Al socaire

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Dudas

19 abril, 2021 By amarias 1 comentario

La mayor parte de los políticos españoles actuales han adquirido la base de su formación universitaria -los que la tienen, claro- en las Facultades de Derecho, Económicas o Sociología. Se ha puesto de moda la expresión “tiene estudios de…”, para indicar pretenciosamente que se han pisado las aulas universitarios (o los patios) uno o dos años, insinuando que basta respirar el aire de los antes respetados recintos para conseguir marchamo científico.

El esplendor de la titulitis se magnifica para aquellos que completaron estudios con cursos trimestrales o semestrales e incluso cortas estancias en el extranjero,  especialmente si la estadía les ha proporcionado un título en inglés que adorna o embellece semánticamente su teórica capacidad para participar, con apariencia de credibilidad, en la postulación para tomar decisiones que afecten al resto de los ciudadanos.

Por supuesto, de nada serviría tener el mejor currículum académico en cualquiera de esas disciplinas, en el marco del teórico reparto de competencias institucionales -porque no me estoy refiriendo a la competencia para ascender en la escala privada, sino solo en la pública-, para acceder a algún puesto relevante de las administraciones públicas, si los futuros rectores de las polis no pertenecieran a un partido político que les aúpe.

Porque aunque algunos “independientes” serán elegidos por el dedo divino del jefe de filas de cualquier facción con opciones de llegar a mando en plaza, para reforzar la proyección mediática de la oferta electoral, en realidad, se trata de militantes “tapados” o vergonzosos.

Las últimas décadas y, en especial, la procelosa deriva implacable de la lucha partidaria hacia el folclore, han supuesto la incorporación a los primeros puestos de la dirección de los asuntos políticos a personas que se han distinguido en gestas que poco tienen que ver con la gestión administrativa y, aún menos, con el conocimiento de la realidad. La ciencia que les servirá para ejercer en su tarea pública parece que la adquirirán por contagio y, en todo caso, para los más bisoños, se puede creer que están preparándose para dar el salto a la privada, llevándose consigo la información y la experiencia adquirida equivocándose con lo que es de todos.

Cojo ejemplos, casi al azar, del juego que se nos hace con lo público. Tenemos a un venerable sociólogo con título emitido en francés y experiencia docente foránea, como ministro de las Universidades a las que desconoce; a un astronauta en paro cuya relación con tecnología no cósmica es nula, como ministro de investigación y ciencia; a un filólogo en la lengua catalana que se dedicó a escribir panfletos como aficionado al periodismo, elevado a paladín prófugo del separatismo; a un sociólogo de aspecto descuidado, empachado según muestra a cada rato por sus lecturas infantiles del izquierdismo, empeñado en resucitar de su sepulcro con siete sellos al marxismo-leninismo ( y que, por cierto, aumentó su currículum revolucionario como vicepresidente sedente del peor gobierno de España -por ahora-), y, en fin, ahí tenemos en los bancos azules, marrones y rosas, a esposas, maridos y amantes asiduos a páginas de la prensa del corazón, conviviendo felices junto a ladronzuelos de siglas respetables, o maestros de metafísica, amigos de las puertas giratorias y hasta gentes que pasaban por allí y gritaron “¡Soy de los vuestros!”.

Si es que el lector cree que estoy criticando o adjetivando solo lo que luce en el actual Gobierno, no son mejores las alternativas. Ahí van licenciados en derecho que nunca ejercieron la abogacía en otro foro que en mítines, titulados en ciencias de la información que han hechos sus mejores dientes llevando la agenda de tareas de sus jefes, abogados de Estado dimisionarios, politólogos que conocen de economía lo justo para abrir una cuenta corriente, negacionistas de todo cuanto se afirme desde enfrente, tipos suaves especialistas en hablar alto y duro, instigadores oficiales a la bulla, etc.

Claro que no todo es así, gracias a Dios, pero lo que hay es suficiente para que nos llevemos las manos a la cabeza.

Otras veces me he atrevido a comentar la singularidad española y hoy quiero volver por mis andadas. La generación de los que tienen entre, digamos, sesenta y setenta y cinco años en España, ha tenido pocas oportunidades de demostrar su valía con puestos de trabajo y actividades relevantes. Ganándoles en edad, sus mayores, muy longevos, han impedido -no solo con buenas artes- que llegasen a sitios desde los que pudieran desbancarles. Por abajo, los más jóvenes, sin la limitación del respeto a sus mayores, les han comido la tostada, apoyados por el fugaz conocimiento que dan las antes llamadas nuevas tecnologías (informática, telecomunicaciones, etc.); donde a los ancianos de la tribu nos obligaban a aprender latín, griego, geometría euclídea y filosofía, estos retoños de menos de cincuenta años -y muy especialmente los que tienen entre treinta y cuarenta primaveras- no saben de tir ni per, sino solo de que la huida hacia delante es la mejor solución para escapar de un mal presente.

Hablando el otro día con un amigo que buscaba ingenieros con currículum para no se qué real academia, y que se lamentaba de no encontrar perfiles relevantes que se acercaran a los de lo ancianos que ya ocupan sus sitiales, me vino a la cabeza, en la que vuelve a crecer el pelo (gracias a la quimio) que la “experiencia verdadera” (esa que, en lenguaje paladino, afirmaba que “cortando testículos se aprende a capar”) no figura en la trayectoria curricular enseñable.

No quiero presumir de mi propia sabiduría, pero se bastante de lo que no está en los libros. Y, por eso, tengo dudas allí donde los que más alardean de conocimiento les han cosido las certezas que venden en la feria.

Publicado en: Actualidad, Administraciones públcias, Política Etiquetado como: dudas, partidos, política, políticos

Tránsfugas

24 marzo, 2021 By amarias Deja un comentario

Los políticos españoles han conseguido que desviemos la atención de los dos problemas acuciantes del país y concentremos el interés en sus tejemanejes. Por supuesto, no tengo dudas en cuanto a la identificación de esos problemas prioritarios: la superación de la pandemia, con revisión del nivel sanitario que permita hacer frente con solvencia las previsibles nuevas crisis; y la regeneración del tejido productivo y de empleo deteriorado gravemente por una gestión  de la pandemia vírica que juzgo errática y poco eficaz.

Resulta que lo que nuestros representantes desean que apreciemos no es su capacidad para resolver los problemas del país y movilizar a los agentes sociales en apoyo de esos objetivos (y explicar bien las dificultades encontradas si no los han conseguido). Lo que desean es que vayamos de la mano con sus argumentos de disputas de egos, sus tensiones emocionales y la quebradiza fidelidad a sus cabezas de fila, en los partidos que les han llevado a los asientos por los que dicen representarnos.

La precaria situación de la economía y la pérdida masiva de empleo no ha servido para promover un debate plural, coordinado desde la voluntad de eficacia y el conocimiento. Ha traído a escena un mal que en los países realmente desarrollados y en los que impera una democracia no cuestionada, parecía descartado en España. La polémica de una academicismo trasnochada entre la gestión liberal de la economía o un centralismo despótico desde el Estado. No estamos para ensayos, pero resulta que hay varios partidos que basan su política (al menos, de boquilla) en segregar el Estado, despreciar la iniciativa empresarial y presionar sobre las clases medias amenazándolas con incrementar los impuestos para sostener su idea de economía del bienestar.

Que en el otro lado ideológico, sus anteriores cabezas se vean hostigadas por la justificación judicial de supuestos (aunque cada vez menos) ingresos y gastos opacos al fisco, no es nada tranquilizador. Puede que los nuevos gestores deseen que olvidemos esa pasada dependencia de las cajas B de los partidos que gobernaron el país, pero resulta difícil pasar página sin quitarnos las manos de la cabeza.

Por mi naturaleza negociadora y mi ánimo progresista moderado, siempre me gustaron las opciones de centro izquierda. No queda más que la ceniza y el olor a humo de esa opción, como consecuencia de la deriva peligrosa hacia los extremos, con los que se han venido encendiendo las campañas de un colectivo de votantes cada vez más desinformado y menos culto.

Quizá lo que nos pasa es consecuencia de la consagración de la profesión de político como modus vivendi (error que estamos pagando, cuando solo debería dedicarse a la política quien tiene sus necesidades personales cubiertas y una experiencia personal acreditada). Porque hay que contemplar con estupor los movimientos de cambio de chaqueta ideológica de miembros de grupos parlamentarios con los que alcanzaron, en su momento, representación en las cámaras legislativas y en los órganos de las administraciones públicas.

Esas deserciones, cuando se concretan en cambios de partido, sin abandonar sus credenciales, pueden ser calificadas de traición. No solamente a sus colegas de formación y a los documentos que, supongo, firmaron cuando se afiliaron, sino a los votantes.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: elecciones, partidos, tránsfugas, votantes

¿Existe el centro?

8 octubre, 2019 By amarias Deja un comentario

Estaría dispuesto a suponer que cuando un grupo de personas se deciden a formar un partido político, no tienen la intención de alinearse a izquierda o derecha de ningún otro, sino de ocupar el centro. Aunque no pretendo que esta aseveración personal sea vista como lógica universal, debería aceptarse que todo líder como propietario de una opinión centrada, coherente y asumible por la mayoría de quienes estarían destinados a votarle.

¿O tal vez no sea así? Cuando analizamos lo poco que se conoce de los programas de los partidos españoles, parecería que las posiciones ideológicas y las propuestas se van configurando a partir de lo que se divulga de los mítines en los medios. Y como cuando se está en presencia de simpatizantes y adeptos, en el calor de un espacio compacto, con el micrófono en la mano y oyendo el eco de las propias palabras, la improvisación genera monstruos, se va calentando así una espiral de despropósitos verbales que acaban empañando cualquier campaña, haciendo perder la visión de lo que, en realidad, pretende cada partido.

He visto ayer la película de Amenábar “Mientras dure la guerra”, que toma su título de una frase atribuida a los generales rebeldes al principio de su asonada, para designar a Franco general superior (generalísimo) en tanto se pudieran sofocar los puntos de defensa de la República y que se suponían de poca resistencia. Es una buena película, de la que no tiene sentido ahora comentar las múltiples licencias que el brillante director se toma para robustecer el magnífico papel que hacen sus actores principales, todos ellos, como se dice ahora, “en estado de gracia”.

Conecto este párrafo con los primeros de este mismo Comentario porque el biopic (lamento utilizar el palabro para hacerme entender) me produjo desasosiego, que también creí percibir como sensación dominante en el resto de la sala, al acabar la proyección. ¿Han sido nuestros abuelos tan imbéciles, tan crueles, tan doctrinarios, tan poco ilustrados? ¿Se ha acabado de raíz la terrible planta de la envidia y el desprecio hacia los intelectuales y, aún peor, hacia quienes son capaces de expresar sus dudas, sin sentirse cómodos al elegir entre blanco o negro? ¿Somos todos, en realidad, como Santo Tomases, que solo nos fijamos en aquello que nos apetece ver, y solo creemos lo que nos encaja con lo que hemos preconcebido como nuestro argumento único?

Se que el centro no existe más que en las ciencias exactas. No, no existe el centro en política. Pero lo peligroso es irse a los extremos y, más aún, lo que conduce a enfrentamientos sin fin y sin sentido es alimentar el fuego de quienes no saben, no quieren escuchar, solo atienden a lo que se les dice desde la cúpula de quienes forman, con ellos, las huestes de la intolerancia, ya sea desde una u otra ideología.

“Ahí queda eso” (magnífica, como siempre en él, la intervención de Eduard Fernández metido en un papel tan casposo como el general Millán Astray, de terrible recuerdo, presentado como impulsor de un Francisco Franco reservado, pusilánime y oportunista.


Este grupo de gaviotas sombrías (larus fuscus), atento a las entregas alimenticias de la pleamar (invertebrados, carroña, desperdicios) en Punta Umbría, se compone de individuos de varias edades. La gaviota sombría se distingue, en especial de la argéntea (larus argentatus) por tener las patas amarillas y el dorso más oscuro.

Los ejemplares del primer invierno tienen las plumas de vuelo oscuras (carecen de la cuña pálida de las primarias, característica de esta especie), y el dorso está jaspeado de marrón grisáceo oscuro. Los que se ven en la foto son, junto a las aves adultas, de segundo invierno, por sus patas rosa apagado, y el pico de aspecto oscuro (el adulto lo tiene amarillo con una mancha roja)

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Amenábar, campaña electoral, centro, Eduard Fernández, Franco, Millán Astray, partidos, película

Pegas de egos

9 julio, 2019 By amarias Deja un comentario

Esta mañana, al asomarme por la ventana, vi que en la piscina de los vecinos un juvenil de mirlo común se debatía, tratando inútilmente de salir del agua. Estaba claro que, por sus propios medios, jamás conseguiría salir de esa trampa acuática a la que le habría llevado su inexperiencia volandera. Así que no lo dudé: fui a la casa vecina, llamé a uno de los telefonillos y advertí a la voz que un pajarito se había caído en su piscina. Debía tratarse de un niño, porque respondió con alboroto y me anunció, gozoso, que bajaba de inmediato.

-¡Ayer ya salvamos una cría de vencejo! -me informó, orgulloso de su función de salvador de especies en peligro de ahogamiento en las piscinas comunitarias.

Claro está que la situación de bloqueo político en la que nos encontramos no admite exacta comparación con la historia de la piscina, pero quienes venimos observando el comportamiento de los líderes de los cinco partidos políticos (por reducir a lo que podemos contar con los dedos de la mano las opciones en liza para formar gobierno en España), podríamos imaginar que son egos ahogándose en la piscina de su falta de entendimiento.

Tenemos todos claro que ningún partido alcanzó, en las últimas elecciones cada vez más lejanas, votos suficientes para permitirle gobernar en solitario. No hace falta darle vueltas al manubrio del entendimiento para admitir que el llamado bloque de las tres derechas (Ciudadanos, Partido Popular y Vox) no tendría mayoría suficiente para alzarse con el gobierno de la nación, incluso si consiguieran ponerse de acuerdo en borrar las líneas rojas que Ciudadanos ha trazado contra Vox, dando por admitido que se trata ésta de una facción ideológicamente contaminante, por sus posiciones reaccionarias en algunos puntos.

Por el lado de la izquierda, tampoco PSOE y Podemos, aunque llegasen a un acuerdo entre ellos, tendrían mayoría para gobernar. Necesitarían el apoyo de los independentistas y de los terroristas no arrepentidos, o que se abstuvieran en la investidura hipotética de Sánchez, algunos diputados de Ciudadanos, pongo por caso (rompiendo la disciplina de voto). Como la coalición instrumental entre las posiciones autodenominadas progresistas supondría, por imposición irrenunciable de Unidas Podemos, la incorporación de algunos miembros de su facción como ministros de gobierno del Estado (¡como garantía de que se  cumpla el programa del PSOE!), ha surgido una nueva línea roja en ese lado: entiende el equipo de Sánchez que ese gobierno conjunto sería contaminante para la libre capacidad de acción que desea para sí el socialismo moderado.

Tengo la cabeza como un bombo de tantas líneas rojas. Me he imaginado que Rivera y Sánchez han generado entre sí una animadversión recíproca de la que no son capaces de librarse sin pasar por un sicólogo/siquiatra de los que no hay. La antes fresca opción de Ciudadanos se ha convertido en una piltrafa ideológica de vetos incomprensibles, y si a alguno le parece lógico el abismo que ha trazado contra Vox, a otros no nos parece admisible tampoco el que tiene trazado contra el PSOE.

Incomprensible también, visto desde fuera, el pulso entre PSOE y Unidas Podemos (en realidad, solo desde Podemos, ya que la posición de la izquierda más acrisolada se ha ido por el wáter de un liderazgo inexistente). ¿Desconfía el populista Iglesias de que, si no incrusta ministros de su grey, el gobierno de Sánchez no será propiamente de izquierdas? Pero, ¿qué es la izquierda, qué concepto tiene el matrimonio Iglesias Montero y sus admiradores,  de la socialdemocracia, de la economía de mercado, de la monarquía parlamentaria, de la realidad española?

Si fuéramos, como así parece, a la convocatoria de unas nuevas elecciones, yo no acudiré a votar. Lo siento, pero no se trata de una segunda vuelta para elegir entre dos o tres candidatos, sino que lo que me estarían pidiendo es que cambiara el sentido de mi voto.

Y no es mi voto, ni el de millones de españoles, lo relevante en esta situación de bloqueo. Los líderes de los partidos políticos tienen que ir a la escuela de la realidad mundial, aprender lo que significa pactar, hacer análisis posibilista de una situación compleja. En el mundo de la empresa tenemos la obligación de hacerlo cada día, para sacar adelante un proyecto, una idea que nos pareció genial sobre el papel, pero que, confrontada con la realidad, se cubre de inmediato de la costra de las dificultades que hay que saber valorar, contrastar, evitar, vencer.

Un buen gestor sabe que no puede despreciar ningún recurso. Si se trata de la capacidad de personas, tanto más. Señores líderes de los partidos políticos, no están negociando el futuro del país o de la economía mundial. Son solo cuatro años. Decídanse a eliminar líneas rojas y actúen, déjense de dar aletazos en el agua de la piscina.

Y, por cierto, si tuviera que puntuar actitudes de los cabezas de lista en este tinglado de idas y vueltas que calienta nuestra desesperanza (y consciente de que a nadie habrá de interesar lo que yo piense), pondría en la cima de la sensatez a Pedro Sánchez, a Angel Gabilondo, a Ignacio Aguado o a Iñigo Errejón. Me parece penosa la actitud inflexible de Albert Rivera e Inés Arrimadas y lógicos los argumentos de Miguel Vals o Toni Cantó, razonable en su discreción actual (en distonía con su grave campaña electoral) a Pablo Casado, coherentes en su infumable radicalismo (pero verbalmente muy bien expresado) a Santiago Abascal y Espinosa de los Monteros, y exótica y fuera de contexto socio político a un errático Pablo Iglesias, sobrepasado, además, por una brillante Irene Montero.

Publicado en: Actualidad, Política, Sociedad Etiquetado como: Ciudadanos, egos, negociación, nuevas elecciones, partidos, PP, PSOE, Vox

Independientes como cabezas de lista

13 mayo, 2019 By amarias 2 comentarios

La incorporación de “independientes” de las formaciones políticas que ocupan la responsabilidad de Gobierno es práctica habitual, y no debería causarnos extrañeza. Se entiende que esas personas, debido a su experiencia específica en un campo determinado relacionado con las competencias que asumirán, ofrece una ventaja significativa sobre otras opciones que supondrían nombrar para el cargo a alguno de los militantes.

Dado que los programas electorales son ambiguos, imprecisos o inexistentes, el que un profesional con conocimientos y experiencia muy por encima de la media ocupe una Cartera ministerial, habría de verse como una garantía de que se tomarán decisiones adecuadas en el complejo mundo real, ante las oportunidades y problemas que aparezcan, y su capacidad de gestión brillará a la altura que demanda el compromiso público asumido.

Que esto no esté sucediendo en no pocos casos, y que las personas que ocupan las carteras ministeriales y las secretarías de Estado sean personas que más bien parece que utilizan la oportunidad de encontrarse mangoneando los intereses públicos para empingorotarse en las opciones privadas que posteriormente, cuando dejen sus cargos, se les ofrecerán, es harina de un costal al que no voy a referirme en este Comentario, aunque lo dejo apuntado.

Lo que me llama ahora la atención, en este período en que tenemos, nuevamente que decidir, en una elecciones específicas, quienes serán los concejales y parlamentarios -autonómicos y europeos- en los que delegaremos la gestión de los intereses más próximos a la ciudadanía, es la frecuencia con la que los independientes aparecen como cabezas de lista. Dejando a un lado que los alcaldes son elegidos, en realidad, por la Corporación municipal una vez constituida y que los presidentes de los Parlamentos autonómicos -como el central- son resultado de votaciones específicas en las Cámaras, me gustaría plantear algunas reflexiones sobre el significado de esta cuestión, desde mi perspectiva.

Podía utilizar otros ejemplos, extraídos de la realidad electoralista, pero me voy a detener en los candidatos Angel Gabilondo y Pepu Fernández, que se presentan como independientes en las listas del PSOE para la Presidencia de la Comunidad y para la Alcaldía de Madrid.

He oído decir al primero, en una de sus apariciones públicas por mor de la campaña, que “como independiente” tiene “su propio programa” y, en otro momento, que los partidos políticos (habrá que entender, de los que le hacen oposición), son “sectas”. Respecto al segundo, no puedo menos de admirarme de la febril diligencia con la que, por lo que me cuentan algunos “sectarios” del partido que lo apoya, visita las agrupaciones de su feudo, en donde utiliza ejemplos deportivos para llamar la atención de su grey, y caerles simpático.

Que Manuela Carmena, aún alcaldesa de Madrid (en funciones) como resultado de una agrupación de forzados intereses con la que ahora no se presenta a revalidar su puesto de representación, mantenga su halo de independiente después de cuatro años de sostener el cetro municipal, tomando decisiones y dirigiendo un equipo de previos desconocidos para ella , haya llevado a cabo su propio programa (que ha venido improvisando con aceptable solvencia y notable disgusto de sus opositores), y ahora quiera seguir haciendo lo que mejor le parezca con nuevos colaboradores, no me extraña. Carmena, a cada ocasión que se le presenta, esgrime con cierto deje orgulloso que es “independiente”; vamos, que hace lo que le parece bien según los vientos.

De la lectura de los libros de Manuela Carmena en los que narra su periplo judicial y del análisis mismo de su carrera como magistrada, la independencia -obligada por Ley y adornada con su talante peculiar- parece haber sido su guía de actuación, y a su edad, ya no la cambiará nadie.

Que esa cualidad de independencia, valor reconocido para la alcaldesa en funciones de Madrid sea un mérito esgrimido por otros candidatos de muy variados partidos, me sorprende.  Puede que en España los marginales, folklóricos, excéntricos, viejitos y kamikazes -elíjase según gustos- son muy apreciados.

Repaso las listas regionales y municipales de candidatos a las suaves poltronas o duros sillones de las responsabilidades públicas y encuentro muchos independientes encabezándolas. Y me hago las preguntas siguientes:

  1. ¿No tienen los partidos, entre sus afiliados, personas competentes y teóricamente capaces para proponerlos como futuros alcaldes y presidentes autonómicos? Si los tienen, ¿por qué no los presentan? ¿Qué piensan los afiliados de esa situación que los margina y convierte en simples colocadores de carteles y pasquines y en clacs revoltosas en los mítines?. Y si no los tienen, ¿a qué esperan? ¿Se han preguntado por qué no consiguen atraer a personas de solvencia reconocida? ¿Cómo valoran que tengan sus partidos tan poco atractivo para los “independientes”?
  2. Si los candidatos independientes, incorporados como cabezas de lista, alardean de tener sus propios programas, ¿es que los partidos están admitiendo que sus programas propios no existen o su cumplimiento carece de importancia práctica. ¿Qué esperan que votemos los electores que debemos, sin embargo, decidir entre opciones políticas? Y, por último, ¿nos toman, en verdad, por dóciles borregos que votaremos según posos ideológicos, temperamentales disquisiciones propias de un quirófano intelectual o…creen que votaremos al independiente sin fijarnos en el resto de la lista?No tengo más preguntas, Señorías.
    —
    Un rascón europeo (rallus aquaticus) sale de su escondrijo para cambiar de carrizo, andando rápidamente sobre el fango. La foto permite distinguir las características del especie en este ejemplar adulto, sorprendido en las marismas de Doñana, con su cuerpo, gordinflón en reposo, estirado para correr a toda velocidad.
    Su largo y fino pico, de color rojo, revela un adulto: los jóvenes lo tienen casi en su totalidad anaranjado. El manto es pardo oliváceo, moteado de negro y los flancos los tiene barrados en blanco y negro; el pecho, de un color gris azulado, color que, en el adulto, llega hasta el cuello. Su voz, inconfundible, cuando se  le molesta, recuerda inicialmente a un lechón. Por la noche, el macho es mucho más explícito en sus cantos de cortejo y aviso de posesión de territorio a sus congéneres.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Angel Gabilondo, cabezas de lista, independientes, Manuela Carmena, partidos, Pepu Fernández, PSOE

Reflexiones antes de votar

27 abril, 2019 By amarias Deja un comentario

Mañana, 28 de abril de 2019, más de 32 millones de españoles están llamados a votar, en unas elecciones generales en las que se elegirán quienes ocuparán las sillas destinadas en las dos cámaras para, respectivamente, diputados y senadores.

Hoy es día de reflexión y, aunque los candidatos no pueden hacer campaña, nada nos impide a los votantes de a pie que comuniquemos públicamente lo que pensamos de estas elecciones y de las opciones que se nos ofrecen.

No asistí a ningún acto electoral de partido, aunque seguí ambos debates televisados con relativo interés, en especial el que se emitió por la televisión pública. El segundo me resultó no exactamente aburrido, sino desconcertante.  No fue un intercambio de ideas, sino de golpes. No hubo contraste de opiniones, sino descalificaciones sin fundamento serio, ya fuera técnico, económico o sociológico.

Las encuestas preelectorales hablan de una ventaja para el candidato socialista, Pedro Sánchez, presidente de Gobierno al día de hoy, aunque los diputados del Partido Socialista no le darán mayoría suficiente para gobernar en solitario. La coalición Unidas-Podemos ya anunció que apoyará su elección, consciente Pablo Iglesias de que su partido ha perdido posiciones respecto a anteriores elecciones.

En los debates previos y por lo leído de lo anunciado en los mítines, Sánchez en ningún caso pactará con los independentistas, lo que hace problemático, -atendiendo a los avances de resultados de la votación-, que el apoyo de la antes tenida por extrema izquierda valga para consolidarle en el puesto de Presidente que, por lo visto y andado, tanto le gusta.

La posición de Ciudadanos es particularmente curiosa, ya que, por activa y por pasiva, a cada ocasión que se le presentó, Albert Rivera repite que hay que echar a Sánchez del Gobierno y se ha empeñado en trazar un frente de seguridad contra él, al que, asegura, no va a apoyar en ningún caso.

En el renovado Partido Popular, a pesar de los aplausos y vítores que sus adictos conceden a Pablo Casado, no se ve empuje suficiente para consolidarse como primera fuerza de la derecha, puesto que se le disputará, tanto por Ciudadanos como por Vox, en donde un crecido Abascal consigue reunir a miles de descontentos y patriotas de pelo en pecho cada vez que asoma la cabeza.

Muchos creemos todavía que el país lo que necesita es una coalición de gobierno entre PSOE y Ciudadanos, para tranquilizar la situación y poder dedicar los esfuerzos a crear empleo, mejorando el tejido empresarial existente y bajando del pedestal de las elucubraciones y fantasías económicas al que los socialistas, cuando gobiernan empujados por el populismo de izquierdas, parecen muy dados.

En esa tesitura, no se a quién votar. Soy consciente de que mi voto no vale nada, entregado al maremágnum de esos 32 millones restantes, de los que en buena parte ignoro qué razonamiento estarán haciendo. Tengo amigos en todas las facciones políticas que he citado y, por supuesto, los veo como personas sensatas…salvo cuando hablan de política.

Unos pertenecen como militantes a algún partido y, en ese sentido, la emoción de su ideología conceptual y el contagio de sus colegas de facción les impide entender con serenidad qué está pasando. En mi opinión, solo se fijan en aspectos puntuales, casi viscerales, del planteamiento del equipo electoral al que pertenecen.

Si les indico que no se ha hecho el cálculo económico de las propuestas, si les pretendo rebatir que los problemas acuciantes del país exigen medidas y no palabras para la corrección de la tendencia del paro y la generación de expectativas serias para más de un millón de jóvenes parados; si les pido que, en lugar de vagas indicaciones, me precisen la forma de sostener la seguridad social y el estado de bienestar; si les pregunto por cómo se va a modificar el actual desbarajuste en la formación universitaria; si les exijo que me ofrezcan soluciones al descontento de los investigadores de élite y a la falta de definición de sectores preferentes de nuestra economía; si les solicito medidas para el control y estímulo actividades empresariales;  si les objeto sobre el silencio en cuanto a la revisión del estado de las Autonomías, cuyo desequilibrio es, no ya evidente, sino dañino; si me intereso por saber el encaje de la política exterior con la Unión Europea, la OTAN o las medidas previstas para atender a las amenazas de los productores baratos…recibo vagas indicaciones, según los palos, hacia la necesidad de reformar la política fiscal, detener la emigración o levantar muros, volver a aplicar el artículo 155 de la Constitución, aumentar las medidas contra la violencia de género, favorecer los vientres de alquiler, reformar la Constitución, proclamar la República…gobernar las izquierdas…gobernar las derechas…

Si pudiera votar a dos partidos a la vez, apoyaría la opción PSOE-Ciudadanos. Y si se pudiera votar a todos los partidos simultáneamente, les preguntaría  a sus líderes: ¿no sois capaces de llegar entre vosotros, contando con la asesoría pertinente, por supuesto, independiente y libre, a un acuerdo de lo que hay que hacer para mejorar España?


El cuervo (corvus corax) es el  mayor de los paseriformes, incluso de más envergadura que el busardo ratonero. Pocas veces se tiene ocasión de verlo de cerca, pues es muy cauteloso. Este ejemplar, que fotografié en Fuerteventura, se acercaba, sin embargo, a arrebatar la comida que  los mal informados turistas ofrecían a las ardillas listadas.

Se distingue del cuervo desertícola (corvus rufficollis) con dificultad. Los especialistas dicen que hay que fijarse en el pico, comparativamente más fino en esta especie.

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: cuervo, partidos, reflexiones, votar

Semana de crispación

15 abril, 2019 By amarias Deja un comentario

Esta Semana Santa de 2019, antevíspera de las elecciones generales del 28 de abril, se presenta con la peculiar escenografía de la confrontación entre los espacios religiosos y los políticos.

Puesto a elucubrar sobre la forzada coincidencia, me pregunto si forma parte de la estrategia urdida por el equipo del presidente de Gobierno Sánchez, para contaminar el debate electoral con las procesiones de la Semana Santa, el vaivén turístico-vacacional de los presuntos votantes y, en suma, combinar en el cóctel de los sentimientos, la devoción de algunos a la rememoración de la Pasión del Cristo Redentor con el desencanto que produce el bajo nivel de nuestra clase política a la hora de encontrar soluciones a los males que nos afligen.

Por el lado del laicismo, hay motivos para encontrarnos inmersos en una sensación de desamparo, compatible con el recogimiento, la invitación a la meditación sobre la levedad de la vida humana y la invitación, bien aprovechada por todas las religiones (y glosada magníficamente por Karen Amstrong), para apuntar a un ser superior como elemento salvífico de nuestras debilidades y respuesta contundente a cualquier interrogante racional. Los candidatos que pretenden nuestro voto están más preocupados en salvar su pellejo frente a los otros adversarios que en decirnos a los que contemplamos sus peleas (con creciente escepticismo) que están pensado en los problemas que nos afectan, proponiendo soluciones factibles y no cantos de sirena y cuentos de la lechera.

Por el lado de la religión (incluida la parte de folklore que es consustancial al gran espectáculo de las procesiones), factor dominante en esta Semana preelectoral,  la Iglesia católica entra en campaña con sus postulados sobre la eutanasia, el derecho a nacer una vez concebido, la familia como elemento rector del buen orden ciudadano, la homosexualidad y otras supuestas desviaciones de la débil naturaleza, contaminado todo ello con la idea de un dios redentor y la necesidad de expiar por los pecados propios y, de paso, de toda la Humanidad.

No soy seguidor de mensajes desde el púlpito, pero no tengo duda de que el camino a la salvación de la fe cristiana pasa por votar las propuestas de los partidos de la derecha, con preferencia a cualquier desvío ideológico por los cerros de la izquierda, si es que aún el lector puede entenderse y entenderme al utilizar estos términos desorientadores.

En fin, la desafortunada desenvoltura con la que los líderes de los partidos políticos en liza electoralista se esfuerzan en desacreditar a trompazos a todos los demás, incluso a los que deberían formar parte de su tendencia ideológica, definiendo diferencias donde debería haber líneas programáticas, a base de descalificaciones personales y trazos gruesos de lenguaje populachero, hace daño a la democracia. Aumenta la crispación, crea más desencuentros.

Debería tener confianza en que los debates televisivos, en los que los candidatos se encuentran cara a casa con sus oponentes ante la audiencia y no frente a sus seguidores en mítines de campaña, servirá para aclarar las cosas.

Como perro viejo de estas y otras circunstancias, no tengo mucha esperanza en que se consiga ese efecto.  No me parece que el populismo de los profesores universitarios que, pertrechados tras sus plazas académicas de por vida, lanzando soflamas y promesas inviables, tenga otro valor que calentar los ánimos. Y menos tengo en que los defensores de bajar los impuestos y confiar la recuperación y el progreso al milagro de la eficiencia de los mercados, consigan poner freno al deterioro avistable de la pérdida de empleo masivo que provocará la generalización de las nuevas tecnologías en países, como el nuestro, que menosprecian la investigación y la enseñanza de calidad.

Entre tanto barullo, los detentadores de los grandes capitales -no me confundo, no son los Ortega, ni los Koplowitz, ni los Botín, …, no tienen nombre conocido y no residen en España-. son como las anguilas y se escapan ágilmente a otros ríos con mejores aguas si se les asusta lo más mínimo.

Tenemos serias dificultades para mantener el estado de bienestar -que es nuestro país alcanzó cotas excelentes, en realidad, impropias de nuestro Producto Interior Bruto- y aquí el debate no puede contentarse entre los partidarios de sostener lo actual y mejorarlo aún más. Hay que definir qué recursos necesitamos a la vista de la evolución de prestatarios y demandantes, y cómo se van a conseguir. A largo plazo. Y ello se relaciona con todo el sistema productivo, no con deseos ni promesas de adalides mitineros.

Se ha de reconocer que el Partido Socialista de Sánchez (lo que queda del viejo PSOE) ha demostrado imaginación para gobernar con ideas de poco calado pero gran efecto mediático, aunque percibo en el fondo una arriesgada propensión a la huída hacia adelante. Los números no salen, porque no se han hecho. No estamos necesitados de titulares, sino de letra pequeña.

He escrito ya muchas veces que a España le vendría bien una coalición de gobierno entre el PSOE y Ciudadanos. La forma en que se está llevando a cabo la campaña por ambos partidos es lamentable. Hay empujones obsesivos desde el socialismo de manual para agrupar a los simpatizantes de Ribera y Arrimadas (como cabezas más visibles) con la derecha retrógada, que son perfecta y erróneamente confirmados por el equipo de Ciudadanos, perdida la esencia del centro, con la insensata, e irreal, promesa de no apoyar un gobierno de Pedro Sánchez, por haberse aliado con los independentistas.

Muchos preferiríamos conocer qué va a hacer el Gobierno que salga de las urnas. No con quién se va a aliar para formar una coalición relativamente estable.  No es eso. Desearíamos saber cuáles son las medidas que son capaces de consensuar, a la vista de las posiciones de los restantes partidos, si, como es seguro, no van a conseguir la mayoría suficiente para gobernar en solitario.


Este ave, fotografiada lamentablemente con escasa definición (no preparé bien los parámetros del equipo de Canon con el que me dedico a captar imágenes de todo tipo de volanderos), es una canastera (glaveola pratincola). Parecida a la perdiz, por tamaño y algún comportamiento, se la distingue sin confusión, al menos en verano, por el pico rojo muy visible y el conspicuo dibujo cefálico, definible como una línea negra que va desde el ojo hasta la garganta.

Esta canastera se encontraba en Fuerteventura, a principios de abril de 2019, cerca de Morro Jable. Estaba ocupada cazando insectos del suelo, y tardó en advertir mi presencia. Cuando miré las fotos, mi decepción fue notable. Las retoqué como pude, sin mucho éxito.

Publicado en: Política, Sin categoría Etiquetado como: Ciudadanos, coalición, elecciones, Partido Popular, partidos, Podemos, política, pregramas, Ribera

Estrategias de minorías

25 marzo, 2019 By amarias Deja un comentario

Quizá una de las más espinosas cuestiones que deben resolverse tanto en la cotidianidad particular como en la gestión pública para evitar injusticias, tensiones y conflictos es la integración de las minorías.

La teoría democrática dice que las minorías tienen derechos y deben disponer de opciones de expresión y para defensa de sus intereses. Con variada semántica y cuidados matices, se indica en las Constituciones y en algunas leyes que regulan o pretenden regular los aspectos principales de nuestra convivencia, que se apoya el derecho de las minorías frente a las posibles intenciones avasalladoras de las inmensas mayorías.

La Constitución española vigente promulga que todos los españoles somos iguales ante la Ley y defiende, en consonancia con el principio, entre otras expresiones, el libre ejercicio de las opciones religiosas, de la expresión de las propias ideas o de la organización democrática de las asociaciones y corporaciones colegiales.

La teoría es mucho más atractiva que la práctica, y el tribunal Constitucional y las jurisdicciones específicas han tenido y tienen mucho trabajo en discernir responsabilidades cuando las minorías pretenden que sus derechos han sido avasallados.

Porque la casuística demuestra que en la vida económica y empresarial, en la política, en las relaciones profesionales, y hasta en las comunidades de vecinos -por citar solo al azar algunas de las muchas situaciones en las que concurren opiniones mayoritarias con discrepantes- falta con frecuencia la voluntad, está ausente el procedimiento, se adultera la mecánica, y, por supuesto, fallan los resultados, en el apoyo a las minorías. Muchas veces, a estas opciones minoritarias, el derecho que les queda es el del pataleo.

Vivimos, en consecuencia, época de manifestaciones callejeras, en las que, aprovechando el efecto multiplicador de la presencia en las calles, las minorías actúan sobre la vida ciudadana, bloqueando accesos, ocupando sitios, proyectando en los medios informativos, con pancartas, eslóganes, declaraciones y gritos, peticiones y reivindicaciones que no tendrían, de otra forma, atención alguna.

Pero vivimos también otro fenómeno. La gran disgregación en las opiniones, -surgida del exceso de crítica, la vacuidad de muchos análisis y la perversidad de algunos argumentos contrarios-, el excesivo alimento a la curiosidad morbosa, por la que cualquier vocinglero con gesticulaciones dramáticas obtiene atención y seguidores, la contaminación deshonesta con que se pretende desacreditar al otro, la desfachatez con la que se esgrimen, en defensa de los intereses propios o de grupo, supuestas verdades, ha permitido el crecimiento de las minorías, resultado de la incredulidad, la desinformación, el hastío y la polarización del discurso político hacia detalles, perdiendo la visión de conjunto.

No percibo soluciones a corto plazo para contener la disolución en reinos de taifas el deseo teórico, legítimo, de una opción dominante, mayoritaria, que se ha vuelto en ocasiones imposible. Grave es la cuestión cuando en cuestiones muy técnicas o que deberían ser dominio de especialistas, la mayoría haya sido conducida hacia el error, dejando confinada la minoría ilustrada al infierno del desprecio o escarnio general, que asiste sin acción al desastre colectivo.

Grave es también la cuestión en el terreno de la política. La consciencia de los partidos (no solo en España) de que los partidos tradicionales han perdido la capacidad de captar el apoyo de las mayorías, ha favorecido el crecimiento de opciones que ponen el foco puntual en promesas, críticas o apologías que pretenden captar la atención de los votantes desorientados o decepcionados.

Así que las opciones básicas de gobierno -que, de forma simplificada, no debieran ser otras que dos: la tensión razonable desde el capital o desde el trabajo- han perdido su identidad, enmarañadas en una polémica estéril que incluye banderas, precipicios ideológicos sin fundamento, franjas rojas de patio de colegio, enfrentamientos personales que aconsejarían un pase por el sicólogo y, en fin, descalificaciones agrias, no a los programas (que no existen o son inviables) a las personalidades del contrario.

Me parece, por tanto, que la estrategia de las minorías, que es tratar de centrar la discusión de lo que conviene hacer desde el Gobierno, en meros aspectos puntuales, se ha impuesto sobre lo que debería ser la estrategia de quienes quieren optar a una mayoría suficiente para gobernar. Disgregadas como un rebaño ante un pistoletazo, sin capacidad para organizarse en argumentos que puedan alcanzar el beneplácito general, las mayorías carecen de opción y los votantes, ante el espacio de acción imposible de tantas líneas rojas (un dominio de soluciones inviable, en visión matemática), han de confiar en que se cree un espacio postelectoral ex novo, imprevisible hoy.

Tiempo de grave riesgo para sensatos, en los que la verbosidad y la capacidad de convicción de que saben hacer uso los mercachifles, atraen a sus placebos a miríadas de desorientados, ingenuos y papanatas, .

—

La perdiz roja (alectoris rufa) está extendida por todo el territorio español, salvo concretas zonas de Asturias y los Pirineos, en donde resulta raro encontrarla, por haberse extinguido. Es gregaria, asustadiza y corre rápidamente a esconderse en los bordes de los pastizales y cultivos de secano en los que se alimenta.

El ave que fotografié formaba parte de un grupo de su especie, entretenida comiendo semillas en un campo de la Tramontana mallorquina. Aunque las diferentes especies de perdiz no parece que compartan hábitats, la perdiz roja (o común) se distingue, por ejemplo,, de la griega (alectoris greca) por su gorguera ancha, con listas pectorales negras. La perdiz griega, de similar comportamiento, tiene el babero blanco, perfilado con un borde negro en el centro del pecho

 

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: elecciones, minorías, partidos, programas

Reflexionando sobre la democracia

24 marzo, 2019 By amarias 1 comentario

La expresión ser o no demócrata se ha convertido en un arma arrojadiza, por la que descalificar a un contrario o afirmar la calidad del propio pensamiento. Todos queremos aparecer como liberales y tolerantes, en un juicio para el que no admitimos contradicción.

Opino, sin embargo, que tenemos adulterado el concepto o, por lo menos, el significado, de lo que debe ser la democracia. Porque la clave de ser demócrata, para un dirigente político, residiría en su capacidad para captar y defender el interés más general. Y como nos encontramos en un país terriblemente dividido, en el que hemos perdido la capacidad para encontrar puntos de coincidencia en lo sustancial, me temo que en demasiados aspectos no es posible detectar cómo y cuándo un responsable de la gestión pública está actuando democráticamente, es decir, en conexión con el mandato de la mayoría.

Hay un ejemplo espeluznante de cómo en un sector de la propia sociedad española se han adulterado los objetivos de democracia, justicia y libertad. Pienso, en efecto, en ese conjunto de ciudadanos, fundamentalmente residentes en Cataluña, que han llegado al convencimiento de que la democracia es dar cumplimiento a lo que ellos desean para su propio y exclusivo beneficio, hacer justicia es adulterar las leyes para conseguir que se exonere de culpa y responsabilidad a quienes les apetezca, sustrayéndolos a cualquier otra autoridad jurídica y, en fin, que la única libertad tolerable y digna de aprecio debe garantizar el sometimiento a la propia voluntad, despreciando de manera frontal los criterios y raciocinios con los que no estén de acuerdo.

Pero no me detengo ahí. Hoy, cualquiera de los líderes políticos españoles tiene muy difícil garantizar que actuará democráticamente, porque la voluntad del pueblo español está excepcionalmente dividida en los asuntos sustanciales. Al no existir expresión mayoritaria, no puede decirse que el pueblo tenga una opinión que canalizar a través de sus representantes.

En consecuencia, los elegidos en las urnas no representan más que facciones minoritarias, tienen visiones parciales de la sociedad y, por grande y honesta que pudiera ser su voluntad de actuar democráticamente, solo podrán hacerlo de manera intuitiva y, además, adulterando el mandato específico que le hubiera hecho sus votantes, de acuerdo con un programa que no consiguió alcanzar el apoyo mayoritario.

Me parece muy grave que no tengamos opciones de acuerdo mayoritario por no decir unánime, en asuntos tan serios como el modelo definitivo de Estado, las acciones imprescindibles para impulsar de verdad el desarrollo económico, la revisión de la gestión de la educación (básica, profesional o universitaria), la recentralización del desbarajuste autonómico,  la garantía de la igualdad en la sanidad y, en general, en el modelo asistencial, la homogeneidad en las tasas e impuestos independientemente de la ubicación del obligado fiscal, definir una política de Defensa y Estrategia propias y coherentes, atender a la imprescindible reducción de la terrible y dispar complejidad de las legislaciones y reglamentos según regiones (en cuestiones ambientales, sociales, sancionadoras), procurar el aprovechamiento pleno de los recursos naturales, precisar un modelo energético meditado, sostenible económicamente y técnicamente realizable, definir el óptimo aprovechamiento agrario en relación con la naturaleza de los terrenos, las disponibilidades hídricas y la valoración de los mercados, cuantificar de una vez el modelo hidrológico, incorporando los riesgos de sequía e inundaciones y el uso eficiente del recurso agua,…

En este desordenado panorama, se entiende como natural la aberración que los políticos busquen solo el mantenimiento de sus puestos, en general, falsamente representativos, atentos solo a alinearse con los cabezas de fila de los partidos, cuyo lenguaje es mitinero y con intenciones de alcanzar proyección mediática, pero vacíos de contenido eficaz para captar el apoyo de la inmensa mayoría. Es cierto que “fuera de la política hace mucho frío”, expresión que recoge el temor de los que arriesgan ser eliminados de las listas en las diferentes circunscripciones.

Sorprende también que se pretenda captar el voto incorporando a personas que carecen de anterior proyección social o política, de las que se desconoce cuál es su visión de lo que llevarán al Parlamento o al Senado si resultasen elegidas. ¿Ex militares en la política? ¿Jueces en excedencia incrustados en las listas? ¿Astronautas? ¿Actores? ¿Empresarios con cierto éxito en su sector? ¿Futbolistas, entrenadores de disciplinas deportivas? ¿Combinaciones imaginativas de ciudadanos tendentes a demostrar, no sus capacidades personales, sino la diversidad de sus orígenes, situaciones físicas o familiares?

Para recuperar la democracia, habrá que replantearse a quienes representan los diferentes partidos en estos momentos en liza política, y por qué han llegado a esa situación. No es casual, supongo, que todos los cabezas de partido, en encuestas de opinión entre posibles votantes, no alcancen siquiera el aprobado. El país está inmerso en la mediocridad, se presenta como apático pero dispuesto a movilizar su crispación con cualquier motivo, y, sobre todo, se encuentra falto de ideas, que es tanto como decir, a riesgo de sufrir una opa hostil de su esperanza.


El cormorán es ave de gran voracidad, combinada con una excelente capacidad piscatoria. Es un espectáculo verle sumergirse en las aguas tranquilas o agitadas y, luego de unos minutos de inmersión, aparecer en superficie con un pez en el pico. Parecería imposible que pudiera engullirlo.

Solo que, después de varios movimientos precisos, destinados a darle vueltas para encontrar la posición precisa, asistiremos al momento en que, ya sea el pez grande o pequeño, es deglutido entero, tal vez aún agitándose, vivo.

 

 

Publicado en: Actualidad, Economía, Política Etiquetado como: cormorán, democracia, elecciones, gobierno, partidos

Elegir entre sonámbulos

18 febrero, 2019 By amarias 2 comentarios

Finalmente, reconociendo la incapacidad de su gobierno para sacar adelante la legislatura, -presupuestos y proyectos- el ya ex Presidente de gobierno Pedro Sánchez ha anunciado la convocatoria de elecciones para el 28 de abril de 2019.

Se reabre así un período  de afirmación y toma de posiciones cosmológicas por parte de los candidatos a ocupar el sillón presidencial, previa la consecución de una escueta mayoría de votos y la adopción de un pacto parcialmente contra su natura que le permita una mínima estabilidad parlamentaria.

Muy difícil todo y oscuro en sus resultados finales para el votante, que verá que su intención se adultera en el camino de las negociaciones para sacar tajada de gobierno.

¿Cómo puede ser? La deriva de la incompetencia para dirigir sin estridencias y con serena fortaleza y pragmatismo, los temas sustanciales de nuestro país nos ha conducido a una polarización inaceptable en las posturas, a una tensión verbal y a una ausencia  de sintonía entre muchos líderes políticos que, cuanto menos, cabe calificar de lamentable.

Y se agudizará. Aunque la crispación mitinera, las soflamas dedicadas a partidarios, no tienen nada que ver con las propuestas de gobierno factibles y, aún menos, con las que se adoptarán, caso de resultar encajados en la coalición de Gobierno.

Resultado de las elecciones: traición para el votante singular, que no sabrá las consecuencias que se derivarán de su voto.

Los media, siempre en su obsesión de hacer política por su cuenta, exageran la existencia de tres barreras para el futuro entendimiento, cuando se deban pactar alianzas luego de de las votaciones de abril: la existente entre los bloques denunciados por las respectivas oposiciones como “derecha” (Ciudadanos, PP y Vox) e “izquierda” (PSOE y Unidos Podemos); la de constitucionalistas (los citados, menos Vox) y los secesionistas catalanes (PdeCat y CUP) -los secesionistas vascos, se salvan, de momento, pertrechados tras un insolidario Estatuto-; menos justificable me parece la barrera derivada de la ausencia de sintonía personal entre algunos de los llamados a protagonizar las negociaciones para el futuro entendimiento.

Hice referencia en el título de este Comentario a Sonámbulos. Despierten, ya, nuestros políticos y extiendan la serenidad sobre la cancha donde nos veremos los votantes. Recupérese el centro y el centro izquierda. Todo lo demás, no tiene ahora su tiempo ni nos merecerá  la pena.

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Ciudadanos, elecciones, Partido Popular, partidos, política, PSOE, Unidos Podemos, Vox

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