Al socaire

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Mis palabras de agradecimiento por el Premio de la UICM

24 abril, 2019 By amarias 3 comentarios

El 23 de abril de 2019 la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid me entregó el IV Premio que concede esta prestigiosa asociación, que agrupa a la inmensa mayoría de los Colegios de la Comunidad de Madrid y a más de 300.000 profesionales.

El premio me fue entregado en el acto de Clausura del Día de las Profesiones, por la Consejera de Economía, Empleo y Hacienda de la Comunidad, Engracia Hidalgo. Tengo que agradecer, desde la admiración por el excelente y bien trabado discurso de la ex secretaria de Estado,  una de las personas más brillantes del panorama político- que tuviera unas palabras elogiosas hacia mi persona, y que confesara haber entrado en este blog para conocer más detalles sobre mi. No solo eso: dijo haber pasado un rato muy entretenido, aconsejando a los asistentes que no lo conocieran que lo visitaran . Me quito el sombrero, admirada y admirable Consejera.

Estaban presentes en la mesa presidencial, los dos vicepresidentes de la UICM: el anfitrión, decano del Colegio de Arquitectos, José María Ezquiaga, y Miguel Angel Carrillo, que fue hasta hace poco tiempo el decano del Colegio de Ingenieros de Caminos. En el público, se encontraban varios decanos y decanas de los distintos colegios profesionales, entre los que no faltaron la decana del Colegio de Ingenieros Agrónomos, Mari Cruz Díaz, y el decano del Colegio de Ingenieros de Minas, Rafael Monsalve, así como el decano del Consejo Superior de Minas, Angel Cámara.

Junto a los amigos, colegas que habían tenido la amabilidad de acompañarme en este acto, estaban mi esposa, mis hijos, una de mis hermanas con su pareja y… mis cuatro nietas.

A ellas dediqué mis palabras, trenzadas con el agradecimiento a la Junta directiva de la Unión, que decidió concederme el galardón por unanimidad, según se leyó en el Acta de adjudicación. Advierto que no leí lo que tenía preparado, sino que, dada la poca luz que llegaba al atril (y a mi deteriorada vista, que me obliga a llevar gafas, que perdí hace unos días y tengo pendiente de sustitución), tuve que improvisar.

Este era el texto original.

“Queridas autoridades, amigos y colegas de la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, familia.

Estoy profundamente agradecido, honrado y abrumado, ante esta distinción de gran prestigio, como revelan mis antecesores en este Premio. Se me indica que me fue concedido por mi labor en defensa y difusión del trabajo de los Colegios profesionales y de la Unión Interprofesional en particular.

Si quienes han decidido que era merecedor de este galardón han estimado que reunía méritos suficientes, no voy a entrar en contradicción con ellos. Solo diré que cuanto pude hacer y me propongo seguir haciendo por la colegiación y la profesionalidad no lo hice porque aspirara a que  tuviera jamás ningún reconocimiento por ello.

Ha sido una agradabilísima sorpresa que se reconociera, por una organización tan valorada, activa y plural y que abarca profesiones muy diversas, mi contribución a reforzar algo en lo que creo profundamente, que es la fuerza de la unión profesional, conseguida desde la colaboración y el empuje de profesionales de las más variadas disciplinas. Una fuerza dirigida, no a un propósito egoísta, sino al propósito de impulsar esta Comunidad de Madrid, base de la realidad de España, mejorando la cualificación del país y aprovechando en beneficio común las experiencias sectoriales.

Me acompañan mis nietas, Carlota, Sofía, Alejandra y Claudia y quisiera decir unas palabras dirigidas especialmente a ellas y por extensión, a todos los que serán, dentro de quince o veinte años, protagonistas. Las mayores tienen ocho años y las dos menores, seis. Así que me planteo qué puedo decirles a ellas pensando en el momento en que, ya entradas en la veintena, inicien su vida profesional o estén terminando sus estudios.

Sabéis, queridas nietas, que me gusta contar cuentos, e inventar historias. Creo que alguna vez os habré hablado del gigante Tur Tur, que aparece en un cuento de Michael Ende (“Jim Botón y Lucas el maquinista”. Era un gigante muy particular, un gigante aparente, puesto que cuanto más nos acercábamos a él, más pequeño parecía.

El mundo está lleno de gigantes Tur Tur. Son personas que se adornan con muchas plumas y falsos títulos y parecen magníficos cuando se ven desde la distancia, por lo que ellos mismos nos cuentan, pero en la proximidad resultan anodinos, muy podo interesantes.

Si me admitís un consejo, no os asustéis ante ningún gigante, y acostumbraros siempre a mirar de cerca a las personas con las que os encontréis. Así podréis valorar su verdadera importancia, su dimensión real. Y os puedo aconsejar que, si os encontráis con un gigante de verdad, que los hay, una persona con capacidad de crear, de ser un buen maestro, formar grupo, y generar ilusión y fortaleza, arrimaros a él y si podéis, auparos sobre él. Decía Ramón y Cajal, que obtuvo en 1906 el premio nobel de Medicina, que ese es un premio muy importante, que había llegado lejos porque había sido transportado a hombros de gigantes.

Llegad lejos. Pero si os faltan las fuerzas, sentíos felices al ayudar a que otros, los mejores, lleguen lejos.
El futuro, visto con los ojos de un abuelo que ha vivido ya mucho y que está un poco cansado, no parece muy fácil. Nos pasa a los mayores. Se que a vosotras no os asusta el futuro, sino que, al contrario, os apetece estar allí. Tiempo al tiempo. Preparaos bien entre tanto, para disfrutar de ese futuro.

Nos encontramos entre profesionales, celebrando el Dia de las Profesiones y de los Colegios profesionales. Si no lo sabías, os lo digo ahora: una profesión es un empleo, u oficio por el que se percibe una retribución, es decir, dinero. Porque se necesita del dinero para poder vivir, sostener una familia, disfrutar de un nivel de vida satisfactorio.

Aquí están representados más de 30 Colegios, aunque tengo que advertiros que hay varios cientos de títulos que se pueden obtener en las Universidades españolas. Cuando yo entré en la Universidad, no existían la mayoría de ellas, y muchas de las que había no se podían estudiar en la región donde yo nací, que sabéis que era Asturias. Hoy hay cientos de Centros Universitarios y, además, se puede estudiar teóricamente en otras Universidades de Europa y el título sería homologado, es decir, tendría validez en España.

Aunque puedo decir algo acerca de vuestras aficiones hoy – a una le gusta el dibujo, a aquella escribir poemas y cuentos, a otras leer, tocar un instrumento o hacer teatro-, no tengo idea de la profesión que os permitirá en ese futuro, vivir de vuestro salario y proporcionaros la satisfacción de hacer algo útil.

Se me hace difícil pensar que, dentro de un par de décadas, es decir, veinte años, no haya médicos, abogados, ingenieros, economistas, químicos, sicólogos, farmacéuticos, …Repaso la lista de las profesiones que forman hoy la Unión Interprofesional y me entran dudas sobre la posibilidad de que algunas subsistan, amenazadas por el avance de la robótica, las tecnologías de la comunicación, el manejo masivo de información. ¿Cómo serán los abogados o los ingenieros de vuestro futuro? ¿Trabajarán desde sus casas, se relacionarán con máquinas o con seres humanos y de qué manera? ¿Serán necesarios y para hacer qué cosas?

Si miro desde la perspectiva de que las profesiones deben servir para conseguir un empleo remunerado, tampoco tengo claro lo que sucederá. Es decir, lo veo oscuro. ¿Habrá trabajo para todos y un buen trabajo?

Lo que si tengo claro es la importancia de la educación, de la buena educación. La responsabilidad hoy de los mayores es que a los niños y jóvenes se os eduque bien, no solo en valores, sino también en conocimientos útiles, con buena base.

Cada vez será mayor la exigencia para ser un buen profesional, y muy difícil llegar a ser un profesional de éxito. La competencia será muy fuerte y el trabajo que uno desearía puede que escasee y la necesidad de formación para conseguirlo y mantenerlo será continua: Posiblemente la vida laboral se acortará en tanto que, sin embargo, las personas vivirán cada vez más, por lo que las necesidades de cubrir el tiempo de ocio serán mayores, pero también lo serán las opciones de cultivar el lado más personal del ser humano, lo que nos hace sensibles, inteligentes, curiosos. Y poder compartir ese sentimiento.

Si miro a lo que conozco mejor, las profesiones técnicas estarán cada vez más interrelacionadas con el medio ambiente, la biología, la medicina y las tecnologías de comunicación y robótica. Habrá -en gran medida, los hay ya- ingenieros biólogos, economistas técnicos, especialistas en humanización y robótica, físicos que también hayan estudiado medicina, ingenieros ambientales que también sepan aplicar el derecho.

En el cuento de los tres cerditos, supongo que la profesión del cerdito que hizo la casa más resistente y que el lobo no fue capaz de destruir era arquitecto, o ingeniero. Me pareció siempre injusto que sus hermanos a los que les gustaba la música o la danza no fueran bien tratados en el cuento. Creo que lo mejor hubiera sido que, desde el principio, hubieran trabajado los tres juntos y, además de hacer una casa sólida para defenderse de los peligros y protegerse del mal tiempo, disfrutaran bailando, tocando instrumentos o leyendo poemas todos unidos. Porque la unión hace la fuerza. Y la Unión profesional da mucha fuerza..

El futuro de la humanidad tendrá que ser mejor, o no será. Deberá ser maravilloso, y tendrá que ser igual de maravilloso para todos. No se dónde viviréis cuando seáis mayores y fundéis vuestra propia familia. Seguramente, algunas no os quedaréis en España. Europa no será seguramente el lugar apacible y seguro que ahora es y el centro de decisiones y poder se habrá desplazado hacia otras áreas. No quiero pensar en ello, pero posiblemente habrá habido nuevas guerras y disputas por el agua, los minerales, los alimentos o la posesión de la tecnología. Ojalá que podamos evitarlo.

Pero quiero detenerme en lo positivo. Llevaréis un reloj en la muñeca que no solo servirá para decir la hora que es, o lo que habéis dormido la noche anterior o durante toda la semana o las calorías consumidas o el camino recorrido, como este que ahora llevo. El reloj os dará mucha información sobre vosotros, y servirá también para relacionaros con vuestro sistema de salud, para saber cómo estáis, cómo o dónde están vuestra familia y amigos y cómo se encuentran. Servirá para recibir todo tipo de avisos y noticias, comunicaros con el resto del mundo, con los aparatos electrónicos y robots de vuestra casa y vuestro lugar de trabajo y, en suma. ayudar a vuestra felicidad.

Hace un par de años, pedimos a los niños de varios colegios de Madrid, desde la UICM, en el Comité de Medio Ambiente, que dibujaran cómo veían el futuro. Eran niños de vuestra edad hoy y demostraron, como no podía ser de otro modo, que tenían mucha imaginación. Había en sus dibujos, edificios muy pero que muy inteligentes, aviones y autobuses movidos por energía solar o eólica, helicópteros para uso particular que se podían plegar como un paraguas, parques y zonas verdes impolutas y sus dibujos expresaban una gran concienciación ambiental, para no ensuciar el ambiente. También había dibujos que trasladaban la preocupación por ese futuro. Algunos niños dibujaron un mundo dominado por los robots, deshumanizado.

Y ahí quiero llegar, para terminar. Sea cual sea la profesión que elijáis, no dejéis nunca de ser honestos, creativos, críticos y leales. Ayudad a los mayores, vigilándonos, a que respetemos el planeta, seamos más solidarios, ayudemos más a los que lo necesitan. No dejéis jamás de utilizar la filosofía, no descuidéis nunca la ética. Amad las artes, la literatura, la poesía.

Y, sobre todo, evitad admirar a quienes manejan el martillo. Vosotras sabéis quién es el mozo del martillo, porque es el protagonista de un cuento que os conté otras veces. El mozo del martillo consiguió el primer premio en un concurso que se había convocado para premiar a quien fuese capaz de crear o hacer algo que asombrase a los demás. Este muchacho, que era un rebelde y estaba un poco loco, destruyó con su martillo la obra que iba a ser premiado, de un gran artista de la ciudad. Causó la máxima conmoción, y de acuerdo con las instrucciones del concurso, hubo que darle el premio.

Queridas autoridades, queridos colegas, querida familia. Gracias por estar aquí en este acto tan emotivo para mí. Gracias a la UICM por este galardón. Y prometo seguir trabajando, mientras me quede resuello, por mejorar el futuro de las profesiones, que es parte sustancial de nuestro futuro.

El de todos. Y, sobre todo, el de los más jóvenes, a los que tenemos que ayudar, con trabajo, educación y ejemplo. a preparar la plataforma que les proyecte hacia él de la forma más satisfactoria. Gracias también por vuestra atención.”

Hasta aquí, el texto que tenía dispuesto. La alocución fue más breve (miraba a mis nietas, muy atentas a mis palabras, y no quería cansarlas ni cansar a la audiencia). Pero el sentido básico quedó expresado y, por lo que me comentaron muchos asistentes, compartido y apreciado.


La bisbita ribereña alpina (anthus spinoleta spinoleta)  es un ave de regular tamaño (dentro de las paseriformes), con un peso de hasta 23 g. Se la distingue de la bisbita común (anthus pratensis) por el tamaño (es más grande) y por el hábitat, que en el caso de la ribereña alpina corresponde a áreas montañosas. El vientre, además, está densamente rallado hasta el vientre, que en su prima pequeña es blanquecino. Las pates,  unas uñas traseras conspicuamente largas.

Esta bisbita, fundamentalmente migradora, fue fotografiada en Pola de Allande, en una de sus hermosas montañas, en el mes de julio. Quizá había decidido quedarse allí, seducida por el paisaje y la buena alimentación, consistente en semillas, insectos, gusanos, arácnidos. etc.

 

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Dia de las Profesiones

22 abril, 2019 By amarias 5 comentarios

El 23 de abril, martes, además del Día del Libro, se conmemora en Madrid el Día de las Profesiones, por convocatoria de la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid. Durante todo el día, en la sede del Colegio de Arquitectos, en la calle Hortaleza, 63, a partir de las 10h 30m se celebrarán varias mesas redondas, en las que destacados ponentes expondrán sus opiniones sobre el futuro del mercado laboral y las profesiones, los efectos de la transformación digital o el desarrollo sostenible en las ciudades, entre otros temas y actividades.

A las seis y media de la tarde, dentro del acto de clausura, se me entregará el Premio a la persona que más se ha distinguido por la defensa de las profesiones y los colegios profesionales. Mi candidatura, de la que no sabía nada, fue propuesta por el Colegio de Ingenieros de Minas de Centro de España y votada a favor por la Junta General de la Unión Profesional, valorando méritos y actuaciones mías de las que no puedo menos que sonrojarme por unos (pues soy consciente de su escasez y debilidad) y expresar que las otras las hice por propia decisión y vocación, sin esperar reconocimiento alguno.

Escrito esto, debo admitir que me siento profundamente agradecido y honrado por habérseme considerado merecedor de un galardón de tanto prestigio, que se encuentra ya en su cuarta edición, y que ha premiado, hasta ahora , a relevantes personalidades del complejo mundo de la profesión.

Adjunto el Programa del Acto y, si estáis en Madrid y os apetece pasar un rato agradable, estáis invitados a acompañar mañana al equipo de la Unión Profesional y los profesionales que se reunirán allí. Y si queréis acudir a Hortaleza 63 para estar presentes en el acto de clausura, tendré ocasión de saludaros personalmente.

( LAS PROFESIONES, A TU SERVICIO ¡ACÉRCATE A CONOCERNOS!

Tras el éxito de las dos ediciones anteriores, desde Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, Asociación de Colegios Profesionales donde se encuentran agrupados más de 300.000 profesionales, que representan a más de 35 profesiones de las áreas de Ciencias, Economía, Jurídica, Sanidad, Social y Técnica, celebraremos la III Edición del Día de las Profesiones.

Se trata de una jornada anual de puertas abiertas de los Colegios Profesionales (ENTRADA LIBRE), que celebraremos el próximo 23 de abril (martes) durante todo el día (de 10h a 20h) en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (C/ Hortaleza, 63). El principal objetivo de esta celebración es:
1) ofrecer a la ciudadanía la oportunidad de acceder de una manera fácil y cercana a conocer lo que las distintas profesiones y sus profesionales le puede ofrecer; mejorando la presencia de los profesionales en la sociedad
2) dar a conocer a los jóvenes las profesiones de cara a su elección e información sobre su futuro profesional;
a los estudiantes universitarios la oportunidad de acercarse y conocer lo que es un Colegio Profesional y lo que éste le puede aportar en esta nueva etapa.
3) y a los colegiados, profesionales y ciudadanos en general, la oportunidad de acceder a charlas e información sobre cuestiones de plena actualidad.

Durante toda la Jornada aquellas personas que deseen acompañarnos encontrarán activos diferentes espacios donde podrán acercarse y conocer un poco más las distintas profesiones y los servicios que los Colegios Profesionales pueden ofrecerles:

PUNTOS DE INFORMACIÓN de las diferentes profesiones: Un espacio común donde los distintos Colegios Profesionales se pondrán a disposición de los asistentes para resolver cualquier duda que éstos tengan acerca de cada una de las profesiones, así como para informar de los diferentes servicios que prestan a la Sociedad.

Igualmente, durante toda la jornada los distintos Colegios Profesionales facilitarán de manera clara y cercana información a los estudiantes que nos visiten, ofreciendo orientación sobre itinerarios académicos (ver video) y salidas profesionales (ver video)

MESAS REDONDAS Y ACTIVIDADES SOBRE TEMAS DE INTERÉS GENERAL Y ACTUALIDAD: Espacio donde distintos expertos ofrecerán charlas multidisciplinares sobre temas transversales de interés para la ciudadanía en general.

PROGRAMA DEL EVENTO

10.30h Inauguración
11.00h Mesa Redonda: El futuro del mercado laboral y las nuevas profesiones
12.30h Mesa Redonda: ¿Cómo nos afecta la transformación digital?
12.30h *Charla CODEM Educa
13.30h *Cata de vinos: Todo lo que te gustaría saber de vino y no te atreviste a preguntar
13.30h Presentación campaña Nursing Now Comunidad de Madrid.
16.00h Mesa Redonda: Sociedad Saludable: buscando el equilibrio
17.30h Mesa Redonda: El desarrollo sostenible en las ciudades.
18.30h Clausura
Entrega de Premios UICM: IV EDICIÓN PREMIO UNIÓN INTERPROFESIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID de reconocimiento a personalidades o instituciones por la defensa y difusión de la labor de los colegios profesionales y las profesiones.
III EDICIÓN DEL PREMIO UICM a profesionales colegiados para galardonar el mejor artículo, ensayo o libro sobre colegios profesionales y el ejercicio de las profesiones -premio a la divulgación colegial-.
Microconcierto de Músicos por la Salud
19.30h Cóctel

Con la colaboración de:

Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid
Copyright © 2019 UICM. All Rights Reserved.

C/ Serrano 9, 1ª Planta, 28001 Madrid
Telf: +34 91 781 58 10
[email protected] )

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La libélula roja (Sympetrum sanguineum) es un odonato bastante difundido, que puede observarse en las orillas de marjales, pantanos, y riachuelos en donde este depredador encuentra su alimento y se desarrolla en las fases primeras de su existencia.

El fotografiado es un  macho, pues las hembras son de color pardo o pardo anaranjado.

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Trayectoria

17 diciembre, 2017 By amarias 3 comentarios

El Colegio de Ingenieros de Minas de Centro de España, con ocasión de la Cena anual de este año, me entregó ayer (16 de diciembre de 2017) la medalla al reconocimiento a la trayectoria profesional. El acto resultó para mí, como el lector amigo puede suponer, honroso y emotivo, y contó con la presencia del Ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Alvaro Nadal.  (1)

Incluyo a continuación el texto que tenía preparado para comunicación de agradecimiento que, como no lo leí, no coincidirá plenamente con lo que estará registrado. Tenía dispuestos, en realidad, dos textos (uno más largo, para la eventualidad de que el Ministro, por alguna obligación sobrevenida, no hubiera podido asistir). Si alguien estuviera interesado en el “texto largo”, se lo enviaré gustoso.

“Autoridades, compañeros y amigos, familia:

Cuando le comenté a una de mis cuatro nietas -seis años- que mis amigos del Colegio me habían dado el reconocimiento a la trayectoria profesional, me preguntó “Abuelo, ¿Qué es eso?” “Es un premio por mi carrera”, le contesté. Se me quedó mirando, asimilando lo que le había dicho. “¡Pero si tú no corres un pimiento!¡Yo siempre te gano!”, me replicó.

Me viene a la cabeza lo que oi decir a Eduardo Haro Tegclen, cuando presentó hace ya años, los premios del café Gijón. Dijo: “Los que fundamos este premio en 1949 habíamos discutido si, antes de dárselo a alguien ajeno, no deberíamos dárnoslo a nosotros mismos.” La Historia dice que no fue así, pero es cierto que a la hora de conceder un premio, tanto si es o no honorífico, se piensa, en primer lugar, en los que tenemos cerca. Por tanto, si alguien necesita ser tranquilizado de por qué me premiaron a mí y no a él, le doy la satisfacción: estos amigos del Colegio de Centro han tenido piedad de mi, de mi estado de enfermo y esperan que, dentro de unos años, cuando estén viejitos, les den el reconocimiento a ellos.

He tratado de inspirarme para estas palabras en otros discursos de agradecimiento. Tuve a la vista alguno de nuestro premio nobel Santiago Ramón y Cajal, del que siempre aprecié no solo su magnífica creatividad, sino su humildad. Cuando le daban un premio, lo recogía como si se disculpara. El recordaba una frase estupenda de Isaac Newton, que escribió: “Llegué lejos porque fui transportado a hombros de gigantes.

Santiago Ramón y Cajal es un ejemplo de perseverancia, constancia en la ejecución de sus trabajos de investigación, a despecho de dificultades, zancadillas y falta de medios. Si me tengo que definir con un par de brochazos, reconozco que soy lo contrario de esa representación. Soy inconstante, todo me atrae, he cambiado de trabajo muchas veces y siempre los he dejado con la impresión de haber abandonado las cosas a medias. Por fortuna, siempre ha habido excelentes continuadores y perfeccionadoras de esa obra inacabada. A ellos quiero, aunque sea sin citarlos, rendir homenaje hoy. Como también quiero rendirlo a la persona que más ha hecho por impulsar mi ánimo, sacrificando su propia carrera. Si del admirado Ramón y Cajal se decía que la mitad de Cajal era su mujer, la mitad de este Arias la sostuvo mi esposa, María Jesús.

Tuve relación con la minería desde niño. La casa familiar tenía los armarios llenos de piedras, pero no porque se coleccionaran. Eran las muestras de las decenas de posibles negocios mineros que mi padre se planteaba, en emprendimientos para los que llenaba páginas y páginas de cálculos en las que, con sus trabajos de laboratorio a partir de muestras tomadas en el campo, nos convertía en millonarios una y mil veces.

La minería no dio dinero, pero sirvió para sacar a la familia adelante, al menos, hasta que se suprimieron los aranceles y faltó capital para pagar el horno importado de Alemania que hubiera hecho competitivo al negocio de mi padre. Eso sí, tuve muchas ocasiones de visitar minas y metalurgias, asistir a coladas de ferromanganeso, ferrotungsteno o ferrosilicio, ponerme el casco de minero cuando apenas era un niño delgaducho y no muy fuerte. Mi primer cubalibre lo tomé con el rey el manganeso, Antonio Domínguez Roldán, con once años, cuando acompañaba a mi padre a visitar unas minas de pirolusita y rodocrosita en Nerva.

Si la vida de cada uno es una novela, en la que el guionista, en buena medida, es uno mismo, la mía, más que una novela de aventuras, es una historia de cambios. De un culo inquieto, vamos.

Algunos de los que me estáis escuchando sois aún jóvenes, y tal vez para ellos tenga sentido apuntar algo así como un consejo. No tengáis miedo a cambiar de ocupación, ni de lugar, ni a quemar vuestras naves. No miréis atrás, mirad hacia adelante, que es la única manera de aprovechar las oportunidades para modificar el entorno de vuestra existencia, Como no tenemos otra, nuestra responsabilidad es hacerla lo más útil para nosotros y los demás, y, sí, también conseguir que sea lo más divertida posible.

Los que me conocéis más, sabéis que una de mis obsesiones es la generación de empleo y riqueza para el desarrollo. Hice mi tesis doctoral sobre este tema hace ya años, trabajé en la Administración pública con ese objetivo y di muchas conferencias y participé en decenas de comisiones y coloquios. Ayudé a poner en marcha muchas empresas, pero cuando me decidí a montar mi propia empresa, monté un restaurante. De aquella aventura, que duró, por supuesto, cinco años -como todas- escribí un libro. “Cómo no montar un restaurante”.

En fin, ya véis que mi trayectoria profesional no ha sido precisamente recta. Está llena de trazos, matizada con algunos sinsabores y, por fortuna, dispone de muchas satisfacciones.

Soy un decidido defensor de la calidad de la enseñanza. Cuanto más exigente, mejor. Cuanto más ancha sea la base de conocimientos, mejor. Por eso, no me preguntaría exactamente si la formación en la Escuela o en la Universidad sirve, en abstracto. El paso por las Escuelas de Ingeniería debe dar, no solo conocimientos, sino ayudar a abrir la mente, preparándola para resolver problemas, cualesquiera que sean.
La realidad de haber superado un proceso de selección, duro, da confianza en uno mismo. Los detalles son lo de menos. Cuando impartía clase de Algebra en la Escuela de Minas de Oviedo, un alumno me preguntó para qué servía el teorema de Kolmogoroff Smirnoff en la vida profesional.

Este teorema es capital. Demuestra que cuando se toma una muestra suficientemente grande de valores de un parámetro de un suceso aleatorio, la función de densidad se aproxima a la distribución normal. Le contesté que aunque pudiera ser, y yo no podía preverlo, que no necesitara aplicarlo nunca, en aquel momento tenía máximo interés para ambos. Para mi, como profesor, me había supuesto unas 500 pesetas, que era lo que me pagaban por la clase. Para él, como alumno, el entenderlo y saber expresarlo con corrección, supondría obtener un punto en el examen trimestral, pues era una pregunta que pensaba incluir.

Yo tuve ocasión de aplicar bastantes veces el teorema. Casi todos los sucesos que nos afectan se aproximan a la distribución normal. Es normal la distribución de esperanza de vida de una población. Es normal la distribución de consumos de agua o electricidad en una ciudad, es normal…

¡Ah, pero también pude comprobar, que en una población aparentemente homogénea suele encontrarse un grupo de comportamientos atípicos que constituyen la excepción. Cuando miramos la distribución de resultados de la variable, aparecen como una segunda joroba. Una campana de Gauss más pequeña, nacida del mismo suceso pero de un comportamiento que mejora o cambia la tónica general. Siempre me han atraído estas segundas jorobas de los sucesos normales. Están formados por los resultados, valga la aparente redundancia, de los que se salen de la normalidad, de los que han apuntado más alto.

Ahí quiero ver a todos los que quieren una España mejor, una ingeniería mejor, una sociedad más justa. No son los que se conforman con lo que hacen los demás, sino que buscan el hueco donde los demás no encuentran más que comodidad y, tal vez, exigencias.

Debemos animar a todos los jóvenes ingenieros, y a toda la juventud, a que trabajen por la excepción, apuntando más alto. Quiero decir a mis colegas, también a los que ya somos mayores, que sigamos buscando la excepción a las curvas de Gauss, y que ayudemos a que los más jóvenes consigan mejores resultados que los nuestros. Y quiero recordar, por supuesto, que el trabajo mejor no es obra de individualidades, sino de colectivos. De gentes que han llegado a hombros de otros.

Por eso, animo a todos los compañeros que no estén aún colegiados, a que lo hagan. Y a los que lo estéis, a que participéis más en las funciones del Colegio. No es cuestión de cuotas ni de ingresos para el Colegio, -que ojalá fuera único, dicho sea de paso-, sino de sumar el máximo de esfuerzos, aupándonos los unos en los hombros de otros. El Colegio es la forma de defender los intereses comunes, ayudar a la formación continua, apoyarnos en las dificultades. Pero, sobre todo, un Colegio profesional, hoy debe tener como objetivo mejorar la sociedad en la que vivimos, convertir sus resultados en una segunda campana de Gauss, que suponga el punto de apoyo para el salto de la situación desde la que se viene.

Dejo aquí mi discurso. Gracias por vuestra atención, y gracias a la Junta del Colegio de Centro, y en especial a su decano Rafa Monsalve, por este reconocimiento. Es inmerecido, admito, pero sabe muy dulce. Además, como mi trayectoria profesional no ha terminado, este galardón le da una dimensión con la que jamás había soñado”

—

(1) Había muchos colegas, y no puedo citarlos a todos, pero sí quiero destacar, además de a Rafael Monsalve y a los colegas de la Junta del Colegio que, por unanimidad, cometieron el dulquérrimo error de distinguirme con el galardón, a José Luis Parra (director de la Escuela de Minas de Madrid), Angel Cámara (decano del Consejo de Minas), Gonzalo Echagüe (decano del Colegio de Físicos), Javier Abajo Dávila (director general de Industria, Energía y Minas de la Comunidad de Madrid), Eloy Ignacio Alvarez Pelegry (catedrático en Orkestra, miembro de la Real Academia de Ingeniería), César Franco (decano de Ingenieros Industriales),…y me detengo aquí, porque debería citar a todos y cada uno de los amigos y amigas que me auparon en la emoción de un pedestal de méritos en los que solo encuentro, como valor, el haber tratado de hacer las cosas lo mejor que pude, y puedo, consciente de que no puedo tanto como me gustaría dar.

—–

Incluyo con el Comentario la fotografía de un longevo castaño del pueblo donde nació mi madre, en Miranda, cerca de la casa familiar. Descanso muchas veces la mente, desde Madrid, recreándome en paseos imaginarios (trasunto de otros muchos reales) por los caminos y senderos de las montañas de esa zona. Hoy no pocos de ellos, escondidos entre la maleza y el implacable avance de la naturaleza para recuperar la libertad de acción en lo que es suyo.

 

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Íntimos reductos reducidos

9 diciembre, 2016 By amarias Deja un comentario

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Juan Luis de Diego Arias, abogado del Ilustre Colegio de Madrid y primo carnal del que esto escribe, ha visto publicada su tesis sobre “El derecho a la intimidad de las personas reclusas”, (Ministerio del Interior, Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, 2016) premiada con el Primer Accésit del Premio Victoria Kent de 2015. Es un magnífico trabajo, desarrollando con la precisión de un cirujano el análisis de un tema que reúne las características de delicado, apasionante y controvertido (al menos, en los ámbitos involucrados con la plasmación o expresión práctica de su ejercicio).

Las tesis doctorales, cuando responden adecuadamente al propósito académico y disciplinar, no pueden resumirse ni glosarse por un tercero sin entrometerse en el terreno pedregoso que linda con la petulancia, por un lado, y por otro, con la pedantería. Construye Juan Luis un edificio sistemático, apoyado, como no podía ser de otro modo, en las Sentencias del Tribunal Constitucional (TC) que abordan la cuestión, valorándolas y englobándolas en un contexto amplio, que implica desde la sociología a la psicología y hasta el ámbito de la apreciación individual de los límites de la personalidad, la intimidad y el pudor.

Todo ello, por supuesto, sin perder de vista que se trata de objetivar en lo posible la cuestión central de la intimidad de los que se encuentran cumpliendo condena. “Idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto son los parámetros para comprobar  si una medida restrictiva de un derecho fundamental supera el juicio de proporcionalidad”. Son las palabras clave con las que el TC ha venido perfilando el asunto de la controversia entre dos parámetros de expresión variable, pero no por ello susceptibles de sometimiento discrecional al juicio y voluntad de terceros, ya sean los directores de las prisiones o el propio reglamento de prisiones: derecho a la intimidad personal del recluso y la necesidad de velar por el buen orden y seguridad del establecimiento penitenciario.

No voy a resumir, ni siquiera a intentarlo, un trabajo de 350 páginas y que ha demandado, sin duda, muchos meses de estudio. Es una obra de la madurez del autor, que recoge -incluso sin que él mismo lo haya advertido, quizá- residuos adecuados de las vivencias propias. Yo la he leído con la fruición de quien presupone, con plena consciencia, que va a encontrarse con la exposición ordenada de ideas y conocimiento. Durante la elaboración de la tesis, incluso tuvimos ocasión de comentar algunos aspectos y pude, por tanto, verla crecer y robustecerse. Felicidades, pues, también, a Fernando Reviriego, el director de la misma.

Disculpará el lector, y mi primo en especial, el que incorpore a este tema otro que viene a mi recuerdo este día. Santos Castro, fallecido el 24 de agosto de este año, cumpliría hoy 67 años. He comprobado que su perfil en Facebook se mantiene abierto, y sigue siendo, por tanto, uno de mis amigos en esa red social, con una vivencia pública prolongada, aunque inerte.

La intimidad de los muertos, la prolongación post morten de su personalidad, el respeto a su memoria, y a las creencias y planteamientos manifiestos en vida, la fidelidad en la plasmación de sus hechos y en el reflejo de sus actitudes, así como  el estricto cumplimiento de sus disposiciones testamentarias -si las hubo- son, sin duda, un tema de tesis que no ha sido aún suficientemente tratado y sobre el que el TC se ha manifestado parcamente. Parece haberse impuesto el criterio de que la muerte autoriza per se la sección irrespetuosa de los que no están para defenderse o para obligar a que se les tenga en cuenta en lo que ordenaron y creyeron.


La foto que acompaño al Comentario de hoy, refleja a un ave en un entorno doméstico, al que ella misma se condujo por curiosidad o en busca de cálido cobijo y alimento.

Cuando volví a casa aquel día, descubrí con sorpresa que un petirrojo había entrado en la cocina y estaba encaramado en el tanque para el agua, que se hallaba templado gracias al buen tiro de la cocina económica, a la que yo había estado alimentando con troncos de leña desde primeras horas.

Tuvo que haber entrado por la puerta principal, supuse, ya que las ventanas de aquella habitación estaban cerradas. Habría ido avanzado hasta allí, volando por los pasillos, apoyándose en sillas, piano o cuadros en su aletear despreocupado. Un itinerario singular. Como los pájaros no parecen capaces de distinguir entre la naturaleza y los accesorios generados por la actividad humana, el pequeño animal no se mostraba afectado por la inspección de dependencias tan extravagantes para su hábitat.

Mi repentina presencia en el lugar debió amedrentarla, y el ave extremó su quietud, paralizada ahora por el miedo. Temiendo que se hiciera daño en una huída atolondrada, abrí con calma todas las ventanas y esperé con paciencia a que el animal encontrase por sí mismo la vía de escape a su ámbito natural.

Al cabo de unos instantes que ambos vivimos con tensión, respiré aliviado cuando vi que el petirrojo tomaba el camino que le había abierto hacia la cabal libertad.

Si esta historia fuera un cuento, o hubiera deseado incorporar en ella alguna elucubración imaginativa, podría terminar escribiendo que el petirrojo, agradecido por mi sensato proceder, volvía cada atardecer al porche para obsequiarme con lo mejor de sus trinos y gorgoritos. No se si fue así, pero nunca han faltado a ese lugar cantos de mirlos y petirrojos. El problema lo tengo que yo, que no soy capaz de distinguir a un petirrojo de otro.

Todos los petirrojos son iguales en la penumbra de los matorrales donde se cobijan y no se me presentaron más que unas pocas ocasiones de observarlos en su intimidad con la atención que dispensé a esa ave que penetró en la mía.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: intimidad, Juan Luis de Diego, petirrojo, premio, reclusos, Sentencias, Trubunal Constitucional, Victoria Kent

Cuento de primavera: La obra perfecta

16 abril, 2014 By amarias Deja un comentario

Por otra narración, hemos conocido cómo un artesano genial, capaz de realizar obras de relojería de encomiable mérito, no había, sin embargo, conseguido el anhelado premio en un Concurso celebrado en su localidad para distinguir el mejor trabajo, debido a que las bases del Certamen se habían confeccionado a la ligera.

En aquella ocasión, el Jurado tuvo que dar el premio a un joven que tenía perturbadas sus facultades mentales, y que, enarbolando un martillo, destruyó completamente la obra maestra del esforzado artista, puesto que se había decidido otorgar el galardón a “aquel que produjese en la concurrencia el mayor grado de asombro” y, desde luego, el mozalbete los había dejado a todos estupefactos.

También hemos podido enterarnos, por un relato posterior, que el mismo relojero volvió a presentarse al año siguiente al Concurso, en el que se habían revisado las Bases, y tampoco obtuvo el premio, que fue a parar a un familiar del presidente del Jurado.

Pues bien, voy a referir ahora lo que sucedió en una tercera ocasión.

El relojero, escarmentado, no dijo a nadie, ni siquiera a su mujer, lo que iba a hacer. Estuvo días y días imaginando planos y complejos artilugios destinados a servir de base para fabricar las piezas del reloj y los mecanismos que le harían funcionar con la mayor exactitud que la tecnología del momento podía garantizar, e incluso, un poco mejor. Para evitar que nadie le copiara, destruía sistemáticamente, después de memorizarlos, todos los croquis y dibujos, quemándolos, hasta hacerlos ceniza impalpable, que aventaba con un fuelle en un bosque alejado del pueblo.

-Estoy absolutamente seguro -pensaba el genial artífice- que nadie podrá copiar el fruto de mis ideas. Las Bases se han corregido para que el premio no se de al que produzca asombro, sino a la obra que tenga la máxima utilidad; y, desde luego, para evitar nepotismos y favoritismos, se tiene expresado que el Jurado calificador estará formado por tres personas, cuyos nombres serán obtenidos por insaculación, el día antes de cerrar el plazo de admisión del Concurso, de cada una de tres relaciones de expertos, respectivamente, en investigación, ciencia y tecnología, que provengan de Universidades de prestigio de tres regiones distintas de Valgamediós, igualmente desconocidas a priori.

Era imposible que pudieran estar de acuerdo esas personas, porque nadie sabía, antes de que se hubieran presentado las obras al certamen, quienes iban a ser, y ni siquiera de dónde provendrían.

¿Qué decir de la obra que, en la soledad de su taller, sin contar con el auxilio de aprendiz ni suboficial, iba realizando el maestro? Era magnífica, incalificable en su perfección, casi divina si se consideraba lo acabado y definido de sus líneas, lo preciso del funcionamiento de las ruedas dentadas, los balancines, las figuritas que alegraban el paso de las horas que señalaba, con precisión inalcanzable, las agujas; no ya los minuteros y secunderos: el aparato apreciaba hasta las centésimas de segundo, lo que para la época era un avance descomunal.

El maestro esperó hasta el último día y, dentro de él, a la última hora antes del cierre de la admisión, para presentar su pieza. Llegó el momento de ir a recogerla a su taller, desde debajo de la mesa del último aprendiz, donde, envuelta en papeles sucios y restos de guata, la había dejado la tarde anterior. Estaba emocionado y nervioso y, como era día de fiesta, el taller se encontraba vacío.

Miró bajo la mesa y no encontró nada. Miró alrededor y vio que todo el taller estaba inmaculadamente limpio. Palideció y, entrándole pánico, sin imaginar lo que podía haber pasado, se fue corriendo hacia la casa del suboficial del taller.

-¿Qué has hecho de un paquete que había bajo la mesa de Gumersindo, el aprendiz? -le preguntó, demudado.

-¿Un paquete? No tenía ni idea que allí se guardaba algo. En cualquier caso, allí nunca tenemos nada de valor -le contestó el suboficial.

El maestro relojero volvió, a todo el ritmo que le permitían sus piernas, ya algo afectadas por la artritis, a su casa. Su mujer estaba preparando garbanzos con costillas de cerdo, que era su comida preferida.

-¿A quién han dado el premio? -preguntó la eficiente mujer, con una sonrisa que expresaba el gran cariño que sentía hacia su marido.-Es una lástima que este año no hayas querido presentarte

-No, no. Si quiero presentarme. Es una sorpresa. Pero no encuentro el paquete en el que guardé mi obra perfecta, la que quiero presentar al Concurso. Y el tiempo límite está a punto de acabarse -casi gritó, lleno de angustia y tensión, el genial artífice.

-¡Ah, qué bien! Piensa dónde estuviste trabajando en él la última vez. Ya imagino que era algo muy pequeño, pero será fácil recordar dónde lo dejaste si repasas tus movimientos.  -Se interesó por conocer la gentil compañera, como siempre dispuesta a ayudarle, convencida de que, ya desmemoriado por el principio de demencia senil, el relojero habría olvidado el sitio-.

-En el taller no está -prosiguió-, porque ayer por la noche lo he limpiado a conciencia, para darte una sorpresa. Estaba por cierto hecho un asco, pero no lo encontré. Entregué hasta tres sacos con basura a un buhonero que, por suerte, pasó por el pueblo.

El relojero se desmayó.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias, Sin categoría Etiquetado como: buhonero, certamen, concurso, cuento, cuento de primavera, obra perfecta, premio, relojero

Cuento de invierno: Rigor a la carta

10 febrero, 2014 By amarias Deja un comentario

Riguroso Poveda era muy exigente. Antes de salir de casa, se cercioraba de que el traje no tuviera arrugas, manchas de grasa o algún dobladillo descosido. La raya del pelo, ya algo ralo, parecía estar delineada con tiralíneas; el bigote, recortado al milímetro; las gafas de concha, pulcras; los zapatos, refulgentes cual patena.

Si el exterior lucía inmaculado, el interior no le iba a la zaga. Catedrático de Ampliación Vastísima de Matemáticas Orondas, en la Escuela Politécnica de Selección de Ingenios, su orgullo no tendría parejo ni en el emperador del pollo frito. Cuando impartía, cada año lectivo, la primera lección de su asignatura, escoltado por los tres ayudantes, a quienes hacía sentar en primera fila, junto a los alumnos, atraía curiosos incluso de disciplinas nada afines.

Constituía todo un espectáculo, verle interesarse por los conocimientos de aquellos a quienes, con su intensa sabiduría, le correspondería desbravar, adoctrinar, amedrentar, sojuzgar aquel semestre. Como no disponía aún de la lista oficial de matriculados, estaba  obligado a sacar a la palestra a los infelices que utilizaba para escarnio, guiándose únicamente por el azar o su intuición.

No fallaba. Acá y allá detectaba incompetentes, ineptos, ignorantes, fatuos, asnos para conocimientos que el juzgaba obvios, pertinentes, de inexcusable omisión, de incalificable ausencia.

-¡Será imposible convertir a Vd., con esa materia prima con la que acude a mí a ninguna otra sustancia que a puro material de desecho! ¡Es Vd. una escoria intelectual, un caso irremisiblemente perdido!

Y el alumno se volvía al asiento, con aspecto compungido, haciendo cortes de manga a las espaldas del ilustrado orate.

-¿No le han enseñado aún lo que son las transformadas discretas de Fourier? ¿No oyó hablar hasta ahora de la convolución circular? ¿Confunde el algoritmo de Bluestein con el de Rader? ¿Y piensa Vd. que le hagan caso cuando tenga que hacer una reconversión forzosa?

Algunos de quienes formaban el auditorio debía esconderse tras las tapas levantadas de los pupitres para que no se les advirtiera tronchándose de risa con las ocurrencias.

El profesor Poveda, cuando se recluía en su casa, -en donde vivía con una hermana algo trastocada -que era la que se encargaba de los zurcidos y labores menestrales, incluidas la adquisición y preparación de víveres y a la que la maledicencia atribuía, erróneamente, un régimen de carnal coyunda-, se pasaba el tiempo en que no repasaba lo que ya sabía, mirando por la ventana.

-Mira esos dos, Esteonora -apremiaba a su hermana, para que viniera a su lado-. Parecen el resultado del algoritmo de Bolzano, encerrado él en un reducido espacio incomunicado, de tanto como ella lo atosiga.

Y Esteonora, que se había hecho experta en tocar la flauta travesera, sonreía.

Sucedió que, un buen día, a Riguroso Poveda lo llamaron para ser miembro del jurado que otorgaba el Premio a la Creatividad Científica, en representación de la comunidad local. Tenía, desde luego, currículum y, aunque no era apreciado en todos los sectores, no eran pocos los que se jactaban de que, gracias a sus enseñanzas, habían podido comprender mejor el sentido fatuo de la existencia.

Riguroso Poveda asistió a la primera reunión del comité, como corresponde, ataviado con su mejor traje, en uno de cuyos ojales había encajado la insignia de oro y brillantes que le acreditaba como colaborador asociado o correspondiente de la Rusian Scientific Society of Qualified Eccentric Persons (RSSQEP).

Cuando se le dio a leer la relación de posibles galardonados, manifestó de inmediato su total discrepancia.

-No encuentro que ninguno de ellos sea merecedor del Premio. Les falta algo sustancial -expuso, con determinación.

-¿Qué es, profesor Poveda, lo que echa en falta de estos ilustres colegas, que, por cierto, han sido ya reiteradamente premiados en otros certámenes de mayor calidad que el nuestro?

El profesor Poveda, que había visto su nombre en la relación, indicó, con acerada parsimonia.

-Lo que les une a todos en su carencia es, sin duda, no estar muertos. Todos ellos viven por ahora y, por tanto, huelga que se les premie. No hay razón para limitarse tanto, ensalzando a quien aún no ha terminado su obra.

Y concluyó:

-Este premio solo debería ser otorgado a un difunto, pues será la medida de que todos sus méritos, descubrimientos y hallazgos no podrán, por naturaleza, aumentar. Así se extenderá el galardón a alguien que tenga su vida cumplida y cerrado para siempre el archivo que pudiera hacerse con los productos de su creatividad.

La propuesta pareció, tras una larga discusión, aceptable, ya que no absolutamente pertinente y, por mayoría simple, se aprobó la moción.

-¿Qué haremos, sin embargo, si todos los propuestos en esta lista están, por lo que nos consta, vivos y coleando todavía? -demandó el Presidente del Comité.

-Eso tiene fácil arreglo -expresó, con su habitual decisión y prístina ocurrencia, el profesor Riguroso Poveda.

Y así diciendo, para consternación de los más, sacó una pistolita del bolsillo, y allí mismo se descerrajó la cabeza.

FIN

 

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: certamen, cuentos, cuentos de invierno, exigencia, otorgamiento, petulancia, premio, presunción, pride, prize, rigor

Cuento de verano: El relojero que se presentó dos veces a un Concurso

18 septiembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Supongo que el lector se acordará del mozo del martillo, aquella criatura de cortas luces imaginada por Cristian Andersen, que ganó un Concurso peculiar que se había convocado en un poblachón cualquiera, para premiar a quien fuera capaz de causar, con su obra, el máximo asombro de la concurrencia.

El maestro relojero se había presentado con una obra virtuosa, perfecta, que estaba provocando la admiración y el beneplácito de todos cuantos la veían. Pero no ganó el Certamen porque, de acuerdo con las Bases, un mozalbete, provisto de un martillo, y que había reducido a pedazos el artístico reloj realizado por el relojero, había causado en la concurrencia un asombro aún mayor y tuvieron que darle a él el Premio.

En el poblachón se tardó en convocar un nuevo concurso, si bien los sabios del lugar estaban de acuerdo en que había que compensar, de alguna manera -es decir, a saber cómo- al maestro relojero. Después de mucho pensar, las fuerzas vivas acordaron convocar un Concurso de relojes. Contaba con el patronazgo de uno de los ricachos locales, Forrado Cejijunto y el Premio era un Diploma y un par de maravedíes..

Los organizadores animaron al maestro a que se presentara:

-Tienes todas las de ganar, también esta vez. Hemos modificado las Bases anteriores para que no haya sorpresas con mozos cortos de mollera ni martillos a su alcance. Habrá un Jurado cualificado, formado por un historiador del mundo de la relojería, dos saltadores de pértiga y una modelo porno, bajo la presidencia del prócer Forrado Cejijunto. El concurso convocado va estrictamente de relojes, materia en la que eres un maestro incuestionado. Así que el premio tiene que ser tuyo. Ah, eso sí, la presentación de relojes ha de ser bajo lema, y con seudónimo, para que no se identifique a los autores e impedir que se nos acuse de favoritismos.

El relojero quedó convencido, y aunque su esposa le decía que no necesitaba reconocimientos mayores que los que ya conseguía con una clientela fiel que les había hasta ahora permitido vivir dignamente -es decir, ir tirando-, su ego le impulsaba a participar. Después de todo, un reconocimiento expreso de valía, siempre viene bien.

-Y dos maravedíes nos permitirán hacer el viaje de novios que tenemos aplazado desde hace treinta años -expresaba, ilusionado.

Cerrado el plazo de admisión de piezas que optaran al premio, se habían presentado seis o siete relojes. Como era de esperar, la obra del maestro relojero había sido elaborada con esmero y era fácilmente reconocible, aunque se había presentado bajo el lema Ultreia. Cuatro de los cronómetros no valían gran cosa, incluso dos de ellos no funcionaban ni a patadas.

El maestro relojero estaba, junto a su esposa, en la plaza del poblachón el día designado para leer el resultado del Concurso de relojes. No sospechó nada especial hasta que uno de los organizadores se acercó hasta él con una cara de circunstancias -es decir, de esas que igual valen para un funeral que para darte una patada- y le farfulló algo así como “Se hizo lo posible”.

Cuando abrieron la plica del ganador y se descubrió como vencedor a un sobrino de Forrado Cejijunto, en atención a su “creativa solvencia provocadora y a la elucubrante designación valorativa” (o algo así), al maestro relojero, al que le concedieron un accésit, le dio un sofoco.

“Eso te pasa por creerte todo lo que te dicen”, le murmuró al oído la mujer a la que más quería en el mundo.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: angel arias, concurso, crisis, cuentos de verano, diploma, favoritismo, injusticia, jurado, maestro, martillo, mozo, patronazgo, premio, relojero

Mi Diccionario desvergonzado (27): premio, calvo, sexo, negocio, oportunidad

8 julio, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

premio: 1. Distinción que otorgan los miembros de un Jurado, con base en elementos de decisión que les harían morir de vergüenza si trascendieran. 2. Obsesión patológica de los que juegan a la Lotería, resultado de su desconocimiento del cálculo de probabilidades. 3. Cualquier competición con fines publicitarios, en la que los participantes lucen gorras o camisetas con el nombre de las empresas que pretenden ocupar un lugar en el inconsciente colectivo.

calvo: 1. Persona del sexo masculino que ha perdido la mayor parte del pelo de la cabeza por razones muy variadas, ha probado todos los crecepelos del mercado y está convencido de tener una alta producción de testosterona. 2. Portador de una peluca mal colocada. 3. Estado definitivo del cuero cabelludo de hombres y mujeres, independientemente de la fortaleza de su pelambrera, con tal de que haya transcurrido el tiempo suficiente.

sexo: 1. Convencionalismo que se basa en las diferencias morfológicas para distinguir las dos mutaciones de la especie humana que evidencian estructuras mentales divergentes, sin que se haya aún descubierto la razón por la que portan idénticos ADN y pueden reproducirse. 2. Actividad simultánea de dos (raramente, más) animales adultos, cuyo objetivo secundario se cree que es el mantenimiento de la especie, siendo el principal bajar sus niveles hormonales. 3. Denominación formal de una zona de cuerpo humano que, considerada íntima en otras épocas, se externalizó, al descubrirse que, con la práctica, mejora sus cualidades y se retrasa su desgaste natural.

negocio: 1. Forma estupenda de hacerse rico, si se descubriera cómo conseguirlo sin despertar envidias o atropellar intereses ajenos. 2. Lo que se cree tener entre manos, antes de perder el dinero que se expuso para denominarlo así. 3. Para los romanos de la época en la que Italia consiguió implantar su ideal de Unión Europea, período entre vacaciones. (Nota del Editor: Estas definiciones se añaden a otra dada anteriormente)

oportunidad: 1. Mercancía con algún defecto que, adquirida en las rebajas, disminuirá nuestra autoestima cuando descubramos aquél y nos convezcamos de que nos han tomado el pelo. 2. Situación que se nos aparece radiante cuando la hemos perdido.

Publicado en: Actualidad, Cultura, Diccionario desvergonzado, Literatura, Sociedad Etiquetado como: calvo, diccionario desvergonzado, negocio, oportunidad, premio, sexo

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