Al socaire

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Sobran opiniones

2 marzo, 2019 By amarias 2 comentarios

La población va tomando consciencia por las bravas de que al buen tiempo hay que empezar a considerarlo mal tiempo (no llueve desde hace meses y la primavera se acaba).

Desde hace décadas se habla del avance de la desertización en España, de la amenaza que la subida de cotas del mare Nostrum supone para las segundas residencias sitas sobre las arenas de la abigarrada costa mediterránea y, en fin, de vez en cuando, se confirma con tonos de catástrofe el grave riesgo que corren en caso de gota fría las propiedades ubicadas en rieras y ramblas.

Pertenezco al selecto grupo de convencidos tanto de la verdad del cambio climático causado, también, por causas antropogénicas, como de la presunción de que las medidas que se adopten para reducirlo o paliarlo serán tardías, insuficientes y muy costosas. Por mucho que las cuestiones ambientales ocupen mucho espacio político y mediático, sobre todo, si van apoyadas de fotos de icebergs a la deriva (con o sin oso polar incorporado), la realidad próxima me ilustra sobre la insensata incapacidad de la humanidad para concentrarse en actuaciones colectivas y, también, en subordinar los egoísmos individuales a las ventajas comunes.

Por supuesto, sobre la inactividad frente al deterioro del planeta, son más culpables los gobiernos, las grandes corporaciones empresariales y la ausencia de criterios técnicos y científicos en esas macro-reuniones a las que parecen muy aficionados mandatarios, falsos expertos, funcionarios de vacaciones y observadores sin opinión destacable.

Pero basta darse una vuelta por la propia ciudad para tomar conciencia de que la contribución al desastre ecológico alcanza también a los niveles ínfimos: alcorques convertidos en ceniceros, arroyos usados como vertederos de enseres domésticos, aceras que son letrinas de animales domésticos, además de otros usos que no tienen que ver con la peatonalización, puntos limpios en los que los contenedores separativos son utilizados como a cada uno le apetece, …Salir al campo, incluso a un Parque Natural o Nacional es, si uno no deja en casa la sensibilidad ecológica, motivo de preocupación al advertir los miles de homo sapiens que dejan latas de bebidas, bolsas con restos de comida, cuando no las consecuencias de lavar el propio vehículo o cambiar el aceite del mismo junto al arroyo en donde se ha hecho picnic.

Supongo que se debe admitir que la ignorancia, la desidia o la incuria conceden algún derecho a hacer lo que a cada uno le venga en gana. Se concede el mismo nivel a la información seria, técnicamente fundada, que a la opinión desorientadora, incluso falaz. La autoridad académica se sienta al mismo nivel que la conjetura. Es cierto, además, que los hechos concretos pueden ser confusos: la contaminación sube en las ciudades a pesar de las limitaciones al tráfico rodado.

Todo ayuda, para empujar al lado del desastre. A la sequía y a las incontinencias del tiempo atmosférico, se une el abandono de los pueblos, la maleza que encuentra su hábitat feliz donde antes había campos, los bosques descuidados, a los que nadie limpia de hojarasca y ramaje porque la madera vale poco.

Podía terminar este Comentario de muchas maneras. Voy a hacerlo de una manera peculiar. Supongo que el lector conoce que existe una Agenda 2030, en el marco de las Naciones Unidas, que, en su aplicación próxima, tiene como objetivo fundamental acabar con la pobreza en España. Desde julio de 2018 la Alta Comisionada es la periodista Cristina Gallard, cuyos méritos para ocupar ese pomposo puesto pocos discutieron en su día.

Pues bien, el gobierno de Pedro Sánchez, en la actividad frenética de estos sus últimos días en sus cargos, ha aprobado varios decretos Ley y Órdenes Ministeriales, cuya vigencia, como ya se han encargado de anunciar desde la amplia oposición, será nula si el PSOE se pierde en las elecciones del 28 de abril. Entre ese maremágnum de tardía actividad, se encuentra la Orden PCI/169/2019 del 22 de febrero de 2019, que crea el Consejo de Desarrollo Sostenible, con el fin de asesorar a la Alta Comisionada para la Agenda 2030.

Ese Consejo se pretende que tenga 48 miembros, de los más variados sectores. Los Colegios profesionales tendrán derecho a nombrar un representante, a propuesta de la Unión Profesional. Seguro que hay otras opiniones técnicas entre el medio centenar de componentes. No levanto mi voz para lamentar la exigua importancia que se concede a quienes podrían aportar la visión de la realidad desde el ejercicio profesional.

Me limito a expresar, con la voz queda del que está descolocado: Pero…¿alguien se puede creer que un grupo tan heterogéneo y de ese descomunal tamaño, va a llegar a conclusión alguna?

—-

Este hermoso ejemplar de malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala), fotografiado en las marismas del Sabinar de Roquetas de Mar (Almería) a finales de febrero de 2019, es un macho de una de las anátidas que corren peligro de extinción en España, además del riesgo de hibridación con otros patos. Es inconfundible, sobre todo, en período de reproducción, con su gran pico de base hinchada y de color azul vivo. La hembra del malvasía es de cabeza más discreta, pero también fácilmente identificable, por su pico inflado y el aspecto compacto.

Este ejemplar no estaba solo, sino que le acompañaba una hembra de su especie y otros patos azulones. He recortado la foto para poner de manifiesto su espléndida belleza.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Agenda 2030, Alta Comisionada, ambiente, basura, concienciación ambiental, contaminación, contenedores, desperdicios, ecología, malvasía, Orden OCI/169/2019, Parque Natural, suciedad

Carta abierta a la Ministra Teresa Ribera

28 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Querida ministra para la Transición Ecológica:

Tengo que empezar reconociendo que se me hace muy difícil entender las razones por las que se eligió ese nombre metafórico para caracterizar un Ministerio que se ocupa de temas tan sustanciales para la economía y el debate público como la Energía, el Medio Ambiente y el Cambio climático. La denominación del Ministerio parece evocar más un cuento de hadas que el impulso a actividades tan íntimamente relacionadas con la producción de bienes y servicios, la generación de empleo y riqueza y el bienestar de la ciudadanía, como son la minería, la generación de energía, o la producción industrial.

Pero…¿cómo podría poner en duda que el nombre del Ministerio es de tu pleno agrado, Ministra? Tu trayectoria curricular, brillante como pocas, te relaciona con los Desarrollos Sostenibles y los Cambios Climáticos, además de caracterizarte como experta jurista y brillante profesora. Y bien es cierto que poco importa el nombre del Ministerio si quien lo conduce tiene clara la senda por la que aplicar las competencias trasladadas al órgano administrativo.

A partir de esa experiencia personal y por lo que has traducido de tus convicciones técnicas y sociológicas, deduzco sin dificultades que la transición ecológica en la que empeñas tus capacidades ministeriales supone convertir a España en un modelo en relación con la producción limpia, el respeto total al medio ambiente y, en suma, la supresión de toda actividad contaminante. Es decir, una Arcadia con tipos meríficos, un país sin mácula en el que apetezca aún más vivir a los que puedan permitírselo, un ejemplo para la Humanidad concienciada con el amor universal, el consumo sostenible, la producción de suma cero y todas las ventajas que contrae la bendita ecología.

Si te propones que los objetivos sean ambiciosos, para conseguir que los logros reales aparezcan como detectables, a pesar de ser los fines fantasiosos, no seré yo quien critique de antemano esa opción. Si señalas la luna, no miraré el dedo.  Como estudioso de nuestra Historia, (en cierto modo, como tú: sé que te gusta tomar enseñanzas del pasado), me arriesgo a advertirte que el trazo de las grandes líneas de futuro tiene muy pocas posibilidades de permanecer visible de forma duradera en España.  Particularmente, en esta democracia asintótica que hemos destruido entre todos, la descomposición ideológica de las opciones partidarias supone la desgraciada garantía de que cada Gobierno nuevo estará ansioso de poner patas arriba lo que haya pretendido hacer el anterior.

Tendrías razón en argumentar que -gracias sean dadas- como jamás he estado dirigiendo un Ministerio y, para más inri, vengo de vuelta donde tú aún tienes amplio recorrido, la experiencia que haya acumulado en mi modesta trayectoria puede estar tan rancia como un trozo de tocino dejado durante meses a la intemperie. Dejaría el camino abierto a los más jóvenes, si no fuera porque algunos tenemos las posaderas peladas de experiencia internacional que nos vemos obligados a compartir, aunque no nos la pida nadie.

Cuidado con proponerse propósitos tan amplios y ambiciosos que, en su misma complejidad, se vayan por el agujero de la semántica. Aún resuenan en las marismas académicas las hermosas palabras del entonces presidente Rodríguez Zapatero (hoy perdido por los recovecos venezolanos) acerca de la Alianza de Civilizaciones. Era una idea tan magnífica como ingenua, es decir, irrealizable.

Como también resultó peligrosamente letal (para muchas empresas y no pocas administraciones confiadas) la estupenda concepción acerca de vivir un mundo globalizado, en el que todos los Estados pudieran compartir sus adelantos tecnológicos, sus producciones y consumos sin barreras.

Era un idílico panorama, en el que perdieron plumas, en especial, quienes pusieron la fe sin tomar precauciones. Y los que creyeron encontrar la vía para lanzarse al vacío exterior sin paracaídas (vale también la metáfora de salir al campo sin cinturón ni tirantes, creyendo que todo el monte era orégano), están lamiéndose las heridas, con pérdidas económicas insuperables.  Hoy sabemos que el gran beneficiario de esta apertura de los mercados ha sido China. Aunque circunstancialmente concentrada en aumentar su consumo interno ha conseguido establecer profundas raíces en los países menos desarrollados, incluido España.

No tengo autoridad para darte consejos, ni seguramente los admitirías. Tampoco es esa la intención de esta carta abierta que, como es obvio, no solo va destinada a ti, sino a mis colegas, conocidos y amigos y a todos aquellos que sientan la curiosidad por mis reflexiones, libres de las trabas de la responsabilidad e impregnadas de la sinceridad con la que se habla con alguien a quien se aprecia.

Recuerdo bien (y lo tengo recogido en mis notas) tus opiniones acerca del éxito de la COOP 21 de París, en la visión que dabas de la reunión allá por mayo-junio de 2016. Entonces era el momento de sacar pecho, y presentar el conato de Tratado como un aldabonazo a las conciencias, un transformador universal, que permitiría reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para que el incremento de temperatura media del planeta no superara los 2 ºC antes de 2100 y, preferiblemente, se mantuviera por debajo de 1,5ºC.

Era un relato muy hermoso, pues se apelaba a la solidaridad de la Humanidad por primera vez en la Historia (desde la maldición bíblica de la Torre de Babel). No se iba a dejar a nadie atrás. Todos los  Estados se iban a sumar a ese gran proyecto común, unos como aportadores de medios económicos y tecnológicos y otros como receptores concienciados. Habría un sistema de vigilancia centralizado de los cumplimientos, y la transparencia multilateral garantizaría la coherencia de las medidas internacionales y el control de las cuentas rendidas.

Fue un sueño precioso. Por fin, se aceptaba que un tema transversal como el calentamiento global no podría ser resuelto a niveles de Estado individual. La contaminación, por fin, se había comprendido que no tenía fronteras geográficas. Se retomaba aquella filosofía tan carismática como ineficaz del comunicado “We the world leaders…” ¿recuerdas?.

Se habría de implantar una metodología de financiación y se involucraría a toda una amplia panoplia de agentes, públicos y privados, en el objetivo común irrenunciable, por fin. ¡Qué momento tan dulce! Aunque el presidente Obama no pudo aterrizar en París por una tempestad, Estados Unidos y China se daban la mano. Rusia estaba dispuesta a cooperar y la Unión Europea, rompiendo su tradición histórica, aparecía como paladín de la armonía mundial, campeón de las medidas restrictivas, poniéndose a la cabeza de los sacrificios en loor al control del clima que, de seguir con nuestras aficiones pirogénicas, nos calentaría en demasía. Todos se habían convencido, sin fisuras, de que las previsiones del Panel del Cambio Climático eran dogma de fe…o eso parecía.

Sabes mejor que otros lo que pasó. En apenas dos años, el panorama mundial cambió. Estados Unidos se ha convertido oficialmente en negacionista del cambio climático y defensor de la autarquía, la suya. Rusia se siente muy próximo a China, pero no tanto por sus voluntades de contaminar menos, sino en la preparación de un estadio nuclear que garantice el dominio universal o, en su alternativa, la Destrucción Total del enemigo (es decir, la Hecatombe Mundial). Específicamente, China, que juega también al pacifismo integral,  se ha impuesto como campeón mundial de la globalización, bien entendida en su caso como la garantía de penetración masiva de sus productos en todos los mercados, desde el de cercanías al de las altas tecnologías.

Mientras tanto, existe un acuerdo tácito internacional en dejar que aumenten las diferencias entre los más ricos y los más pobres, entre los adelantados tecnológicos y los consumidores (mientras puedan pagárselo). La Unión Europea también es capitana en ese aspecto.

No hace falta bola de cristal para reconocer que el objetivo de reducir la velocidad por la que el mundo se encamina hacia el sobrecalentamiento no se cumplirá. De nada valdrá que la Unión Europea -con cada vez menos músculo y menor credibilidad- se manifieste dispuesta a incrementar incluso su objetivo particular de llegar al 2050 c0n un 40% de su producción con energías renovables, subiendo la apuesta en un 15% más.

El clima seguirá empeorándose, por tanto. Hay, y habrá, más tormentas (cada vez menos tropicales), subidas del nivel del mar, inundaciones y catástrofes (cada vez menos naturales). Si hay que dedicar medios inmediatos, y remedios consistentes frente al cambio climático ya presente, deberían ser para la construcción de diques defensivos, para conseguir alejar a la población de las zonas inundables, para incrementar los sistemas de alerta y los medios de protección.

Leo en la prensa que el Ministerio que presides tiene avanzada la creación de un marco jurídico que señale las prioridades del Ministerio en una Ley de Cambio Climático y Transición Energetica (ya no Ecológica, algo se ha mejorado en la transparencia de la concreta dicción). Debía estar aprobada, según previas declaraciones tuyas a finales de 2018, pero no va a ser posible y…me alegro.

Me alegraría también de que se rebajase la intención de llegar a la descarbonización  de nuestra producción energética e industrial en 2050, y que se aliviase la meta de conseguir la pretendida reducción del 20% de los GEI (respecto a 1990) en 2030.

Me alegraría también (entiéndeme, Ministra, solo en aras de que venza lo práctico, lo realizable), si el objetivo de impulsar a las energías renovables, en detrimento de la energía nuclear y las centrales de carbón y ciclo combinado, instalando un mínimo anual de 3.000 megavatios (MW) de potencia, se aligerase hacia lo alcanzable y, sobre todo, se hiciera tras un análisis profundo y pactado entre los agentes, no impuesto desde la cúpula ni aplaudido a regañadientes, con el propósito interno de escribir los acuerdos en la barra del hielo.

¿De verdad se ha estudiado, comprobando todas las consecuencias, -técnicas, industriales, sociales, económicas, financieras- lo que implica “dar el carpetazo” a los combustibles fósiles, negar autorizaciones de investigación y explotación de hidrocarburos, abominar de la fractura hidráulica, desdeñar la producción nuclear (en la que disponemos aún de técnicos y experiencia a nivel mundial)? ¿Es tan guay confiar en que la producción con biometano y combustibles sintéticos servirá para completar el mix energético como nos quieren vender los ecologistas de manual que parecen estar entre tus mejores asesores?

Sí, estoy convencido de que habrá un Plan regional de Energía y Clima, con la condición imposible de que el gobierno de Pedro Sánchez aguante en su equilibrio inestable, negándose, agarrado a la tabla de planchar, a convocar unas elecciones anticipadas que, por supuesto, no despejarán el panorama político pero pueden significar un cambio de Gobierno y tu vuelta a la empresa privada y a las clases universitarias.

Los que te conocen, dicen que eres testaruda y en algunos círculos (no muy complacidos) se refieren a ti como “la talibana”. Querrás poner en pie lo que imaginas correcto. Solo que el reloj señala tiempos cortos para acoger el lanzamiento de proyectos demasiado ambiciosos y, si falta el consenso, el monstruo devorador de buenas voluntades se encarga sistemáticamente de volver a poner, en nuestro país, las cosas en el sitio en que se siente más cómodo: en la ineficiencia, la improvisación y el pequeño caos de todos los días.

Te pediría que no olvides, en todo caso, de ordenar que se incluyan los instrumentos financieros precisos, y unos objetivos claros que sirvan para medir la eficiencia de las medidas. No lo dejes todo en la confianza del marco legal o jurídico, por favor. Que, aunque no se lleve jamás a efecto, tenga un aspecto muy sólido. Que ese Plan, si finalmente ve la luz y aunque arriesgue morirse en el postparto, no omita la previsión de actuaciones correctoras, la presentación de un sistema de indicadores y que cuanto se relacione con la ejecución del mismo, sea controlado por un comité independiente, y con un calendario exigible.

Y, si quieres ser, como estoy seguro que deseas, honesta con los resultados, consigue que te asesoren los mejores especialistas. Los tenemos en España, lo sabes. Algunos son funcionarios. Muchos, nunca lo han sido, y ven las cosas desde el lado de la competividad descarnada. Hazlos participar a tu lado, no los pongas en tu contra.

Creo que me he extendido demasiado. Debiera haberte escrito también sobre la necesidad de impulsar la minería en España, la producción tecnológica con valor añadido, la investigación cualificada orientada al producto y no a la endogamia universitaria. Seguro que tienes información sobre lo que opina Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea responsable de Energía, plasmado en un artículo de obligada lectura para tecnócratas: “Raw materials: Holy grail of 21st century industrial policy”.

Me pregunto, y te pregunto, querida Ministra: ¿No podíamos organizar nuestras actuaciones políticas, en combinación con el empresariado más activo y leal, contando con técnicos independientes y capaces y, en lugar de dar pábulo a la obsesión española de ser los mejores de la carrera, situarnos al nivel de lo que corresponde a nuestra preparación y medios?

Un abrazo, Teresa. Quiero dejar constancia pública de que respeto y admiro tu coraje y, si te sirve de algo, aconsejarte calma en el transitar por la senda de la Transición Ecológica, que presiento saturada de faunos, brujos, hadas malas y encantadores de serpientes.

Te deseo que tengas un buen final en tu tarea como Ministra, coherente con el buen principio por el que entraste en esa importante labor por mejorar lo que nos conviene a todos. No se puede cambiar el mundo con reuniones en la Moncloa ni actuaciones desde el Paseo de la Castellana, pero sí dificultar que nos lo hagan más difícil quienes solo miran por sus intereses desde el otro lado de la frontera.


Un pico picapinos (dendrocopus major), macho -distinguible por la mancha roja en la parte posterior del píleo- curiosea el interior de una oquedad en uno de los árboles frente a mi domicilio en Madrid. Para los aficionados a la ornitología, no sorprenderá mi afirmación de que en un pequeño jardín urbano, y dependiendo de la época del año, pueden identificarse hasta veinte especies de paseriformes. Observarlos desde la ventana de mi despacho es una delicia, y…por momentos, arriesga convertirse en obsesión.

 

 

Publicado en: Ambiente, Energía, mineria Etiquetado como: biometano, cambio climático, combustibles fósiles, COOP 21, descarbonizacion, ecología, GEI, indicadores, Ley del Cambio climatico, minería, ministra, pájaro picapinos, Teresa Ribera, Transición ecológica, Zapatero

Cuento de primavera: Empleo encuentra compañía

20 marzo, 2014 By amarias Deja un comentario

El equipo de investigación, formado por una excelente combinación de expertos internacionales y locales, entregó, en el plazo acordado, el informe que se le había encargado. Su título era, por demás, significativo respecto al objetivo que se pretendía y que debería ser convenientemente glosado en la propuesta : “Plan estratégico para generación de empleo en el país de Valgamediós”.

Para su presentación pública, habían sido convocados en el Hotel Pritz, en la capital del mirífico país, representantes de los más diversos estamentos. La sala estaba llena.

Junto a ministros, empresarios, profesores universitarios, jueces, banqueros, periodistas, se sentaban, en lo que se había denominado modestamente “desayuno informativo”, destacados miembros de la sociedad civil, elegidos por sorteo: amas de casa, parados, jubilados, políticos, religiosos, enfermos  de larga duración, ecologistas, y hasta eran distinguibles, por su color y fachenda, un inmigrante clandestino y un pobre de solemnidad, incorporados en el último momento como nota aún más exótica.

La Dra. Cristopherinda Krubber, PhD. en Sociología y Desarrollo Corporativo (Soziologie und korporative Entwicklung), MSc. en Optimización de Recursos Ociosos por la Universidad de Cowford, se encargó de hacer la exposición del Resumen Ejecutivo del Informe, seguido con el obvio interés por el público asistente. Se había también previsto la trasmisión por internet (hash-tag #Jobcreation), aunque, lamentablemente, la instalación dejó de funcionar a los pocos instantes de iniciada la transmisión, por causas que se están investigando.

“Hemos analizado todas -bueno, casi todas- las posibilidades de creación de empleo para un país de tamaño medio, como Valgamediós, y comparádolas con las de un país de tamaño adecuado, es decir, grande. Desgraciadamente, no se cumplen las condiciones necesarias para emularlos. Valgamediós no tiene la masa crítica ni en empresas, ni en empresarios, ni en capital, ni en técnicos, ni en investigadores, ni en ganas, para poder competir con los países más desarrollados, teniendo en cuenta, además, que la tecnología avanza a un ritmo exponencial. -dijo la Dra. Krubber, mientras en la sala se oía el ruido de las cucharillas de batir el café y del delicado masticar de los pastelillos con crema y bocaditos de jamón york que se habían dispuesto en el centro de cada mesa.

“Lamento no tener un proyector para ilustrarles sobre esta idea -se excusó la dama, que utilizaba gafas de concha y llevaba un collar de perlas artificiales sobre un sueter demasiado apretado para su corpulenta factura.

“El equipo de expertos, que me he honrado en presidir, ha establecido como primera y fundamental conclusión, que, aunque se empezara ahora mismo a tratar de cubrir el gap existente con los países avanzados y el crecimiento fuera exponencial, no se les alcanzaría jamás -al menos, en un tiempo finito-, ya que ellos están a un nivel demasiado alto y como sus descubrimientos también avanzan exponencialmente, la distancia tecnológica con ellos es cada vez mayor.”

Hubo un movimiento de intranquilidad en la sala, debido a que uno de los asistentes recibió una llamada al móvil, que se había olvidado cambiar a “modo avión”. Se le oyó decir: “Te llamo luego. Estoy en una reunión”, antes de apagarlo.

La Dra. Krubber se quitó las gafas, para enfatizar mejor, y las mantuvo en su mano izquierda como ariete simbólico.

“El comité ha estudiado, por supuesto, las posibilidades de generar empleo verde. Sin embargo, al comparar la creación de empleo que se obtendría en Valgamediós por empresas que se dedicaran al cuidado y protección ambiental, presionando desde la legislación y las multas a infractores ecológicos, así como a la implantación de tecnologías de las llamadas “Green”, el efecto conjunto, sería la generación neta de desempleo, pues la incorporación de las externalidades ambientales a los costes internos de las empresas, causaría, en una buena parte de ellas, su inviabilidad. A este fenómeno hemos dedicado el capítulo de “desempleo verde”, que es obra personal del experto en paradojas, Dr. Andreas Cipote…perdón, Dr. Capirote.

Los asistentes habían sido invitados a realizar preguntas por escrito a la ponente y algunos -profesores universitarios en especial- garabateaban frenéticamente en las hojas preparadas al efecto, demandando a las azafatas que recogieran sus intervenciones, deseando en secreto que fueran seleccionados por el moderador para exponerlas de viva voz, ya que eso les daría visibilidad posterior para ser convocados a otros debates y mejorar su currículum académico.

“Muy interesante, y con esto ya termino -carraspeó la conferenciante- ha sido el estudio de la opción de generar empleo en el sector armamento. Es, sin duda, la propuesta más esperanzadora. Por una parte, el diseño y fabricación de armas, no importa su nivel de sofisticación, ayudaría a crear empleos en Valgamediós y podrían ser exportadas a países con un nivel de desarrollo aún inferior, y, muy especialmente, a aquellas zonas en las que existen conflictos bélicos, que, dicho sea de paso, no creemos factible provocar desde un país como éste, aunque se puede conseguir ayuda de algún otro más grande, en condiciones a analizar que se salen del marco de este informe.

En la sala se había creado real expectación, pues había entrado un equipo de televisión y estaba enfocando a las mesas sucesivamente

“Por otra parte, si se llegara a participar directamente en un conflicto armado, y hubiera bajas propias, los huecos generados podrían ser cubiertos por los que aún estuvieran vivos, que se incorporarían de esta forma inmediata al mundo laboral.

Se habían acabado los pastelillos de crema y en algunas mesas se reclamó por la escasez de las vituallas, impropias de un hotel de tal categoría. Sin esperar al debate, los asistentes que pertenecían a los principales sectores económicos y sociales de Valgamediós, salieron de la sala, ya que tenían programadas reuniones de trabajo.

“La mesa ha recibido muchas preguntas escritas, y no habrá, por desgracia, tiempo para formularlas a la ponente, pero podrán hacerlo a la dirección de correo electrónico que se les proporcionará a la salida.

Un tipo con cara de estar de vuelta de muchas cosas, y que estaba escuchando de pie la disertación, preguntó con voz potente, como quien hace música a capela:

-¿Alguien de ese grupo de expertos se molestó en analizar a dónde queremos ir en Valgamediós? ¿Solo se puede ser feliz si se tiene trabajo?

El silencio creado pareció a algunos una respuesta.

FIN

 

 

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias, Sin categoría Etiquetado como: actividad, cuento, cuento de primavera, defensa, desempleo, ecología, empleo, verde

Cuento de invierno: Los cuatro mapaches

4 marzo, 2014 By amarias Deja un comentario

Entre abedules, jarales, juncos, alisos y cañameras, a las orillas del Henares, allí donde este río se emboca hacia el Jarama, vivían cuatro mapaches. Se consideraban hermanos, pero no eran de la misma camada, ya que se habían conocido en una tienda de animales de compañía en donde habían sido importados desde los bosques de Quetzal, en Guatemala, apresados junto con otras crías de mapache cuando eran prácticamente recién nacidos.

La casualidad los había vuelto a reunir cuando fueron abandonados en tierras del Sureste madrileño, ya que los niños a los que habían sido obsequiados como regalo de cumpleaños o de primera comunión se cansaron de ellos, o sus padres fueron convencidos de que los mapaches adultos podrían ser peligrosos cuando se enfadaban.

Lo que distinguía, de verdad, a estos mapaches no era su agresividad ni el estar tan lejos de su lugar de nacimiento ni encontrarse como especie alóctona y, por tanto, indeseable, en una comarca densamente habitada por otros animales superiores, que se llamaban a sí mismos, seres humanos.

No. Por gracia del dios de los mapaches, se les había concedido el don de la palabra. Tenían la propiedad excepcional de poder entenderse entre ellos, y no únicamente con sonidos guturales, expresiones que podían servir para transmitirse estados de ánimo elementales o ser considerados como gritos de alerta. Podían incluso construir sofisticadas elucubraciones, rayanas en los ámbitos de la filosofía más elaborada, privilegio que solo se creía era propio de la especie depredadora y, también, fundamentalmente carnívora, que fue citada en el párrafo precedente.

Los cuatro mapaches respondían, en realidad, a una mutación genética en la evolución de los osos lavadores, que les situaba en el camino de una complejidad creciente, manteniendo ese aspecto  entrañable, sedoso y suave, como podría haber sido el de Platero, que tan admirablemente describió Juan Ramón Jiménez con el objetivo de que le dieran el Premio Nobel de Literatura.

El hábitat en que se encontraban no era precisamente hostil -había, eso sí, guardas forestales, biólogos preocupados, perros feroces, algún zorro caprichoso-, pero la inmensa mayoría de lo que se encontraban era aprovechable: carpas, residuos alimentarios, mofetas, lagartos y lagartijas, petirrojos, huevos de ánade, etc-.

Los cuatro casi-hermanos prometieron estar siempre juntos y utilizar sus fuerzas para conseguir en todo momento y circunstancia, por el tiempo que les quedara de vida, alimentos salutíferos, guaridas acogedoras y protección frente a sus enemigos, tanto naturales como antinaturales. En lo tocante a la diversión, juraron ante el dios de los mapaches compartir los momentos de distracción con el mismo talante que los tres mosqueteros, respetándose las conquistas sexuales, si las hubieran, y gozando del paisaje, que les pareció suficiente, alentador y razonablemente salvaje.

Aunque físicamente resultarían indiscernibles para cualquier observador ajeno a la especie, sus caracteres eran diferentes. Los llamaremos Acaparador, Indolente, Indeciso y Desprendido, para distinguirlos, aunque hay que advertir que no necesariamente el apodo define completamente  la naturaleza del comportamiento de estos mapaches, que era bastante más compleja. Pero servirá para ofrecer una idea de sus inclinaciones conductuales.

El primer año de su nuevo estado había resultado excepcional. Hubo gran profusión de ratas y ratoncillos, meloncillos, escarabajos, cachos, lagartos y huesos de pollo. Hasta Indolente se permitió cazar un par de musarañas, que se acercaron de forma imprudente al alcance de sus garras, en uno de sus paseos por el bosquete de alisos.

Pero el segundo año estaba resultando terrible. Parecía que todos los animales que podían constituir su alimento habían desaparecido. Apenas si se encontraba, y de tarde en tarde, algo que llevarse a la boca y, para mayor fastidio, advirtieron que los laceros se estaban llevando otros mapaches; fue muy doloroso advertir que un par de hembras que habían detectado, y que resultaron consentidoras, habían desaparecido en el furgón de Protección Ecológica.

La situación se convirtió en muy delicada, aunque no todos la apreciaron igual. Acaparador, aunque había visto cómo la carne de anteriores correrías, que había ido almacenando, con la idea de disponer de ella justamente en momentos de escasez, estaba putrefacta y poco apetitosa, era el que mejor lo estaba pasando, sin embargo. Al menor descuido, birlaba a otros mapaches -desprovistos de la excepcional capacidad de que él disponía- lo que habían cazado, simulando ser un humano que se aproximaba.

Desprendido se comportaba como siempre, ignorante al parecer de que el asunto era serio. Traía a sus falsos hermanos las presas que conseguía cazar, para compartirlas con ellos e incluso, a veces, su largueza le provocaba que se acostara con la incómoda sensación de tener el estómago vacío.

-Mañana será otro día, -era su positiva elucubración, mientras veía, con satisfacción que el resto de la circunstancial camada dormía a pierna suelta.

Indeciso, que era, para sus hermanos (y, sobre todo, para él mismo) el más inteligente de los cuatro, perdía mucho tiempo dedicado a meditar sobre la relación entre la disminución del número de musarañas respecto al incremento del de caracoles, y los fines de semana, incluso, se ponía morado de pensar acerca de la manera adecuada de trasladar al resto de los mapaches, no dotados de la capacidad intelectual que ellos atesoraban, las conclusiones  que, en su entendimiento, ellos estaban adquiriendo.

-¿Os dáis cuenta -decía a sus hermanos- que nuestra posibilidad de pensar y expresar ideas no nos hace más felices ni, en general, salvo el caso de Acaparador, más ágiles para encontrar alimento? En mi caso, ser tan inteligente, más bien diría que, al contrario, me genera aún más incertidumbre.

-Chorradas -le cortaba Acaparador, quien, al menor descuido, les arrebataba a Indeciso y Desprendido lo que llevaban entre garras-. Lo que sucede es que la única manera de ser felices es teniendo más. Cuanto más se posee, más se disfruta, y para ello hay que estar continuamente alerta, consiguiendo que los demás, tanto los capaces como los más cortos de sesera, trabajen para nosotros y, si fuera preciso, arrebatándoles lo que nos apetezca, porque, al fin y al cabo, solo nosotros, como seres de mayor inteligencia, podemos decidir lo que conviene y lo que no.

-P…pero -expresaba Desprendido- tú no te contentas con tener lo necesario, quieres siempre más y te guardas para ti mucho más de lo que puedes comer, con lo que se te acaba pudriendo y no sirve para nadie. A mí me parece que si todos compartiéramos lo que podemos obtener de la naturaleza, cazando juntos y todo eso, con los demás mapaches, podríamos tener para todos más que suficiente. Al fin y al cabo, no seremos más de quinientos o seiscientos en este territorio. Es cuestión de organizarse, poner en unión lo que se consiga, y tratar de mejorar lo que hay.

-Pensad lo que queráis -comentaba Indolente, atusándose los bigotes con un resto de brillantina que había descubierto en un bote tirado junto al río-. Mi opinión es que no se puede hacer nada. Las cosas son como son, y lo único que podemos hacer es vivir la vida, disfrutar lo más posible y…el que venga detrás, que arree. Al fin y al cabo, por malas que están viniendo, nuestra posición sigue siendo privilegiada, comparada con la de los demás mapaches…

Estaban en éstas, cuando empezó a llover copiosamente, las aguas del río junto al que estaban (en aquel momento, por cierto, el Alberche) crecieron de pronto desmesuradamente, llevándolos consigo y, aunque  cada uno consiguió, después de luchar denodadamente contra la corriente, llegar a la orilla, nunca más volvieron a encontrarse.

Se desconoce dónde se encuentra actualmente cada uno y, a decir verdad, en tanto que ser humano, me importa poco.

FIN

 

 

 

 

 

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: Alberche, alóctono, cuento, cuento de invierno, ecología, equiliibrio, Henares, inundación, Jarama, mapache, Parque del Sureste, razón, vivencia

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