Si los países tuvieran temperatura, España estaría en situación de calentura. Los síntomas, varios: Gobierno en minoría popular y sin suficientes apoyos parlamentarios para sacar adelante unos presupuestos que se han presentado como más progresistas; Cataluña, la región que debería actuar como motor de mejora a nuestro desarrollo, secuestrada por secesionistas y camino de una recesión económica que nos afectará a todos; nuestro estado de derecho (así, con minúsculas), cuestionado por una mezcla de intereses en los que se alían revoltosos, letrados en el ejercicio de la defensa de sus clientes y aficionados a sacarle los tres (¿o eran cinco?) pies al gato.
He pensado, harto de escuchar análisis que tratan de explicar lo que nos pasa pero no superan la fase de diagnóstico, y tratando de liberarme yo mismo del contagio por la obsesión de detenerse en las causas y no profundizar en las medidas para atajar los males o mejorar los remedios, que el lector pudiera agradecer algo de poesía.
No es, sin duda, uno de mis mejores poemas, pero, al menos, es el último de los que tengo escritos. Lo escribí ayer, 12 de febrero de 2019, mientras viajaba en el metro de Madrid, muy congestionado últimamente (consecuencia de la sanción ciudadana que están recibiendo los huelguistas del taxi).
Con la edad disminuye lo que entiendo
y alimento con dolor la paradoja
de que, en vez de crecer cuanto comprendo,
voy rellenando de tachas cada hoja.
Mi vía a la ignorancia no está siendo
fruto del relator que en mi se aloja,
y de olvidar sin parar yo no me ofendo
ni dispongo ocasión para que escoja.
De pasar a ignorar no encuentro cura
si por cada verdad que yo recoja
es solo confusión lo que perdura,
y si pongo al saber alfombra roja
surge de sinrazón la fuerza oscura
que lo obliga a avanzar a pata coja.
12.02.19 (“Opus 33 del libro “Sea por instinto”)
Este águila se encontraba posada en la llanura de Villafáfila, seguramente atenta a los movimientos de algún topillo, conejo o ave menor descuidados. Al detectar mi auto, en el que avanzaba lentamente, levantó el vuelo, con un par de lentos y fuertes aletazos.
Creo poder identificarla como un ratonero (buteo buteo buteo). Los ratoneros, aunque son las rapaces más comunes por nuestros predios, presentan una gran variación de plumajes, desde casi blanco a castaño muy oscuro. Se le puede confundir con el halcón abejero, ocasional en emigración en la zona, pero este ejemplar, cuyas definitorias franjas negras en la parte posterior de la cola no son visibles en la toma, tiene un área clara en las primarias, por lo que avanzo en la identificación.
Cono puede verse en la foto, además, la rapaz, que está remontándose, tiene las alas elevadas y echadas hacia delante (la mano más alta que el brazo) y la cola abierta, entre otras característica distintivas.