El presidente de Gobierno Pedro Sánchez, a despecho de la opinión expresada por miembros de la coalición que lo sostiene, ha tomado una decisión que, sin duda, aumentará su declinante popularidad. Hoy, 21 de abril, ha visitado Kiev para expresar su apoyo a la guerra de resistencia que libra Zelensky desde hace ya dos meses contra Putin. En un viaje desde Polonia, realizado en su etapa final, en tren desde la frontera polaca hasta la capital ucraniana, su protección estaba garantizada por un grupo de geos, además de por la milicia ucraniana.
Sánchez realizó la visita junto a la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen. También han tenido ocasión de conocer de primera mano los estragos causados en la ciudad de Borodianka en la región de Kiev y, finalmente, saludó a José Andrés haciéndose unas fotos con el cocinero multifacético
Su visita no fue solo de cortesía. Ha comprometido el envío de 200 toneladas de material bélico, fundamentalmente, vehículos pesados de transporte (30 camiones) y otros de ligeros (10), que ya han sido embarcados, según dijo a Volodomir, en el “Ysabel”, un buque logística de tipo Ro-Ro, adquirido por el Ejército de Tierra a la naviera Suardíaz y destinado habitualmente al servicio entre la península y Ceuta, Melilla y los archipiélagos Canario y Baleares.
El momento coincide con la multiplicación de los exabruptos del actual inquilino del Kremlin, que ha probado el lanzamiento de un misil con múltiples cabezas con el que dice poder alcanzar los 17.000km de distancia, y por tanto, estaría en disposición de llegar a cualquier ciudad occidental y destruirla, sin que los elementos antiaéreos estuvieran en disposición o capacidad de detectar el alto número de cabezas, algunos de los cuales se escaparían del sistema de detección. La Casa Blanca niega que esto pueda suceder, porque sus sistemas de protección son eficientes también contra esta amenaza.
También ha prometido Sánchez el envío de 40 especialistas forenses para analizar y tomar muestras de algunos de los centenares de cadáveres que se han ido descubriendo en las poblaciones saqueadas y abismadas por las tropas rusas. Parece increíble que soldados profesionales cometan tamañas tropelías, claramente delictivas según el derecho internacional aplicable a la guerra. Se cree, por ello, que tuvo que ser realizado por la chusma contratada de urgencia por Putin o los mercenarios sin escrúpulos ni orden que se han movilizado “en apoyo de las directrices del Kremlin”. No sirve esto de eximente alguna para el promotor de la invasión y sus generales.
Por cierto, Volodomir ha agradecido la visita y el envío de más material, pero ha reiterado que lo que más precisa la defensa del país son aviones, misiles y material de ataque. Ahí queda eso.
Muy concreto y dramático, por su carácter de realizable de inmediato, es el sentido de la orden dada hoy por Putin a Serguéi Shoigú, sumiso ministro de Defensa, que ha sido emitida por la televisión rusa de “no dejar entrar ni una mosca” en Mariúpol, cerrando con ellos la salida a los 2.000 combatientes ucranianos refugiados en el complejo siderúrgico de de Azovstal, así como a los otros tantos civiles que no han podido huir.
Putin “ya ha perdido la guerra” -le oigo decir desde hace días a Jesús Núñez Villaverde, ex militar y codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)-y ya solo confía en ofrecer un éxito parcial con ocasión de la ceremonia del Día de la Victoria sobre el nazismo, el 9 de mayo próximo. No me atrevo a discrepar de mi amigo Jesús, serio analista de este y otros múltiples conflictos en los que siempre ha ofrecido su ponderada e instruida opinión, pero no me parece que Putin esté bajo control.
La guerra, para Putin, ofrece pocas, si alguna, salida airosa. La sólida oposición occidental, con la Unió Europea unida en la valoración de que Putin y sus generales son sospechosos de haber cometido crímenes de lesa humanidad le complica el futuro. Por ello, mi mirada está centrada en el efecto de la decisión firme de aislar al régimen hasta provocar la ruina que suponga el levantamiento de la población rusa contra él, asumiendo el deterioro económico propio de los autores de la medida. Todo ello, en la confianza de que China siga mirando para otro lado y el pavor a la tercera guerra mundial contenga a Putin a cualquier agresión a un país de la OTAN.