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Sobre misterios de virus y de aves (Sonetos)

26 marzo, 2020 By amarias Deja un comentario

Los lectores asiduos de este blog saben que tengo un cáncer grave, con metástasis.

Estoy, por tanto, dentro de la población de riesgo por el coronavirus. Como elegido para un programa experimental de tratamiento (un Ensayo clínico, en la terminología del sector), que pretende probar las ventajas de determinados fármacos para aumentar la esperanza de vida, tengo que ir todos los meses al Hospital Ramón y Cajal, realizar diversas pruebas y, en caso de que los parámetros sean los adecuados, recibir los medicamentos para el mes siguiente.

Tengo que estar excepcionalmente agradecido -aún más de lo que siempre me he manifestado, desde que conozco al equipo oncológico y a los muchos profesionales que nos tratan- a esos profesionales de excepción, hoy movilizados todos ellos para atender a los pacientes afectados por el coronavirus. A pesar de todo, de su jornada inhumana, se preocupan por mí, me preguntan cómo estoy. Me atienden. Gracias, equipo. Sois verdaderamente excepcionales.

Sobre misterios de virus y de aves
aunque parece se haya mucho escrito
cuando llega el momento, lo que sabes
no te eleva a niveles de erudito.

Quedan por conocer muchas llaves
con que cerrar portal a tanto mito
y como todo ignorante, repito
lo banal, falto de opiniones graves.

Pongo juntos a garzas y gorriones,
coronavirus y otros males graves
que, por su natural, y sin razones

prefieren ocupar nuestros enclaves
y aprovechan sin dudar ocasiones
para ser polizón en nuestras naves.

26 de marzo de 2020 @angelmanuelarias Sonetos desde la crisis

13

Volviendo de buscar hallar reposo
alejado del ruido y de la gente,
por tratar de librarme del acoso
que me produce el carajal vigente,

me encontré con un viejo que, gozoso,
sentado a buen resguardo del relente,
fumaba en su cachimba algo oloroso
con tranquilo semblante muy patente.

“Buenas tardes, anciano, ¿qué se siente
Para tener aspecto tan dichoso
a pesar de los males del presente?

Atusando su bigote ya canoso,
El hombre contestó, mostrando un diente:
”Según me venga el aire, escupo o toso”

26 de marzo de 2020 (revisión de otro Soneto de 20.05.19) @angelmanuelarias


La plaza de Zocodover, el lugar de encuentro por excelencia de la ciudad imperial, Toledo, lucía así de engalanada estas Navidades. Parece que fue hace mucho tiempo. Volverán esos momentos felices, y los disfrutaremos, aún, con mayor intensidad, porque este enclaustramiento nos hará valorar mejor la libertad para deambular, abrazar a la familia y amigos, tocar, como el ciego que de pronto pudiera ver, lo que antes le parecía conocer solo de oídas.

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía Etiquetado como: avess, cáncer, oncología, Ramón y Cajal, reposo, sonetos, viejo, virus

Sonetos escritos en el Ramón y Cajal

30 abril, 2017 By amarias 1 comentario

Esta semana que hoy termina tuve que someterme en el Hospital Ramón y Cajal a una operación quirúrgica, y estuve hospitalizado tres noches. La corta estancia prueba que no se trató de una intervención muy compleja, aunque aún ando con la mosca detrás de la oreja de que la combinación de saber hacer, cirujano, paciente, azar y naturaleza hayan obtenido el éxito deseado por los humanos participantes en el encuentro.

Sea como fuere, el mucho tiempo de vacío y el no dormir esos días, tuvo un efecto secundario, que fue escribir varios sonetos, de los que extraigo estos tres. El primero, está escrito a las siete de la mañana del día inmediatamente posterior a la operación; el dedicado al celador, en realidad, fue el  último, mientras mi colega de habitación esperaba que este funcionario apareciera, una vez recibida el alta algunas horas antes.

1.

A solas, desnudo, y harto dolorido,
veo pasar el tiempo como un lujo
y si rompe el silencio algún sonido…
no aportará​ a la noche paz o embrujo.

Conteniendo ayes, mi magín estrujo
para escribir dos líneas con sentido,
y tantas son las ganas con que empujo
el deseo de verme, aún yendo herido,

liberado de este cuarto de hospital
donde hago de paciente el cometido
que sin reparar que me siente bien o mal,

por volver a mi sitio preferido,
soy capaz de ocultar que estoy fatal
y copiar de alguien sano el parecido.

2.

(J) Oda al celador

Que lo público se hunde, es evidente,
y a Sanidad el trago más amargo
le toca soportar, siendo inocente.…
Falta dinero, cierto, y, sin embargo,

la ausencia de autoridad es muy patente.
No se sabe bien quién está al cargo
de qué; despreocupado hasta el gerente,
caído también en cómodo letargo.

Sin importar qué pueda creer la gente,
según la práctica y modos en vigor,
quien sufre el deterioro es el paciente,

y aunque vea moverse fiel observador,
como puta por rastrojo al residente,
manda en verdad allí, solo…el celador.

3.

En tierra de metáforas, doncellas,
sobreponed con cordura la emoción
si un poeta, una noche bajo estrellas…
os invitara a disfrutar de la ocasión

de ver brotar en sus jardines la pasión,
porque las veleidades dejan huellas
que entran con recatos en reacción,
sufriendo resistencias grandes mellas.

Recoged del vergel dulces fragancias
y del firmamento si queréis, centellas,
pero no os dejéis llevar a estancias

en dónde os obsequie con aquellas,
que siendo metáforas, aun rancias,
embriagan cual licores en botellas.

@angelmanuelarias

(De Sonetos desde el Hospital, 2017)


Esta graciosa y delicada ave que ilustra mi comentario poético es una cigüeñuela. Parece que está, como Narciso, contemplando su belleza en las tranquilas aguas dulces de la marisma, pero, en verdad -como podría suponerse- está alimentándose de pequeños crustáceos y larvas de insectos. Es un ave inconfundible, por sus largas patas rosado intenso que se dirían a punto de romperse, y su capa negra, contrastando sobre un cuerpo níveo.  La fotografiada, por su cabeza completamente parcialmente negra, es un macho. Las hembras la tienen completamente blanca.

 

Publicado en: Personal, Poesía Etiquetado como: celador, deterioro, hospital, paciente, Ramón y Cajal, residente, sanidad pública, sonetos

Cuento de otoño: Por los Cálculos sublimes a la doctrina de la neurona

28 noviembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La expresión “cálculos sublimes” sonará al lector que lo oiga por primera vez a pedantería nacida de algún obseso por las matemáticas. No es este el lugar para descabalgar de la burra a quien padezca de la, por otra parte, disculpable ignorancia, con -pretendidos por docto-s argumentos acerca de lo que, en un tiempo que aún no está tan lejano, se entendía por esta disciplina académica.

Baste decir ahora, para lo que pretendo con este modesto Cuento, unas pocas palabras para hacerle ver al lector que por la disciplina académica de Cálculos sublimes, se enseñaban hace unos ciento cincuenta años, las innovadoras teorías de derivadas e integrales, en las que el modelo francés ya nos había precedido, y que se consideraban esenciales para adquirir el título de Dr. en Ciencias y para avanzar, tanto en la ingeniería como en la filosofía.

No se ha vuelto a emplear, tal vez por vergüenza, la calificación de “sublime” para aquellas materias a las que el responsable de la ordenación académica otorga un gran valor formativo. En el lenguaje vulgar, la expresión ha quedado reducida al ámbito de la pedantería, pero en la modalidad cutre. Sin embargo, la encuentro más adecuado que esos apelativos y afijos que ahora tanto proliferan, como guay, super, hiper, maxi, que me suenan a lo mismo que el chanchi piruli que empleaban, no hace mucho y con la misma intención, las educandas en cursilería.

Hay un pueblo imaginado en el que la palabra Sublime se sigue empleando como distintivo de valor. En ese lugar, cuyos habitantes disfrutan de una excelente bonanza, existe desde hace años la Universidad de Enseñanzas Sublimes. Sus egresados son personas muy respetadas y ocupan, salvo escasas excepciones, cargos de la mayor importancia en la estructura económica y social. Ese prestigio no tiene comparación, sin embargo, con el que merecen a todos, quienes enseñan en ella.

Sin conocer aún cuál era la razón del éxito del pueblo que concedía tanta proyección a los Conocimientos Sublimes, y deseando penetrar en sus misterios, -para copiarlos-, una delegación de personajes distinguidos del, por nosotros conocido lugar llamado Valgamediós, viajó a ese sitio de mérito.

-Estoy seguro que la clave está en la profundización en las funciones de variable compleja -indicó, con máximo convencimiento, el catedrático de Laplacianas y Series, que había dedicado treinta años de su vida al estudio de las soluciones al Enigma de Poniatowsky, teniendo publicados varios libros sobre el tema, aunque, desgraciadamente, no había conseguido resolverlo.

-No lo creo así -arguyó el Presidente de la Comisión de Legislación Efímera, que acababa de ser elegido por unanimidad entre los especialistas de esa rama del Derecho-. El carácter sublime de una organización descansa en su capacidad adaptativa, para destruir en pocos días lo que se haya tenido por intocable en la legislatura anterior.

Y así, mientras el avión fletado especialmente para el caso conducía a la expedición al lugar tan remoto que había que dar dos vueltas al mundo para alcanzarlo, todos los miembros del equipo de Valgamediós expresaban sus teorías, mientras bebían botellín tras botellín de un líquido de color rosa que distribuían, gratuitamente, las azafatas, y que promocionaba un futbolista de élite.

-¡Delicioso brebaje! -comentó Blandelina Lauredada, que había ingerido varios combinados; y preguntó, seguidamente a la azafata que le estaba sirviendo el quinto vaso del mejunje- Es afrodisíaco, ¿verdad?
-No sé exactamente. -fue la prudente contestación- La etiqueta solo pone que es alienante.

Cuando, después de un ligero descanso por el doble cambio de horario que habían tenido que soportar, se reunieron todos en la Academia de Sublimes de aquel lugar afortunado al que habían acudido para aprender y copiar, recibieron la última instrucción del Presidente de la Expedición:
-Sobre todo, no hagáis preguntas donde se evidencie vuestra ignorancia. Preguntad por lo que sabéis y hacedlo de la forma más ininteligible.

Con un excelente ánimo, se agruparon en el Salón de Recepciones Ilustres de la Academia de Sublimes. Allí, después de unas breves palabras de bienvenida, el Presidente de la Academia, un anciano de luenga barba que se apoyaba en un bastón hecho de ideas, dijo:

“Ustedes han venido aquí, según me han dado a entender en su pensiograma, porque desean entender la razón por la que nuestra sociedad tiene tanto éxito. Podría decirles que sabemos cuál es esa razón, pero les mentiría. No hay una sola razón. Solo estamos seguros de la bondad del método con las que las perseguimos: consideramos algo “sublime” cuando nos permite explicar el fundamento de algo que nos ha sido útil. A posteriori.

“Tal vez Vds. hayan leído el discurso que pronunció un sabio en 1906, cuando le concedieron el premio Nobel por sus investigaciones sobre las neuronas. En él decía, recordando los trabajos de otro sabio, Golgi, que había sido agraciado con la distinción al mismo tiempo, que es preciso admitir que la naturaleza ha creado sistemas complicados para transmitir la información, y que no pueden explicarse desde la continuidad. Era la teoría de la neurona”.

“Por eso, siguiendo la teoría de la neurona, aquí entendemos que los conocimientos no pueden avanzar solo por profundizar obsesivamente en un tema, sino que hay que conceder atención especial a la transmisión por inducción, a la influencia a distancia, a la creación de núcleos, aparentemente independientes, pero que sean capaces de relacionarse de vez en cuando.

Los expedicionarios se miraron, mientras tomaban notas. No parecían haber entendido mucho de lo que estaban escuchando.

-Perdón -dijo el Director General de Innovaciones de Valgamediós- eso que nos dice resulta muy abstracto. ¿Dónde podríamos profundizar en esa cuestión? ¿Qué material nos aconseja?

El Presidente de la Academia de Sublimes miró al interpelante, y señaló uno de los cuadros que colgaban de las paredes de la sala.

-Pensé que lo conocerían. Son palabras de Santiago Ramón y Cajal.

Aliviados al parecer, los expedicionarios siguieron tomando notas.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: cálculos sublimes, cuento de otoño, Ramón y Cajal, teoría de la neurona

Cuentos de verano: Insólitas parejas

7 septiembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Cuando el niño que asó la manteca anunció que se casaba con la lechera que llevaba el cántaro al mercado, -ambos ya, adultos y con plena capacidad jurídica- pocos hubieran dado un penique por la continuidad de su matrimonio. Lo cierto es, sin embargo, que fueron, hasta determinado momento, razonablemente felices, y todo ello sin necesidad de cambiar sus hábitos y tendencias.

El afán explorador, inquisitivo, del primero le llevó a solicitar una beca Ramón y Cajal, después de haber terminado brillantemente sus estudios de ingeniero de telecomunicaciones. Como no le concedieron prórroga a la misma, ni se cumplió el compromiso oficial de hacerlo plantilla fija del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Otras Menudencias (CESICOMO), decidió marcharse a Estados Unidos, donde se incorporó a un equipo relevante que ensayaba los efectos de los rayos gamma sobre las margarinas.

Pero la chica del cántaro, -la que había visto rotas sus ilusiones de mejorar a poquitos con el producto de la venta de la leche que, antes de la entrada del País de Todo lo Ignoro en el Mercado Común de los Hábiles Comerciantes, pretendía haber vendido por unos buenos dineros-, tenía un escaño de diputada en el Congreso Nacional, como representante de un partido minoritario, y se negó a acompañarle en su periplo norteamericano.

-Tengo el propósito firme de conseguir cambiar el país -le ratificó al hombre de la manteca- Y, por eso, mi puesto, está aquí.

-Pues yo tengo el mismo propósito, como sabes -replicó a la de la leche el de la manteca-. Por eso mismo, me marcho, para aumentar mis conocimientos.

Lamento tener que decir que se divorciaron, pues sus caminos se ratificaron como divergentes, y un gran charco de por medio era demasiada agua para mantener vivo su amor, que languideció a la postre. Se siguieron escribiendo cartas (que deberían haberse conservado para guardarlas en la hemeroteca de relaciones frustradas), con una frecuencia cada vez menos intensa y, finalmente, dejaron de escribirse para dedicarse a otros menesteres más tangibles.

La chica del cántaro encontró su nuevo amor en el soldadito de plomo, quien, aunque le faltaba una pierna -perdida en uno de los cursos de formación en la academia de artillería, como es sabido- conservaba indómito su espíritu revolucionario, siempre dispuesto, decía, a hacer cumplir la Constitución, cayera quien cayera, pero que, en verdad, tenía dentro de sí espíritu de eterno conspirador, producto de sus resabios por las batallas que decía haber librado en aguas turbulentas, contra ratas de cloaca, peces fagocitadores, mozalbetes desvergonzados y feroces corrientes de las ventanas abiertas.

El de la manteca se topó en las Américas con la mamá de Pulgarcito, viuda, que era inmensamente rica gracias a los negocios de su hijo, y que, según parece, estaba aún de buen ver. Con su ayuda económica, este joven investigador, ya más talludito, no tuvo problemas para comprar el Centro de Investigación de las Margarinas en el que trabajaba de limpiaprobetas (Margarine Research Center “Marlon Brando”) y orientarlo hacia lo que más le angustiaba desde niño, que era la recuperación de las grasas mezcladas con los suelos terrosos, en los que alcanzó un éxito sin precedentes, obteniendo el Premio Príncipe de Asturias de las Casigalinas.

No tuvo la misma suerte la nena de la manteca -ya hecha una mujer más hecha y lo mismo de derecha, y tan guapa como siempre-, porque el soldadito de plomo se metió en una conspiración para intentar que la República bananera en que se había convertido su país, volviera por sus fueros. Detectado el movimiento cuando apenas se estaba esbozando la estrategia, por un equipo de contraespionaje dirigido por Mortadelo y Filemón, fue llevado a un tribunal militar, junto a otros compañeros, dirigido por el general Dormilón (uno de los siete enanitos que cuidaron de Cenicienta) y, tras un juicio sumarísimo, resultó pasado por las armas; es decir, en su caso, metido en un crisol de fundición.

Antes de ser fundido en plomo para material de bisutería dijo algo así como: “Sic transit gloriae mundi”, lo que tenía su gracia. El de la manteca, cuando se enteró, envió un telegrama de condolencia a la del cántaro -sin sabe si intentando recuperar la relación-, pero se lo devolvieron por “dirección desconocida”.

Ignoro si de esta historia podrá sacarse alguna enseñanza, pero así queda escrita, para pasmo de las futuras generaciones, si tienen ocasión de leerla.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: angel arias, CSIC, cuento de la lechera, cuentos de verano, insólitas parejas, investigador, lechera, niño que asó la manteca, pulgarcito, Ramón y Cajal, soldadito de plomo

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