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¡Seguridad! (Segunda parte)

30 enero, 2022 By amarias Deja un comentario

En lo que parece la vispera de una confrontación militar (escribo ésto en la tarde apacible del domingo 3o de enero de 2022), comentar sobre la seguridad desde una perspectiva general -aunque con la visión restringida de un ciudadano europeo que tiene sus únicas fuentes de información en los medios públicos-, es, al mismo tiempo, temerario y atractivo.

No quiero limitarme en estas breves notas, sin embargo, a la seguridad que pudiera derivarse de los medios para evitar o reducir el alcance en carnes propias de un conflicto bélico que se acepta como premisa que no se ha iniciado.

La historia del mundo está repleta de desgraciadas evidencias de que los Estados, los pueblos y las tribus, son capaces de  enfrentarse hasta la extinción o rendición del contrario, por motivos que, en su origen, y vistos con perspectiva, parecen inexplicables o perfectamente eludibles. El libro de Margaret Macmillan, 1914, glosando con detalle la escalada de despropósitos que condujo a la primera guerra mundial, debería ser libro de lectura obligada para interesados en conocer cómo se gesta una catástrofe de gran alcance y para todos aquellos que, desde posiciones de responsabilidad, se creen capaces de controlar una incipiente tensión modulando el uso de la fuerza.

La seguridad de ciudadanos y bienes, a nivel global, es responsabilidad de los Estados, es decir de sus gobiernos e instituciones funcionariales. Si pensamos en la relación entre Estados, sus actuaciones para favorecer la convivencia recíproca y resolver por la vía de la diplomacia y la negociación, las eventuales tensiones que generen los conflictos de intereses antes que adquieran dimensiones mayores, abarcan un espectro muy amplio.

Existen las vías diplomáticas, el espionaje, la dotación de una fuerza y Ejércitos propios, los acuerdos entre Estados para actuar conjuntamente en caso de agresión de un tercero y las organizaciones de defensa, empresariales, culturales o humanitarias. Hasta las competiciones deportivas, los congresos y ferias de turismo, las exhibiciones conjuntas de armamento y los acuerdos de investigación y desarrollo de fármacos, artefactos y trasgénicos, forman parte de los instrumentos para focalizar tensiones y, por supuesto, evitarlas.

Si se diera la intención de asegurar que, en caso de conflicto que no le afecte directamente, una nación (sinónimo aquí de Estado) no se vea involucrada por disputas ajenas, la manera -bastante ingenua- de expresar que se mantendrá al margen, es declararse como neutral, pacifista o no alineado. Suiza, desde la derrota de Napoleón, se presentó ante el mundo como país neutral “de manera perpetua”. Su entrada en la ONU en 2002 y su obligación de sumarse, desde entonces, a los acuerdos sobre las sanciones que emanen de ese Organismo, (y aspiró incluso a un puesto en su Consejo de Seguridad) plantea dudas a los politólogos, especialistas en derecho internacional y a los filósofos, sobre el carácter y valor real de esa neutralidad.

Al margen de que un Estado o colectividad se declare como pacifista, ello no les exime ni libra de ser atacados. Si, dentro del mismo gobierno, una parte del mismo apoya exhibiciones de fuerza (envío de medios humanos, armamento y vehículos militares) frente a otros países que pueden desembocar en conflicto bélico y, por otra, algunos ministros y portavoces defienden mantenerse al margen, esta dicotomía patológica creará desconcierto en la ciudadanía y debilitará la coherencia internacional del apoyo. Pero no evita que la decisión se interprete inequívocamente como voluntad de participar como elemento disuasorio y, si llegara el caso, beligerante, aportando sus fuerzas al bloque al que se pertenezca y, exponiéndose, por tanto, a ser atacado directamente.

Representantes cualificados de partidos de la izquierda española, incluso desde los Ministerios que detentan, se han manifistado como pacifistas y contrarios a la voluntad expresada por el presidente de Gobierno de apoyar a la OTAN, en su contrapunto a lo que se ha dado en llamar amenaza rusa a la independencia de Ucrania, reforzando el envío de material bélico y efectivos humanos a la frontera oriental de este organismo. Esta falta de homogeneidad es inaceptable, debilita nuestra posición como país y nos presenta como socios poco fiables. (1)

España, en el terreno de la seguridad colectiva, necesitaba una revisión ordenada y urgente de prioridades, amenazas y medios. La nueva Estrategia de Defensa Nacional dará importancia a la integración de las Comunidades Autónomas en el modelo de actuación y concretará el catálogo de recursos para dejar claras las líneas de acción frente a las amenazas, cuyo creciente carácter híbrido no se le oculta a nadie. La falta de organización en el abordaje de la pandemia de la COVID ha dejado claro que es imprescindible cambiar la metodología e integrar a todos los estamentos bajo un mando único en caso de amenaza global.

No es (solo) un cometido de naturaleza militar, sino que abarca responsabilidades y medios de toda la sociedad, aunque la creciente tensión internacional, con Estados que se han dotado de medios detructivos de gran alcance e intensidad, ha vuelto a poner el énfasis -en los paises que fueron terreno operativo de la segunda guerra mundial- sobre la necesidad de tener un Ejercito propio en la Unión Europea. A finales de noviembre de 2021, el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, ha hecho llegar a los servicios de inteligencia de los países de la Unión un documento que presenta una nueva estrategia de defensa, impulsando una fuerza de acción rápida autónoma.

Aunque desligado de su carácter exclusivamente militar, y vinculado a la necesidad de defenderse de amenazas de naturaleza híbrida, cibernéticas, químicas, biológicas, entre otras, parece necesario volver a la formación defensiva de la población en general. Cuando en España (y otros países) el servicio y enseñanza básica militar era obligatoria, algunos jóvenes se declararon objetores de conciencia. Como sucede con casi todos los pioneros, los primeros que se manifestaron contrarios fueron encarcelados y sufrieron diversas penalidades y represalias; después, la obligación languideció y, desde hace varias décadas, el servicio militar dejó de ser obligatorio). Los Ejércitos pasaron a estar formados solo por profesionales (vocacionales o voluntarios), reduciendo su músculo personal (escuché a un general expresar que tenemos un “Ejército bosai”) y cada vez más se confía la defensa a la perfección del armamento, del equipamiento y los medios disuasorios, incluídos los nucleares y, asímismo, se potencia el empleo de medios logísticos, software sofisticado y material de inspección y ofensa no tripulado.

Urge un planteamiento general, sólido y asumido por la mayoría, de las estructuras de defensa. La seguridad colectiva exige dotarse de un músculo y una potencia de actuación propia y vincular esa facultad autónoma a los medios de que dispongan los Estados aliados. No se trata de ver a otros Estados como potencialmente enemigos (aunque, al considerar las amenazas, se deberá cualificar cuidadosamente su nivel de agresividad contra nuestros intereses), sino tener clara la manera de reaccionar ante una agresión de cualquier tipo con los medios al alcance.

Ser pacifistas no nos libra de estar amenazados ni, por supuesto, de ser atacados. No será por misiles de cabeza nuclear, sino por secuestro de claves y cuentas bancarias, ataques con virus y bacterias debilitantes o letales, generación de pánico o intranquilidad por asesinatos y atentados, suspensión de suministros esenciales para nuestra economía, etc. Lo que los militares llaman envío de “botas sobre el terreno” (fuerzas militares luchando con armas más o menos convencionales sobre el espacio físico) tienen ahora un valor reducido. Han pasado a ser exhibiciones de prudente poderío, asimilables a los bufidos de berrea o al despliegue de plumas de machos de combatientes, con pretensiones de distracción sobre los métodos más sutiles y eficaces de derrotar al enemigo.

Ojalá nunca tengamos que gritar “¡Seguridad, seguridad!” porque ya nos parezca imprescindible contar con ella, porque será demasiado tarde.

—

(1) Las versiones de la situación, por parte de rusos y prorusos y proamericanos y atlantistas, difieren sustancialmente. No tengo ahora el propósito de analizar esas discrepancias. Me pregunto, sin embargo, si la OTAN ha evolucionado para ser bastante más que un organismo militar y la naturaleza de los intereses de Ucrania para integrarse en ella o en la Unión Europea.

Publicado en: Actualidad, Ejército, Política Etiquetado como: armas nucleares, Borrell, ejército, Estrategia de Defensa, guerra híbrida, seguridad, Ucrania, Unión europea, virus

Elogio de la intolerancia

29 noviembre, 2021 By amarias 2 comentarios

No pretendo poner el énfasis en la necesidad general de ser intolerate. Al contrario, como pacífico, mi actitud general es de tolerancia; prefieron no verme involucrado en disputas sin sentido. Por ello, no comprendo en lo más mínimo a esos individuos que se dicen defensores a ultranza de los colores de un club deportivo y llevan su enajenación al terreno de enzarzarse a porrazos con los partidarios de otro equipo, al que ven como contrario.

Una vez establecido el marco general de invocación y fidelidad a la tolerancia como principio general, quisiera meterme en la harina de las conscuencias de la excesiva tolerancia, que lleva a aquél al que se la dispensamos, sin estar obligados a ello, a creer que tiene la razón, que le asiste el derecho para auparse sobre el nuestro.

En el tema de las vacunas para superar la pandemia, encuentro un ejemplo claro de tolerancia excesiva. Cierto que ni los expertos oficiales ni las autoridades han ayudado mucho establecer un régimen de confianza respecto a la manera de combatir el virus, pero, en este momento, se ha aclarado de forma científica y con suficiente respaldo que las vacunas ayudan de manera decisiva a defendernos individual y colectivamente y que la mascarilla es una forma de protección, elemental, pero segura, para evitar contagios.

Por consiguiente, no entiendo la tolerancia para aquellos que no se vacunan ni se ponen la mascarilla, porque “no se fían”. Deben implantarse de inmediato medidas claras de restricción de espacios públicos para esos negacionistas que, amparándose en nuestra tolerancia, aumentan nuestro peligro de ser contagiados. (Ah, y por supuesto, no entiendo por qué no se están enviando masivamente dosis a los países menos desarrollados para que vacunen a su población. Hemos oído miles de veces que el virus no admite fronteras, ¿a qué se espera, pues, desde los países más ricos, o también hay negacionistas en la cúpula del poder mundial?)

Voy con otro ejemplo de tolerancia excesiva, siempre en mi opinión, claro está. El debate político en el hemiciclo (me refiero al Congreso, ya que ignoro si en el Senado existe algún debate) se concentra en poner en prueba la capacidad de tolerancia del pueblo llano, hurtándonos la discusión y acuerdo en aspectos cruciales para nuestra convivencia y nuestra economía y distrayéndonos en otros. que no sería admisible plantear, como presión para llegar a acuerdos de gobernanza.

No es tolerable el planteamiento sobre el desmembramiento de España. No hay ninguna razón ni histórica, ni cultural, ni linguística, para abrir ese debate en el Congreso y mucho menos, para convertirlo en fundamento para la toma de decisiones políticas. No hay más frontera entre determinadas regiones y el resto del país, que las propias de la conveniencia administrativa general. Todas las regiones forman parte de la unidad indisoluble de España.

Tampoco hay que tolerar la falta de respeto por algunos de los que ostentan cargos públicos, pagados con el dinero de todos, para insultar o vejar a la Monarquía, que es la forma de Estado legítima, el símbolo de esa unidad. Algunos parecen estar persuadidos de que, cuando se pretende hacer a un lado a Felipe VI, solo se dirigen contra él. No, van contra todos. Porque hemos elegido mayoritariamente, con aplastante mayoría, tener como forma de Estado la Monarquía.

No necesito disculparme, porque ya he dicho muchas veces, en este foro y en otros, que entiendo que la República es la forma teóricamente mejor de conformar la autoridad máxima de un Estado. Pero no encuentro que, para este momento de España, sea la mejor. Seguro que todos podemos encontrar razones, sin que sea necesario explicitarlas. En ese contexto pragmático, quien encarne la figura de Jefe de Estado, desprovisto de poderes reales más allá del simbolismo y cuestiones de puro refrendo, es lo de menos. Y si lo está haciendo bien -muy bien, diría yo- pasa a se parte de “lo de más2.

Hay muchos otros temas en los que nos podemos estar mostrando demasiado tolerantes. Basten éstos. Por eso, desde mi pequeño atril, permítaseme el elogio de la intolerancia. Porque hay actitudes, posturas y movimientos que no deberían ser tolerados. Para no convertirnos en cómplices del desaguisado.

 

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: Constitución, covid, felipe VI, forma de Estado, independentismo, Monarquía, negacionista, regiones, República, tolerancia, vacuna, virus

Actos sociales

20 septiembre, 2020 By amarias 1 comentario

El recrudecimiento de los casos de contagio por la pandemia vírica y el duro reconocimiento clínico de que seguimos ignorando  muchas cosas de cómo tratar a los  infectados y casi todo de cómo evitar contagiarnos, ha vuelto a poner el énfasis en la necesidad de enclaustrarse. Suprimir los actos sociales, reducir las salidas a la calle, procurar no utilizar el transporte público. Y hacer lo que se haga siempre con mascarilla, esa tela de variadas hechuras y misteriosas composiciones -desde la tela de colorines a juego con el calzado al triple refuerzo vital made in China, como el pangolín que nos aguó la verbena-.

Los actos sociales, como todo el mundo sabe, son la base del comportamiento humano, lo que nos hace distintos a la mayoría de los animales que, en las categorías superiores, solo suelen reunirse por parejas y en el acto de la procreación. Nosotros, la especie del sapiens, con el paso del tiempo le hemos añadido mucha más gracia y bastantes calamidades.

Disfrutamos con la mayoría de los actos sociales (excluyo las guerras, aberración de los mismos, pero muy utilizada a lo largo de la Historia). Nos gustan las fiestas, compartir aficiones, e incluso señalamos con ellos momentos importantes de la vida: el nacimiento, la pubertad, el tomar pareja, el tener hijos, los cumpleaños, la muerte.

Este “puto virus” -como se conoce entre nosotros- impide la celebración de actos sociales fundamentales. Y los actos sociales no son exhibiciones del ego particular (muy raras veces, si), sino la demostración, ante el resto de la tribu, que hemos tomado una decisión importante o superado una etapa vita. Puede que algún lector piense en la asistencia a un encuentro de fútbol o a una sesión de ópera (por ejemplo) como acto social, aunque yo me quiero referir aquí a los actos sociales en los que somos protagonistas o acompañantes afectivos de éstos.

Una boda  no es acto social, aunque tenga efectos legales, sin la celebración del banquete ad hoc, sin compartir el momento con la familia -la propia y la añadida- y los amigos. Puedes casarte por la Iglesia, o por el rito que de validez jurídica al enlace, pero entiendo buen que muchas parejas pospongan el anuncio de su compromiso hasta que nos veamos libres del huésped venido del Oriente.

Sufro al advertir cuántos infantes -mi querida nieta Carlota, entre ellos- han tenido que celebrar una Primera Comunión (el atávico rito al reconocimiento de la entrada en la “edad de la razón”) sin el fausto de la asamblea familiar. Yo guardo un magnífico recuerdo de mi Primera Comunión -compartida la celebración posterior en la cafetería Arrieta, de Oviedo, con mi primo Javier Pérez Montoto-, con el salón del local lleno de familiares de ambas familias, unidas por vínculos colaterales.

Pues bien: resulta que los que mandan, ya que no tienen mejores argumentos para atajar el virus, prohíben los actos sociales y nos confinan hasta que alcance su cénit la “curva de contagios” (el punto de saturación en mecánica de fluidos). Lo entiendo, claro, en justificación de la “buena causa”, ya que no soy negacionista, nihilista ni estúpido y amo mi vida y, mucho más que la mía, la de quienes quiero.

Pero lo que no puedo entender es que se autoprohíban los pactos sociales. Sí, he escrito los pactos sociales, la forma inteligente, avanzada, democrática, de vivir en sociedad. Acordar, pactar, llegar a puntos de encuentro en beneficio de la inmensa mayoría, la paz social, el bien común, el sostenimiento de la democracia…esas cosas.

Tenemos unos partidos políticos que, para desgracia  de este momento que han convertido en histórico por su mala maña, son incapaces de pactar. Quieren tanto su parcela de poder, se aman tanto a sí mismos, se creen tan imprescindibles, que no quieren pactar. Se han unido, es cierto, en momentos precisos, con gentes de parecida calaña, en pactos internos para alcanzar su cuota de poder, pero no quieren pactar con los demás. Caca, culo, pis.

Y, por ello, por su cerrazón, por su incomprensible inquina hacia el que entienden que puede quitarles sillón y poder, lo cercan, lo insultan, lo desprecian y ,,,a cuantos defienden o apoyan a aquel con el que no quieren pactar, los consideran enemigos, indocumentados, fachas, rojos de mierda, descerebrados, pijos, comunistas de salón, … Y esa lacra se ha convertido en contagiosa. Es la otra epidemia, el virus más letal.

La situación económica provocada por el virus, la inmensa crisis en la que estamos y el tsunami que asoma debía animar, aunque los virus se consideren seres inanimados, a fuertes y novedosos pactos sociales.

No creo que vote nunca a Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid por la gracia de los pactos, pero simpatizo ahora con ella y con su equipo. Me han desviado a ello tipos que dicen estar en la acera de enfrente. Cuando leo o escucho las opiniones de los Abalos, Sánchez, Iglesias, que se han focalizado en tirar dardos contra su gestión de la pandemia, echándole las culpas, me recuerdan a todos los que andan por ahí tirando piedras contra lo que tiene más talla que ellos mismos o presiente que su crecimiento los convertirá en enemigos peligrosos. Esconden al tirar piedras a obras ajenas, que están afectados de la misma o parecida incapacidad.

No recojo aquí nada de los independentistas catalanes, de los terroristas vascos y de otros personajes del actual escenario político para no ensuciar aún más esta pagina.

Pactad, malditos.

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: Abalos, Ayuso, Comunidad de Madrid, gobierno, pactos, Sánchez, virus

Rehenes

19 septiembre, 2020 By amarias 2 comentarios

Mi nieta más joven (Claudia, ocho años) me decía ayer que está empezando a escribir una historieta. Ya tiene el título: “El virus sin fin”, o sea el virus infinito. Me cuenta también que “pensaba escribir cien capítulos, pero, al final, me decidí a que sean solo tres”.

Puede que mi jovencísima e inspirada autora no tenga claro el concepto matemático de infinitud. Lo que sí es seguro que ha conseguido una plena comprensión del hecho de encontrarse encadenados, dando vueltas sin rumbo, ante lo que se ha convertido una pesadilla, la rueda desesperante de la fortuna al revés, el artilugio de la jaula que nos tiene confinados y nos obliga a estar en movimiento continuo sin poder ir a ninguna parte, atrapados en la trampa de una molesta repetición de los mismos hechos.

El “innombrable virus” (remedo a Agatha Ruiz de la Prada que se refiere así a uno de sus ex) no solo no se había ido de entre nosotros, sino que, además, se ha reactivado. Si necesitábamos confirmación de la singularidad española, aquí tenemos una prueba más. Pocas semanas después de haber tenido noticia de que los chinos celebraron la total erradicación del molesto pasajero, con una fiesta insultante en la que desde el presidente al último mono restregaban al mundo su victoria frente al mal que había surgido de sus propias entrañas, en España sufrimos un nuevo ataque de la Covid 19.

Como sucedió con la gripe de 1919, que el ingenio malsano de los portavoces de nuestra permanente leyenda negra bautizó como gripe española, este virus del pangolín, nacido en Wuhan, provincia de Hubei, recoge méritos para ser reconocido como el “virus español”.

¿Qué diablos nos hace padecer más duramente que cualquier otro país europeo y de prácticamente todo el elenco de integrantes de Naciones Unidas, el ataque de esta absurda combinación de proteínas, ávidas de encontrarse con células huésped a las que dominar, adulterar y convertir en difusoras de sus efectos malignos?

Los expertos en analizar datos, los mismos que han descubierto el efecto del movimiento de las alas de mariposa sobre el aumento de la avispa velutina en las tierras galaico-astures, han deducido que la razón de que los españoles padezcamos más con este virus, es que somos más socializadores que el resto de los habitantes del planeta, que nos abrazamos y besamos más, que tenemos más tendencia a divertirnos en grupo y, además, somos más independientes e incumplidores de normas y restricciones.

No me lo creo. Quienes han tenido ocasión de conocer, y hasta vivir, en concentraciones humanas del tipo de Beijing, Nueva York, Londres, Buenos Aires, Nueva Delhi  o México, podrán atestiguar que la sensación de presión humana es más alta que la que se puede sentir en Madrid o Barcelona. La limpieza de las calles y locales de ciudades como La Paz, El Cairo, Shangai, Casablanca o Moscú, no es superior (ni hablar) a la de cualquiera de nuestras poblaciones. Y, en fin, si alguien conoce cómo se las gastan, en promiscuidad, cercanía y apelaciones a espíritus malignos, en muchos garitos de Chicago, Bogotá, París o Hamburgo,…que calle su experiencia para siempre, pero reconozca que no somos los españoles capitanes ni en virtudes ni en vicios para que un virus que viene con el made in china en los ijares nos maltrate de esta manera.

Hay una realidad incuestionable, que es la salida de la caja negra. Los contagios suben exponencialmente en la mayoría de las ciudades españoles, y Madrid, siempre Madrid, está a la cabeza de la segunda oleada del mal. La presidenta de la Comunidad, Ayuso, que venía pidiendo ayuda al Gobierno central, ha conseguido, al fin, a la vista de las cifras de avance de la pandemia en la capital, que Sánchez haga el camino desde Moncloa a la Puerta del Sol para estudiar medidas urgentes de contención y cuidados. No hace falta utilizar la imaginación para adivinar que tendremos más confinamiento y se volverán a prometer mejoras en la asistencia social y sanitaria.

Claudia, mi querida nieta, no ha escrito por el momento más que la portada de su historieta. Aguardo con interés y emoción la entrega de los tres capítulos prometidos. De momento, lo que puedo afirmar, desde mi pobre atalaya de desconocimientos, es que seguiremos dando palos de ciego mientras la economía avanza, cada vez más rápido, hacia el precipicio de la desestabilización social. Es una mala suerte que esta lanzada de origen chino sobre la economía occidental nos haya descubierto con un gobierno de coalición que convierte nuestra habitual falta de sentido de Estado en un guirigay de intereses por destruirlo.

Niña, con esa perspicacia que proporciona estar libre de pecado y servidumbres, ayúdanos a poner punto final feliz a esta historia infinita.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Claudia, historieta, nieta, pangolín, virus

Sobre misterios de virus y de aves (Sonetos)

26 marzo, 2020 By amarias Deja un comentario

Los lectores asiduos de este blog saben que tengo un cáncer grave, con metástasis.

Estoy, por tanto, dentro de la población de riesgo por el coronavirus. Como elegido para un programa experimental de tratamiento (un Ensayo clínico, en la terminología del sector), que pretende probar las ventajas de determinados fármacos para aumentar la esperanza de vida, tengo que ir todos los meses al Hospital Ramón y Cajal, realizar diversas pruebas y, en caso de que los parámetros sean los adecuados, recibir los medicamentos para el mes siguiente.

Tengo que estar excepcionalmente agradecido -aún más de lo que siempre me he manifestado, desde que conozco al equipo oncológico y a los muchos profesionales que nos tratan- a esos profesionales de excepción, hoy movilizados todos ellos para atender a los pacientes afectados por el coronavirus. A pesar de todo, de su jornada inhumana, se preocupan por mí, me preguntan cómo estoy. Me atienden. Gracias, equipo. Sois verdaderamente excepcionales.

Sobre misterios de virus y de aves
aunque parece se haya mucho escrito
cuando llega el momento, lo que sabes
no te eleva a niveles de erudito.

Quedan por conocer muchas llaves
con que cerrar portal a tanto mito
y como todo ignorante, repito
lo banal, falto de opiniones graves.

Pongo juntos a garzas y gorriones,
coronavirus y otros males graves
que, por su natural, y sin razones

prefieren ocupar nuestros enclaves
y aprovechan sin dudar ocasiones
para ser polizón en nuestras naves.

26 de marzo de 2020 @angelmanuelarias Sonetos desde la crisis

13

Volviendo de buscar hallar reposo
alejado del ruido y de la gente,
por tratar de librarme del acoso
que me produce el carajal vigente,

me encontré con un viejo que, gozoso,
sentado a buen resguardo del relente,
fumaba en su cachimba algo oloroso
con tranquilo semblante muy patente.

“Buenas tardes, anciano, ¿qué se siente
Para tener aspecto tan dichoso
a pesar de los males del presente?

Atusando su bigote ya canoso,
El hombre contestó, mostrando un diente:
”Según me venga el aire, escupo o toso”

26 de marzo de 2020 (revisión de otro Soneto de 20.05.19) @angelmanuelarias


La plaza de Zocodover, el lugar de encuentro por excelencia de la ciudad imperial, Toledo, lucía así de engalanada estas Navidades. Parece que fue hace mucho tiempo. Volverán esos momentos felices, y los disfrutaremos, aún, con mayor intensidad, porque este enclaustramiento nos hará valorar mejor la libertad para deambular, abrazar a la familia y amigos, tocar, como el ciego que de pronto pudiera ver, lo que antes le parecía conocer solo de oídas.

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía Etiquetado como: avess, cáncer, oncología, Ramón y Cajal, reposo, sonetos, viejo, virus

Mi Diccionario desvergonzado: sanidad, virus, ébola, aislamiento, campanada, dieta, chaquetero

9 octubre, 2014 By amarias Deja un comentario

Aislamiento. 1. Situación a la que se ve abocado todo sospechoso de ser más capaz que el líder de una manada que ha alcanzado su punto máximo de endogamia. 2. Término sanitario por el que, teóricamente, se trata de preservar sin contacto exterior a un paciente con alguna enfermedad infectocontagiosa y que garantiza que fallezca sin recibir toda la atención que hubiera sido precisa. 3. Posición en el mapa de una población a la que han llegado la televisión y la cobertura para el teléfono móvil, pero que carece de acceso suficiente por carretera-

Campanada. 1. Cada uno de los tropecientos golpes del reloj de la Puerta del Sol de Madrid el día de fin de año –su número exacto es indeterminado-, y de los que los doce primeros sirven para tomarse, a su ritmo, las uvas a las que, por incomprensible creencia popular, se atribuyen virtudes portentosas. 2. Sorpresa inesperada para quien no tiene experiencia en el análisis de las intenciones  de los actos de los demás. 3. Forma torticera de conseguir en un instante lo que la inmensa mayoría de los demás mortales persiguen, sin conseguirlo, toda su vida.

Chaquetero. 1. Chino que hace chaquetas en un local reducido (típicamente, un sótano), copiándolas del modelo de marca que le presenta su cliente. 2. Persona que hace la pelota a otra, con el fin de obtener una prebenda a la que no tiene derecho.

Dieta. 1. Cantidad económica desproporcionada que recibe el consejero de una entidad financiera o de una empresa cotizada,  por mantener silencio durante la reunión y fuera de ella. 2. Fórmula utilizada por algunas personas, generalmente del sexo femenino, para convencerse de que están reduciendo peso, lo que no suele ser observable desde el exterior.

Ebola. 1. Virus muy dañino,- con frecuencia, letal-, que se creía localizado solo en países infra desarrollados, por lo que no mereció especial atención, hasta que el gobierno español, el año 2014, tomó la decisión de introducirlo en Europa, pasando a ocupar la máxima atención mediática.

Ministro. 1. Si es del Señor, varón al que hasta no hace mucho tiempo se le tonsuraba, para poner de manifiesto su desapego de las veleidades terrenales, lo que ahora está permitido dudar en demasiados casos. 2. Persona encargada de una Cartera de Gobierno, nombrada a dedo por el Presidente del mismo, como recompensa a una amistad juvenil u otra característica sin relación con el trabajo que está llamado a desempeñar.

Olla. 1. Lugar en el que, según el dicho popular, no debe ponerse el órgano sexual, para evitar la maledicencia y otros disgustos aún mayores. 2. Cada uno de los elementos metálicos que regalaban las abuelas a sus nietos cuando se casaban o que tocaba esporádicamente en las tómbolas de feria, y que siguen ocupando, un lugar en las alacenas, aunque no son utilizadas más que para hacer los huevos duros. 3. Aparato que permite cocinar los alimentos bajo presión de vapor, lo que adultera ciertamente su sabor, pero cada vez resulta menos detectable, al faltar el punto de referencia gustativa que proporcionaba la cocina casera de nuestras madres.

Plan. 1. Organización del trabajo de una colectividad, con un objetivo que ha de mantenerse rigurosamente incógnito, para que funcione más o menos. 2. Procedimiento de ahorro, que ha permitido mejorar la financiación de las entidades financieras y que, pensando en el momento de su jubilación, ha servido para congelar parte del ahorro de quienes se creyeron que les serviría, llegado el momento, para algo.

Sanidad. 1. Organismo de la administración pública que ofrece asistencia casi gratuita a quien no puede pagarse su curación en una consulta privada, en donde, sin que se haya descubierto la causa, se sentirá mejor tratado con los mismos facultativos y, en general, peores medios. 2. Estado de quien no ha ido aún al médico.

Virus. 1. Organismo especializado en perjudicar la salud humana, que, cuando es letal, suele provocar la muerte con alta probabilidad a quien no tiene los medios económicos para curarse. 2. Programa informático muy ingenioso, perfeccionado continuamente por expertos, que  destruye información, capta datos confidenciales o provoca reacciones inesperadas en los ordenadores y otros equipos electrónicos, y que solo puede ser controlado con un programa antivirus que desarrollan los mismos que lo han creado, y que es ofrecido por empresas especializadas a precios de mercado, y cuya actualización permanente es, por supuesto, obligada.

Publicado en: Diccionario desvergonzado Etiquetado como: aislamiento, chaquetero, dieta, ébola, Mi Diccionario desvergonzado, sanidad, virus

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