La discriminación del sexo femenino ha sido y es una realidad en todo el mundo a lo largo de la Historia, aunque hace unas pocas décadas, en algunos países, se han realizado ciertos avances hacia la igualdad.
En el momento de redactar este Informe, hay varias mujeres que son Presidentes, Jefes de Estado o Primeros Ministros, tanto en países occidentales como orientales, si bien , independientemente de juzgar cómo están realizando sus funciones, cabría hacer observaciones importantes respecto a cómo alcanzaron el poder.
Entre los países musulmanes, la primera mujer en alcanzar la presidencia de un país, Benazhir Bhutto -desgraciadamente asesinada, como se sabe, el 27 de diciembre de 2007- fue hija del presidente paquistaní Zulfikar Alí Bhutto y, con seguridad, no hubiera llegado a esta posición en otras circunstancias, ni hubiera padecido el mismo calvario opositor de haber sido hombre.
En su particular contexto, la historia personal de Park Geun-hye, presidenta de Corea del Sur, hija del también asesinado (en 1979) ex-presidente Park Chung-hee, es similar. Corazón Cojuañgco, conocida como Corazón Aquino, que fue presidente de Filipinas, recogió buena parte de su bagaje político como consecuencia del asesinato de su esposo, en 1983, anterior presidente de ese país. (1)
En los países occidentales, si eliminamos aquellas mujeres que han llegado a la Jefatura del Estado por pertenecer a las monarquías aún no derrocadas o suprimidas, y en países en donde no hay discriminación en ese campo específico, pocas mujeres han superado las duras pruebas de demostrar eficacia superior a varón en la sociedad machista dominante. El caso de España, por lo demás, un país integrado en una Unión Europea que se dice igualitaria en cuanto a los géneros, representa bien el temor a “lo femenino”, pues se proscribe a las mujeres frente a sus hermanos varones para acceder al trono, resultando, por tanto, significativo respecto a la resistencia del magma institucional a ceder espacios de representación.
En general, además, allí donde se ha implantado en occidente, la llamada “discriminación positiva”, por otra parte -en opinión mayoritaria, aunque no unánime, del Equipo de Trabajo- se ha perjudicado la posibilidad de que muchas mujeres más capaces alcanzaran puestos de responsabilidad. Aún peor, se ha contribuído, a niveles populares, a desacreditar la opción femenina por el resistente entorno machista, siendo sido sujeto de escarnio algunos ejemplos de mujeres que, sin tener suficiente capacidad ni méritos, han sido elevadas a posiciones altas, para cubrir las apariencias de una tendencia a la igualdad de géneros.
La mujer ha estado relegada también, por supuesto, en los países orientales a posiciones secundarias y, en general, así sigue y no dudamos en que seguirá sucediendo, a salvo de concretos y muy puntuales períodos de matriarcado, que serán utilizados y rentabilizados, en realidad, por el entorno dominante, en el que es muy superior la presencia masculina.
El equipo de trabajo opina, repetimos que de forma no unánime, aunque sí mayoritaria, que en la carrera por el control absoluto, es preferible que las mujeres no dominen las situaciones relevantes. La mayor sensibilidad de las mujeres a los problemas cotidianos, su indudable tendencia a valorar más el apoyo a los más débiles o desfavorecidos, surgido de su propia naturaleza maternal, es un serio hándicap para dominar el mundo.
Las imágenes difundidas recientemente, con ocasión del fallecimento de la ex-líder conservadora Margaret Thatcher, bailando en plena crisis con el ex presidente gringo Ronald Reagan, dejan clara la utilización de la frivolización de la relación entre géneros, difundiendo la imagen inequívocamente sexual de dominio del hombre, pues es sabido que en estas manifestaciones de sensualidad reprimida (como son los bailes), es el varón el que dirige los movimientos.
Las mujeres tienden, de forma natural, a concentrar su deseo de independencia y poder en ámbitos restringidos, familiares o próximos, que aparecen más vinculados al mundo de lo virtual o imaginario que a la dura contienda por el dominio global. Si existiese un más allá -lo que nos parece muy poco probable, por no decir, imposible- serían ellas, sin duda, las dominadoras de los espacios para-celestes, por su gran capacidad para la imaginación y la entrega hacia los sentimientos -amor, simpatía, conmiseración,…, en fin, cuando abarca a la poesía y a la metafísica-, actitudes muy poco rentables en el mamrco de una existencia competitiva.
Creemos, en definitiva, que el triunfo final de los ideales de control absoluto por la vía de la economia centralizada deberían obviar la presencia en puestos relevantes de las mujeres, al estimar que su actuación sería, a la larga, una rémora para el cumplimiento de los objetivos. La persistencia en la marginación de las mujeres debe hacerse, por supuesto, de una manera solapada, inteligente, poniendo todo tipo de dificultades para que accedan al poder, restringiendo a las mujeres a su papel de esposas y madres, distrayéndolas, y sin descuidar la utilización rentable de su tendencia a la religiosidad, a la devoción a los antepasados, al respeto a los semejantes y a la subordinación en evitación de conflictos.
En este sentido, obligarlas a la discreción pública, a la ocultación de su imagen tras velos y paredes e, incluso, forzándolas a perder su aspecto femenino convenciéndolas de que son capaces de realizar tareas sin prestigio pero de gran dedicación (como la pertenencia al ejército, la ejecución de tareas pesadas, la incorporación al mundo de los servicios o de la investigación aplicada, etc.) es un camino adecuado para ocupar su tiempo y dominar sus impulsos para cambiar el mundo, “haciéndolo mejor”, como hemos oído de sus bocas reiteradamente.
Debemos aclarar, sin embargo, que estas ideas no son necesariamente coincidentes con nuestra opinión personal, sino que hemos mantenido el criterio de expresar aquello que creemos más conveniente para el triunfo de los ideales de dominio que deducimos de intérés del Grupo de Solicitantes, que son quienes han encargado este trabajo.
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(1) No pretendemos ser exhaustivos. Los casos de Pratibha Patil (presidente de la India), Dilma Rousseff (Brasil), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), Michelle Bachelet (que lo fue de Chile), Laura Chinchilla (Costa Rica), e incluso Angela Merkel (Alemania) -este último caso, como paradigma de la virilización de la mujer dominante- , no deben hacer olvidar que en sus trayectorias de ascenso político hay una presencia tuteladora masculina y, si no existe de forma clara, se advierte el acelerado asexuadamiento de la mujer, para mejor aprovechamiento de una oportunidad política que no descansa tanto en la valía probada de la candidata como en una coyuntura propicia a la que fueron impulsadas por las fuerzas masculinas dominantes.
(continuará) .