Al socaire

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Cómico o ridículo (16)

22 febrero, 2017 By amarias Dejar un comentario

Los años de residencia en Düsseldorf fueron para toda la familia, muy especiales. Recién cumplidos los treinta años, tenía ante mí una oportunidad profesional excepcional. El sueño de recuperación del mercado siderúrgico español se desvelaba como un espejismo y Ensidesa tuvo que potenciar la venta de algunos productos en los países más industrializados, creando empresas locales.  El mercado alemán (y, en general, el de toda la antigua Eurofer) era muy atractivo en precios, si bien los países terceros, como era el caso de España, estaban sometidos a cuotas máximas anuales de importación.

De resultas de aquellos cinco años de paso por Alemania, volvimos con dos hijos bilingües, una familia puesta a prueba y con los laureles del éxito de haber reforzado nuestra unión y, a mi particularmente, me aportó algunas plumas rotas y un dossier de abultada experiencia. Entre 1979 y 1984 hubo sucesos importantes en España y observarlos, y juzgarlos, desde la plataforma emocional y económica del núcleo duro de Europa, perfeccionó la base argumental con la que he construido mi posición ante la vida.

Recuerdo muy bien cuando el 23 de febrero de 1981, más o menos sobre las seis y media de la tarde, recibí la llamada de Evelio Mañas, director de personal de Ensidesa. “Ha habido un golpe de Estado. El Congreso está ocupado por los militares. Tienes que recoger toda la documentación reservada de la oficina. Llévatela a un lugar seguro. Que no sea tu casa”,

¿Documentación reservada? No tenía la menor idea de qué tipo de información de la que manejábamos podría merecer tal calificativo, y Evelio no parecía dispuesto a dar muchas explicaciones. Capté, sin dificultades, que en el ambiente gravitaba la sospecha de que todas las comunicaciones estaban interferidas. España había caído, de nuevo, en el pozo profundo de su historia desdichada.

Llamé al cónsul de España en Düsseldorf, el asturiano Trelles, -un personaje con una humanidad fuera de lo común, al que estaré siempre agradecido por la manera como facilitó mi integración en el país- para obtener más detalles. Mientras me ponían con él, encendí una pequeña televisión que tenía en la oficina. Las cadenas alemanas estaban ya ofreciendo en directo el espectáculo lamentable. “Me acaban de decir desde España que ha habido un golpe de Estado. La televisión alemana está poniendo imágenes de guardias civiles en el Congreso. ¿Qué váis a hacer en el consulado?¿Qué instrucciones tenéis?”

Al otro lado, advertí un silencio denso. “Primera noticia. Llamo al embajador y te cuento”. Era evidente que el protocolo de reacción ante sucesos que afectaban a la seguridad no estaba aún desarrollado.

Mi esposa es rubia, tiene los ojos de un hermoso color verde azulado y la tez blanca. Parece nórdica, pero es asturiana de pura cepa, seguro que descendiente de aquellos suevos o alanos que invadieron la península y se establecieron por el occidente. No es tan extraño que se dirijan a ella en inglés, tomándola por extranjera.

Cuando fuimos a Alemania, ella no tenía la menor idea del alemán. (En verdad, yo había rellenado la casilla en donde se pedía identificar las preferencias de expatriación, con un claro: “Cualquier país de Europa menos Alemania”). Mucho más sociable que yo, enseguida se encontró, o la integró ella misma, con una colonia de más de una decena de mujeres españolas, con las que formó sólidas amistades.

Salvo una o dos excepciones, todas estaban casadas con extranjeros: alemanes, japoneses, ingleses, yugoslavos…Cuando nos reuníamos con cualquier pretexto, ellas se lo pasaban en grande verbalizando sus vivencias en la lengua propia y los maridos pugnábamos por encontrar un lenguaje común en el que intercambiar algunos mensajes. No eran las nuestras, en general, charlas para enorgullecerse, aunque, en honor a la verdad, también hice magníficos amigos.

Una vez en que teníamos invitados en casa y queríamos preparar un plato especial, María Jesús me condujo a la carnicería y, después de observar el género, me pidió que tradujera: “Dile que quiero una buena pieza de morcillo, pero que sea entera y, por lo menos, de un kilo”. Estaba buscando de lo profundo de mi vocabulario alemán la palabra más afín a morcillo (de la que aún hoy, dudo su significado real en la morfología vacuna), cuando la voz del carnicero, atento sin duda, a mi aspecto de turco atildado, con el bigote recortado que entonces lucía y mi pelo castaño oscuro ligeramente ondulado, interrumpió mis elucubraciones:

“Aber, mein Herrn! Lassen Sie ihren komischen Versuche (…)” En nuestra lengua: “Pero, hombre de Dios, deje de hacer pinitos con su alemán, y que su esposa me diga directamente lo que quiere, que no tengo toda la mañana para Vd.”


El cormorán moñudo (Phalacrocoax aristotelis), en invierno, y avistado a distancia, es difícil de distinguir del cormorán grande, que se ha hecho habitual entre nosotros. El moñudo es más pequeño y recibe su nombre porque, en verano, el adulto tiene una cresta muy aparente.

Los cormoranes se alimentan sobre todo de peces, que engullen enteros -algunos, de un tamaño considerable en relación a lo que podría suponerse más acorde para el buche del ave-. Son capaces de aguantar sumergidos durante algo más de un minuto, nadando con gran rapidez, por lo que pocos peces se escapan a su voracidad. A su presencia creciente en los ríos del Norte de España, siempre al acecho de alguna posible presa, se atribuye la reducción de la pesca, siendo acusados como uno de los depredadores dañinos para esta afición deportiva.

Después de las inmersiones, abren las alas en una posición característica, exponiéndolas al sol, para que se sequen,

Hace unos días leí que el cormorán pigmeo ha vuelto a España, en donde había desaparecido en la Edad Media. En el delta del río Danubio está localizada una de las colonias más numerosas de este ave. De allí provendrán, supongo, los ejemplares avistados aquí.

Archivado en:Personal Etiquetado con:23-F, Alemania, cónsul, Dússeldor, Ensidesa, Evelio Mañas, golpe de estado, Trelles

Cómico o ridículo (3)

12 enero, 2017 By amarias Dejar un comentario

carbonero comiendo loncha de chorizo

Tenemos una capacidad excepcional para olvidar aquellas situaciones en las que hicimos el ridículo. Esta acción de borrado actúa como una protección de nuestro ego, de la autoestima. Nos viene bien, para convivir con nuestra pequeñez.

Sin embargo, “haber hecho el ridículo” es una apreciación básicamente subjetiva que nos lleva a imaginar (y casi siempre, de manera equivocada) que una actuación, voluntaria o involuntaria, nuestra indumentaria o una circunstancia tenida por anómala,  es sancionada por los demás menoscabando la consideración que tienen de nosotros.

Los adolescentes sufren mucho al pasar ese campo sembrado de inseguridades. El termómetro interior es el sonrojo. Ningún adulto está libre de ese temor, sin embargo, aunque, como siempre que opera el consciente, no todos tenemos la misma sensibilidad al respecto (algunos simulan no tener ninguna).

La experiencia demuestra que no solo nosotros olvidamos nuestros actos ridículos, sino que, por fortuna, los demás también los entregan rápidamente al olvido, e incluso lo hacen antes que nosotros, y puede que ni los detecten. En caso de que alguien mantenga presentes, y difunda nuestras actuaciones ridículas, debemos sospechar que tiene razones personales para ello,  no necesariamente negativas.

En el tiempo que estuve como delegado de Ensidesa en Alemania, viví ciertamente momentos peligrosos para mi ego. Al inicio, ni sabía suficiente alemán, ni tenía experiencia alguna como vendedor (venía de la investigación pura y dura). Disponía de un antídoto contra cualquier depresión: una esposa infatigable. Con dos hijos que aún estaban en su primer lustro y la ilusión de mis 31 años, tenía aún, como se suele decir, el mundo por delante.

Aprendí a convivir con mis limitaciones y a reirme con ellas. Al hacer balance cada día, sentía haber hecho varias veces el ridículo. Tenía una grabadora asociada al teléfono con la que repasaba, estudiándolas, las conversaciones que mantenía con los clientes. Mis “wiederholen Sie, bite” y mis “Entschuldigen, aber ich habe nicht verstanden” se repartían a partes iguales las primeras semanas.

Mi primera secretaria, Thirza, alemana, me adoptó como hijo. Hacía de Dante y de Pigmalión, y de lo que fuera. En Zum Schiffchen (la catedral del codillo y la cerveza negra), hice amistad con uno de los camareros (se llaman allí Kobe), que cam paba por el local con su particular campechanería, no exenta de insolencia. Me servía el Schweine haxe más grande y  la alt en jarra doble. Una vez que ella llevaba un abrigo de pieles para proteger del frío exterior su cuerpo más bien rollizo (yo me mantenía delgado tendiendo a demacrado) nos llevó a la mesa con un saludo general: “Hier kommen die Löwin und ihr Junge!.” (aquí vienen la leona y su retoño)

Como país tercero que era España entonces, las huestes de Eurofer estaban ávidas a obtener tajada de los precios de nuestros productos siderúrgicos y de la situación económica española. Apenas llegado al país, la dirección de Carl Spaeter, que veía con recelo que tuviéramos una delegación en el país, propuso a la dirección de Ensidesa mantener una reunión en un lugar adecuado en el que se pudiera pactar el documento de cooperación futura (la palabra cooperación, que se magnifica en alemán, es una de las más utilizadas comercialmente).

Muy posiblemente en el programa secreto de la reunión figuraba mi inmolación.

El lugar previsto era Frankfurt, y yo, que aún vivía de hotel,  me desplacé desde Dusseldorf el día anterior con lo puesto. No fui advertido, o si hubo intención, como era fin de semana, nadie cogió el teléfono en mi oficina, de que se decidió cambiar a última hora el sitio de concentración de fuerzas a un recoleto Hotel en Baden Baden, en la Selva Negra. Allí aparecí, pues, impecablemente vestido de traje, corbata a tono y mis zapatos con suela de cuero, en un áspero día de febrero en el que la temperatura exterior se mantuvo algunos grados bajo cero.

Al dar los primeros pasos sobre el hielo, resbalé y pude matarme. “¡Herr Arias! ¿Viene Vd. para enrolarse a la División Azul?¡¡El equipamiento es inadecuado!” -me saludó, enfatizando las palabras, con su rostro impenetrable (que, más tarde, descubriría que protegía a un tipo estupendo), el Sr. Stachelhaus.

La reunión no cumplió sus objetivos previstos, y yo me aferré al Jägermeister para sobrevivir. A pesar de la medicina, estuve varios días con fiebre alta.

Unas semanas más tarde, cumpliendo con el rito de llevar a los clientes distinguidos a conocer la factoría de Avilés, acompañé en su periplo hispano a los directores de una empresa naval, y, como no sabía qué hacer con ellos luego de la visita a la fábrica, la comida, el paseo por la ciudad y la cena, queriendo sacar nota en mi inmersión como comercial, en lugar de llevarlos al hotel, había preguntado a un experto en la cuestión comercial sobre lo que sería lo más top.

“Llévalos de cachondeo; les gustará”, me aconsejó (no exactamente con estas palabras, que el lector avezado sabrá sustituir, si le apetece).

Oviedo no es precisamente la ciudad más alegre del mundo (no le era entonces), pero en la zona de Los Monumentos (prerománicos) del Naranco había (y creo que sigue habiendo) concentración de Night Clubs y otros lugares de los llamados de alterne. Nunca había estado allí, y le pedí al taxista que nos llevase a uno que tuviera animación.

Cuando bajamos del taxi, llamé decidido al timbre del que me fue recomendado, poniendo aire de experto. Me abrió un tipo raro (todos me lo hubieran parecido, desde luego) y me pareció que se encendían algunas luces. Estuvimos más solos que la una hasta que aparecieron, por fin, unas mujeres, que nos pidieron, como corresponde, que las invitáramos a beber.

Resultaba un lugar deprimente y una situación auténticamente ridícula, aunque mis clientes eran gente de buen humor y, para mi tranquilidad, no deseaban más que tomar una copa (o dos) sin  mayores complicaciones ni excesos.

Si el lector/lectora tiene otras sospechas, ruego que se me respete la presunción de inocencia. De pronto, miré el reloj, y entendí que se estaba haciendo tarde y que debía avisar a casa. Cogió el teléfono mi suegra. “Dígale a María Jesús que estoy en Los Monumentos con unos clientes y que ya nos vamos”.

Mi mamá política, que era una mujer encantadora y más buena que el pan -aunque no inocente-, cuando le trasladó el mensaje a mi esposa, que estaba dando la papilla a Miguel, mi hijo menor, no pudo refrenar una curiosidad: “Hija, esto de los Monumentos donde está Angel, ¿no será ese sitio dónde dicen que hay mujeres de mala fama? ¿Vais bien?”

Mi mujer tuvo una salida inteligente: “Mamá, ya sabes cómo es Angel de bromista. Está con unos amigos de la Universidad cenando en el Reconquista”.

Aún me suenan hoy los oídos al recordar el discurso que tuve que escuchar cuando llegué a casa.


Reconozco que sentí emoción cuando me topé con este carbonero común que llevaba una loncha de chorizo en el pico. Era pesada para él, así que le cayó después de un corto vuelo. Viendo que volvía sobre ella, me acerqué, y lo fotografié varias veces, mientras le daba frenéticos picotazos al embutido, con evidente deleite.

Los libros de aves de los que dispongo en mi biblioteca (y tengo algunas decenas), coinciden en afirmar que los “parus major” se alimentan, fundamentalmente, de semillas e insectos, aunque no dudan, llegado el caso, en atacar a polluelos de los pequeños herrerillo común o agateador.

Lo que no leí en ninguna parte es que les gustase el chorizo. Queda registrado.

 

 

 

 

(1) Se que teutón y alemán no son sinónimos, e incluso que a los alemanes no les agrada la identificación, pero a los españoles esta distinción nos suele importar un carajo.

 

 

Archivado en:Actualidad, Sociedad Etiquetado con:Alemania, cómico, Kobe, Monumentos, ridículo, Schiffchen, sociedad, Stachelhaus, Thirza

Creo en la competencia más que en la competitividad

2 julio, 2014 By amarias Dejar un comentario

(Continúa de los dos Comentarios inmediatamente anteriores, con los que forma una unidad)

3. Urgencia de aumentar la inversión neta en investigación y mejorar el control de su eficacia

Todo el mundo parece estar de acuerdo en la importancia de la investigación, y empeñado en ponerle adjetivos y apéndices, aunque la realidad es que no se le presta atención, confiando más en la aparición del genio aislado que en el resultado de los trabajos en equipo, con orientaciones en sectores o líneas preferentes.

Se acostumbra, además, a reducir la valoración del esfuerzo en investigación a porcentajes referidos al presupuesto público anual o del producto interior bruto del país: un 1,3% del PIB parecería poco y un 2%, suficiente, por ejemplo. No hay necesidad de engañarse. Si se pretende analizar nuestras posibilidades competitivas en el marco internacional, habrá que referirse a cifras absolutas.

Los datos disponibles -manejo las grandes cifras, importando menos al respecto de mi razonamiento, el detalle exacto- indican que el gasto absoluto en i+d en Estados Unidos es 25 veces superior al de España y el de China, por ejemplo, 10 veces más alto. Países próximos, como Alemania o Francia, lo cuadriplican.  Podemos ser escépticos respecto  a la homogeneidad con la que han sido obtenidos los datos (estoy convencido de que en España se han inflado, en tanto que en Estados Unidos se subestiman…y pongo en duda cualquier dato que provenga de China), pero no debemos dejar de captar el mensaje de que las opciones para competir en resultados investigadores con países que dedican medios muy superiores a los nuestros son comparativamente ridículas.

Debemos, en consecuencia,  concentrar los recursos en algunas áreas concretas, siendo, además, conscientes, de nuestra condición genérica de país tecnológicamente dependiente. Es decir, desde la perspectiva de la mercadotecnia de productos que precisen alta tecnología , estamos del lado de los consumidores y no de los productores, de la demanda y no de la oferta. Solo nos falta -ni más ni menos- que tener con qué pagar lo que nos gusta consumir.

Los 13.000 millones de euros anuales que se dedican, según los datos, en España, a actividades de i+d+i son escasos, y,  por si fuera poco, están distribuidos heterogéneamente entre nuestras regiones (tres regiones concentran el 80% del gasto total innovador) y presentan múltiples duplicidades y ocasión de despilfarros y muestras de descoordinación. Con un gasto privado de 150 euros por habitante (nuevamente, se repiten ratios de proporción similares a los que nos separan de los países más avanzados), tampoco cabe esperar que nuestras empresas den la campanada tecnológica. (1)

(c0ntinuará)

—-

(1) Según el Estudio de una Escuela de Negocios, al que concedo un carácter fundamentalmente académico, hay unas 40.000 empresas innovadoras, y que tenemos algo más de 200.000 empleados, en ellas y en los centros públicos, dedicados a idear, todo el tiempo o a ratos: me pregunto dónde están y lo que hacen, si bien el análisis expresa que se concentran en farmacia, electrónica, química y automóvil, espacios tan imprecisos y genéricos que se me antojan equivalentes a música celestial o a aplicaciones de la cultura general.

Si el lector quiere datos para profundizar en lo pesimista del análisis, puede recorrer las páginas del Informe de la COSCE (Confederación de Sociedades Científicas de España).

 

Archivado en:Actualidad, Sociedad, Tecnologías Etiquetado con:Alemania, corporación, COSCE, creatividad, empleo, españa, estados unidos, gasto, investigación, países en desarrollo, tecnología, Universidad

Un 23-F para Felipe

19 febrero, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Un fantasma recorre Europa, el fantasma del pesimismo.

Convertido en referencia estructural, aflora en cualquier momento, porque parece haberse instalado para quedarse. Empaña las relaciones multilaterales, compromete la política interior de los Estados, empequeñece las actuaciones exteriores, impide llegar a acuerdos.

Y en los países más vulnerables, deja su ancha huella en aumento veloz de las desigualdades, despidos masivos, huelgas y algaradas, manifestaciones con represiones policiales violentas, inseguridad ciudadana, quiebras empresariales y ruina de familias.

Alguien con sentido del humor perverso recogió bajo la advocación de PIGS (Portugal, Italia, Grecia y Spain) a los miembros de la falsa comunidad europea con mayores dificultades para sostener su economía, convirtiendo sus iniciales en regla nemotécnica.

Me resulta curioso que el cerdo sea, en realidad, el animal que ha salvado de la hambruna a los países de centro Europa, y especialmente los que forman Alemania, convertido en plato nacional. El cerdo es también venerado en España con ribetes míticos, y hemos distinguido sus carnes con tratamientos sofisticados y adecuadas terminologías que le dan valor en los mercados y en los paladares.

En la aplicación del principio del sálvese el que pueda, los PIGS están perfilando diversas estrategias, que van desde el Caos Calmo (1) de Italia a la Trago dia griega. En Portugal, la nostalgia de una vuelta a comenzar desde donde perdimos el rumbo, está obteniendo el apoyo de grupos juveniles que reclaman a gritos una nueva “Revolución de los claveles”, aquél alzamiento militar izquierdista que el 25 de abril de 1974 acabó con una dictadura casi gemela, en tiempo y conceptos, de la coetánea española.

La situación actual me resulta tan apestosa que apenas me interesan las noticias. Ni siquiera las llamaría noticias, porque las considero puntas de icebergs que estaban en el camino de nuestra transición, esto es, de nuestra singladura. Estaban allí, y el que ahora sean señaladas con entusiasmo en las cartas de navegación construídas de urgencia para ser vendidas con alborozo en los kioscos, no las convierte en noticia. Han sucedido hace tiempo, forman parte del mar plagado de escollos por donde tenemos que transitar.

Y cuando estaba escribiendo ésto, próximo al 23 de febrero, me acordé de repente que la monarquía de SM el rey Juan Carlos adquirió ese día de 1981, según acordaron a posteori todos los vocingleros, respeto y validación democrática, por su comportamiento firme para atajar la revuelta de algunos generales que empujaron a la gloria efímera y al descrédito seguro a un coronel desquiciado por haber bebido demasiado licor de amor patrio.

Entonces, me asaltó un escalofrío. ¿Será posible que alguien esté buscando para el Príncipe Felipe su 23-F?

—

(1) Vea el lector en esta referencia un tributo subliminal a la estupenda película de Antonello Grimaldi (2008).

Archivado en:Economía, Europa Etiquetado con:23-F, Alemania, cerdo, dio., Europa, Grecia, Italia, jamón, mercado, PIGS, Portugal, Príncipe Felipe, revolución de los claveles, trago

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