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Oportunidad, ¿para quién?

14 marzo, 2020 By amarias Dejar un comentario

Se nos ha dicho repetidas veces que, para los chinos, según la interpretación del grafismo con la que se expresa, crisis es sinónimo de oportunidad. No se mucho de este complejo lenguaje cuya expresión escrita es aún más compleja que la oral, pero  he podido comprender que para los chinos, como  para todo ser vivo inteligente, en la realidad como en su escritura, crisis significa lo que debemos suponer: situación anómala, con circunstancias y riesgos que obligan a tomar decisiones excepcionales y que, todo a su escala, pone a prueba las eficiencias y virtudes de liderazgo de quienes deben sacar del atolladero a otros y, a nivel general,  la preparación, capacidad y resistencia de quienes tienen que soportarla hasta que se consiga su superación.

La pandemia del Covi-19 (es inevitable recordarse de aquel muñeco simpático creado por Mariscal como mascota a los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, el Cobi) está poniendo a prueba lo más sustancial de nuestras reglas de colaboración y resistencia ante la adversidad. A nivel global y, sobre todo, en las etapas intermedias hasta llegar a considerar los efectos específicos en el nivel familiar e individual.

Los misterios que envuelve la forma de propagación y contagio del coronavirus 2019, han generado una nueva realidad que nos ha cogido desprevenidos. Estábamos admitiendo que deberíamos prepararnos para un aumento de la temperatura media de la Tierra, y los responsables de los países más contaminantes en la emisión de gases con el llamado efecto invernadero, se venían poniendo de perfil, alegando incredulidad, necesidad de crear empleo y riqueza o ser capaces de adoptar otras medidas más eficaces que las propuestas a nivel colectivo.

Habíamos soportado, durante años, el aumento de la desgracia ajena, llámense guerras tribales, movimientos de ocupación o xenofobia; teníamos experiencia en volver la cabeza hacia otro lado cuando miles de desgraciados se ahogaban cada año en su intento desesperado de huir de la hambruna y la falta de futuro para arañar algunos restos de nuestro estado de bienestar, cada vez más decadente.

En fin, como representantes y autodenominados herederos del depósito cultural, liberal y ético de la Humanidad, los europeos habíamos creído ser capaces de enseñar al resto del mundo lo que era necesario hacer para construir un mundo globalizado y solidario.

Pues el coronavirus nos ha puesto patas arriba la escala de preferencias y dificultades. Seguro que la crisis sanitaria durará solamente un par de semanas, máximo algunos meses. Claro que la superaremos (o la superarán): después de todo, las medidas a adoptar no son tan difíciles: dejar pasar el tiempo, mientras permanecemos en casa, lavándonos a menudo las manos y el rostro y deseando que los síntomas del enano infiltrado no nos afecten.

Pero la crisis grande, esa que afecta a economía, reparto laboral, distribución de oportunidades y riqueza, mejor explotación de recursos naturales, óptimo aprovechamiento de los recursos intelectuales, etc. esa crisis se quedará mucho más tiempo con nosotros.

Y sigo sin estar confiado en que podamos superarla con solvencia, sin que nos deje heridas aún más profundas y graves que las que nos acompañan como signo de identidad desgraciada del hombre y su mundo. Que estas semanas de forzosa meditación hagan resurgir la llama de la solidaridad, y el verdadero valor de la existencia compartida.


Ilustro este Comentario con otro de los dibujos que figuran en mi libro de Sonetos desde el Hospital, titulado: “Salida de un vagón de metro”.

Archivado en:Actualidad, Economía, Sanidad Etiquetado con:beneficios, coronavirus, crisis, economía, globalización, solidaridad, superación, viajeros

Emprendimientos

7 diciembre, 2017 By amarias Dejar un comentario

El escenario de producción y consumo está cambiando, y a gran velocidad, a escala global y local. Los comportamientos de algunos de los líderes de los mayores (más poblados) ´países del mundo lo prueba con rotundidad, aunque no parece que los jefes de Estado de los países intermedios -incluida la deslavazada actuación postural de la mal llamada (desgraciadamente) Unión Europea-, se estén dando cuenta, pues no se están tomando medidas de ningún tipo, o apuntan en direcciones contradictorias. Al hablar de decisiones equivocadas debo matizar que las estoy pretendiendo valorar en términos socioeconómicos, como más tarde me propongo puntualizar.

Que Donal Trump, Vladimir Putin, o Deng Xiao Ping estén tomando decisiones que interfieren, potenciándolo, con la evolución natural del consumo y producción internos en perjuicio de la globalización de la economía no es gratuito ni improvisado. Detrás de esas actuaciones de política general existe una estrategia de base genuinamente capitalista.

Mi inclusión del presidente chino en el trío está justificada, aunque algunos comentaristas aprecian su defensa de la apertura del comercio internacional, eliminando trabas y aranceles, como genuina; no se puede desconocer que el “gigante asiático”, que ha superado ya a Estados Unidos como potencia en el mundo de la supercomputación y está a punto de hacerlo en todo el amplio campo de la IA (Inteligencia Artificial) está destinado, por voluntad de su Politik Buró y velocidad expansiva,  a ser el Gran Hermano del mundo, y ese dominio no se ejerce desde la metafísica, la religión o la filosofía, sino desde el materialismo.

Sin pretensión de levantarme a altos vuelos con este artículo (no necesito poner de manifiesto mis limitaciones), quiero dedicarlo a la capacidad emprendedora de los denominados “millennials”, entendiendo que ellos son, para muchos analistas, por edad y conocimientos, los actores, y motores, de un posible escenario de cambio. Aunque no estoy utilizando el libro más que como referencia genérica, sirve de introducción al tema el libro “Millennials, La generación emprendedora” (Fundación Telefónica, 2017), que han coordinado Alvarez Monzoncillo y Guillermo de Haro.

Las páginas finales de este trabajo (antes de extraer Conclusiones) se dedican a recoger la entrevista con Henry Jenkins,  provost (rector) y catedrático de la Universidad del Sur de California. Manifiesta en ella unas cuantas reservas con las que estoy de acuerdo, y de las que extraigo algunas: a) profunda sospecha sobre el alcance del concepto de nativo digital, b) la constatación de que estos “nativos” nacieron, y están creciendo,  en una cultura saturada de medios y orientada al consumidor, c) el equívoco de que su lenguaje tiende a borrar el proceso de aprendizaje y concentrarse en adquirir una habilidad concreta, despreciando el mundo on line. d) la tendencia del nativo digital a marginar al inmigrante digital (ya que no a los “iletrados”),despreciando las habilidades y conocimientos de éstos.

Cuando se consideran los factores de éxito de un emprendimiento en un nuevo sector (tecnológico) , la capacidad de innovación es el punto central. Sucede, sin embargo, que no pocas veces la innovación no surge del conocimiento de las diversas opciones existentes en el mercado que se trata de suplir o mejorar, sino de la convicción “a priori” (o por imitación) de que se dispone de una herramienta excepcionalmente eficaz para desarrollar una actividad o un conjunto de ellas.

Analizando someramente (advierto que no dispongo de muchos datos) la tipología del emprendedor en nuevas tecnologías, creo que responde al perfil de un universitario (no siempre egresado, es decir con título oficial), que ha desarrollado una capacidad excepcional para manejar una herramienta del grupo de las TICs (generalmente, combinación de un lenguaje de máquina completo y el apoyo de un entorno potente de comunicaciones), que, actuando solo o en conexión con otros visionarios de los que es amigo, la aplican en la resolución, ventajosa, de una tarea que ya tiene solución analógica, mejorando la misma y ampliando su campo de acción, con base en la potencia de las herramientas digitales.

La etapa de inicio de ejecución del proyecto, alimentada con escasos recursos económicos y una gran ilusión y capacidad de trabajo (hasta obsesiva) no siempre conduce al éxito. Más del 90-95% de los emprendimientos fracasan, bien por estrangulamiento financiero, incapacidad para encontrar la comercialización del producto, o, más frecuentemente, porque otras ofertas del mismo campo brindan una solución más completa y acabada. La competencia por detectar los posibles “embryo giants” por parte de las grandes empresas, particularmente, las transnacionales, y adquirirlos cuando el producto está en fase avanzada, es muy grande, y el ejemplo de otros millenials que han tenido éxito de vender su empresa por cifras muy atractivas, hace crecer la ilusión de un destino dorado para esos emprendimentos.

Al analizar las peculiaridades de la generación emprendedora, el texto de Monzoncillo y Cía , recoge, entre otras opiniones no siempre coincidentes, una advertencia: las habilidades de gestión, y las competencias para seguir desarrollando el producto, son factores que aseguran el éxito posterior…y, superada la etapa de desarrollo, el equipo emprendedor que desarrolló el producto hasta una fase que pueda aceptarse como de “madurez técnica”, debería plantearse la incorporación de un equipo especializado en el gerenciamiento empresarial, que cuente, además con habilidades comerciales.


Un cormorán  moñudo (Phalacrocorax aristotelis) se plantó, jubiloso, acompañado de su pareja (que no figura incluída en esta fotografía), ante mis narices -mejor dicho, ante el objetivo de mi cámara-, ofreciéndome sus habilidades piscícolas. Era una mañana, apenas apuntado el día, de finales de otoño de 2017, en la playa del Arenal d´en Castell de Menorca. Estuve contemplando la escena durante casi una hora, maravillándome de la voracidad del pequeño, que, de vez en cuando, me lanzaba una mirada como reclamando mi aplauso. Estos cormoranes son más pequeños que la especie carbo, y tienen el pico esbelto y amarillo. Me arriesgo a indicar que éste pertenece a la subespecie desmarestii, de pico especialmente amarillo intenso.

Archivado en:Actualidad, Economía, Empresa Etiquetado con:aranceles, crisis, economía, empleo, empresa, estrategia, globalización, Jing-Piao, Putin, sociedad, solidaridad, tecnología, Trump

Línea sabor

10 julio, 2016 By amarias Dejar un comentario

Hace unos días, en el supermercado donde me provisiono de legumbres y frutas, me percaté de que ofrecen una “línea sabor”, cuyo propósito, según me confesó una dependiente, era ofrecer una mercancía con el mejor gusto disponible. “Está funcionando muy bien”, me reconoció.

Como el tratamiento oncológico al que estoy siendo sometido me reduce la capacidad de percepción y, por lo tanto, el disfrute, de las características organolépticas de los alimentos, me decidí, sin mayores reflexiones, por cargar el carro de la compra con melocotones, albaricoques, melones y otras vituallas, que tenían un aspecto aceptable pero que carecían de calificación, lo que les hacía notablemente más baratos.

Mi disgusto fue, que, llegado a casa y puesto a cotejar con la exigente controladora de la calidad alimentaria con la que comparto mi vida, descubrimos que los melocotones y albaricoques estaban “duros como peñas”, no pocos tenían el hueso mohoso o con gusano, y los melones eran un híbrido de calabacín. Así que deduje que la “línea sabor” no era sino una engañifla para protegerse de la mala calidad de otros productos, sorteando la clasificación reglamentariamente obligatoria.

Podía continuar este Comentario recordando los múltiples engaños y triquiñuelas con las que el comercio trata de engatusar al comprador acerca de lo que ofrecen: patatas de Galicia que provienen, según la etiqueta, de Francia; quesos de Cabrales que no han pasado jamás por Asturias, o fresones y espárragos de Aranjuez que han crecido con el agua del Tajo, pero en Almería.

Pero, cambiando de rumbo, quiero referirme a la macroeconomía, y hacerlo con un disparo de calado.

Resumo el argumento así: Sospecho que la economía mundial está basada en la alimentación de una estafa piramidal, en la que los beneficios de los países más avanzados se producen por las aportaciones de los menos desarrollados.

La sospecha se alimenta de que se ha construido una “línea sabor” por parte de los centros que recogen los datos de crecimiento de la economía, que tiene en cuenta, desde luego, el coste de los factores de producción, las entradas y salidas de bienes y servicios en cada país, pero que ignora que una parte, y seguramente, una gran parte, de la economía mundial, no se produce por la vía del mercado, ni de los datos oficiales, ni, en su caso, tiene en cuenta -porque es imposible preverlo o calcularlo- que el valor de muchos productos que afloran al mercado -todos los basados en nuevas tecnologías o en el aprovechamiento de recursos naturales que antes no tenían aplicación-, es ficticio .

Por supuesto, la tecnología, el trabajo y los flujos monetarios cumplen una función central en ese trasiego, pero, lo que corresponde preguntarse es: ¿qué tipo de plusvalías, y cómo se calculan en los diferentes países, hace que el crecimiento del PIB mundial, sea positivo? ¿cómo se reinvierten las que se generan en los empresas que concentran la producción de bienes y servicios cuyo precio se realiza al margen del mercado, por carecer de competencia? Y, en fin, ¿en qué condiciones se está realizando la aportación al crecimiento de la mano de obra y recursos de los países con menor PIB de la Tierra?

Son muchos los coetáneos que ignoran la existencia de la “línea sabor” de la economía mundial, y muchos de los que la conocen, no pueden  permitírsela, porque no pueden pagársela o por estar a tratamiento especial de suspensión o restricción de crédito.

He cambiado de supermercado y, en el nuevo, más que en hipotéticas “líneas sabor”, me fijo en el precio y en el aspecto del producto: si me dejan probarlo, lo compro. En cuanto a mi presunción de burbuja mundial, basada en el temor a una versión a gran escala del timo de pirámide, en la que los que están cobrando los beneficios de su inversión, lo hacen porque lo soportan los que entran nuevos en el mercado, con sus productos y su mano de obra barata, tendré que darle otra vuelta, a ver si se me escapa algo de ese trío que se presenta como apetitoso, que forman: la globalización, el desarrollo sostenible y la defensa contra el cambio climático global.

 

Archivado en:Actualidad, Política Etiquetado con:burbuja, cambio climático global, desarrollo sostenible, estafa piramidal, globalización, lìnea sabor, pib mundial, pirámide, política, producto

La granja en cuarentena

18 abril, 2016 By amarias Dejar un comentario

Reconozco que me atraen las teorías conspirativas. Utilizadas como cliché preconcebido, se adaptan, cual una fórmula magistral, para explicar casi cualquier actuación dentro de una colectividad humana, en la que un pequeño grupo, convertido en muñidor o factor creador de situaciones, influye decisivamente sobre el comportamiento de la mayoría.

Cuando George Orwell (Erich Arthur Blair) escribió “Rebelión en la granja” (1945) acababa de editarse “Camino de servidumbre” (1944), que se convertiría en el libro más citado de Friedrich von Hayek. Pocas ocasiones ofrece la literatura de encontrar en una obra aparentemente de evasión, una crítica solapada -es decir, inteligente- a la pieza clave de los defensores del capitalismo liberal como doctrina económica.

Hayek, como es bien sabido, propone abrir de par en par las puertas del campo de la economía a la iniciativa privada, limitando las intervenciones del Estado de derecho a lo imprescindible: fijar el marco regulador, de forma previa y transparente.

Paladín intelectual de la escuela vienesa, Hayek se convirtió con rapidez en el contrapunto a la doctrina macroeconómica de John Maynard Keynes, quien en 1936 había publicado “La teoría general del empleo, el interés y el dinero”, en la que abogaba porque los gobiernos deberían aumentar el gasto público para impulsar la inversión. Los keynesianos apoyaban el intervencionismo del Estado en las actividades económicas, convirtiéndolo en un competidor privilegiado, que podría aparecer aquí y allá para subsanar déficits o desviaciones de la iniciativa privada, estimular determinados sectores o dirigir el desarrollo en otros, de acuerdo con el interés general.

No pretendo contribuir, desde mi reconocible limitación intelectual, al debate académico que, desde entonces, permanece abierto entre quienes defienden el “dejad hacer” y los que creen a pies juntillas que no hay nada mejor que la economía centralizada.

Porque, entre tanto, hasta los macroeconomistas prácticos occidentales que no estén dañados por las actitudes más reaccionarias han ido admitiendo, a la chita callando, que no se traiciona a Hayek cuando se mueve el fiel de la balanza hacia la posición de “haz lo que quieras, pero no abandones al Estado en la necesitad de mantener un equilibrio social imprescindible para evitar la debacle del sistema”.

La clave de la teoría orwelliana  no estaría en definir la doctrina a seguir, sino en la utilidad que extraigan de ella quienes se ven obligados a vivir con ella. Frente a los maximalistas que aún se esfuerzan en resaltar las ventajas o las abominaciones tanto del sistema puramente capitalista como de las economías centralizadas, según de dónde les provenga el plato de lentejas, los orwellianos, escépticos de cuanto huela a doctrina precocinada, abogamos por utilizar los márgenes de libertad que la situación en la granja animal conceda a sus moradores, para acomodar nuestra existencia de la mejor manera posible.

Orwell no era economista, pero sí un atento observador de la realidad, que se esforzó en palpar, no desde los despachos, sino en los campos de batalla. Participó en la guerra incivil española, con el propósito inicial de “matar fascistas”para salvar el mundo (según su propio testimonio), que morigeró  en la más pragmática y pacífica posición de “defensor del socialismo democrático”.

En próximos comentarios me propongo, si tengo salud, comentar mi opinión sobre la actual situación en la granja colectiva, tanto a la escala global como a la particular del pequeño país desde el que escribo (España). Y, aunque parezca que desvelo las cartas del razonamiento posterior, adelanto que la granja y sus dependencias están afectadas por diversos virus y males de cabeza, lo que obligaría, a fuer de sensatos -que supongo quedan-, a poner muchas de las jaulas en cuarentena, convenientemente separadas, para evitar una contaminación generalizada que nos haga volver a las cavernas.

(continuará)

 

Archivado en:Actualidad Etiquetado con:cuarentena, globalización, granja, Hayek, Keynes, Orwell

De blunt to smart city, una guía para dummies (1)

29 abril, 2015 By amarias Dejar un comentario

Cuando envié la recopilación de artículos que dediqué a Madrid, bajo el título de “Pongamos que hablo de Madrid”, a mi amigo Mariano Fernández Aceytuno, para su eventual difusión en la web de Knowsquare, a cuyo Consejo consultor me honro en pertenecer, declinó su publicación, con una cariñosa valoración, en la que, textualmente, me indicaba: “Si se enfocara como un análisis riguroso y con menos adjetivos negativos de los hechos y un set de propuestas nos parecería muy valioso y nos gustaría más. Necesitamos una estrategia de smart city sin duda, pero se queda en la mención.”

Lejos de sentirme ofendido, recojo la provocación, y me propongo desarrollar y analizar, en los próximos comentarios de este blog, diversas propuestas acerca de lo que podría ser una smart city. Es forzoso que, dada la índole del asunto y que se trata de un tema que se encuentra en permanente elaboración y evolución (a escala global), mis reflexiones tengan un carácter desordenado,

Iré de lo más general, a lo particular, sin que me preocupe dejar  constancia de la referencia a mis fuentes, que, lo afirmo desde ahora, utilizaré con libertad, y que serán, fundamentalmente, alemanas y anglosajonas. No serán, sin embargo, las únicas, pues también en Italia, España (con centro en Barcelona) y en algunos países de Europa y Latinoamérica, se está haciendo uso del término, con objetivos bastante deslavazados.

Habrá que empezar indicando, como manifestación previa de humildad,  que el lector, allí donde se ubique, no vive en una ciudad inteligente (smart city). Las ciudades inteligentes son un concepto enfocado al futuro. Y como la palabra más delicada de las opuestas a inteligente es incompetente, zafio o descuidado, le propongo, para empezar, que admita que todas las ciudades de este comienzo de siglo son incompetentes (blunt cities).

La propia  AENOR, en su propósito reglamentista, siguiendo la corriente mundial, define de esta forma la complejidad del nuevo concepto:  “Ciudad inteligente (Smart City) es la visión holística de una ciudad que aplica las TIC para la mejora de la calidad de vida y la accesibilidad de sus habitantes y asegura un desarrollo sostenible económico, social y ambiental en mejora permanente. Una ciudad inteligente permite a los ciudadanos interactuar con ella de forma multidisciplinar y se adapta en tiempo real a sus necesidades, de forma eficiente en calidad y costes, ofreciendo datos abiertos, soluciones y servicios orientados a los ciudadanos como personas, para resolver los efectos del crecimiento de las ciudades, en ámbitos públicos y privados, a través de la integración innovadora de infraestructuras con sistemas de gestión inteligente.”

Una perspectiva tan amplia confirma, de inmediato, que nos encontramos ante una utopía. Lo que no ha impedido que el Gobierno español, en marzo de 2015, ha establecido, un Plan para el Desarrollo de Ciudades Inteligentes, al que se dedica inicialmente, con parquedad presupuestaria,  140 millones de euros.

El ranking de ciudades inteligentes está ocupándose con premura, y tampoco es de extrañar que todas las que publican la implantación de medidas destinadas a mejorar esas características relativamente intangibles se jacten de ocupar ya los primeros puestos. Pero, ante todo, quisiera recoger una primera idea de sistemática, incorporando la visión sobre las Megatendencias para una smart city, que traslado, con mi propia interpretación, del ZukunftInstitut alemán, en una primera relación de once objetivos, que glosaré en posteriores comentarios:

1) Nuevas formas de aprendizaje; 2) Nuevo urbanismo; 3) Total conectividad; 4) Implantación de una neo-ecología; 5) Verdadera globalización; 6)Atención a la individualización de la existencia; 7) Programa de salud global; 8) Impulso a nuevos trabajos y formas de actividad; 9) Incorporación de la mujer y de los jóvenes para la máxima efectividad social; 10) Una sociedad en la que la tercera edad se mantenga activa y cooperativa, además de feliz; 11) Total movilidad.

A ese esquema se ajusta un gráfico que, copio sin traducción, de un magnífico artículo de Harry Gatterer sobre las Megatendencias (Megatrends), que, a modo de un camino con estaciones intermedias y de término, supone una de las mejores concreciones del itinerario que me propongo recorrer con el lector.

Megatrend_Map_480x340

(continuará)

Archivado en:Actualidad Etiquetado con:conectividad, dummies, globalización, Hharry Gatter, jóvenes, megatendencias, megatrends, movilidad, mujeres, neoecología, nuevos trabajos, smart city

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