Al socaire

Blog personal de Angel Arias. La mayor parte de los contenidos son [email protected], aunque los dibujos, poemas y relatos tienen el [email protected] del autor

  • Inicio
  • Sobre mí

Copyright © 2023

Usted está aquí: Inicio / Archivo de medidas

Arrenofobia vírica

15 marzo, 2020 By amarias 1 comentario

La cadena de contagios por la circulación libre -hasta ahora- del coronavirus 19 en España y el temor derivado a pensar que uno mismo o el prójimo está infectado, ha movilizado específicos comportamientos sociológicos.

Por una parte, se ha suscitado la arrenofobia vírica, expresión que me invento combinando el término que caracteriza en general el miedo irrefrenable a los otros (arrenofobia) con la presencia del microscópico pasajero que lleva ya varios meses campando por la nave cósmica de la que nos creíamos a los mandos de control.

Es una arrenofobia que, como patología psicótica, se dirigió contra cualquier próximo con rasgos orientales, cuando se comunicó a bombo y platillo que el virus había aparecido en Wuhan, una lejana población de la provincia de Hebei, en China, de la que no teníamos ni idea de su existencia.

(Ahora seguimos sin saber mucho de Wuhan pero no desconocemos que esa población alberga once millones de personas. Las medidas adoptadas por el gobierno chino, confinando un área de cerca de 40 millones de habitantes y habiendo desplegado medios sin precedentes, han conseguido, según informa el Gobierno, controlar el brote, dejando en la batalla 3.200 fallecidos y cerca de 81.000 contagiados.)

La atribución por el imaginario mediático del brote a un mercado de Wuhan y a la ingesta de un exótico animal (llamado pangolín), para celebrar ” a modo” el comienzo del año chino, desató agresiones a establecimientos orientales -no solo chinos- y a transeúntes, comerciantes o vecinos por el simple hecho de haber nacido en Asia, o parecerlo, o tener los ojos oblicuos. Alarmados por la imparable corriente arrenofóbica, prácticamente todos los comercios -restaurantes, tiendas de todo a un euro y ultramarinos, sastrerías para arreglos, etc.- llevan ya semanas cerrados. En Italia, en España y en varias áreas del mundo, en donde existen China Towns.

La propagación del virus por otros países ha provocado que la arrenofobia vírica se dirigiera después contra los italianos, como culpables de haber sido el primer país europeo afectado por la detección y consecuente crecimiento exponencial de casos de contagio. Poco tiempo pasó y nos ha tocado a los españoles dentro del contexto europeo y, dentro de nuestros nacionales, la arrenofobia se concentró en los madrileños, considerados como apestados, especialmente si eran localizados fuera de Madrid.

Ahora, desatados los ánimos pero conscientes de que todos podemos estar infectados, y ordenados por el Gobierno de nuestro desmembrado Estado a mantenernos en casa durante, al menos quince días y salir de ella solo en caso de necesidad explicable -ir al Hospital, comprar vituallas y periódicos, pasear al perro, ir a la peluquería o a la tintorería, o cargar combustible, como mejor especificadas-, el silencio del pánico recorre nuestras calles.

El reconocimiento de que todo el país está sumergido en el miasma vírico no impide -al contrario- que hayan surgido brotes especiales, apestosos, de arrenofobia vírica, que afectan a supuestos líderes de las regiones vasca y catalana, que creen que les ha sido arrebatada autoridad porque el Gobierno de España, al fin, ha reclamado la unidad de actuaciones en temas sustanciales para toda la ciudadanía. El brote ha saltado fronteras para estimular la estulticia y el egoísmo de un tal Puigdemont, que ha aprovechado para largar una soflama que solo pone de manifiesto su cortedad mental y su insolidaridad, su arrenofobia culpable.

Pertenezco a la población de riesgo (tengo setenta y un años, tengo cáncer metastásico y estoy incluido en un programa experimental que me obliga, entre otras cosas, a ir al Hospital cada veintitantos días) y, para más emoción, estoy fuera de mi lugar de residencia, porque me desplacé a Asturias para cumplir mis compromisos anteriores de dar una conferencia sobre el Cáncer y seguir con la presentación de mi libro de poemas.

Esta situación de vulnerable, me da cierta autoridad para pensar en colectivos que están pasándolo mal y que no tienen la suerte de pertenecer a una clase económica solvente y disponer de una pareja y una familia protectora y, por supuesto, un lugar en donde recluirme por unas semanas, sin que me falta nada, si el virus no trastorna el equilibrio con su aparición indeseable.

Pienso en todos los desarraigados, incluidos los migrantes sin papeles, que ocupaban nuestras calles con seudo-oficios fuera de todo programa: aparcacoches, manteros, limosneros a la salida de iglesias y supermercados, ocupantes nocturnos de bancos de parques, huecos para cajeros de entidades financieras, soportales y ruinas.

Pienso en los ancianos que viven solitarios, tal vez abandonados hace tiempo por hijos, sobrinos o familiares, atenazados ahora por el miedo a salir de casa, o incluso imposibilitados para hacerlo. Pienso en cuidadores de personas inválidas, enfermos graves desviados a casa con tratamientos paliativos, en minusválidos físicos o psíquicos que esperan con inquietud la asistencia.

Pienso, por supuesto, en ese grupo de profesionales ahora intensamente solicitado: médicos de todas las especialidades (especialmente, neumólogos, anestesistas, internistas,…), enfermeras, ayudantes de enfermería, conductores de ambulancia, administrativos de hospitales, celadores, y me uno al aplauso considerado que recibieron ayer desde nuestras casas, y les pido que no decaigan, porque siempre los hemos necesitado, pero ahora parece que nos hemos dado cuenta que son insustituibles.

Pienso en todos aquellos que están comisionados para que la máquina de la actividad, aunque al ralentí, no se pare: distribuidores de mercancías, empleados de supermercados, comercios de ultramarinos y gasolineras, peluquerías, tintorerías, tiendas en donde se venden periódicos y revistas, etc. Y agricultores y ganaderos de la España vaciada y de todas las regiones en donde trabajan y deben seguir trabajando, con mísera rentabilidad, desde el inicio de la cadena alimentaria, y pienso en los que transforman y elaboran los múltiples y variados productos que retiramos de las estanterías sin haber pensado quizá hasta ahora lo que hay detrás.

Pienso en empleados de funerarias, cementerios, incineradoras, …

Pienso en fabricantes de fármacos de todo tipo, mascarillas, guantes, apósitos, intubadores, y cualquier material clínico que será más necesario que nunca en las próximas semanas, Pienso en los que se encargan de abastecer de los servicios básicos (agua, recogida de residuos, operarios de empresas energéticas, encargados del mantenmiento, etc) a cualesquiera poblaciones, grandes y pequeñas; sobre todo en las pequeñas y muy pequeñas…

Pienso en los que temen perder su trabajo, en los que ya lo han perdido, en los que no tienen claro cómo van a llegar a fin de mes…

A algunos, tal vez les baste que les manifestemos nuestro ánimo, nuestro aprecio por saber que están allí, Pero muchos necesitarán medios, proximidad, dedicación, víveres, medicinas, dinero, tiempo…

Y pienso, para aborrecer su postura, en los que acaparan, barriendo en las estanterías de tiendas y supermercados, lo que necesitan, pensando solo en sí mismos. Arrenófobos insolidarios, egoístas víricos, despreciables conciudadanos que solo ven sus narices ávidas por protegerse contra todo lo que no son ellos, sin advertir, en su patología, que nos necesitan más que nunca.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: coronavirus, medidas, tiempo

¡A techado!

10 marzo, 2020 By amarias Deja un comentario

La sociedad española ha entrado en un bucle de desasosiego, intranquilidad e intoxicación informativa, que es sinónimo de desconfianza. Los supermercados se enfrentan a colas de gentes que acaparan productos con la intención vana de protegerse ante un eventual desabastecimiento. Se anulan convocatorias de conferencias, reuniones, congresos y exposiciones.

Desde mañana, miércoles, día 11 de marzo de 2020, los colegios, Universidades, guarderías y centros públicos de las Comunidades de Madrid y del País Vasco, cerrarán sus puertas. Será un sálvese quien pueda, puesto que a pesar de las llamadas a la calma, la repetición como en un disco rayado de que todo está bajo control y de que los estudiantes no perderán sus clases discentes, los docentes deberán acudir a los lugares de escolarización y las empresas facilitarán medios para que se pueda trabajar desde casa, sabemos bien que esa situación apacible no se producirá.

Habremos avanzado un poco más hacia el caos, porque los niños sin clase se irán a jugar a jardines y parques infantiles, los universitarios de asueto organizarán reuniones privadas de relajación y divertimento, y los profesores liberados se irán a sus segundas residencias o al pueblo de los papás.

Me gustaría decir que estoy tranquilo, que puedo contribuir modestamente a saber qué es lo que nos pasa. No sé, no puedo, ignoro razones y alcance de medidas. Me importan poco las estadísticas y creo que las cifras que se están difundiendo hasta la exasperación confirman que los casos detectados por el coronavirus -la enfermedad de este siglo, la plaga del Génesis actualizada, el mal selectivo de Gedeón y sus ejércitos- tienen un alto índice de mortalidad. Mi instinto de investigador ante una enfermedad que, hasta ahora, se ha propagado sin medidas de contención y que tiene un período de incubación (dicen) de más o menos dos semanas, es que el número de infectados debería ser, ya, mucho más alto.

Pero me voy a detener en intuir las razones por las que se está apoyando la creación del pánico. ¿A quién beneficia? ¿A quién perjudica? ¿Estamos en una situación de riesgo global y las acciones que se están presentando como necesarias, tienen la posibilidad de ser eficaces?

Acabo de escuchar por la Sexta (la TV que difunde pensamientos de la izquierda ácrata, republicana y revolucionaria, en el mejor estilo de los años setenta del pasado siglo, dicho sea escrito de paso), a un investigador de algún lugar de Cataluña, revestido con la autoridad de su bata blanca, anunciar que se nos avecinan tiempos peores y que él (y otros) ya venían avisando de que el gobierno debería haber tomado medias mucho antes.

Me pongo a techado mientras llueven chuzos de punta. En el gimnasio, hoy éramos tres. Mi conferencia de mañana, once de marzo, en el Instituto de Ingeniería de España, sobre “El cáncer, instrucciones de uso” ha sido anulada (reconozco que me preguntaron si quería mantenerla, pero no me vi con fuerzas para enviar al patíbulo del contagio viral a mi familia, amigos y simpatizantes). Fui a dar un paseo a media mañana por el Retiro y estaba lleno como un día de fiesta, con gentes de todo tipo que manejaban al azar los términos de: coronavirus, riesgo, mascarillas, farmacia, comida y qué se puede hacer.

Por cierto: si alguien ha llegado hasta aquí en la lectura y quiere que le envíe las notas que tengo preparadas para la Conferencia, e incluso, del libro “Convivir con un cáncer”, cuya redacción está en proceso de revisión pero del que agradezco sugerencias de mejora y comentarios, estoy a la orden.

Publicado en: Actualidad, Sanidad Etiquetado como: alarma, coronavirus, efectos, españa, Madrid, medidas

Pánico en la granja

7 marzo, 2020 By amarias Deja un comentario

Hace tres años escribí una serie de relatos con el tema general de “La granja humana”, cuyo primer episodio,  enlace que proporciono en este mismo Cometario,  se titulaba “La granja en cuarentena”. https://angelmanuelarias.com/la-granja-en-cuarentena/.

En estos momentos, y por un período que se extiende más allá de un trimestre, la Granja Humana vive inmersa en una de sus más crueles contradicciones. Un virus bien identificado -es decir, con nombre y apellidos- , que se propaga con facilidad entre humanos, y cuyos efectos letales cuando se encuentra con organismos previamente delimitados, se acerca al 4% en relación con las personas infectadas, no tiene vacuna ni antídoto conocido por el momento.

La sociedad líquida, intoxicada de información pero escasa en formación y criterios, ha reaccionado como corresponde a una manada acuciada por depredadores: con pánico. Resultado de este pánico son medidas excesivas (aislar a poblaciones enteras, descartar grandes congresos cuando todo estaba ya organizado, mandar a su casa a todos los trabajadores de una empresa, prohibir la posibilidad de reuniones,…etc,) o curiosas (eliminar el agua bendita de las iglesias, acaparar mascarillas y papel de wáter hasta agotar existencias, negarse a dar la mano a los amigos y, por supuesto, rehuir cualquier manifestación de afecto superior a éste).

No sabemos mucho en realidad, sobre lo que está pasando. Conocemos, eso sí, como era de esperar, que las puertas al campo que habían intentado plantearse al virus (llamado corona virus 19, en realidad), han sido ampliamente superadas.

Toda la población mundial, en definitiva, es ahora susceptible de ser infectada, pongámonos como nos pongamos. Porque aunque las medidas oficiales se obstinen en presentar como solución el seguimiento de los casos detectados, investigar los orígenes de cada secuencia de envirados, un simple análisis de frecuencia y concurrencia de sucesos permite prever que el virus, siendo como es tan contagioso, acabará afectándonos a todos, al menos, hasta que se encuentre una vacuna, lo que no parece probable en un período de corto (a la velocidad de propagación tendría que encontrarse ese antivirus en menos de seis meses).

Desde ayer, en el gimnasio al que acudo prácticamente todos los días, las tarjetas de identidad con las que se controla el acceso, no pasarán por las manos de los empleados, sino que se ha colocado la máquina lectora para que el socio (voy a un gimnasio público, pero me gusta considerar que somos socios) la inserte directamente en el aparato. Razón; evitar el contagio con el coronavirus. Por supuesto, dentro del gimnasio, sudamos, utilizamos los mismos aparatos, vamos a los mismos servicios higiénicos y nos congratulamos de estar tan sanos que no tenemos problemas en despedirnos con un apretón de manos o un beso, como siempre.

Pero sabemos ya que esta situación no va a prolongarse, y no sabemos el final.

 

 

Publicado en: Actualidad, Sanidad Etiquetado como: coronovirus, gimnasio, granja, infeccion, medidas, pánico

Cuento de invierno: Amores lejanos

14 febrero, 2014 By amarias Deja un comentario

Todos los años, la víspera del día de San Valentín, Desperato Solitudo enviaba más de doscientas cartas a otras tantas direcciones de gente que conocía.

A decir de verdad, no eran personas con las que tuviera una gran relación, en el sentido, de una relación de amistad profunda. Sabía cómo eran, -color del pelo, características del rostro, medidas básicas de su contorno corporal, algunas aficiones, …- y, obviamente, dónde vivían.

Si fuera compelido a expresar la profundidad de su conocimiento respecto a esas personas, se vería obligado a reconocer que tenían pocos secretos para él. Eso creía, al menos, Con tanto mimo, con tal intensidad y diligencia, había realizado su labor de investigación -desde tiempo atrás- que, se podría expresar que formaban, si fuera permisible hablar de ese modo tan peculiar, parte de él. Eran imprescindibles para su vida, formaban parte de su bienestar.

Hasta tal punto llevaba observándolas, anotando con sumo cuidado sus medidas más íntimas, sus gustos, cadencias, sus colores preferidos. Podía alardear de conocer los caracteres, no solo suyos, sino de sus amistades y, en no pocos casos, de sus conocimientos. Si se le permitiera repasar sus anotaciones, puede que en bastantes casos se encontrara la referencia de los lugares que frecuentaba y aquellos que -por razones que también se había preocupado de descubrir- procuraban evitar en lo posible.

Todas esas personas de las que Desperato guardaba tanta información tenían en común una característica: eran mujeres. Mujeres, no todas exactamente jóvenes, pero sí la mayoría. Algunas, jovencísimas.

Presiento que el lector, al llegar a este punto del relato, habrá esbozado una mueca de disgusto y habrá de inmediato dejado volar su imaginación hacia esos otros personajes, reales o imaginados, que han hecho de su obsesión por lo femenino un vicio inconfesable.

Un deseo frustrado de abarcar lo insondable, enfermizo, tópico, que ha conducido a tantos seres presos de su apetencia desgraciada a crímenes abominables, a violaciones absolutamente reprobables, a secuestros, a quién sabe qué horribles vejaciones o suplicios de las que las mujeres eran, en todos los casos, los sujetos pacientes, las víctimas, las desgraciadas.

Alto ahí. Desperato Solitudo era un observador conciso, educado, discreto, sagaz, pero en absoluto un vicioso. Desperato Solitudo era un profesional. Un gran profesional, en verdad.

Hora es ya que despleguemos la razón por la que este probo ser, tan pulcro en el vestir como diligente en la anotación de sus observaciones, estaba entregado a esa investigación del sexo o género femenino, que de las dos maneras tiende ahora a decirse, sin que se haya atinado a saber muy bien en qué consiste, si la hubiera, la diferencia.

¿Por qué más de doscientas cartas, qué decía en ellas, cuál era el sentido de enviarlas, precisamente, el día de San Valentín, que, como sabe hasta el escolar menos ilustrado de Primaria, es el Día de los Enamorados?

¿Estaba él, acaso, enamorado de más de doscientas mujeres? ¿Era un potencial polígamo, aunque solo fuera por arrebato de su imaginación calenturienta?

En absoluto, Desperato Solitudo era, repitámoslo, un tipo serio. Un buen trabajador, con un negocio floreciente, y, a pesar de la crisis, boyante.

Si antes de haber caído en el lastimoso resultado de una equivocada pesquisa, nos hubiéramos fijado en el letrero, luminoso por la noche, que anunciaba el negocio de Solitudo, hubiéramos comprendido mejor:

Decía: “Solitudo, fajas y sostenes a medida”.

Y lo que Desperato Solitudo enviaba, acompañando aquellas más de doscientos sobres cerrados, conteniendo otras tantas cartas, se supone que de amor o deseo, y que él no había escrito, sino que, simplemente, había anexado, -con toda pulcritud y delicadeza, cuidando los detalles-, eran cajas conteniendo las más diversas prendas íntimas. Bellísimas braguitas, calzones, sostenes, ligas o medias, que otros enamorados había elegido en tan señalada fecha. para regalar a sus amantes, novias, esposas

Lo que sí era de su coleto, era una tarjeta con el nombre y dirección de su comercio y la precisa indicación: “Al tratarse de prendas de uso personal, no se admiten devoluciones”.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: bragas, cuento, cuento de invierno, enamorado, ligas, medidas, prendas íntimas, regalo, San Valentín, sostenes

Cuento de invierno: El año que se perdió

31 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Algunos de los habitantes de aquel lugar no sabían aún lo que pasaba -quiero decir, exactamente-, pero todos estaban seguros de que estaba sucediendo algo muy lamentable.

-Hemos perdido un año -fue, por fin, lo que acertó a expresar el portavoz oficial de la Academia de Sucesos y Hechos Consignables, que estaba realizando, como era normal desde que el tiempo es tiempo, la historia del lugar.

-¿Cómo pudo haber sido eso? -era la voz generalizada.

Buscaron entre las decisiones baldías, las discusiones sin objetivo, las protestas injustificadas, los descalabros manifiestos. Pero no encontraron el año. En el mejor de los casos, descubrían restos de otros años, que habían pasado desapercibidos.

-¡Mira qué curioso! -decía a su compañera de despacho en el Ministerio de Asuntos Urgentes, una funcionaria de nivel 27- Ordenando viejos archivos, he encontrado esta medida perentoria de hace diez años, que se me había traspapelado.
-Si yo te contara…-fue el comentario que obtuvo de su colega-. ¿Te acuerdas del expediente macrocefálico por el que se ordenó la demolición inmediata de un hotel totalmente ilegal en la Costa Placentera que pertenecía a la familia Porbolas?
-Algo me viene a la mente, sí. Se había armado mucho alboroto, y las asociaciones ecologistas estaban revueltas. Pero desapareció todo el mamotreto en un incendio, según me parece, y no se pudieron reconstruir más que las disculpas eximentes -expuso la primera, aprovechando el momento para arreglarse el moño con un prendedor de hojalata.
-Pues apareció ayer sobre mi mesa. Completito. Lástima que ya hayan caducado las acciones pertinentes y el hotel sea ahora propiedad de la mafia rusa, en donde tiene instalado un casino ilegal -concluyó la funcionaria segunda, lanzando un penetrante suspiro, que no trascendió más allá de la puerta blindada.
-Tiempos difíciles. Pero qué se le va a hacer. No es nuestra responsabilidad mejorar el mundo.
-No.

Los recovecos de la Administración Pública no eran los únicos lugares en donde se había estado buscando desesperadamente el año perdido. También la iniciativa privada había realizado una exhaustiva pesquisa, con idéntico resultado aparente. Los matices eran casi imperceptibles, pero existían para quien quisiera profundizar en ellos.

-Parece mentira que haya todavía gente que defienda que la gestión pública es mejor que la privada -expresaba el general director asociado de una empresa multinacional encargada de explotar eficientemente un servicio de primera necesidad, tomando el aperitivo de media mañana con su secretaria.
-Es típico de la izquierda irredenta -apostillaba la mujer, que aún estaba de buen ver y que se sabía, por supuesto, la lección estupendamente-. Quieren hacernos ignorar que los que se encargan de la gestión de las empresas públicas son incompetentes y corruptos y que el personal no está motivado, como en las empresas privadas.
-En efecto, en efecto. La gestión privada es la única que puede conseguir beneficios de los servicios de primera como de cualquier necesidad. Mira cómo les va a las pocas empresas públicas que aún quedan por privatizar.
-Ya.
-El bien común, como ya dice el Catecismo del Mercado, es la suma de los intereses individuales, y no se puede construir la casa por el tejado. Amén -y mientras tanto, desaparecían como por ensalmo las aceitunas y el guiski escocés-. Ponnos unas anchoas, Persuadido, ¡pero que sean de Bermeo, no de Borneo!, ¿eh?

Sin embargo, a pesar de los pesares, el año perdido no aparecía por ninguna parte.

Lo peor fue descubrir que no se había ido solo, que se había llevado muchas cosas.
-¿Dónde está la revisión de mi pensión de jubilación, que no la veo entre las promesas de hace dos años? -preguntó, asomándose a la ventana, un anciano que se había estado descornando durante más de cuarenta años descargando paquetes de chapa y fleje en una siderúrgica del norte del país, hoy en manos indias.
-¡No encuentro la ayuda para estudiar que me es imprescindible! -se lamentó una joven, después de revisar, inútilmente, su cartapacio con buenas notas y darse cuenta de su carencia de medios para seguir en el empeño.
-¿Alguien sabe dónde puedo encontrar mi empleo, que me dijeron que estaba garantizado? -inquiría, angustiado, un muchacho con aspecto de haber estado toda su vida formándose para tenerlo. Una mano extraña le señalaba, con gestos, la salida.

El año perdido se había llevado muchos de los logros sociales que se creían afianzados en la sociedad del bienestar, pero también, había conseguido arrancar con él la ilusión y la confianza de muchos corazones, dejando un poso de amargura muy molesto como contrapunto.

-¿Qué podemos hacer? -era la pregunta generalizada, salvo en unos pocos reductos en los que no había necesidad de hacerse preguntas, porque solo les interesaban las respuestas que les complacían.

Estaban en esas, cuando apareció un tipo tan campante, con muy buen aspecto. Parecía que la crisis no contaba con él.

-Yo lo solucionaré -dijo, decidido, quitándose el sombrero y arremangándose la camisa.
-¿Quién eres tú? -le cercaron, atónitos por el desparpajo, las gentes del lugar.
-Soy el año nuevo -fue la respuesta sonriente-. Y, mi fórmula es muy sencilla. Solo miro hacia el futuro. Así que dejar de preocuparos por lo que pasó, y trabajad con ahínco por lo que queda por venir.

Resultó una magnífica propuesta. Y los lugareños (la mayoría) se olvidaron de seguir buscando el año perdido, pero no por ello dejaron de hacer la mayor parte de aquellas cosas que no habían podido o querido, realizar con anterioridad. Aunque lo que más les satisfizo es encontrar que el año nuevo tenía muchas, pero que muchas, oportunidades. Solo tenían que estar atentos a descubrirlas, sin dejarse engañar por los que solo miraban lo que a ellos únicamente convenía.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: 2014, año, empresa, felicidades, medidas, nuevo año, perdió, propósitos, renovación, sociedad del bienestar

La luz del túnel

5 marzo, 2013 By amarias2013 2 comentarios

La imagen es sugerente, y por eso, se emplea con frecuencia. “Ya vemos la luz del final del túnel”, hemos oído decir muchas veces -es decir, sin fundamento- a los políticos que se encuentran con responsabilidades de gobierno, para tranquilizar los ánimos.

La existencia de un túnel implica que alguien ha estado antes por el territorio y que, además, lo ha hecho con medios suficientes como para horadar el obstáculo, ampliarlo y robustecer los techos y paredes. La única incógnita que debe despejar quien, posteriormente, se aventura por el agujero es la de su longitud,  que determina el tiempo necesario para alcanzar la otra salida.

Para quienes marcan las directrices (1) en la Unión Europea (“die europäische Troika” es decir, Europäische Kommission, EZB -Europäische Zentral Bank-, e IWF .-Internationalen Währungsfond-), y los que las implementan en nuestro pequeño país, es evidente que la idea del túnel es la admitida: los estados mayores y más ricos han pasado por lo mismo, saben por experiencia propia que después de un período de oscuridad y angustia se llega a la luz del bienestar (que se había perdido momentáneamente). Si perseveramos en el camino, tendremos como premio la misma felicidad de la que ahora disfruta el centro de Europa.

Este agujero no tiene, sin embargo, el aspecto de ser un túnel. Al menos, no de uno que esté ya fabricado y haya sido usado. Hace ya tiempo que avanzamos a pico y pala, y la difícil extracción de los escombros está bloqueando la entrada. Las únicas luces que se ven son las que proceden, y cada vez más débiles, de las linternas de algunos con cascos en los que puede leerse “capataces” y que, por cierto, no se distinguen precisamente por estar en la primera línea del tajo.

Algunos expertos consultados dicen que, analizando los detritus,  no estamos caminando por un túnel, sino fabricando un pozo, y nos aconsejan abandonar la tarea.

Se ha oído una voz desde algún lugar de la comitiva: “¡Eh, los de atrás! ¿Seguís viendo la entrada del túnel?”.

El silencio resulta, de momento, sobrecogedor.

Publicado en: Sociedad Etiquetado como: banco central europeo, comisión europea, fondo monetario internacional, IWF, luz, medidas, oportunidades, pozo, recuperación económica, salida, silencio, soluciones, troika. EZB, túnel, viabilidad

Mejorando el rendimiento del Sistema (Improving the System Performance)

25 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

En un comentario anterior, he tratado de hacer ver que la obsesión por detectar la totalidad de los fallos o defectos de nuestro sistema operativo, puede satisfacer momentáneamente los deseos populares -y populacheros- de lograr más claridad, y incluso, para algunos, excitarían los ánimos de revancha (que son ajenos a la justicia y, sobre todo, a la economía), pero no mejoraría la situación en cuanto a la efectividad de aquél.

Al contrario: cuanto mayor sea la presión focalizada hacia algún sospechoso, todo irá seguramente a peor, (1) , debido a que se está falseando la verdadera naturaleza del mal. Los presuntos infractores cuyo juicio concentra ahora el interérs mediático, no han sido descubiertos en su posible -casi segura- irregularidad gracias al método de la inspección, o al buen funcionamiento de los sistemas de control, sino por casualidad.

Y es esa anómala circunstancia la que permite poner en duda la solvencia total del sistema para autocorregirse y el riesgo de quedarnos, en el podado de las ramas dañadas, solo con la tijera. La persecución de unos pocos, descubiertos por azar o la acusación de alguno de sus cómplices cogido en falta, podrá servir, en su momento, como catarsis parcial, alivio momentáneo al imaginar  que se han detectado a los culpables del mal que nos aflige, pero no garantiza (en absoluto) que se hayan atrapado a los más dañinos, ni supone mejorar, al apartarlos, la actual ni la futura honestidad del sistema, ni quedará mejorada la competititividad ni la producción o el consumo, ni se logrará, por ello, el aumento del bienestar común.

Como reacción natural, el sistema se contraerá, al incrementarse la incomodidad y recelos en los espacios de los que se saben también pecadores, temiendo llegue el momento en que alguien (¡traidor!) los delate, para salvar su pellejo o aturdido por el contagio justiciero.

Seguramente, poco más pasará. Y si así sucede, como ya sucedió en otros casos,  todo acabará cerrándose con sobreseimientos, acusaciones recíprocas, confusión generalizada y dos o tres chivos expiatorios pasando un período en la cárcel (suficiente para que escriban uns confusas memorias que se convertirán en ininteligible bestseller). En suma, el efecto se diluirá, las aguas volverán a sus cauces turbios,  provocando tal vez mayor prudencia en las actuaciones de algunos (que delegarán responsabilidades eventuales a los escalones inferiores de la pirámide de decisiones, con códigos éticos para salvar su tipo) y, en poco tiempo, aumentará la evasión y la acumulación del lujo y el despilfarro, se hará más profunda y soez la corrupción, y aparecerán nuevos mecanismos de infracción (técnicos, económicos, jurídicos) que resulten menos detectables a la inspección oficial, incluso lícitos, todo ello con una disminución de la actividad real, aumentando la dosis de la subterránea y opaca.

La clave, en mi opinión , ha de buscarse en otro lado.

Porque no somos tan especiales los españoles, o los portugueses, los italianos o los griegos: no estamos solos en el pecado, sino muy bien acompañados. El modelo capitalista internacional está estructuralmente corrupto, porque es su modo óptimo de sobrevivir. Ha nacido con vocación de corromper, por su propia esencia. No caigamos en la ingenuidad de suponer que las empresas o instituciones con sede en otros países no utilizan las mismas o parecidas artimañas; no nos creamos las clasificaciones internacionales de transparencia, porque no distinguen entre corruptos y corruptores y están hechas desde la posición de los que dominan las artes de la ocultación.

Nuestra tendencia hispana a imaginarnos originales y hasta exacerbados incluso en el pecado, corresponde a un complejo de inferioridad quasi-infantil, que se potencia por declaraciones de quienes están a cargo del sistema, se difunde por la prensa y se apoya en la opinión pública, alimentada y conducida como rebaño. Es la sociedad líquida: de líquido espeso y maloliente.

Y es que, además, si se me permite el malévolo argumento, la existencia de un porcentaje de economía sumergida es bueno para el sistema, pues alivia tensiones que la economía oficial no sabría corregir y distribuye medios de subsistencia en los sectores más bajos de la sociedad (además de beneficiar a algunos tiburones). Sucede como en los sistemas de abastecimiento y saneamiento de agua en las ciudades: un 15 a 25% de pérdidas de líquido es, no solo inevitable, sino ventajoso, pues ese agua es devuelta al terreno, sirve para recargar los acuíferos y reeequilibra el nivel freático.

Se debe valorar también la importancia del efecto perverso del envenenamiento de los principales controles y agentes sobre el resto: hay que admitir que todo estará más o menos contaminado, y un afán inquisidor sobre la totalidad, llenaría los juzgados de procesados, las cárceles de internos y paralizaría o deterioraría aún más la economía, perjudicando la imagen exterior (cínica) de forma brutal.

El descabezamiento de algunos o todos de los principales malfactores del sistema (si pudiéramos ver por una rendija qué ambiente se respira, de verdad, en los sancta santorum de empresas, sindicatos, partidos políticos…), al carecer de sustituto de igual tamaño, teóricamente limpio de culpa, acabará arrastrando la caída de amplios sectores productivos , o, como efecto indeseable también, solo conseguiráque el hueco sea aprovechado como oportunidad por otro agente de la misma catadura.

No veo en la modificación profunda de la Constitución ninguna ventaja especial. Cambiar algunos artículos de la Carta magna puede tener un efecto de distracción (saludable, en este momento), pero sería inocuo. Hay que concentrar los esfuerzos en intensificar la cooperación y el diálogo constructivo entre todos los agentes, especialmente los que crean empleo, y representantes de la sociedad civil.

Ni siquiera me detendría mucho en aumentar las medidas de control o la inspección: la ética debe ser norma de actuación general y, por ello, hay que confiar que el sistema alcance su equilibrio a niveles éticos adecuados parra su funcionamiento, porque la ética universal no se impone. Lo que sí hay que incorporar es la solidaridad, analizando el modelo económico y sus objetivos sociales,

Es necesario un pacto del empresariado con el Estado, esto es, con la sociedad. Y ahí tenemos un grae déficit, por dejadez, ignorancia, y falta de formación práctica de políticos, funcionarios y agentes de control. También, por interés, desidia, y ausencia de solidaridad de los agentes de producción y económicos.

Hay que construir urgentemente ese diálogo efectivo, hacerlo transparente, y forzar a que la imagen del empresario sea moderna, comprometida, constructiva. No es tolerable que los ejecutivos de las grandes empresas de este país tengan sueldos que a la inmensa mayoría de sus conciudadanos les parezcan cosa de fantasía. Hay que incorporar representantes efectivos (no floreros) a los consejos de administración de las empresas de mayor facturación y empleo, que garanticen el cumplimiento de objetivos sociales, pero, también, que sirvan para dotar de credibilidad total a su funcionamiento.

Estamos en tiempo de descuento, pero el partido se está jugando todavía.

—

(1) A lo que contribuyen, con actuaciones que no están libres de pecado,  la lentitud de la Justicia y la obstaculización procesal de las defensas,  frente a los juicios sumarísimos de los Telediarios.

Publicado en: Economía, Empresa, Política Etiquetado como: capitalista, economía, empresa, estado, medidas, papcto, performance, política, recuperación, reforma, rendimiento, sistema, system, tiempo de descuento

Entradas recientes

  • Quincuagésima primera Crónica desde el País de Gaigé
  • Cuentos para Preadolescentes (6)
  • Cuentos para preadolescentes (5)
  • Cuentos para preadolescentes (4)
  • Cuentos para Preadolescentes (3)
  • Quincuagésima Crónica desde el País de Gaigé
  • Cuentos para preadolescentes (2)
  • Cuentos para preadolescentes
  • Cuadragésima Nona Crónica desde el País de Gaigé
  • Muerte de un Papa
  • Cuadragésima Séptima Crónica desde el País de Gaigé
  • 2022: Momento de un Balance
  • Cuadragésima Sexta Crónica desde el País de Gaigé
  • El Mensaje de Navidad de Felipe VI que no pudo ser
  • Cuadragésima quinta Crónica desde el País de Gaigé

Categorías

  • Actualidad
  • Administraciones públcias
  • Administraciones públicas
  • Ambiente
  • Arte
  • Asturias
  • Aves
  • Cáncer
  • Cartas filípicas
  • Cataluña
  • China
  • Cuentos y otras creaciones literarias
  • Cultura
  • Defensa
  • Deporte
  • Derecho
  • Dibujos y pinturas
  • Diccionario desvergonzado
  • Economía
  • Educación
  • Ejército
  • Empleo
  • Empresa
  • Energía
  • España
  • Europa
  • Filosofía
  • Fisica
  • Geología
  • Guerra en Ucrania
  • Industria
  • Ingeniería
  • Internacional
  • Investigación
  • Linkweak
  • Literatura
  • Madrid
  • Medicina
  • mineria
  • Monarquía
  • Mujer
  • País de Gaigé
  • Personal
  • Poesía
  • Política
  • Religión
  • Restauración
  • Rusia
  • Sanidad
  • Seguridad
  • Sin categoría
  • Sindicatos
  • Sociedad
  • Tecnologías
  • Transporte
  • Turismo
  • Ucrania
  • Uncategorized
  • Universidad
  • Urbanismo
  • Venezuela

Archivos

  • enero 2023 (11)
  • diciembre 2022 (6)
  • noviembre 2022 (8)
  • octubre 2022 (8)
  • septiembre 2022 (6)
  • agosto 2022 (7)
  • julio 2022 (10)
  • junio 2022 (14)
  • mayo 2022 (10)
  • abril 2022 (15)
  • marzo 2022 (27)
  • febrero 2022 (15)
  • enero 2022 (7)
  • diciembre 2021 (13)
  • noviembre 2021 (12)
  • octubre 2021 (5)
  • septiembre 2021 (4)
  • agosto 2021 (6)
  • julio 2021 (7)
  • junio 2021 (6)
  • mayo 2021 (13)
  • abril 2021 (8)
  • marzo 2021 (11)
  • febrero 2021 (6)
  • enero 2021 (6)
  • diciembre 2020 (17)
  • noviembre 2020 (9)
  • octubre 2020 (5)
  • septiembre 2020 (5)
  • agosto 2020 (6)
  • julio 2020 (8)
  • junio 2020 (15)
  • mayo 2020 (26)
  • abril 2020 (35)
  • marzo 2020 (31)
  • febrero 2020 (9)
  • enero 2020 (3)
  • diciembre 2019 (11)
  • noviembre 2019 (8)
  • octubre 2019 (7)
  • septiembre 2019 (8)
  • agosto 2019 (4)
  • julio 2019 (9)
  • junio 2019 (6)
  • mayo 2019 (9)
  • abril 2019 (8)
  • marzo 2019 (11)
  • febrero 2019 (8)
  • enero 2019 (7)
  • diciembre 2018 (8)
  • noviembre 2018 (6)
  • octubre 2018 (5)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (5)
  • junio 2018 (9)
  • mayo 2018 (4)
  • abril 2018 (2)
  • marzo 2018 (8)
  • febrero 2018 (5)
  • enero 2018 (10)
  • diciembre 2017 (14)
  • noviembre 2017 (4)
  • octubre 2017 (12)
  • septiembre 2017 (10)
  • agosto 2017 (5)
  • julio 2017 (7)
  • junio 2017 (8)
  • mayo 2017 (11)
  • abril 2017 (3)
  • marzo 2017 (12)
  • febrero 2017 (13)
  • enero 2017 (12)
  • diciembre 2016 (14)
  • noviembre 2016 (8)
  • octubre 2016 (11)
  • septiembre 2016 (3)
  • agosto 2016 (5)
  • julio 2016 (5)
  • junio 2016 (10)
  • mayo 2016 (7)
  • abril 2016 (13)
  • marzo 2016 (25)
  • febrero 2016 (13)
  • enero 2016 (12)
  • diciembre 2015 (15)
  • noviembre 2015 (5)
  • octubre 2015 (5)
  • septiembre 2015 (12)
  • agosto 2015 (1)
  • julio 2015 (6)
  • junio 2015 (9)
  • mayo 2015 (16)
  • abril 2015 (14)
  • marzo 2015 (16)
  • febrero 2015 (10)
  • enero 2015 (16)
  • diciembre 2014 (24)
  • noviembre 2014 (6)
  • octubre 2014 (14)
  • septiembre 2014 (15)
  • agosto 2014 (7)
  • julio 2014 (28)
  • junio 2014 (23)
  • mayo 2014 (27)
  • abril 2014 (28)
  • marzo 2014 (21)
  • febrero 2014 (20)
  • enero 2014 (22)
  • diciembre 2013 (20)
  • noviembre 2013 (24)
  • octubre 2013 (29)
  • septiembre 2013 (28)
  • agosto 2013 (3)
  • julio 2013 (36)
  • junio 2013 (35)
  • mayo 2013 (28)
  • abril 2013 (32)
  • marzo 2013 (30)
  • febrero 2013 (28)
  • enero 2013 (35)
  • diciembre 2012 (3)
enero 2023
L M X J V S D
 1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031  
« Dic