En la Universidad de Constimpalo, cursaba el último curso de la Facultad de Ciencias Útiles para la Vida, un alumno ni muy bueno ni muy malo, que se llamaba Curiosindo Preocupancio.
Estaba a punto de conseguir el preciado título, pues le quedaban solamente dos asignaturas para acabar la prestigiosa carrera, que, según el denso programa de créditos y clases prácticas que había procurado seguir con aceptable aprovechamiento, le habría de capacitar para lanzarse al siempre apasionante, aunque igualmente misterioso, viaje personal por la existencia.
Queriendo prepararse bien para esas dos pruebas finales, y deseando obtener la seguridad de que había conseguido el objetivo perseguido por aquella carrera universitaria a la que había dedicado los años de su juventud, se decidió a pedir una entrevista a los profesores de ambas, para que le dieran sus últimas orientaciones.
Curiosindo no tuvo mayores problemas para obtener una cita, dentro de las horas de tutoría que sus maestros tenían asignadas. El primero en recibirlo fue D. Fulgencio Propulso, catedrático de Ampliación de Procesos Esenciales. El Dr. Propulso tenía fama de ser muy estricto, y las pruebas o exámenes finales, incluso aunque la asignatura que impartía correspondía al último curso de la carrera, eran muy complicados.
-Dígame, joven -le invitó a hablar, acompañando las palabras de un gesto que le señalaba una silla ante la mesa que estaba alfombrada de decenas libros abiertos y cuadernos de notas-. Le advierto que no tengo mucho tiempo, pues estoy preparando una conferencia para mi toma de posesión en el sillón C mayúscula de la Academia de Doctores Eminentísimos.
Curiosindo no se amilanó. Después de todo, estaba a punto de conseguir el título y lo que deseaba era prepararse bien para superar la asignatura.
-Perdone mi atrevimiento -se explicó-. He hecho dos repasos de la materia completa de su asignatura, leyéndome una buena parte de la bibliografía recomendada. He tomado apuntes de sus clases y creo estar preparado, por lo que espero no tener problemas para superar el examen, salvo que tenga un mal día. No me asusta cualquier pregunta, pero me inquieta algo: ¿cuáles son las cuestiones esenciales que debería recordar el resto de mi vida, en su respetable opinión, de su asignatura y, si no le importa referirse a ello, de la propia carrera?
El Dr. Propulso le miró. En un primer momento, creyó que le estaba tomando el pelo. Mas, viendo el rostro atento e incluso preocupado del joven, tomó aire, y, con el mejor tono doctoral que pudo encontrar en su coleto, le espetó:
-Todo es importante, señor…¿Cómo me dijo que era su nombre? Ah, sí, claro. Sr. Preocupancio. Las materias de la carrera han sido seleccionadas con rigor, y, en concreto, mi asignatura, es fundamental. Recopila los conocimientos prácticos de decenas, por no hablar de millares, de científicos eminentes, a los que he añadido mi propio saber. Nada hay prescindible y, estoy seguro, a lo largo de su vida, tendrá ocasión de utilizarlo todo. Y si hay algo que no vaya a tener la oportunidad de emplear, pregúntese porqué, pues probablemente será por haber cometido algún error de visión.
El catedrático se extendió en múltiples indicaciones, recordó, mientras hablaba, su propia juventud, describió, con bastante detalle, su trayectoria personal, tan brillante, y le recomendó cinco o seis lecturas complementarias. Curiosindo salió del despacho del catedrático de Ampliación de Procesos Esenciales con los pies fríos y la cabeza caliente.
Como tenía hora, de forma inmediata, con el profesor de Conocimientos Básicos, se dirigió, corriendo, para no llegar tarde, al ala oeste de la Facultad, en donde se encontraba el titular de la asignatura, Dr. Suspicious Directa. Tenía la puerta del despacho abierta, y le pareció a Curiosindo que estaba lanzando dardos contra un blanco situado en una de las paredes.
El joven le contó prácticamente el mismo discurso que al colega al que acababa de ver.
-¿Lo más importante, dices? -se preguntó, a sí mismo, asimilando la pregunta, el Dr. Directa-. La verdad, creo que el que seas capaz de formular la cuestión en esos términos, demuestra que tienes la madurez suficiente para que te apruebe la asignatura, por lo que no hace falta que te presentes al examen. Tienes notable.
Curiosindo se azoró.
-No…no pretendía eso, Dr. Directa. Yo lo que quería, en realidad…
El Dr. Directa le interrumpió.
-Se muy bien lo que quieres, y yo mismo me lo he preguntado muchas veces. ¿Qué es lo que sabemos en realidad? Muy poco. Es, sobre todo, la actitud, lo que cuenta, no lo que se sabe. Porque lo que creemos conocer solamente es útil para la vida si somos capaces de ponerlo continuamente en cuestión, es decir, en solfa.
El profesor echó mano de un cajón de su mesa, en la que Curiosindo solo descubría un libro abierto, un papel y un bolígrafo; también vio que la papelera estaba llena de papeles arrugados. Del cajón sacó una hoja en la que había varias líneas, escritas a máquina.
-Esto es lo que se me ha ocurrido como esencial, cuando, hace unos años, me hice la pregunta. Me parece que aquí está todo o casi todo. Si echas en falta algo, añádelo por tu cuenta, y no hace falta que me lo digas a mí. Guárdalo para ti, y úsalo siempre que quieras.
Curiosindo salió del despacho con aquella hoja de papel en la mano. A medida que la iba leyendo, le surgieron nuevas ideas. Al día siguiente, la volvió a leer, y le aparecieron otras nuevas.
Le pareció, en verdad, una página mágica. De un gran maestro. Cuando terminó la carrera, la hizo enmarcar y, si no me equivoco, es la primera cosa que pone en su despacho, antes incluso que la fotografía de su mujer, de sus hijos, de los apuntes de Ampliación de Procesos Esenciales que, por cierto, no ha vuelto a sentir la necesidad de abrir, aunque también obtuvo la calificación de notable, una de las mejores de su promoción.
FIN