La supresión total de la capacidad individual para pensar y, por lo tanto decidir por sí mismo, es uno de los objetivos codiciados por todo sistema. No es, sin embargo, más que un desideratum inalcanzable en la práctica, por lo que es preciso incorporar elementos de distracción a la gran masa, que, por una parte, le hagan creer a quien pertenece a ella que está tomando alguna decisión o adquiriendo información importante y, por otra, eviten que tenga interés alguno en escuchar a los disidentes ocasionales, que fracasarán, así, en sus intenciones desestabilizadoras.
En los regímenes capitalistas, especialmente en los neoliberales, el adocenamiento de las masas se consigue de manera casi imperceptible para la mayoría, bombardeando continuamente a la población con nuevos objetivos de consumo (generando el campo de cultivo propio de la “sociedad líquida” y proporcionándole datos falsos, pero tranquilizadores, información irrelevante aunque capaz de fomentar la curiosidad innata del ser humano por lo que hacen sus semejantes. Se trata, en fin, de construir un entramado de deseos simplones, ansias de fácil realización y montones de documentación sin verdadero interés pragmático, que animan a la población objetivo a seguir profundizando en la bazofia intelectual que se le da, aumentando el efecto alienante.
Es bien conocida la fúnción que cumplen en este objetivo los concursos televisivos en los que distintos individuos a los que previamente se les ha convertido en “famosos” compiten luciendo actividades estupidizantes. Por supuesto, los llamados deportes de masas, como el fútbol, el béisbol y otras actividades deportivas de cierta duración, servirán para mantener a gran número de individos entretenidos, no solo mientras contemplen el espectáculo, sino, posteriormente, discutiendo jugadas, posibles errores arbitrales y hasta las aficiones o vida personal de lo jugadores.
En los países que forman el núcleo central del Grupo de Solicitantes estos efectos de alienación se han conseguido con una mezcla sabia y prudente de elementos, en los que la educación desde la más tierna infancia cumple una función muy relevante. Se ha acostumbrado a los niños, desde muy pequeños, a participar en ejercicios de grupo, haciéndoles ver la belleza y el valor, no de la contemplación (que también), sino, sobre todo, del mero hecho de participar en una actuación completamente coordinada y que, forzosamente, ha de ser simple, para que todos puedan intervenir.
Pero no solo la educación ha de ser física, por supuesto. Para doblegar y dirigir las eventuales inclinaciones naturales a pensar independientemente sin que los individuos sientan la menor inquietud, sino que, por el contrario, se acostumbren a ver como una circunstancia tranquilizadora el encontrarse junto a otros cientos o miles de congéneres haciendo lo mismo, hace falta más, y el Equipo de Trabajo ha detectado diversos modos de conseguir el mismo fin, y que, sin duda, han de seguir perfeccionándose, utilizando, sin reservas, cuanto haya de aprovechable en las economías capitalistas.
No en vano cabe decir que del enemigo, no todo es rechazable, y no hay que tener reparos en utilizar, adaptándola para la consecución de los objetivos propios, algunos de los métodos de la competencia ideológica. En el fondo, tanto los muñidores de uno como de otro bloque persiguen el mismo fin, que es el control total.
(continuará)