccionar.

Más de un centenar de días consumidos en misteriosos tejemanejes han dejado un poso de excesos verbales, marcas de intolerancia, crispación supurada y líneas rojas pintarrajeadas con tizas y lápiz de labios, que podrían parecer una preparación infantil para marcar el espacio en el que jugar a la rayuela (1). Si me arriesgara a hacer de lector de las borras resultantes en las tazas de los cafés disfrutados durante tantas jornadas, mi interpretación agorera es que hemos ido hacia atrás. Puede que sepamos más de lo que nos separa, -en gran medida, de lo inútil-, y nada nuevo de lo que nos podría unir -en general, imprescindible.

Qué pérdida de oportunidad. Los momentos de transición son fundamentales para que una colectividad consiga tender redes más sólidas que las precedentes para anclar mejor sus bases en el futuro. Ha sido grave la desilusión propagada por la exhibición, por parte del partido de Gobierno (ahora en funciones), de que no está dispuesto a cambiar el rumbo, sino a seguir conduciendo por la misma singladura, cuando está claro -incluso para ellos- que nos había llevado a una vía muerta, un culo de saco. Grave también resulta la obsesión de un partido emergente, que llenó de ilusiones (en gran parte, productos de la fantasía y la enajenación grupal) a más de cinco millones de desencantados, por querer implantar un cambio imposible, estrictamente revolucionario y contrahistórico, en la gobernabilidad de España.

De los otros dos partidos (PSOE y Ciudadanos), corresponde aplaudir su voluntad de entendimiento, aunque parcialmente contra natura, aunque, al ser, desde el origen, una postura insuficiente, su escenificación formó rápidamente parte del teatro, esto es, de la exhibición. (2)

Tendríamos que entender que, en este momento de nuestra historia política, la situación es de reorganización de efectivos, y no de actuación precipitada. Momento para eliminar muchos de los elementos que juzgamos perniciosos y que se han convertido en los síntomas más claros de lo que es imprescindible cambiar. Con la tranquilidad de poder entender que, en un Estado que dispone de una Constitución y leyes pactadas democráticamente, es posible plantearse ese tránsito, no después de una revolución, no acudiendo a una asonada o a un conflicto armado, sino mediante un acuerdo de partidos para impulsar un gobierno.

Los problemas de esta situación de transición están detectados, aunque no se conozcan las soluciones para todos ellos. Hagamos las modificaciones con cabeza, no con imprudencia, porque no estamos solos en el mundo, y pertenecemos a una sociedad, la occidental, industrializada y, sí, capitalista, que forma parte de nuestra esencia. En ella debemos encontrar las respuestas a los factores de preocupación que, aún siendo tan conocidos, no me resigno a enumerarlos, una vez más: paro (especialmente juvenil), desequilibrio en el sostenimiento del estado de bienestar, corrupción en las administraciones públicas, evasión fiscal y falta de control en las cuentas de los grandes grupos, excesivo endeudamiento de las familias, equivocada orientación de una parte sustancial de la transmisión de la enseñanza (en particular, la técnicamente productiva), pérdida de la consciencia de unidad como medida esencial de progreso, entre otras.

Ningún partido ha demostrado tener la solución, solo propuestas cuya viabilidad sería necesario que se demostrara. En una situación así, yo prefiero, por experiencia, actuar con decisión para salir del momento, pero con máxima prudencia para no sostener la misma postura más tiempo del imprescindible.

—

(1) Escribo Rayuela en homenaje solapado a Julio Cortázar, pero en mi pueblo ese juego -más propio de niñas-, se sigue llamando cascayu; y en España, cascallo, tejo o pericojo, entre otros nombres.

(2) No incluyo a Izquierda Unida como quinto partido en la disputa por el poder, porque no lo está siendo. Con un sólido argumentario del que no se ha movido -ni falta que le hacía: es el catecismo de siempre, el de la izquierda conscientemente marginal- ha aprovechado la oportunidad para pasearse luciendo músculo por los escenarios mediáticos. La proximidad a Podemos permitió ver las diferencias entre el modelo y su caricatura, dejando claro que hoy tiene cinco veces más público el docudrama circense que un buen guión.

 

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La mano tendida del PSOE, en sus justos términos

10 febrero, 2016 By amarias 2 comentarios

He bajado de internet el “PROGRAMA PARA UN GOBIERNO PROGRESISTA Y REFORMISTA. PROPUESTA DEL PSOE”, fechado el 8 de febrero de 2016, con el que el presidenciable Pedro Sánchez trata de seducir a los partidos con los que debería pactar para poder ser investido Presidente. No va dirigido al PP, ya que desde las primeras páginas resulta claro que no cuenta con este partido, puesto que “la mayoría abrumadora de los ciudadanos ha dejado claro que (…) ha pasado el tiempo del Partido Popular” (sic) y “desde posiciones diferentes han coincidido en su deseo de no encomendar al PP la dirección de la vida colectiva en esta nueva legislativa.”

Podría escribir, a continuación, que me leí el Programa. Consciente de que no interesa a nadie mi opinión, ya que no estoy en la negociación -como tampoco lo está el lector que pudiera leerme-, me guardo la misma, aunque no sin decir que me parece inabordable. Y no porque me parezca mal -ya se sabe que el papel lo aguanta todo, y con mayor entidad desorientadora aún, internet-, y aún menos porque reniegue de mi devoción estructural por el socialismo democrático posibilista, sino porque le falta algo fundamental a un Programa de Gobierno: no existe la menor indicación acerca de los costes del mismo.

Si aparecen cifras en el Programa (pocas), son escasas. Sirven para anunciar medidas con las que “mejorar la cualificación” a 700.000 parados, mismo número que los que han abandonado los estudios (¿cifra mágica?) “sin titulación ESO y, por eso no trabajan”(!); la promesa de aumento de empleo público en 5.000 personas -¿para hacer qué?-; el “límite de pago en efectivo a 1.000 euros” y…poco más.

¿Más deuda, más impuestos, reclasificación de partidas presupuestarias, confianza en una recuperación milagrosa? Ignoro el tipo de santoral que maneja Sánchez y sus mentores y, en realidad, tampoco me importa. Lo urgente es que se empiecen a tomar medidas concretas y que estas surtan efecto, en la dirección en la que la mayoría ciudadana, lo haya explicitado o no al votar en las urnas el 20 D, desearía como objetivo principal al Programa: la disminución del paro y la generación de más actividad.

Por eso, para no caer en la trampa de un análisis crítico, he recurrido a lo más simple: copiar en formato Word el Programa y, con la ayuda del Buscador de términos, detectar el número de veces que se hace referencia a una raíz o palabra concreta. Después de todo, si en un escrito de 53 páginas con intenciones programáticas hay vocablos o expresiones que se repiten más que otras, tenemos ahí un reflejo de la intención subyacente, del esquema subliminal con el que se ha construido la propuesta y, naturalmente, de aquello que más preocupa al futurible partido de Gobierno.

Estos son mis resultados, que expongo, al mismo tiempo que invito al lector interesado (y, tal vez, desocupado) a que haga más exploraciones por su cuenta (indico, después de la palabra o raíz, el número de veces que se encuentra en el texto):

Administ 51; Amb 11; Audit 6; Autonom 10; beca 3; Bruselas 4; Cargo 17 (sobre todo, “cargo público”); Ciudadanos 25; Consumo 21; Control 22; Coste 8; Creación 20;  Crisis 11; Cultur 23; deb 71 (“deber”1 (de colaborar); Defensa 19; Derecho 58; Desahu 3; Difer 8; Economía 15 (“economía sumergida”, 4); Educa 17; Elector 17; Empleo 49; Empresa 65; Equilibrio 4;Equival 3;Europ 41; Gasto 16;Hombres y mujeres 9; mujeres 21; jóve 6; mayor 4; pension 7; Enseñ 0; Formación (31, “información 13); Iguald 33; Impuest 11; Incompat 5; Indust 6; ingr 16; Interés 19;  Investig 11; Justicia 5;Ley 94 (“Decreto-Ley” 4); Mayor 39; Minor 4; Minería 0; Modelo 14; Mund 4; Nuevo 54; Obligac 11;Paro 5; Partido Popular 3;Partido socialista 2;paternidad, 3;Patrimon 11; Precio 7; Préstamo 4;Presup 31;Programa 24;Poder 6 (“poder adquisitivo” 1, “poder judicial” 2); Proyecto 19;Recup 29; Reform 100; Relig 4;Responsab 13; Salar 15;sani 11; Sindic 3;Tecno 11;Terr 4; Trabajo 66; Universidad 7; Violencia de genero, 19; Vivienda 9.

De esta relación, que he transcrito por orden alfabético, se pueden deducir, sin duda, algunas conclusiones muy básicas:

  1. El enfoque mediático del Programa. El mayor énfasis sobre algunos términos pone de manifiesto que se ha concedido especial atención a temas de actualidad. Es el caso de la expresión “violencia de género”, cuestión a la que no niego importancia, pero no me parece que merezca tanta relevancia en un Programa de puntos básicos. A parecido nivel sitúo la raíz “incompat”, que refleja la preocupación -más política que otra cosa- por el ejercicio de la función de representante del pueblo y gestor de asuntos privados. Es más grave la escasa formación (vital y profesional) con la que muchos llegan a la política, lo que traslada a futuro la cuestión de qué harán cuando dejen de representarnos. La raíz “desahu”(cio), con 3 citas es una referencia más a lo inmediato. Tampoco se entiende bien que “Defensa” tenga 19 nominaciones (un guiño al general Rodríguez y a Podemos?). Bien está que se apoye la Cultura, pero citarla 23 veces, ¿no es un poco excesivo, en relación con otros términos?
  2. La enunciación de problemas graves sin profundizar en su solución. El tema de la reactivación, que implica la motivación y movilización de todos los agentes económicos -y no solo los demandantes de empleo- queda abierto. Hay 29 citas a la “Recup(eración”, 5, al Paro, y 15 a Economía,… pero solo 6 a Indust(ria), ninguna a Minería, se abomina explícitamente del Fracking, y se anuncia el cierre de las centrales nucleares a los 40 años de vida; etc. En general, como es habitual, por desgracia, en los Programas políticos al uso (de ingenuos iletrados), se menosprecia la técnica, la industria, y la referencia a las tecnologías es tímida, equívoca o falta de un elemento sustancial: decidir quién va a pagar por los programas, y tanto más cuanto más ambiciosos : (¿”materiales avanzados”? ¿”nuevo modelo de gobernanza”? ¿”creación de 200.000 nuevos puestos de trabajo” en la rehabilitación urbana? ¿”nuevo modelo de crecimiento”? ¿”nuevos competidores”? ¿De qué manual de buenas voluntades se han extraído a la carrera esos términos?)
  3. Se pone énfasis en el deseo de reforma, eso sí. 100 citas al vocablo la convierten en una de las palabras claves del Programa (24 veces citado) y se prevé una importancia legiferancia: 94 veces se utiliza la palabra Ley. La Justicia no preocupa tanto, en apariencia (5 nominaciones) y el “poder judicial” solo se cita dos veces. La sanidad sube 11 escaños, lo que no alcanza, por ejemplo, a la bio(logía), que no tiene sitio.
  4. El entorno internacional tiene una presencia limitada en el Programa. 41 citas a Europa y 4 a Bruselas, y 4 al mundo mundial (una, a EEUU, para referirse a él como modelo puntual de una de las medidas propuestas), las mismas veces que se refiere al “terrorismo” (2 veces con la categoría de “internacional”).
  5. Hay mucho más interés en resaltar los “derechos” -58 referencias- que los “deb(eres)” -1 sola vez, el “deber de colaborar”-, en tanto que la raíz “deb”, aplicada a “deberán” -de forma genérica- es hiperutilizada 71 veces. Los ing(resos) y los gast(os), quedan compensados a 16 puntos. La “formación” es una preocupación persistente, aunque no se traduce en “enseñanza” y no demasiado en “Universidad” (7), para lo que la necesitaríamos cambiar, ya que es, a un tiempo, generadora de paro juvenil distinguido y necesaria potenciadora de la creatividad aplicada. Y, aunque se hace una cita al “ingenio”, ninguna a los “ingenieros”, aunque la “tecno”(logía) está mejor representada (11 veces; 1, con la palabra con connotaciones casi mágicas, de “biotecnología”).

Así podría seguir haciendo análisis transversal, pero me entra sueño. Así que, termino aquí, deseando suerte a quienes están negociando, sea lo que fuere. La necesitamos todos…

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