Al socaire

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Sánchez entra en la guerra de Putin

21 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

El presidente de Gobierno Pedro Sánchez, a despecho de la opinión expresada por miembros de la coalición que lo sostiene, ha tomado una decisión que, sin duda, aumentará su declinante popularidad. Hoy, 21 de abril, ha visitado Kiev para expresar su apoyo a la guerra de resistencia que libra Zelensky desde hace ya dos meses contra Putin. En un viaje desde Polonia, realizado en su etapa final, en tren desde la frontera polaca hasta la capital ucraniana, su protección estaba garantizada por un grupo de geos, además de por la milicia ucraniana.

Sánchez realizó la visita junto a la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen. También han tenido ocasión de conocer de primera mano los estragos causados en la ciudad de Borodianka  en la región de Kiev y, finalmente, saludó a José Andrés haciéndose unas fotos con el cocinero multifacético

Su visita no fue solo de cortesía. Ha comprometido el envío de 200 toneladas de material bélico, fundamentalmente, vehículos pesados  de transporte (30 camiones) y otros de ligeros (10), que ya han sido embarcados, según dijo a Volodomir, en el “Ysabel”, un buque logística de tipo Ro-Ro, adquirido por el Ejército de Tierra a la naviera Suardíaz y destinado habitualmente al servicio entre la península y Ceuta, Melilla y los archipiélagos Canario y Baleares.

El momento coincide con la multiplicación de los exabruptos del actual inquilino del Kremlin, que ha probado el lanzamiento de un misil con múltiples cabezas con el que dice poder alcanzar los 17.000km de distancia, y por tanto, estaría en disposición de llegar a cualquier ciudad occidental y destruirla, sin que los elementos antiaéreos estuvieran en disposición o capacidad de detectar el alto número de cabezas, algunos de los cuales se escaparían del sistema de detección. La Casa Blanca niega que esto pueda suceder, porque sus sistemas de protección son eficientes también contra esta amenaza.

También ha prometido Sánchez el envío de 40 especialistas forenses para analizar y tomar muestras de algunos de los centenares de cadáveres que se han ido descubriendo en las poblaciones saqueadas y abismadas por las tropas rusas. Parece increíble que soldados profesionales cometan tamañas tropelías, claramente delictivas según el derecho internacional aplicable a la guerra. Se cree, por ello, que tuvo que ser realizado por la chusma contratada de urgencia por Putin o los mercenarios sin escrúpulos ni orden que se han movilizado “en apoyo de las directrices del Kremlin”. No sirve esto de eximente alguna para el promotor de la invasión y sus generales.

Por cierto, Volodomir ha agradecido la visita y el envío de más material, pero ha reiterado que lo que más precisa la defensa del país son aviones, misiles y material de ataque. Ahí queda eso.

Muy concreto y dramático, por su carácter de realizable de inmediato, es el sentido de la orden dada hoy por Putin a Serguéi Shoigú, sumiso ministro de Defensa, que ha sido emitida por la televisión rusa de “no dejar entrar ni una mosca” en Mariúpol, cerrando con ellos la salida a los 2.000 combatientes ucranianos refugiados en el complejo siderúrgico de de Azovstal, así como a los otros tantos civiles que no han podido huir.

Putin “ya ha perdido la guerra” -le oigo decir desde hace días a Jesús Núñez Villaverde, ex militar y codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)-y ya solo confía en ofrecer un éxito parcial con ocasión de la ceremonia del Día de la Victoria sobre el nazismo, el 9 de mayo próximo. No me atrevo a discrepar de mi amigo Jesús, serio analista de este y otros múltiples conflictos en los que siempre ha ofrecido su ponderada e instruida opinión, pero no me parece que Putin esté bajo control.

La guerra, para Putin, ofrece pocas, si alguna, salida airosa. La sólida oposición occidental, con la Unió Europea unida en la valoración de que Putin y sus generales son sospechosos de haber cometido crímenes de lesa humanidad le complica el futuro. Por ello, mi mirada está centrada en el efecto de la decisión firme de aislar al régimen hasta provocar la ruina que suponga  el levantamiento de la población rusa contra él, asumiendo el deterioro económico propio de los autores de la medida. Todo ello, en la confianza de que China siga mirando para otro lado y el pavor a la tercera guerra mundial contenga a Putin a cualquier agresión a un país de la OTAN.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: Borodianka, China, Jesús Núñez Villaverde, José Andrés, Kiev, Mariupol, Mette Frederiksen, Pedro Sánchez, Putin, Serguéi Shoigú, vista a Ucrania, Ysabel, Zelensky

Putin entra en crispación y esgrime mayor potencia destructora

16 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

La pérdida de uno de sus buques de guerra insignia, junto con la consciencia de que, contrariamente a lo deseado, el ataque a Ucrania está encontrando mucha mayor resistencia y un apoyo internacional que amenaza con llevar a Rusia a un grave aislamiento, ha desencadenado la furia del animal herido en los cerebros atormentados del Kremlin.

Se conmemora en esta semana, por las tres religiones del libro, y poniendo el énfasis en diversos aspectos de las Escrituras, su fiesta más significativa. Para los católicos, se tratan de conmemorar la base de sus creencias, la muerte y resurrección de Jesús, el hijo de Dios, en un incomprensible sacrificio -para la razón- por la redención del género humano. Los musulmanes se encuentran aún en el ayuno del Ramadán, la fase de purificación de cuerpos y espíritus que les llevaría a entender mejor las enseñanzas del profeta, y que les obliga a ayunar de sólidos y líquidos hasta la puesta del sol. Los judíos, en fin, han celebrado el viernes la Pascua, rememorando el Éxodo de los israelitas de Egipto, uno de los grandes momentos de revalidación de sus creencias.

En la celebración católica, el Papa Francisco, ante una multitudinaria concentración de fieles en el Vaticano, ha rogado por la paz y, en representación simbólica, dos mujeres, una ucraniana y otra rusa, han abrazado la cruz del perdón. Por cierto, que el embajador ucraniano ante la Santa Sede ha manifestado su protesta por esta supuesta “afrenta”. Sin embargo, desde mi perspectiva, el mensaje ha sido correcto y alentador para la razón de la paz. No son los pueblos los que se enfrentan, sino sus caciques y, en este concreto caso, la ambición enfermiza, casi podríamos calificarla de satánica, del ocupante principal del Kremlin.

Hoy, 16 de abril de 2022, Rusia ha aumentado sus ataques, poniendo en jaque la mayor parte parte de las ciudades de Ucrania. Algunas, como Jarkov y Mariúpol, convertidas en un amasijo de edificios destruidos, autos quemados y, santo Dios, cuerpos de asesinados en las calles vacíos, ocupados por el silencio del horror y de la desgracia. Los soldados ucranianos se defienden con una bravura que no parece de esta época, apalancando cada posición a costa de sus vidas.

Las noticias que llegan del amplio frente suponen que también Kiev es objeto de nuevos ataques. Un nuevo frente amplio, a pesar de que desde el Kremlin parece concretarse su propósito “oficial” en dominar completamente las zonas de predominio de habla rusa (es decir, el Donetsk y Lugansk, Maríupol, Odesa y conseguir cerrar el enlace maritimo-terreste con Crimea), que era lo que se había estimado era el fin original de la invasión. ¿Qué ha pedido el gobierno de Ucrania? Más armas. Están convencidos de que la única forma de vencer la ambición rusa es derrotarlos en el campo de batalla, puesto que las vías diplomáticas están completamente cerradas.

En días recientes, proliferaron las apariciones de Zelenski en Parlamentos europeos y las visitas a la misma capital de Ucrania de mandatarios occidentales -hay que destacar el paseo por Kiev de Boris Johnson, acompañando al presidente del país y escoltado por algunas decenas de soldados, saludando y entablando conversación con gentes que encontraba al paso.

El apoyo a Ucrania se ha hecho muy explícito desde occidente y, por fortuna para mantener en límites soportables internacionalmente la escalada de tensión, el gobierno de la China de Jin-Pin se mantiene cauto. Dejando clara su posición, el presidente norteamericano Biden -que no oculta su opinión de que Putin es un criminal de guerra- no descarta visitar Kiev en breve.

Como si la guerra no hubiera podido paralizar la actividad administrativa y el ritmo burocrático, se han difundido imágenes en las que se ve a Zelenski y sus ministros en una aparente reunión de Gobierno. Una visión casi fantasmagórica, que vino a reforzar la emisión por Telecinco de episodios de la serie “Servidor del pueblo”, en la que un joven Zelenski, en la piel del profesor Vasyl Goloborodko ensaya para la ficción su papel posterior en la vida real.

Pero nada puede ocultar ni enmascarar los tremendos perjuicios que está causando esta guerra injusta, que tardarán décadas en subsanarse y algunas más en olvidarse las heridas geopolíticas que el sueño demencial de Putin y sus secuaces ha causado en el mapa del mundo. Casi cinco millones de refugiados, una crisis energética sin precedentes, subida de los precios de materias primas y bienes de consumo, y el aumento de las dotaciones para presupuestos militares. El mundo aún no está exactamente en guerra total, aunque se sigue preparando para una nueva catástrofe. Si los dioses no lo remedian, porque está demasiado claro que los hombres son incapaces de mediar. Solo piden más armas, a diestro y siniestro.

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La pérfida Rusia de Putin

5 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

A los 41 días de iniciada la invasión, las imágenes de la guerra han cobrado una nueva dimensión. No se trata de especulaciones, ni de relatos -más o menos coloridos con tintes dramáticos- de enviados especiales. El abandono por parte del ejército invasor de algunas zonas en donde se han librado encarnizadas batallas, ha dejado al descubierto las características de la barbarie.

Se cree que el ejército de Putin está preparando una ofensiva definitiva, esto es, con todo su potencial destructivo sobre el terreno, consciente el sátrapa del Kremin que ha perdido la guerra mediática frente a Occidente. Puede.

Las imágenes que han sido puestas en brutal evidencia, cuando los militares ucranianos y, sobre todo, los periodistas que están destacados en el frente de guerra han podido entrar en las ciudades ocupadas por los rusos, demuestran a las claras que se han cometido crímenes de lesa humanidad, contrarios a cualquier ley o norma de una guerra (incluso de una potencia invasora), crueles en tal demasía que no pueden quedar impunes y serán recordadas para siempre, mientras exista una generación de seres humanos cabales sobre la Tierra, como ejemplo de la barbarie. Junto al Holocausto nazi contra los judíos, el exterminio de los tutsis por los hutus en Ruanda-Burundi o de las etnias biharis de Bangla Desh, o, por supuesto, los crímenes sin límite de Stalin o de Mao Ze Tung.

Hoy se habla de Bucha (en las afueras de Kiev, un población de apenas 35.000 habitantes) en la que sus calles devastadas y búnkeres mancillados ofrecen las imágenes insoportables de cuerpos acribillados, algunos con las manos atadas a la espalda. No son militares, no llevan armas, han ofrecido sus cuerpos desprovistos de toda defensa a las armas de los invasores, y han muerto (se supone) mientras huían, pedían piedad o -tal vez- pronunciaban sus últimas palabras de rencor frente a quienes les habían arrebatado de su tranquilidad, sus trabajos, sus familias, sus vidas apacibles con esperanza de mejorar la posición, en la paz y en la democracia que vislumbraban.

Mañana se hablará de los asesinatos y tropelías (incluida la violación de mujeres por la milicia sin ética) en Mariúpol, Jarkov, Odesa… No habrá capacidad humana ni fortaleza para la insensibilidad que los haga soportables. Y, aunque no debemos culpar a la población rusa en su conjunto (como tampoco lo hicimos, después de la segunda guerra mundial, culpando a todos los alemanes) sí podemos reclamar al pueblo ruso capacidad de discernimiento, de selección de noticias, de juicio cabal, para distanciarse de la barbarie de la guerra injusta y sentenciar, porque ellos pueden y deben, al Kremlin y a su instigador, reclamando el cese de la guerra y la deposición inmediata de su postura de exterminio.

He querido escribir esta crónica de hoy antes de oir a Valodomir Zelenski, que hablará para los diputados españoles a las cinco de la tarde. Puedo imaginar que, como ha venido haciendo en anteriores comparecencias ante otros Parlamentos europeos (y ante el Congreso norteamericano), agradecerá el apoyo prestado, pedirá aún más esfuerzo por parte de los que estamos a su lado, pero desde el patio de butacas y pronunciará estas previsoras y fatídicas palabras: “Esto que estqmos sufriendo los ucranianos es solo un preludio de lo que os pasará a vosotros, si no conseguimos parar a Putin”.

Hoy, de acuerdo con otros países europeos (no todos), que han adoptado medidas similares, el Gobierno decidió espulsar a 25 diplomáticos rusos acreditados en España. Se mantiene al embajador, “por dejar abiertas las vías diplomáticas” -expresó el ministro de Exteriores, José Manuel Albares.

Es tal el grado de ignominia desarrollado por el Kremlin, con Putin como cabeza directora del inhumano comportamiento, tan inconcebible el silencio del pueblo ruso ante la masacre, tan inaceptable la posición de los embajadores occidentales de la Rusia que el dictador ha sometido a una oscuridad informativa total, que no es posible imaginar una solución negociada.

Como muchos europeos -y deseo de corazón que quienes representan a la diplomacia occidental no compartan este sentimiento- creo que caminamos a un punto de no retorno. O Putin es derrocado de su posición prelevante en el Kremlin, y aparece un nuevo Directorio que abomine de las decisiones adoptadas y pida perdón a Ucrania y a la Humanidad buen pensante, o la pendiente por la que esta invasión sin justificación, de un país que pertenece al entorno europeo, que defiende los valores democráticos que han conducido a Occidente hasta aquí, nos llevará a episodios de tremenda consternación, sufrimiento y barbarie sin límites.

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La guerra entra en fases de ficción

2 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

El 1 de abril de 2022, Ucrania ha encontrado en un episodio de difícil credibilidad un chute de adrenalina colectiva, dentro del marasmo de una guerra que avanza en el segundo mes (¡37 días desde la invasión!) y que no tiene visos de terminar en breve, aunque, dada la desproporción de fuerzas de lo beligerantes, Rusia debería haber conseguido, y ya hace tiempo, sus objetivos.

Me refiero a la incursión de dos helicópteros de ataque y transporte en la población rusa de Belgorod, a 40 km de la frontera, bombardeando varios depósitos de combustible. Se han difundido varios vídeos, grabados por ciudadanos rusos,  del ataque nocturno, realizado con el mismo tipo de aviones que usa el ejército ruso (helicópteros Mi24) para bombardear las ciudades ucranianas. La población ucraniana a acogido el episodio, difundido en sus redes, como una victoria, que vendría a demostrar la capacidad de reacción de sus maltrechas fuerzas.

No resulta, sin embargo, creíble, que esta acción guerrera haya tenido lugar efectivamente, pues aunque los helicópteros que ha protagonizado la hazaña sean de fabricación rusa y exactamente del mismo tipo que los que emplea el ejército invasor, lo que se conocía hasta ahora que Ucrania carecía de aviación militar, pues todos los aparatos de su exigua fuerza aérea habían sido destruidos en los primeros ataques de la contienda. Se piensa, entonces que, al utilizar el mismo camino aéreo que utilizan los rusos para moverse con libertad hacia su propio territorio y repostar en su país, los encargados de los sistemas antiaéreos los han confundido inicialmente con los propios.

Pero, aún así, ¿cómo sería posible que, después de la incursión, los helicópteros hayan podido retornar a Ucrania sin ser derribados? Aún admitiendo que el ejército ruso siga dando pruebas de descoordinación, ausencia de estrategia coherente y debilidad ofensiva, malgastando tiempo y medios en una guerra de destrucción -que no de desgaste- que no les beneficia tampoco a ellos mismos, el acto militar vendría a demostrar que el gobierno de Kiev no está por la labor de favorecer una negociación que conduzca al final de la guerra. Al contrario, ese contraataque hablaría de la alta moral (¡de victoria!) del pueblo atacado y vendría a poner el énfasis sobre la capacidad ucraniana para resistir e, incluso, tomar iniciativas.

Algo nuevo está pasando sobre el terreno de la guerra. Las tropas ucranianas han conseguido, también según los informes recibidos desde esta guerra con tanta difusión mediática, rechazar a las rusas, alejándolas del cerco de Kiev. Desde luego, los problemas de avituallamiento de los militares desplazados en territorio invadido no es fácil, con la inmensa mayoría de la población autóctona dispuesta a negarles toda ayuda y a muchos tiradores dispuestos a liquidar cualquier vehículo o militar que no lleve la enseña del Ejército ucranio.

Hay que poner en su lugar, además, la defensa cibernética arbitrada en Ucrania, donde eficientes equipos de informáticos e ingenieros están ofreciendo un alto nivel tecnológico (entiendo que con la ayuda subterránea de empresas estadounidenses y alemanas) para interferir en las comunicaciones rusas, localizar sus blindados y anular las señales que hubieran sido sustanciales para que los aviones de combate enemigos pudieran guiarse en el entorno hostil. Numerosos drones, entregados de urgencia por los países occidentales actúan también como eficaces elementos de destrucción y resistencia.

La guerra se separa de la  concepción original de “botas sobre el terreno” para convertirse, cada vez más, en una guerra de guerrillas, multi-híbrida, en la que lo informático cobra un relieve especial como arma de espacial valor para el ejército resistente, cuya capacidad bélica convencional es mínima frente a la potencia invasora.

Como Putin no ha conseguido ninguno de sus objetivos -la destrucción de Mariúpol, ya consagrada como ciudad mártir, con más de 5.000 muertos en sus calles sin haber recibido sepultura, no puede contarse cabalmente entre sus propósitos iniciales-, cerrar el camino desde el Donbás a Crimea aparece como un presumible propósito que pueda ser presentado ante los rusos como victoria.

Ni siquiera ese “modesto objetivo” parece alcanzable para las desordenadas y mal dirigidas tropas invasoras, cuya bisoñez, mala preparación y fallos en la asistencia logística y en la dirección estratégica han pasado a ser tan evidentes que el antes temido ejército ruso ha pasado a ser considerado una caricatura del esfuerzo propagandístico del Kremlin, que había vendido la idea de disponer de uno de los mejores equipos militares del mundo.

Esto no significa que Putin esté dispuesto a admitir la derrota. Al contrario, aunque para los analistas occidentales, la abeja reina del Kremlin ha perdido la guerra mediática, ante un Zelenski lleno de empatía y fuerza en la transmisión de principios éticos, quedan muchos cartuchos sobre la mesa del dictador ruso. La utilización de la capacidad nuclear es una de ellas, aunque no parece que esa llamada a la hecatombe total sea del gusto de sus propios asesores.

El próximo martes, Volodomir Zelensky hablará para senadores y congresistas españoles, en una conexión en donde agradecerá el apoyo recibido por su pueblo, la acogida que se está dispensando a los desplazados y volverá a pedir en nuestro foro el apoyo para la entrada en la Unión Europea cuando termine la barbarie.

Me he detenido por ello, entre las muchas fotografías que llegan desde Ucrania, en la que representa a Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, reunida en Kiev con el presidente Zelensky y el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal. Metsola fija una mirada atenta y comprensiva sobre Volodomir, que está hablando y gesticulando, vestido con su camiseta de campaña verde (por cierto, su musculatura parece cada vez más recia). Una bandera de la Unión cubre el fondo de la sala de reuniones, en la que se puede ver que la mesa dispone todos los adminículos técnicos necesarios. Hasta se han dispuesto botellas de agua para los asistentes.

Publicado en: Actualidad, Ejército, Guerra en Ucrania, Tecnologías, Ucrania Etiquetado como: Belgorod, Denys Shmyhal, dron, guerra, guerra híbrida, Mariupol, Mi-24, Parlamento Europeo, Putin, Roberta Metsola, Ucrania, Zelensky

Destellos de esperanza en la barbarie

30 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

El deseo de que termine cuanto antes la barbarie que desencadenó la ambición de Putin (con la aquiescencia, no podemos olvidarlo, del Kremlin) hace concebir algunas tenues esperanzas a partir de la reunión mantenida en Ankara, el 29 de marzo de 2022, entre representantes de ambos beligerantes.

El secretismo acerca del contenido de ese encuentro, no ha impedido que la imaginación de algunos comentaristas hable de apertura de una ventana de esperanza hacia el final de la guerra. Por el contrario, otros analistas de los despojos de información, interpretan que Putin trata de reorganizar las huestes invasoras, para preparar un ataque más efectivo, debido al alto número de víctimas en propio bando (se calcula que superan los 20.000 soldados caídos en el campo de batalla) y a la insospechada resistencia ucrania.

Con el devenir de la guerra, algunos nombres de los resistentes ucranianos han surgido como protagonistas especiales de la heroica defensa. El alcalde de Mariúpol, Vadym Boichenko, brilla con luz propia en el escenario de la desgracia. En una entrevista en directo, reconocía que “estaban en manos de los ocupantes” y pidió una evacuación completa de la ciudad, que albergaba a más de 400.000 habitantes antes de la masacre, y que ahora -los que no han podido marcharse- se encuentran en condiciones de máxima precariedad, sin alimentos, agua, aunque remisos a perder del todo la esperanza.

Otra imagen inolvidable es la de la viceprimera ministra Iryna Vereshchuk, que exige a las fuerzas de ocupación que cumplan sus compromisos y mantengan los corredores humanitarios (Ucrania ha pedido a los rusos tres vías de escape para la población civil, atrapada en poblaciones sin salida, pues las carreteras y caminos están destrozadas o son nicho para francotiradores de ambas fuerzas militares.

Las imágenes de las ciudades asediadas son desoladoras. A los escalofriantes testimonios que ofrecen las ruinas, los escombros, la destrucción, de los. hasta hace pocos días, lugares de disfrute, trabajo y cultura, se unen, en una sobreposición que mueve a la emoción sin límites, las emocionantes visiones de los pobladores de esos jirones de desgracias. Ancianos que se resisten a abandonar los sitios en donde esperaban terminar sus días con las mieles del descanso merecido, con sus hijos y nietos; cuerpos yacentes sobre las aceras, abatidos por francotiradores de cualquier bando; algunas mujeres que dicen haberse quedado para cuidar de alguien enfermo.

Pero no sólo. En algunas plazas, desafiando el dramatismo de la situación, haciendo caso omiso de las alarmas, ignorando las bombas, el ruido de los disparos, algunos intrépidos organizan lo que parece una improvisada fiesta callejera, con la que pretenden -seguramente- animarse ellos mismos, robustecer la sensación de que todo es parte de una pesadilla que acabará pronto y recuperarán el hilo conductor con la vida que llevaban.

El paso cruel del tiempo sin encontrar soluciones para detener esta guerra, como sea, no debe impedir que mantengamos el espíritu atento para condenar esta barbarie, y hacerlo sin paliativos. No debemos dejarnos vencer ni convencer por argumentos que indican que la acción de Vladimir Putin ha sido, en parte, provocada, por la incomprensión manifestada por Occidente hacia su marginación.

Putin es culpable. Sin paliativos. Seguimos sin tener claras, dos cosas: si esta guerra terminará, y pronto, con un alto al fuego, un armisticio y pactos que tranquilicen la ambición del oso ruso sin hacer demérito de la defensa de su territorio y honor de los valientes ucranianos.

Pero lo más importante, una vez que el humo de los cañonazos de esta guerra medieval se disipe, es saber qué pasará con Putin y con Rusia. El primero ha demostrado su iniquidad y, sin duda, volverá a intentarlo con más medios y más resolución ante la resistencia; todos estamos amenazados. La segunda, ha perdido posición en el mapa geopolítico, precisamente por haber querido ocupar el centro de la atención mundial.

Me pregunto, cuando oigo a Macron (el líder francés en campaña) criticar que el presidente Biden ha cometido un error al propugnar que Putin no forma parte del futuro de Rusia, y que eso complica sus conversaciones con el sátrapa ruso, qué es lo que se pretende. ¿Pedir perdón por su felonía? ¿Señalar a los ucranianos como culpables de haber ofrecido tamaña resistencia?

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Festejando la infamia con adictos

20 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Mientras las tropas rusas continúan machacando la férrea resistencia ucraniana, incorporando cada vez más efectivos (el Pentágono, que tiene monitorizada esta guerra en su menores detalles irrelevantes calcula que en 23 días de guerra, el Ejército ruso ha lanzado 1.000 proyectiles sobre el suelo ucranio), el dictador Vladimir Putin ordenó el viernes, 18 de febrero, convocar a funcionarios del régimen y a simpatizantes de su estrategia de recuperar la Gran Rusia, reuniendo así en el estadio de Luzhiniki a doscientas mil personas, que le rindieron un homenaje de exaltación a su política de destruir Ucrania.

Fue también una cuidada aparición pública del dictador, cuyo aspecto físico desmintió que se encontrara enfermo o agotado. Se presentó exultante, dichoso de su hazaña bélica imaginaria con la que presume liberar de nazis y mafiosos al hasta hace poco pueblo hermano eslavo, al que hoy no tiene problemas, en su elucubrante empeño, en dejar sin recursos.

Naturalmente, la lectura que hace el pueblo ruso de a invasión, desinformado consciente o no de lo que pasa en el país vecino y sometido sicológicamente a la presión que supone la aniquilación permanente de cualquier disidencia, no es la misma que se hace o puede hacer desde Occidente. Mecido entre la ignorancia, el desinterés y el miedo a aparecer como rebelde y ser purgado sin piedad, el ruso medio no tiene -o no quiere tener- los elementos de juicio para comprender el alcance del genocidio perpetrado por el jerarca.

Como sucedió en Alemania. Mientras Hitler y sus huestes arrasaban el resto de Europa -y la Rusia de Stalin-, los alemanes se convirtieron en una dócil mayoría connivente, ignorantes a sabiendas de lo que pasaba con los vecinos judíos desposeídos de sus propiedades, embarcados en vagones que los llevarían a un destino desconocido (el exterminio con gas letal). El pueblo medio germano se mantenía aletargado por la envidia, el rencor y la pócima bien dosificada del odio ancestral a los judíos, dejando así el camino libre a los dirigentes nazis se tornaban cada vez más ávidos de acaparar los máximos resultados por su latrocinio.También prendió entre los alemanes que apoyaban ciegamente a Hitler la idea elucubrante de convertir a su país en el ombligo de Europa. La gran Alemania. La gran Rusia.

La resistencia ucraniana es impresionante, y el empeño de no dejarse avasallar, está aumentando la ira del orate y de sus generales que, metidos ya de lleno en la ignominia de los crímenes de lesa humanidad, ciegos de las consecuencias, necios, no vacilan en bombardear edificios (el teatro de Mariúpol, por ejemplo,a tacado el miércoles) donde se refugian miles de mujeres y niños, hospitales, industrias de referencia, zonas de avituallamiento, incluso los pasillos -humanitarios, les dicen- por los que pretenden escapar de los horrores de la guerra y la barbarie quienes hace apenas un mes tenían una vida normal, esto es, como la nuestra.

Una vida en la que se mezclaban las preocupaciones por acabar el mes sin agobios, acudir a la cita del maestro para enterarse de rendimiento escolar de los hijos, preparar las vacaciones, criticar o defender al Gobierno, pasear, leer un libro, ver la tele, llevar a los nietos al Parque, jugar a la petanca y hacer cola en el ambulatorio local para recoger las medicinas para la artrosis. Ahora la vida de los ucranianos en las trincheras consiste en intentar sobrevivir, matar al enemigo o ser su blanco objetivo, despedirse quizá para siempre de la mujer, de los hijos.

La larga conversación que mantuvieron el viernes, 18 de diciembre, Biden y JinPing no aportó ni esperanzas ni municiones nuevas para la paz. En lo que transcendió, más bien parece que ambos se comprometieron a no intervenir (visiblemente) en el conflicto, realizando un voluntarista himno por la paz.

Quienes interpretan la estrategia rusa en lo que se adivina como una metódica destrucción de la capacidad de superviviencia posterior de Ucrania, creen que se pretende poner al gobierno de Zelenski y a la opinión pública ucraniana (que es la europea) ante este terrible dilema: o se rinde sin condiciones o se confrontará, paso a paso, con un país crecientemente esquilmado, quemado, roto.

Sabemos bastante más de Ucrania, de sus ciudades, de sus gentes, que hace un mes. Ha crecido en nosotros, como una ortiga en camposanto, el odio contra Rusia, como trasunto del desprecio hacia el dictador y la simpatía hacia los ucranianos, encabezados por ese cómico convertido en general experto en coordinar la voluntad de un pueblo, Volodomir Zelenski. No basta. La opción de que la guerra termine por caída del sátrapa se abre camino hacia un horizonte de esperanza, mientras aquí también se empiezan a notar las consecuencias de la guerra. Todos somos más pobres, pero tenemos muy claro de qué lado estamos y quién va a perder, a la larga, una guerra que se libra en tantos frentes, que contará con tantas batallas,

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Maríupol, Kiev, Járkov, Dnipro, Chernóbil, Odesa…

10 marzo, 2022 By amarias 1 comentario

Hace quince días viviamos en un mundo con apariencia normal. Cierto que había guerras en diversos lugares del Planeta, que millones de personas padecían de la hambruna o parecían condenados a sufrirla, que existían amenazas naturales y provocadas por el hombre que comprometían nuestra tranquilidad futura (cambio climático, desertización, catástrofes de diversa índole,…) pero, al menos en nuestro entorno occidental y particularmente en esa unión comercial con pretensiones de ser modelo de comportamiento mundial que llamamos Unión Europea, nos sentíamos poseedores de manejar las claves fundamentales del futuro.

Hoy, 10 de marzo de 2022, toda esa estabilidad se ha desmoronado. Un personaje de cuento malvado, Vladimir Putin, después de semanas de mentir sobre sus intenciones reales y de años de almacenar armamento y capacidad destructiva, decidió pasar a la Historia, escribiendo páginas principales según un guión demencial.

Seguro que en su mente enferma de planificador, ese objetivo no pretendía colocar a Rusia y al mundo al borde de un desastre global. Sería demasiado. Solo querría, allá en sus momentos de visión de autocomplacencia, conquistar en un par de días a la vecina Ucrania, que juzgaba como un Estado fallido, inerme, desestructurado y falto de conciencia nacional. En una guerra relámpago -una Blitz Krieg- de apoderamiento de las estructuras del país por donde discurría el fértil Dniéper, podría incorporar ese territorio para confirmar, en un magnífico paso hacia delante, su idea de una Gran Rusia.

Ese sueño de falócrata, de demente sin reparos para realizar su megalomanía, se rompió por muchos costados. Los cientos de tanques que había dispuesto en la frontera rusa con Ucrania y en el Estado satélite de Buelorusia, simulando estar realizando prácticas militares sin intención invasora alguna, cuando se les dio la orden de penetrar en terreno ajeno, se encontraron con una resistencia sólida, heroica, por parte de un Ejército que se creía poco profesional y desmoralizado. La población del país invadido se movilizó, atendiendo a la llamada a todo reservista, y se comportó como un bloque valiente contra el agresor y en un abrir y cerrar de ojos, suplió con arrojo la falta de preparación militar y consiguió paralizar la invasión, atascando las líneas de ataque de los blindados, que vieron inutilizada su capacidad de sorpresa.

Hélos ahí, luchando con armas de todo tipo, mal equipados, poco protegidos, aunque sintiéndose cada vez más invencibles. También, sabiendo que no están solos, ni abandonados. Entre tanta valentía y capacidad de resistencia, surgió un líder, un antagonista del malvado, un capitán sin miedo, que aglutinó la capacidad defensiva internamente y consiguió involucrar en su apoyo, y ya no solo moral, a la OTAN y a la Unión Europea. Volodomir Zelenski.

Está claro que Estados Unidos, en concreto, está compartiendo datos de inteligencia con las autoridades militares ucranianas y que, con su excelsa capacidad cibernética y de localización, tiene perfectamente situados a todos y cada uno de los tanques y de los grupos de tropas tanto de invasores como de defensores. No se está participando físicamente en la guerra, con botas militares de la OTAN sobre el terreno ni con armamento ni aviones manejados o pilotados por personal no ucraniano, pero el compromiso de apoyar la defensa del país invadido con medidas económicas y de aportación de medios es actualmente claro y firme. Como la propia embajadora de Estados Unidos en España, Julissa Reynoso Pantaleón ha declarado en entrevista con Antena 3. el Gobierno norteamericano no tiene la intención de entrar en conflicto con Rusia, pero está firmemente involucrado para conseguir que la guerra termine cuanto antes.

He situado en el título de este Comentario los nombres de algunas de las ciudades ucranias que están soportando una intolerable tensión bélica, algunas, como el caso de Mariupol o Jarkov, ya en poder de los ilegales invasores. Los daños a la población civil y la destrucción de edificios administrativos y privados son dolorosos y, claro está, intolerables desde posiciones del derecho internacional y el respeto a la independencia de los pueblos para decidir sus aliados y su destino colectivo.

Putin está perdiendo la guerra, aunque esté convencido que la va a ganar. Aunque la gane. La defensa de los ucranianos por mantener su independencia es tan notable, contagiosa, ejemplar, que ha movilizado a su favor la inmensa mayoría de las capacidades de simpatía. Por eso, jamás se entregarán a la derrota. El sueño de Putin se sepultará, y muy pronto, por el desprecio general y habrá convertido su ideal de grandeza recuperada en una Corea del Norte, en un lugar apestoso. Y habrá guerra de guerrillas contra el invasor mientras ese espíritu de independencia ucraniano siga infundiendo el ánimo de uno solo de esos héroes que están determinados a no dejarse vencer.

Quisiera que la embajada de Rusia en España, con su embajador a la cabeza, Yuri Korchagi,  junto con todas las embajadas rusas en los países de la Unión Europea, tomasen la decisión de desmarcarse de la invasión. Hasta ahora, y pienso especialmente en la de España, la mentira inicial y el silencio después de inciado el ataque, han señalado con su estigma la actuación de los diplomáticos y del personal relevante de las embajadas. Su posición de descuelgue respecto a la agresión a Ucrania reivindicaría su honestidad, su credibilidad, su obligación de respeto a las leyes internacionales y a los compromisos expresos que rigen y deben regir las actuaciones de la diplomacia.

¡Viva Ucrania Libre!, хай живе вільна Україна!

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania Etiquetado como: embajada norteamericana, Julissa Reynoso Pantaleón, Juri, Kiev, Mariupol, Odesa, Putin embajada rusa, Volodomir Zelenski, Yuri Korchagi

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