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Cuento de invierno: Las calzas de Doña Presunta

26 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Se acercaba el cumpleaños de Doña Presunta, y su esposo, Don Precavido de Melindres, no tenía claro qué podría regalarle para tan singular ocasión. Los señores de Melindres disfrutaban, hasta ahora, de una posición desahogada (él era Pagador habilitado de clases pasivas). Para mayor abundamiento del bienestar de que gozaban, Doña Presunta era (había sido) hija única de los condes del Real Puente de la Carta Magna, y, aunque el título se había perdido, la dilecta señora había heredado un torreón vigía en los Monegros, que aún tenía vestigios de unas piedras que muy bien podían haber sido parte del escudo nobiliario de algún antepasado.

Don Precavido llevaba ya treinta y dos años teniendo un detalle con Doña Presunta, que fuera, al mismo tiempo, testimonio de imperecedero afecto hacia su cónyuge y alibi o tapadera de una afición que no estaba dispuesto a confesarle más que en su lecho de muerte. Porque, como tantos mentirosos, el Pagador habilitado cantaba en el sitio bendecido y ponía los jueves por la tarde sus huevos en otro diferente, actividad salutífera que le proporcionaba distracción en su aburrida existencia, a la que esta travesura dotaba de emoción y frescura.

Como Doña Presunta no era coleccionista ni aficionada a la ópera, los treinta y dos regalos de cumpleaños que jalonaban la vida en común con su farsante esposo, eran todos diferentes. Como Don Precavido concedía máximo valor a lo que perdura, no había llevado al hogar en tales momentos, tartas o bizcochos, o ramos florales, sino materia prácticamente imperecedera. Un año, fueron figuras de porcelana; otro, unos colgantes de oreja con las iniciales de ambos; aquel, un libro de recetas de cocina; para el décimo cumpleaños, una sortija con una falsa esmeralda, prácticamente verdadera. Y así, siguiendo.

Pero aquel año a Don Precavido se le agotaron las ideas. Por más que discurría, no se le antojaba nada conveniente. Y cuando estaba ya a punto de vencer el plazo, preguntó por una sugerencia a su amante de tantos años, a quien, para respetar la intimidad de la señora, viuda en la actualidad y, cómo no, respetabilísima, llamaremos por el seudónimo de Doña Agraciada.

-Regálale unas medias -fue la escueta orientación.
-¿No será poco? Piensa que Presunta es exigente -replicó Precavido.
-No hablo de unas medias cualesquiera, sino de unas que tengan dibujos atrevidos y de esas que se ajustan con liga en los muslámenes.- siguió Agraciada, dándole a la rueda.

Don Precavido se quedaba ya a punto de convencer mientras se ajustaba el cinturón. Y, recogiendo el maletín con las notificaciones de pensiones y nóminas que le habían quedado por repartir, habló desde la puerta, dando un beso a Agraciada en el pómulo derecho.

-No tengo yo gusto para esas cosas. Comprámelas tú, que ya te las pagaré. Y haz que te las envuelvan para regalo.

Todo sucedió como estaba acordado. Y el día del cumpleaños, Don Precavido entregó a Doña Presunta un paquete primorosamente adornado con una cinta de colorines, en cuya cima se había pegado una etiqueta que rezaba: Felicidades.

Doña Presunta recibió el paquete con alborozo, pues, como a todo quisque, le gustaban los regalos. Lo abrió sobre la marcha, y dejó al descubierto unas calzas de las que llegan hasta la parte más alta del muslo, con sus ligas propias, de puntillas, y hechuras tales que componían un entramado o dibujo que se podía considerar damasquinado.

-¡Qué preciosidad, Preca! ¡Qué gusto tienes! -decía la buena señora, dándole ósculos a diestro y siniestro al cornachuelo.
-Pues póntelas, nena -apuntilló el gaznápiro- Y salgamos prestos a lucir esas piernas de corista. Que te las vean, mi pelandusquina, que te vean.

Cuando Doña Presunta empezó a meterse las gambas en las calzas, una tarjeta de esas que dicen de visita se cayó de una de las medias, en donde, al parecer, estaba oculta. Sin necesidad de ponerse las gafas, pues Dios le había conservado buena vista para las cosas en donde no se precisan imaginación ni entendederas, la buena mujer pudo leer en voz alta lo que creía que era una expresa felicitación para su cumple:

“Donde terminan estas medias empieza, entera, mi dicha. Tu palomo procaz.”

Y, entonces, solo entonces, Precavido se dio cuenta que aquellas mismas medias habían sido, años ha, uno de sus regalos de amante encelado a su Agraciada.

Aguantó, impávido, el empuje desatado en Doña Presunta, que les llevó a ambos a caer, abrazados como una madeja, sobre la cama. Y mientras se debatía, azorado, entre las sábanas, se preguntaba el infeliz qué demonios le habría querido significar, creando aquel entuerto, la que había sido, al menos hasta entonces, su más querida.

Porque tuvo claro que aquellas calzas a Agraciada no le habían gustado, o no entendía porqué, si no, las tenía que haber puesto a circular por la tranquilidad de su hogar de tan aviesa manera.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: Agraciada, calzas, cama, clases pasivas, cuento de invierno, cuernos, cumplaños, medias, mensaje, nobiliario, pagador habilitado, pasión, Precavido, Presunta, regalo, sex appeal

El texto perdido del Discurso de Navidad del Rey Juan Carlos

25 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La Casa Real acaba de informar que se ha encontrado el discurso que se había preparado para que el Rey Juan Carlos lo pronunciara con motivo de la Navidad de 2013. Al darle ahora difusión, pide disculpas por haberse tenido que improvisar apuradamente un texto alternativo, en el que se han tenido que utilizar recortes de los mensajes de años anteriores.

A continuación, se recoge el texto perdido (y que, según parece, se había traspapelado entre los envoltorios de los regalos de Papá Noel, fiesta que la Familia Real viene celebrando en lugar de la de los Reyes, desde que el príncipe Felipe descubrió que los Reyes eran, en efecto, los Reyes).

“Queridos compatriotas:

Seré especialmente breve este año. Se bien que pocos estaréis viéndome ante la Televisión, porque, con razón, después de haberme oído repetir las mismas ideas, preferiréis dedicar vuestro tiempo a otra cosa. Tendréis ocasión mañana de conocer lo fundamental de lo que voy a decir, y comentarlo entre vosotros, porque el día 25 de diciembre no hay fútbol.

Los tres temas de que quiero hablaros son éstos: la imputación de mi yerno Ignacio Urdangarín (yo nunca lo llamé Iñaky) y, por lo que me han filtrado, la de mi hija Cristina; la intención separatista de bastantes catalanes, que quieren formar un estado independiente, y, por supuesto, republicano; y la incapacidad de la economía española para recuperarse.

Se que la mayoría de los españoles sois republicanos, así que me he preguntado muchas veces porqué se soporta un Rey, que es una figura anacrónica, como lo prueba el que solo se mantiene en algunos países subdesarrollados -económica o mentalmente-, como Inglaterra, Suecia, Holanda, Bélgica y ciertas antiguas colonias africanas europeas. No lo sé, la verdad. Tal vez la razón principal es que las alternativas no os convenzan, o que, sencillamente, os guste creer que tengo sangre azul y que poseo poderes especiales. Como los españoles, en general, son gente muy crédula o muy confiada, no me extrañaría cualquier cosa.

He puesto en la página web de la Casa Real la comparación entre lo que cuesta un Rey y un Presidente de la República, y, como veréis, los costes están más o menos equilibradas. Lo comido por lo servido, vamos. Lo que no me negaréis es que un Rey farda más. Y aunque, en mi caso, he tenido que ayudar a varios miembros de la familia, tanto de la mía como de la mi mujer, tampoco en eso veo el asunto diferente a lo que han hecho cientos de presidentes republicanos. Pero que nadie crea que me estoy defendiendo, las cuentas están claras y guardo los justificantes. Con todo, mi puesto está permanentemente a disposición, y hasta, cuando lo comento con Spottorno, me maravilla el tiempo que este reinado está durando, para lo que se acostumbra aquí-

No quiero que nadie se haga la ilusión de que Cristina va a ir a la cárcel. Hasta ahí podíamos llegar. Ni siquiera voy a consentir que enchironen a mi yerno. Ya está bien de tonterías. Se que está trabajando mucha gente importante para que esto no suceda, y tengo confianza en Roca para que movilice sus contactos, y, allí donde haga falta, ponga el énfasis jurídico adecuado.

No juzguéis y no seréis juzgados. Lo que hicieron puede sonar mal a algunos, pero es lo que hace todo el mundo que tiene alguna influencia. Si este país ha querido tener una familia real, tiene que asumir que, con discreción, que es lo que se estaba haciendo, íbamos a aprovecharnos del puesto. El fallo no ha sido nuestro, sino del sistema. Pero ojo, que nunca se sabe cómo pueden acabar las cosas. Se que hay grupos de fieles que están dispuestos a acudir a utilizar la fuerza, lo que a mí, como comandante supremo del Ejército no voy, en este caso, a intentar controlar. No me va a temblar la mano en defender la inocencia y honor de mi familia hasta el final y, ya sabéis, que soy un buen tirador.

Respecto a los catalanes separatistas, encuentro que, en este tema también, ya son ganas de tocar las narices. ¿Qué se cree ese grupo de funcionarios, que pueden pasarse por alto la Constitución, que todos hemos jurado? Aquí no se va a hacer ningún referéndum, porque ya tenemos las encuestas periódicas que hacen el CIES y las agencias de opinión.

Hay viajes para los que no se necesitan alforjas. Todos tenemos claro que los españoles quieren ser independientes, trabajar poco y ganar campeonatos mundiales, preferiblemente de fútbol. Los dos últimos objetivos están prácticamente cumplidos (aunque debo reconocer que no trabajan, pero tampoco cobran). En cuanto al primero, IKEA ha hecho un gran avance para que todos se sientan cómodos en su casa, incluso los catalanes. Pues que se atengan a las consecuencias, porque va a haber felpudos para todos.

Me queda el tema de la economía. Lo tengo clarísimo. En eso, pienso que es hora ya de que os caigáis del pino: no hay trabajo para todos, máxime desde que las mujeres se empeñan en trabajar. El trabajo que hay, es lógico que esté mal remunerado, porque donde había un puesto de trabajo, ahora, con suerte, hay dos, y se ha reducido lo que se paga por cada uno a bastante menos de la mitad. No se tanto de economía como De Guindos o Montoro, pero hasta el más tonto sabe que los puestos importantes están cubiertos y no es posible acceder a ellos para la mayoría. El mundo globalizado ha permitido que casi cualquier producto se pueda hacer en países en donde la mano de obra es baratísima y se pueda transportar casi en el día hasta donde se desee.

Así que lo único que puedo deciros es que tenéis que apretaros el cinturón, y no se hasta cuándo, porque no veo que el panorama va a cambiar. Eso sí, como España es un país católico, mayoritariamente la gente irá al cielo.

En fin, feliz Navidad a todos, tanto escépticos como creyentes. Y si queréis encontrarme, ya sabéis dónde estoy.

(El discurso se acompaña con la canción “Resistiré”, del Dúo Dinámico, con intérpretes reales)

Publicado en: Política, Sociedad Etiquetado como: abdicación, cárcel, catalanes, corrupción, Cristina, denuncia, discurso, economía, ejército, Familia Real, Felipe, fútbol, independencia, infanta, mensaje, Navidad, paro, rey juan carlos, trabajo, urdangarín

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