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Cataluña en pie de guerra…pacífica (1)

19 octubre, 2019 By amarias Deja un comentario

Imposible no dedicar unas palabras a la grave situación que está viviendo Cataluña. Se trata, sin duda, de una movilización de esa región contra el Estado, que tiene su presunta justificación inmediata en la publicación de la Sentencia condenando a los políticos que lideraron el movimiento secesionista de la región catalana, y que apoyaron esa actuación ilegal con malversación de dineros públicos.

¿Tiene explicación la organización de una revuelta popular contra la actuación reglada -apreciar en juicio justo (y con total publicidad, presuntos hechos delictivos- de uno de los estamentos del Estado de Derecho?

No, no la tiene, ni la puede tener. España es uno de los países con mayor libertad y amplitud en el uso de facultades y derechos, y su legislación garantista ha servido de modelo (y envidia) a otros. Pero el hecho es incuestionable: desde que se conoció el fallo de la Sentencia (hago esta matización en lugar de referirme a la Sentencia en su totalidad, que califico personalmente como dotada de una formulación jurídica impecable y con sesgo marcadamente benevolente hacia los condenados), Cataluña se ha visto envuelta en una tensión social de extrema gravedad.

Reventó la caldera en donde bullía el caldo de despropósitos secesionistas que venía siendo alimentada, inconsciente o conscientemente, desde hace ya cuarenta años (inventos y falsificación de la Historia, elevación del catalán a lengua suprema, enseñanza polarizada hacia el odio contra el resto de España, confusión e ignorancia respecto a valores y solidaridad, baja calidad de liderazgos, etc.).

Solo fue necesario encender varias mechas que estaban preparadas por expertos artificieros de desorden. Para provocar demoliciones y graves desperfectos solo es preciso situar pocos explosivos en lugares adecuados. Grupos de individuos que tapaban sus rostros y que actuaban organizados, duchos en provocar tumultos y daños, se enfrentaron a las fuerzas del orden -tal vez cogidas a desmano, tal vez poco preparadas para el envite, puede que sorprendidas por la extrema violencia-, y consiguieron captar la atención de las cámaras y de la prensa en general. Hay heridos graves, una secuela de duras confrontaciones sin sentido, decenas de declaraciones tibias, calenturientas o simplemente desafortunadas, nervios rotos, gritos ácidos, y, en suma, con los restos del caldo, se sigue cultivando en una nueva marmita el crecimiento de los odios, las disensiones ácidas, los alegatos violentos, los desencuentros dañinos, y se hace insoportable el cúmulo de incomprensiones recíprocas sepultadas bajo la imposibilidad de llegar, no ya a un acuerdo, incluso a la calma, en meses o años.

La escalada de tensión, plagada de incidentes intolerables contra los mossos de esquadra, la policía nacional y la guardia civil, debe ser calificada sin ambages con apoyada por el engaño evidente de estar realizándose una “manifestación pacífica” por parte del gobierno de la Generalitat (del President Torra, en particular), ignorando la realidad de los hechos y persistiendo en el anclaje de la emoción inaudita en un mundo paralelo inexplicable y, por la misma esencia de sus planteamientos, insoportable para todos.

La actuación de las fuerzas del orden ha de ser calificada como ejemplar, asumiendo riesgos personales muy altos en el encuentro con revoltosos que no ahorraron violencia: lanzaban piedras, adoquines, barreras e incluso dispusieron de cócteles Molotov;  utilizaron palos y porras, iban encapuchados y quemaron contenedores y coches -¡incluso de la policía!-. Se creó máxima confusión para extremar la sensación de caos.

Repito hasta la saciedad: Por encima de esas actuaciones, tutelando el despropósito independentista convertido ahora en revuelta contra el orden institucional, destaca la equívoca actuación de Torra -defendiendo con la boca pequeña la manifestación pacífica contra la Sentencia, y alentando al mismo tiempo la insurrección contra el Estado (“España, antidemocrática, holgazana y fascista es injusta con el sosegado y laborioso pueblo catalán” es el leitmotif” de su catecismo revoltoso)

Contrasta la situación en Cataluña, incomprensible para la inmensa mayoría de los españoles, incluidos, claro, los catalanes de paz y orden, con el despliegue de afectos y adhesión que la Monarquía -la Jefatura del Estado como símbolo de la unidad de España- ha despertado en Asturias, con ocasión de la entrega de los Premios Princesa de Asturias. El Rey Felipe VI no se refirió en su discurso durante la ceremonia a la grave situación en Cataluña, seguramente para no empañar con recriminaciones ni lamentos la puesta de largo como heredera de la Corona de Leonor, su hija mayor.

No hacía falta la referencia explícita. En la capital asturiana y en toda la España que vio en directo la retransmisión desde el teatro Campoamor de Oviedo pudo valorarse la profunda diferencia entre los dos ambientes: el del afecto pacífico y leal hacia la Constitución, representada por el Monarca, los Ministros y autoridades que asistieron al acto de entrega de los Premios Nobel españoles, y el de la sorpresa, el hastío y la condena hacia las manifestaciones antisociales, revolucionarias, desleales, de esas facciones de impresentables -antisistema, terroristas callejeros-  que conducen a una multitud de catalanes (no dudo que de buena fe, pero engañada por la mala fe de otros), a su destrucción como país, a la derrota de la tranquilidad, disposición a la solidaridad y buena fe que fue atribuida desde hace décadas a la sociedad catalana.


El ave de la foto es una hembra de colirrojo tizón (Phoenicurus ochuros), más pálida de plumaje que el macho, aunque también tiene la distintiva cola rojiza. Son pájaros fundamentalmente insectívoros, y bastante abundantes en nuestras latitudes, no siendo infrecuente verlos sobre las crestas de los tejados o encaramados a muretes y salientes- Al amanecer, en las áreas urbanas, este túrdido madrugador suele ofrecer su característica silueta recortada contra el cielo, moviendo la cola arriba y abajo de manera peculiar y emitiendo un breve canto prácticamente monosilábico.

Archivado en: Actualidad, Asturias, Cataluña Etiquetado como: Asturias, Cataluña, fuerzas del orden, Premios Princesa de Asturias, revoltoso, revuelta, Torra

Conjeturas (2)

17 marzo, 2019 By amarias 1 comentario

El independentismo catalán ha elegido un sábado de marzo de 2019, (el 16) para fletar unos cuantos autobuses hasta Madrid. No son muchos para lo que podría haber sido. La capital del Reino está hermosa en este falso comienzo de primavera, y merece la pena aprovechar unos días de asueto para acercarse desde provincias a disfrutar del ambiente de tolerancia, cosmopolitismo, cultura y simpatía que expele esta villa, capaz de codearse con otras grandes capitales del mundo sin mover una pestaña.

Viene la expedición turística catalana, -además de para hacer compras, pasear por la calma, visitar tal vez algún museo y comer un buen cocido-, para armar ruido, y contraponer presión sobre la sombra alargada hacia el trullo de los cabecillas no fugados del fallido procés. El opaco  presidente de la Generalitat, (Joa)quim Torra, títere del escapado Puigdemont, se ha aupado a la cabeza de esta expedición turístico-recreativa, para espetar al resto de los españoles que España debe escuchar a Cataluña, preguntarse qué hizo mal (aquélla), y respetar su deseo de libertad y justicia (de ésta).

La conjetura catalana es falsa como la falsa moneda, va a contrapié de la solidaridad necesaria para escapar de las tormentas, resulta ajena al hecho histórico español y al modelo europeo, y es perjudicial para todosuy, pero más para las ilusos que se han creído que siendo cabeza de ratón podrán defenderse mejor de las garras leoninas del capitalismo voraz.

Cierto que a esa conjetura solo puedo oponer otra, que es que a la mayoría de los encausados por el intento de sedición y/o rebeldía se les impondrán penas de cárcel. Esta presunción no tiene que ver con mi firme creencia, que comparto con la inmensa mayoría de españoles, de que los catalanes forman parte de España, y que están y estamos todos mucho mejor juntos que a la greña. Radica en mi convicción de que las leyes deben respetarse y que quienes inviten a violarlas desde las instituciones, no importa si estando convencidos o sufriendo alucinaciones, incluso aunque pretendan defender la voluntad de un par de millones de ciudadanos, merecen respeto pero no un trato de favor.

Los hechos ya no son presuntos, sino ciertos, aunque los matices puedan ayudar a valorar la gravedad de las intenciones y discriminar las culpas. Pero ni el sentimiento de lástima que llega a sobrecoger al verdugo sirve para justificar que le tiemble la mano, ni la compasión como espectador implica apoyar la indulgencia, porque el Estado de derecho no es distinto para unos y otros.

Así que, después de un juicio que valore la gravedad de sus actos, los cabecillas de la insurrección habrán de pasar unos años en la trena, que les rediman, ya que no reparando el daño ni posiblemente arrepintiéndose ni rehabilitándose, al sufrir la pena de la privación de libertad.

Permita el lector que me zambulla en otra conjetura. No hace tantos días, poco antes de este desfile anticonstitucional, y poco después de la ocupación de las calles del centro de Madrid por los taxistas que reclamaban que se ahogase la libertad de contratación de los vehículos de ocupación concertada (VOC) con una ley mordaza ad hoc, el 8 de marzo de 2019, miles de mujeres y algunos hombres se manifestaban en la capital y en muchas ciudades del Reino, reclamando la plena igualdad del antes considerado sexo débil, pidiendo también, como es costumbre para todo grupo vociferante, libertad y justicia y, ya en deriva, en ciertos sectores, esgrimiendo carteles y gritando eslóganes de pelaje entre chusco y deplorable.

Tengo la conjetura de que las manifestaciones, al menos la de Madrid, estaban organizadas en sus elementos básicos por personas que saben bien cómo movilizar a las masas. Se prendieron mechas en distintos puntos del bosque de los ideales feministas y así se consiguió que ardieran muchas más hectáreas. Solo que, para mí al menos, se perdió gran parte del sentido reivindicativo leal y serio, difuminándolo en una fiesta más bien grotesca.

Dentro de mi conjetura, quiero suponer que algunas relevantes integrantes de la manifestación de Madrid participaron en ella, confundidas, es decir, confusas. En la primera línea del frente de exhibientes, había miembros del Gobierno socialista (y la esposa del presidente de Gobierno), que no se limitaron a llevar una pancarta y avanzar en silencio.

Contagiadas por el ardor multitudinario y víctimas propiciatoria de la organización revoltosa, saltaron y botaron sin sentido, y dejaron que sus voces se confundieran con insultos, eslóganes y soflamas tabernarios.  Dijeron algunas de esas figuras del Gobierno que actuaban en el ejercicio del derecho a la expresión individual.  Solo que, desde mi conjetura, se convirtieron también en portavoces de aullidos que nada tienen que ver con la igualdad, el feminismo y el derecho a no ser discriminadas por haber nacido sin pene, aún disponiendo, por evidencias crecientes, en general, de una superior inteligencia de los portadores naturales de ese adminículo de poco uso.

Tengo, en fin, una conjetura que extraigo de tamaño batiburrillo de ideologías, creencias e intereses: arriesgamos avanzar por el camino de lo peor, creyendo ir por la senda de querer estar mejor.

El independentismo nos empobrece y genera barreras económicas y sociales que nos hunden en la miseria de la no recuperación; encrespa y abre barreras de incomprensión y hasta de odio entre quienes deberían poner los hombros unos junto a otros y los cerebros y las manos a empujar los mismos carros.

El feminismo vociferante y pre-bélico no ayuda a avanzar en la consecución de esa igualdad, justa, legítima y, además, beneficiosa para todo el colectivo humano. Ni siquiera sirve para acelerar el ritmo porque, como bien sabemos los que peinamos canas (muchos de ellos en la generación de las yajus, los ya jubilados), ha alcanzado velocidad de crucero en las últimas décadas, abriendo y derivando barreras.

Hemos ido juntos, hombres y mujeres, en esos avances. Cierto que queda camino por hacer pero los varones no somos, sin más, el enemigo. Quiero creer, también, que la mayoría de las mujeres saben valorar que, con limitaciones del modelo y circunstancias, la mayoría más significativa nos hemos colocado al lado de nuestras compañeras, desde el respeto, el afecto y la comprensión, apoyándolas en su justa carrera, no solo con aplausos, sino eliminando rémoras cuando estaba en nuestra mano.


El ave que vuela en el limpio horizonte castellano es un juvenil de golondrina común (hirundo rústica). Cuando los niños de entonces estudiábamos Ciencias Naturales en el bachillerato, la golondrina era uno de los animales que, elegidos como ejemplo de su categoría (en este caso, las aves) nos enseñaban a distinguir entre morfologías, aparatos digestivos, músculos o huesos.  La golondrina común es de todas las aves voladoras con l< cola ahorquillada, la única que tiene manchas blancas en la cola y una garganta de color naranja con anillo ocular oscuro.

Bécquer poetizó a las oscuras golondrinas, aunque esas aves, tan conocidas, solo parecen oscuras vistas desde arriba. Vistas desde el suelo, es característico elemento diferenciador de la familia de las Hirundinidae, la cola: Ligeramente amilanada en el avión zapador (y collar marrón), redonda con manchas blancas, en el avión roquero, con largas pestañas (más cortas en el joven) en la golondrina común y en la dáurica (ésta, con dorso y obispillo naranja y zona ventral completamente negra) y, en fin, el avión común, con cola negra amilanada, obispillo y zona ventral blancos y tenue collar gris.

 

 

Archivado en: Actualidad, Cataluña, Mujer Etiquetado como: catalanismo, conjetura, feminismo, justicia, Madrid, manifestación, procés, taxista, Torra

La Vía Eslovena, la Copa Libertadores y la Gran Chingada

10 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Ese laureado disidente con irresistibles deseos de incorporarse a la trena junto a otros colegas de traición, el poco honorable president de la Generalitat, Quim Torra, ha elegido cuidadosamente la vía que le conducirá a él mismo a un duro proceso penal y a sus seducidos seguidores a una mayor frustración. Esa vía hacia el túnel se llama la “vía eslovena”, que es la referencia a la guerra de diez días entre la región de la antigua Yugoslavia y su matriz y que, apoyada por más del 90% de la región, provocó el reconocimiento de la separación de Eslovenia.

Más o menos por las mismas fechas, el domingo, 9 de diciembre de 2018, los equipos bonaerenses Boca Junior y River Plate han protagonizado, ante los ojos asombrados de los espectadores que llenaban el Estadio de fútbol Santiago Bernabéu en Madrid, la final de la llamada Copa Libertadores (quizá a partir de ahora, con la denominación cambiada a Copa Conquistadores). Si el fútbol es espectáculo, fue decepcionante. Faltos de forma, ayunos de suficiente  preparación e ideas, la mayoría de los que saltaron al campo fueron incapaces de hilvanar más allá de un par de jugadas de mérito.

Los dos sucesos que he pretendido ligar en este Comentario, tienen, en mi discreta opinión, múltiples puntos en común, aunque debo poner de manifiesto la mayor gravedad de la deriva catalana, por proximidad y por la entidad del riesgo.

Ante todo, reúnen la característica de ocupar espacio importante en los medios desinformativos, siendo presentados como acontecimientos relevantes y ocupando tanto más espacio del que sería preciso, si se acomodara el énfasis a la entidad propia. En la realidad, comprobamos que no son más que una ficción, una construcción arreglada para mover ilusiones y dineros. Su magnificación corresponde a una recreación con objetivos confusos; puede ser que, por tanto, parcialmente inconfesables.

Los dos equipos de la lejana ciudad de Buenos Aires hicieron demostración harto penosa de su deficiencia de gimnasio, lastrados y anquilosados por la responsabilidad extradeportiva que les cargaba la mochila.   Iluminados por la luz de la verdad, a miles de kilómetros de distancia de sus hinchadas, observados bajo los focos de un recinto deportivo en el que había concentración de gentes acostumbradas a presenciar buen fútbol (y penosas debacles), su entidad como atletas de gran mérito, quedaba empequeñecida. Tanta fanfarria de acompañamiento, resultaba ridícula y desmerecía su indudable esfuerzo, no por jugar bien,  sino por no perder.

Los seguidores de ambas formaciones deportivas, esos miles de tipos anónimos, dispuestos algunos a pegarse y a insultar al de enfrente y hasta matar y dejarse matar, convencidos de que sus ídolos de barro son dioses venerables, aparecieron con su verdadero tamaño a los ojos del mundo, como todo fanático, descolocados, vulnerables, … tiernos.

Quienes, olvidando que están ante un espectáculo y que lo que se juega es solo un triunfo efímero, se convierten en exaltados sin control, están ciegos: ven solo lo que quieren ver, sienten como les apetece percibir, y, en suma, actúan como drogados mentalmente, y lo hacen, porque quieren estar así, en su confusión, porque no tienen nada mejor en lo que creer. Pretenden realizarse, sin advertir que su limitación de miras, los empequeñece.

Los miles de catalanes que aplauden a Torra y Puigdemont y a quienes siguen sus elucubraciones sobre la pretendida singularidad de la región y ahora aplauden su apelación temeraria, gravísima, a la posibilidad de un conflicto armado entre Cataluña y España, son también, a su modo, hinchas de una ilusión, forofos de la invención, víctimas del espejismo provocado por sus deseos de querer ser distintos y mejores, sin siquiera parecer otra cosa que exaltados maniáticos, provocadores sin razones.

Ambos espectáculos, cada uno a su nivel, como lo demuestra la historia, tienen riesgo, y las satisfacciones que provoca a sus fieles la preparación del choque entre la ficción y la realidad, no tienen compensación con la decepción de la derrota, ni siquiera son superadas, en su caso, por el gozo de haber ganado una batalla dentro de la guerra total del progreso.

Por eso, ambos grupos de fieles de esa religión de fantasías, que es tanto el fanatismo del fútbol convertido en confrontación entre hinchadas siendo en concepto un juego para diversión, como el peligroso nacionalismo de salones dorados que puede conducir a derramamientos de sangre, están condenados, por desviación de la naturaleza de lo que es respecto a lo que creen, a ser continuamente infelices.

Quieren siempre más, son frustrados permanentes y están asumiendo riesgos que no conducirán a nada, porque están situados en otra dimensión, en la irrealidad. Vistos desde fuera, aparecen claras sus debilidades, sus incongruencias, lo fútil de su exaltación. Son gente normal, incluso vulgares, resultan aburridos, torpes.

Ha sido, a la larga, una decisión magnífica sacar la final de la Copa Conquistadores de su contexto geográfico. Los organizadores de ese exilio momentáneo habrán sacado su buen dinero, pero los demás, argentinos incluidos, hemos podido contemplar la verdadera dimensión del reto. Una disputa local, un juego que, a escala mundial, resulta equiparable a un campeonato de fútbol de colegio.

Puede vaticinarse, en fin, que los prometidos espectáculos sin parangón, las glorias de alto copete, las Grandes Chingadas (en el sentido, que reconocer la RAE, de competiciones, peleas), acaban siendo, mal que pese a sus seguidores, ocasión para chingarla, para producir una gran decepción (acepción  del verbo en Argentina y que en México y en otros modos de expresión coloquial, incluso en España, se entiende como fracasar con estrépito, cagarla).

—-

Dos aves limícolas de diferente tamaño, comparten espacio a la orilla del Atlántico, en una fotografía que tomé en una playa onubense a finales de noviembre de 2018. La mayor,  de pico comparativamente corto y grueso, es un chorlito gris, ave de paso, que invernará en Africa. En plumaje de invierno, como es el caso, tiene el plumaje dorsal claramente barrado y con algunas muescas de color ocre amarillento. Su comportamiento es tranquilo y permiten acercarse bastante a ellas sin manifestar inquietud.

La pequeña, de pico recto más largo (relativamente, aunque no de la dimensión de agujas y zarapitos, por ejemplo), es un andarríos chico. Con longitud de solo 18 a 20 cm -frente a los casi 29 cm que puede alcanzar el chorlito gris-, tiene la cola larga y las patas relativamente cortas. Es identificativa la separación blanca, como una media luna hendida entre el plumaje blanco del pecho y el pardo de la espalda. Aunque, obviamente, no se puede apreciar en la foto, lo distingue también su forma de andar, pues suele bascular el cuerpo hacia delante, como hacen algunos juguetes de cuerda que representan pollitos comiendo grano.

Archivado en: Actualidad, Política Etiquetado como: andarríos, Cataluña, chingada, chorlito grande, copa libertadores, decepción, espectáculo, fútbol, Torra, via eslovena

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