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Cuento de invierno: Razones de sexo

17 enero, 2014 By amarias2013 Deja un comentario

No había sido fácil reunirlos, pero allí estaban. La élite de los expertos valgamediosinos en el sexo femenino. Doctores en ginecología y obstetricia, analistas laureados en el carácter y sicología de la mujer, letrados constitucionalistas y abogados penalistas, sociólogos e historiadores, obispos y chamanes de las principales religiones, políticos tanto de las regiones más desarrolladas como de los más miserables,…

La convocatoria había sido realizada a iniciativa de un grupo de expertos multidisciplinar que había conseguido, tras largos y trabajosos estudios, terminar su investigación, co-financiada por la Organización Por la Desigualdad sexual, sobre un tema apasionante: “Análisis de los fundamentos científicos de la inferioridad de las mujeres”.

Entre los convocados no había ninguna mujer. Alguno de los asistentes había hecho notar, tímidamente, lo que le parecía una paradoja.

-No encuentro de recibo que en una Asamblea de este tipo, en el que el tema central, por no decir, único, sea la mujer, no se haya invitado, al menos como oyente, a alguna representante femenina, cuya bella presencia, por otra parte, alegraría los debates.

Quien así hablaba era el respetado Dr. Pelele, que había estudiado Técnicas de Reproducción Asistida en el Reino Unido, y tenía un próspero Laboratorio de Inseminación Artificial. Aunque estaba a punto de cumplir los sesenta años, aparentaba algunos menos, gracias a su cuidado acicalamiento y al gusto por llevar trajes de marca demasiado ajustados.

-Obviemos una discusión vacía -cortó el Presidente de la reunión, elegido por ser el de mayor edad, propuesto varias veces, aunque sin haber superado nunca la primera criba, al Premio Nobel de Biología, Dr. Bacon-Ham, que era experto en trasplantar órganos de todo tipo-. Ninguna mujer ha sido invitada para que las conclusiones no se vean mediatizadas. Así podremos discutir más libremente, sin ningún tipo de coacción o presión.

El Informe, que expuso -en Resumen Ejecutivo- el Dr. Florinata, como portavoz del equipo que lo había elaborado, tenía dos mil quinientas páginas y, según se anunciaba en la primera de ellas, resultaba demoledor en sus conclusiones. El Dr. Florinata llevaba el pelo algo engominado, y lucía un bigote que parecía delineado con tiralíneas. Se ajustó el nudo de su corbata de colorines antes de hablar así:

-Los trabajos se han desarrollado en tres contextos. El histórico-sociológico, que analiza las consecuencias de la división consuetudinaria del trabajo entre varones y hembras de la colectividad humana, atendiendo a las cualidades físicas de unos y otras. El sicológico, que profundiza en la práctica incapacidad de la mujer para entender las cuestiones abstractas, ya sean mapas, cuentas bancarias o grifos que gotean. Y finalmente, el fisiológico, por el que se descubre que la razón de que la mujer sea más resistente al dolor y aguante sin desmayarse ni siquiera palidecer que le extraigan sangre o le pongan una inyección, es, justamente, síntoma de su debilidad.

El obispo Dr. Kienleve -orondo bajo la sotana, con un rostro carnal que revelaba sus aficiones mundanas, y que estaba sentado junto al imán Joquechimin, con el que había comentado previamente algún aspecto, interrumpió el discurso, expresándose con su voz engolada:

-Debo denunciar la falta de espiritualidad que se infiere del análisis efectuado. ¿Dónde queda la divinidad? ¿Por qué no se ha tenido en cuenta que la mujer humana es inferior por designio divino? Eso habría acortado notablemente la investigación. Dios creó a la mujer inferior al hombre, para proporcionarle apoyo, gozo y darle realce con su grácil presencia.

El presidente aconsejó que no se cortara la intervención del ponente, y que se aguardara al debate para aportar las opiniones. Habría tiempo y lugar para todos.

-Pues bien -dijo Florinata, que se creyó obligado a abreviar su intervención-, las investigaciones avalan que la diferencia sustancial entre el hombre y la mujer, que señala definitivamente su inferioridad, es que la hembra humana se enamora. Mientras se encuentra en ese estado de enajenación, no es capaz de tomar decisiones cabales.

Se produjo un silencio en la sala, antes de que empezaran a elevarse murmullos, que derivaron en aplausos y gritos de complacencia. Un tipo de barba más bien rala y aspecto enérgico, como de profesor universitario, que, según comentaban en la mesa presidencia, no constaba como invitado, avanzó por el pasillo, hacia el estrado.

-¿Qué tontería es esa? ¡Los hombres también se enamoran! ¡Hay millones de ejemplos en la historia de la Humanidad de varones que han estado perdidamente enamorados de sus mujeres!

Los servicios de seguridad aparecieron de inmediato y llevaron al alborotador fuera del recinto.

El Presidente, restablecido el orden, tomó la palabra:

-Tengo una primera pregunta para abrir el debate. Una vez que hemos admitido como premisa la inferioridad de la mujer, ¿cómo habríamos consentir que la continuidad de nuestra especie esté en sus manos?. Propongo que votemos que los hombres, ya que somos los que tomamos las decisiones, tengamos, en adelante, la descendencia en nuestro propio vientre. Así se podrá decir que “nosotros decidimos, nosotros parimos”.

No me quedé al resto de la asamblea, por lo que no estuve presente en la votación. Tampoco estoy seguro de que se haya votado. Los periódicos del día siguiente no recogieron el tema.

FIN

Archivado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: asamblea, cuento, cuento de invierno, decisión, género, hijos, inseminación artificial, mujer, parir, reproducción asistida, sexo

Mi diccionario desvergonzado (4): trabajo, paro, género, ingeniero, banquero

26 junio, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Trabajo. Según la tradición judaica, castigo bíblico por el que se condenaba a los sucesores del padre de la Humanidad a generar plusvalías, en lo que se considera la fundación del capitalismo. Véase: paro, Biblia.

Paro. Consecuencia natural de la economía de mercado, en un mundo globalizado en el que cada palo tiene que aguantar su vela, y no hay velas para todos porque algunos han organizado una verbena. Véase: mercado, mundo globalizado.

Género. 1. Producto puesto a la venta por un comerciante; hasta mediados del siglo XX, trozo de tela que se escogía en la propia sastrería, o se llevaba al sastre, para hacerse un traje; de ahí la expresión: “En esta discoteca hay buen género”. 2. Usase, entre pedantes y politicuelos, como sinónimo del sexo, aplicable solo a personas; por ejemplo: “Lolita es del género masculino”, aunque no sería correcto decir: ·Creo que Fulanito es bigeneral” Véase: sexo, compañeros y compañeras.

Ingeniero. Término que se asociaba a alto prestigio profesional, por lo que se adulteró con el uso, siendo en este momento un título sin valor práctico. Subsisten algunas asociaciones, colegios y cofradías, que pretenden distinguir nostálgicamente entre ingenieros superiores, ingenieros de grado medio y diplomados en formación profesional, pero quienes pertenecen a las dos últimas categorías defienden que pueden hacer lo mismo que los de la primera, argumentando, en esencia, que cuanto más años se hayan dedicado al estudio, menos conocimientos se tendrán acercade cómo cambiar la rueda a un coche. Véase Escuela Técnica Superior, Universidad, master, grado, formación profesional, peón caminero.

Banquero. 1. Tipo que hace bancos y piezas de asiento. 2. Perteneciente a una categoría de seres privilegiados que se dedican a captar el dinero de los demás, sirviéndose de diversas añagazas -en particular, empleando términos técnicos ininteligibles-, para prestárselo con rendimiento a quienes lo necesiten o les hayan convencido de necesitarlo. Un atractivo adicional de su actividad consiste en que pueden conceder préstamos sin garantías a sus amigos o para desarrollar sus propios negocios no bancarios, sabiendo que, en caso de que salgan mal, podrán contar con el respaldo de las Administraciones Públicas para recuperarlo, ya que su función está considerada de primera necesidad, pues la sociedad actual confunde predicar con el dar trigo. Véase: No es lo mismo predicar que dar trigo.

(continuará)

Archivado en: Actualidad, Diccionario desvergonzado, Literatura Etiquetado como: banquero, diccionario desvergonzado, género, ingeniero, paro, trabajo

Violentos de todo género

26 mayo, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Supongo que el lector estará de acuerdo en que la naturaleza del ser humano no es violenta; más bien, somos pacíficos. Considerados individualmente, casi me atrevería a decir que la mayoría somos cobardes, en el sentido de rehuir los conflictos, incluso aunque tengamos razón o razones para defender nuestro derecho con muestras de beligerancia frente a quien nos lo niega o arrebata.

Ah, pero grupalmente tendemos a ser dogmáticos, avasalladores, belicosos. Debe ser un residuo orgánico de la necesidad de cada tribu de resistir el riesgo de ser absorbida por las vecinas, y la tendencia a hacer que el clan propio fuera el líder de las comunidades mayores, acumulando así sobre él poder y dinero, además, si las cosas venían así dadas, de entroncarlo con la estirpe de los dioses.

Si las masas pueden ser fácilmente convertidas en violentas, como saben, desgraciadamente muy bien, los guardianes del orden público, es más raro que un tipo normal se transforme en violento. Un encuentro deportivo, una manifestación autorizada para expresar una posición razonable, pueden generar en algaradas multitudinarias en las que, por el placer de destruir, grupos de individuos exterioricen comportamientos muy violentos.

No soy capaz de entender qué tipo de malformación mental lleva a un tipo al que sus vecinos han caracterizado como “normal, y simpático” a matar a la que fue su pareja. Por eso mismo, no me parece que las Leyes contra la llamada Violencia de Género, que exageran sobre todo las penas a los que agreden, como consecuencia de momentos de ira o expresión de principios de desequilibrio senil, a sus esposas, sirvan para mucho. El individuo que es capaz de matar a quien amó está, ante todo, y en dignóstico preclínico, mal de la cabeza.

Hay un hilo conductor, sin embargo, en esa madeja de despropósitos que teje y desteje la compleja naturaleza de los seres humanos, entre quienes son capaces de encontrar razones para matar a sus parejas, y los que estrellan aviones cargados de pasajeros contra las torres gemelas, explosionan mochilas en trenes de Atocha, matan a un soldado en plena calle de Londres… y todo los violentos. Es el hilo que mezcla cualquier tipo de fanatismo, intransigencia, creencia en que un sexo o religión o idea es superior a otro, implica reservas y puede desembocar en odios.

Esos individuos, sin duda, abyectos, que desprecian la vida de los demás, que han llegado a ese punto de enajenación incomprensible por el que nada más les importa que suprimir al otro, aunque desaparezcan al tiempo ellos mismos (con o sin promesas de vida eterna), no están, sin embargo, aislados, no se producen solos, no son producto de la casualidad.

Son alimentados por las mismas fuentes que lo somos todos los demás, solo que en ellos el mejunge les provoca una reacción descontrolada. Pero todos estamos inmersos en mares de ignorancia, de falta de solidaridad, de orgullos estúpidos que enaltece a un clan, grupo, raza, religión, cultura, y menosprecian los otros. Ríos y mares que se hacen anchos, muy anchos, en las sociedades en donde vivimos, porque no tenemos más remedio, los pacíficos. Asistiendo, con espanto, a la eclosión continua de esos productos aberrantes del caldo que se cultiva en las sociedades, que son los violentos. De todo género.

Archivado en: Cultura, Mujer, Sociedad Etiquetado como: clan, comportmiento, dogmático, fanatismo, género, grupo, legislación, sociedad, violencia

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