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No es tiempo de pompas, caza y chirimía (Soneto)

16 junio, 2020 By amarias Deja un comentario

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Con las mismas rimas del Soneto de Miguel de Cervantes:
“A vuestra espada no igualó la mía”
(El Caballero del Febo a don Quijote de La Mancha)

Al Rey Felipe VI

No es tiempo de pompas, caza y chirimía
ni pleitesía del pueblo cortesano,
y para más inri entra de la mano
el escándalo a ocupar la orden del día.

Es difícil defender la monarquía,
y todo esfuerzo real parece vano,
si parte del gobierno soberano
de la ocasión deduce “esta es la mía”.

Para vientos de cambio nada es raro;
Carpe díem contra miedos al infierno,
vence a serenidad odios y rabia;

criticar y destruir, sin tener claro,
hundir cuanto sugiera lazo eterno,
y la ignorancia presumir de sabia.

Nota: He utilizado una licencia, que, en mi modesta opinión, es de mejora, para no duplicar la palabra “mía” que el insigne escritor utiliza en los finales de los versos primero y octavo, incorporando -respetando la rima- el hermos0 vocablo “chirimía”.

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía, Política Etiquetado como: angel manel arias, coronavirus, ignorancia, Monarquía, sonetos desde la crisis

Me gusta

10 julio, 2014 By amarias 2 comentarios

Nos estamos idiotizando a pasos agigantados, y, lo que es más singular, no parecemos ser conscientes de ello.

Nos hemos hecho capaces de manifestar con un “me gusta” (un simple teclear instantáneo en ese lugar que nos ofrece Facebook para calificar sin compromiso el comentario de ese amigo virtual al que quizá no conocemos ni de vista y que, desde su soledad, nos ametralla en el ipad con los disparos de su no diagnosticada psicopatía), nuestra confusa impresión personal ante cualquier noticia. Ya sea la muerte de setenta iraquíes por una bomba suicida, la frase teóricamente genial y falsamente atribuida por las redes a un personaje cuyo nombre nos suena de algo o una disquisición razonada sobre la conveniencia de utilizar un lenitivo para aligerar el vientre colapsado, por poner ejemplos a lo que circula a rienda suelta, por las redes

Esa dejación de interés no tendría, después de todo, mayor importancia, si no se correspondiera coherentemente, con otros síntomas terribles. No somos capaces de concentrarnos en la lectura de ninguna información que no sea intrascendente, hace años que no leemos un libro desde la primera página a la última, y, siguiendo en esa línea, de los vecinos no nos interesa más que el que no causen ruidos por las noches. y nos hemos hecho tan insensibles que solo lloramos cuando nuestro ídolo futbolero falla un disparo a puerta que era gol cantado.

Me produce estupor, pero me encaja con el tono vital de nuestra sociedad en estado de colapso catatónico, el que un flamante secretario de la OCDE -Angel Gurría, “diplomático” mexicano con un título en Economía por la Autónoma de México- afirme, sin que nadie le haga tragarse sus palabras a gorrazos (1), que nuestros titulados universitarios están al mismo nivel formativo que un estudiante de segunda enseñanza de Japón.

Debe tener que ver con la dejación con la que contemplamos, impertérritos, que nuestras instituciones más preciadas se han emponzoñado hasta las corvas con los males apocalípticos de la corrupción, la incompetencia feroz y la desidia. Puede que esté relacionado ese mal con este otro, que nos hace sentir incapacidad al tiempo que apatía, mientras apartamos al paso pedigüeños y parados, y oímos expresar, con los mismos argumentos, que estamos saliendo de la crisis o profundizando en ella. Puesto que faltan soluciones, los alibis sirven a ambos lados.

En fin, que no me gusta, para entendernos. Y, adelantándome a que el lector, descartando llegar hasta aquí y haciendo como que me sigue, me regale con un su “me gusta” lo que he escrito, quiero que sepa que lo interpreto como es debido: está atrapado también por la indiferencia con la que nos hemos acostumbrado a mirar, sin ver, lo que tenemos enfrente y a los lados.

—

(1) Lo hizo en un Foro conscecuente: estaban presentes el Presidente del Consejo de Rectores de la Universidad española (CRUE), Manuel López, el Rector de la Politécnica de Madrid, Carlos Conde, el Secretario de Estado de Universidades, Federico Morán, con ocasión del demoledor Informe Anual (2013)  de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, dirigido por Martín Parellada y patrocinado por el Banco de Santander. Fue el 6 de julio de 2014.

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: desgana, Facebook, Gurría, ignorancia, indiferencia, líquida, me gusta, México, opinión, sociedad

Cuento de invierno: El pueblo que perdió la cabeza

28 febrero, 2014 By amarias Deja un comentario

Esta Historia que voy a contar es muy peculiar, y, como todos los cuentos, cobra su sentido si se es capaz de extraer la moraleja que, en este caso, voy a confiar a la inteligencia del lector.

Erase una vez un pueblo formado por gentes orgullosas, independientes y excepcionalmente capaces. Por supuesto, no eran esas las cualidades que les eran atribuidas a sus habitantes por los vecinos, que los consideraban, en general, petulantes, calzonazos y bastante brutos.

Pero no estoy escribiendo esto para que enzarzarme en una discusión estéril acerca de quién es el pueblo más digno de atención principal por parte de quienes se dedicarán, pasados unos cuantos siglos, a analizar los móviles por los que las regiones se empeñan en guerrear, como los machos de los caprínidos y otras especies animales se dan, cuando entran en celo, impresionantes testarazos sin importarles las consecuencias;  éstos, con el objetivo de que sus genes se transmitan a las nuevas generaciones, aquellas, pretendiendo, aunque no lo expresen así, llamar la atención de la Historia para dejarla preñada con la semilla de su despreciable egoísmo.

Aquel pueblo con tan loables características, concibió la idea, en principio, plausible, de que todos sus habitantes podrían tener la llave de la caja en donde guardaban los artilugios que proporcionaban el máximo bienestar.  Fue una revolución cultural sin precedentes.  Como el tiempo de la existencia humana es limitado, los maestros, de cualquier disciplina y condición, se afanaban en reducir los mensajes que proporcionaban la sabiduría a su quintaesencia.

-No tenemos tiempo para explicar los fundamentos, por lo que nos atendremos solo a conocer las consecuencias -era la frase más utilizada por los maestros.

Los alumnos aprendían así, rápidamente, a utilizar los aparatos, por complicados que fueran y, en lo tocante a la filosofía, -al menos, los más avanzados de entre ellos- conocían las frases que resumían el saber más atractivo de los grandes pensadores, pero eran incapaces (no se les había enseñado, por falta de tiempo) de deducir el porqué de tales consecuencias.

No importaba si se trataba de las Universidades, las escuelas de grado medio o inferior, los talleres de los más variados oficios y beneficios, los alumnos, atraídos por el sabor de conocer los para qués pero sin ganas de aprender los porqués ni preocupados lo más mínimo por los cómos, obtenían títulos y diplomas de mucho empaque que demostraban su capacitación para manejar los artilugios de la caja del bienestar.

Durante algún tiempo, la felicidad fue máxima. Los jóvenes acudían a los centros que les daban, después de diversas pruebas y exámenes relativamente simples, el carnet de manipuladores de la ciencia. Los mayores, que habían sido educados en otra teoría, podían reparar algunos de los artilugios, porque sabían cómo estaban hechos.

Pero llegó un tiempo en que los mayores murieron o fueron jubilados y los artilugios más atractivos para la población ya no se fabricaban en aquel pueblo, en el que los jóvenes seguían siendo educados para manejarlos, pero no para saber cómo se hacían.

Por fin, un día, alguien se puso a analizar lo que estaba pasando. Había estado viviendo en el extranjero y tenía, por ello, una cierta capacidad para observar las cosas desde fuera, aunque le tocaban muy de cerca, porque conservaba las fibras sensibles suficientes de amor a su tierra.

Y reunió a los que pudo convencer y les explicó su teoría:

-Me parece que en algún momento nuestro pueblo ha perdido la cabeza. Porque aquí todo el mundo está preparado, al menos en teoría, para dirigir y conducir, pero no hay apenas quienes conozcan de forma suficiente cómo hacer las cosas, de qué están hechos los aparatos que utilizamos, cuáles son las razones por las que creemos en unas cosas y despreciamos otras.

Le escucharon con cierta atención, y uno de los que estaban presentes, sin poder contenerse, preguntó:

-Sí, eso está muy bien. Pero , ¿qué podemos hacer?

El que había estado viviendo fuera se le quedó mirando, sin saber qué decir. O, mejor dicho, sin encontrar las palabras adecuadas.

FIN

 

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: actividad, aparato, artilugio, cuento, cuento de invierno, educación, escuela, extranjero, formación, ignorancia, saber

Cuento de invierno: Saber para olvidar

9 febrero, 2014 By amarias2013 Deja un comentario

Alguna vez hemos escuchado que para ser auténtico sabio hay que saber lo que se ignora, juego de palabras de apariencia estúpida si no se fuera capaz de descubrir que ese segundo saber al que se refiere el aforismo consiste en poner límites a los territorios de la ignorancia, sin preocuparse por adentrarse en ellos.

Por otra parte, con el avance implacable de la edad, todo ser humano comprueba que va ignorando incluso lo que sabe, con lo que, si la vida del sujeto, ya sea instruido o analfabeto, llega a ser lo suficientemente longeva, se llega a un estado de ignorancia perfecta, un incompetente incluso para recordar el propio nombre.

Resulta emocionante comprobar, sin más que aguardar a que la naturaleza haga su cruel trabajo, que el mayor de los sabios puede volverse incapaz de apuntar una sola certeza en la página en blanco de su memoria. Una preparación, por lo demás, sorprendente, para lanzarse por el camino de alcanzar la omnisciencia que suelen prometer las religiones verdaderas, ya que se sale de este mundo físico, si se llega a completar el ciclo vital sin interruptus, desprovisto de cualquier resto de inmundicia lógica adquirido en él.

Tengo ahora en mis manos uno de los libros de Jean Henri Fabre (1823-1915), naturalista, entomólogo y poeta, que corresponde a la deliciosa colección “Souvenirs Entomologiques”. Fabre fue un observador cuidadoso de la naturaleza, y sus escritos, cargados de poesía y con un vocabulario esplendente, sugieren los elementos descritos, con tanta perfección y riqueza de términos, que suelen hacernos creer frecuentemente que los tuviéramos a la vista.

Cuenta Fabre que, un día, Louis Pasteur (1822-1895) llamó a su puerta. Aunque no recoge la fecha, supongo que debía ser sobre 1865, cuando el Gobierno francés encargó a Pasteur estudiar la plaga que estaba destruyendo la industria de la sericicultura en la región de Aviñón. Ambos tenían la misma edad, se encontraban en la plenitud de sus vidas y, aunque ya habían realizado trabajos destacables, puedo imaginar que Jean Henri no tenía razones especiales para admirar a Louis, del que “había leído su hermoso trabajo sobre la disimetría del ácido tártrico” y “había seguido con vivo interés sus investigaciones sobre la generación de los infusorios”.

A Fabre le sorprendió que Pasteur no tuviera ni idea de lo que era una crisálida, la metamorfosis o cualquiera de los “mil menudos secretos de la entomología” que sabría “el último niño de la escuela” y…sin embargo, reconoce al recordar esta anécdota “iba a revolucionar la higiene de los criaderos y los gusanos y aún la medicina y la higiene en general”.

La conclusión que extrae Fabre de esta observación de la ignorancia de aquel colega que merecería los más altos laureles, me ha parecido espléndida. “Animado por el magnífico ejemplo de los capullos, me impuse adoptar el método ignorante en mis investigaciones sobre los instintos. Leo muy poco (..) No se nada, tanto mejor: mis interrogaciones serán más libres (…)”

No estoy seguro de si esto parecerá un cuento al lector. Si lo incluyo aquí es porque, cuanto más medito sobre el método ignorante, más sabio me parezco. Tal vez a Vd. le pueda suceder lo mismo.

Y si no fuera así, me permito recordarle que, al final, …todos calvos y, aunque nos cueste admitirlo, ignorantes.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: cuentos, cuentos de invierno, entomólgo, Fabre, gusano de seda, ignorancia, infusorio, olvidar, Pasteur, saber, sabio, sericicultura

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