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Ucrania, la solución cada vez más lejos

6 junio, 2022 By amarias Dejar un comentario

No puede explicarse desde la razón. Rusia -la Rusia de Putin, hay que matizar- un país que se creía fiable, abierto a la globalización y el progreso, pacífico, enlace necesario entre el expansionismo sin límites de China y la Europa en busca de una nueva identidad, ha estallado en una operación guerrera que compromete definitivamente su credibilidad y pone en grave peligro la estabilidad mundial.

Son más de cien días (desde el 20 de febrero de 2022) de guerra intensa, descarnada, cruel. Un ejército bien armado, con sofisticados medios guerreros, que decidió convertirse en invasor de un país que se acercaba pacífica e ilusionadamente al calor de una Unión Europea que podría garantizarle estabilidad política y potenciación económica.

Han pasado suficientes cosas en el centro y el entorno del escenario bélico para poder matizar, desde el conocimiento y análisis, lo que ha sucedido y está sucediendo. Puede que, como en la mayor parte de las contiendas, notas de claroscuro se hayan introducido en la valoración de la maldad absoluta del agresor y la bondad sin reservas del agredido.

Las realidades humanas admiten matices. En todo conflicto, surgen controversias, intereses añadidos y posiciones a favor y en contra.

Al fin y al cabo, el riesgo de que la invasión rusa se convierta en el principio de la tercera guerra mundial sigue vigente. Los afectos y los análisis no son perfectamente limpios. Como en toda guerra, las economías se resienten y, en ésta en particular, en que el apoyo de Estados Unidos -a través de la OTAN- se ha manifestado cada vez de forma más expresa del lado de Ucrania, ha pasado suficiente tiempo para que, además de preguntarnos a dónde conduce esta guerra, cuál puede ser su final, tenemos que lidiar con los efectos económicos sobre los no contendientes. En esencia, toda la Humanidad.

Porque Ucrania era el granero de Europa y de buena parte del mundo. La escasez de granos, de fertilizantes y productos agrarios -además de la paralización de envíos desde Ucrania que el Kremlin ha ordenado- han puesto de manifiesto que la dependencia de la producción ucraniana fue subestimada. Se creyó que podrían suplirse los desabastecimientos coyunturales en material siderúrgico o en materias primas minerales, en la valoración equivocada de que la guerra no duraría mucho. Por supuesto, el boicot al gas y al petróleo procedente de Rusia, vital para la Unión Europea, tampoco se valoró con igual dramatismo. Se pensó que podrían encontrarse con rapidez alternativas y, aunque hubiera que pagar más por la energía, la Unión Europea y el resto del mundo desarrollado podría permitírselo, antes de que las aguas volvieran a su cauce.

La posición de fuerza de Rusia como factor estratégico en la economía energética mundial (y no solo) no tiene que ver con las bravuconadas del Kremlin. Putin sigue amenazando con bombardear con sus misiles de cabeza nuclear ciudades europeas, en la medida en que el apoyo prestado a Ucrania por la OTAN, e individualmente, por los países de la Unión, aumenta y se hace más consistente. No es el desarrollo bélico lo más preocupante para Europa, puesto que el límite, como peculiar espacio de contorno para la guerra sin cuartel, se mantiene entre las fronteras de Ucrania que, dicho sea de paso, ya ha perdido casi la mitad de su PIB y la cuarta parte de su territorio en manos de Rusia. Zelenski sigue pidiendo más armamento a Europa, en una posición que combina heroísmo y tenacidad (defiende la integridad de su país), pero la cuestión ha pasado a ser otra.

¿Cuánto tiempo puede resistir la Unión Europea? ¿Está dispuesta a seguir ofreciendo su propio bienestar, su capacidad de desarrollo, el ritmo creciente de su inflación y la aparejada inestabilidad social, en el altar ucraniano? ¿La voluntad de seguir enviando sin límite, material bélico y ayuda económica y humanitaria a Ucrania, podrá mantenerse? ¿Se doblegará, por la vía de utilizar la capacidad de heroísmo de un pueblo hasta su extenuación, la resistencia económica de Rusia que,  por toda evidencia, se ha subestimado?

No tengo claro que el Kremlin esté perdiendo la guerra. No ha ganado en credibilidad ni honorabilidad, desde luego, pero en esta batalla global, en la que no solo se lucha con los artilugios bélicos en la devastada Ucrania, se están empleando otros factores de destrucción.

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Estamos en un punto de no retorno

7 marzo, 2022 By amarias Dejar un comentario

Cuando miro, una y otra vez, la fotografía de esa familia ucraniana masacrada en el momento en que se disponía a huir de la zona de mayor peligro, utilizando el señuelo del corredor humanitario, -un término equívoco en sí mismo que se transformó en mortal para ellos-, mis ojos se fijan obsesivamente en la maleta que quedó en pie, junto a los cuerpos inertes de la pareja y sus hijos. ¿Qué podían haber amontonado, sin duda apresuradamente, en ella? ¿Qué esperanzas de salvación se les quebraron cuando el misil de un soldado sanguinario los eligió a ellos como símbolo del aumento de la barabarie?

Hay muchos testimonios desgarradores, imposibles de entender desde la calma que aún vivimos, de personas que nos cuentan sobre sus miedos, sus esperanzas, sus ilusiones, desde la frialdad de una pantalla de plasma a través de lo cual podemos correr el riesgo de pensar que no son reales, de que nada es real,ni verdadero ni cierto.

Putin es un canalla de película, pero cierto; sus secuaces del Kremlin son un hatajo de asesinos cobardes, letales por acción y omisión; los soldados rusos que han invadido una tierra de paz respondiendo a designios criminales que nadie les habrá explicado, pero que ahora seguro que lo entienden muy bien, son una pandilla de asalteadores dotados de armas preparadas para matar inocentes. Nada les salvará de su ignominia.

Una niña ucraniana, Amelia, que parece tener la edad de mis nietas, canta en un refugio, con una voz bien timbrada, melódica, cautivadora, la canción Let it go de la película Frozen que habla de libertad y que parece escrita para proclamar la gran verdad, que nadie podrá vencer jamás la decisión de ser uno mismo, de romper las amarras con la tiranía y la mentira. Me uno a los aplausos que cierran la interpretación genial, desde el silencio del búnker, roto por esa manfestación de entusiasmo espontáneo.

Me gustaría ser optimista, necesito serlo, aunque todo está conjurándose para que el final sea, no solo triste, sino caótico. Dicen que el presidente chino, Ji-Ping y el turco, Erdogan, pedirán o han pedido a Vladimir Putin que cesen las hostilidades. La presión internacional y, en la medida en que puede expresarse sin riesgo a terribles represalias, debiera ser insostenible para el tirano. El sátrapa insiste que solo se detendrá si Ucrania se rinde y acepta que los territorios del Dombás y Crimea se incorporen a Rusia y que el país invadido renuncie a su libertad de decisión, apartándose de la Unión Europea y de la OTAN.

No puedo entender, ni consentir por tanto como postura digna, que en el Gobierno de España se sienten individuos que no apoyen el envío de armas a Ucrania, que es lo que ha solicitado el héroe Zelenski (junto con medicinas, alimento y ayuda humanitaria). Esta disensión en el Gobierno, que por ley, debe tomar decisiones colegiadas y tener una sola voz, es la representación de la ruptura de la coalición y la mejor muestra de la incapacidad para asumir la complejidad de la situación, actuando en consecuencia. Ucrania, país libre,ha sido invadida y se está resistiendo ante la agresión con un orgullo y una unidad dignos de todo respeto y apoyo. Incluso, en mi opinión, aunque los países de la OTAN están mostrando una prudencia y un temor a la escalada que no se corresponde con los principios éticos y jurídicos que deben regir las actuaciones de los países democráticos, la aplicación del art. 2 del Acuerdo debería ser suficiente para justificar involucrarse en el conflicto en la defensa de la libertad de Ucrania,

Querámoslo o no, ya estamos metidos en la guerra. De momento, España solo lo ha hecho mediante el envío de armas en un segundo nivel. Se dice que son para incrementar la capacidad de defensa individual y se pretende que no nos involucra…demasiado. No dejo de pensar que un combatiente sin experiencia en el manejo de material militar al que se envía al frente de guerra y a combatir con un enemigo sin escrúpulos y mejor alimento, se convierte en blanco fácil.

La heroicidad de los ucranianos, sosteniendo la situación con valor, entereza y capacidad de respuesta improvisada pero efectiva (hasta ahora) es acreedora, no solo de palabras de ánimo, aplausos y oraciones, sino de apoyo sin reservas. Si las medidas que pretenden el colapso económico de Rusia (a costa de provocar acercarnos nosotros también a la pérdida sustancial de nuestro bienestar) no tienen el efecto de detener la barbarie, si los desvelos negociadores de Macron (en campaña electoral en Francia), o de los presidentes chino y turco, no sirven más que para que Putin eleve su apuesta destructora, la OTAN debe tomar una decisión difícil, honrosa y legítima: o Putin se retira de Ucrania o entraremos en guerra directa con Rusia.

Quién nos iba a decir hace apenas unas semanas que nos tendríamos que confrontar con un porvenir tan sombrío. Putin no puede vencer en esta guerra.

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Rusia camina hacia su aislamiento

2 marzo, 2022 By amarias Dejar un comentario

La imagen del Parlamento Europeo aplaudiendo ayer de mañana, con todos sus miembros puestos en pie, la intervención telemática de Volodomir  Zelenski esgrimiendo que Ucrania “lucha por su libertad” y solicitando ayuda para que su país no sea fagocitado por la ambición patológica de Vladimir Putin se mantiene en mi retina como una emotiva demostración de solidaridad con el presidente de una nación asaltada. Hizo bien en recordar que “si Ucrania cae, Rusia estará a las puertas de la Unión Europea”, en la que volvió a solicitar la integración.

Joe Biden expresa, por fin, desde que empezó la invasión, la determinación de ayudar a Ucrania y condenar la agresión, “con medidas que Rusia lamentará para el resto de los días”. La OTAN mantiene su criterio de no considerar la agresión a Ucrania como algo que le competa directamente y, desde luego, prefiere mantener una guerra sicológica, económica o de consola, evitando recoger muertos propios en un campo de batalla. Habrá que estar atento a la interpretación que el loco del Kremlin hace de la contraofensiva.

En la intervención de hoy en el Congreso de Diputados, el Presidente Pedro Sánchez anunció inesperadamente que España enviará también material bélico a Ucrania. Es decir, España entra, de esa manera, en la guerra de Ucrania con Rusia, como país aliado.

La decisión fue apoyada fuera del hemiciclo por la vicepresidenta Yolanda Díaz y por Jaume Asens, portavoz de En Común Podem que se desmarcan con ello de la ministra de Asuntos Sociales Ione Belarra y de Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, que calificaron el envío de armas de “error” y reiteran su posición de No a la guerra, y No a la OTAN. Esa facción que apoya al Gobierno de coalición revela, por tanto, una fisura en el mismo. Echenique la concreta, no ya al proclamarse partidario de negociar la paz (rebelando una inocencia casi mística, pues Putin es el invasor y nohay nada que negociar con un asesino), sino expresa como filosofía a tener en cuenta en los anales de las invasiones que no se debe armar a la población civil “contra un ejército”.

A pesar de estas manifestaciones contrarias, “la lealtad de Gobierno” de esa coalición en trance de ruptura permanente se ha traducido en ratificar el envío y con ello, Sánchez ha podido, aunque con algo de retraso, unirse al bloque de cabeza de los países que presentan oposición clara al líder con diagnóstico de patología narcisista. Por parte de la portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, que cubre el hueco del cesado Pablo Casado, se ofreció ayuda de su grupor para apoyar la medida, si “los socios de Gobierno se desmarcaran del apoyo”. La situación política española merecería un análisis profundo, sino fuera que las preocupaciones se han concentrado en un nivel mucho más alto.

El cerco de medidas económicas y, desde ayer, con el apoyo de armamento de alto alcance y potencia a Ucrania, no ha servido, de momento, para modificar la actitud de Putin, centrado en su megalomanía, que sigue amenazando con la escalada de terror belicista y mantiene la orden de bombardear las principales ciudades ucranias que resisten heroicamente.

Se anuncia para mañana, jueves, 3 de marzo, el segundo intento de negociaciones por la paz entre representantes rusos y ucranios, aunque la presión beligerante se mantiene. Como acertadamente expresó en entevista televisiva el ex embajador de España en la OTAN, Carlos Miranda y Elío, “no se puede hablar de negociaciones para la paz si los contendientes no han establecido una tregua”.

La población ucrania sufre una presión ilimitada, cruel, injusta. Largas colas de personas ue huyen de la barbaria se forma en las salidas del país, especialmente hacia Polonia, con kilómetros de retencionese imaginables necesidades de atención humanitaria. En su intención de destruir los edificios históricos de Ucrania, Rusia bombardeó ayer el edificio del Gobierno Regional de Járkov (la segunda ciudad ucrania) y varios otros monumentos, además de barriadas residenciales, causando miles de muertos.

Para detener esta barbarie, las medidas muy duras contra Rusia adoptadas por la inmensa mayoría de los Estados occidentales perfilan que este país se convertirá en una nueva Corea del Norte (solo se han manifestado expresamente a favor de Putin, el déspota venezolano Nicolás Maduro y el afectado por demencia senial que responde por el acróstico de AMLO).

En cuanto a la posibilidad de parar la guerra en una negociación, no soy optimista. Como todo afectado por megalomanía tiránica, Putin no admitirá una derrota y tiene, al carecer de escrúpulo alguno, el botón nuclear a su alcance,y no le importará provocar una hecatombe, pues cree que le asiste la razón. Por eso, hay que ofrecerle alguna salida edulcorada para que crea que su esfuerzo destructivo le ha merecido la pena. No, obviamente, la rendición de Ucrania, sino algún caramelo que la diplomacia intrnacional deberá encontrar.

Porque la presión de los oligarcas que ahora ven en peligro sus inmensas riquezas, la intervención del presidente chino a favor del cese de las hostilidades, el clamor del pueblo ruso para derrocar a Vladimir Putin, son sueños fantasiosos que no tienen lugar más que, eso, en el mundo de la imaginación. Desgraciadamente.

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Crónica de una desventura

25 febrero, 2022 By amarias Dejar un comentario

El viernes, 25 de febrero de 2022, la situación en Ucrania es muy confusa. Existen testimonios gráficos de que un avión ruso que sobrevolaba Kiev ha sido abatido y sus restos, caídos sobre una barriada de lal ciudad, han causado el destrozo de algunos edificios. Ciudadanos ucranianos han sido contactados en sus teléfonos móviles y han dado información sobre su estado de angustia y la sensación de correr grave peligro ante el avance de los invasores. Hemos visto  imágenes de tanques por las calles de la capital y otras ciudades, filas de vehículos con ciudadanos que tratan de acercarse a la frontera, alguna fotografía de víctimas, tanto civiles como soldados.

El presidente de Ucrania, en paradero desconocido -dicen algunas fuentes que, posiblemente, desde fuera del país- insta a que se proporcione a su país ayuda internacional. Más recientemente, pide una reunión con Putin que ponga fin a la invasión, aunque no indica cuál sería su oferta para alcanzar la paz.

Por su parte, el presidente de Rusia, coherente con su papel de intoxicador, repite que la población civil ucrania no tiene nada que temer, que el objetivo que pretende su Ejército es el derrocamiento del régimen fascista y genocida de Zelensky e instaurar una democracia en el país. En consecuencia, pide que los millitares del páis invadido desistan de la lucha y no apoyen a su Presidente.

Las posiciones de la Unión Europea son extremadamente medidas y, por ello, se pueden calificar de tenues. El alto comisario Borrel se encuentra con una difícil papeleta que ha venido a demostrar el escaso nivel de su autoridad. Condenan la invasión, estudian la implantación de medidas económicas contra Rusia, los oligarcas rusos y el mismo Putin, y se reafirman en que Ucrania es un país democrático, pero, por grave que se considere la situación de infracción del orden internacional, la falta de una fuerza militar conjunta deja a los Estados miembros  ante el espejo de su debilidad como potencia mundial. Supongo que servirá el hecho para acelerar la  formación de un Ejército europeo, aunque, si la decisión no se toma en caliente, se diluirá en el vaso frío de la incompetencia, el egoísmo individual y la apatía.

Además, siempre se podrá argumentar que…como Ucrania no pertenece a la OTAN no se pueden adoptar medidas de apoyo bélico que estarían obligadas en aplicación de los art. 5 o 6 del Tratado que, por lo demás, supondrían la escalada sin límites del conflicto. Mira por dónde, la resistencia a incorporar a Ucrania a la OTAN no ha servido, paradoja cruel, para desalentar a Putin, sino que le sirve de jusrtificación para haberla invadido: considera insoportable que un nuevo Estado con frontera de Rusia pueda pertenecer a la Alianza Atlántica y, en un giro dialéctico inexplicable solo por su megalomanía, procede a invadirlo para derrocar a su gobiern0 demcráticamente elegido.

Desde Estados Unidos, las voces discrepantes del presidente Biden y del ex presidente Trump ponen una nota de incoherencia en este grave episodio. Frente a la condena clara que ha expresado el primero, que no duda en llamar nazi a Putin, indicar que la invasión es un acontecimiento de máxima gravedad que pone en peligro la paz mundial, Donald aplaude la actuación del jerarca ruso, coincidiendo con las opiniones de muchos norteamericanos con tendencia republicana, y a los que, no hay que dudarlo, Europa les cae muy lejos y. además, en el mejor de los casos, no desean participar en una nueva contienda, que supondría la repatriación a Estados Unidos de varios miles de cadáveres de soldados.

En España, la situación de consternación y desagradable sorpresa ante la invasión rusa de un Estado democrático europeo, alimentó en un primer momento respuestas discrepantes entre miembros del Gobierno. La posición de Sánchez se plasmó en un comunicado de “firme condena” y en la oferta de acogida de refugiados ucranios. Algunos de sus ministros de las facciones a su izquierda, han pasado del apoyo a Putin (con indicaciones melifluas a la falta de comprensión europea a las actuaciones del dictador, que podría sentirse marginado y, por ende, su reacción aparecer como coherente con su sensación de despecho y ninguneo), a una variedad de opiniones bastante heterodoxas, sin conclusiones ni compromisos tajantes, navegando entre las aguas de la simpatía pro-rusa y la interpretación sesgada del pasado europeo.

Hace unos minutos comenzó ante la embajada rusa en Madrid una concentración pacífica que reclama para la guerra de inmediato. Ayer tuvo lugar otra, en la que participaron algunos actores y miembros destacados de la izquierda española. Son actos simbólicos que de poca ayuda servirán a los ucranianos, abandonados a su suerte.

Aunque esto no es una crónica de guerra (me falta información, ganas y calidad como cronista), no puedo menos de registrar que los desastres humanos y materiales causados hasta ahora parecen mínimos. No consta que haya habido enfrentamientos entre rusos y ucranianos, a salvo de algunas escaramuzas sin mayor relevancia. Los habrá.

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¡La guerra ha estallado!

24 febrero, 2022 By amarias 1 comentario

Sobre las 5 de la madrugada del dia 24 de febrero de 2022, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha dado la orden de invadir Ucrania, después de varios días de desinformación y conversaciones diplomáticas entre representantes de Estados Unidos y los principales Estados europeos con las autoridades rusas. En una clara operación prebélica de desorientación, los portavoces del Kremlin -embajadores, generales con diversos cargos en el Ministerio de Defensa que dirige Serguéi Shoigú y el propio Putin- han venido desmintiendo que se preparase ninguna operación militar y acusaban a los países de la OTAN de “sembrar inquietudes”, “intoxicación” y “ver amenazas donde no las había”.

Conforme con la información de los equipos de espionaje de Estados Unidos que el presidente norteamerivcano Biden comunicó desde hace semanas a sus aliados, la invasión del Ejército ruso del territorio ucraniano se produjo efectivamente. No se limitó, como se creía en principio, a las regiones del Donbass (repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, ya reconocidas por Rusia como Estados sberanoa). Aunque los comunicados rusos lo niegan, los informes ucranios afirman concluyentemente que misiles rusos han destruído instalaciones aeroportuarias próximas a Kiev y que las tropas invasoras avanzan con objetivos que podrían identificarse con la ocupación general del territorio.

Los enfrentamientos con las tropas ucranianas se están produciendo en muchos puntos. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, (actor, director y comediante que ganó las elecciones el 20 de mayo pasado en la segunda vuelta). exhorta a todos los ciudadanos ucranianos a la defensa del país y solicita ayuda internacional.

¿Qué quiere Putin? En este momento, está claro que su pulso tiene un largo alcance. Animado por la debilidad de las posiciones occidentales, concentradas en la búsqueda de soluciones económicas que puedan causar el mayor daño posible a la economía rusa, para que sean los mismos rusos los que condenen la invasión y obliguen al presidente ruso a la retirada de las tropas, Putin -cuya cualidad de estratega sin escrúpulos no admite dudas- está convencido de que, al menos, conseguirá la segregación de las repúblicas del Donbass y su anexión a Rusia, de manera similar a lo que consiguió resultara con la república de Crimea y la ciudad autónoma de Sebastopol en 2014. No solo eso: su demostración de fuerza y podería militar servirá de advertencia a los países limítrofes, ya que no a la propia OTAN de que cualquier movimiento de adhesión a la estructura de la Alianza Atlántica se encontrará con una dura respuesta.

Por supuesto, las medidas económicas que adopten los países de la Alianza y, en particular, de la Unión Europea, tendrán  damnificados bilaterales, pues no solo afectarán a Rusia, sino a los países de la Unión, que dependen del gas ruso en gran medida, junto a otros productos. Ucrania, además, es suministrador importante de productos agrícolas, abonos y algunos minerales, incluso de los llamados estratégicos, así que la guerra provocará (lo está haciendo allá) destrozos en las economías en múltiples direcciones.

No tengo la bola mágica para poder predecir cuáles serán los próximos pasos. Ucrania tratará de defenderse con todas sus fuerzas, aunque su desigualdad respecto al invasor es evidente. Visto desde la perspectiva del desequilibrio de armamento y tropas, su resistencia podría equivaler a un heroico suicidio colectivo. La única posibilidad de resistencia creíble será la incorporación al conflicto de fuerzas de la OTAN, y no precisamente con carácter disuasorio, sino entrando con toda claridad en la defensa del Estado invadido, lo que nova a producirse.

Se habla desde la parte occidental del recrudecimiento de las medidas de presión para doblegar a Putin, aunque la única forma de que el emulador de Hitler se retire de su ambición imperialista me parece una respuesta militar que le haga ver que tiene mucho que perder y, sobre todo, que los medios destructivos de apoyo a Ucrania son tan eficaces (y letales) como los que él mismo tenga  a su disposición.

Malos augurios, pues, para la sensatez. Los principios democráticos, la libertad de los pueblos para organizar sin interferencias ni imposiciones externas las vidas de sus ciudadanos y la gestión de sus recursos, están puestos en entredicho por un oligarca déspota, sin escrúpulos, falaz. Cuando se llega al extremo en que la desvergüenza de un sátrapa pretende imponer sus ideas de dominio, a despecho de otros valores que no sean los suyos y su ambición, solo hay dos opciones: a) doblegarse, asumiendo que su fortaleza nos conduce a la esclavitud como forma de alcanzar la paz, o b) oponerse con todas las fuerzas (negociadoras, económicas, militares, de inteligencia y presión), conscientes de que la libertad no puede negociarse ni entregarse como rehén.

Los Estados occidentales tienen una responsabilidad que es consustancial con la defensa del valor de lo único que merece denominarse humano: la libertad de decidir. No es cuestión de Ucrania y su Estado de derecho. En ese barco también estamos nosotros.

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Guerra por Ucrania

22 febrero, 2022 By amarias Dejar un comentario

Ahora se puede esgrimir clarividencia, pero si alguien lo percibió con antelación suficiente, no fue capaz de trasmitir esa impresión a quienes tenían fuerza y argumentos atajar la evolución a tiempo. Asi que ahora estamos ahí, en una situación terriblemente embarazosa, ya que me resisto a identificarla como peligrosa para la Unión Europea. Sencillamente, porque no se tomarán otras medidas que llevarse los manos a la cabeza.

Ucrania es un Estado con importantes riquezas naturales que, debido al retraso industrial del país,  la corrupción y a la tremenda inestabilidad política, no están sirviendo para aumentar el bienestar de la población, que sufre los índices de pobreza mayores de Europa. La mayor parte de sus más de cuarenta millones de habitantes, en un país que tiene una superficie cercana a la de España (604.000 km2), tienen como esencia común de su nacionalismo el ser antirusos. Así, en ese sentimiento de odio hacia el vecino del este, son educados en las escuelas. Salvo en las regiones del Donbás (Donetsk y Lugansk) donde las mayorías son prorusas y tienen el ruso, y no el ucraniano, como lengua propia.

Desde el punto de vista de la “democracia a la Europea”, Ucrania es un Estado con un pasado reciente no democrático, incumpliendo en muchos puntos sustanciales esa prueba del algodón que -por cierto- tampoco consiguen superar Polonia, Hungría y otros países de la Europa del Este, cuya historia está plagada de ejemplos del control judicial por el poder político, desencuentros, luchas internas y depuraciones étnicas y religiosas. La inestabilidad geopolítica estalló cuando las fuerzas especiales antidusturbios reprimieron con disparos a matar las manifestaciones estudiantiles en contra de la posición del presidente Yanukóvich, que apoyaba la incorporación del país a la Federación Rusa y abandonar las negociaciones para entrar en la Unión Europea (el otro sueño imperalista de una Europa sin rumbo ni liderazgo claros).

Por hacer el recuerdo de la Historia reciente del país muy corta, la huída a Rusia de Yanukóvich y las discrepancias internas, unidas a la ausencia de un Ejército propio, facilitaron la incorporación de Crimea a Rusia que se realizó en un ejemplar testimonio de dejación y desinterés de la OTAN y la Unión Europea por el destino de esa parte del territorio ucranio. Las cosas han cambiado después (desde 2014), pues Ucrania, con la ayuda de la OTAN y créditos muy favorables, dispone hoy de un “ejército” de 1,3 millones de soldados (la inmensa mayoría, reservistas -900.000- y del contingente propiamente militar, una buena parte, adolescentes), tiene misiles de cabeza nuclear y armamento de muy aceptable tecnología destructiva (contrastando con el deficiente desarrollo industrial y técnico de otros sectores). Es decir, está bien preparado para una guerra nada convencional contra su enemigo ruso e, incluso, la población tiene ganas de revancha.

Tras varios tanteos quele permitieron valorar la oposición que podría encontrar de Estados Unidos (es decir, de la OTAN), Putin se ha animado el 21 de febrero de 2022 a invadir las regiones del Donbás. Las llamadas potencias internacionales, dirigidas por el enigmático Biden, han puesto el grito en el cielo y amenzado con duras represalias económicas. Poco efecto tendrán y escasa duración en el tiempo, pues los Estados europeos tienen también mucho que perder si Rusia congela sus envíos de gas natural y su comercio con ellos.

Así que asistiremos a un “nuevo Crimea”. Grandes voces, reuniones de los brillantes diplomáticos de una y otra parte, que se sentarán, alarmados, sobre unos cuantos miles de muertos por defender la incorporación o segregación (según se mire) de un trozo de territorio de la fallida Gran Ucrania en la que nadie cree desde hace décadas.

Desearía que se llegara a un pacto con el oligarca ruso Putin que evitara derramamientos de sangre inútiles, permitiera la segregación pacífica del Donbás y, simultáneamente, se realizara de forma acelerada incorporación de la Ucrania restante a la Unión Europea y/o a la OTAN. Si eso sirve para calmar por el momento la ambición de Putin, bienvenida fuera la decisión.

La otra opción sería poner pie en pared contra la invasión rusa, situarse decididamente al lado de Ucrania, animar a este Estado a realizar una defensa numantina,m prestar la ayuda de material bélico no armamentístico que solicita el presidente ucraniano, dejar que la guerra se encrespe, asistir con el ánimo convulso al lanzamiento de algunos misiles, soportar la réplica rusa contra ciudades ucranias (y, si no valora bien el alcance estratégico contra alguna ciudad europea) y, ya puestos, enfrentarse a la tercera guerra mundial.

En ese caso, las últimas crónicas se escribirán desde el caos.

 

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Tambores y timbales

21 enero, 2022 By amarias Dejar un comentario

Desde 1980 a 1985, cuando la guerra fría -la grave tensión político-militar entre Estados Unidos y la URSS, que había empezado en 1945 y se prolongaría hasta 1991-, alcanzaba uno de sus momentos más angustiosos, viví en Alemania con mi familia.

Mis amigos alemanes temían que ambas potencias probasen la eficacia de sus misiles en tierras europeas y uno de ellos pretendía atisbar el final de la cuestión, con un campo de batalla con varios millones de muertos, mediante una reunión de urgencia de los altos mandos militares en la que ambos lados se llevarían las manos a la cabeza, extremadamente compungidos: “¿Qué hemos hecho? -se preguntarían- ¡Hay que acabar con este despropósito de inmediato! Lleguemos a un acuerdo. Firmemos la paz”.

Europa aparecía así como el escenario en donde los dos bloques dirimirían sus diferencias, probando sus avances militares en un territorio ajeno, causando desolación y destrucción en él, antes de llegar a un acuerdo que beneficiara a sus propios intereses.

La guerra fría tuvo un final formal con el desplome de la Unión Soviética que, aunque cabe exponer diversas razones, puede imputarse principalmente a la pérdida de credibilidad del modelo comunista, a pesar de los esfuerzos de Michael Gorbachov -presidente de la URSS en esos últimos años- para llevar a cabo reformas sociales y económicas sustanciales. El fracaso de esas ideas, que pasaron a la Historia universal con los términos de glasnost (apertura) y perestroia (reestructuración), señalarían para Occidente la pretensión orgullosa de una supuesta victoria del libre comercio -entendido como valor esencial de la democracia,  frente a la dictadura del poder centralizador del Estado.

La situación por la que estamos pasando hoy, en enero de 2022, revive el tufo de aquellas tensiones y genera un nuevo temor a un conflicto bélico, aunque los protagonistas del desacuerdo han cambiado y el material de disputa podría parecer, a primera vista, irrelevante. Desaparecida la URSS hace ya años, la ambición personal de Putin, el presidente de Rusia -el mayor de los países que componían aquella-, pretende reconstruir parte de aquel poder territorial y estratégico.

La base sentimental de esa opción, que no tendría cabida formal dada la diferencia de músculo militar y económico entre Rusia y sus hipotéticos enemigos, encuentra un adecuado caldo de cultivo porque, enfrente, se encuentra con la debilidad circunstancial de Occidente. Los Estados Unidos de Norteamérica han perdido la capacidad y el interés por el liderazgo mundial y la Unión Europea parece estar en proceso de descomposición interna y sufre de una grave pérdida de identidad corporativa.

En 12 de julio de 2021, Vladimir Putin publicaba unas reflexiones en la plataforma web del Kremlin (en inglés, ucraniano y ruso)  con el título “On the Historical Unit of Russians and Ukrainians”, que debe ser visto como el Catecismo, o guía espiritual de las actuaciones que viene acometiendo Rusia en relación con los países bálticos y, por ello, ha sido interpretado por especialistas occidentales como una “llamada a la guerra”.

El argumento central del ensayo ofrece dos vertientes: a) Rusia no tiene intención de atacar ni invadir ningún territorio, al contrario de lo que Occidente, personalizado en Estados Unidos, ha venido demostrando con la “ocupación militar” y las exhibiciones de fuerza en los países que lindan con ella por el lado de Europa y b) El alegato occidental de invasión rusa de Crimea está construido en una falsedad, pues ha sido la población, mayoritariamente rusa, la que pidió la reintegración y con el apoyo de un referéndum.

En consecuencia, concluye el Kremlin, Rusia no invadirá Ucrania, ni va aliarse con Bielorusia para atacarla, ni cualquier país debe temer sus injerencias. Pero… se defenderá ante la amenaza fehaciente de Occidente contra su hegemonía, y lo hará con todas las fuerzas a su alcance. La agrupación de fuerzas y equipamiento militares en las fronteras con Ucrania no debe ser visto más como un ejercicio de libertad en el uso de su propio territorio; por el contrario, “la invasión y ocupación por destacamentos de la OTAN” en los países que pertenecieron a la URSS (Estonia, Letonia, Lituania, Rumania o Bulgaria, en concreto) es una amenaza para Rusia.

En ese contexto de tambores de guerra y timbales de jolgorio insensato, debemos esperar que cualquier desgraciado accidente por parte de cualquiera de los contingentes militares que se están acumulando a ambos lados de la frontera entre Rusia y la apetecible Ucrania o con los países colindantes de la Unión Europea,  no provoque la brusca transformación de las amenazas en una pelea dramática que haga del terreno de la vieja Europa, una vez más, (y a la tercera va la vencida), campo de martirologio.

No se trata de esgrimir la opción de medidas económicas que, en mi opinión, de ser adoptadas por Occidente contra Rusia si se decidiera a ocupar Ucrania o como medida de presión, serían lo más parecido a un tiro en el pie: ante un invierno frío el gas ruso es fundamental para Alemania y otros paises del este europeo. Si, por ejemplo, las tropas rusas entraran en Ucrania por la región del Donbás (donde se encuentran las provincias rebeldes de Lugansk y Donetsk) el escenario de guerra se perfilría de inmediato. Aún más amplio frente se presentaría si, con la alianza de Biolorusia, Rusia pretende tomar Kiev y avanzar en la invasión total de Ucrania. En ambos casos, es poco probable que la disputa se concentre en una batalla regional con armas más o menos convencionales.

Deberíamos confiar que las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sirvan para calmar los ánimos de Putin y le permitan ofrecer a su pueblo sensación de victoria sobre occidente al dictador educado en la KGB con ínfulas de zar. Sin embargo, la ausencia de la Unión Europea en el marco de esas conversaciones -aunque se pretenda minimizar ese vacío en la mesa de negociación- podría hacer pensar, y temer, que tiene todas las papeletas para terminar como el perdedor de la disputa.

 

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Praeparat bellum

27 diciembre, 2021 By amarias 2 comentarios

“Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum” escribió, escribio Vegecio a finales del siglo tercero. Esto es, “Quien deseara la paz, debiera prepararse para la guerra”.

Con una transformación aparentemente ligera, se ha vulgarizado el epítome “Si vis pacem para bellum”, que tiene un sentido diferente, pues se trata de una frase imperativa: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. En el acceso desde al patio de armas a la popular escalera del cañón, en uno de los edificios de la Academia General Militar de Zaragoza, puede leerse ese mandato que “resume, con elecuente sencillez, la razón de ser de nuestros Ejércitos” (sic, web del Ministerio de Defensa).

No tengo la intención hoy de adentrarme en el delicado entresijo de los cambios que se han operado desde hace décadas para tratar de darle un sentido actual a esa “razón de ser”. Si quiero apuntar que, como estímulo y acicate a los interesados en ingresar en los Ejércitos españoles, las Academias militares se han convertido en Centros de Enseñanza Universitaria. Según el Plan de 2010, de  cuatro años, además de las asignaturas militares, se cursa y obtiene el grado de ingeniería en Organización (para los oficiales del Ejército de Tierra) o de ingeniería Mecánica (para los oficiales de los cuerpos de Aviación y Naval).

El objetivo, sin duda encomiable, es facilitar el reingreso de los oficiales que no hayan podido ascender y que deberán forzosamente retirarse a los 45 años de su vida militar, a la llamada “vida civil”. En alguna ocasión, llevado por mi espíritu crítico, ante altas instancias militares, he calificado temerariamente de “error” el itinerario académico forzado que se ha previsto para nuestros militares.

Y no lo hice porque menosprecie esa formación, al contrario, pues tengo en alta estima la educación que se imparte en las academias militares, sino porque se está obligando a los futuros oficiales a un gran esfuerzo académico (no se olvide que el grado de ingeniería supone tres y incluso cuatro años de intenso estudio a los graduados “civiles”), que no tiene muchas opciones de traducirse, por sí mismo,  ¡a los veinte años de haber obtenido ese título dedicados al desempeño de actividades militares propias de su oficio!, en una mayor facilidad para el empleo, con una edad en la que ya no se está para aventuras profesionales y, sobre todo, en un entorno (salvo que venga alguien a remediarlo) en que la formación de grado en “Organización” tiene escasas salidas y, por tanto, dura competencia.

No me quiero desviar demasiado de la intención por la que puse el título al Comentario, y hago un disparo por elevación (que se me antoja muy propio, hablando de temas militares). Europa vive en la inocencia de una paz idílica y continuada, después de la segunda guerra mundial que deshizo sus cimientos de cooperación y alianzas y arrojó a los Estados europeos en los brazos de Estados Unidos de América, autoproclamado líder absoluto.

El desmembramiento de la URSS hizo creer que la situación era estable y definitiva y los Ejércitos de los distintos países europeos sufrieron dos recortes capitales: el de los Presupuestos (que, unido a esa idea pacifista y buenista de la población, llevó a eliminar oficialmente la formación militar obligatoria) y el del olvido del cuidado de la “cultura militar”, que llevó a hacer  creer a la mayoría de la población -independientemente del Estado de residencia- que los “militares” eran personas vocacionales que, ya que no habían guerra, podrían ser empleados en “misiones de paz”, ayudas humanitarias y ejercicios demostrativos de su teórica eficacia ante un ataque exterior, desfilando con equipos obsoletos.

Me parece que la situación de tensión mundial exige una inmediata revisión del modelo. Europa debe disponer, de una vez por todas, de un Ejército único, bien dotado  con los mejores adelantos disuasorios y de ataque y, por supuesto, perfectamente entroncado en el pensamiento e ideología popular, pues ha de contar con mayoritario apoyo de la ciudadanía.

No describo nada nuevo si expreso que en Ucrania se está gestando un conflicto bélico con el previsible ataque anexionista de la Rusia de Putin; de poco valdrán las medidas económicas, salvo para levantar la sonrisa irónica del cacique; Europa no tiene la menor oportunidad de enfrentarse ante esa actuación (si se produjera) y parece claro que a los Nuevos Estados Unidos de Biden (definitivamente, imbuído del América First) le importará muy poco el tema de venir solucionar conflictos en el patio traasero europeo.

Hay otros posibles escenarios, aún más inquietantes. El avance armamentístico de algunos países, permite recordar que las armas, los equipamientos militares de todo orden, toman su valor verdadero si son utilizados; en ensayos de su potencia, claro, en atolones alejados y en zonas desérticas; pero su uso óptimo al que están destinados es en la guerra real, con efectos destructivos sobre las capacidades -humanas y materiales- del enemigo.

Cuando miro en el mapa y pongo banderitas de alarma en Corea del Norte, China (con una mancha de color especial en el Mar de China), Pakistán, Rusia, Marruecos (con un dardo de valor peculiar para España, pues apunta hacia Ceuta y Melilla), Argelia, Israel, Palestina, Nicaragua, Bolivia, El Sahel,…, se me agotan los alfileres y, en trance de meditación trascendente, no puedo dejar de preguntarme cómo acabará esto.

Archivado en: Actualidad, Ejército Etiquetado con: Academia de Zaragoza, Biden, China, Corea del Norte, Crimea, escalera del cañón, formación, grado de ingeniería mecánica, grado de organización, guerra, Marruecos, para bellum, prepárate para la guerra, Putin, Rusia, Ucrania

Se pronostica un invierno caliente

12 octubre, 2021 By amarias Dejar un comentario

Sirve de poco consuelo saber que España no está sola en las escalada de precios del gas y de la energía que se viene experimentando en el último semestre. En otros países europeos, junto a Francia y Alemania en la cabeza, los precios relacionados con la energía están subiendo. A la espera de un invierno que se prevé duro, la factura para la calefacción doméstica podría suponer un incremento superior al 30 por ciento. Aunque se tomen, diligentemente, medidas de ahorro para evitar el despilfarro del consumo.

En realidad, aunque se está echando la culpa a la imprevisión de los gobiernos, a la debilidad del mix energético, o al cierre de las nucleares, la subida de precios es consecuencia de múltiples factores. Entre los principales causantes ocultos está el incremento en el precio de la tonelada de CO2, es decir, el efecto derivado que pesa sobre las empresas eléctricas, de la necesidad de comprar bonos en el mercado que compensen la contaminación de las eléctricas convencionales (centrales de carbón y de ciclo combinado).

El principal causante oculto del aumento de  los costes del gas son los fondos especulativos, que han tomado ese mercado por su cuenta, que mueven sus hilos con ofertas de compra a medio-largo plazo, regidas por automatismos y que han conseguido rendimientos próximos al 40%. No solo sube el precio del gas, la tasa de inflación  también está aumentando, como consecuencia de la actividad de una parte de los consumidores, que se encuentran con poder adquisitivo remanente, después de superada la crisis del coronavirus.

Si las fuentes energéticas -por razones políticas, estratégicas, naturales o especulativas- no son suficientes para compensar la demanda, la escasez de la oferta supondrá una ventaja excelente para los especuladores.

El invierno implicará que aumentará la necesidad de kw hora, lo que tendrá su reflejo en los precios. En las proyecciones actuales, una subida en el consumo de 20.000 kw hora supondrá del orden de 170 euros en la factura.

La naturaleza también ha jugado su papel. La aportación de la energía eólica ha sido menor que otros años, especialmente en los países del norte y centro de Europa. En Alemania, los depósitos de gas deberían estar llenos a esta altura del año, pero Rusia no está entregando las cantidades comprometidas, sin que se pueda deducir si no puede o, sencillamente, no quiere. No debería extrañar, sin embargo. Después de largos períodos de bajos precios, las inversiones de mantenimiento de instalaciones u redes que deberían habar realizado los productores -ya sean rusos, argelinos o del mar del Norte- se han descuidado.

La subida de precios si el invierno, como se prevé, viene frío, va a provocar desequilibrios en las balances empresariales y familiares. Pero, además va a comprometer los objetivos en relación on el clima, porque habrá que recurrir a fuentes que se habían dejado fuera de juego. El carbón es uno de los candidatos que va a volver a la palestra.

En un escenario inestable, donde las tensiones internacionales y los intereses económicos se pondrán duramente de manifiesto, habrá que considerar la revisión de una política energética (más bien, estrategia) demasiado optimista, alejada de la cruda realidad de nuestra posición de país deficitario y con poca fuerza adquisitiva.

Archivado en: Actualidad, Economía, Energía Etiquetado con: Alemania, escasez, gas, invierno, kw hora, política energética, precios, Rusia

Demasiada incertidumbre (y 2)

14 julio, 2020 By amarias 2 comentarios

(Este Comentario es una continuación del publicado el 10 de julio de 2020 en este blog, con el que forma una unidad)

La presentación  de las incertidumbres con fundamental proyección o influencia sobre los ciudadanos en territorio español (bien en lo sanitario, en lo económico, en lo político e incluso en lo sicológico) se debe completar con aquellas que afectan al contexto internacional, para ofrecer una visión lo más completa posible de las razones que empañan de intranquilidad nuestro escenario vital actual.

En el terreno internacional, la ausencia de un liderazgo tanto ético como económico y militar desarrolla un marco de inestabilidad de gran alcance. Los grandes Estados han volcado sus intereses -de manera inequívoca, si es que antes los habían ocultado con más éxito- hacia el interior de sus fronteras. Esta afirmación es válida, sobre todo, para Estados Unidos y China, pero tampoco podemos dejar al margen la reflexión de una Unión Europea muy debilitada.

Se ha roto el loable propósito de globalización comercial que, sin duda, ha servido de gran apoyo al desarrollo de China y otros países asiáticos (India, Corea del Sur, Emiratos y Arabia Saudí, sobre todo, sin olvidar a Singapur, la singular ciudad autónoma), pero también ha sostenido el crecimiento de empresas “multinacionales” europeas y norteamericanas.

El resultado visible, como se ha comprobado con los efectos económicos de la pandemia -aún solo iniciados- es una insoportable dependencia de China para el suministro de equipos, productos elaborados o semielaborados e incluso de fármacos, elementos sanitarios de primera necesidad y algunas materias primas de valor estratégico.

La percepción de la pérdida de autoridad y hegemonía norteamericana sobre sectores clave, trajo como consecuencia inmediata la implantación de una potente tendencia a la autarquía y al apoyo a la industria y productores propios,  decisión de la que los países europeos han sido los principales perjudicados y no tanto los productores chinos, por la gran capacidad de generación de actividad y autoconsumo, suficiente para mantener a corto plazo la economía del gran país-continente asiático.

Las cuestiones económicas se entrelazan, en este caso especialmente, con las medidas de respuesta sanitaria a la pandemia y, en una derivada que puede cobrar primera dimensión, las relacionadas con la defensa de los territorios.

El ataque del virus SAR-Covid 19 ha tenido una respuesta descoordinada y, por tanto, desigual, entre los diferentes países. Por momentos, todo parece -y así puede seguir viéndose, cuando en aquellos territorios que se jactaba de haber controlado la pandemia empiezan a sufrir nuevos brotes- que ha regido el principio de “sálvese quien pueda”, también en materia sanitaria. No ha habido suficiente comunicación, y en todo caso, tardía, desde las autoridades y epidemiólogos chinos, que se supone deberían estar más avanzados en el estudio del virus, al haber aparecido en su territorio. Pero tampoco ha habido suficiente comunicación entre los teóricos expertos en microbiología y control de epidemias de los países desarrollados, cuyas autoridades (aconsejadas, según se dice, por sus propios sabios) han tomado medidas diversas, incoherentes o retrasadas. Se ha discutido sin razones sobre las ventajas de los confinamientos, la consecución de unas míticas inmunidades de rebaño, medicamentos de falsa eficacia y se han divulgado cifras de infectados, fallecidos o recuperados con más imaginación que rigor. El resultado también ha sido el descrédito de los epidemiólogos, y la desorientación de la población, que no acaba de ver las ventajas de las medidas de control y prevención (incluso las particulares), y halla razones para incumplirlas o cumplirlas mal.

Es alarmante que los dos países que pugnan por la hegemonía mundial, oculten información o acaparen medicamentos y material sanitario. China ha sacado beneficio adicional de la venta a otros países de ingentes cantidades de mascarillas, fármacos, guantes y productos para profilaxis, así como pantallas protectoras y todo tipo de instrumentos y aparatos que un exacerbado pánico en todas las esferas ha convertido en elementos apetecibles, ya que no necesarios. La decisión de Estados Unidos de acaparar toda las existencias del remdesivir a finales de junio de 2020 permite aventurar lo que sucederá cuando se encuentre una vacuna o fármacos efectivos para el tratamiento del coronavirus.

El sector de Defensa de la mayoría de los Estados está reclamando una profunda y urgente revisión. Venía siendo claro que las disputas de mayor contenido entre países no se iban a ventilar por los medios llamados convencionales. La rápida difusión del coronavirus y sus dramáticos efectos sobre las economías, y su elevada mortandad e incidencia en los sistemas de salud, ha supuesto una definitiva llamada de atención sobre la necesidad de protegerse de ataques víricos o envenenamientos intencionados de poblaciones. El avance de la técnica de los drones, tanto para uso de espionaje como elemento de apoyo o de acción para ataques con misiles o direccionamiento y lanzamiento de bombas de difusión de gases o partículas, es una de las razones para la revisión de las Fuerzas de Defensa.

No es sencillo romper las inercias, y los mandos militares y los estamentos políticos (unos por mal entendida tradición o defensa corporativa y otros por ignorancia) seguirán reclamando dotación más eficiente en el armamento terrestre o de ataque y defensa antiaérea. La Unión Europea sigue con la grave ausencia de una política de defensa, agravada con la marcha del Reino Unido, que es también uno de los pocos países con tecnología nuclear.

La Unión Europea, tiene dos flancos abiertos de debilidad -por el lado de la frontera con Rusia, con un Putin expansionista y reivindicador nostálgico del poder de la antigua URSS- y Marruecos -con los enclaves de Ceuta y Melilla, territorio español apetecido por el gobierno de Mohamed VI, como joyas pretendidas de una corona cuyos súbditos soportan el mayor desnivel de renta per cápita mundial entre países limítrofes-. No está claro, fuera de la imaginaria voluntarista, como se defenderían los territorios bálticos de un ataque ruso imprevisto o nuestras ciudades autónomas de un arrebato invasor marroquí. Supongo que los centros de inteligencia europeos (y, en lo que afecta a las dos ciudades en territorio africano, los españoles) habrán estudiado la casuística de las intervenciones de respuesta posibles, pero si hay una invasión territorial, la cuestión no se resolverá sin un buen susto.

Mi apreciación general es que nos encontramos en un período de cambio drástico, pero no tanto de paradigma, sino de confusión argumental y existencial. La amenaza climática, con la grave disparidad de criterios entre los Estados a la hora de abordar medidas radicales y concertadas, sigue ahí, aunque la pandemia ha disminuido (falsamente) su importancia. Habrá más inundaciones, catástrofes provocadas por los cambios bruscos del tiempo atmosférico, mayor desertización y pérdida de territorios agrícolas. La hambruna que provocarán esas devastadoras circunstancias, acarreará desplazamientos masivos de población, en su búsqueda de cobijo, trabajo, agua o recursos alimenticios o sanitarios.

La situación reclama la máxima solidaridad y la cooperación internacional. Los organismos internacionales, muchos de ellos faltos de visión actual, credibilidad o dotación presupuestaria que permita reclutar a los mejores funcionarios, no parecen capacitados para asumir ese liderazgo. No quiero citar a ninguno en concreto, pero los ejemplos de apatía, falta de oportunidad o visión sesgada, son patentes.

Difíciles tiempos para la tranquilidad, y poco propicios para que las generaciones jóvenes encaren el futuro con calma e ilusión. Cierto que la Humanidad siempre ha encontrado su vía hacia adelante, pero en esta ocasión, los problemas son muy importantes y reclaman urgente intervención cohesionada, junto a  la necesidad de un reajuste económico mundial (en mi opinión, preferiblemente dentro del capitalismo liberal, aunque no descarto otras opciones),. Se demanda más que nunca, liderazgos, capacidades resolutivas, e inteligencia.

No se puede mirar atrás, para no convertirse en estatua de sal, como la mujer de Lot. Hay que mirar siempre hacia delante. Con gafas de sol, si la luz es excesiva. Con zapatos de andar y no con chanclas. En grupo, y no alardeando de individualidad eficiente. Muy difícil, sí, pero no imposible,

 

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