Al socaire

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Aprender a convivir

13 agosto, 2021 By amarias Deja un comentario

Desde que estamos investigando en qué consiste en realidad la democracia, no faltan indicios de que la cuestión puede ponerse cuesta arriba. Un síntoma preocupante es que los diferentes planes de estudio de la enseñanza primaria, se empeñan en incluir una asignatura o materia educativa a la que se concede carácter capital, que ha recibido diferentes nombres. Aunque la materia principal no cambia, los niños reciben máximas y consejos sobre conceptos tan flexibles como educación para la ciudadanía, formación para la convivencia social, respeto a los demás, cuidado del medio ambiente, etc.

No tengo a la vista libros de texto u orientación sobre los contenidos educativos con los que se cubre la enseñanza de un aspecto tan fundamental en la formación infantil y juvenil, pero no dudo que incluirá el respecto a las creencias y expresiones religiosas de los demás (cuando no interfieran con la libertad de otros y, desde luego, no pretendan alimentar el odio contra quienes no practiquen el mismo credo); debo imaginar que, como ejemplo concreto del respeto debido a la ley y a las disposiciones de las Administraciones, tendrá lugar especial el conocimiento de los límites del derecho de propiedad y la obligación de proteger a los propietarios o poseedores en su uso y disfrute razonable (y habrá que expresar algunas ideas sobre la interpretación de los términos abstractos o de aplicación polémica, como “razonable”, “importante”, “sustancial” o “perjudicial”, por ejemplo).

Dada la propensión de ciertos pequeños a abusar de los más débiles -ya se apuntan maneras de adultos en algunos-, los diligentes maestros, motivados o no, vigilarán que no se den en las aulas y durante los recreos muestras de avasallamiento, marginación, vejación o desprecio, así como que se abortarán los intentos de formar grupos en torno a cabecillas y rebeldes, con el objetivo único de doblegar por la fuerza de la masa desbocada, talentos, debilidades físicas o habilidades despuntadas.

Por intensas que sean las enseñanzas, y complejos los programas de esa disciplina académica transversal que atienden a la formación integral de nuestros  educandos querubines, la realidad que puede observarse es que no ha calado demasiado en los espíritus de la mayoría, que, cuando ya empiezan a distinguirse las pasiones y las apetencias sexuales, se rige fundamentalmente por el menosprecio a la mujer (de la que ella misma se convierte en objeto ofrendado, con exhibicionismos de sus cuerpos juveniles que no encuentran explicación), no puede sustraerse al principio elemental de “el que venga detrás, que arree”, en botellones que arrasan el espacio y en aglomeraciones que no buscan el placer intelectual sino el pasar el tiempo grupalmente, etc.

Puede que los frutos de esa propuesta educativa no sean tan fáciles de obtener, porque la sociedad está contrarrestando continuamente los buenos principios con ejemplos del éxito de los que aplican los contrarios. No tiene que ver con la crisis económica ni con la pobreza, salvo con la intelectual.

En lo ambiental, cualquier zona, independiente de su valor ecológico oficial, es susceptible de funcionar como vertedero. Los mares, ríos, arroyos y lagos, son objeto de continuas amenazas de degradación, que periódicamente se consolidan con destrucción masiva de la fauna. Los lugares previstos para entregar residuos urbanos pueden servir para dejar abandonados los artilugios más diversos, no importa que sean de obligada recogida por entidades especializadas o claro muestrario de cómo una empresa o un ciudadano particular pueden, con su negligencia o desprecio, afectar al coste de la retirada de residuos, encareciéndolo. ¿Se ha mejorado? Sí, pero poco.

En el plano simplemente ético (pero, desde luego, no desgajable de lo estético), los medios de difusión se encargan de ensalzar situaciones, personajes y tipos extraídos de la profundidad de la miseria humana, poniéndolos a la exposición del espectador, que tendrá difícil escaparse de la babosidad que impregnan sus historias, que parecerían inventadas, sino fuera porque se entroncan perfectamente en la vida real de sus protagonistas.

La enseñanza y el ejercicio de la educación para la convivencia debería abarcar también, de forma ejemplar, las actuaciones de todos los representantes públicos. La agresividad verbal sin sentido, la exposición petulante de la ignorancia esgrimida como verdad irrefutable, la mentira consciente y nunca desmentida, la descalificación de contario, el aprovechamiento egoísta de la condición pública, el despilfarro de los bienes comunes, la apropiación privada de lo que es de todos, la toma de decisiones relevantes sin consultar a los que saben (guiados por la intuición, la cerrazón mental o la desinformación culpable) son simples ejemplos de lo que se deduce del comportamiento de los que debería dar ejemplo de convivencia.

Pertenezco a una generación en extinción -no solo por edad- que no tuvo ocasión de estudiar ni educación para la convivencia, ni defensa medioambiental, ni respeto a los mayores ni tuvo ocasión de ser animado a cumplir con el propio deber. Nunca se nos explicó más allá de que era necesario saber para defenderte en la vida, es decir, subsistir.

Tuvimos mucha suerte. Cedíamos el asiento a las personas mayores, escuchábamos en silencio lo que decían sin intervenir, íbamos a misa los domingos y fiestas de guardar, jugábamos al fútbol en la calle, teníamos una onza de chocolate por merienda, veníamos de una familia numerosa, no sabíamos lo que era el lujo ni falta que nos hacía, sabíamos de carrerilla las comarcas y los pueblos de toda España, nos sonrojamos la primera vez que vimos a una mujer desnuda al natural, creímos en el pecado y la vida eterna y en las bondades del franquismo y lo malo que eran los norteamericanos. Hasta que se nos cayeron muchas falsas verdades, pero supimos por qué. Nadie nos las dio ya machacaditas, sin ocasión de discutirlas o aprender de su trasfondo.

Educación para la ciudadanía, ¡la tribu ha dejado de enseñarte!

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: educación para la ciudadanía, enseñanza, juventud

Uniformes

10 septiembre, 2019 By amarias 3 comentarios

Han empezado las clases para los escolares de los niveles elementales, y en los hogares con educandos, los desayunos cobran un nuevo ritmo acelerado. Las aceras se pueblan antes de las nueve de la mañana en que se abren las aulas para la docencia, de padres apresurados que conducen a hijos propios y ajenos hacia los lugares en donde se imparte el saber oficial.

Mi horario deportivo (hago una hora diaria de musculación, por prescripción facultativa) se cruza, mientras me dirijo al gimnasio, con esas diminutas huestes con rostros de no haberse despertado del todo, y me detengo en contemplar, al paso, sus uniformes. Todos van uniformados, supongo que con independencia de que la doctrina que les imparten sea por la vía pública, la privada o la concertada.

¡Ah, el uniforme! Los niños de mi generación no llevábamos uniforme, sino mandilón. El mandilón, o guardapolvo era un cúbrelotodo que impedía que nos ensuciáramos el atuendo de vestir con los avatares de las aulas y de los juegos infantiles en las polvorientas calles y plazas en donde entonces circulaban pocos vehículos e, incluso, a menudo se cerraban al tránsito para explotar barrenos con los que se abrían unos agujeros por donde afloraban las tuberías de agua que debían ser cambiadas por otras nuevas.

Ahora se han puesto de moda los uniformes. El uniforme es signo de distinción, en el sentido de diferenciación. Hay uniformes que infunden y proporcionan señal de prestigio y respeto, como las togas judiciales y las militares. Las batas blancas o verdes de los facultativos y resto del personal médico y paramédico son, por supuesto, signo de categoría.

Otros uniformes, por el contrario, proclaman sumisión y servicio: los de las chicas de trabajo doméstico, los jardineros de multipropiedades, los conserjes,…hasta las gorras de plato que aún siguen usando los conductores de vehículos para uso principal de ejecutivos, gentes del Estado y de la farándula mediática, sirven para proclamar la subordinación propia de su trabajo al mandato de otros.

Estos niños de uniforme no saben aún que esos pantaloncitos, blusas, faldas, zapatos y hasta mochilas, en los que van bordados los escudos de las escuelas y colegios que forman parte de uno de los negocios más seguros del mundo real, que es la guardería intelectual y física de los que son preparados para el día de mañana,  los convierten en anuncios visibles, en señales de muchas cosas que pertenecen al lenguaje de adultos.

No me es difícil desentrañar, mientras avanzo hacia mi destino deportivo, esas señales. Infantes y adolescentes que cursan enseñanzas en colegios donde se les enseña el privilegio de pertenecer a una clase superior, o donde se les hace creer que la igualdad de oportunidades existe, mientras otros crecen en el mundo de relaciones que habrá de servirles, adultos, para apalancarse en las mejores posiciones.

Resulta, entonces, que los uniformes no sirven para uniformar, sino para clasificar, para crear distinciones ya desde edades tempranas. Qué paradoja.

Miro hacia atrás de mi vida, y me veo entre mandilones. Qué tiempos.


Hay aves de comportamiento especialmente gregario y, desde luego, los moritos (plegadis falcinellus) figuran entre ellos. Su porte inconfundible, con plumaje color castaño brillante -que parece negro a luz contrastada o en el anochecer- y su pico curvo, perfectamente detectable en vuelo como en reposo, los hace pertenecer al tipo de especies de la avifauna que todo el mundo conoce. Se alimentan en humedales, buscando invertebrados en aguas someras y, al atardecer, se dirigen en pequeñas bandadas hacia los dormideros, donde suelen coincidir con las garceta comunes (egretta garzetta).

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: distinción, enseñanza, escolares, mandilones, uniformes

Ejército y sociedad civil (9)

14 enero, 2018 By amarias Deja un comentario

La relación de Estados independientes que han renunciado a tener Fuerzas Armadas propias, pone de manifiesto la falacia del pacifismo como parte de la Teoría del Estado. La mayoría son islas o territorios interiores de reducida dimensión, y los de mayor dimensión, como Islandia o Costa Rica son miembros de Organizaciones de Defensa (OTAN y TIAR, respectivamente). Suiza, presentado habitualmente como paradigma de Estado sin Ejército, es el país europeo con mayor número de armas por cada 100 habitantes, además de poder considerarse bien arropado por las Fuerzas Armadas de los Estados limítrofes, en caso de una hipotética invasión del territorio europeo.

No parece, sin embargo, que las razones que subsisten como base conceptual para mantener un Ejército sean coincidentes en todos los Estados con Fuerzas Armadas. Se apela, en general, a ideas atractivas, pero difusas, como la defensa de la identidad nacional, de la independencia del Estado, del territorio histórico o a principios democráticos o éticos.  Desde luego, la protección de personas y bienes frente al potencial enemigo invasor está en el núcleo, no necesariamente expreso, del mantenimiento de Fuerzas Armadas. La complejidad y perfección continua de los instrumentos bélicos ha venido históricamente a favorecer la firma de acuerdos de actuación recíproca, formando bloques, que la realidad ha venido a demostrar que no siempre constituyen alianzas permanentes, ni en tiempo de paz ni de conflicto.

La tecnología militar es parte esencial de la fuerza defensiva (y, para los Estados con ánimo beligerante, del potencial ofensivo) y, como en todo proceso creativo basado en la experimentación, la investigación es crucial. Ya he puesto de manifiesto la importancia de desarrollar tecnologías de doble uso (civil y militar). No pocos ejemplos vienen a demostrar que los conflictos bélicos han impulsado avances científicos y que la perspectiva de su empleo militar o como demostración disuasoria -con la dedicación de fondos económicos y personal a líneas de investigación concretas- ha acelerado la puesta en servicio de armamento y material con potencialidad destructiva.

En este contexto pragmático, la formación universitaria reglada y la militar deberían tener puntos de unión a varios niveles. En la Unión Europea el Espacio Europeo de Educación Superior, al que deben adaptarse las enseñanzas de las Fuerzas Armadas, ha traído como consecuencia modificaciones importantes. En mi opinión, equivocadas.

Como es conocido, se ha pretendido regular los títulos y formación, compatibilizándolo con los llamados títulos propios, que las Universidades -en particular, en España, como consecuencia del desbarajuste autonómico- se habían aplicado en crear, en una variedad insostenible, que ha traído como resultado la pérdida de calidad de la formación, en general. En la Ley de la carrera militar, siguiendo el marco de Bolonia, se concretaron tres niveles de enseñanza: formación, perfeccionamiento y altos estudios militares. Los dos últimos niveles corresponden a las enseñanzas de postgrado (máster y doctorado), siendo el primero el correspondiente a lo que se denomina ahora el grado. El Real Decreto 339/2015 ha venido a ordenar (pretendidamente) los altos estudios militares, incidiendo en la complejidad y dispersión de los cursos y títulos que se impartían, en colaboración muchos de ellos con las instituciones civiles universitarias.

No tengo espacio suficiente, ni lo pretendo, para analizar en detalle las consecuencias de esta reglamentación. En la enseñanza universitaria, la situación generada por la errónea aplicación de los acuerdos de Bolonia está trayendo como lamentable consecuencia la confusión, especialmente en las ingenierías, entre las capacidades de los egresados con título de grado o de master (equivalente, en principio, a los antiguos términos de ingeniero técnico o ingeniero superior), a lo que se añade la confusión entre lo que son títulos habilitantes o no (los primeros capacitan para ejercer la plena competencia de una especialidad), que suponen competencia parcial entre los títulos de grado o los de master (Valga como ejemplo, que los titulados de grado de la especialidad de explotación de minas, con solo 3 o 4 años de formación, pueden ejercer sin limitaciones, la competencia en ese área, con independencia de la intensidad de formación que se supone, o debería suponer, a la formación superior) .

Para favorecer la movilidad entre la sociedad civil y la militar, y concentrar competencias en los órganos centrales del Ministerio de Defensa en la enseñanza militar, se implantó la idea de la doble titulación, combinando con el propio, un título civil. Entre otras decisiones de menor calado, se eligieron los grados de ingeniería de Organización Industrial para ser cursado por los futuros oficiales del Ejército de Tierra y el Ejército del Aire y el de Ingeniería Mecánica para la Armada.

Coincido con muchos analistas en reconocer que se trata de un error. No un grave error, pero sí un error de visión de futuro. Si lo que se pretendía con esa doble titulación favorecer el empleo de los oficiales que hubieran dejado el Ejército en las empresas civiles, la especialidad en Organización Industrial no es la adecuada como formación complementaria. La empresa valora, más que la formación básica, la experiencia, en personas que ya no tienen la edad juvenil. Y la enseñanza universitaria común en organización industrial no tiene demasiada aplicación en el específico escenario de la organización militar. En el caso de la ingeniería mecánica para los oficiales de la Armada, la obtención de este grado, con gran aceptación por los jóvenes que siguen solo la trayectoria civil, no facilita demasiado el empleo posterior a los alféreces y tenientes de navío.

La línea iniciada es, con todo, la adecuada, en mi opinión. Tiene, como se recordará, un precedente inverso en la llamada Escala de Complemento, que facilitó, en los años en los que la enseñanza militar era obligatoria, la integración a los Ejércitos de los oficiales -y en su caso, sargentos- que habían finalizado su instrucción denominada “premilitar” (IPS, instrucción premilitar superior; IMEC, instrucción militar de la escala de complemento). No quiero empañar este análisis con referencias a casos concretos.

Entiendo que se debería profundizar y desarrollar muchas más líneas de enlace. En el campo del derecho o de la economía, pongo por caso -especialmente, en el primero de ellos- la integración de objetivos debería provocar una revisión de la manera de ejercer la jurisdicción militar en temas jurídicos, revisando las leyes y reglamentos propios y su aplicación. En el campo de la economía, la doble titulación -que, por cierto, algunos militares ya tienen hoy, conseguida por su cuenta- aportaría mayor solvencia interna a cuestiones financieras y contables planteadas desde la Defensa.

 

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Vayan hoy, acompañando mi Comentario, dos fotografías de aves. Una, de u n sílvido, un pollo de curruca capirotada (Sylvia atricapilla), luego de aliviarse del calor estival en un balde de agua, aún con las plumas mojadas por el chapuzón; otra, de un fringílido, un lúgano, (carduelis spinus) luciendo sus colores seductores -se trata de un macho- al tiempo que buscando semillas en el terruño bastante agostado.

Publicado en: Actualidad, Ejército Etiquetado como: armada, Bolonia, ejército, enseñanza, fuerzas armadas, ingeniero mecánico, Ley de Enseñanza militar, oficial, organización industrial

Exámenes

27 mayo, 2015 By amarias Deja un comentario

Estamos en época de exámenes. Para casi todo el mundo, aunque me voy a referir especialmente a aquellos que, atendiendo a esa bella categoría que caracteriza su situación de aprendices de ciencia y conocimientos, denominamos estudiantes.

Para este colectivo, fundamentalmente formado por niños y jóvenes, son momentos importantes, porque los exámenes son aquellas pruebas por las que sus educadores -los docentes- determinan si han alcanzado la suficiencia, es decir, han asimilado los conocimientos suficientes para ser aprobados de una materia.

Esa es la teoría. La práctica ha quedado de tal forma desdibujada que, seguramente consciente del despropósito en que esta sociedad se ha dejado guiar en todo lo que signifique calificar a otros, pocos están enterados de cómo se realiza en la actualidad esa evaluación, y a qué conduce. No pretendo explicarlo en detalle con este sucinto comentario, sino descorrer, desde mi información, algunos velos que ocultan la realidad de la situación y aportar, de paso, mis reflexiones al respecto.

Para empezar, debe el lector ignorante desechar la idea que seguramente pervive en su subconsciente, a partir de su propia experiencia pasada, de que existen exámenes de junio y, para los que han suspendido o no se han presentado a esa primera convocatoria del curso escolar, subsiste la posibilidad de volver a intentarlo en septiembre. Quiá. La mayor parte de las pruebas que se llevaban a cabo en junio, se harán en mayo; y los exámenes de septiembre, no serán tales, sino que los que no superen la prueba de mayo tendrán una segunda opción en junio. Ha leído bien: un mes después.

Es evidente que esta secuencia tan próxima de pruebas no está hecha en beneficio concreto de los alumnos, sino, sobre todo, de dejar un panorama vacacional hasta principios de octubre suficientemente expedito de pruebas académicas a los docentes. No me parece que un mes sea tiempo suficiente para preparar unos exámenes que no se ha conseguido superar -particularmente, si han quedado suspensas varias asignaturas- y, por tanto, el azar juega un papel importante en la posibilidad de que esa segunda prueba permita al alumno encontrarse con la oportunidad de que se le pida responder a alguna de las cuestiones que mejor tenía preparadas, y que no se le propusieron en el examen inmediatamente anterior.

Las opiniones de los docentes -universitarios tanto como de primera o segunda enseñanza- son coincidentes en que los alumnos están peor preparados cada año, tienen menos interés por aprender, y son más contestatarios que nunca ante la perspectiva de ser suspendidos. Por supuesto, los mejores de cada curso destacan mucho, demasiado, en relación con un pelotón cada vez más numeroso, no de torpes, sino de pasotas, de rebeldes en relación con el aprendizaje.

Esta dicotomía creciente entre los que aprecian el saber y los que, despreciándolo, se centran en demandar que se les conceda la superación de las pruebas apelando a la indulgencia del examinador, o, aún mejor, sin ser sometidos a prueba alguna, me lleva de la mano, a otra cuestión.

Me parecen fundamentales los exámenes y las reválidas. Son tanto más importantes, en tanto que la masificación de las aulas no permite diferenciar a los alumnos durante el curso. En cuanto a las reválidas, es decir, los exámenes que permiten apreciar la asimilación de conjunto -lo que antes se llamaba “madurez”- son esenciales para conocer si, después de los estudios, queda un poso duradero suficiente.

Participo con asiduidad en foros de opinión, escucho con atención la forma de expresarse de nuestros estudiantes -y también, ay, de muchos de sus profesores- y puedo constatar que estamos generando una subespecie de indocumentados: una parte nada despreciable de nuestros discentes saben poco, lo poco que saben lo saben muchas veces, mal, y lo que saben mal, creen que es la verdad absoluta.

Si nuestra sociedad quiere reflexionar seriamente acerca de lo que puede esperar del futuro, me parece imprescindible que consiga separar, y con rapidez, la paja del heno formativo. No valen igual todos los títulos, no se exige lo mismo en todos los centros docentes y no cuenta igual un aprobado conseguido con esfuerzo y asimilación personal que el logrado por cansancio, desesperación del examinador (o la necesidad de mejorar su ranking de aceptación para cobrar un plus de docencia). Habría que detectar en los currícula estudiantiles los “aprobados generales”, no poco frecuentes.

Me parece necesario que los programas educativos, en lo que respecta a la formación reglada, se realicen por el más amplio consenso. La dirección seguida es la contraria, con desmesurada e indescifrable proliferación de titulaciones, plagadas de imaginativas asignaturas a la medida del gusto de los docentes o de las arbitrarias políticas universitarias (por llamarlas de algún modo) de las Comunidades Autónomas y todo al amparo de un mal entendido derecho a la libertad de cátedra, que tenía otro propósito y no el de dejar con la rienda suelta al que define los programas.

El futuro de un país se construye en la enseñanza de sus jóvenes. Con rigor, con exigencia, con honestidad, con visión de lo que esta sociedad necesita para mejorar lo que tiene hoy y preparar sus opciones -las colectivas junto a las individuales- para acometer los retos venideros. No se está haciendo. Se está de espaldas a que la tecnología es exponencialmente más compleja a cada paso, la necesidad de adaptación a un entorno cambiante y en parte impredecible -pero sobre el que se puede y debe actuar- supone un tipo de enseñanza que se oriente a la resolución de problemas complejos y no a la idea feliz o a la memorización de materias que servirán para poco.

Es muy cómodo corregir exámenes tipo test, hacer pruebas escritas en lugar de orales, juzgar por una sola prueba sin conocer personalmente al alumno, y retirarse a la cueva profesoral lamentando que los alumnos sean cada vez más torpes. Demasiado cómodo. Para la sociedad que consiente este estado de cosas, la responsabilidad es terrible, porque se está propiciando profundizar en la dicotomía del que sabe para qué, y el que no sabe ni para qué, ni tiene ganas de saberlo algún día.

Publicado en: Actualidad, Economía, Universidad Etiquetado como: discente, docencia, enseñanza, estudiantes, exámenes, programa, reválida, Universidad

Creo en la intervención vigilante del Estado sobre el mercado

3 julio, 2014 By amarias Deja un comentario

(Continúa de los tres comentarios precedentes, a modo de Credo particular, con raíces en mi gnosticismo práctico y en la experiencia vivida)

4. Necesidad de una revisión crítica del papel del Estado

La gestión de la economía de un país intermedio, implica la convivencia y en su caso,  alineamiento, con intereses supranacionales, la defensa de los elementos que pueden ser impulsados desde la actuación local, y la búsqueda permanente de los huecos en los que implantarse, incluso circunstancialmente, utilizando las ventajas diferenciales que se consiga generar.

España tiene una desdibujada posición internacional, producto de la debilidad en el sostenimiento de sus objetivos. Pretendíamos tener un papel preponderante en relación con la conexión entre Europa y Latinoamérica, e incluso en las relaciones intraamericanas (norte-sur) y no lo hemos sabido aprovechar, o hemos despilfarrado en gran parte el capital moral, sin haber sabido suplir en demasiadas ocasiones los déficits en seguridad jurídica o solvencia económica de un área con gran potencial en recursos, con habilidad negociadora y confianza en su futuro.

En la relación con el mundo árabe, que ingenuamente queríamos basar en una pseudo-identidad cultural e histórica harto cuestionables, hemos pedaleado más sobre la imaginación que sobre la realidad, si bien se debe reconocer que ha habido grupos empresariales que se beneficiaron -en el sector de la construcción, sobre todo-, aunque no alcanzo a ver las ventajas para la creación de empleo en nuestro territorio, a salvo de unos pocos técnicos expatriados.

En cuando al papel español dentro de la Unión Europea, entidad que por sí misma se halla a la busca de su propia personalidad, nuestro peso es marginal, y se nos ve más como problema que como parte de la solución, siendo nuestro europeísmo más próximo al de estómago agradecido o pedigüeño necesitado, en un escenario en el que parece regir el sálvese quien pueda antes que la cooperación.

En relación con las organizaciones internacionales (desde la OTAN al Banco Mundial, de la ONU a la OMS) la posición de España es más pasiva que otra cosa. Se tiene fama, posiblemente merecida, de ser incumplidores de compromisos e ignorantes o remisos a la intervención activa, y no solamente con ideas.  El papel exterior, en las relaciones exteriores, debería concretarse en aprovechar las posibilidades de erigirse en portavoz, no de filosofías, sino de concretas propuestas de resolución de las necesidades de los países y zonas más desfavorecidas, utilizando la capacidad de convicción que pueda derivarse de…nuestro camino hacia sus posiciones.

No es, sin embargo, cuestión de criticar, a lo que somos tan dados por tradición e idiosincrasia, sino de actuar con solvencia, desde la consciencia de cuáles son nuestros problemas y no los de la Humanidad (en especial, los que no podemos resolver de éstos últimos). En España, la urgencia surge del lado social, y su gradación y valoración, para definir la entidad de las medidas a adoptar solo puede hacerse desde dentro. Es imprescindible conseguir la estabilidad de las capas sociales, de manera que los niveles de satisfacción de los integrantes de la pirámide de ingresos y gastos no se muevan descontrolados. Y en esto, no vale engañarse.

Por la parte de la generación de productos y servicios, si las expectativas de los grupos socioeconómicos que forman el sustento básico de la economía no son atendidas, y las perspectivas de futuro no son razonadamente halagüeñas, las empresas se irán, y la actividad regeneradora de los sectores dañados será insuficiente o nula.

Desde la parte del consumo, que está vinculada directamente con la oferta laboral,  el descontento provocará tensiones revolucionarias. Si no hay ingresos familiares, una vez consumidos los ahorros privados, e inexistente el crédito, el número de dependientes de los servicios sociales, de la asistencia pública, o de los pobres y desarraigados, subirá hasta que la tensión explote.

Tenemos, además, en España, el problema especial de que habíamos alcanzado un nivel de bienestar que pretendíamos consolidado, y sobre él se auparon las opciones políticas tanto de la izquierda como la derecha. Apuntábamos hacia unas prestaciones del modelo económico que, evidentemente, no pueden cumplirse en una perspectiva de crisis estructural. Y si falla la credibilidad de las instituciones, no puede esperarse que la reconstrucción del tejido socioeconómico dañado se realice por apelación a elementos mágicos.

Después de llevarnos unas cuantas veces las manos a la cabeza -y depurar, por supuesto, las bolsas de corrupción, ineficacia y avaricia que se han formado-, debemos de aplicarnos a poner en pie formas concretas que nos vuelven lo más rápidamente a una zona de estabilidad. La actuación del sector público es, en esta situación, determinante, pues no se puede confiar, en absoluto, que los agentes que se guían por el mercado y la máxima rentabilidad (la responsabilidad social de los grandes grupos es, en esencia, un placebo), permitan solucionar los problemas urgentes de quienes se encuentran, por el cambio de coyuntura, desplazados, particularmente si están en la base de la pirámide.

La responsabilidad de los gestores públicos abarca desde las administraciones locales a las más altas estructuras del Estado, y exige una actuación coordinada. Las finanzas del conjunto del Estado han de ser vistas como un bloque, y la coherencia de las medidas que se adopten para su saneamiento es fundamental. No se puede abandonar a los municipios el problema de resolver su saneamiento, a base de impuestos y tasas locales, o privatización de servicios públicos. La falta de solidaridad regional tampoco puede ser alimentada, y las tendencias a la disgregación del modelo nacional ha de ser atajadas con serenidad y firmeza.  No habrá desarrollo sin la colaboración de todos los agentes regionales, y la reforma de la Administración pública, en todas sus formas, es urgente y ha de ser debatida sin miedos ni a priori, y con firmeza.

La automatización y la informatización de la prestación de los servicios públicos, la transparencia en las inversiones y gasto de las Administraciones y empresas públicas son una obligación, y especialmente si se pretende la coordinación y evitar los despilfarros.

Soy partidario de la inversión pública en empresas, al menos como referencia para contrastar información, en algunos sectores; no como ha sido utilizada en el pasado para rescatar empresas en dificultades, sino, al contrario, para acompañar a las que actúen en campos preferentes; los proyectos dimanantes de los centros de investigación que emplean dineros públicos deberían encontrar en esas empresas una continuación natural; esto es, me refiero a los sectores frontera.

La eliminación de la burocracia, el secretismo, la ineficiencia, y la desconexión entre los intereses públicos y privados no puede tolerarse en época de crisis y ante la necesidad de cambiar sustancialmente algunos enfoques que nos llevaron hasta aquí.

(continuará)

 

Publicado en: Actualidad, Economía, Sociedad, Tecnologías Etiquetado como: centros de investigación, control, creatividad, eficiencia, enseñanza, estado, gestión, impulso, inversión, vigilancia

Cuento de invierno: La buena vida

2 marzo, 2014 By amarias Deja un comentario

El discípulo se acercó a visitar, habiendo pasado el tiempo, a su maestro, que se había convertido en un anciano físicamente decrépito. Lo encontró, como se lo imaginaba, sentado en un sencillo taburete de madera, y con la mirada dirigida al horizonte; parecía incapaz de moverse.

-¡Qué alegría, maestro! -dijo el discípulo- Estás igual que siempre. Los años no han dejado huella en ti.

El anciano desvió la vista desde el horizonte para fijarla en el sonriente desconocido. El resto de su cuerpo apenas se movió.

-¿Quién eres? -le preguntó, volviendo a entregarse a lo que parecía ser una profunda meditación.

-Soy Rangú Albalala, que pasé por ser uno de tus alumnos predilectos. Guardo todas tus enseñanzas en lo más profundo de mi corazón. ¿No te acuerdas de mí?

El anciano sacó un pañuelo mugriento de un bolsillo del pantalón y se sonó estrepitosamente. Luego, miró con atención los mocos que habían quedado en el trapo, lo plegó y lo volvió a guardar en el mismo sitio.

-No.

Fue cuanto dijo.

El discípulo empecinado le cogió la mano derecha, y advirtió que estaba cubierta de manchas solares y que tenía las uñas bastante largas y, también, algo sucias. No sabía cómo seguir la conversación, pero no quería marcharse sin expresar lo que sentía por el anciano. Un profundo afecto.

-Gracias a ti he aprendido que la felicidad no está en lo que se posee, sino en lo que se da, ¿verdad, maestro?

-¿Por qué me preguntas? ¿No has encontrado tu propia respuesta? -le preguntó, con repentina curiosidad, el anciano.

Por la puerta abierta de la casita, el discípulo advirtió que una mujer trajinaba en la cocina, y olió el delicioso aroma de lo que estaba guisando, y supuso que eran pimientos con arroz.

-En realidad, tengo una duda que no he conseguido resolver. ¿No sería mejor tratar de aumentar lo que se posee, antes de darlo a los demás? Creo que eso sería lo más acertado para ser profundamente feliz.

El anciano sonrió  con una mirada que al discípulo le pareció pícara.

-Esa es justamente la diferencia entre tener una vida sin interés o una buena vida.

El discípulo se despidió, diciéndole a la mujer -seguramente una hija del anciano maestro- que no podía aceptar la invitación para quedarse a comer con ellos, porque tenía que volver a la ciudad antes de que cerrase el comercio.

Cuando conducía por la autopista, con una suave música de fondo en el reproductor de cedés, pensó que su anciano maestro conservaba la cabeza en perfectas condiciones. Había algo, con todo, que le inquietaba, porque le parecía que no había conseguido obtener una orientación definitiva del viejo maestro.

Por eso, salió de la autopista en la primera desviación que encontró, y volvió hasta la casa del anciano, que seguía mirando, aparentemente, el horizonte, sin haberse movido, aunque ya empezaba a hacer algo de frío. El discípulo observó que en el suelo había una escudilla, con los restos de los pimientos con arroz que habían sobrado.

-Maestro, perdona que te interrumpa nuevamente en tus meditaciones, pero me ha quedado una duda y no quiero desaprovechar la ocasión de haber estado contigo para aclararla.

-Dime, Rangú -expresó, con solicitud el anciano.

-¿Cómo se puede conocer que ha llegado el momento en que lo que se posee hay que compartirlo con los demás? -fue la pregunta que el eterno alumno le hizo.

-Ese momento no llega. Existe desde antes de que nosotros viniéramos a este mundo. -fue la respuesta.

Rangú volvió al coche y, sin ganas de hacer las compras como tenía proyectado, cuando llegó a casa,  contó a su mujer y a su hijo lo que le había dicho el maestro y éstos lo difundieron a sus amigos.

FIN

(P.S. Los Skidelsky (Robert y Edward) son autores de un libro imprescindible: “¿Cuánto es suficiente?”, en el que analizan, en lenguaje sencillo pero contundente, lo que proporciona la felicidad, es decir, la naturaleza del concepto de “buena vida”. No he pretendido hacer un resumen, sino añadir un elemento -casi trivial- para contribuir a la reflexión sobre aquello para lo que merece la pena entregar nuestra existencia.)

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: buena vida, cuento, cuentos de invierno, enseñanza, maestro, Skidelsky

Cuento de otoño: El sutra del opositor cultivado

19 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Gaoxuan fue un patriarca chino del que no se conocía nada en absoluto hasta que el año pasado, al remover tierras en la periferia de Chengdu para construir un supermercado, se descubrió un Sutra firmado con su nombre. Ese relato ejemplar, que lleva por título El opositor cultivado, ha sido ya traducido a todas las lenguas del mundo y puede encontrarse fácilmente en internet, en su versión más completa, que ofrezco aquí de forma resumida, ya que el Sutra en cuestión es el de mayor extensión conocida hasta la fecha, pues está escrito en una cinta de Möbius, sin principio ni fin.

Según refiere la historia que allí se cuenta, cuando varios discípulos se encontraban disfrutando con su mentor de la paz de una tarde de finales de agosto, meditando sobre la mejor manera de conducir a un pueblo a su máxima felicidad, el maestro Gaoxuan sacó del refajo de su manto inmaculado una semilla de loto y ofreciéndola a la vista de todos, preguntó:

-¿Qué tengo en la mano?
-Una semilla de loto, sin duda -contestó de inmediato uno de los jóvenes que seguían sus enseñanzas.
-Eso es lo que se ve -replicó el sabio-. Pero lo que no se ve es que esta semilla tiene más de veinte siglos y conserva intacto su poder germinativo.

Todos observaron, encantados, aquel fruto rugoso, que pasó de mano en mano, encontrándolo parecido a cualquier otra semilla de las que se pueden hallar en parques y jardines. Uno de los discípulos, picado por la seguridad, quiso saber:

-¿Cómo es posible, maestro Gaoxuan, que se pueda conocer tan exactamente la edad de una semilla?

Gaoxuan centró su profunda mirada en quien había hecho la pregunta, al mismo tiempo que hacía con la punta de su sandalia, un agujero en el barro, en donde depositó con sumo cuidado la semilla.

-Esta semilla estaba guardada en una caja de marfil que perteneció a los enseres de mi familia, y trasmitida de generación en generación desde los tiempos más remotos de la primera dinastía Quin. Uno de mis antepasados estuvo en desacuerdo con el emperador Huanddixián, que era un tirano. Fue el primer poseedor de esta semilla. Como consecuencia de su rebeldía, fue condenado a la horrible muerte de la tajadura lenta.

Gaoxuan, que no acostumbraba a hablar tanto tiempo de corrido, guardó silencio un instante, mientras volvía a tomar en su mano la semilla de loto, para rascar su corteza.

-Pero lo más importante no es la edad de la semilla ni cómo ha llegado a mis manos, ni que mi sangre provenga de la sangre de un rebelde. Lo más importante es que de ella saldrá, a su debido tiempo, una flor de loto tan hermosa como las del resto de estos parajes.

Nadie se atrevió, por supuesto, a dudar de la verdad de Gaoxuan, que prosiguió, encantado de la atención expectante que causaron sus palabras:

-Como sabéis, el suplicio de la tajadura supone que al que va a ser martirizado se le hagan los primeros cortes en los ojos, para que no pueda ver dónde le serán infligidos los siguientes. Sin embargo, en este caso, y según me ha referido mi padre, a mi antepasado le privaron de la vista en último lugar, con la intención de que pudiera contemplar cada uno de los tajos que se le causaron, y temiera horriblemente cada vez que se aproximara al lugar elegido para el corte la cuchilla del verdugo.
-Es horrible lo que cuentas, maestro -exclamó, horrorizado, aquel muchacho al que llamaban Qianxí, el de las orejas de soplillo, que era uno de los de menor edad.-¿Y qué más has conocido de tu antepasado? ¿Por qué fue condenado a tan desgarradora agonía?

El maestro volvió a cubrir la semilla de loto con el barro, y dirigió su vista hacia el cielo:
-Eso es lo más interesante de todo. Mi tatarabuelo estaba en desacuerdo con el emperador. Pero, en lugar de levantarse en armas contra él o tratar de asesinarlo aprovechando uno de los banquetes a los que, sin duda, venía siendo regularmente invitado, no se consideró jamás opositor, sino que se ofreció como leal colaborador desde la discrepancia.
-¡Ah! -dejaron escapar varios discípulos, impresionados.

-Fue precisamente esa actitud la que los oficiales del emperador no pudieron o no quisieron tolerar. No concebían que nadie estuviera en contra de algunos aspectos de la política imperial y se ofreciera para ser colaborador en otros. No admitían otra forma de comportamiento que estar totalmente a favor o totalmente en contra. Por eso, primero lo sometieron al suplicio para que reconociera que discrepaba en todo y, como no consiguieron que reconociera tal cosa, sino que afirmaba, una y otra vez que solo disentía en algunas, y que en otras, podían contar con él, concluyeron que debían acabar con él, para que su ejemplo no contagiara a otros.

Los discípulos de Gaoxuan se cruzaron miradas entre sí.

-Cuando murió, su esposa e hijos recogieron el cuerpo para darle sepultura y encontraron en una de sus manos esta semilla. Ahora, después de tanto tiempo, la enseñanza de esta semilla, y ella misma, están listas para fructificar.

Y dándole un último y suave pisotón al barro que cubría completamente la semilla, los invitó a seguirle, lo que hicieron, obedientes.

-Maestro Gauxuan, -dijo, al cabo de un tiempo de andar juntos, el jovencísimo Qianxí, agarrándole de la manga-. ¿Hay algo más que debamos saber respecto a esta historia?
-Sí -contestó el maestro-. Apréndetela de memoria y repítela en tu corazón, hasta que comprendas su sentido.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: cuento de otoño, cultivado, enseñanza, germinación, historia, loto, memoria, opositor, política, repetición, sabio, semilla, sutra

Mi Diccionario desvergonzado (17): inseminación artificial, enseñanza, culo, pecado, experiencia

3 julio, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

inseminación artificial: Acto sexual realizado con una probeta que, a diferencia de la mayoría de los llevados a cabo exclusivamente entre seres humanos, tiene por objetivo la procreación.

enseñanza: 1. Resultado negativo de una aventura de cualquier tipo que, por fortuna, se olvidará muy pronto. 2. Conjunto de métodos y materias que pretenden rivalizar, desde la Administración pública, con la formación de la calle, con resultados muy dispares. 3. Dedicación oficial de maestros y profesores, que les genera persistentes dolores de cabeza, a los que llaman, por cortesía, disimulo o ignorancia, satisfacciones.

culo: 1. Palabra que dicen los infantes, por creerla malsonante, cuando se enfadan con su abuela, porque no les deja seguir jugando en los columpios, ya que tienen que merendar. 2. Parte de la anatomía femenina (en general), sujeto de idolatría. 3. Zona inferior de un vaso, que suele desprenderse al sacarlo del fregaplatos. 4. Zona trasera de los animales superiores, separada en dos mitades, lo que facilita el movimiento de las extremidades y que, por albergar la salida al exterior del aparato digestivo, permite también otras funciones.

pecado: 1. Alimento indigesto proporcionado por la mayor parte de las religiones al ente metafísico denominado conciencia, al que produce retortijones o remordimientos, y cuyos efectos son, en realidad, incurables. 2. Denominación equívoca, en la que se entremezclan materiales contrarios a la ética universal, con sustancias que provienden de aportaciones interesadas, e incluso, de indicaciones acerca de cómo conseguir momentos extremadamente placenteros. 3. Con manifiesta exageración, en ciertos círculos, forma inocente de designar cualquier situación agradable pasajera, como comerse un helado, faltar a clase o contemplar un paisaje divino por el ojo de una cerradura.

experiencia: 1. Pretensión de conocimientos que los demás no suelen valorar. 2. Relación tediosa de los cargos y ocupaciones del ponente en una Conferencia antes de su jubilación. 3. Suceso desgraciado, que debería evitar, a quien lo ha sufrido, volver a pasar con él, lo que, debido a la fragilidad de la memoria humana, no suele tenerse en cuenta.

Publicado en: Actualidad, Cultura, Diccionario desvergonzado, Sociedad Etiquetado como: culo, diccionario desvergonzado, enseñanza, experiencia, inseminación artificial, pecado

He tenido un sueño

17 junio, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Estaba hoy, 17 de junio de 2013, asistiendo, con varios centenarios de invitados, a la Firma del contrato de una línea de préstamos entre la Comunidad de Madrid y varias de las entidades bancarias de este pequeño país, y no puedo precisar si fue cuando hablaba el ministro de Industria (José Manuel Soria) o el presidente de los empresarios de Madrid (Arturo Fernández) o el presidente de la Comunidad madrileña (Jaime Ignacio González), pero me quedé dormido.

Y he tenido un sueño.

He soñado que todos los presidentes de todas las compañías de España que cotizan en el IBEX hacían una declaración conjunta -era de ver a los 35, tan serios, y pulcros, poniendo cara de circunstancias- reconociendo que una parte de su solvencia estaba basada en el engaño. Que todos habían financiado, por la vía de ilegales dádivas, muchas de ellas vinculadas a contratos de las admnistraciones públicas, a los partidos políticos. Más dinero, claro, para los que habían tenido cualquier responsabilidad de Gobierno.

El documento decía (creo recordar): “Os hemos mentido. No somos lo leales que creíais, ni lo impolutos que podrías deducir de nuestras anteriores declaraciones y silencios. El juego del mercado es así: no basta ser el mejor en las licitaciones, hay que contribuir con ciertos peajes para que el sistema, o lo que sea, funcione. No estamos arrepentidos, pero no vemos otra forma de que esto, que llamamos economía de mercado, se mantenga. Todos lo hacen”.

Ví después aparecer en mi sueño a los representantes de los partidos políticos, leyendo un documento que también habían preparado: “Es imposible mantener el aparato de los partidos con las subvenciones oficiales, aunque os parezcan altas. Los dirigentes, en particular, no se contentan con lo que reciben de forma transparente, en nóminas, dietas y sueldos. Quieren más, porque dicen que en la economía real les pagarían mejores salarios por hacer algo parecido. Y, desde luego, como no todos pueden pasar a ocupar puestos relevantes en las empresas a las que han ayudado con sus decisiones, necesitan otras garantías -económicas- para saber que no han perido el tiempo, defendiendo los intereses públicos”.

En mi sueño, aparecieron también altos representantes de las instancias judiciales: “Nos tenéis que perdonar, si podéis. porque no es cierto que la Justicia sea igual para todos. Lo teníamos que expresar, pero no es posible resistirse a las presiones de los que más mandan, y no es lo mismo analizar la responsabilidad de un pobre diablo que ha cometido un delito, que la culpabilidad de altos ejecutivos y mandatarios que han sido llevados a nuestra jurisdicción por una estafa de gran volumen, una malversación importante, o haber pagado comisiones ilegales para lograr un contrato, o gratificarlo, para sus empresas. Nos daba miedo romper el orden establecido, y, por supuesto, estábamos cómodos en haber alcanzado una parcela de respeto y poder que nos costó años de estudio y, en algunos casos, movilizar apoyos nada sencllos de lograr”.

Se leyó, también, un comunicado de las Iglesias: “Reconocemos que no sabemos nada de Dios, porque nunca se ha manifestado. Somos únicamente fieles a una tradición de sacordotes y falsos exégetas, que han ido añadiendo dogmas y revelaciones. El fin era, en principio, bueno: que la ética universal no se perdiera, ya que la filosofía no nos parecía suficiente. Pero esto ha dado lugar a muchas aberraciones y estamos arrepentidos”.

No faltó un comunicado de la Casa Real, avalado por las Casas Reales de todo el mundo: “Afirmamos, como ya deberías saber, que somos iguales a todos vosotros. Con nuestros vicios, nuestras virtudes y nuestro deseo de vivir lo mejor posible. Hemos contribuído, en muchos casos, a que no hubiera guerras o derramamientos de sangre entre vosotros, aunque seguramente son más las que hemos provocado. Estamos arrepentidos, pero no sabemos si lo volveremos a hacer. No depende de nosotros; si fuera por nosotros, lo seguiríamos haciendo”.

Se adelantó, algo balbuciente, en mi sueño, el portavoz de todos los catedráticos y profesores de las Universidades: “No es cierto que seamos los que más sabemos de la mayoría de las cosas, porque es muy grande el volumen de lo que ignoramos. Hemos preferido, hasta ahora, mantener la ficción, realimentándonos en lo posible, con un cuidado nepotismo, y manteniendo la utopía de lo que enseñamos servirá para algo en un mundo real que no conocemos.”

Los murmullos de quienes escuchaban eran ya ensordecedores. Cuando iban a hablar representantes de los órganos de seguridad, de los Ejércitos, de las asociaciones no gubernamentales, me desperté, sudoroso.

Creo que alguien estaba anunciando que el Acto terminaba, y expresaba que tenía plena confianza en que, con los 150 millones de créditos que ahora se ponían a disposición de las pymes madrileñas, con el objetivo de crear o apalancar 10.000 millones de empleos. O tal vez eso era también parte de mi sueño-pesadilla.

Como no había, esta vez, cóctel alguno en la Casa del Reloj de Madrid, pude encaminarme hacia la boca del Metro sin tiempo para comentar con otros si todos habíamos soñado lo mismo o algo parecido. Por las caras de póker con las que me crucé, creo que habían estado despiertos, es decir, profundamenten dormidos.

Publicado en: Actualidad, Economía, Sociedad Etiquetado como: arrepentimiento, Casa del Reloj, corrupción, empleos, empresarios, empresas, engaño, enseñanza, Ibex-36, Iglesias, instituciones, jueces, Madrid, monarquías, partidos políticos, profesores, sueño, Uniiversidad

La enseñanza del búlgaro

22 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Cuando los asuntos de Bulgaria nos parecían muy lejanos y Sofía era el nombre de una princesa desterrada, en las sobremesas que se organizaban en los cafés, no faltaba casi nunca el caballero que ponía su malicia al servicio del chascarrillo en el que un patán se interesaba por un anuncio en el periódico en el que había leído que “Señorita universitaria enseña el búlgaro por las noches”.

A finales de febrero de 2013, mientras en España se producía el inane debate sobre el Estado de la Nación (doblemente inútil, pues todos sabemos cómo está el país y también que los que discuten quién lo hizo o hará peor no van a conseguir sacarnos del agujero), el gobierno búlgaro dimitía en bloque.

Dicen las crónicas que el gobierno con sede en Sofía ha dimitido porque no se ve capaz de solucionar los dos grandes problemas del país más pobre de Europa: la crisis económica y la corrupción. Las medidas de austeridad han provocado que el descontento ciudadano explote en las calles, y las fuerzas antidisturbios, se están teniendo que emplear a fondo para reprimir la manifestación popular, con el argumento menos creíble: a trompazos.

Hoy por hoy, no estamos tan lejos.  Sabemos que Sofía es la capital de Bulgaria. Y que se trata de un país de la Unión Europea, con magníficos índices macroeconómicos (PIB, deuda exterior y todo eso), pero una renta per cápita inferior a la media de la corporación mercantil a la que pertenece y pensiones que no llegan a los 100 euros/mes.

No hay distancia porque los problemas que deben ser resueltos aquí son, en realidad, los mismos. Y los métodos para aplazar su solución se parecen mucho a los que se emplean en Sofía: palabras, promesas y sacar a los policías a la calle para que den golpes a ciudadanos empobrecidos e indignados.

“No participaré en un Gobierno en el que la policía pega a la gente”, expresó Boiko Borisov, primer ministro búlgaro, al anunciar su dimisión. Borisov, que fue karateca, tiene que saber lo que es pegar, sin duda. Pero como deporte, no como forma de persuasión al pueblo que te ha votado y ya no confía en tí.

A este gobierno no parece preocuparle el búlgaro. Deberían aprender del búlgaro y obrar en consecuencia. Con mentiras y golpes no se puede exigir credibilidad ni hacer escuela.

Publicado en: Internacional Etiquetado como: antidisturbios, Borisov, búlgaro, dimisión, enseñanza, europeo, manifestaciones, pobre, Sofía

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