No me sorprendió que hace ya años se detectara que el universo no es isótropo y que no hubo big bang, al menos, por lo que creemos saber hasta ahora.
Resulta más asequible admitir, mientras vamos perfeccionando nuestra ignorancia petulante, que hay múltiples universos que interactúan, como globos que estuvieran vagando por el hiperspacio y que, cuando chocan, provocan interferencias en el continuo inflarse y desinflarse a que les lleva su naturaleza cósmica individual.
Sin necesidad de disponer de complejos aparatos que midieran el eco de ninguna explosión cósmica, la observación de la realidad a nuestro alcance inmediato, nos permite deducir que no hay un solo individuo, digamos, impresentable, sino múltiples, y que interactúan entre sí, reforzándose.
Y no existe una sola burbuja, sino muchas, en diferentes estados de desarrollo, como los huevos en el ovario de las gallinas. Y que, en verdad, no explotan, sino que se las hincha y deshincha como les apetece a los guardianes de la aldea global, que son los que obtienen beneficio del va-y-vén, porque en ese flujo y reflujo encuentran sus oportunidades de hacer agosto.
Los que sufrimos, o incluso los que medimos, los efectos de la economía global solo percibimos la radiación del fondo cósmico de las microondas que provocan sus manejos.
Tratar de explicar con absoluta convicción y certeza lo que está pasando resulta cabalmente imposible, porque los centros de interferencia son demasiados. Solo nos queda tratar de estructurar y encajar las consecuencias conjuntas observables, analizarlas para predecir comportamientos futuros, a la mayor escala posible para nuestra naturaleza.
Con esos datos, podremos acomodar nuestra existencia en un agujerito negro o lo más opaco posible en el que no nos alcancen los meteoritos o nos apabullen con los residuos.
No hubo un corruptor, hubo varios. Hay miles de corruptos, pero sabemos ya que no todas las corrupciones son iguales. No mintió uno solo, nos mienten casi todos, aunque también el alcance de las mentiras es distinto. Si en ese punto necesitamos tranquilidad, es conveniente enunciar que todos los Reyes, magnates y poderosos, son y serán ricos. En fin, que estamos ciertos de que los jerifaltes ganan mucho, no porque sean genios sino por su atribuída naturaleza. Y que, puestos a sacar obvias consecuencias, los mayores gorros son siempre de oropel y lentuejuelas, pero, aunque fueran de telas, nada dicen de la inteligencia de las cabezas.
El desconocimiento será grande, pero no nos impedirá deducir lo más probable: las burbujas no explotan; cuando llegan a un determinado tamaño, se les afloja aire y así, los que las han inflado o sus mentores, obtienen beneficios.
Porque en esta esquina del Universo en la que nos han colocado el azar y la necesidad, de lo único que podemos estar seguros es de que no hubo un gran estallido. Al menos, todavía.