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Explorando el Horizonte 2030

10 julio, 2021 By amarias Dejar un comentario

Incorporo como Comentario a este Blog, el último Editorial que escribí para la revista ENTIBA, publicación del Colegio de Ingenieros de Minas del Norte de España, y de la que formo parte de su Consejo Editorial

“Cuando parece a punto de darse por superada –al menos, en los países desarrollados- la urgencia sanitaria causada por la crisis pandémica, es momento de tomar en serio el papel insustituible de la Ciencia, la Investigación y la Tecnología como pilares del modelo de bienestar y su desarrollo. La observación parece trivial, al albergar un argumento cuyo contenido nadie discute, que se podría considerar  plenamente asumido y compartido.

Pero la idea mantiene intacta su signo revolucionario. Asumir su potenciación como una necesidad ineludible, implica la puesta en entredicho de varios lugares comunes. 1) Niega la validez de apelar al voluntarismo o a la falta de planificación como factores con los que corregir el rumbo natural de los acontecimientos, que están poderosamente dirigidos por el segundo principio de la Termodinámica, es decir, por la tendencia al desorden. 2) Destruye la tentación de mantener confianza ciega en el impulso espontáneo de la imaginación colectiva como clave para mejorar el futuro. El mundo hace tiempo que no “va de lui même”, no avanza solo, como pretendían los fisiócratas del XVIII. 3) Incluso, cuestiona la petición de principio por la que se pudiera creer que la técnica, sin orientación ni directrices, acudirá a rellenar las carencias cuando se le ofrezcan incentivos y señuelos, como si fuera un atleta sin necesidad de preparación, siempre dispuesto para la carrera.

La sociedad ha vivido una conmoción de la que no se recuperará de inmediato, porque han quedado afectados y, en ciertos sectores, destruidos, principales sectores económicos. La solicitación recibida por el sistema de salud ha sido brutal, tensando la disponibilidad de los equipos para atención médica y la preparación y capacidad de resolución del personal  facultativo hasta límites no imaginados. La desorbitada cifra de infectados ha llevado al umbral del colapso la oferta sanitaria, y causado millares de muertos y enfermos crónicos, obligando a adoptar decisiones de urgencia bajo un régimen de presión emocional insoportable. Se han puesto de manifiesto las debilidades de la oferta de atención primaria y asistencial para abordar con solvencia absoluta una situación tan insólita, pero también ha permitido detectar las fortalezas y la capacidad de improvisación inteligente de los equipos facultativos, a todos los niveles formativos.

Junto con esas conclusiones de un análisis aún provisional y tensado por la emoción, sería erróneo pasar por alto que la descentralización de las competencias sanitarias hacia las autonomías ha perjudicado la dedicación eficaz de medios y la adopción solvente de decisiones rápidas, con discusiones estériles y dañinas, provocadas por la diversidad política más que por la controversia entre criterios científicos y experimentales.

Entender con alivio que la  crisis pandémica está razonablemente superada, y asistir con suficiencia a la recuperación vertiginosa de nuestra fuente fundamental de ingresos, el turismo, nos podría inducir a correr el riesgo de confiar, por analogía, que, con pequeñas intervenciones en otros sectores se conseguirá alcanzar en corto plazo las posiciones anteriores a la crisis sanitaria.

No será sencillo. Por la estructura de nuestra economía, con una base desproporcionada en empresas de pequeño tamaño y escasa aplicación tecnológica, la crisis sacó del mercado definitivamente un número  elevado de pymes y autónomos. Muchos agentes fundamentales por su participación en la formación del sistema económico y social que sustenta la estabilidad de los flujos de producción, distribución y consumo, han resultado dañados en número y calidad, viendo perdida su viabilidad, y generando bolsas de paro, con la necesidad para una parte de la población afectada por la pérdida de ingresos, de recurrir a la solicitud de prestaciones asistenciales.

La economía debe generar nuevas oportunidades y se ha de estar preparado para resolver demandas de empleo con cualificaciones desconocidas o poco comunes. La tendencia y fuerza real de la recuperación es una incógnita. Muchas empresas han agotado su liquidez y la digitalización, que supone contar con formaciones duales (en el sentido de conocimiento sectorial específico y en tecnologías de informática y comunicaciones), tensa el mercado de trabajo al demandar conocimientos de los que la población carece aún y en disciplinas que tienen poca difusión. Falta impulso empresarial. No pocos emprendedores han perdido sus ahorros, cuando no su patrimonio y no tienen ánimos de probar fortuna en otros campos. Hacen falta emprendedores cualificados, con capacidad de gestión en las nuevas tecnologías y con información sobre las necesidades inmediatas, es decir, oportunidades de inversión solvente.

Desde los sectores más afectados por la paralización pandémica, especialmente de los cercanos a los extremos de la cadena de producción y consumo, se reclaman ayudas inmediatas y a fondo perdido. Es, en cierto modo, una distorsión, un fondo de ruido que afecta a la adopción de decisiones. No puede dejarse a un lado que, además de los estragos sociales y económicos causados por la paralización forzada de actividad, se han producido graves daños ecológicos, dado el carácter de externalidad del medio ambiente, con manifestaciones ocultas o de difícil evaluación. La urgencia para cubrir necesidades vitales perentorias llevó a ignorar normativas legales o cuidados ambientales.

Al valorar la situación actual, se  podría, en fase de optimismo creativo, entender como magnífica opción que a España se le ofrecen oportunidades de construir un nuevo tejido industrial y de servicios sobre las tierras quemadas o agostadas en la postpandemia. No parece factible levantar de inmediato una nueva estructura socioeconómica sobre el campo de necesidades inmediatas. Por eso, será imprescindible valorar nuestras peculiaridades, en especial en relación con los países más avanzados de la Unión Europea, a cuyo carácter tractor habrá que acercarse y atender a forzar la reactivación impulsando principalmente esos sectores.

Como idea general, será preciso separar las actuaciones inmediatas, cuyos efectos no admiten dilatación, de aquellas de las que se obtendrán frutos a mayor plazo. Aunque hay medidas que deben tomarse de manera centralizada, como la rápida formación de expertos digitales, hay que confiar en que las decisiones empresariales e individuales asuman la necesidad de incorporar la digitalización a los procesos. También será factor de activación, el desarrollo de modelos de gestión y producción digitalizados, o, sin ánimo exhaustivo, el tratamiento de los riesgos y oportunidades relacionados con la protección climática.

Los planes de los países europeos para tratar de solventar los efectos de la crisis pandémica a medio y largo plazo, presentan una fuerte similitud, hasta el punto de que parecen copia unos de otros. Eso no descalifica su validez, sino que pone el énfasis en que lo importante no es trazar grandes líneas sino acomodar su realización a las posibilidades concretas de cada país.

Es seguro que, de la necesidad y la activación de algunas líneas de concentración de recursos intelectuales y físicos, surgirán innovaciones en muchos campos. Habrá que seleccionar, con análisis serenos, aquellas ramas con mayores oportunidades de crecimiento, y, sin dudar, protegerlas con medidas, agilizando los procesos regulatorios y burocráticos.

Los menores salarios medios y la menor relación en la aportación al pib per cápita ofrecen ventajas comparativas para España. Aunque es común expresar que tenemos bajos índices de productividad, apuntando a la falta de eficiencia o cualificación de la mano de obra, las diferencias con los países más productivos son más bien achacables a deficiencias de gestión y a la falta de equipamiento del mejor nivel. Disponemos –si bien en franca y lamentable recesión- de una elevada  capacidad formativa oficial, con algunos centros de excelencia reconocidos.

Aunque no somos un país con recursos propios singulares (a salvo del patrimonio histórico y los valores paisajísticos que potencian nuestra oferta turística y de ocio), tenemos materias primas de alto valor y creciente demanda, que sería preciso explorar.

Ante todo, para impulsar los ejes en los que apoyar el desarrollo inmediato con perspectiva de rápidos rendimientos, se han de corregir las deficiencias en Formación, Investigación, Creación científica y Desarrollo tecnológico.  El historial de Planes fallidos en Educación y Ciencia, la heterogénea cualificación del personal docente y científico –con media de edad muy alta, falta de definición de la carrera profesional, insuficiente financiación para dotación de equipos y material, así como deficiente orientación metodológica y escaso estímulo a la eficacia- debería forzar un análisis externo corrector de las carencias y que condujera a la potenciación inmediata de sus fortalezas, incorporando medios humanos y materiales allí donde sea necesario.  No es tarea sencilla, pues el sistema se ha poblado de vicios, conformismo y nepotismo, en coexistencia dramática con excelentes profesionales.

Algunas actuaciones son fáciles de enumerar, pero exigen una coordinación e impulso de gran alcance. Junto al impulso  a la investigación e innovación, deben incorporarse medidas para la incorporación y formación posterior de empleados, el desarrollo de facultades para adaptarse a las tendencias a la movilidad laboral, el impulso a mentalidades digitales en el trabajo individual y de equipo, tanto en los procesos de producción como en los servicios, la utilización personal de las nuevas tecnologías, la potenciación de habilidades soft (como la capacidad de comunicación verbal y escrita en la lengua propia y en otras extranjeras), la generación de una mentalidad flexible para atender al carácter disruptivo del nuevo mercado laboral, o la incorporación de la sensibilidad de protección ambiental como directriz general de actuación.

La correspondencia con los proyectos de nivel europeo, para aprovechar la capacidad de arrastre de los líderes tecnológicos, no debiera ser la única orientación, pues nos convertiría definitivamente en un país subordinado. Tradicionalmente, hemos visto en Alemania una referencia a imitar, y un aliado interesado, al que nos hemos asociado casi siempre de buen grado. Es evidente que, si se asegura el encaje sólido en estructuras más eficaces y de mayor envergadura, se favorecerá la búsqueda de la estabilidad del modelo de bienestar y calidad de vida que se pretende consolidar para el futuro, garantizando en teoría su viabilidad económica, ecológica y social, al vincularla a una fortaleza superior. Al margen de esta idea general, será conveniente actuar con cautela e inteligencia en la selección de prioridades.

Como país intermedio, España no puede pretender ser el paladín tecnológico en líneas de trabajo en donde ya confluyen intereses económicos extranjeros, alimentados por potentes empresas multinacionales con centros de decisión sobre los que no tenemos influencia. Arriesgaríamos, como sucedió otras veces, ser su banco de pruebas experimental.

Los Fondos Europeos del NextGeneration, con transferencias próximas a los 70.000 millones de euros entre 2021 y 2023, al aplazar las consecuencias inmediatas de la crisis, han de verse como un alivio momentáneo.

La obsesión por liderar la descarbonización puede pasarnos una alta factura. La Unión Europea ha aumentado la autolimitación de la  reducción de las emisiones de CO2 equivalente a un 55% en 2030, arrastrando a una fuerte subida el precio de la tonelada de CO2 que va camino de superar los 60 euros,  al reducirse el mercado de derechos de emisión que las empresas  que más contaminan deben comprar para seguir produciendo energía en sus instalaciones.

La voluntad de acelerar al máximo la descarbonización de la producción energética y el decidido sesgo ecologista de las decisiones estratégicas no debieran generar confusión respecto a la naturaleza económica del desarrollo. Las medidas restrictivas exigen ser compensadas con nuevos ingresos. La explotación ordenada de los recursos mineros del territorio  debiera forma parte de la planificación.

El sector reclama una estrategia para la minería y apoya la creación de una alianza estratégica europea de materias primas, que incluya la recuperación de residuos de algunos metales, como el cobalto y el wolframio. Confedem ha identificado trece minerales esenciales para la transición energética de los que España dispone de reservas: aluminio, cobalto, cobre, grafito, litio, estaño, manganeso, níquel, oro, plata, tierras raras, vanadio y wolframio, y así se lo ha comunicado al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, para su consideración en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030.

Aunque España carece de empresas líderes en el sector minero, dispone de la zona más mineralizada de la Unión Europea. Gracias al cinturón de pirita ibérica, somos una potencia en la producción de cobre, de amplia utilización en la fabricación de vehículos y en el desarrollo de la energía eólica, con recursos cercanos a los 2,3 millones de toneladas. El wolframio, usado en baterías y acumuladores, tiene reservas similares. Los cátodos de las baterías de iones de litio han convertido al cobalto, subproducto en la explotación de los minerales de cobre y níquel, en elemento crítico. Actualmente, el cobalto es extraído en la República Democrática del Congo y procesado en China, con riesgos que no resultan asumibles para los productores de baterías que buscan acercar sus instalaciones de producción a los centros de mayor consumo. Los sistemas para almacenamiento de la energía intermitente de origen renovable han aumentado, por su parte, las perspectivas de un incremento en la demanda de vanadio.

En general, el buen conocimiento de los depósitos de muchos minerales (estaño, oro y plata) o los indicios suficientes para considerar otros del mayor interés (litio, cobalto, níquel), y la actualización de los datos disponibles (en el caso del grafito y del vanadio), ofrece saludables perspectivas en relación con las técnicas más modernas de valoración, extracción y uso de los materiales geológicos.

La identificación de yacimientos de alto valor estratégico viene tropezando, sin embargo, con la empalizada ideológica, de base temperamental, construida desde las presiones ecologistas y la obsesión por la defensa ambiental y la intangibilidad del territorio, que han conducido a exagerar la afectación minera, creando una opinión publica distorsionada, que desconfía de la técnica y del cumplimiento de la  obligación legal de controlar y reparar los eventuales daños. Se está paralizando la investigación y explotación de recursos mineros que podrían ser fuente de riqueza y empleo. Esta situación afecta, entre otros,  en la actualidad al yacimiento de tierras raras de Ciudad Real (Torre de Juan Abad) y al de Valdeflores (Extremadurra), con alto potencial en litio.

Los minerales estratégicos no solo son necesarios para la generación de equipamiento y materiales vinculados con la producción energética. Son también imprescindibles en la fabricación de impresores de alta definición, en la robótica, la aeronáutica, y, en general, todas las tecnologías digitales. Si no se obtienen en Europa, habrá que importarlos, creando así dependencias muy limitantes. Alemania ha firmado acuerdos con Chile y otros países que le permitirán garantizar el abastecimiento para su producción tecnológica.

El horizonte 2030 se moverá, obviamente, a medida que nos aproximemos a él. Por eso, debemos dotar de la máxima capacidad de adaptación a nuestra estructura formativa y económica, conscientes de que los hallazgos de la investigación científica, a los que estamos obligados a contribuir con eficacia, ofrecerán nuevas oportunidades y cambiarán la manera de abordar otras. Sirva como ejemplo puntual que la Sociedad Max Planck está investigando la sustitución del silicio en los paneles solares para mejorar su absorbencia, incorporando una película de perovskita.

Con seguridad, gran parte de lo que hoy nos aparece muy claro, se desdibujará al acercarnos a los objetivos, apareciendo otros retos. La Ciencia, la Investigación y la Tecnología seguirán estando en la base. Los ingenieros de minas estaremos siempre dispuestos a asumir un papel relevante. Son muchos los ámbitos en los que podemos colaborar. Queremos seguir sintiéndonos orgullosos del papel que, como profesionales, podemos representar para contribuir a despejar incógnitas de los brumosos horizontes que envuelven el futuro.

@Angel Manuel Arias para ENTIBA (junio de 2021)

 

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Una propuesta de transición energética arriesgada

16 julio, 2019 By amarias Dejar un comentario

La revista ENTIBA, que publica el Colegio de Ingenieros de Minas del Noroeste de España, y de la que tengo el honor de escribir los Editoriales desde hace ya más de veinte años, ha recogido en su último número mis reflexiones -compartidas por la mayoría de nuestro colectivo, por los comentarios que estoy recibiendo- sobre el Borrador del Ministerio para la Transición Ecológica sobre la transición energética.

Reproduzco a continuación el contenido completo del Editorial.

El intenso clima electoral del primer semestre de 2019 ha puesto de manifiesto la dificultad de ofrecer propuestas concretas para abordar el principal problema de la sociedad postindustrial: la generación de actividad y empleo suficientes para sostener el estado de bienestar en el que estamos instalados. El núcleo de los debates, se centró en descalificar las posiciones contrarias, sin entrar a contrastar la viabilidad de promesas con incuestionables ventajas sociales, pero cuyo cumplimiento dependerá de la disponibilidad económica y su correcta ejecución técnica.

Implementar fórmulas que permitan mantener -y ya no digamos, mejorar- la situación económica, social y laboral de la que partimos en 2019, supone, en esencia, potenciar y reordenar los sectores productivos, -en especial, el industrial y, por supuesto, el energético- y clarificar el modelo educativo, eliminando ineficiencias, redundancias y pérdidas de calidad docente y discente.

A la hora de abordar cualquier política industrial o energética se debería tener en cuenta que España no está, lamentablemente, a la cabeza del mundo. Incluso su pertenencia a una Unión Europea en estado de revisión de postulados obligaría a extremar la prudencia en adopción de medidas drásticas de cambio del modelo, conteniendo la tentación de convertirse en el primero de la clase. Las notas las pone el mercado y su carácter inflexible hace que los excesos se castiguen con severidad.

A pesar de contar con un período de legislatura muy corta, el Gobierno anterior a las últimas elecciones, a través del Ministerio para la Transición Ecológica -nombre desacertado para designar las responsabilidades de quien tiene competencias sobre Energía, Agua, Medio Ambiente y Minería- presentó a debate público en el último momento un documento sustancial que recoge, según sus propias palabras, las “piezas clave” para “la transformación del modelo económico y la generación de un nuevo contrato social de prosperidad.” Ni más ni menos.

España no es un actor principal en ese proceso de transformación global, ni siquiera dentro de la Unión Europea. El momento se presenta como delicado incluso para el futuro del modelo europeo, cuestionado por una economía mucho más importante que la nuestra -el Reino Unido- y exprimido hasta los límites de la tolerancia por los países de la Europa del este. Alemania y Francia, con la atención puesta en sus propios intereses económicos y sociales, monopolizan las decisiones más importantes de nuestro entorno, con mayores recursos económicos y tecnológicos.

Intentar transformar el actual modelo económico, en un entorno indefinido y cambiante, es un proyecto que, por su simple enunciación, más que ambicioso cabe calificar de temerario. Estamos en un momento de profundos cambios en las estrategias por el liderazgo mundial, que afectan a la tecnología, las estructuras sociales y económicas, incluso las políticas de armamento y defensa.

Llevado el Gobierno por un impulso creativo, alimentado sin duda por la experiencia personal y el compromiso político de la ministra Teresa Ribera, ha dado nacimiento provisional a los elementos que compondrían las llaves de acceso a una prometedora Arcadia, basándose en tres ejes documentales: el anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, y la Estrategia de Transición Justa.

El Borrador del PNIEC ofrecido finalmente a exposición pública, tiene 286 páginas y ofrece gran cantidad de datos y cuadros, tanto para presentar la situación de partida, como para fundamentar los escenarios previstos si se aplican las medidas y actuaciones propuestas.

El documento impresiona y obliga a un cierto distanciamiento, tanto por su contundencia argumental como por el carácter cerrado de sus propuestas. El argumento impulsor que se ofrece es, ni más ni menos, que la completa modernización de la economía española, a la que se liga la creación de empleo, haciendo descansar el modelo energético en el posicionamiento de liderazgo de España en las energías y tecnologías renovables, apostando por la total descarbonización a muy corto plazo.

En el concreto aspecto de las emisiones de CO2 y equivalentes, que es el eje director del Borrador del Plan, al admitirse como objetivo principal su reducción a corto plazo, no podemos obviar que la Unión Europea es un contribuyente menor -en la actualidad-, al ser responsable de solo el 10% y con una tendencia decreciente. España, debido a su menor capacidad industrial en relación con los líderes europeos, aporta menos del 8% del CO2 comunitario, es decir, su efecto termo contaminante está por debajo del 0,8% de las emisiones mundiales.

A nivel institucional, me consta que los ingenieros de minas no hemos sido consultados en los previsibles intensos debates habidos para confeccionar la Propuesta. Es una carencia que lamentamos, ya que hubiéramos podido aportar una visión global, que abarcase desde el ámbito de los recursos minerales hasta las industrias de transformación y energía, dentro del respeto al medio ambiente, cuantificando el alcance técnico y social de medidas que se hubiera decidido adoptar.

Esta colaboración no solicitada por quienes elaboraron el Plan hubiera ayudado, y lo decimos con humildad y voluntad de servicio, a la correcta evaluación, fundamentada en la experiencia y el conocimiento tecnológico de los notables expertos que integran el colectivo, del “propósito de transformación de la economía española”, y matizar las rotundas afirmaciones de que “el país ganará en prosperidad, seguridad energética, generación de empleo industrial, innovación, salud, desarrollo tecnológico y justicia social”, que recoge en el documento.

La descarbonización progresiva de la sociedad humana es indiscutible y no se puede discutir la voluntaria decisión de la Unión Europea de limitar el uso de los combustibles fósiles. Pero la energía es un medio para mantener el estado de bienestar, no un fin en sí mismo, y la sostenibilidad exige el equilibrio entre sus cuatro pilares: lo social, lo ambiental, lo económico, y lo técnico. Un exceso o déficit de aportación en uno de ellos, conduce al desmoronamiento de la estabilidad del modelo.

Sorprende por ello que los redactores del Plan dejen que su entusiasmo los lleve a la ingenuidad de pretender orientar el tejido empresarial español hacia un espacio en el que suponen aparecerán las ventajas competitivas del futuro, mezclando lo obvio (la necesidad de innovación y la capacidad de producir con mayor eficiencia) con lo especulativo (la ventaja de hacerlo con una huella ambiental baja o nula). Porque la competitividad internacional de las empresas españolas, en un mercado cuyas reglas no son fijadas por el Ministerio para la Transición Ecológica ni por el gobierno de España, depende de muchos parámetros, de los que solo se puede aspirar a controlar una minoría poco significativa.

Para los principales países contaminantes, desde Estados Unidos a China o India, las decisiones no atienden a indicaciones imprecisas o no asumidas que recomiendan reducir la producción de gases a los que se atribuye el calentamiento del planeta, ni, en el caso de los países menos desarrollados, a la promesa de compensaciones económicas cuantiosas (y aún discutidas) si contienen la necesidad de quemar hidrocarburos.

Esos países se mueven por parámetros propios, dando prioridad a la intención de acercar rápidamente a sus ciudadanos a los estándares de bienestar occidentales, sirviéndose para ello de una disponibilidad de recursos fósiles fáciles de explotar y en cantidades elevadas. Para China, en concreto, una realidad de doble naturaleza, le permite acreditar una inversión en infraestructuras energéticas en 2018 de 400.000 Mill de dólares (casi el doble de la europea y por encima de la de Estados Unidos) y capitanear simultáneamente la inversión mundial tanto en instalaciones para quemar carbón como en aerogeneradores y aprovechamiento de energía solar.

El Anteproyecto o Borrador del Plan del anterior gobierno español circula entre dos posiciones difícilmente conciliables, decantándose por la segunda. Por una parte, se encuentran aquellos profesionales y sectores que reclaman prudencia y plazos largos para adoptar medidas drásticas que eliminen componentes de nuestro mix energético, ejemplo hasta ahora de versatilidad y eficacia; esas mismas fuentes enfatizan sobre la necesidad de atender a la evolución del escenario mundial, desechando la tentación de ejemplaridad para no convertir a España en víctima de ese deseo o en banco de pruebas de tecnologías o medidas de rentabilidad cuestionable.

Por otra parte, se encontrarían aquellos que, con la voluntad de cambiar paradigmas de producción y consumo, guiados por la alegría y tal vez la inconsciencia propias de quien dispara con pólvora ajena y ve solo el final de la travesía del desierto pero no los riesgos intermedios, formulan y espolean la adopción de medidas drásticas en el sector energético, aplaudiendo cuanto suponen es lo mejor para el medio ambiente y la naturaleza, pretendiendo que el ser humano ubicado en España se beneficiará de ello simultáneamente, ignorando o queriendo ignorar que la energía es solo una pieza de un entramado muy delicado, que afecta, y no solo económicamente, a prácticamente todos los sectores, tanto de producción como de servicios.

Hacer descansar el cambio en el modelo energético en el propósito de ser ejemplar en la adopción de medidas y ganar al mismo tiempo en competitividad es una ilusión. El cumplimiento de los objetivos en relación con el clima está condicionado, desde luego, por la evolución de las temperaturas del planeta (y no está de más recordar que las previsiones del Panel del Cambio Climático han sido revisadas varias veces). Pero la concreta fijación de plazos de adaptación de cada país, y el trazado del propio camino a seguir son imprescindibles para la toma de decisiones empresariales. Un clima de incertidumbre reduce las inversiones al acortarse los plazos de recuperación, buscando la rentabilidad a corto.

Los organismos públicos, por su parte, han de tener en cuenta que los presupuestos deben ser anteriores a la adopción de decisiones irreversibles, ya sea -por ejemplo- imponiendo el cierre de centrales, o la renovación drástica del parque de vehículos.

Son muchos los aspectos del Plan que precisarían una revisión objetiva, y un Editorial no es lugar para un informe técnico. La dependencia del carbón internacional, del gas y del petróleo en el período de transición hasta la descarbonización crea incertidumbres económicas que no pueden resolverse apelando a líneas tendenciales basadas en el pasado.

En el caso de las centrales nucleares, el abandono de esta tecnología, más que en valoraciones relacionadas con el clima, parece debido a temores tecnológicos que rayan en lo patológico, habida cuenta que Francia nos proporcionará una parte de la energía que consumimos producida con base nuclear. También compramos energía a nuestro vecino del sur (Marruecos), beneficiado por no tener penalizaciones por emisión de CO2, que ha activado la central de carbón de Safi, con 1,4 GW de potencia instalada. Además de tales incongruencias con repercusión económica, hay que contar con el coste del desmantelamiento de instalaciones que no alcanzaron su vida útil y añadir el tratamiento de residuos para los que carecemos de instalaciones.

Los ingenieros de minas hemos estado entre los protagonistas, utilizando conocimiento, esfuerzo y prudencia, del desarrollo energético de este país. Al trabajo eficiente de compañeros se debe la confección del panorama actual de éxito tecnológico, reconocido a nivel mundial, en muy variados subsectores vinculados a la energía: la gestión y mantenimiento de centrales nucleares, la erección y funcionamiento de ciclos combinados, el desarrollo de las redes gasísticas, la gestión de un mix energético complejo, la mejora de la explotación de minas de carbón en condiciones difíciles, la investigación de mezclas de hullas y lignitos y materiales derivados, el almacenamiento subterráneo, el tratamiento de enfermedades pulmonares, el desarrollo de aplicaciones siderúrgicas y metalúrgicas de alta calidad y, por supuesto, mejorar la seguridad del personal en todo momento.

No tenemos que defendernos ni excusarnos de nada. No somos anti-ecologistas: al contrario. La explotación de los recursos mineros con respeto y atención a la naturaleza forma parte de la legislación y reglamentos mineros desde antes de la vigente Constitución. Tampoco haría falta recordar que parte del paisaje e instalaciones de disfrute ciudadano del que disponen ahora muchas poblaciones históricamente mineras, procede de la restauración de canteras y espacios donde se ubicaron las explotaciones. De la generación de actividad y riqueza en torno a la minería, aplicando medios cada vez más eficientes y seguros, da cuenta la prosperidad y bienestar conseguido en las comarcas mineras, que han actuado de punto de atracción para ciudadanos de otros lugares de España.

En mi opinión, el Anteproyecto es prematuro, no contempla todas las variantes y efectos y, además, al faltar un consenso generalizado entre los agentes, resulta extemporáneo. Falta analizar las consecuencias de las decisiones en sectores distintos de la producción energética, polariza la atención en la reducción de las emisiones de CO2, acelerando plazos de eliminación de centros de producción energética, confundiendo capacidad instalada con necesidades energéticas puntuales, y todo ello sin estudiar los efectos de modificar los centros de producción y distribución, atender a la obligación de mantener la calidad de la red con grandes generadores síncronos que actúen de estabilizadores, y no precisa la aportación relativa de las energías eólica o solar en el mix resultante.

La generación de empleo que se presenta como vinculada al Plan (entre 250.000 y 370.000 empleos estables en el período) es ambiciosa, pero parece irreal y desvinculada del territorio en donde se sufrirán los efectos negativos del cambio en el modelo energético. Se relaciona con una inversión total 200.000 millones de euros, movilizada a partir de una inversión pública de 47.000 millones, con recursos de todas las administraciones públicas. El Anteproyecto ofrece también previsiones de crecimiento del PIB, ahorro por las importaciones de combustibles fósiles y otras cifras optimistas de sus consecuencias que, a falta de profundizar en el análisis, encajarían dentro del pensamiento voluntarista que parece imbuir todo el Plan y sus Anexos.

Omite el Anteproyecto la valoración, económica y estratégica, de la dependencia exterior -española y comunitaria- vinculada a la necesidad de emplear los minerales comúnmente denominados “tierras raras” en multitud de elementos precisos en el escenario propuesto, cuestión en la que los “ingenieros de la tierra”, tendríamos mucho que aportar.

Las regiones en donde se ubican actualmente los grandes centros de producción y distribución energética aparecen como perdedoras sin compensaciones. La memoria de las reconversiones anteriores permite expresar que los planes de reindustrialización no se cumplen o no alcanzan las previsiones optimistas con las que se llevaron a cabo las pérdidas de actividad, con anterioridad a la construcción de alternativas.
En fin, las medidas propuestas en el Anteproyecto nos situarán a la cabeza de los países que soportarán un peso excesivo por la reconversión ecológica (rectius, energética), muy por encima de nuestras posibilidades reales y con el riesgo de que se haya enfocado, por precipitación, hacia una reactivación económica y de empleo que no se va a producir como imaginada.

Los autores del Plan se enorgullecen de haber tenido en cuenta más de mil variables y haber utilizado hasta seis modelos económicos. A los que hemos venido tratando con la realidad en el curso de una experiencia profesional variada, no nos impresiona esa exhibición matemática. Cuando se fijan objetivos a medio y largo plazo, que involucran a multiplicidad de agentes, sobre muchos de los cuales no se posee control, la prudencia aconseja tener previstas vías de escape y alternativas.

Y termino con una sugerencia: una previsión completa sobre los efectos del cambio climático, que nos llegará independientemente de las medidas que, a nivel de país, nos apetezca tomar, debería atender a la necesidad de reducir sus consecuencias en nuestro territorio, identificado como el más vulnerable de la Unión Europea, y con amenazas muy heterogéneas: subida del nivel de los océanos, desbordamiento de cauces de agua, aumento de los índices de desertización, temperaturas anormalmente extremas, tormentas repentinas etc.

El futuro nos encontrará, sin duda, entretenidos. Ojalá que no sea en la discusión de lo que tenemos que hacer o no hacer, sino en la ejecución de lo que debemos tener decidido por consenso y no por inspiración iluminada.

Mayo 2019


¿Quién no conoce a las golondrinas. Son visitantes regulares de nuestras ciudades y campos y han inspirado a poetas, escritores de cuentos infantiles y a románticos de toda índole.

Sin embargo, no siempre son bien identificadas, confundiéndolas con los aviones o los vencejos y, lo que sería más disculpable, creyendo ver una golondrina común (hirundo rustica) cuando el ave que revolotea incansable cazando al vuelo efímeras, mosquitos y todo tipo de insectos, alzados de las praderas recién segadas que tenemos ante nosotros, es una golondrina dáurica (hirundo daurica).

Ambas especies de golondrinas tienen largas rectrices en la cola, siendo algo más cortas en la dáurica. Lo definitivamente distintivo es que, vistas por debajo, la común tiene el collar negro y manchas blancas en la cola, características de las que carece la dáurica. Vistas desde arriba, la dáurica presenta el obispillo de color ante pálido, en tanto la común tiene el dorso de color azul oscuro, relativamente homogéneo.

 

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Carta abierta a la Ministra Teresa Ribera

28 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Querida ministra para la Transición Ecológica:

Tengo que empezar reconociendo que se me hace muy difícil entender las razones por las que se eligió ese nombre metafórico para caracterizar un Ministerio que se ocupa de temas tan sustanciales para la economía y el debate público como la Energía, el Medio Ambiente y el Cambio climático. La denominación del Ministerio parece evocar más un cuento de hadas que el impulso a actividades tan íntimamente relacionadas con la producción de bienes y servicios, la generación de empleo y riqueza y el bienestar de la ciudadanía, como son la minería, la generación de energía, o la producción industrial.

Pero…¿cómo podría poner en duda que el nombre del Ministerio es de tu pleno agrado, Ministra? Tu trayectoria curricular, brillante como pocas, te relaciona con los Desarrollos Sostenibles y los Cambios Climáticos, además de caracterizarte como experta jurista y brillante profesora. Y bien es cierto que poco importa el nombre del Ministerio si quien lo conduce tiene clara la senda por la que aplicar las competencias trasladadas al órgano administrativo.

A partir de esa experiencia personal y por lo que has traducido de tus convicciones técnicas y sociológicas, deduzco sin dificultades que la transición ecológica en la que empeñas tus capacidades ministeriales supone convertir a España en un modelo en relación con la producción limpia, el respeto total al medio ambiente y, en suma, la supresión de toda actividad contaminante. Es decir, una Arcadia con tipos meríficos, un país sin mácula en el que apetezca aún más vivir a los que puedan permitírselo, un ejemplo para la Humanidad concienciada con el amor universal, el consumo sostenible, la producción de suma cero y todas las ventajas que contrae la bendita ecología.

Si te propones que los objetivos sean ambiciosos, para conseguir que los logros reales aparezcan como detectables, a pesar de ser los fines fantasiosos, no seré yo quien critique de antemano esa opción. Si señalas la luna, no miraré el dedo.  Como estudioso de nuestra Historia, (en cierto modo, como tú: sé que te gusta tomar enseñanzas del pasado), me arriesgo a advertirte que el trazo de las grandes líneas de futuro tiene muy pocas posibilidades de permanecer visible de forma duradera en España.  Particularmente, en esta democracia asintótica que hemos destruido entre todos, la descomposición ideológica de las opciones partidarias supone la desgraciada garantía de que cada Gobierno nuevo estará ansioso de poner patas arriba lo que haya pretendido hacer el anterior.

Tendrías razón en argumentar que -gracias sean dadas- como jamás he estado dirigiendo un Ministerio y, para más inri, vengo de vuelta donde tú aún tienes amplio recorrido, la experiencia que haya acumulado en mi modesta trayectoria puede estar tan rancia como un trozo de tocino dejado durante meses a la intemperie. Dejaría el camino abierto a los más jóvenes, si no fuera porque algunos tenemos las posaderas peladas de experiencia internacional que nos vemos obligados a compartir, aunque no nos la pida nadie.

Cuidado con proponerse propósitos tan amplios y ambiciosos que, en su misma complejidad, se vayan por el agujero de la semántica. Aún resuenan en las marismas académicas las hermosas palabras del entonces presidente Rodríguez Zapatero (hoy perdido por los recovecos venezolanos) acerca de la Alianza de Civilizaciones. Era una idea tan magnífica como ingenua, es decir, irrealizable.

Como también resultó peligrosamente letal (para muchas empresas y no pocas administraciones confiadas) la estupenda concepción acerca de vivir un mundo globalizado, en el que todos los Estados pudieran compartir sus adelantos tecnológicos, sus producciones y consumos sin barreras.

Era un idílico panorama, en el que perdieron plumas, en especial, quienes pusieron la fe sin tomar precauciones. Y los que creyeron encontrar la vía para lanzarse al vacío exterior sin paracaídas (vale también la metáfora de salir al campo sin cinturón ni tirantes, creyendo que todo el monte era orégano), están lamiéndose las heridas, con pérdidas económicas insuperables.  Hoy sabemos que el gran beneficiario de esta apertura de los mercados ha sido China. Aunque circunstancialmente concentrada en aumentar su consumo interno ha conseguido establecer profundas raíces en los países menos desarrollados, incluido España.

No tengo autoridad para darte consejos, ni seguramente los admitirías. Tampoco es esa la intención de esta carta abierta que, como es obvio, no solo va destinada a ti, sino a mis colegas, conocidos y amigos y a todos aquellos que sientan la curiosidad por mis reflexiones, libres de las trabas de la responsabilidad e impregnadas de la sinceridad con la que se habla con alguien a quien se aprecia.

Recuerdo bien (y lo tengo recogido en mis notas) tus opiniones acerca del éxito de la COOP 21 de París, en la visión que dabas de la reunión allá por mayo-junio de 2016. Entonces era el momento de sacar pecho, y presentar el conato de Tratado como un aldabonazo a las conciencias, un transformador universal, que permitiría reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para que el incremento de temperatura media del planeta no superara los 2 ºC antes de 2100 y, preferiblemente, se mantuviera por debajo de 1,5ºC.

Era un relato muy hermoso, pues se apelaba a la solidaridad de la Humanidad por primera vez en la Historia (desde la maldición bíblica de la Torre de Babel). No se iba a dejar a nadie atrás. Todos los  Estados se iban a sumar a ese gran proyecto común, unos como aportadores de medios económicos y tecnológicos y otros como receptores concienciados. Habría un sistema de vigilancia centralizado de los cumplimientos, y la transparencia multilateral garantizaría la coherencia de las medidas internacionales y el control de las cuentas rendidas.

Fue un sueño precioso. Por fin, se aceptaba que un tema transversal como el calentamiento global no podría ser resuelto a niveles de Estado individual. La contaminación, por fin, se había comprendido que no tenía fronteras geográficas. Se retomaba aquella filosofía tan carismática como ineficaz del comunicado “We the world leaders…” ¿recuerdas?.

Se habría de implantar una metodología de financiación y se involucraría a toda una amplia panoplia de agentes, públicos y privados, en el objetivo común irrenunciable, por fin. ¡Qué momento tan dulce! Aunque el presidente Obama no pudo aterrizar en París por una tempestad, Estados Unidos y China se daban la mano. Rusia estaba dispuesta a cooperar y la Unión Europea, rompiendo su tradición histórica, aparecía como paladín de la armonía mundial, campeón de las medidas restrictivas, poniéndose a la cabeza de los sacrificios en loor al control del clima que, de seguir con nuestras aficiones pirogénicas, nos calentaría en demasía. Todos se habían convencido, sin fisuras, de que las previsiones del Panel del Cambio Climático eran dogma de fe…o eso parecía.

Sabes mejor que otros lo que pasó. En apenas dos años, el panorama mundial cambió. Estados Unidos se ha convertido oficialmente en negacionista del cambio climático y defensor de la autarquía, la suya. Rusia se siente muy próximo a China, pero no tanto por sus voluntades de contaminar menos, sino en la preparación de un estadio nuclear que garantice el dominio universal o, en su alternativa, la Destrucción Total del enemigo (es decir, la Hecatombe Mundial). Específicamente, China, que juega también al pacifismo integral,  se ha impuesto como campeón mundial de la globalización, bien entendida en su caso como la garantía de penetración masiva de sus productos en todos los mercados, desde el de cercanías al de las altas tecnologías.

Mientras tanto, existe un acuerdo tácito internacional en dejar que aumenten las diferencias entre los más ricos y los más pobres, entre los adelantados tecnológicos y los consumidores (mientras puedan pagárselo). La Unión Europea también es capitana en ese aspecto.

No hace falta bola de cristal para reconocer que el objetivo de reducir la velocidad por la que el mundo se encamina hacia el sobrecalentamiento no se cumplirá. De nada valdrá que la Unión Europea -con cada vez menos músculo y menor credibilidad- se manifieste dispuesta a incrementar incluso su objetivo particular de llegar al 2050 c0n un 40% de su producción con energías renovables, subiendo la apuesta en un 15% más.

El clima seguirá empeorándose, por tanto. Hay, y habrá, más tormentas (cada vez menos tropicales), subidas del nivel del mar, inundaciones y catástrofes (cada vez menos naturales). Si hay que dedicar medios inmediatos, y remedios consistentes frente al cambio climático ya presente, deberían ser para la construcción de diques defensivos, para conseguir alejar a la población de las zonas inundables, para incrementar los sistemas de alerta y los medios de protección.

Leo en la prensa que el Ministerio que presides tiene avanzada la creación de un marco jurídico que señale las prioridades del Ministerio en una Ley de Cambio Climático y Transición Energetica (ya no Ecológica, algo se ha mejorado en la transparencia de la concreta dicción). Debía estar aprobada, según previas declaraciones tuyas a finales de 2018, pero no va a ser posible y…me alegro.

Me alegraría también de que se rebajase la intención de llegar a la descarbonización  de nuestra producción energética e industrial en 2050, y que se aliviase la meta de conseguir la pretendida reducción del 20% de los GEI (respecto a 1990) en 2030.

Me alegraría también (entiéndeme, Ministra, solo en aras de que venza lo práctico, lo realizable), si el objetivo de impulsar a las energías renovables, en detrimento de la energía nuclear y las centrales de carbón y ciclo combinado, instalando un mínimo anual de 3.000 megavatios (MW) de potencia, se aligerase hacia lo alcanzable y, sobre todo, se hiciera tras un análisis profundo y pactado entre los agentes, no impuesto desde la cúpula ni aplaudido a regañadientes, con el propósito interno de escribir los acuerdos en la barra del hielo.

¿De verdad se ha estudiado, comprobando todas las consecuencias, -técnicas, industriales, sociales, económicas, financieras- lo que implica “dar el carpetazo” a los combustibles fósiles, negar autorizaciones de investigación y explotación de hidrocarburos, abominar de la fractura hidráulica, desdeñar la producción nuclear (en la que disponemos aún de técnicos y experiencia a nivel mundial)? ¿Es tan guay confiar en que la producción con biometano y combustibles sintéticos servirá para completar el mix energético como nos quieren vender los ecologistas de manual que parecen estar entre tus mejores asesores?

Sí, estoy convencido de que habrá un Plan regional de Energía y Clima, con la condición imposible de que el gobierno de Pedro Sánchez aguante en su equilibrio inestable, negándose, agarrado a la tabla de planchar, a convocar unas elecciones anticipadas que, por supuesto, no despejarán el panorama político pero pueden significar un cambio de Gobierno y tu vuelta a la empresa privada y a las clases universitarias.

Los que te conocen, dicen que eres testaruda y en algunos círculos (no muy complacidos) se refieren a ti como “la talibana”. Querrás poner en pie lo que imaginas correcto. Solo que el reloj señala tiempos cortos para acoger el lanzamiento de proyectos demasiado ambiciosos y, si falta el consenso, el monstruo devorador de buenas voluntades se encarga sistemáticamente de volver a poner, en nuestro país, las cosas en el sitio en que se siente más cómodo: en la ineficiencia, la improvisación y el pequeño caos de todos los días.

Te pediría que no olvides, en todo caso, de ordenar que se incluyan los instrumentos financieros precisos, y unos objetivos claros que sirvan para medir la eficiencia de las medidas. No lo dejes todo en la confianza del marco legal o jurídico, por favor. Que, aunque no se lleve jamás a efecto, tenga un aspecto muy sólido. Que ese Plan, si finalmente ve la luz y aunque arriesgue morirse en el postparto, no omita la previsión de actuaciones correctoras, la presentación de un sistema de indicadores y que cuanto se relacione con la ejecución del mismo, sea controlado por un comité independiente, y con un calendario exigible.

Y, si quieres ser, como estoy seguro que deseas, honesta con los resultados, consigue que te asesoren los mejores especialistas. Los tenemos en España, lo sabes. Algunos son funcionarios. Muchos, nunca lo han sido, y ven las cosas desde el lado de la competividad descarnada. Hazlos participar a tu lado, no los pongas en tu contra.

Creo que me he extendido demasiado. Debiera haberte escrito también sobre la necesidad de impulsar la minería en España, la producción tecnológica con valor añadido, la investigación cualificada orientada al producto y no a la endogamia universitaria. Seguro que tienes información sobre lo que opina Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea responsable de Energía, plasmado en un artículo de obligada lectura para tecnócratas: “Raw materials: Holy grail of 21st century industrial policy”.

Me pregunto, y te pregunto, querida Ministra: ¿No podíamos organizar nuestras actuaciones políticas, en combinación con el empresariado más activo y leal, contando con técnicos independientes y capaces y, en lugar de dar pábulo a la obsesión española de ser los mejores de la carrera, situarnos al nivel de lo que corresponde a nuestra preparación y medios?

Un abrazo, Teresa. Quiero dejar constancia pública de que respeto y admiro tu coraje y, si te sirve de algo, aconsejarte calma en el transitar por la senda de la Transición Ecológica, que presiento saturada de faunos, brujos, hadas malas y encantadores de serpientes.

Te deseo que tengas un buen final en tu tarea como Ministra, coherente con el buen principio por el que entraste en esa importante labor por mejorar lo que nos conviene a todos. No se puede cambiar el mundo con reuniones en la Moncloa ni actuaciones desde el Paseo de la Castellana, pero sí dificultar que nos lo hagan más difícil quienes solo miran por sus intereses desde el otro lado de la frontera.


Un pico picapinos (dendrocopus major), macho -distinguible por la mancha roja en la parte posterior del píleo- curiosea el interior de una oquedad en uno de los árboles frente a mi domicilio en Madrid. Para los aficionados a la ornitología, no sorprenderá mi afirmación de que en un pequeño jardín urbano, y dependiendo de la época del año, pueden identificarse hasta veinte especies de paseriformes. Observarlos desde la ventana de mi despacho es una delicia, y…por momentos, arriesga convertirse en obsesión.

 

 

Archivado en: Ambiente, Energía, mineria Etiquetado con: biometano, cambio climático, combustibles fósiles, COOP 21, descarbonizacion, ecología, GEI, indicadores, Ley del Cambio climatico, minería, ministra, pájaro picapinos, Teresa Ribera, Transición ecológica, Zapatero

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