Al socaire

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Presos

16 noviembre, 2017 By amarias Deja un comentario

Me parece que. como colectivo, hemos demostrado, una vez más, la persistencia de una perversa cualidad en la que los españoles somos expertos. La de destruirnos. Lanzarnos por el camino de lo inabordable, de lo estéril, de lo ridículamente cruel, de lo que nos hace daño.

El análisis de los porqués de la actuación de las masas está tan profusa y certeramente hecho por cualificados sociólogos y filósofos, que ni siquiera hace falta esgrimir referencias históricas, valoraciones de otros. Lo sabemos bien todos, lo tenemos interiorizado. La sociedad dirigida se convierte en anónima, es susceptible, puede derivar entre sumisa y beligerante. Se configura como un magma. Una mezcla pegajosa de envidias, odios antiguos, malformaciones de criterios, ignorancia y, sí, desprecio al que sabe más, al que se mueve por principios. En última instancia, a la ética.

Puede que no seamos únicos y que el mal esté extendido como propiedad de la especie humana. Pero, si eso fuera así, estamos en el grupo de cabeza de los países que presumen de ser (tampoco estoy seguro de por qué) los más civilizados.

Cierto que no hemos participado oficialmente en ninguna de las dos últimas guerras europeas, pero llevamos sobre nuestras espaldas el estigma de una guerra civil, con heridas que todavía duran, que supuran y duelen.

Cierto que otros países nos veían como ejemplo de evolución democrática desde una dictadura longeva, pero resulta que la mitad de la población de una de nuestras regiones más prósperas, está convencida de que el resto del país les roba, y de que les privamos de las libertades más elementales.

Cierto que nuestra Constitución es garantista, pero su aplicación es permisiva y toleramos partidos políticos que defiendan intereses contrarios a la misma, y proclamamos con decisión que la ley es igual para todos, pero no dudamos en encontrar huecos por donde pretendemos se diluya nuestra responsabilidad, actuando de juez y parte.

Cierto que nuestros profesionales -ya sean médicos, ingenieros, filósofos, escritores, qué se yo)- son apreciados por su formación cuando trabajan en el extranjero, pero no somos capaces de encontrarles sitio entre nosotros, y dejamos que emigren con los brazos cruzados de insulsa resignación. ¡Ya volverán, más sabios, y les acogeremos con los brazos abiertos! ¿Sí?

Cierto que nuestros representantes políticos consumen muchas horas (y ganan sus dineros) hablando de cómo resolver los principales problemas que nos asolan y acongojan -el paro, la amenaza de quiebra del sistema de la seguridad social, la intolerable mancha creciente de la corrupción, el lento funcionamiento de la administración (incluida, por supuesto, la justicia), la desigualdad social, etc.- pero no son capaces de proponer ninguna solución práctica. ¿Nuevo Pacto de Toledo, con qué agentes? ¿Consejo Asesor, de qué y con quiénes? ¿Consejo de Rectores para qué, para que cada Universidad haga lo que le apetezca? ¿Igualdad en los servicios básicos, independientemente de la Comunidad Autónoma , de qué forma?¿Control de grandes fortunas, por quién? ¿Estímulo a las empresas, con qué criterios y para potenciar qué sectores? ¿Defensa ambiental, sin calcular los costes ni exigir responsabilidades?…

Cierto que tenemos millones de conciudadanos que pasan penalidades, que no tienen acceso a las mismas ventajas, que son oprimidos por los que están más arriba, pero tranquilizamos nuestras conciencias (si no estamos afectados) argumentando que algo habrán hecho, que las oportunidades están ahí, que no es nuestra responsabilidad sacarles del apuro. Ya existe Cáritas, las asociaciones benéficas, la solidaridad particular, ¿verdad?

Estamos presos. De nosotros mismos.

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Por qué en Catalunya: Séptima entrega. Final

5 noviembre, 2017 By amarias 1 comentario

Termino esta serie de comentarios, en los que pretendí ofrecer una visión personal aunque no mediatizada por nada ni por nadie, de la grave situación que se ha generado en Catalunya. Pongo punto final, no porque se haya llegado a una solución ni porque se atisbe ésta siquiera. Lo hago porque, sencillamente, no quiero aparecer involucrado en la escalada de desencuentros y descalificaciones que, lejos de utilizar pasarelas ideológicas que posibiliten diálogo y acuerdos, se empecina en profundizar en irrelevantes diferencias, y estériles, por inapropiados a este momento, enfoques de la cuestión.

Qué situación de charanga y pandereta en un contexto que demanda tanta seriedad y solvencia. El ex president Puigdemont, y cuatro de los ex consellers de su Gobierno, fugados a Bélgica, se encontraban, al principio del día de hoy, 5 de noviembre de 2017, en busca y captura. A esta hora de la tarde, circulaba el rumor (convertido luego en realidad) de que se habían presentado ante un juez de guardia belga, dispuestos a empezar la resistencia procesal a la extradición para ser juzgados en España, lo que podría dilatarse varios meses.

El magistrado belga los dejó en libertad, con la única imposición de que deben permanecer en el territorio belga. Un galimatías procesal, una increíble internalización de un conflicto nacional en el que tantas empresas y familias están perdiendo poder adquisitivo y esperanza de futuro. Puigdemont anunció, desde su refugio, que se propone presentarse a las elecciones del 21 de diciembre, convocadas como parte de la aplicación del art. 155 por el gobierno central. Mientras no se encuentre inhabilitado, podría, formalmente, aspirar a President. Cabe preguntarse: ¿Con un programa separatista, y para proclamación de una República catalana, aprovechando nuevamente una democracia en grado sumo tolerante y no inclusiva?

En prisión provisional se mantiene a los ocho consellers a los que el juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional considera con riesgo de fuga y con suficientes indicios de haber cometido delitos de sedición, malversación y rebelión, habiendo actuado, según todos los datos de que disponemos jueces y resto de la ciudadanía, de forma coordinada y premeditada, es decir, con dolo.

La perspectiva penal para estos encausados, los ahora aún prófugos o sustraídos a la acción de la justicia española y los miembros del Parlament que están llamados a declarar el próximo jueves, 9 de noviembre, es muy gris: en el más favorable de los casos, de confirmarse la imputación, estarán quince años en la cárcel. El futuro penal de los responsables de las Asociaciones populares ya encarcelados preventivamente, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, no tiene mejor cariz. Los partidarios que se movilizan en la calle pidiendo su liberación parecen estar deseando una amnistía, lo que es, además de improcedente, legalmente imposible, pues el Gobierno no puede interferir en las decisiones de la Justicia, sin quiebra del estado de Derecho.

Leo la opinión de algunos comentaristas que abogan por la salida del galimatías con base en la revisión constitucional, luego de un período de negociación y análisis entre los partidos, y siguiendo los trámites que prevé la actual Norma Suprema para su modificación, en el supuesto agravado de su modificación sustancial. No creo que esto sea la solución al problema que se ha creado en Catalunya, como no me parece admisible que el Estado de Derecho se doblegue ante la clara infracción de sus normas penales en la que han incurrido, a sabiendas, y con consciencia de los efectos que podrían causar con su actitud, los representantes de los partidos separatistas.

Estamos, pues, en una encrucijada de la que solo se podrá salir con serenidad, tiempo, y con el fortalecimiento de los cauces de representación de la sociedad civil pacífica, constructiva, seria. En este país que ha sido modelo en tantas ocasiones de tolerancia, de solidaridad, no debería ser difícil si se encontraran -y han de surgir, y lo antes posible- líderes convincentes. Porque solo los intolerantes, los fanáticos, los inconscientes, pueden tener interés en reabrir heridas por las que surgiría, como un fantasma redivivo, el espectro de la guerra civil y el desentendimiento entre españoles.

He escrito estas notas desde el inconmovible afecto a la unidad de España, con la convicción de que el mapa regional está confeccionado con grandes desequilibrios que imposibilitan la consecución de la igualdad en los parámetros de gestión de los servicios y, por tanto, sus resultados. Lo suscribo desde la constatación de graves despilfarros en nuestra Historia reciente, en infraestructuras. en subvenciones y en la ejecución de los programas educativos, sobre todo. No es este, desde mi propia perspectiva, un análisis acabado y, muy seguramente, adolece de errores patentes a terceros.

Soy firme partidario del diálogo, del uso de la capacidad de convicción y de la prudencia en la toma de decisiones que no se sustenten en el conocimiento y, en su caso, no cuenten con el apoyo de las inmensas mayorías. El gobierno de Catalunya nos ha dado recientemente, ejemplo lamentable de lo contrario. No me duelen prendas en admitir que el gobierno de España no ha estado, en la tolerancia por el avance del proceso secesionista sin tomar medidas de contención, a la altura que demandaban las circunstancias.

Tiempo para restaurar la convivencia y hacer balance de los platos rotos. Urge cambiar los interlocutores por nuevos representantes que no estén ni cansados ni condicionados por sus actuaciones precedentes. La sociedad española, en la que está integrada la catalana, y la vasca, y la andaluza, y la gallega, y todas las ascendencias regionales que conforman la nación integradora de diferencias que es España, tiene ante sí un nuevo reto. En un momento económicamente delicado.

El bloque que pretende lograr la independencia para Cataluña agrupa a la burguesía y a la izquierda revolucionaria. Una combinación contra natura cuya solidaridad ocasional trae males presagios. La superación del dislate sin más daño abrirá la puerta a un futuro mejor, a otro período de paz social y desarrollo concertado. Apliquémonos al objetivo. Si alguien quiere quedar fuera, solo suya sea la culpa y no espere de nosotros el perdón.

FIN

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Porqué en Catalunya: Sexta entrega

3 noviembre, 2017 By amarias Deja un comentario

No es posible emitir un posicionamiento sobre la cuestión catalana haciéndolo descansar únicamente sobre la crítica (o el apoyo) a los fundamentos históricos que sirven a los defensores de la singularidad de ese territorio español para justificar su condición de nación con voluntad popular de independencia.

Se trata, en realidad, de un estado larvado de origen o raíz genuinamente clasista, que ha tenido un desarrollo rápido -en apenas diez años- debido a la coincidencia de varias circunstancias que permitieron desplegar la consciencia popular “de la diferencia”, alimentada y potenciada con nuevos componentes, la mayoría, falaces, hábilmente presentados por los partidos que gobernaban la Región Autónoma. Entre esos eslóganes de fácil memorización y, por tanto, susceptibles de alcanzar la máxima repetición sin precisar de análisis, figuraban en lugar destacado los de “España nos roba” y “el Gobierno de España nos margina y maltrata”.

España y Cataluña se fueron configurando, en un proceso de distanciamiento forzado, lleno de errores, desencuentros y mitos, como dos entidades contrapuestas. En mi modesto repaso a los principales elementos que han hecho estallar el asunto diferencial, hasta situarlo de máxima actualidad, llevándolo a la declaración de independencia, el análisis histórico, incluso distorsionado, no ha sido lo relevante para la movilización popular de los “genuinamente catalanes” frente a los demás españoles.

Los argumentos del catalanismo separatista descansaron, progresivamente, en la alimentación de sentimientos que combinaban la creencia en ser pueblo elegido y perseguido al mismo tiempo. Los portavoces más cualificados atribuían, sin necesidad de explicación, incomprensión ajena del hecho diferencial y caracterizaban al resto de ciudadanos españoles, también sin fundamento demostrable, como beneficiarios globales injustos de la explotación de la superior capacidad, inteligencia y creatividad catalanas.

No fue la Historia la clave separatista. Ha pesado mucho más la economía, -la pela-, y, como hijastra, la deficiente administración de los recursos transferidos, con despilfarros flagrantes, de forma que el gobierno de la Generalitat encontró dificultades serias para mantener algunos servicios con altos niveles de calidad, déficit de gestión que se atribuyó, en la más genuina esencia del buco emisario, por supuesto, “a España”.

El problema creció por ambas partes del pastel. El partido que, durante años, se había arrogado la representación del espíritu catalanista, Convergencia i Unió, consiguió mantenerse en el gobierno de la Generalitat durante décadas, y ofreció siempre un apoyo interesado al partido con implantación en toda España, cuando le faltó a éste mayoría suficiente para formar gobierno central. No importaba el signo ideológico. El intercambio de cromos, nunca inocente, ya fuera con el PP o el PSOE, alimentó la singularidad, despojando al Estado central de capacidad de actuación -¡y control!- en todos los sectores clave.

Faltaba solo poner un nombre al proceso secesionista que consolidara la cualidad de nación independiente, y la oposición constitucional a la revisión del Estatuto, encabezada por el President José Montilla, un iluminado que creía poder dotar asi al PSC-PSOE de una nueva vida, consumó la ruptura entre catalanistas y españolistas. Los primeros sintieron la declaración de anticonstitucionalidad a un par de artículos (y párrafos del Preámbulo) como una agresión. En verdad, la batalla civil estaba planteada con toda crudeza.

La pólvora que estaba sirviendo para explotar los apoyos del Estado en Cataluña, estaba tan bien distribuida y alimentada, que, ni resultó afectado el procés por el descubrimiento de uno de los mayores focos de corrupción desarrollados en España. Un tsunami potencial que afectaba -y el estado de Derecho no ha sido aún capaz de precisar en qué medida-, no ya  al ex Honorable ex President de la Generalitat, Jordi Pujol, a su familia, sino al Partido y a muchos de sus dirigentes. Convergencia y Unión resultó inviable.

El malabarismo político se aceleró. El hoy ex President Artur Mas, que, junto a otros miembros significativos de Convergencia se había reconvertido al Partit Demócrata Europeo Català (PDeCAT), aceptó ceder ser cabeza de fila en la negociación para formar Gobierno después de las elecciones de 2015, para que un oscuro político, Carles Puigdemont, fuera President. Fue necesario el apoyo de dos coaliciones con inocultada voluntad secesionista: la anticonstitucionalista Esquerra Republicana (ERC), y la decididamente antisistema Candidatura d’Unitat Popular (CUP). El apoyo se completó con la seudoconstitucionalista Catalunya Sí que es Pot, que amalgama diputados de variados extractos ideológicos (Podemos, ICV, Esquerra Unida y Equo).

La democracia y la tolerancia permitieron llegar a una situación  aberrante, aunque “legítima”: partidos con un programa claramente anticonstitucional habían alcanzado una mayoría escueta en el Parlament, y estaban decididos a imponer su revolucionario criterio de una forma “pacífica, democrática”, en cumplimiento de un “mandato popular”.

Los diputados de estos partidos, con el apoyo exterior de muchos alcaldes y, significativamente de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (que gobierna en la ciudad con la coalición Catalunya en Comú, que aglutina todos los partidos de Catalunya Sí que es Pot, salvo Podemos) refirmaron y consolidaron el apoyo popular a la secesión. Catalunya libre del yugo opresor de la España antidemocrática era ya más que un proyecto sin futuro.

Al ordenado totum revolutum secesionista se añadieron dos asociaciones de movilización al margen de los partidos oficiales,  Asamblea Nacional Catalana y Ómnium. Una amplia y fiscalmente oscura disponibilidad de fondos, sirvió y sirve para soportar la declaración de independencia del 1 de octubre de 2017. Se programaron, cuidadosamente planificadas, amplias, y de impecable efecto, manifestaciones callejeras. Se expandió, contagioso, el clamor de que la región estaba mayoritariamente por convertirse en un Estado nuevo.

La historia coetánea sigue escribiéndose, aunque con letras desiguales, Ayer, 2 de octubre de 2017, la juez de uno de los Juzgados de Instrucción que conforman el brazo operativo de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, en un Auto prolijo y, en gran parte, por lo que parece, escrito con anterioridad, escrito, sin duda, con plena consciencia de su gran trascendencia política, decidió la prisión provisional del destituido vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, y siete de los ex-consellers.

El estamento judicial no mostró uniforme celeridad ni dureza, mostrando, no ya la independencia judicial, sino la disparidad o falta de homogeneidad de criteros de los magistrados. El mismo día, llamados a declarar, el Tribunal Supremo, concedió una semana más para preparar la defensa a los, también citados como investigados, miembros del Parlament (a los que su aforamiento conduce a ese órgano jurisdiccional). La intervención de la judicatura en el procés, como consecuencia de la aplicación del art. 155, añade -aunque no sorprendentemente- más leña al fuego de las posiciones de desencuentro entre secesionistas y constitucionalistas.

La medida cautelar adoptada con los miembros destituidos del Govern, es, procesalmente, la más dura de las posibles y, por ello, puede calificarse, desde la perspectiva política,  de una incomodidad añadida a la necesaria disminución de la tensión en Catalunya y a la recuperación de la paz social en toda España.

(continuará)

 

 

 

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Porqué en Catalunya: Tercera entrega

26 octubre, 2017 By amarias Deja un comentario

Se puede argumentar de muy diversas maneras contra la voluntad independentista del  actual Gobierno de Cataluña, secundada por un porcentaje significativo de catalanes (entendiendo por tales, salvo mejor información censal, los ciudadanos que tienen su actual residencia en la región). Porque, en este escenario de confusión que se ha ido dibujando con precisión de ludópatas, tampoco está bien definido qué significado práctico atribuir al térmico “catalán”, ya que los impulsores del separatismo pretenden que sea ésta una esencia inclusiva de la nacionalidad española, pero excluyente, por lo que no podría ser participada por los demás españoles. Se sería catalán y español pero los españoles no catalanes no tendrían acceso a esa doble nacionalidad.

Si evitamos recurrir a la descalcificación frontal por enajenación colectiva o espejismo ideológico, podría aceptarse como argumento en contrario (sin que ello signifique que se comprenda) que, para esos independentistas potenciales, la idea de separarse del resto de España tiene el atractivo de creer que podrían organizarse mejor, aprovechar con mayor eficacia sus recursos y mejorarían, en fin, su capacidad de maniobra frente a las crisis y su respuesta adaptativa frente al futuro.

Los defensores de la imposibilidad de la separación de Catyalunya, argumentan, fundamentalmente, desde la Ley, el respeto y lealtad institucional, que serían quebrados (lo han sido ya, en realidad) si se incumple la Constitución que expresa, sin ambages, la unidad indivisible del Estado español y su forma de Estado, la Monarquía.

El argumentario antiseparatista se robustece también con previsiones respecto al escenario catastrófico que viviría una Cataluña independiente, contrastando así con la visión idílica de los actuales representantes de las institucones catalanes, algunos historiadores y economistas que ven en un futuro independiente una Arcadia feliz y la liberación del yugo insostenible de una España antidemócrata, represiva, retrógada.

Tienen los independentistas, en alguna parte, razón. El tamaño no debería importar. Ni el territorio, ni la población, o las magnitudes económicos cobran importancia real, por comparación con lo existente. Se encuentran, en el mundo, Estados muy pequeños, algunos por pura conveniencia de las potencias o por caprichos de la Historia y residuo de viejas confrontaciones bélicas. Se ha hecho notar por los historiadores y geógrafos que casi la mitad e los 194 Estados actuales se generaron en el siglo XX. Es decir, no se puede argüir que los Estados son producto de la consolidación de antiguos momentos de exaltación nacional.

Algunos Estados pequeños pertenecen a la Unión Europea, y encajan en el modelo de democracias modernas y estados amigos. Tampoco en este sentido Catalunya independiente puede ser objetable. Malta y Chipre son el ejemplo -rayano en lo ridículo, aunque defendido con orgullo por sus afectados- de Estados diminutos cuyos representantes se sientan con los demás miembros de esa reunión de comerciantes con ilusiones de obtener mayor grandeza. Entre los Estados que componen actualmente la Unión Europea, se incluyen diezpaíses con menor población y territorio que Cataluña.

Los independentistas (y también, algunos teóricos del desarrollo económico), suelen tomar el modelo/ejemplo de Dinamarca.Con un a renta per cápita de 48.400 dólares es un ejemplo atractivo de Estado de medio tamaño que ha sabido utilizar su situación privilegiada ente los grandes, su alto nivel formativo y las capacidades comerciales de sus instituciones públicas y privadas para consolidarse como un Estado próspero yejemplar.

Los separatistas catalanes desean que la Catalunya independiente sea una República. En eso, se separan de la tradición española y del país envidiado (Dinamarca), que son Monarquías. No parece encontrarse en la forma de Estado la raíz sustancial para obtener el  máximo fruto de la actividad económica y social. En este momento, en España, tenemos un monarca muy bien formado, con prestigio internacional, que mejora con amplia ventaja las opciones de sus alternativas no coronadas, tanto en la región catalana como en toda España. Podrá ser opinable, pero, como republicano, me permito repetir esta apreciación una vez más, sin que me duelan prendas.

(continaurá)

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Porqué en Catalunya: Segunda entrega

22 octubre, 2017 By amarias 1 comentario

Si admitimos como principio que no existen “pueblos elegidos”, ni razas genéticamente superiores, e incorporamos a nuestro razonamiento, como catalizadores activos, las ideas de solidaridad, necesidad de progreso compartido, igualdad de oportunidades, con la garantía de un marco legal que regule la convivencia, los impulsos revolucionarios tienen un campo de viabilidad limitado.

Especialmente, aquellos movimientos separatistas que defiendan la separación de un grupo de la sociedad a la que, hasta entonces, han pertenecido.  En mi opinión, la voluntad de segregación solo cobraría sentido si se tratara de un grupo étnico, raza o clase social oprimidos, vejados o sojuzgados por quienes detentan el poder.

Es evidente que la situación de explotación por la administración central no se da en Cataluña. Todos los argumentos que pretenden justificar el separatismo pueden aparecer como legítimos en cuanto expresión de una opinión peculiar -en la línea de respeto a cualquier elucubración en asuntos no dogmáticos-, pero, desde la perspectiva de la realidad  no adulterada a voluntad, son falsos.

Porque ni en España, ni, obviamente, en Cataluña, falta democracia -nos encontramos, como está reconocido por todos los Estados con democracias avanzadas, en el núcleo de cabeza de respeto a los derechos-, ni se roba ni a robado a los catalanes desde la Administración central (aunque sí parece demostrable que algunos personajes que han detentado poderes en las instituciones catalanas se han aprovechado de su situación de privilegio), ni hay represión sobre ese área ejercida desde el Estado central u otras instancias de la Administración pública, porque la aplicación de los instrumentos del Estado de derecho es la consecuencia natural de los pactos de convivencia.

Es decir, quienes incumplen la Ley, deben responder por su acción, y con especial atención a los incumplimientos de quienes están obligados a ser garantes . Por cuestiones de ejemplaridad, de coherencia, de respeto a la esencia de la convivencia.

Que elementos rupturistas de ese orden legal y constitucional se hayan afincado en parte de la población catalana, y que cuenten con el apoyo de partidos minoritarios con presencia en el conjunto del territorio, no debe servir de base para demostrar flaqueza en la defensa de esos principios. Son la base de la convivencia. Es cierto que los pactos que regulan esa convivencia podrían cambiarse, pero no de cualquier forma y no desde las propias instituciones. Si una minoría o una proporción insuficiente de ciudadanos cambian esas reglas, sin contar con lo antes pactado y despreciando al resto, se estaría produciendo una revolución. Si los cambios se hacen desde el poder -no importa si hayan accedido legítimamente o no-, y perjudican a parte de la ciudadanía, buscando el beneficio de otros, es, desde luego, una posición dictatorial.

Especialmente lamentable de la situación catalana en este momento que nos ha tocado en la mala suerte de vivir a los pacíficos, es que, la postura del actual gobierno de la Generalidad y de sus apoyos revolucionarios, está provocando, además de la repulsión de la inmensa mayoría de españoles, la división entre catalanes. ¿Por qué ha sucedido así? Por la manipulación de los sentimientos, en una operación de años, de décadas, en la que se ha venido a demostrar, una vez más, que se puede contagiar a una multitud de la idea de que un marco nuevo, desconocido, mejorará su situación de partida. Y ante perspectivas tan halagüeñas, la ética y la deontología decaen,  los razonamientos matizados o la repulsa sucumben ante el pensamiento único que va imponiéndose, de una forma no persuasiva, sino coactiva.

La oposición, la simple discrepancia, queda sepultada por la presión de quienes detentan el poder (inicialmente legítimo, pero convertido en ilegítimo por su deriva antidemocrática, fascista, ilegal) y sus palmeros. Así fue con el nacismo, así es y serán con todos los movimientos de la Granja animal humana en que se impone el avasallamiento de una parte de la población por la otra.

Ocultar la fractura social, que se materializa en odios y descalificaciones recíprocas, es imposible en este momento. La convivencia entre catalanes, dado que se puede intuir que la sociedad catalana está, no solo dividida en dos mitades, sino que también se encuentran fracturadas las familias, se ha hecho muy difícil. Tendrán que sucederse generaciones, seguramente será dolorosamente “necesario”, como en toda revolución, que haya víctimas, para que se imponga nuevamente la calma de la razón común.

(continuará)

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El arte de la guerra y el trazado de nada sutiles líneas rojas

11 noviembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Supongo que los chavales más belicosos de cada centro de enseñanza siguen trazando líneas en el suelo y amenazando con golpear al entrometido hasta la muerte si se atreve a traspasarla. Por los más fútiles motivos.

Hace tiempo que no me acerco a los Institutos y Colegios de donde deduzco, por lo efectos exteriores que contemplo, que se ha avanzado bastante en conseguir desorientar a jóvenes y jóvenas sobre lo que se espera de ellos en el más allá de las aulas, pero apostaría doble contra sencilla a que los viejos hábitos con los que se consigue auto-perfeccionar, sin ayuda de nadie (perdón de la redundancia) los comportamientos agresivos, se mantienen incólumes. No en vano forman parte de la esencia de la especie.

Nacemos preparados, con la espada bajo el brazo, para el arte de la guerra, Y, ay de los que no tengan el filo siempre a punto.

El actual presidente de los Estados Unidos más numerosos (por ahora), Barak Obama, está demostrando un dominio supino del arte de la guerra que parece, por su perfección, sacado de los libros orientales y haberlo experimentado en los patios de colegio de barrio multirracial.

Porque se ha especializado en trazar líneas, que me recuerdan poderosamente a las que los bravucones del Colegio de pago al que fui (con beca) dibujaban con la punta del zapato en la arena, acompañadas de un escupitajo.

-“Si te atreves a pasar de aquí, te ostio” -acostumbraban a decir, asustando a los más pequeños o más débiles.

Y resulta que luego, las atravesabas y no pasaba nada.

-“Por esta vez, pase. Pero, a la próxima, ya verás” -era la revisión de la amenaza con la que se tranquilizaban a sí mismos para justificar el incumplimiento de una regla que se habían imaginado y que maldito si interesaba a nadie que se cumpliera.

El lector puede estar pensando que me refiero exclusivamente a la amenaza de Obama de castigar con ciertos imprecisos males del infierno al gobierno sirio si se comprobaba que habían empleado armas químicas contra la inocente población civil (por cierto: la población civil es la única que merece tal apelativo en las crónicas de la guerra). Puede que también piense en el mantenimiento de un oscuro sistema de ayudas sociales en un país con el mayor número de hambrientos contabilizados de todo el orbe civilizado (si es que existe tal Utopia; la de la civilización, aclaro).

Pero se equivoca si me atribuye tal simpleza. El mundo está plagado de líneas rojas. Y, por esta vez, la línea roja a la que dedico este Comentario está trazada para proteger la sociedad del bienestar de la Unión Europea. Y no es solo imaginaria, tiene ribetes muy reales. La defendemos con alambres de púas, con patrulleras, devolviendo a los que consiguen superarla al punto de partida (como en el juego de la Oca) y, si hiciera falta, no me cuesta trabajo creerme que se agujerearían a los que se acerquen a ella los botes salvavidas con disparos al aire (que es lo propio, tratándose de balsas inflables).

Tanto esfuerzo es, por los resultados, inútil. No evita que, en esta época de penuria, aumente de forma constante el número de desarrapados que superan las líneas rojas, ocupan las calles, se instalan en las esquinas, llenan los poblados marginales de las ciudades y, ayudados por empresarios y particulares que no me atrevo a calificar de caritativos, llenan espacios de la cada vez más amplia economía sumergida.

Son zombis del desarrollo, de la globalización, de la superación de la lucha de clases que distinguía el proletariado de los capitalistas, por la confrontación entre el precariado (la palabra no es mía; y lo lamento, porque es una joya semántica), y los amedrentados, en beneficio de la estabilidad y crecimiento de los beneficios de unos pocos, ahora ya, gracias a la internacionalización (no la Internacional, otra cosa), ubicados en los paraísos fiscales, mayoritariamente.

Aparentemente, son solo los inmigrantes irregulares, y los que intentan serlo, los que se esfuerzan en traspasar, obstinadamente las líneas de colorines con las que pintamos el mar Mediterráneo, delimitamos las fronteras de Schengen, incluso las que habilitamos como zonas de protección, con la colaboración de países bastante pobres que dicen ser amigos porque aspiran a recibir mejores tajadas de lo que aún envidian, porque no ven el espejismo de nuestra prosperidad.

Son líneas imaginarias, sutiles, inexistentes en realidad, porque han sido definidas con una bravuconería de golfo de instituto que no podemos defender.

Deberíamos darnos cuenta de una vez que solo hay una sola actitud posible, y no es de defensa, sino de cooperación: no consiste en trazar líneas rojas, ni apabullar con voces y gritos, ni, mucho menos, manejando las armas.

Si nos creemos la globalidad, solo ganaremos esta guerra aceptado cuál es el enemigo. La falta de solidaridad, la trampa de la globalización, el despilfarro y el acaparamiento ilícito de recursos. Se gana con solidaridad, con ideas, con apoyos recíprocos y, también, con el reconocimiento de que es una tarea de todos. E implica prestar mayor atención a algunos países, justamente, a los que les hemos estado sustrayendo recursos para nuestro desarrollo, y no aplaudiendo a los que trazan aquí y acá rayas que solo duran recién pintadas mientras no se traspasen en tropel por los que están teóricamente al otro lado.

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Visita a los talleres de creación de valor

17 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Hace algunos años que el doctrinario para alimentación cultural colectiva y, en especial, el catecismo empresarial, incorporó la “creación de valor” como objetivo.

Pocos son, desde entonces, los dirigentes que, cuando la ocasión les parece propicia para explicar a qué se dedican sus entidades, no se acogen a la oscura expresión de encontrarse creando valor: para el accionista, para el empresario, para la sociedad.

Lo que no he escuchado aún salir de una boca bienaventurada es que su auténtica satisfacción pudiera limitarse a tener éxito en crear valor para sí mismo; aunque sospecho que no son pocos los que encuentran en la autovaloración de estar haciéndolo mejor que cualquier otro y, sobre todo, en los buenos dineros que les acarrea, la medida fiel de su trabajo por el resto de la Humanidad, situada varios palmos más abajo.

He imaginado una incursión por los terrenos de la creación de valor, a la manera como Dante se aventuró en el averno. Y, tratando de ser sistemático, he dividido las dependencias de esa fábrica imaginaria, en cinco talleres de actividad.

En el taller primero, se hallan disfrutando de sus iniciativas, los que explotan los recursos naturales de países o zonas más atrasadas tecnológicamente, con legislaciones más permisivas o administraciones más complacientes. Su desplazamiento es continuo por el planeta, como las langostas, puesto que cuando agotan o creen haber agotado una zona, se desplazan a otra de inmediato, que no tardan en dejar monda y lironda.

En el taller segundo, se encuentran los generadores de burbujas, ocupados febrilmente en inflar los globos de sus ambiciones por los terrenos de la necesidad de sus congéneres, imaginando de continuo, bajo la fórmula infalible de las estafas piramidales, falseadas perspectivas de enriquecimiento ajeno, cuando en realidad, solo es seguro el beneficio propio, que sabrán poner a buen recaudo en paraísos fiscales, que es donde acumulan el valor que otros han creado, convertido en su riqueza.

En el tercer taller, se encuentran los corruptores y corruptos, enmarañados en sus propias creaciones y construcciones fantasiosas realizadas con los trozos que han restado al exacto cumplimiento de las necesidades colectivas, alimentadas las ambiciones personales de unos y otros a base de dineros provinientes de las arcas  públicas (aunque tampoco se desdeñan las aportaciones privadas), dejando visibles huellas de su paso por la realidad en forma de estructuras fallidas (junto a otras innecesarias o inútiles) y, solo si nos fijamos atentamente, por la estela menos evidente que delata el trasiego de los dineros ciertos circulando sobre falsos motivos.

En el cuarto taller, hallamos los centros de investigación, los laboratorios y fundaciones públicos, departamentos univesitarios y de Escuelas Técnicas, entre otros variopintos organismos, que conforman sitios peculiares en donde se entregan a su actividad jóvenes y no tan jóvenes obsesionados por hacer crecer alguna nueva tecnología, y cuyos motivos personales son tan variados casi como tantos cuantos individuos fueran consultados . La mayor parte del trabajo no se dedica a la creación de valor sensu escrictu, sino a la producción literaria. Pero es sintomático ver cómo cuando algunos de esos equipos o individualidades, -pocos y muy de tarde en tarde-,  tienen éxito real en sus investigaciones, casi al mismo instante del hallazgo, el resultado le es arrebatado o adquirido por cuatro perras, por entidades más poderosas, que, siguiendo sus propios criterios de creación de valor, deciden implacables  sobre la oportunidad de convertirlos en objeto de mercado o, frecuentemente, en mera pieza de estantería.

En fin, en el quinto taller, en la zona más baja y oscura del infierno de la creación de valor, se encuentran miles de personas trabajando cada una en su covacha, frecuentemente con los ojos y parte de los cerebros extraviados por no poder conciliar el sueño debido a la tensión, que se afanan, de forma que se podría juzgar fantasmagórica, por encontrar la manera de generar un minimo de la sustancia que les permite subsistir. Están juntos, pero actúan aislados. Pocos de entre ellos, como los galimpeiros del cuento real, encuentran de pronto una piedra distinta, una fórmula genial , una idea feliz -casi siempre, por casualidad-. Si tienen suerte de superar los controles de salida del taller, podrán aparecer con su gema a la luz, fuera de las ficciones de creación de valor, y deberán echar a correr como si huyeran del diablo, porque les perseguirán para controlarlos y devolverlos al redil.

Cuando acostumbren sus ojos para distinguir los nuevos objetos,  se sorprenderán al advertir que fuera de los talleres que les habían mantenido tan obsesionados, está la luz. Y allí, en aquel espacio de virtud, es donde se desarrollan los proyectos que van conformando a Utopia, la ciudad de la solidaridad y la verdad, la tierra en donde no preocupa el objetivo de la creación de valor, porque, en realidad, solo tienen sitio en ella los que tienen valor por sí mismos y lo ponen al servicio de los demás, que lo reconocen y premian.

No está en la acumulación desmedida de dinero, ni en el lujo abominable, ni en la ostentación lujuriosa, ni en la deslealtad, ni en la explotación de la necesidad de otros.

Publicado en: Economía, Empresa, Sociedad Etiquetado como: burbujas, creación de valor, empresa, mito, responsabilidad, solidaridad, talleres, trabajo

El Club de la Tragedia: Entre el status quo y rebus sic stantibus

12 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Intuyo que al lector le sucederá como a mí: hay mucho ruido y no se puede trabajar tranquilo.

Trata uno de concentrarse en la mejor manera de sacar alguno de los temas pendientes adelante y, de pronto, le interrumpe el estruendo de alguien que lanza un petardo en la calle de las ideas de reforma pacífica. Por las noches, las comunidades de Malpensantes y Acertaréis organizan fiestas multitudinarias en el barrio, en las que se reparten gratis bocadillos de destrozos y se bebe sangre fresca de incautos y malditos. Han soltado animales salvajes sobre los parterres de pensamientos bientencionados que las autoridades acababan de plantar con nuestros dineros.

Imposible no dejar de pensar qué habrá pasado con los antiguos colegas de tertulia, respetados vecinos del ideario voluntarista y de las cruzadas por la economía global, que tomaban café dejando siempre un último sorbo como señal para que el camarero no les retirase la taza de la mesa. En el espacio que ocupábamos, unos energúmenos con permiso caducado se han puesto a trabajar con sierras metálicas, seccionando sin encomendarse a dios ni al diablo varias vigas constitucionales, empeñados en hacer una reforma social total, que pagarán, según dicen, con creces, futuras generaciones.

Cada día se produce el estallido de alguna verdad de las que teníamos apuntaladas -hay que reconocerlo- con acuerdos de fantasía, pero el conjunto resistía y bajo ellas se cobijaban cientos de miles de familias. Como esos edificios muy viejos de los cascos antiguos de las ciudades, que se apoyan unos en otros sin caerse, como han hecho durante siglos, hasta que un constructor moderno, con planos de arquitecto y cálculos precisos de estructuras con medios informáticos, toca un solo ladrillo del solar vecino, y se vienen abajo, rindiéndose de pronto a la evidencia de que no les correspondía estar en pie, que su correcta posición es la de desplomados en el suelo.

Los abogados recurrimos de vez en cuando al argumento que recoge la expresión latina rebus sic stantibus (“mientras permanezcan asi las cosas”), para expresar que, si no se modifican -sustancialmente, habría que precisar- los elementos de la situación actual, se mantiene la validez de lo expresado en el contrato o en la exposición razonada.

Está también el respeto debido al status quo, que es la situación actual que presupone, por su propia existencia, la existencia de un equilibrio, algo admitido por todos, al menos, hasta ahí.

Pues bien: aunque tengo la cabeza inflada de las interferencias provocadas por este tropel de malas noticias que se lanzan continuamente, como langostas de una plaga bíblica, contra mis ventanas de doble cristal, me parece que, obcecados por lo que puede ser mejor, estamos olvidando que el status quo del que partíamos hace apenas un par de años no era malo.

Si pudiéramos recuperar aquella posición, y trabajar rebus sic stantibus, podríamos detenernos a razonar qué es lo que de verdad, queremos hacer con nuestras vidas, decidiendo lo que deseamos cambiar, lo que hay que tirar y, sobre todo, cómo nos planteamos construirlo.

Antes de que sea demasiado tarde.

Publicado en: Derecho, Sociedad Etiquetado como: calma, camarero, Constitución, ética, protestas, rebus sic stantibus, reforma, responsabilidad, revisión, ruido, status quo

Deutsche UnterstÜtzung

5 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La canciller alemana Angela Merkel, anfitriona en Berlín de un circunstancialmente crecido Primer Ministro español -Mariano unter uns-, expresó su voluntad de ayudar al país amigo, envuelto en dificultades de tanta diversidad que podríamos calificar de “esféricas” -globale Schwierigkeiten-, con unas cariñosas palabras.

Sonó algo así: “Animamos a nuestras empresas alemanas en España a que contraten españoles y a nuestras empresas en Alemania a que se fijen en los técnicos cualificados españoles, especialmente, los jóvenes, cuando piensen en ampliar sus plantillas“. (Rueda de prensa posterior a la cumbre hispano-alemana del 4 de febrero de 2013, Berlín).

El presidente Rajoy debía tener la cabeza ocupada con la repetición mental de las expresiones tajantes con las que estaba decidido a reconocer, por fin, que no había tenido conocimiento de contabilidad paralela en su partido, que toda la información publicada por los periódicos controlados por la oposición política era una invención malintencionada, y que las siglas LB no correspondían a Luis Bárcenas, ex- tesorero del PP durante más de una década, ni tampoco a Lehman Brothers, sino a Lysoghenia Broth, el caldo de cultivo utilizado en los laboratorios para el crecimiento de las bacterias, con las que los envidiosos del buen hacer de su gobierno estaban contaminando la economía.

Si el presidente-primer ministro español hubiera tenido la cabeza despejada, hubiera rechazado con una sonrisa la ridícula oferta de cooperación, y, con sus más cuidadas palabras, hubiera expresado esta idea:

“Guárdese su ayuda, Sra. Merkel. Wir brauchen nicht so fortzuleben, wie wir gestern gelebt haben. Macht uns nur von dieser Anschauung los, und tausend Möglichkeiten laden uns zu neuem Leben ein.”

El prejuicio hispano es el inmovilismo. Pasamos más tiempo discutiendo lo mal que lo hemos hecho que lo que tenemos que hacer. Con o sin Alemania.

—

(1) El título del Comentario es: “Apoyo alemán” y la frase con la que termino, tomada de C. Morgenstern, refleja lo siguiente: “No necesitamos seguir viviendo como hemos vivido hasta ayer. Liberémonos” (en el original, se dice, “libéranos”) “de este prejuicio, y miles de posibilidades nos invitarán a una nueva vida”.

Publicado en: Política Etiquetado como: apoyo alemán, crecimiento, cumbre, deutsche, economía, emprendedor, empresa, españa, Merkel, política, Rajoy, responsabilidad, schwierigkeiten, solidaridad, unterstützung, verantworlichkeit

Explorando la cueva del Minotauro: de Filesa a Gürtel

1 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La historia se repite, con una tenacidad implacable. Al contrario que en el dicho popular, cambian los perros pero los collares, no. El cuento de Filesa se parece, como una castaña a otra, a este nuevo de Gürtel.

Aquel escándalo le costó a Felipe González, la presidencia del Gobierno de España, y a su partido, un descalabro emocional y político del que no ha podido recuperarse, a pesar del espejismo socialista de las dos legislaturas de Rodríguez Zapatero, que contaron con el empujón inicial de los islamistas radicales y la incompetencia tenaz de Angel Acebes y continuaron con la inercia de un espejismo de bonanza.

Este escándalo le costará a Mariano Rajoy el reconocimiento de su descontrol sobre las cuentas del partido, el descrédito de demasiados principales del Partido Popular -entre fumigadores, aturdidos y viciosos- y, tan pronto como entiendan allá en Ferraz (si es que no lo han entendido ya) que no cabe más defensa negando la mayor y que hay que abandonar el campo, la caída de Icaro de un Gobierno que prometió salvar a España de la crisis, y la dejará sumida en otra aún mayor, para corta enseñanza de este pueblo de castrados intelectuales.

Los perros -en sentido figurado, por supuesto- están claros. Una parte importante de personajes de la política, no importa su aparente signo ideológico, que ven una oportunidad para enriquecerse (o para mejorar un poco sus sueldos oficiales) en gestionar el Patrimonio y servicios públicos.

No están solos, en sus movimientos por la cueva misteriosa del Minotauro, allí donde habita el cíclope monstruoso que se alimenta de credibilidades, trabajos probos, emprendimientos sanos, ilusiones, ingenuidades y esfuerzos de todo tipo.

Su pervivencia exige que se le alimente continuamente, y en esa función sacrificial se empeña una combinación afanosa que vincula o parece vincular -santo Dios- a miembros de la familia que ocupa la Jefatura del Estado, militantes y simpatizantes de los partidos políticos y responsables de las principales empresas del país que necesitan contratos públicos para aumentar facturación y beneficios.

El cuidado en el lenguaje que se ha impuesto en esta sociedad de fantasía, exige que se hable de presunciones, sospechas. Pero el hilo de Ariadna, esta vez, no está conduciendo al interior de la cueva, no nos detecta al Minotauro. Ese hilo, tirando de las libretas de ese contable aplicado pero que no sabría si calificar de avieso o lerdo, nos conduce, en un periplo vicioso, de Gürtel a Filesa. Una y otra vez.

Porque los collares son los mismos: la avaricia, la ambición desmedida, el desprecio a lo que es común, la mentira, la desfachatez, la vanidad, la confianza en que los que llevan alimento al Minotauro jamás serán devorados por él.

Habrá que verlo.

Publicado en: Empresa, Sociedad Etiquetado como: Ariadna, Bárcenas, corrupción, economía, escándalo, ética, Filesa, financiación irregualr, Gürtel, indignados, Minotaruo, partidos, reproche generalizado, responsabilidad

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