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Cuento de invierno: Amores lejanos

14 febrero, 2014 By amarias Deja un comentario

Todos los años, la víspera del día de San Valentín, Desperato Solitudo enviaba más de doscientas cartas a otras tantas direcciones de gente que conocía.

A decir de verdad, no eran personas con las que tuviera una gran relación, en el sentido, de una relación de amistad profunda. Sabía cómo eran, -color del pelo, características del rostro, medidas básicas de su contorno corporal, algunas aficiones, …- y, obviamente, dónde vivían.

Si fuera compelido a expresar la profundidad de su conocimiento respecto a esas personas, se vería obligado a reconocer que tenían pocos secretos para él. Eso creía, al menos, Con tanto mimo, con tal intensidad y diligencia, había realizado su labor de investigación -desde tiempo atrás- que, se podría expresar que formaban, si fuera permisible hablar de ese modo tan peculiar, parte de él. Eran imprescindibles para su vida, formaban parte de su bienestar.

Hasta tal punto llevaba observándolas, anotando con sumo cuidado sus medidas más íntimas, sus gustos, cadencias, sus colores preferidos. Podía alardear de conocer los caracteres, no solo suyos, sino de sus amistades y, en no pocos casos, de sus conocimientos. Si se le permitiera repasar sus anotaciones, puede que en bastantes casos se encontrara la referencia de los lugares que frecuentaba y aquellos que -por razones que también se había preocupado de descubrir- procuraban evitar en lo posible.

Todas esas personas de las que Desperato guardaba tanta información tenían en común una característica: eran mujeres. Mujeres, no todas exactamente jóvenes, pero sí la mayoría. Algunas, jovencísimas.

Presiento que el lector, al llegar a este punto del relato, habrá esbozado una mueca de disgusto y habrá de inmediato dejado volar su imaginación hacia esos otros personajes, reales o imaginados, que han hecho de su obsesión por lo femenino un vicio inconfesable.

Un deseo frustrado de abarcar lo insondable, enfermizo, tópico, que ha conducido a tantos seres presos de su apetencia desgraciada a crímenes abominables, a violaciones absolutamente reprobables, a secuestros, a quién sabe qué horribles vejaciones o suplicios de las que las mujeres eran, en todos los casos, los sujetos pacientes, las víctimas, las desgraciadas.

Alto ahí. Desperato Solitudo era un observador conciso, educado, discreto, sagaz, pero en absoluto un vicioso. Desperato Solitudo era un profesional. Un gran profesional, en verdad.

Hora es ya que despleguemos la razón por la que este probo ser, tan pulcro en el vestir como diligente en la anotación de sus observaciones, estaba entregado a esa investigación del sexo o género femenino, que de las dos maneras tiende ahora a decirse, sin que se haya atinado a saber muy bien en qué consiste, si la hubiera, la diferencia.

¿Por qué más de doscientas cartas, qué decía en ellas, cuál era el sentido de enviarlas, precisamente, el día de San Valentín, que, como sabe hasta el escolar menos ilustrado de Primaria, es el Día de los Enamorados?

¿Estaba él, acaso, enamorado de más de doscientas mujeres? ¿Era un potencial polígamo, aunque solo fuera por arrebato de su imaginación calenturienta?

En absoluto, Desperato Solitudo era, repitámoslo, un tipo serio. Un buen trabajador, con un negocio floreciente, y, a pesar de la crisis, boyante.

Si antes de haber caído en el lastimoso resultado de una equivocada pesquisa, nos hubiéramos fijado en el letrero, luminoso por la noche, que anunciaba el negocio de Solitudo, hubiéramos comprendido mejor:

Decía: “Solitudo, fajas y sostenes a medida”.

Y lo que Desperato Solitudo enviaba, acompañando aquellas más de doscientos sobres cerrados, conteniendo otras tantas cartas, se supone que de amor o deseo, y que él no había escrito, sino que, simplemente, había anexado, -con toda pulcritud y delicadeza, cuidando los detalles-, eran cajas conteniendo las más diversas prendas íntimas. Bellísimas braguitas, calzones, sostenes, ligas o medias, que otros enamorados había elegido en tan señalada fecha. para regalar a sus amantes, novias, esposas

Lo que sí era de su coleto, era una tarjeta con el nombre y dirección de su comercio y la precisa indicación: “Al tratarse de prendas de uso personal, no se admiten devoluciones”.

FIN

Archivado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: bragas, cuento, cuento de invierno, enamorado, ligas, medidas, prendas íntimas, regalo, San Valentín, sostenes

Cuento de invierno: El año que se perdió

31 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Algunos de los habitantes de aquel lugar no sabían aún lo que pasaba -quiero decir, exactamente-, pero todos estaban seguros de que estaba sucediendo algo muy lamentable.

-Hemos perdido un año -fue, por fin, lo que acertó a expresar el portavoz oficial de la Academia de Sucesos y Hechos Consignables, que estaba realizando, como era normal desde que el tiempo es tiempo, la historia del lugar.

-¿Cómo pudo haber sido eso? -era la voz generalizada.

Buscaron entre las decisiones baldías, las discusiones sin objetivo, las protestas injustificadas, los descalabros manifiestos. Pero no encontraron el año. En el mejor de los casos, descubrían restos de otros años, que habían pasado desapercibidos.

-¡Mira qué curioso! -decía a su compañera de despacho en el Ministerio de Asuntos Urgentes, una funcionaria de nivel 27- Ordenando viejos archivos, he encontrado esta medida perentoria de hace diez años, que se me había traspapelado.
-Si yo te contara…-fue el comentario que obtuvo de su colega-. ¿Te acuerdas del expediente macrocefálico por el que se ordenó la demolición inmediata de un hotel totalmente ilegal en la Costa Placentera que pertenecía a la familia Porbolas?
-Algo me viene a la mente, sí. Se había armado mucho alboroto, y las asociaciones ecologistas estaban revueltas. Pero desapareció todo el mamotreto en un incendio, según me parece, y no se pudieron reconstruir más que las disculpas eximentes -expuso la primera, aprovechando el momento para arreglarse el moño con un prendedor de hojalata.
-Pues apareció ayer sobre mi mesa. Completito. Lástima que ya hayan caducado las acciones pertinentes y el hotel sea ahora propiedad de la mafia rusa, en donde tiene instalado un casino ilegal -concluyó la funcionaria segunda, lanzando un penetrante suspiro, que no trascendió más allá de la puerta blindada.
-Tiempos difíciles. Pero qué se le va a hacer. No es nuestra responsabilidad mejorar el mundo.
-No.

Los recovecos de la Administración Pública no eran los únicos lugares en donde se había estado buscando desesperadamente el año perdido. También la iniciativa privada había realizado una exhaustiva pesquisa, con idéntico resultado aparente. Los matices eran casi imperceptibles, pero existían para quien quisiera profundizar en ellos.

-Parece mentira que haya todavía gente que defienda que la gestión pública es mejor que la privada -expresaba el general director asociado de una empresa multinacional encargada de explotar eficientemente un servicio de primera necesidad, tomando el aperitivo de media mañana con su secretaria.
-Es típico de la izquierda irredenta -apostillaba la mujer, que aún estaba de buen ver y que se sabía, por supuesto, la lección estupendamente-. Quieren hacernos ignorar que los que se encargan de la gestión de las empresas públicas son incompetentes y corruptos y que el personal no está motivado, como en las empresas privadas.
-En efecto, en efecto. La gestión privada es la única que puede conseguir beneficios de los servicios de primera como de cualquier necesidad. Mira cómo les va a las pocas empresas públicas que aún quedan por privatizar.
-Ya.
-El bien común, como ya dice el Catecismo del Mercado, es la suma de los intereses individuales, y no se puede construir la casa por el tejado. Amén -y mientras tanto, desaparecían como por ensalmo las aceitunas y el guiski escocés-. Ponnos unas anchoas, Persuadido, ¡pero que sean de Bermeo, no de Borneo!, ¿eh?

Sin embargo, a pesar de los pesares, el año perdido no aparecía por ninguna parte.

Lo peor fue descubrir que no se había ido solo, que se había llevado muchas cosas.
-¿Dónde está la revisión de mi pensión de jubilación, que no la veo entre las promesas de hace dos años? -preguntó, asomándose a la ventana, un anciano que se había estado descornando durante más de cuarenta años descargando paquetes de chapa y fleje en una siderúrgica del norte del país, hoy en manos indias.
-¡No encuentro la ayuda para estudiar que me es imprescindible! -se lamentó una joven, después de revisar, inútilmente, su cartapacio con buenas notas y darse cuenta de su carencia de medios para seguir en el empeño.
-¿Alguien sabe dónde puedo encontrar mi empleo, que me dijeron que estaba garantizado? -inquiría, angustiado, un muchacho con aspecto de haber estado toda su vida formándose para tenerlo. Una mano extraña le señalaba, con gestos, la salida.

El año perdido se había llevado muchos de los logros sociales que se creían afianzados en la sociedad del bienestar, pero también, había conseguido arrancar con él la ilusión y la confianza de muchos corazones, dejando un poso de amargura muy molesto como contrapunto.

-¿Qué podemos hacer? -era la pregunta generalizada, salvo en unos pocos reductos en los que no había necesidad de hacerse preguntas, porque solo les interesaban las respuestas que les complacían.

Estaban en esas, cuando apareció un tipo tan campante, con muy buen aspecto. Parecía que la crisis no contaba con él.

-Yo lo solucionaré -dijo, decidido, quitándose el sombrero y arremangándose la camisa.
-¿Quién eres tú? -le cercaron, atónitos por el desparpajo, las gentes del lugar.
-Soy el año nuevo -fue la respuesta sonriente-. Y, mi fórmula es muy sencilla. Solo miro hacia el futuro. Así que dejar de preocuparos por lo que pasó, y trabajad con ahínco por lo que queda por venir.

Resultó una magnífica propuesta. Y los lugareños (la mayoría) se olvidaron de seguir buscando el año perdido, pero no por ello dejaron de hacer la mayor parte de aquellas cosas que no habían podido o querido, realizar con anterioridad. Aunque lo que más les satisfizo es encontrar que el año nuevo tenía muchas, pero que muchas, oportunidades. Solo tenían que estar atentos a descubrirlas, sin dejarse engañar por los que solo miraban lo que a ellos únicamente convenía.

FIN

Archivado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: 2014, año, empresa, felicidades, medidas, nuevo año, perdió, propósitos, renovación, sociedad del bienestar

La luz del túnel

5 marzo, 2013 By amarias2013 2 comentarios

La imagen es sugerente, y por eso, se emplea con frecuencia. “Ya vemos la luz del final del túnel”, hemos oído decir muchas veces -es decir, sin fundamento- a los políticos que se encuentran con responsabilidades de gobierno, para tranquilizar los ánimos.

La existencia de un túnel implica que alguien ha estado antes por el territorio y que, además, lo ha hecho con medios suficientes como para horadar el obstáculo, ampliarlo y robustecer los techos y paredes. La única incógnita que debe despejar quien, posteriormente, se aventura por el agujero es la de su longitud,  que determina el tiempo necesario para alcanzar la otra salida.

Para quienes marcan las directrices (1) en la Unión Europea (“die europäische Troika” es decir, Europäische Kommission, EZB -Europäische Zentral Bank-, e IWF .-Internationalen Währungsfond-), y los que las implementan en nuestro pequeño país, es evidente que la idea del túnel es la admitida: los estados mayores y más ricos han pasado por lo mismo, saben por experiencia propia que después de un período de oscuridad y angustia se llega a la luz del bienestar (que se había perdido momentáneamente). Si perseveramos en el camino, tendremos como premio la misma felicidad de la que ahora disfruta el centro de Europa.

Este agujero no tiene, sin embargo, el aspecto de ser un túnel. Al menos, no de uno que esté ya fabricado y haya sido usado. Hace ya tiempo que avanzamos a pico y pala, y la difícil extracción de los escombros está bloqueando la entrada. Las únicas luces que se ven son las que proceden, y cada vez más débiles, de las linternas de algunos con cascos en los que puede leerse “capataces” y que, por cierto, no se distinguen precisamente por estar en la primera línea del tajo.

Algunos expertos consultados dicen que, analizando los detritus,  no estamos caminando por un túnel, sino fabricando un pozo, y nos aconsejan abandonar la tarea.

Se ha oído una voz desde algún lugar de la comitiva: “¡Eh, los de atrás! ¿Seguís viendo la entrada del túnel?”.

El silencio resulta, de momento, sobrecogedor.

Archivado en: Sociedad Etiquetado como: banco central europeo, comisión europea, fondo monetario internacional, IWF, luz, medidas, oportunidades, pozo, recuperación económica, salida, silencio, soluciones, troika. EZB, túnel, viabilidad

Mejorando el rendimiento del Sistema (Improving the System Performance)

25 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

En un comentario anterior, he tratado de hacer ver que la obsesión por detectar la totalidad de los fallos o defectos de nuestro sistema operativo, puede satisfacer momentáneamente los deseos populares -y populacheros- de lograr más claridad, y incluso, para algunos, excitarían los ánimos de revancha (que son ajenos a la justicia y, sobre todo, a la economía), pero no mejoraría la situación en cuanto a la efectividad de aquél.

Al contrario: cuanto mayor sea la presión focalizada hacia algún sospechoso, todo irá seguramente a peor, (1) , debido a que se está falseando la verdadera naturaleza del mal. Los presuntos infractores cuyo juicio concentra ahora el interérs mediático, no han sido descubiertos en su posible -casi segura- irregularidad gracias al método de la inspección, o al buen funcionamiento de los sistemas de control, sino por casualidad.

Y es esa anómala circunstancia la que permite poner en duda la solvencia total del sistema para autocorregirse y el riesgo de quedarnos, en el podado de las ramas dañadas, solo con la tijera. La persecución de unos pocos, descubiertos por azar o la acusación de alguno de sus cómplices cogido en falta, podrá servir, en su momento, como catarsis parcial, alivio momentáneo al imaginar  que se han detectado a los culpables del mal que nos aflige, pero no garantiza (en absoluto) que se hayan atrapado a los más dañinos, ni supone mejorar, al apartarlos, la actual ni la futura honestidad del sistema, ni quedará mejorada la competititividad ni la producción o el consumo, ni se logrará, por ello, el aumento del bienestar común.

Como reacción natural, el sistema se contraerá, al incrementarse la incomodidad y recelos en los espacios de los que se saben también pecadores, temiendo llegue el momento en que alguien (¡traidor!) los delate, para salvar su pellejo o aturdido por el contagio justiciero.

Seguramente, poco más pasará. Y si así sucede, como ya sucedió en otros casos,  todo acabará cerrándose con sobreseimientos, acusaciones recíprocas, confusión generalizada y dos o tres chivos expiatorios pasando un período en la cárcel (suficiente para que escriban uns confusas memorias que se convertirán en ininteligible bestseller). En suma, el efecto se diluirá, las aguas volverán a sus cauces turbios,  provocando tal vez mayor prudencia en las actuaciones de algunos (que delegarán responsabilidades eventuales a los escalones inferiores de la pirámide de decisiones, con códigos éticos para salvar su tipo) y, en poco tiempo, aumentará la evasión y la acumulación del lujo y el despilfarro, se hará más profunda y soez la corrupción, y aparecerán nuevos mecanismos de infracción (técnicos, económicos, jurídicos) que resulten menos detectables a la inspección oficial, incluso lícitos, todo ello con una disminución de la actividad real, aumentando la dosis de la subterránea y opaca.

La clave, en mi opinión , ha de buscarse en otro lado.

Porque no somos tan especiales los españoles, o los portugueses, los italianos o los griegos: no estamos solos en el pecado, sino muy bien acompañados. El modelo capitalista internacional está estructuralmente corrupto, porque es su modo óptimo de sobrevivir. Ha nacido con vocación de corromper, por su propia esencia. No caigamos en la ingenuidad de suponer que las empresas o instituciones con sede en otros países no utilizan las mismas o parecidas artimañas; no nos creamos las clasificaciones internacionales de transparencia, porque no distinguen entre corruptos y corruptores y están hechas desde la posición de los que dominan las artes de la ocultación.

Nuestra tendencia hispana a imaginarnos originales y hasta exacerbados incluso en el pecado, corresponde a un complejo de inferioridad quasi-infantil, que se potencia por declaraciones de quienes están a cargo del sistema, se difunde por la prensa y se apoya en la opinión pública, alimentada y conducida como rebaño. Es la sociedad líquida: de líquido espeso y maloliente.

Y es que, además, si se me permite el malévolo argumento, la existencia de un porcentaje de economía sumergida es bueno para el sistema, pues alivia tensiones que la economía oficial no sabría corregir y distribuye medios de subsistencia en los sectores más bajos de la sociedad (además de beneficiar a algunos tiburones). Sucede como en los sistemas de abastecimiento y saneamiento de agua en las ciudades: un 15 a 25% de pérdidas de líquido es, no solo inevitable, sino ventajoso, pues ese agua es devuelta al terreno, sirve para recargar los acuíferos y reeequilibra el nivel freático.

Se debe valorar también la importancia del efecto perverso del envenenamiento de los principales controles y agentes sobre el resto: hay que admitir que todo estará más o menos contaminado, y un afán inquisidor sobre la totalidad, llenaría los juzgados de procesados, las cárceles de internos y paralizaría o deterioraría aún más la economía, perjudicando la imagen exterior (cínica) de forma brutal.

El descabezamiento de algunos o todos de los principales malfactores del sistema (si pudiéramos ver por una rendija qué ambiente se respira, de verdad, en los sancta santorum de empresas, sindicatos, partidos políticos…), al carecer de sustituto de igual tamaño, teóricamente limpio de culpa, acabará arrastrando la caída de amplios sectores productivos , o, como efecto indeseable también, solo conseguiráque el hueco sea aprovechado como oportunidad por otro agente de la misma catadura.

No veo en la modificación profunda de la Constitución ninguna ventaja especial. Cambiar algunos artículos de la Carta magna puede tener un efecto de distracción (saludable, en este momento), pero sería inocuo. Hay que concentrar los esfuerzos en intensificar la cooperación y el diálogo constructivo entre todos los agentes, especialmente los que crean empleo, y representantes de la sociedad civil.

Ni siquiera me detendría mucho en aumentar las medidas de control o la inspección: la ética debe ser norma de actuación general y, por ello, hay que confiar que el sistema alcance su equilibrio a niveles éticos adecuados parra su funcionamiento, porque la ética universal no se impone. Lo que sí hay que incorporar es la solidaridad, analizando el modelo económico y sus objetivos sociales,

Es necesario un pacto del empresariado con el Estado, esto es, con la sociedad. Y ahí tenemos un grae déficit, por dejadez, ignorancia, y falta de formación práctica de políticos, funcionarios y agentes de control. También, por interés, desidia, y ausencia de solidaridad de los agentes de producción y económicos.

Hay que construir urgentemente ese diálogo efectivo, hacerlo transparente, y forzar a que la imagen del empresario sea moderna, comprometida, constructiva. No es tolerable que los ejecutivos de las grandes empresas de este país tengan sueldos que a la inmensa mayoría de sus conciudadanos les parezcan cosa de fantasía. Hay que incorporar representantes efectivos (no floreros) a los consejos de administración de las empresas de mayor facturación y empleo, que garanticen el cumplimiento de objetivos sociales, pero, también, que sirvan para dotar de credibilidad total a su funcionamiento.

Estamos en tiempo de descuento, pero el partido se está jugando todavía.

—

(1) A lo que contribuyen, con actuaciones que no están libres de pecado,  la lentitud de la Justicia y la obstaculización procesal de las defensas,  frente a los juicios sumarísimos de los Telediarios.

Archivado en: Economía, Empresa, Política Etiquetado como: capitalista, economía, empresa, estado, medidas, papcto, performance, política, recuperación, reforma, rendimiento, sistema, system, tiempo de descuento

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