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Mi Diccionario desvergonzado: líder, cargo, ópera, reforma, verano, profesor, carácter, mito, deuda

6 agosto, 2014 By amarias 1 comentario

Líder.-1. Dirigente de una agrupación política que ha tenido una larga trayectoria personal en otros partidos, normalmente situados a gran distancia ideológica de sus actuales principios confesos, en los que aprendió vocabulario, actitudes y destreza en disimular sus propias creencias, adaptándolas a la previsible mayoría. 2. Deportista de cierta competición extremadamente aburrida como espectáculo, que lleva casi desde los primeros momentos una camiseta de color amarillo chillón, para que se le distinga durante la conexión telesiva, referencia visual infalible para facilitar la siesta. 3. Persona a la que se atribuye carisma, pretensión de propiedades mágicas que actúa como placebo colectivo.

Cargo.- 1. Cantidad que una entidad financiera hace figurar como pasivo en la cuenta corriente y de la que los expertos aconsejan analizar con atención su procedencia y cuantía, lo que demostraría la desconfianza experimentada de sus titulares 2. Persona que cobra más que las demás en un grupo, como resultado de lo cual, esto deben aplicarse con mayor intensidad para justificar su sueldo de él y el sueldo de lo suyo. 3. Buque de mercancías preferido por los polizontes en las travesías por mar.

Opera.- 1.- Culta combinación de música y canto cuyo argumento no es necesario conocer, ya que lo que lo única que cambia son los interpretes. 2. Edificio bastante antiguo en el que se representan obras teatrales y se proyectan películas, y en  la que, sin que se conozca la razón, si, por casualidad, la obra representada es justamente una ópera, se debe acudir luciendo el mismo traje que si se asistiera a una boda.

Reforma. 1. Eliminación del gotelé en un piso para sustituirlo por pintura al temple, que se realiza por inmigrantes y se paga con dinero negro. 2. Cambio o renovación, incluso con material nuevo, bien en la cocina (cimera,  grifería y frigorífico), bien en el aseo de invitados (eliminación del bidé). 3. Modificación de la cúpula directiva en un partido político, sin interés externo. .

Verano. 1. Tiempo comprendido entre un propósito de hacer múltiples cosas y la comprobación de que no se han hecho. 2. Se dice que falta a aquella persona que no nos resulta simpática, como indicativo de lo que le falta para ser similar a nosotros. 3. Época del año que las familias con hijos pequeños aprovechan para acercarse a una playa y untarse con cremas propias mientras huelen sudor ajeno.

 Profesor.-1. Maestro que da clases particulares, mediante remuneración adecuada, de una asignatura árida y de la que, por fortuna, suele conocer los trucos del titular de la misma en la Universidad o Institución de enseñanza, incluido, el libro de donde extrae los problemas de examen. 2. Virtuoso de un instrumento, que toca en una orquesta de renombre, y que da clases a alumnos poco dotados de cualquier otro, para ganarse la vida.

Carácter.-1- Exageración para referirse a personas que alardean de mucho remango, lo que suele provocar su aislamiento. 2. Símbolo del teclado sin mucha utilización, salvo tres o cuatro que nunca están en el sitio adecuado.

Mito.- Elucubración increíble, tenida por falsa, salvo que los responsables de interpretar los designios divinos lo declaren dogma.

Deuda. 1. Ingente cantidad de dinero que, por designio irrefutable, deben los países pobres a los que les están explotando. 2.Entre particulares, cantidad de dinero que suele olvidar el que lo ha recibo, y que permanece indeleble en la memoria del que lo ha entregado, hasta que se salde. 3. Formulismo arcaizante por el que quien ha recibido un favor o atención -típicamente, un puesto de trabajo- expresa su ferviente deseo de no tener jamás que corresponderlo.

(continúará).

 

Archivado en:Diccionario desvergonzado Etiquetado con:carácter, cargo, deuda, diccionario desvergonzado, líder, mito, ópera, profesor, reforma, verano

Cuento de primavera: Leyenda del oso

12 mayo, 2014 By amarias Dejar un comentario

De entre los animales salvajes, el aspecto externo del mono lo hace el más parecido al hombre, siendo, sin embargo, el cerdo con el que tenemos la mayor compatibilidad histológica.

Muchos gestos humanos tienen gran analogía con los de los macacos, de los que hemos copiado la forma de manifestar aquello que nos apetece mostrar, ocultando otras intenciones, pero, nos debería dar que pensar que con el puerco posiblemente compartamos las facultades que hacemos residir en el corazón, es decir, los sentimientos y, en concreto, los afectos y…el amor.

Será por nuestra reconocida similitud con ellos, no son ni el cerdo ni el mono animales a los que admiremos. Las leyendas más antiguas ponen en el centro de atención humana, cuando se trata de poner de relieve sus cualidades para trasladarlas a los humanos, a bestias bastante más interesantes, a las que, sin duda, nuestros ancestros envidiaban.

De entre todos ellos, el oso ocupa el lugar preferente.

Cuando le pregunté a mi amigo coreano Hongchong cómo se representaba en la cultura ancestral de los pueblos mongoles el mito del nacimiento del primer ser humano, no me habló de un hombre y una mujer, sino del oso.

-Ese oso antiguo, pidió al Dios de todos los dioses que le hiciese más humano -me contó, mientras paseábamos.

-¿Cómo más humano? -le repliqué-. No había hombres, luego no podía hacer referencia a ellos.

-Más humano, en el sentido de mejor -contestó mi amigo, imperturbable-. El oso quería ser mejor, más inteligente, más bueno, más hermoso. Y el Dios de todos los dioses le hizo mejor, es decir, hombre.

-Vale. Podríamos discutir el efecto divino sobre el oso, pero hay una cosa que me intriga. ¿No había una hembra semejante al hombre-oso, con la que pudiera emparejarse y tener crías?

-No.-me aclaró, contundente, Hongchong, arrancando un pétalo de una flor de jara melífera-. Ese oso debería haber sido hombre y mujer a la vez.

¡Así que para esos pueblos mongoles, el origen se atribuía a un ser hermafrodita! ¡Interesante! Sería, según mi teoría de la simplicidad general, la confirmación de que, en los mitos más elementales, se prescinde de todo ramaje, yendo a la esencia de las cosas, y me encajaba perfectamente con el mito de Platón. Cierre categorial, pues.

Cuando llegué a casa, queriendo saber más sobre la leyenda del oso hermafrodita, busqué en internet. Fue decepcionante. No encontré huellas de tal personaje mitológico. Había, sí, múltiples osos, hembras o machos, sobre todo, en la tradición cultural quechúa como en las tártaras y mongólica, que raptaban a un ser humano del otro sexo, para llevárselo a su cueva -nuevamente el mito de la caverna- y aparearse con él o ella; de esa relación surgían seres híbridos, que mejoraban físicamente la especie humana, y se convertían, en su madurez, en líderes, ejecutantes de proezas y ganadores de batallas heroicas.

Me quedó, pues, la duda de si mi amigo se ha inventado sobre la marcha, presionado por el calor del día y el presunto agotamiento por el largo paseo, a ese oso que, según me repitió varias veces, es venerado en toda Corea como el primer hombre.

Sería, además, el último oso que queriendo ser mejor, se dejó convencer por el Dios de todos los dioses de que eso era equivalente a ser humano.

De madrugada, dando vueltas en la cama, sin poder dormir por culpa de un molesto mosquito, se me ocurrió que las dos leyendas -el oso que quería ser humano y el raptor/raptora del adolescente del sexo opuesto- podían perfectamente encajar. Lo que el Dios de todos los dioses le habría concedido al oso pedigüeño era, ni más ni menos, que la facultad de ser fértil con los humanos, por los que tenía admiración.

Cualquiera que fuese la secuencia, lo que me sigue intrigando es si se podría juzgar como perspicacia o como error, la apreciación del oso de que ser mejor, es ser más humano.

FIN

Archivado en:Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado con:cerdo, Hongchong, leyenda, mito, mono, oso, oso coreano

Visita a los talleres de creación de valor

17 febrero, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Hace algunos años que el doctrinario para alimentación cultural colectiva y, en especial, el catecismo empresarial, incorporó la “creación de valor” como objetivo.

Pocos son, desde entonces, los dirigentes que, cuando la ocasión les parece propicia para explicar a qué se dedican sus entidades, no se acogen a la oscura expresión de encontrarse creando valor: para el accionista, para el empresario, para la sociedad.

Lo que no he escuchado aún salir de una boca bienaventurada es que su auténtica satisfacción pudiera limitarse a tener éxito en crear valor para sí mismo; aunque sospecho que no son pocos los que encuentran en la autovaloración de estar haciéndolo mejor que cualquier otro y, sobre todo, en los buenos dineros que les acarrea, la medida fiel de su trabajo por el resto de la Humanidad, situada varios palmos más abajo.

He imaginado una incursión por los terrenos de la creación de valor, a la manera como Dante se aventuró en el averno. Y, tratando de ser sistemático, he dividido las dependencias de esa fábrica imaginaria, en cinco talleres de actividad.

En el taller primero, se hallan disfrutando de sus iniciativas, los que explotan los recursos naturales de países o zonas más atrasadas tecnológicamente, con legislaciones más permisivas o administraciones más complacientes. Su desplazamiento es continuo por el planeta, como las langostas, puesto que cuando agotan o creen haber agotado una zona, se desplazan a otra de inmediato, que no tardan en dejar monda y lironda.

En el taller segundo, se encuentran los generadores de burbujas, ocupados febrilmente en inflar los globos de sus ambiciones por los terrenos de la necesidad de sus congéneres, imaginando de continuo, bajo la fórmula infalible de las estafas piramidales, falseadas perspectivas de enriquecimiento ajeno, cuando en realidad, solo es seguro el beneficio propio, que sabrán poner a buen recaudo en paraísos fiscales, que es donde acumulan el valor que otros han creado, convertido en su riqueza.

En el tercer taller, se encuentran los corruptores y corruptos, enmarañados en sus propias creaciones y construcciones fantasiosas realizadas con los trozos que han restado al exacto cumplimiento de las necesidades colectivas, alimentadas las ambiciones personales de unos y otros a base de dineros provinientes de las arcas  públicas (aunque tampoco se desdeñan las aportaciones privadas), dejando visibles huellas de su paso por la realidad en forma de estructuras fallidas (junto a otras innecesarias o inútiles) y, solo si nos fijamos atentamente, por la estela menos evidente que delata el trasiego de los dineros ciertos circulando sobre falsos motivos.

En el cuarto taller, hallamos los centros de investigación, los laboratorios y fundaciones públicos, departamentos univesitarios y de Escuelas Técnicas, entre otros variopintos organismos, que conforman sitios peculiares en donde se entregan a su actividad jóvenes y no tan jóvenes obsesionados por hacer crecer alguna nueva tecnología, y cuyos motivos personales son tan variados casi como tantos cuantos individuos fueran consultados . La mayor parte del trabajo no se dedica a la creación de valor sensu escrictu, sino a la producción literaria. Pero es sintomático ver cómo cuando algunos de esos equipos o individualidades, -pocos y muy de tarde en tarde-,  tienen éxito real en sus investigaciones, casi al mismo instante del hallazgo, el resultado le es arrebatado o adquirido por cuatro perras, por entidades más poderosas, que, siguiendo sus propios criterios de creación de valor, deciden implacables  sobre la oportunidad de convertirlos en objeto de mercado o, frecuentemente, en mera pieza de estantería.

En fin, en el quinto taller, en la zona más baja y oscura del infierno de la creación de valor, se encuentran miles de personas trabajando cada una en su covacha, frecuentemente con los ojos y parte de los cerebros extraviados por no poder conciliar el sueño debido a la tensión, que se afanan, de forma que se podría juzgar fantasmagórica, por encontrar la manera de generar un minimo de la sustancia que les permite subsistir. Están juntos, pero actúan aislados. Pocos de entre ellos, como los galimpeiros del cuento real, encuentran de pronto una piedra distinta, una fórmula genial , una idea feliz -casi siempre, por casualidad-. Si tienen suerte de superar los controles de salida del taller, podrán aparecer con su gema a la luz, fuera de las ficciones de creación de valor, y deberán echar a correr como si huyeran del diablo, porque les perseguirán para controlarlos y devolverlos al redil.

Cuando acostumbren sus ojos para distinguir los nuevos objetos,  se sorprenderán al advertir que fuera de los talleres que les habían mantenido tan obsesionados, está la luz. Y allí, en aquel espacio de virtud, es donde se desarrollan los proyectos que van conformando a Utopia, la ciudad de la solidaridad y la verdad, la tierra en donde no preocupa el objetivo de la creación de valor, porque, en realidad, solo tienen sitio en ella los que tienen valor por sí mismos y lo ponen al servicio de los demás, que lo reconocen y premian.

No está en la acumulación desmedida de dinero, ni en el lujo abominable, ni en la ostentación lujuriosa, ni en la deslealtad, ni en la explotación de la necesidad de otros.

Archivado en:Economía, Empresa, Sociedad Etiquetado con:burbujas, creación de valor, empresa, mito, responsabilidad, solidaridad, talleres, trabajo

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