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Mi Diccionario desvergonzado: pie, piel, proyecto, símbolo, agua mineral, armario, ayuda, bandera

20 septiembre, 2014 By amarias Deja un comentario

Agua mineral. 1. Recurso empleado por los restauradores para cobrar la bebida al cliente abstemio. 2. Líquido trasparente,  poco sápido y deseablemente inodoro, que se vende en establecimientos playeros en botellas de 5 litros, al precio aproximado de 5.000 litros de agua de grifo, y con el que los turistas protegen su desconfianza respecto a las garantías de salubridad ofrecidas por el Ayuntamiento.

Alas. 1. Extremidades superiores de las aves, aptas para el vuelo en muchas de ellas, siendo destacables entre las que no disponen de esa capacidad,  las de los pollos de granja, que se sirven como aperitivo, convenientemente rebozadas y fritas en aceite rancio.   2. En los seres angélicos, y por tradición imaginativa, protuberancias plumosas que sobresalen de su espalda efébica, y que no pueden ser considerados extremidades, ya que disponen de brazos y piernas. 3. En sentido figurado, impulso atribuido a la acción de algún estimulante, previo a la depresión que aparece cuando declina su efecto.

Albornoz. 1. Toalla con forma de chaquetón tipo tres cuartos, que se encuentra en el cuarto de baño de los hoteles de lujo, y que se pagaría a precio de oro si se pretende llevarlo en la maleta, ya que, como se descubre la primera vez, no es una gentileza del establecimiento.. 2. Prenda con la que salen al ring  los boxeadores, y que deja solo al descubierto lo que parecen unas ridículas piernecitas.

Armario. 1. Lugar, abierto o cerrado, donde las mujeres guardan parte de su ropa de estación, dividido en varios compartimentos, de los que una esquina es reservada para su pareja. 2. Pequeño mueble de plástico, provisto de espejo exterior, que en los cuartos de baño sirve para guardar medicinas caducadas, lociones antiguas, rulos y compresas. 3. Espacio imaginario de la mente de los homosexuales, utilizado como protección antes de reconocer públicamente su inclinación sexual, y en el que se refugian cuando lo creen necesario, como sucede para muchos cuando otros celebran el día del orgullo gay.

Ayuda. 1. Oferta sin intención de que sea aceptada que se hace a quien la necesita verdaderamente y no se atreve a pedirla.2. Vehículo conducido por un mecánico en el que se encuentra una lata de combustible, correas de ventilador y unos cables con pinzas, muy solicitado en vacaciones familiares cuando el vehículo propio y ya se ha levantado el capó, intentado arrancarlo varias veces, y observado el nivel de aceite. 3. Colaboración que se presta a países en desarrollo, incluida la venta de armamento convencional.

Bandera. 1. Trapo rectangular de colorines, con un escudo bordado en él, al que se concede especial valor en algunas esferas, por tradición que no sería fácil de explicar en pocas palabras. 2. Se atribuye la cualidad de serlo a aquella mujer cuyo vestido apretado le señala las curvas de su físico, exhibición de fortaleza sexual que suele ir acompañada de una pareja anodina o por el explotador económico de sus atributos físicos .

Baño. 1. Lugar por el que se pregunta al camarero de una cafetería o restaurante, cuando se tiene necesidad de orinar, y que está reservado para clientes, lo que obliga a pedir un café en la barra a los varones mayores que se ven acometidos por esa urgencia. 2. Acción de introducir el cuerpo en el mar, de mayor o menos duración según tres variables: la temperatura relativa del aire y del ala edad de quien lo toma y la relación que mantiene con la compañía  con la que se sumerge. 3. En un debate público, expresión convencional con la que el grupo cercano al candidato pretende reasegurar su confianza, indicando con ello que ha deshecho los argumentos del contrario con contundencia,  arrojándolo al agua de sus contradicciones, lo que es exactamente lo mismo que le dicen ha conseguido los partidarios a su oponente.

Burgués. 1. Adulto que ha realizado el progreso personal desde una adolescencia anarco-comunista hasta su acomodo final en el escenario socioeconómico.  2. Referencia al sector de la sociedad formado por quienes tratan de vivir mejor ateniéndose al cumplimiento voluntarioso de las normas imperantes, grupo que en épocas de crisis se ve reducido, ya sea en los regímenes capitalistas como en los comunistas, por la presión a que se ven sometidos por los que ocupan los lugares más altos de la pirámide económica, convencidos de que el lugar natural al que pertenecen es el proletariado. 3. Habitante del burgo, terreno imaginario situado entre  la connivencia conformista y la desilusión crónica.

Divorcio. 1. Diferencia insuperable entre lo que se pretende y lo que se consigue. 2. En una pareja, fórmula legal por la que ambos o uno de ellos empiezan a odiarse hasta llegar a límites inimaginables en personas con otros estados civiles.

Doctrina. 1. Conjunto de normas y principios que se imparten a quien, careciendo de interés o fundamento por ellos, debe tratar de olvidarlos cuanto antes. 2. En la práctica de Derecho, conjunto de sentencias relativas a una casuística con similitudes, cuyo análisis, para detectar lo que tienen en común, está reservada a especialistas en describir con lenguaje críptico sutilezas imposibles de transcribir al vulgo.

Ejercicio espiritual. Período de asueto de la mente, que se utiliza por gentes ilustradas en sicología recreativa, para convencerlas de que las fuerzas superiores no son tan perversas como parece.

Estampa. 1. Dibujo destinado a mover a la piedad, que esgrimen los más desfavorecidos ante los transeúntes, para tratar de transformar en algunas monedas su indiferencia. 2. Máquina con la que se machacan las planchas de hierro para fabricar con ellas aquellas piezas que aún no pueden fabricarse de plástico reforzado. 3. Escena desoladora, por la que conviene moverse con rapidez para no caer en la tentación de involucrarse.

Fe. 1. Intención expresada de creerse algo increíble, para evitar que se nos hagan más preguntas. 2. Petición que realiza alguien que no tiene ninguna seguridad de que lo que propone hacer sea necesario para conseguir algo, y que puede servir tanto para darle a él mismo confianza como para dársela a los que tienen que sacrificarse.

Explotación. 1. Calificación que dan quienes creen sufrir una situación abusiva al trabajo por el que consiguen unos ingresos que les permiten vivir en condiciones aceptables. 2. En terminología académica o administrativa, conjunto de medios y recursos de los que se espera obtener un beneficio, por parte de quienes nunca intentarían llevarlos a la práctica. 3. Calificada de capitalista, entendimiento tácito admitido sin discusión por los movimientos sindicales, de que el factor de producción aportado por los inversores obtiene mucho mayor rendimiento que el trabajo, cuya veracidad o falsedad nadie ha podido aún demostrar con rotundidad.

Humano. 1. Comportamiento que no suele esperarse de nuestra especie, por lo que, cuando aparece, nos referimos a él con lógica sorpresa. 2. Visto desde lejos, figura bípeda de la que no se distingue bien el sexo. 3. Denominación que recibiría el cartel indentificativo de cualquiera de nosotros si estuviera encerrado en un zoo con otros animales.

Judío. 1. Forma familiar de denominar a los escoceses y catalanes y, en general, a todos a quienes e supone tacaño con su dinero. 2. Seguidor de una antigua creencia, ampliamente novelada, y que les ha conducido a imaginar que son el pueblo elegido para llevar a cabo actuaciones singulares,  en especial, las que se traducen en beneficios económicos, por lo que son periódicamente perseguidos; no debe confundirse con israelí, que tiene su propia definición.

Lágrima. 1. Recurso que la mujer mantiene en la reserva, para ser utilizado cuando ha agotado su capacidad verbal para convencer de algo, o estima que el sujeto al que se dirige carece de perspicacia para entender lo que pide por otros medios. 2. Líquido salado que se vierte a gotas en el párpado cerrado, cuando se ha introducido materia ajena en el ojo y la producción natural se cree insuficiente para corregir el incidente. 3. Colgante de cristal que suele faltar de las lámparas de comedor que estaban de moda en los años cincuenta del pasado siglo y que eran el lugar preferido por las arañas para tejer sus redes.

Luz. 1. Iluminación que se consigue dándole a un interruptor, y que, a pesar del nombre del recibo, es la menor de las cantidades que se cobran por disponer de electricidad en los hogares. 2. En el túnel de la economía, lo que pretenden convencer de estar viendo como consecuencia ilusoria de las medidas adoptadas para resolver una crisis, en particular si no han hecho nada para salir de ella. 3.  Dentro de una maraña de opiniones, la que se encuentra después de largas horas de intercambio de pareceres, con la condición de que el líder de la reunión haya tenido la precaución de guardársela desde el principio.

Madre. 1. Nombre que se da a la mamá de la pareja mientras viva, y a la propia, cuando se ha muerto. 2. Depósito que se forma en algunos líquidos, producto de la decantación de impurezas y que los productores se jactan de provenir de un proceso natural que no daña su calidad, lo que no es cierto. 3. Forma reverencial de dirigirse a la novicia o empleada de un convento de clausura que abre el torno, cuando se pretende comprar pastas o dulces fabricados allí. 4. Hembra que ha tenido crías, antes de separarlas para la venta.

Modesto. 1. Patrimonio del rico según su propia opinión. 2. Persona que, reconociendo sus cualidades, ha comprendido que lo mejor es pasar desapercibido. 3. Calificación de algo por parte de quien no desea saber la opinión ajena.

Nervios. 1. Carne que el carnicero cuela como de primera calidad en el peso. 2. Sensación de incertidumbre previa a un examen o prueba de cualquier tipo, y que desaparece solo cuando uno se da cuenta de que no hay nada que hacer.

Opinión. 1. Conjetura acerca de algo, emitida con la intención de causar buena impresión, y que si no ha sido solicitada, será despreciada olímpicamente. 2. Cada uno de los pareceres expresados en una discusión abierta que, en una democracia, pondrán de manifiesto la imposibilidad de llegar a acuerdo alguno sobre el particular.

Payaso. 1. Tipo serio que cuenta o hace algo gracioso de forma inesperada. 2. Persona que se que cree divertida, y que solo consigue hacernos reír, cuando se equivoca, critica a alguien conocido o se cae del escenario. 2. Profesional que se gana la vida vestido con trapos deslucidos de colorines y el rostro pintado, diciendo las tonterías que se le ocurren sobre la marcha en los cumpleaños de los niños de los nuevos ricos.

Pelo. 1. Distancia que faltó para conseguir algo apetecible. 2. Cabello desprendido de la cabeza, cuando se le encuentra en el peine, en la almohada o en la sopa. 3. Forma de montar una cabalgadura, sin ensillar, que utilizaban los indios americanos en las películas del oeste. 4. Junto a la alternativa de pluma, manera coloquial de indicar que a alguien le gustan tanto las personas de su sexo como las del otro.

Pie. 1. Excusa para decir algo que no viene a cuento. 2. Apoyo de algo, sea una escalera, escultura eclesial, o banco, si bien en este caso ha de interpretarse como tontería. 3. Parte del cuerpo que, cubierta  con el calcetín o la media, en los hombres trasmite un fuerte olor a queso descompuesto y en las mujeres es objeto de veneración por lo poetas.

Piel. 1. Lo que se deja cuando se pretende conseguir algo y estamos convencidos de que obtendremos alguna recompensa por el tercero que recibe la mayor parte del esfuerzo. 2. Recubrimiento exterior de algunos animales exóticos, muy apreciada como abrigo antes de que se suscitara una campaña de protección que condujo a la ruina a los peleteros, y que en la actualidad proviene de la oveja y otros cuadrúpedos domésticos, muy queridos. 3. La parte más nutritiva de muchos frutos, que se suele tirar a la basura, por desconocimiento o pura tontería.

Proyecto. 1. Elucubración a partir de una ocurrencia que no debe ponerse en práctica salvo que se presente una coyuntura favorable, la cual pocas veces será detectada por quien la tuvo. 2. Conjunto de planos y cálculos que sirve para obtener el título de una carrera de ingeniería, y que será, por norma general, el único de este tipo que el titulado realice en toda la vida. 3. Propuesta somera de edificación que se suele ofrecer junto a una parcela puesta en venta, para la que aún no se ha conseguido el permiso de edificación.

Símbolo. 1. Mensaje esquemático por el que se pretende la representación de algo, solo comprensible si lleva la definición debajo. 2. Manera abreviada de denominar un elemento químico, de la que es imprescindible conocer tres o cuatro opciones, por aparecer en los crucigramas con extrema frecuencia.

Publicado en: Diccionario desvergonzado Etiquetado como: agua mineral, alas, albornoz, armario, diccionario desvergonzado, ejercicio espiritual, fe. estampa. explotación, judío, lágrima, luz

Cuento de primavera: La niña que miraba las cosas del revés

6 mayo, 2014 By amarias Deja un comentario

Hay cualidades innatas y otras que se desarrollan. Entre las primeras, puede citarse la forma en que uno cruza los brazos (el derecho sobre el izquierdo, o viceversa), que es el resultado de un gen de lo más curioso que, en realidad, aún no se ha descubierto cuál puede ser su utilidad práctica, pues los norteamericanos no han decidido analizarlo, por el momento.

De las cualidades adquiridas, una de las más curiosas con la que me he encontrado, era la de una niña que miraba las cosas del revés.

Si tengo que ser preciso con la máxima precisión, debería aclarar que la niña en cuestión tiene, en la actualidad, casi sesenta años. Lo que no obsta para que ella se considere, en lo referente a esa forma de contemplar el mundo, anclada en su etapa infantil; y no seré yo quien la contradiga. Al contrario, me parece una habilidad muy útil.

La historia de cómo se animó a cultivar la destreza de mirar las situaciones, en determinados momentos, al revés que los demás, es tan pertinente que, como no descarto que pueda ser de utilidad para otros niños -no importa de qué edad- me animo a contarla aquí.

Cuando a Benjamina Portelosa, que era una niña muy lista y aplicada, le dijeron sus padres que iba a vivir en otra ciudad, que era, por si viene al caso, la capital de la región en donde ella misma había nacido, pero de la que la familia había tenido que salir cuando era un bebé, se puso muy contenta. Imaginó, por lo mucho que le habían contado de ella, que sería incluso más bonita que aquella otra en la que había desarrollado su existencia hasta entonces.

Una ciudad ésa, por cierto, en la que se encontraba muy a gusto. Se había hecho amigas de otras niñas con las que había conseguido una complicidad a prueba de bombas, carros y carretas. Y no solo eso: muchas tardes, antes de la oscurecida, siempre que les daban permiso, le gustaba acercarse a la orilla del mar y dar estupendos paseos mientras las olas le mojaban los pies.

Era una ciudad muy luminosa.

La ciudad a la que las circunstancias de la vida condujeron a la niña, cuando ya tenía unos diez u once años, se le presentó, desde el principio, muy distinta a cómo se la había imaginado. Desde luego, no parecía que hubiera sabido representarla correctamente a partir de las descripciones entusiastas que le habían hecho sus padres, y los amigos de sus padres, y todos aquellos que, viniendo de allí, habían tenido la gentileza de visitarles en la ciudad de la luz.

¿Os podéis suponer lo que significa más y mejor para una niña de diez años que ya cree vivir en el Paraíso? ¡Una ciudad con mucha más luz todavía que la ciudad de la luz! ¡Habría de ser deslumbrante!.

Recordaba perfectamente las encomiásticas palabras que los viajeros había dedicado a la ciudad a la que acababan de llegar, cuando observaba con estupor cómo la lluvia repicaba insolente, sin ninguna intención de cesar, en las ventanas de la nueva casa.

Aún estaban las maletas por deshacer y, con curiosidad infantil, había corrido hasta el mirador para contemplar la nueva luz. Pero, por más que se esforzaba, no veía más que gentes apresuradas, vestidas en tonos grises, pertrechadas con paraguas negros, procurando no resbalar sobre las aceras escurridizas:

-La ciudad a donde vas a ir es maravillosa- eso le habían dicho-. Es cierto que llueve, y te podrá parecer gris, pero solo al principio. Los habitantes son reticentes y muy suyos, sí. Es solo una primera impresión, porque, una vez que se abren al forastero, son como las flores que se despliegan en primavera. La ciudad no tiene playa, es cierto, pero las montañas que la rodean tienen todos los verdes imaginables, desde el azul turquesa al amarillo limón. Los árboles, en grupos frondosos,, dan cobijo a miles de pájaros multicolores y hay parajes insólitos en donde se puede cazar, pescar o, simplemente, saltar y correr sobre la tierra húmeda sin que nadie te perturbe.

Nada de eso estaba allí, en lo que veía. Así que le dijo a su madre:

-Quiero volver a la ciudad de donde venimos. No me gusta ésta.

Pero su madre, que era maestra vocacional -aunque no ejercía- y sabía cómo manejar a los niños, le cerró el camino de vuelta, y, al mismo tiempo, le dio un consejo:

-No podemos volver, porque aquí es donde tu padre tiene trabajo. Acostúmbrate a mirar las cosas del revés.

La niña era muy obediente, así que torció cuanto pudo la cabeza, y, como no le pareció bastante, apoyó las manos en el suelo, dando una media voltereta, hasta que consiguió colocarse con los pies en lo alto.

Vio entonces el cielo, que, aunque cubierto de nubes, le pareció muy bonito. Las nubes, algodonosas, desgarradas o compactas, tenían, porque empezaba a atardecer, colores diferentes y, sobre todo, adoptaban formas muy caprichosas. Estuvo un buen rato contemplando el panorama celeste, y, echando a volar la imaginación, no tardó en encontrar innumerables ocasiones en lo que veía para disfrutar.

Cuando la llamaron para la cena, estaba algo mareada, pero contenta.

-De ahora en adelante, cuando algo no me guste, lo miraré del revés -anunció a sus padres.

No perdió esa costumbre. Con los años, adquirió incluso la facultad de no necesitar ponerse boca abajo. Podía imaginar que se encontraba exactamente donde quería estar, sin más que cerrar los ojos.

Pasado algún tiempo, ni siquiera le era preciso cerrar los ojos. Se abstraía, y le bastaba. Y, lo que es aún mejor, cuando alguien decía algo que no le gustaba, o pretendía convencerle de algo que no tenía pies ni cabeza, lo miraba del revés con los solos ojos de la imaginación.

Fue bastante feliz, gracias a esa facultad que, como queda expresado, consiguió desarrollar a base de repetir, una y otra vez, la manera de mirar las cosas del revés.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: adquirida, ciudad, cosas, cualidad, cuento, cuento de primvera, gentes, imaginación, lluvia, luz, niña, repiqueteo, revés

La luz del túnel

5 marzo, 2013 By amarias2013 2 comentarios

La imagen es sugerente, y por eso, se emplea con frecuencia. “Ya vemos la luz del final del túnel”, hemos oído decir muchas veces -es decir, sin fundamento- a los políticos que se encuentran con responsabilidades de gobierno, para tranquilizar los ánimos.

La existencia de un túnel implica que alguien ha estado antes por el territorio y que, además, lo ha hecho con medios suficientes como para horadar el obstáculo, ampliarlo y robustecer los techos y paredes. La única incógnita que debe despejar quien, posteriormente, se aventura por el agujero es la de su longitud,  que determina el tiempo necesario para alcanzar la otra salida.

Para quienes marcan las directrices (1) en la Unión Europea (“die europäische Troika” es decir, Europäische Kommission, EZB -Europäische Zentral Bank-, e IWF .-Internationalen Währungsfond-), y los que las implementan en nuestro pequeño país, es evidente que la idea del túnel es la admitida: los estados mayores y más ricos han pasado por lo mismo, saben por experiencia propia que después de un período de oscuridad y angustia se llega a la luz del bienestar (que se había perdido momentáneamente). Si perseveramos en el camino, tendremos como premio la misma felicidad de la que ahora disfruta el centro de Europa.

Este agujero no tiene, sin embargo, el aspecto de ser un túnel. Al menos, no de uno que esté ya fabricado y haya sido usado. Hace ya tiempo que avanzamos a pico y pala, y la difícil extracción de los escombros está bloqueando la entrada. Las únicas luces que se ven son las que proceden, y cada vez más débiles, de las linternas de algunos con cascos en los que puede leerse “capataces” y que, por cierto, no se distinguen precisamente por estar en la primera línea del tajo.

Algunos expertos consultados dicen que, analizando los detritus,  no estamos caminando por un túnel, sino fabricando un pozo, y nos aconsejan abandonar la tarea.

Se ha oído una voz desde algún lugar de la comitiva: “¡Eh, los de atrás! ¿Seguís viendo la entrada del túnel?”.

El silencio resulta, de momento, sobrecogedor.

Publicado en: Sociedad Etiquetado como: banco central europeo, comisión europea, fondo monetario internacional, IWF, luz, medidas, oportunidades, pozo, recuperación económica, salida, silencio, soluciones, troika. EZB, túnel, viabilidad

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