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Que entre la poesía

13 febrero, 2019 By amarias Dejar un comentario

Si los países tuvieran temperatura, España estaría en situación de calentura. Los síntomas, varios: Gobierno en minoría popular y sin suficientes apoyos parlamentarios para sacar adelante unos presupuestos que se han presentado como más progresistas; Cataluña, la región que debería actuar como motor de mejora a nuestro desarrollo, secuestrada por secesionistas y camino de una recesión económica que nos afectará a todos; nuestro estado de derecho (así, con minúsculas), cuestionado por una mezcla de intereses en los que se alían revoltosos, letrados en el ejercicio de la defensa de sus clientes y aficionados a sacarle los tres (¿o eran cinco?) pies al gato.

He pensado, harto de escuchar análisis que tratan de explicar lo que nos pasa pero no superan la fase de diagnóstico, y tratando de liberarme yo mismo del contagio por la obsesión de detenerse en las causas y no profundizar en las medidas para atajar los males o mejorar los remedios, que el lector pudiera agradecer algo de poesía.

No es, sin duda, uno de mis mejores poemas, pero, al menos, es el último de los que tengo escritos. Lo escribí ayer, 12 de febrero de 2019, mientras viajaba en el metro de Madrid, muy congestionado últimamente (consecuencia de la sanción ciudadana que están recibiendo los huelguistas del taxi).

Con la edad disminuye lo que entiendo
y alimento con dolor la paradoja
de que, en vez de crecer cuanto comprendo,
voy rellenando de tachas cada hoja.

Mi vía a la ignorancia no está siendo
fruto del relator que en mi se aloja,
y de olvidar sin parar yo no me ofendo
ni dispongo ocasión para que escoja.

De pasar a ignorar no encuentro cura
si por cada verdad que yo recoja
es solo confusión lo que perdura,

y si pongo al saber alfombra roja
surge de sinrazón la fuerza oscura
que lo obliga a avanzar a pata coja.

12.02.19 (“Opus 33 del libro “Sea por instinto”)


Este águila se encontraba posada en la llanura de Villafáfila, seguramente atenta a los movimientos de algún topillo, conejo o ave menor descuidados. Al detectar mi auto, en el que avanzaba lentamente, levantó el vuelo, con un par de lentos y fuertes aletazos.

Creo poder identificarla como un ratonero (buteo buteo buteo). Los ratoneros, aunque son las rapaces más comunes por nuestros predios, presentan una gran variación de plumajes, desde casi blanco a castaño muy oscuro. Se le puede confundir con el halcón abejero, ocasional en emigración en la zona, pero este ejemplar, cuyas definitorias franjas negras en la parte posterior de la cola no son visibles en la toma, tiene un área clara en las primarias, por lo que avanzo en la identificación.

Cono puede verse en la foto, además, la rapaz, que está remontándose, tiene las alas elevadas y echadas hacia delante (la mano más alta que el brazo) y la cola abierta, entre otras característica distintivas.

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Ónde vais?

14 noviembre, 2014 By amarias 2 comentarios

Hace pocos días fue, según me enteré después, “el día del abuelo”. No lo sabía cuando, encontrándome a la espera del autobús, un grupito de niños de entre cinco o seis años, dirigido por uno algo más atrevido, me increpó: “¡Abuelo, abuelo!” y el que llevaba la voz campante, incluso se interesaba por un detalle que me dejó perplejo: “¿Cuántos años tienes? ¿Ochenta? ¿Cien?”

Miré al monitor que, cual gos d´atura homínido, trataba de ordenar aquella troupe de descarados para repartirles unos bocadillos que acarreaba en una caja de cartón de fondo desvencijado, esperando de él alguna reconvención al más vociferante, pero desvió la vista, dándome a entender que el asunto no iba con él.

Aunque no pude menos que recordar al pasaje bíblico donde se nos cuenta que los profetas Elías y Eliseo se toparon con unos mozalbetes que insultaban al primero -que sería poco después elevado al cielo en carro flamígero-, gritándole :”¡Sube, viejo calvo!”, y que, según el relato, fueron castigados con el envío de dos osos que despedazaron en un momento a varios de aquellos deslenguados, debo reconocer que lo que en realidad me preocupó era sospechar que mi estado físico había sufrido un deterioro repentino y que, de resultas, aparentaba unos cuantos años más de los que ya soporto.

No estoy dispuesto a dejarme intimidar por cómo me vean niñatos que no son aún capaces de distinguir edades de envejecientes con la precisión con la que yo he aprendido a discernir, por tramos de seis meses a los párvulos. Me encuentro físicamente bien, y aunque no me vean tan joven los que incluso sacan un par de años a mis nietas mayores, me creo con capacidad aún bastante para seguir trabajando por mejorar algo lo que me rodea, haciendo lo que pueda dentro de lo que me dejen (1).

Por eso, y porque la madurez me ha dado la visión directa de unas décadas ilustrativas de la historia de España y del mundo, me siento, sino con autoridad, si con la necesidad, de advertir que el momento por el que está atravesando nuestro país es muy interesante, porque es extremadamente peligroso.

Tomando como referencia el tiempo que los media dedican a los temas, sacaríamos la conclusión de que los dos temas que más animan a unos cuantos españoles y preocupan a otros muchos españoles -no quiero ahora cuantificar la dimensión de ambos grupos- son: la propuesta de escisión independentista que ha calado entre muchos residentes en Cataluña y el avance de la agrupación Podemos, con un programa político que se va construyendo, en buena medida, sobre la marcha.

Por supuesto, ambos asuntos no son sino la lengua de la morrena del glaciar que empuja al mar de la inmediatez el hielo de la indiferencia con la que se tratan los problemas de los demás. No es nuevo para la Humanidad, ni para nuestro país, y hasta ahora, la generación de unos años de caos y destrucción le ha venido bien. De las cenizas y la sangre han surgido nuevas esperanzas, entre supervivientes que se han llevado las manos a la cabeza gritando “¿Qué hemos hecho?” (o dejado hacer) y aprovechados que se han aupado sobre las ruinas, para enriquecerse con la reconstrucción más sólida de lo destruido, utilizando la capacidad, no exenta de docilidad y esperanza de la mayoría de los que también sobrevivieron.

La actualidad nos ha puesto sobre la mesa del comedor a dos excelentes charlatanes: Mas e Iglesias, que, además, venden frascos de una medicina que hace un par de años no hubiéramos creído necesitar jamás pero ahora, a no pocos, les parece imprescindible. El nombre del producto es diferente, pero el contenido del frasco es el mismo: un placebo que no soluciona el problema de base, sino que lo complica.

A ambos líderes mediáticos, con la mirada puesta en el después y no en el ahora, creo que les viene de perlas el mensaje de advertencia que recoge esa canción asturiana, convertida en dicho popular muy socorrido: “Ónde vas, Pachín del alma, de alpargates y orbayando, non te metas por los praos, que vas ponéte pingando”.

—

(1) Estoy pensando, al escribir esto, en el cuento guaraní que presenta a un diminuto colibrí que, mientras el bosque ardía, y ante la pasividad de los demás animales, volaba una y otra vez de un riachuelo al corazón del fuego, llevando cada vez en su pico una gota de agua. El jaguar, -¿o fue el oso?- que estaba quieto mientras el fuego amenazaba sus pies, justificaba su propia inactividad queriendo hacer ver al pajarillo que sus esfuerzos serían inútiles ante la magnitud de lo que pretendía: “Nada conseguirás”, le dijo. A lo que el colibrí replicó. “Yo hago lo que puedo”.

Tengo comprometido a mi amigo Rafael Ceballos -que nos lo transmitió cuando recibía, el 14 de noviembre de 2014, la medalla del Club Español de Medio Ambiente- mejorar el previsible final de esta historia de animalario, simulando que los animales del bosque se movilizan todos, recapacitando respecto al poder de que son capaces si actúan conjuntamente, y consiguen apagar el fuego. De momento, solo algunos luchan con las llamas y otros, hasta se diría que las aventan.

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Los mejores jinetes de Europa

9 junio, 2014 By amarias Dejar un comentario

Los tres máximos deseos de Joseph Schumpeter, ese economista tan citado que muy pocos han leído (incluidos licenciados en economía),  en su juventud, habían sido, según él mismo dejó expresado: ser considerado el más diestro jinete de Europa, cotizarse como el más deseado amante de Austria y alcanzar el prestigio de mejor economista del mundo.

No fue Premio Nobel de Economía, porque aún no se había establecido ese galardón, pero fue maestro de varios premiados, y un devoto generoso de la escuela austríaca. No consta su éxito como mujeriego, aunque parece que estaba muy orgulloso de sus dotes amatorias. En cambio, como jinete creyó, a tenor de su valoración cuando no estaba para trotes, que había quien lo superaba.

Si Schumpeter tenía en mente algo más que los caballos, y quería indicar que había quien lo ganaba a eso de correr, apostaría que estaba pensando en los españoles. A correr, nunca nos ha ganado nadie. Y no solo con los caballos, las motos y los coches. A correr sin ton ni son, también. Siempre hemos tenido alguien que se lanzaba a la aventura, visionarios, rebeldes, levantiscos, espadones, utópicos.

Lamento decir que me están decepcionando a ritmo rampante los chicos de Podemos. De los políticos más experimentados, ya ni hablo, porque son pocos los que aprueban mi prueba del nueve. Pero alguien con carisma en las filas de los que creen Poder (y lo añoran) debería aconsejar calma a estos jóvenes que están defendiendo un mayo de 2014, y, como único artilugio, están proponiendo ponerlo todo patas arriba. Me he perdido y, francamente, no se a dónde quieren llegar, y, por supuesto, no sé cómo.

Hubo otro mayo (el de 1968, evidentemente), que sí tenía sentido. Había un modelo a seguir extraordinariamente atractivo. Los jóvenes franceses (como modelo más próximo) sabían lo que querían y, para los jóvenes españoles, ir detrás era simple y muy reconfortante. Muchos de sus mayores compartían y alentaban ese cambio: más libertad, más democracia, apertura internacional, más frescura institucional, etc.

Sabemos ahora que los jóvenes de Podemos están mal en matemáticas. No se les da eso de los números. Tampoco se les da bien lo de entender el mundo real, empapizados con enseñanzas académicas que dan bien el tipo en las aulas pero que no sirven para salir a la calle.

Siguen siendo muy agresivos en los planteamientos estrictamente económico-políticos y, en un panorama de crisis, corrupción y desánimo general, es lógico que encuentren algunas adhesiones. Pero a este mayo de 2014 les falta modelo concreto a imitar, y la improvisación nunca fue buena consejera. ¿Qué se va a hacer con esa República que preconizan? ¿Son de izquierdas o son solo chicos con martillos?.No querrán convertirnos en una república bolivariana, ¿verdad?

Por eso es de agradecer, en este momento y en este país, que se den prisa en aparecer rostros nuevos, creíbles, experimentados en la economía, las finanzas y…en la gestión de la polis, para que enderecen la vía por la que canalizar tanto descontento, y vuelvan a sus sitios a los jóvenes que, faltos de modelo real, quieren instaurar su prototipo de gabinete.

Que por ser los más rápidos jinetes de Europa en esto de andar acelerados, no nos van a dar ningún premio.  Ni en Europa ni fuera de ella. Al contrario. Nos harán pedazos y se morirán de risa.

 

 

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Cuento de Primavera: El candidato incómodo

19 mayo, 2014 By amarias Dejar un comentario

La recepcionista observó de arriba abajo al hombre que tenía ante sí. Aparentaba tener unos cincuenta y tantos años, y, a pesar de la petición que le había formulado, parecía normal. Pacífico. No lo había visto antes, no tenía características físicas resaltables, estaba correctamente vestido -no había pirsíns en sus orejas, no llevaba pantalones a media pierna o chancletas-.

-Disculpe, no entendí bien su nombre. ¿Se llama usted…? -dijo la joven, para ganar tiempo. El visitante había solicitado ver al Presidente del Partido, pero ella tenía órdenes estrictas de no dejar pasar a nadie que no perteneciera a la Junta Directiva. La Ejecutiva estaba reunida desde primeras horas de la mañana discutiendo los puntos fuertes del programa electoral que se presentaría a los medios de comunicación, que habían sido convocados para la rueda de prensa a la una de la tarde.

-Me llamo Ciudanelo Concientrado -dijo, pausadamente, el desconocido.

-¿Y el motivo por el que desea ver al Presidente es…?

El Sr. Concientrado expresó su propósito con naturalidad.

-Como le dije antes, quiero presentarme como candidato a las próximas elecciones.

La señorita recepcionista repasó, como si pretendiera la confirmación, lo que ya había escuchado con anterioridad, resaltando lo que le resultaba de una incongruencia insalvable.

-Pero usted me ha dicho que no es miembro del Partido, ni conoce a nadie de la directiva..´.

-Puede añadir algo más -indicó Concientrado- no tengo ni idea del programa de este Partido, ni me interesa. Solo quiero presentarme ante quien tenga la autoridad en esta organización para ofrecer mi candidatura como cabeza de lista a las próximas elecciones. Eso sí, con una condición: será con mi propio programa.

La joven se fijó entonces en que el individuo tenía en la mano un folleto de colorines en el que, por lo que podía intuirse, figuraban varias frases escuetas, escritas con letras bastante grandes. Perfeccionó su impresión inicial de que, a pesar del aspecto normal, el tipo debía estar mal de la cabeza.

Concientrado parecía haber tomado carrerilla en la expresión del propósito que le había guiado hasta allí, porque continuó, -haciendo caso omiso de lo que, como cualquiera habría descubierto, era una oposición formal de la empleada-, dando sus explicaciones:

-Usted no me conoce, y no creo que me conozca tampoco ninguna de las personas de la Ejecutiva de la agrupación política que le emplea como recepcionista.  No se ni quiénes son. Tengo sesenta y un años, he conseguido una posición desahogada como profesional. No tengo necesidades económicas ni ataduras empresariales, personales o políticas. No debo nada a nadie. Estoy al cabo de todas las calles y enfocando ya la etapa final de mi vida. Por eso, he creído que ha llegado el momento de devolver a la sociedad los réditos de lo que me ha dado, ofreciéndole mi visión de lo que habría que hacer para solucionar los problemas actuales.

La joven respiró, aliviada, al advertir que Jorgesindo de la Dehesa, el responsable de Relación con los Media, acababa de salir de la Sala de Reuniones para tomar aire.

-Sr. de la Dehesa, ¿tiene un momento para atender al Sr. Concientrado? -preguntó, al vuelo.

-Lupicinia, sabes que estoy muy ocupado, no tengo tiempo para..-se excusó el interpelado.

Concientrado le tendió la mano.

-Mi mensaje es directo, Sr. de la Dehesa. Quiero ser cabeza de lista de su partido en las próximas elecciones. Traigo mi programa, y solo necesito un partido para ganar. He elegido el suyo porque figuran ustedes como uno de los tres que están igualados en las encuestas, aunque con la particularidad de que aún no han dado a conocer su programa. Eso me interesa. Se trata, al fin y al cabo, de evitar el desgobierno que provocarían tres programas, tres alternativas igualadas en representación…

El Sr. de la Dehesa echó una mirada de escrutinio sobre el personaje.

-Lo siento, Sr. Concentriado -(Concientrado, le corrigió el interpelado)-. Estamos justamente ahora decidiendo los puntos claves de nuestra oferta electoral, y estamos muy apurados. Además, como comprenderá, las listas están cerradas.

-Ahí está el punto -incidió el extraño-. Mi propuesta no tiene ninguna contaminación política, por lo que no me importa quiénes vayan conmigo en la candidatura. Incluso, sería deseable que fueran ciudadanos anónimos, desconocidos. No caiga en el error, sin embargo, de pensar que mi programa carece de carga ideológica. La tiene, y mucha. Pero me resultaría inaceptable que no pudiera ser asumida por un partido que pretendiera gobernar para la mayoría. Ofrezco mi experiencia, mis conocimientos y mi capacidad.

-Todos los candidatos…- intervino De la Dehesa; quería decir algo respecto a que ese era el espíritu que guiaba a los seleccionados por la lista de su partido. Pero Concientrado estaba embalado.

-Todos los candidatos -dijo, utilizando su comienzo de frase- se centran en temas marginales, con ideas de poco contenido y sin exponer soluciones: ¿la corrupción de los demás partidos?: no me interesa; ¿lo bien o mal que lo hacen o va a hacer los demás?: es una petición de principio o una opinión sin refrendo formal. ¿Dónde están las fórmulas concretas para solucionar el problema del paro? ¿Aumentar impuestos? ¿Incrementar el consumo? ¿Animar a que todo el mundo invierta sus ahorros?: todo lo que se propone tiene partidarios y detractores. Por no hablar de lo que no admite  discusión: ¿Proteger el ambiente? ¿Generar más recursos? ¿Mejorar el poder adquisitivo? ¡Claro! Pero no me digan lo que hay que hacer, sino cómo hacerlo.

-Puedo estar de acuerdo con Vd. en el análisis, pero no en el diagnóstico -admitió el Sr. de la Dehesa, por decir algo-. Nosotros estamos, justamente, analizando las propuestas para resolver las cuestiones que preocupan a la sociedad, y le aseguro, que nuestra voluntad es…

-Conozco esa forma de argumentar, pues es la que hemos oído muchas veces. Pero, le repito:¿saben cómo hacerlo? -la pregunta resultaba insolente, pero el Sr. Concientrado, continuó, sin esperar la respuesta del otro-. Estoy seguro de que no, pero no se preocupe. Nadie tiene la respuesta perfecta. No existe mente humana que pueda pretender tenerla. El futuro es esencialmente imprevisible, depende de demasiadas variables que no controlamos, y la historia demuestra que el ser humano no sabe hacer predicciones infalibles. En mi programa, del que le hago entrega en este momento oficialmente de una copia -le alargó un ejemplar-, indico la fórmula de encontrar las respuestas. No digo que las tenga, sino que sé la manera de detectarlas en el camino.

Al Sr. de la Dehesa aquellos papeles le tenían sin cuidado. Los recogió, aparentando comprensión y un interés formal, y, con tono afable, le indicó algo así como “Muchas gracias, lo estudiaremos con atención”. Se disponía a volver a la sala de Reuniones, en donde suponía que ya estarían inquietos por su ausencia.

Concientrado no era tan fácil de desviar.

-No tengo la menor idea de si ustedes pretenden enfocar su programa con base a proponer aumentar los impuestos a los más ricos, animar algo al consumo, invertir aún más en quién sabe qué infraestructuras, privatizar más, reducir hasta donde les parezca el gasto público, disminuir o congelar las pensiones, cambiar el plan educativo o la forma de impulsar la investigación, aumentar o eliminar las prestaciones sociales o, simplemente, piensan que les bastaría con salir del paso con cuatro obviedades, y tener suerte de despertar la simpatía por su candidato en algún debate televisivo,  para conseguir la mayoría en las elecciones y dejar pasar otros cuatro años confiando en que la coyuntura mejore y alardear después de que ha sido gracias a su programa…

De la Dehesa farfulló algo. No se le entendió.

-Me he tomado la molestia, aunque lo he hecho con gusto -prosiguió Concientrado- de reunirme con más de doscientas personas de los más diversos sectores -empresarios, defensores ecológicos, parados, funcionarios públicos,  jóvenes con ideas, profesores universitarios, jubilados, sí,…, también algunos políticos…- y he sacado mis conclusiones, que están aquí, en este programa. Todo el mundo tiene alguna idea, pero su coincidencia mayor es echar la culpa a alguien distinto de ellos mismos, acerca de lo que está pasando.

De la Dehesa, que no quería aparecer como insolente, se había detenido en su marcha por el pasillo. Concientrado se animó a contar algo más:

–La clave de este programa, como le decía, es que no hay programa, sino el compromiso de que todas mis actuaciones serán transparentes para la totalidad de los ciudadanos.  Concibo la política como un servicio, no como una profesión, ni como una carrera de obstáculos. Los que colaborarán conmigo serán personas que no estarán preocupadas ni por su salario, que no tendrán, ni por aumentar sus méritos, porque ya no los necesitarán. Ofrecerán sus capacidades. Todas nuestras reuniones, las de todo el Gabinete, serán públicas. Cuando nos reunamos con cualquier agente social o económico, todo el mundo podrá valorar lo que proponemos que se haga, o se deje de hacer y conocerá directamente las resistencias, si las hay, o las propuestas, si se les ocurren, de los que opinen lo contrario. Como en el programa solo ofrezco capacidades, ya que los objetivos serán de toda las sociedad, pondremos en pie una actuación flexible, adaptativa, coherente con lo que se crea mejor en cada momento y, por todo ello, estrictamente revolucionario.

Al Sr. de la Dehesa, que llevaba ya veinte años como responsable de Prensa, se le ocurrió algo:

-Sr. Concientrado, eso que propone es una solemne tontería. ¿Transparencia, dice? ¿Para qué? ¡La política es una profesión! ¡Su programa carece de ideología! ¡Hace falta un programa, se cumpla o no se cumpla, porque la gente tiene que saber qué vota! Y permítame que le diga una clave, algo sustancial: ¡Hay que vender optimismo, soluciones, aunque sean quiméricas! Su idea de una candidatura sin programa es infantil, no tiene viabilidad. Es…ridícula.

El candidato incómodo sonrió tristemente.

-En realidad, no esperaba otra respuesta. No es el primer partido que visito hoy. Todas las personas con las que me he entrevistado, me han expresado más o menos lo mismo, y con ello, confirmo, lamentablemente, lo que sospechaba, y, con base en ello, tomo mi decisión.

-¿Qué sospechaba? ¿Qué decisión ha tomado? -no pudo evitar preguntar, curioso, el Sr. de la Dehesa. La señorita recepcionista, que había estado atendiendo al teléfono exterior, y solo había seguido parte de la conversación, sonrió mecánicamente.

-Votaré en blanco en estas elecciones. Seguiré haciendo mi trabajo lo mejor que pueda, pero que ningún partido cuente conmigo para respaldar su incapacidad de ser transparentes, humildes, adaptativos.

El candidato incómodo dio media vuelta, y sin decir más palabras, se fue tranquilamente por la puerta, dejando al responsable de Relación con los Media, aliviado.

-Hay por ahí cada personaje…-comentó a Lupicinia, ya mientras entraba de nuevo en la sala de Reuniones donde se siguió perfilando el programa electoral del partido.

Los tres partidos principales obtuvieron un número similar de votos, y, en la negociación posterior a las elecciones, se repartieron las carteras ministeriales.

FIN

 

 

 

 

 

 

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Cuento de invierno: El pacto de las termitas y los yurumíes

13 marzo, 2014 By amarias Dejar un comentario

Las termitas y los yurumíes nunca han hecho buenas migas, porque el alimento principal de los yurumíes son las termitas y, por más que éstas traten de morder a sus depredadores, sus dientes no provocan a éstos otra sensación que no sea la de un agradable cosquilleo. Pero la situación cambió de repente, por razones que nadie conoce y que estoy dispuesto a contar.

En una zona no muy bien precisada de la pampa argentina, vivía una floreciente colonia de termitas. La vista exterior de la colonia era impresionante. Estaba formada por varias decenas de pináculos de tierra, espaciados unos cuantos metros uno de otro, con una estructura interior muy semejante.

En el habitáculo más espacioso, moraba la pareja real, donde la reina, rígida por el protocolo, de aspecto orondo y abdomen inflado y seboso, estaba entregada de forma exclusiva a la producción de mano de obra. El rey consorte, carente de cometido oficial, deambulaba por los recovecos de palacio. En cada termitero podían encontrarse dos o tres reinas, que, obsesivamente ocupadas en comer y parir, desconocían la existencia de las otras, mientras los consortes organizaban francachelas con las doncellas de palacio.

La inmensa mayoría de la población la constituían las termitas obrero, que, desde la mañana temprano, debían salir a campo abierto para recoger trozos de dura celulosa que, convenientemente tratada por protozoos adiestrados, inmigrantes en sus estómagos, se convertía en una pasta alimenticia que compartían con sus hermanas y hermanos, bien regurgitándola o expeliéndola, según el conducto utilizado.

Las autoridades locales  de cada termitero correspondían, como en toda organización, a la clásica trilogía: el ejército, que agrupaba a las termitas soldado, cuya función era mantener el orden y defender al termitero de ataques tanto exteriores como interiores; el cuerpo legislativo y jurisdiccional, formado por las termitas aladas, condensación de la sabiduría práctica del termitero, que tenía por objeto producir en su seno, a partir de la formación adecuada -en especial, la sexual, con la prueba de madurez consistente en un vuelo nupcial- nuevos reyes y reinas; y, en fin, un tercer cuerpo de función imprecisa, los pseudoergados, que estaban a la expectativa de asumir una función u otra, según les pareciera y que eran, por ello, enigmáticos y peligrosos.

Tanta erudición sobre las termitas no tendría objeto alguno sino fuera la información precisa para entender que, como consecuencia de una bonanza continuada, en la que florecieron arbustos y plantas en la pampa, se ampliaron los límites de la colonia, llegando hasta donde nunca se pudo imaginar que llegaran.

La noticia sería excelente, sino fuera porque, a la par que el número de termiteros y, por tanto, de termitas, aumentó también el número de yurumíes.

Estos osos hormigueros gigantes estaban especializados en devorar termitas y hormigas, que se había convertido en su alimento exclusivo. Para facilitar su labor depredadora, desarrollaron una boca succionadora en donde se alberga una larga lengua pegajosa y unas garras tridáctilas, todos ellos excelentes adminículos para escarbar en los termiteros.

Cuando las termitas de la colonia advirtieron que los destrozos de sus termiteros eran cada vez más numerosos por los ataques de un grupo insaciable de yurumíes, tomaron la decisión de proponerles un pacto. No era sencilla la misión, puesto que cualquier aguerrido que tuviera el objetivo de dialogar con sus insaciables depredadores, corría el riesgo inmediato de ser devorado sin haber conseguido pronunciar ni la primera parte del mensaje.

-¿Cómo podemos convencer a un yurumí, cuyo único alimento somos justamente nosotras, las termitas, de que nos deje en paz? -era la cuestión principal a debatir, según expresó, con fina dicción, un especialista en Análisis conductual de los yurumíes y especies afines.

-La única forma posible, ya que cambiar sus hábitos nos llevaría un esfuerzo de varios miles de años, es derivar a los yurumíes que nos atacan a nosotras, para que se asienten en territorios alejados y devoren a otras termitas a las que no conozcamos ni de vista -expresó, con sagacidad combinada con erudición, un filósofo experto en Teoría de las compensaciones recíprocas, cuyo estudio empezaba a estar de moda.

-¿Y cómo captaremos la atención de “nuestros” yurumíes? -fue la pregunta que, por su atinada formulación, exigía un estudio profundo antes de responderla.

Después de dar muchas vueltas, consiguieron dar con una fórmula aceptable. Los enemigos más poderosos de los yurumíes son los tigres pamperos, conocidos como jaguares, que -aunque no siempre con éxito- son capaces de enfrentarse en batallas terribles con ellos, y, en una de cada tres veces, logran convertirlos en filetes.

Las termitas de la colonia hicieron llegar al representante de los jaguares, ubicado en las profundidades de la Patagonia, un mensaje, aprovechando la circunstancia de que los termiteros son regularmente utilizados por estos felinos como lugares idóneos desde donde otear y en donde defecar. Se trataba de transmitir, de jaguar en jaguar y termitero en termitero, que en su territorio pampero había carne abundante de yurumí, en especial, apetitosas crías apenas destetadas.

Muchos jaguares se acercaron hasta los territorios de las termitas emprendedoras para ver lo que había de cierto en todo aquello, y comprobaron que, en efecto, la relación de osos hormigueros versus conejos de las praderas era alta, la proporción alimentaria, adecuada, la calidad cárnica jugosa y, en consecuencia, se dedicaron a hacer algunas matanzas que diezmaron la población de osos hormigueros y, de seguir a ese ritmo, aseguraban el peligro de seguir diezmándola hasta reducirla a cero.

Los yurumíes se asustaron bastante y, aunque no disminuyeron su apetito drásticamente, se hicieron mucho más recelosos, lo que facilitó que las termitas, entre succión y ojeada, pudieran introducirles en la mollera este mensaje.

-Sabemos de una tierra en donde no hay jaguares y sí suficientes termitas para que podáis vivir en paz, como merecéis, como especie en extinción pero digna componente del equilibrio cósmico -les susurraban al oído, cuando se libraban de ser devoradas, a cada ocasión propicia, esto es, siempre que un surumí se acercaba a comer a su montículo.

Tanta insistencia tuvo sus frutos.

Por eso, si en sus paseos por la pampa argentina, el lector se tropieza con un grupo de termitas aladas seguidas por uno o varios yurumíes, debe entender que se trata de una expedición de la colonia a la que me he referido en esta historia, formada por voluntarios a la búsqueda de territorios ocupados por termitas con las que no tienen relación familiar alguna, en las que los osos hormigueros puedan vivir tranquilamente, mientras se extinguen de una vez por todas.

FIN

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Cuento de otoño: La sugerencia que no llegó a ser analizada

13 octubre, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

En Valgamediós estaban preocupados. No todos, desde luego. Pero sí la mayoría, y, en especial, la mayoría silenciosa.

Pasaba el tiempo, y la situación empezaba a ser insoportable.

Para algunos, resultaba muy molesto, pero por razones poco relevantes, aunque expresaban su disgusto torciendo la cabeza, y mirando hacia otros lados. Había pobres por todas partes. Les resultaba muy difícil caminar tranquilamente por la calle sin encontrar algún pedigüeño, lo que afeaba el lugar. A las puertas de los supermercados, de las iglesias, de los Bancos, de los restaurantes, había siempre alguien con la mano extendida.

El número de necesitados crecía, ya que, por algo que conocían como efecto llamada, venían incluso de otras poblaciones en las que, al parecer, aún estaban peor.

Eran numerosos los valgamediosanos a los que resultaba bastante duro resistir, pero confiaban en que las cosas volvieran a ser como antes. Añoraban los tiempos recién pasados, aunque ignoraban cómo la situación podría enderezarse, porque les resultaba muy complicado entender lo que había pasado.

-Nosotros, que conocemos cómo funciona el sistema, os prometemos que todo cambiará cuando las economías de los pueblos vecinos de Immererfolgreich y Nousavanttout, salgan adelante. También hay que esperar que al Presidente de Wetheworldleaders se le ocurra algo brillante. Su éxito nos arrastrará, y, hasta que esto suceda, invitamos a los jóvenes más capacitados a que busquen empleo en esos lugares, triunfen, y vuelvan a casa con nuevos ímpetus -era el mensaje que difundían, acompañado de música celestial, los altavoces instalados en los lugares oficiales pertinentes.

En realidad, hacía años que en Valgamediós no se creaban puestos de trabajo y, por tanto, no era posible cambiar, como antes, el tiempo, las habilidades y los conocimientos por dinero, en los mercados locales. Al contrario: las empresas de Valgamediós, despedían todos los días a miles de empleados, que pasaban a engrosar las cifras de los que ya estaban parados, que es la manera de expresar que se habían vuelto estupefactos.

Especialmente afectadas estaban las empresas que eran propiedad de pequeños comerciantes, gentes cuyos nombres eran conocidos, si bien lo que recogían los periódicos locales eran las protestas de los despedidos de las empresas más grandes, que armaban mucho alboroto.

-Ha cerrado la tienda de ultramarinos de la esquina, que llevaba en el barrio desde 1903 -comentaba la tía María a su vecino, jubilado.

-En esta calle, solo queda en pie la Expendeduría de Lotería -apostillaba otro, que se encontraba trabajando de extranjis en una mueblería.

La economía se había sumergido bastante, desde luego, y quien más quien menos, se había estado arreglando con alguna chapucilla, al menos, mientras cobraba el subsidio de desempleo. Pero incluso bajo el nivel del dinero que circulaba al aire libre, es decir, en las alcantarillas del sistema, escaseaban las oportunidades. Los salarios bajaban y bajaban.

Un buen día, el Controlador de Cuentas expuso la situación con crudeza:

-No hay dinero para mantener el Estado del bienestar. Los ingresos son muy inferiores a los gastos. A partir de ahora, viviremos en el estado del estar. Simplemente.

Pronto se supo que ese estado de estar era el equivalente a sálvese quien pueda. Y, para algunos, resultó incluso entretenido. Tenían liquidez, y surgieron nuevas oportunidades, porque a ellos, les bastaba solamente aprovecharse del estado de necesidad de otros, lo que proporcionaba beneficios interesantes. Compraban, a precio de saldo, lo que otros se veían obligados a vender.

Desde los Centros de Propuestas y Elucubraciones Imaginables, no faltaron ideas, pero el problema estaba en la dificultad de ponerlas en práctica. Para todas, se necesitaba dinero; para muchas de entre ellas, experiencia; para la mayoría, conocimientos de los que no se disponía.

-Tenemos que cambiar las reglas del mercado, porque solo sirven para que unos se enriquezcan a costa de los que carecen de información -escribió un experto en Historia de la Humanidad, en un artículo publicado en un periódico de tan escasa difusión, que apenas si vendía los ejemplares que compraban los que expresaban sus ideas en él.

-El mal está en el exceso de corrupción de los que dirigen y controlan, no en el sistema. Un poco de corrupción es tolerable, pero por encima del diez por ciento, es insoportable -explicó, con varios ejemplos imaginativos, un profesor de Ética Universal, que disponía de un importante patrimonio conseguido gracias a inversiones realizadas en productos altamente contaminantes y que vivía en un chalet adosado a su complacencia.

-Debemos fomentar la explotación de los recursos naturales, y puesto que nosotros sabemos disfrutar de la naturaleza, debemos desplazar las fábricas contaminantes a aquellos lugares en donde sus habitantes no tienen nuestra educación ecológica y no están acostumbrados a nuestros altos niveles de calidad de vida -apuntó un miembro distinguido de la Fundación para Proyectos Nimby, que contaba con muchos seguidores dispuestos a movilizarse a las primeras de cambio, reclamando la defensa del medio ambiente.

Incluso apareció un grupo la mar de interesante que defendía el uso de la imaginación para crear el propio puesto de trabajo, como fórmula que se aplicaba en los países más avanzados del orbe. El problema estaba en que la imaginación de los que solo tienen buena voluntad queda limitada por fronteras que se alcanzan muy pronto, y se encuentra con muros insalvables: la insuficiente formación, la escasa financiación, el largo tiempo de maduración de los proyectos, el miedo a fracasar porque el que cae una vez es estigmatizado para siempre y, sobre todo, se topa con un cúmulo de dificultades inextricables, que se fabricaban y perfeccionan por las noches, como hilos de Ariadna, en múltiples centros de mantenimiento del orden establecido, que colaboran con la indolencia y la apatía, hierbas que crecen libremente en los lugares donde nadie vigila.

Así estaban las cosas, cuando alguien anónimo escribió con spray rojo, en la misma Vía del Desánimo, por la que los valgamediosinos acostumbraban a pasear a diario, una sugerencia de apariencia muy elemental.

-Si queremos disfrutar del mayor bienestar posible, ¿por qué desperdiciamos las capacidades que tenemos? Dejemos de lamentarnos por lo que hemos perdido, y dediquémonos todos a trabajar en lo que sí podemos conseguir.

Seguramente al autor le pareció larga la parrafada y como debía tener tiempo para escribir un estrambote, antes de que lo descubrieran los vigilantes del lugar, había terminado con este lacónico mensaje:

“No necesitamos que nos enseñen a vivir y no nos dejaremos morir.”

Era otoño, y las hojas caídas de los árboles cubrieron casi de inmediato la propuesta. Por la tarde, un camión de la limpieza, provisto de mangueras que lanzaban chorros de agua a presión junto a un poderoso detergente, borró la propuesta en un santiamén.

-No era una mala idea -murmuró para sí el conductor del vehículo, mientras se dirigía a otros lugares que también le habían señalado como necesitados de un buen fregado.

Las luces de Valgamediós seguían apagándose sucesivamente.

FIN

Archivado en:Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado con:análisis, angel arias, colaboración, confianza, consenso, crisis, cuento de otoño, emigración, empresa, empresario, exportación, minería, paro, recursos naturales, salida, soluciones, sugerencia, túnel, Valgamedios

Hipertrofia intelectual

13 marzo, 2013 By amarias2013 2 comentarios

Hace unos días, leí en la Sección de Correos de los lectores de un periódico nacional, la carta de un ingeniero de caminos que pedía consejo (tal vez, solo consuelo) sobre lo que le correspondía hacer, al encontrarse en paro, al cabo de 15 años de ejercicio profesional y no verse con ánimos para trasladarse al extranjero con toda la familia.

La respuesta –ni qué decir tiene que emanada de un experto en relaciones laborales, coaching y personal relocation– le animaba a aprovechar la hipertrofia intelectual que le había proporcionado la carrera y, desde luego, no desaprovechar las oportunidades de la demanda de técnicos con su experiencia en países latinoamérica, de los que citaba, como idóneos, Brasil, Colombia, Chile o Perú.

Reconozco que lo que me llamó la atención no fue tanto la propuesta de salvación del erudito, sino la referencia a la “hipertrofia intelectual” de los ingenieros de caminos (rectius: y “canales y puertos”). Preciso por ello, para aquellos lectores que estén pensando en recurrir al diccionario para descartar que se trate de una forma refinada de insultar a alguien, que el counseler se refería al hipotético desarrollo excepcional de las meninges y sus conexiones cerebelo-cerebrales que estaría directamente derivado de los amplios estudios de tan difícil carrera.

No tengo nada que objetar a la idea de que estudiar mucho y bien, y en especial, materias que obliguen a egercitar la abstracción y a ensanchar la base de los conocimientos teóricos, es saludable para poder afrontar posteriormente problemas reales con mayor solvencia. Lo que me parece un error indisculpable es seguir atribuyendo a concretas especialidades universitarias la virtud de ser más listos para resolver las cuestiones prácticas de la vida.

Eso era antes, mon amour. Aquellos tiempos del cuplé en que ser ingeniero de caminos, o, si se me permite, ingeniero en cualquier rama de la técnica, significaba tener directo acceso a un estatus más alto, adobado con el respeto social a mentes consideradas superiores por haber superado pruebas tan complejas como misteriosas.

Hoy, en absoluto es así. Ni los ingenieros, sean de caminos como de chispas o agujeros, se escapan al paro, ni gozan de consideración social, ni, por supuesto, se creen superiores a nadie. Incluso, saber más significa tener menos opciones de sobrevivir en esta jungla.

Y, por cierto, si se quiere hacer elogio al desarrollo de los cerebros por culpa de haberse pasado los días y las noches quemándose las cejas sobre los libros, no se quede el iluso consejero solo en alabar las ingenierías.

Incorpore también a los que hayan estudiado ciencias físicas, filosofía, exactas, química; no deje fuera a todos los que hayan aprendido bien, con intensidad cualquier carrera de las que deberían haberles capacitado para ganarse el pan haciendo un servicio útil a los demás. ¿Qué decir de los médicos, por qué olvidar los abogados? ¿Despreciamos a los biólogos, a los economistas? …No, claro que no. Vengan todos al infierno del desánimo.

Queridos colegas hipertrofiados intelectualmente, sea cual sea vuestra rama del saber. Recibid mi más sentido pésame, por el tiempo que habéis dedicado a prepararos para tener una vida normal, en vuestro país y con vuestros compatriotas. Los expertos en la globalización han diagnosticado que no tenéis sitio entre nosotros. Pero, por fortuna para vosotros, si estáis dispuestos a marchar al extranjero, a un país con futuro, podréis salvaros.

Los que no tenemos salvación somos los tipos del montón, obligados a quedarnos aquí, soportando cómo nos aprietan las clavijas del estómago unos cuantos tipos de desconocida formación intelectual, aunque, a juzgar por sus actuaciones, hiposensibilizados con la desgracia colectiva.

Archivado en:Cultura, Sociedad Etiquetado con:cartas de los lectores, coaching, consejos, crisis, emigración, hipertrofia intelectual, ingenieros de caminos, soluciones

La luz del túnel

5 marzo, 2013 By amarias2013 2 comentarios

La imagen es sugerente, y por eso, se emplea con frecuencia. “Ya vemos la luz del final del túnel”, hemos oído decir muchas veces -es decir, sin fundamento- a los políticos que se encuentran con responsabilidades de gobierno, para tranquilizar los ánimos.

La existencia de un túnel implica que alguien ha estado antes por el territorio y que, además, lo ha hecho con medios suficientes como para horadar el obstáculo, ampliarlo y robustecer los techos y paredes. La única incógnita que debe despejar quien, posteriormente, se aventura por el agujero es la de su longitud,  que determina el tiempo necesario para alcanzar la otra salida.

Para quienes marcan las directrices (1) en la Unión Europea (“die europäische Troika” es decir, Europäische Kommission, EZB -Europäische Zentral Bank-, e IWF .-Internationalen Währungsfond-), y los que las implementan en nuestro pequeño país, es evidente que la idea del túnel es la admitida: los estados mayores y más ricos han pasado por lo mismo, saben por experiencia propia que después de un período de oscuridad y angustia se llega a la luz del bienestar (que se había perdido momentáneamente). Si perseveramos en el camino, tendremos como premio la misma felicidad de la que ahora disfruta el centro de Europa.

Este agujero no tiene, sin embargo, el aspecto de ser un túnel. Al menos, no de uno que esté ya fabricado y haya sido usado. Hace ya tiempo que avanzamos a pico y pala, y la difícil extracción de los escombros está bloqueando la entrada. Las únicas luces que se ven son las que proceden, y cada vez más débiles, de las linternas de algunos con cascos en los que puede leerse “capataces” y que, por cierto, no se distinguen precisamente por estar en la primera línea del tajo.

Algunos expertos consultados dicen que, analizando los detritus,  no estamos caminando por un túnel, sino fabricando un pozo, y nos aconsejan abandonar la tarea.

Se ha oído una voz desde algún lugar de la comitiva: “¡Eh, los de atrás! ¿Seguís viendo la entrada del túnel?”.

El silencio resulta, de momento, sobrecogedor.

Archivado en:Sociedad Etiquetado con:banco central europeo, comisión europea, fondo monetario internacional, IWF, luz, medidas, oportunidades, pozo, recuperación económica, salida, silencio, soluciones, troika. EZB, túnel, viabilidad

Manzanas podres o cosecha perdida

15 febrero, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Me parece que ha llegado el momento de decidir si el problema se resuelve separando de los cestos unas cuantas manzanas podres o habrá que lamentar que la cosecha completa está perdida.

Por supuesto, soy de la convicción de que la cosecha es, globalmente, buena. Y si alguien pensara lo contrario o tuviera dudas, por la cuenta que le tiene a él y nos tiene a todos los españoles, que concentre su rabia en podar y fertilizar la pomarada y, ayudado por gente capaz, plante nuevos árboles en el lugar de los que la peste, el muérdago, los pulgones o la edad hayan dejado inservibles.

No nos confundamos. Si todo estuviera emponzoñado, la regeneración total sería imposible. Y si solo algunos individuos o subsectores económicos tienen filoxera, con apartarlos,  basta.

La complacencia que se ha implantado entre nosotros para denunciar obsesivamente todo cuanto está mal, amontonando sospechas, certezas o infamias contra el de enfrente, al que se dispara, a la menor ocasión, con balines, salvas de fogueo u obuses, no nos solucionará la crisis económica.

La hará aún más profunda, porque el recelo y la desconfianza general no crean actividad, ni por tanto, empleo. Y nos convierten en foco de atención general, pero por la parte menos favorecida, que es el culo.

Hace ya tiempo que las únicas voces que escucho son las que hablan de escándalo, corrupción y engaños. No me produce complacencia alguna, sino aún más inquietud. Porque encuentro aún más apagadas y distantes de asumir protagonismo las propuestas constructivas de regeneración, de impulso, de innovación.

Necesitamos líderes con autoridad moral para reclamar calma y exigir que los esfuerzos aflojen la tendencia a la inmolación colectiva, como fatal fórmula de catarsis, y se deriven hacia lo útil, lo positivo, reforzando lo sólido, y apoyando lo que funciona.

En la conferencia pronunciada el 12 de febrero de 2012, casi en loor de santidad, por Luis María Ansón, en ese foro de las élites socioeconómicas llamado Club Siglo XXI, el ponente, después de pasar revista a lo mancillada que se encuentra nuestra democracia, detectaba como personalidades más relevantes para dirigir la regeneración moral, constitucional y social, a dos viejos conocidos del país, ambos ex-presidentes de Gobierno en los que se disfrutó de prosperidad: José María Aznar y Felipe Gonzalez.

Capto la intención pero no le veo el sentido. Bien está que ambos próceres, cada uno sin salirse de su ámbito ideológico, pronuncien conferencias y escriban libros narrando su experiencia personal y atizando con su paleta a diestro y siniestro, garantizando así, fundamentalmente, que el público asistente tenga algo que comentar al día siguiente con sus parientes.

Más ambicioso, me gustaría que la sociedad española fuera capaz de encontrar decenas, miles, de nombres nuevos. En el contagio del impulso de gente ilusionada y activa se creó una nueva Constitución y se consiguió que un país proclive a solventar las diferencias, aspiraciones y envidias a mamporros (o a disparos de fusil) se pusiera a trabajar en la reforma.

Y ese fue el milagro, no atribuíble a Gonzáleces ni Aznáreces, sino a anónimos héroes que se dejaron la piel en el empeño de hacer efectiva una ilusión a la que hicieron cuestión personal

Fue una lástima que se nos colaran varias manzanas podridas. Tantas. Pero la cosecha no está, no puede estar perdida. Los que sí se perdieron, destruídos, fueron los héroes anónimos de aquella historia de éxito; hay que encontrar otros.

Archivado en:Sociedad Etiquetado con:Club Siglo XXI, cosecha, crisis económica, crisis moral, diferencias ideológicas, Felipe González, José María Aznar, Luis María Ansón, manzanas, podridas, soluciones

El Club de la Tragedia: Porqué no arrancamos

4 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

El Gobierno está haciendo lo que hay que hacer, según él, y hay que darle la razón. Porque según la crítica, entre los que me incluyo: hacen lo que les conviene. (Y no implica ésto que he escrito un desprecio hacia las lumbreras de este Ejecutivo -que haberlas, haylas-: un buen empleado hace lo que beneficia a su empleador, que para eso le paga).

Como ya somos mayores en este cuento de andar rondando a las soluciones de la crisis, hora es de ir directamente al grano. A corto plazo, no tenemos remedio.

Las grandes empresas de este país, cuyos propietarios (algunos con nombre conocido, otros, ocultos en Sicav y sociedades de control) y sus principales ejecutivos andaban a Rolex cuando los demás andábamos a setas, han exprimido hasta dejarlas exangües las posibilidades de inversión y endeudamiento públicos.

Lo han hecho, naturalmente, en lo que era más vistoso y técnicamente no muy arriesgado. No en investigación y desarrollo, que eso ya lo harán otros. Se concentraron en carreteras, muchas carreteras; y en edificios, muchos edificios; y en depuradoras y desaladoras y múltiples sistemas de aducción y colección, aunque no hubiera siempre la intención de hacerlos funcionar algún día, si faltaran dineros.

Tenemos hoy una geografía plagada de cemento, armado y bien defendido, aunque no justificado siempre. De país agrario hemos pasado a ser país asfaltado.

La perspicacia del cooperador necesario en ese expolio de las arcas públicas, crédito presente y compromisos de pago futuros, – la Banca-, ha sido no descuidar la atención al sector privado.

Quiá. Enguadado el ambiente con unas promesas de perspectivas florecientes, han concedido préstamos hasta el gato, si le hubiera apetecido hacerse una casa con gatera. No había problemas a la vista: el país no podría pagárselo, pero Vd. sí. “España, país pobre; ciudadano español y asimilado, persona rica”, como he tenido ocasión de reflejar en otro Comentario, en boca de un japonés, que alegaba del suyo justamente lo contrario (“Japón, país rico…”; etc.).

Conclusión: No arrancaremos si alguien no nos empuja cuesta abajo, como había que hacer antes con los coches cuando, a la mañana, se encotraban fríos y había que dar al motor con  unas vueltas. Ahora dependemos de la exportación y del milagro del arrastre exterior.

Nuestras grandes empresas de construcción y servicios (FCC, ACS, Ferrovial, hasta Telefónica, Mapfre, y compañía), las ingenierías (en gran parte, drogodependientes de ellas), tienen sus Balances muy tocados: algunas estallarán en corto plazo. Las de producción de bienes de consumo más o menos directo y distribución (El Corte Inglés, Inditex, Carrefour, etc.) se mantienen a base de ofrecer peores calidades y aplastar aún más al comercio minorista; y no sigo, para no causar más depresión en el lector amigo.

Es cierto que la educación y la investigación son pilares del desarrollo; pero no se improvisan; implican medidas a medio y largo plazo; no tenemos, para impulsarlas, ni dineros, ni capacidades, ni, en casos muy sangrantes, ganas de reformas sustanciales.

Así que nos queda el turismo, la hostelería, la hospedería, la venta de las empresas de nuevas tecnologías al capital extranjero, atender a la especulación de los que se aprovechan de la coyuntura del caído. No nos moriremos de hambre, pero nos esperan períodos muy duros: adiós al estado social, riesgos al estado del derecho, imperio de la filosofía del sálvese quien pueda.

A los menos creyentes, nos queda el consuelo de reconocer que los españoles tenemos experiencia de momentos de austeridad. Sabemos, como hidalgos viejos en la sangre, vivir con menos; incluso malvivir con casi nada. Reagrupamiento de familias, aumento de la economía sumergida, imperio de la chapuza y de la picaresca.

No son buenas noticias, pero ni siquiera son noticias. No nos gusta que nos digan lo que hay, y a los que nos lo cuentan, los tachamos de pesimistas, de agoreros del desastre, de izquierdistas irredentos.

Qué se va a hacer, si somos ciclotímicos; pero si alguien tiene la solución, es hora de que nos la diga. Y si no se atreve nadie a poner orden en las cuentas de los que más tienen, forzándoles a repartir parte de lo que acumularon (si es que no se lo han llevado todo), que no se engañen luego los que pensaron que este pueblo puede aguantar con ilusiones fatuas, con promesas fantasiosas, que todo va a cambiar, porque hay que tener fe en lo que están haciendo, tensando la cuerda sobre los que menos tienen.

Porque el problema nuevo con el que se enfrentan los que manejan los hilos de la política aparente, es que ahora la información fluye con más rapidez y que acabaremos todos sabiendo porqué nuestra democracia no ha funcionado como debiera. Nos la tuvieron secuestrada, y se chupaban el jugo de la carne, dándonos las hebras sin sustancia.

 

Archivado en:Actualidad Etiquetado con:arcas, ciclotímicos, ciudadano español, club de la tragedia, crisis, democracia, endeudamiento, gobierno, perspectivas, política, setas, soluciones, tragedia

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