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Hacia una Ucrania devastada

24 noviembre, 2022 By amarias Deja un comentario

La guerra en Ucrania va camino de alcanzar su primer año y para algunos, si se puede emplear este término tratándose de un conflicto armado en el que la desproporción de los beligerantes es tan brutal, de cronificarse.

Una vez que la resistencia inesperada de Ucrania, gracias al apoyo de Estados Unidos y la OTAN, convenció a Putin de que no se trataría de un paseo militar y que el país entero caería rendido ante el Kremlin, la estrategia de Rusia tomó una deriva que los futuros manuales de la guerra (si es que hay tiempo, capacidad y ganas para redactar conclusiones) despedazarán para encontrarle sentido.

En el momento actual, parece claro que Putin pretende dejar a Ucrania convertida en un esqueleto, con graves daños en las comunicaciones, la producción de elementos y energía y económicamente irrecuperable, sin una ayuda exterior cuantiosa.

Como he oído de un excelente conocedor de la situación, Rusia puede sentirse humillada, pero en absoluto vencida. Tiene capacidad nuclear, recursos militares y de toda indole y población de sobra para doblegar el pulso a Ucrania, manteniendo la presión hasta que la ayuda militar y económica de la OTAN y de los paises europeos se demuestre como estéril.

La encrucijada en la que se encuentran los dos bloques: Rusia-China y Estados Unidos-Europa tiene un planteamiento sencillo y brutal: o se consigue que Rusia negocie una posición de retirada de Ucrania que pueda satisfacer al Kremlin y no significar una derrota para Zelenski y los bravos suicidas que lo secundan, o llegará un momento en que we provoque la escalada nuclear, con consecuencias previsibles.

Ha sido épico, hermoso, digno de ser tomado como ejemplo de coraje  y valentía el esfuerzo del Ejército ucraniano y conmovedor haber podido apreciar, en secuencia diaria, la capacidad de sufrimiento y acomodación a la progresiva miseria de la población civil. Hemos podido vislumbrar, o quizá analizar mejor, que el conflicto tenía las características de una guerra civil, con componentes religiosos, étnicos, históricos.

Y ahora, ¿qué? Mientras dure el apoyo exterior y se siga acogiendo refugiados por millones, la Ucrania dirigida por Zelenski no va rendirse. Una moderna Numancia se está escribiendo. Mientras el conflicto se mantenga artificialmente restringido al territorio ucraniano, Rusia tendrá fácil (aunque costoso) destruir Ucrania sin descanso. No necesitará poner muchos efectivos sobre el terreno. Los justos.

La guerra de destrucción se ordenará desde el aire. Con drones y misiles sobre las instalaciones de agua, las centrales eléctricas y de distribución. los hospitales y supermercados.

Holodomor redivivo. No sé cómo va a terminar esta guerra, pero me temo que estamos aún en su comienzo.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Internacional, Sin categoría Etiquetado como: guerra, Rusia, Ucrania

Trigésimo séptima Crónica desde el País de Gaigé

25 octubre, 2022 By amarias 2 comentarios

La atención de la semana aparece desviada fuera de Gaigé, ya que han sido muy importantes los acontecimientos que han tenido lugar allén de nuestras fronteras.

Por la similitud de los comportamientos sociales y la proximidad geográfica, (que anima a muchos a extraer a priori consecuencias de lo que pudiera suceder en las elecciones generales que deberán tener lugar en Gaigé a finales de 2023), ocupa el primer lugar  la ascensión como Primera Ministra del Gobierno italiano -rectius, Presidenta del Consejo- de Meloni (Giorgia), aupada por una coalición de partidos de la derecha populista.

En todos los rincones de la vieja Europa, los ciudadanos, apresados en una crisis que parece no tener fin, expresan ideas de cambio en las encuestas y en la calle, con manifestaciones de toda índole. Su gran variedad, lo heterogéneo y a veces inverosímil de sus reivindicaciones, vienen a confirmar que no hay claridad ni criterio en aportar las soluciones. Tampoco los líderes políticos son capaces de levantar columnas sólidas de confianza, con independencia de sus orientaciones ideológicas básicas, si las tuvieran. Parece moverse la serpiente de la opinión colectiva por instintos gregarios, como si fueran forofos de equipos de fútbol, para los que no se exige disponer de otro elemento que de la emoción.

En el Reino Unido, el fracaso de Truss (Liz), al aplicar, como elefante en cacharrería, el consagrado lema liberal por el que la bajada de impuestos ha de favorecer la inmediata activación de la economía, ha generado aún más incertidumbre sobre las capacidades del partido conservador para sacar al pais de sus múltiples atolladeros. También se cuestiona con malestar creciente la decisión de abandonar la Unión Europea, cuando ya han transcurrido seis años. La dimisión de la Premier, a los 44 días de ser elevada al cargo, luego de la renuncia de Johson (Boris) trata de aplacar el brote de revuelta popular que obligó al Banco de Londres a acudir en apoyo de la libra. El sucesor, elegido por los propios diputados de la facción conservadora, deberá guardar la adopción de medidas drásticas para otra coyuntura.

La guerra en Ucrania se prolonga por ocho meses y no tiene visos de solución cómoda. El dragón de Comodo, figura que sirve para explicar con modelo animal la actuación de Putin (Vladimir), ha mordido la presa ucraniana. Aunque los aliados de la OTAN -dirigidos por Estados Unidos, es decir, el capital norteamericano, con el peso judío que nade niega- siguen alimentando con material bélico relativamente obsoleto, la brava actuación de la población militarizada del país invadido, creer que Rusia ha perdido la guerra y va a abandonar el terreno sin más, es una quimera. Ucrania es terreno envenenado, gravemente destruído.

El desgaste de los admiradores de Zelenski (Volodomir) es evidente y aunque la amenaza nuclear no se lleve a cabo (por fortuna), la segregación de las zonas rusófilas de Ucrania -seguramente como Estados independientes y con condiciones especiales- aparece próxima y como salida, ya que no airosa, más viable, para aplazar momentáneamente una escalada de terror que nos llevará, irremisiblemente, a la extinción de buena parte de la Humanidad, empeñada en jugar a las guerras de posesión y dominio.

La prolongación durante otros cinco años del gobierno dictatorial de Ji-Pin hace aún más opaco el velo que cierra a occidente el conocimiento, e incluso la previsión intuitiva, de lo que hará la cúpula dominante en China. Inolvidable la extracción de Jin-Tiao del Congreso que aprobaría esa prórroga, arrastrado por dos ujieres-policía, tratando de cruzar su mirada con la del intocable dictador, que no se dignó ni tan siquiera esbozar una sonrisa, una disculpa, un amago de explicación,

La inmensa capacidad de autonomía del gigante asiático, que la ingenuidad de los defensores de la globalización ha alimentado, y el carácter sumiso de la población (debidamente advertida de los problemas de ser disidente) la hace capaz de soportar varias crisis sin acudir a ayudas ajenas y, dado el caso o la oportunidad del momento, sacar a relucir su poderío militar y aumentar aún mas su expansión económica en los países que antes llamábamos del tercer mundo y hoy carecen hasta de nombre conocido.

En Gaigé, no faltan minucias para mantener a personal entretenido. La presentación a aprobación de la Ley Trans, que pretende consolidar la libre elección de género, por simple decisión personal, incluso a tempranas edades, ha abierto un debate que se presenta como ideológico aunque tiene mucho de folclórico, es decir, irrelevante. La simple idea de que el género identitario, aquél que define no ya la naturaleza que tenemos por nacimiento, pueda ser modificada por la simple voluntad personal -sin necesidad de cambiar de sexo clínicamente, apoyarse en declaración judicial o tras seguir cualquier procedimiento que involucre la supervisión, apoyo o control de terceros cualificados-, más que un avance, supone el lanzamiento de una bomba explosiva sobre el Código civil, con efectos inimaginables en múltiples órdenes. Por supuesto, sin que tenga nada que ver con el respeto exigible a las opciones LGTBI -espero no dejarme ninguna-, tomadas con seriedad y conciencia plena de su alcance personal y jurídico.

Se trata, en efecto, de la búsqueda a la desesperada de lugares en los que colocar las banderas que sirvan para llamar la atención sobre hipotéticos avances sociales, en la que se ha especializado la izquierda podemista, descabezada como pollo pasado por el cuchillo del matarife. La ministra Belarra (Ione) se ha acogido a una baja por maternidad, acontecimiento por el que solo cabe felicitarla. Como los papeles son intercambiables y el trabajo no es excesivo, será otra ministra, Montero (Irene), autonominada “tía” del recién nacido, la que, con los secretarios de Estado correspondientes, se encargue de los asuntos urgentes del Ministerio de Derechos Sociales.

Podría y, sin duda, deberia, escribir sobre la situación confusa para designar nuevos jueces en las altas instancias jurídicas del Estado, analizar las consecuencias de la revisión de los cupos vasco (y catalán), incrementando la dotación de sus disponibilidades presupuestarias a despecho de reducir las de otras comunidades. Son muchos los temas, pero se mantienen como recurrentes, así que habrá ocasión de tratarlos en las próximas semanas.

Lo que parece más difícil de solventar es que, según dicen, Núñez Feijóo (Alberto) no sabe inglés. Aconsejo a sus asesores que lo inscriban en un curso acelerado (los hay muy buenos) y que una de las próximas intervenciones en el Senado, la realice -al menos, hasta que la presidencia de este órgano sin cometido le llame la atención- en ese idioma. No veo otra forma de callar a quienes vociferan que no está preparado para moverse por Europa. Con el juego que le está dando a Sánchez (Pedro)

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La guerra que entró en el patio trasero de nuestra energía

16 julio, 2022 By amarias Deja un comentario

He recibido ayer, 15 de julio de 2022, el último número de la revista ENTIBA, editada por el Colegio de Ingenieros de Minas del Noroeste, y de la que soy orgulloso fundador y miembro de su Consejo Editorial. Para ella escribí el Editorial, como vengo haciendo para los más de cien números que se han publicado. Aunque lo envié a imprenta hace ya más de cuatro meses, sigue siendo de actualidad y, una vez que alcanza difusión por la revista, me siento libre de publicarlo aquí.

El violento ataque de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania ha conmovido los cimientos del derecho internacional, obligando a la revisión de las relaciones económicas que la globalización había hecho transcurrir por una fase optimista de bonanza.

Con la guerra ha reaparecido bruscamente la polaridad entre dos maneras muy diferentes de entender la regulación de la convivencia, -democracia o dictadura del Estado-. Ha saltado por los aires la apacible teoría de que los conflictos geopolíticos en Occidente podrían ser civilizadamente resueltos por cauces diplomáticos y que, como un gran marco protector, la fluidez de los intercambios económicos y tecnológicos garantizaba la paz y el entendimiento entre los pueblos, independientemente de la organización de sus Estados.

China y Rusia han aparcado sus diferencias, fortaleciendo sus relaciones. La primera, consolida rápidamente su poder en Asia, mientras el gobierno de Moscú dirige su mirada expansiva hacia Europa, dentro del sueño de recuperación de la Gran Rusia que alimenta la ambición del Kremlin. Por su parte, Europa y Estados Unidos actúan conjuntamente, apoyando a Ucrania frente a las ambiciones territoriales de la Rusia de Putin.

El mercado de la energía como protagonista

No parecía imaginable, hace apenas unos meses, que una situación de guerra abierta pudiera darse en Europa, y que su territorio se convertiría, otra vez, en el campo singular de una ambición de expansión dictatorial. En 2022 ha quedado ensombrecido el panorama cercano con una contienda que parece estar desarrollándose con recursos bélicos conscientemente limitados pero sin límites éticos, y que ha provocado miles de muertos -militares y civiles- y millones de fugitivos que se ven obligados a abandonar sus casas para escapar del escenario de destrucción y barbarie.

La escalada de tensión que atenaza el mundo tardará años en resolverse. Pero, Al margen de cualquier juicio ético y político, impulsado al primer plano como esencial protagonista inmediato, se encuentra el mercado de la energía.

La preocupación anterior era tratar de contener la subida de los precios energéticos y de su principal derivada, la energía eléctrica. A partir de la situación creada por la guerra resulta imprescindible introducir en la ecuación energética, la disponibilidad y fiabilidad de las fuentes. Aunque el gas de origen ruso siga apareciendo como una opción técnicamente cómoda y factible (y, desde luego, deseada por el Kremlin), la perspectiva ética obliga a cuestionarse seguir financiando el régimen de Putin con divisas europeas.

Hacia la autarquía

En la actual situación, ya no se trata de elegir entre las fuentes de energía para reducir costes o reducir la contaminación, sino que la prioridad es garantizar el suministro. Para obtener un precio asequible, en especial, al consumo de las familias y de las empresas más dependientes del recurso, los Gobiernos echan mano de reservas y subvenciones. Si bien no cambia la directriz general señalada por la contención de la amenaza del cambio climático, la búsqueda de la mayor independencia energética, incluso a nivel de cada país europeo, reorienta las decisiones.

No es cuestión de dudar sobre qué hacer a medio y largo plazo. Con la tecnología actual, independencia energética y sostenibilidad ambiental equivalen esencialmente a apostar sin reservas por el desarrollo de energías renovables y, en aquellos países en los que no se ha levantado un veto más ideológico que técnico a esta fuente, contar con la producción de las centrales nucleares. En el microcosmos energético, ante una perspectiva duradera de altos precios y posible escasez, se trata de conseguir también mejorar la descentralización hacia los consumidores menores y reducir el consumo total de energía.

La producción de electricidad y la referencia a sus costes marginales está directamente inmersa en el debate, en el que se han resucitado algunos axiomas. Las centrales nucleares pueden trabajar a costes marginales inferiores que las que utilizan gas. Aunque no se le ha concedido al carbón ninguna opción de sostenibilidad en la Unión Europea, (a pesar de los avances para captación y almacenamiento de CO2), no se descarta tampoco la reapertura de minas de carbón durante un período corto. Necesidad obliga.

Los defensores del abandono de la energía nuclear en Europa encuentran un escollo insalvable. La posición de Francia es decididamente favorable a mantener la energía nuclear como fuente fundamental para su suministro energético. Consciente de esta situación, el Reglamento Delegado de la Comisión Europea, al completar el Reglamento 2020/852, y establecer las actividades económicas sostenibles desde el punto de vista medioambiental (la Directriz de taxonomía) apoya el mantenimiento de las centrales nucleares. Las centrales nucleares pueden ofertar con beneficio por encima de 40 euros Kwh, y actuar como amortiguadoras de precios frente a las centrales de gas.

El gas como elemento clave del escenario energético

La guerra encontró a Europa desprevenida. No estaba preparada para abordar una crisis de suministro del gas. La dependencia energética de Europa respecto al gas lo ha convertido en protagonista principal del momento. El consumo de gas natural en el mix energético primario en la Unión Europea fue del 83,5% en 2020. Aunque la Federación Rusa sólo produce el 16,6% del gas mundial, la mayor parte de ese gas se destinaba a Europa y, más específicamente, a Alemania e Italia. La Agencia Internacional de la Energía tiene registrado que en 2021 la Unión Europea adquirió 155.000 millones de metros cúbicos de gas natural a Rusia (1.760 Twh, utilizando la conversión de 1 m3 igual a 11,33 kwh), un 40% de su consumo total de combustible.

Ha sido puesta en evidencia la capacidad regulatoria de los mercados, animando a revisar el cálculo marginalista de los precios de la electricidad. La subida de los derechos de emisión del CO2 cuando los precios del gas o del petróleo son altos, queda interferida cuando los precios se hunden o el mercado se mueve en carestía, y la inercia no favorece la conexión de las energías renovables.

También se pueden sacar enseñanzas de la evolución de los precios del petróleo en el pasado. En los últimos veinte años, solo en tres ocasiones subieron por encima de los 100 dólares/barril, cayendo luego a los 30 dólares/barril. Si se considerase la evolución a largo plazo, se podría fijar la tendencia para el incremento de precios para el gas, el petróleo y el carbón. Podría adoptarse, al margen de los mercados, un razonable el 5% anual de incremento, si los Gobiernos equilibraran los precios reales de mercado, con impuestos o subvenciones. Los inversores y los particulares podrían planificar sus decisiones energéticas con riesgos soportables.

En el corto plazo, la disputa por las fuentes de energía primarias se ha desatado y el nerviosismo se ha adueñado de los mercados. A comienzo de la guerra, los precios de las fuentes energéticas rusas bajaron, en tanto que en los de otras procedencias, subieron. El petróleo tipo Brent alcanzó los 120 dólares barril marcando una diferencia con el de origen ruso de 30 dólares barril. La acción de Estados Unidos, bombeando más gas propio al mercado y vetando el ruso tuvo un papel relevante, junto a la disminución de compras por parte de Alemania. A esa situación creada tampoco estuvo ajena la actitud de Gazprom de limitar sus suministros al estricto cumplimiento de los contratos, retirando la opción de adquirir gas en operaciones spot. Aumentó la presión sobre los precios favoreciendo la sensación de escasez en los mercados.

Se vivió un espejismo eufórico. Europa estaba convencida de haber superado la pandemia vírica, la economía se encontraba en vías de recuperación y se precisaba más energía y de manera urgente. El gas pasó de los 98 dólares en junio de 2021, a máximos superiores en el primer trimestre de 2022, aun cuando los efectos de la guerra apenas se habían manifestado, en los contratos a futuro negociados por la plataforma Title Transfer Facility (TTF). Los del petróleo han seguido el mismo sendero.

La trampa del mercado funcionó en perjuicio de los que actuaron con confianza en él. Los intermediarios, que habían utilizado al máximo la capacidad de almacenamiento, cuando los precios parecieron estabilizarse, al entender que se estaba volviendo a la situación anterior, prefirieron no mantener llenos los depósitos.

Futuro muy abierto

Incluso aunque se produjera un acuerdo que diera fin a las hostilidades bélicas, el futuro energético permanecerá incierto. Se hace imprescindible revisar la fiabilidad de los suministros exteriores y atender al mayor uso de las fuentes propias, incluso aunque hubieran sido desestimadas por contaminantes. El temor al desabastecimiento ha puesto en entredicho los objetivos de emisiones vinculados a detener el calentamiento global.

Resulta imposible, en la revisión del contexto, no recordar la manifestación de la ex canciller Angela Merkel que expresó, en varias ocasiones, que Putin era un socio fiable y, en consecuencia, hizo descansar en el suministro de gas desde Rusia la parte fundamental de las necesidades energéticas de Alemania, suprimiendo las fuentes propias que significaban el carbón y la energía nuclear. Al comienzo de la guerra, el país que es locomotora del crecimiento europeo y referencia para España en el sector energético, paralizó el proceso de aprobación final del gasoducto Nord Stream 2, pero no puede dejar de comprar gas a Rusia, porque carece de alternativas de suministro suficientes.

La situación en España

España no está muy afectada por el corte de suministro ruso, pues supuso apenas 36.119 GWh, representado el 8,7% del total, por detrás de Argelia (42,7%), Estados Unidos (14,4%) y Nigeria (11,4%), según Enagás. Sin embargo, en este patio de vecindad se ha cruzado el desencuentro con Argelia y las siempre difíciles relaciones con Marruecos, además de la incorporación de Italia como socio preferente para el gas argelino, que ha debido buscar alternativas, ya que el 45% del gas que consumimos proviene de Rusia.

Nuestro país tiene una situación especial, por la capacidad para generar energía de fuentes alternativas, aunque el abandono de la energía nuclear con centrales que aún no han terminado su vida útil y la necesidad de buscar un depósito para los residuos nucleares (que costará en las últimas evaluaciones, por encima de los 20.000 millones de euros) pone énfasis sobre la falta de coherencia en los planes energéticos seguidos hasta ahora, que ha supuesto inversiones fallidas o no rentabilizadas, con un exceso de fuentes disponibles, pero con fuerte dependencia del gas natural.

La decisión política de no utilizar la disponibilidad de gas de lutitas (mediante la técnica del fracking) reaparece en este escenario como inconsistente, pues se ha calculado, en informes apoyados por el Consejo Superior y por compañeros especialistas, que tenemos más de 1,3 billones de m3 de reservas, que podrían cubrir más de 40 años de consumo. El gas que Estados Unidos, a un precio de su conveniencia, está enviando para cubrir las carencias actuales, tiene, justamente, la procedencia cuya extracción aquí se ha vetado.

Apelar a la reducción del consumo

Como la modificación de las fuentes de suministro energético no puede ejecutarse de inmediato, se ha vuelto la mirada hacia la necesidad de reducir el consumo.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha planteado a la UE varias medidas de ahorro para reducir en algo más de un tercio (50.000 Mill. m3) las importaciones de gas ruso en un año. Esta cantidad está próxima a los 38.000 m3/año que figura como nuevo compromiso de suministro de Gazprom a China, a través de un nuevo gasoducto que atravesará Mongolia. La Agencia ha defendido la adopción de medidas inmediatas para reducir en 2,7 millones de barriles diarios para paliar la falta de suministro, enunciando 10 medidas que requerirán cambios en el comportamiento de los consumidores, y el apoyo de medidas gubernamentales.

No son propuestas cuya enunciación resulte ni agresiva ni inalcanzable. Abarcan desde reducir los límites de velocidad en las autopistas en 10 km/h, aumentar el teletrabajo a 3 días a la semana, favorecer el uso compartido de vehículos, mejorar la eficiencia en el cálculo de los fletes de camiones en el tránsito de mercancías, sustituir por trenes nocturnos el transporte por avión, evitar los viajes de negocio no imprescindibles y apoyar el uso de vehículos eléctricos.

Además, la AIE aconseja al Ejecutivo comunitario que maximice las fuentes de energía de bajas emisiones, acelerando el despliegue de la energía solar y eólica, incluyendo el aplazamiento del cierre previsto de centrales nucleares.

La búsqueda de soluciones transitorias

No deberíamos dejarnos engañar por lo vistoso de las soluciones transitorias. El recuso al gas licuado puede ser una opción provisional, pero está vinculado a inversiones muy importantes, como la construcción de terminales y tuberías, que no se pueden erigir de la noche a la mañana. Alemania, el principal perjudicado por la guerra y la decisión de dificultar al gobierno ruso su financiación, ha vuelto sus ojos a Catar como alternativa, está también revisando la situación con Noruega. Los campos noruegos están lejos de agotarse -con unas reservas probadas de 1,5 billones de m3 de gas- pero las tuberías existentes están sobrecargadas y faltan terminales en la zona.

La sensibilidad pública europea, alimentada por voceros tremendistas, mira la explotación de las bolsas de gas en terrenos propios con recelo. Holanda empezó la explotación en 1960 de la gigantesca bolsa de gas de Groninga, a una profundidad de 3.000 m, en una formación de arenisca porosa tipo rotlliegend. A mediados los noventa, al producirse la subsidencia de varias capas, se detectaron centenares de sismos que obligaron a que el gobierno ordenara a la empresa Shell cerrar el campo antes de 2030.

 

Conclusión

El debate sobre las fuentes energéticas se ha reabierto en Europa, con la guerra como excusa y fundamento. Sería de desear que estuviera, al fin, sostenido por criterios técnicos que, unidos a valoraciones ambientales objetivas y a serios cálculos económicos, consiguiera tratar una senda que pudiera recorrerse sin sobresaltos, retrocesos ni sobrecostes.

Habría que exigir a nuestros representantes que eviten tomar decisiones temperamentales o dirigidas a contentar a grupos de presión, cuyo vocerío suele empañar las propuestas de los especialistas. En el terreno de la energía, la presión ejercida desde la barrera ideológica ha perjudicado, y no solo en nuestro país, la adopción serena de medidas que hubieran proporcionado mayor capacidad de respuesta ante las fluctuaciones del mercado, dando estabilidad a los suministros y a los precios.

La guerra de Ucrania está obligando a hacer una rápida revisión de postulados. La coyuntura no debería condicionar la toma de decisiones que cubran el largo plazo. Los ingenieros de minas, como expertos en la producción y gestión de las fuentes energéticas, ponemos, como siempre hemos hecho, nuestros conocimientos y experiencia al servicio de ese propósito.

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Ucrania, la solución cada vez más lejos

6 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

No puede explicarse desde la razón. Rusia -la Rusia de Putin, hay que matizar- un país que se creía fiable, abierto a la globalización y el progreso, pacífico, enlace necesario entre el expansionismo sin límites de China y la Europa en busca de una nueva identidad, ha estallado en una operación guerrera que compromete definitivamente su credibilidad y pone en grave peligro la estabilidad mundial.

Son más de cien días (desde el 20 de febrero de 2022) de guerra intensa, descarnada, cruel. Un ejército bien armado, con sofisticados medios guerreros, que decidió convertirse en invasor de un país que se acercaba pacífica e ilusionadamente al calor de una Unión Europea que podría garantizarle estabilidad política y potenciación económica.

Han pasado suficientes cosas en el centro y el entorno del escenario bélico para poder matizar, desde el conocimiento y análisis, lo que ha sucedido y está sucediendo. Puede que, como en la mayor parte de las contiendas, notas de claroscuro se hayan introducido en la valoración de la maldad absoluta del agresor y la bondad sin reservas del agredido.

Las realidades humanas admiten matices. En todo conflicto, surgen controversias, intereses añadidos y posiciones a favor y en contra.

Al fin y al cabo, el riesgo de que la invasión rusa se convierta en el principio de la tercera guerra mundial sigue vigente. Los afectos y los análisis no son perfectamente limpios. Como en toda guerra, las economías se resienten y, en ésta en particular, en que el apoyo de Estados Unidos -a través de la OTAN- se ha manifestado cada vez de forma más expresa del lado de Ucrania, ha pasado suficiente tiempo para que, además de preguntarnos a dónde conduce esta guerra, cuál puede ser su final, tenemos que lidiar con los efectos económicos sobre los no contendientes. En esencia, toda la Humanidad.

Porque Ucrania era el granero de Europa y de buena parte del mundo. La escasez de granos, de fertilizantes y productos agrarios -además de la paralización de envíos desde Ucrania que el Kremlin ha ordenado- han puesto de manifiesto que la dependencia de la producción ucraniana fue subestimada. Se creyó que podrían suplirse los desabastecimientos coyunturales en material siderúrgico o en materias primas minerales, en la valoración equivocada de que la guerra no duraría mucho. Por supuesto, el boicot al gas y al petróleo procedente de Rusia, vital para la Unión Europea, tampoco se valoró con igual dramatismo. Se pensó que podrían encontrarse con rapidez alternativas y, aunque hubiera que pagar más por la energía, la Unión Europea y el resto del mundo desarrollado podría permitírselo, antes de que las aguas volvieran a su cauce.

La posición de fuerza de Rusia como factor estratégico en la economía energética mundial (y no solo) no tiene que ver con las bravuconadas del Kremlin. Putin sigue amenazando con bombardear con sus misiles de cabeza nuclear ciudades europeas, en la medida en que el apoyo prestado a Ucrania por la OTAN, e individualmente, por los países de la Unión, aumenta y se hace más consistente. No es el desarrollo bélico lo más preocupante para Europa, puesto que el límite, como peculiar espacio de contorno para la guerra sin cuartel, se mantiene entre las fronteras de Ucrania que, dicho sea de paso, ya ha perdido casi la mitad de su PIB y la cuarta parte de su territorio en manos de Rusia. Zelenski sigue pidiendo más armamento a Europa, en una posición que combina heroísmo y tenacidad (defiende la integridad de su país), pero la cuestión ha pasado a ser otra.

¿Cuánto tiempo puede resistir la Unión Europea? ¿Está dispuesta a seguir ofreciendo su propio bienestar, su capacidad de desarrollo, el ritmo creciente de su inflación y la aparejada inestabilidad social, en el altar ucraniano? ¿La voluntad de seguir enviando sin límite, material bélico y ayuda económica y humanitaria a Ucrania, podrá mantenerse? ¿Se doblegará, por la vía de utilizar la capacidad de heroísmo de un pueblo hasta su extenuación, la resistencia económica de Rusia que,  por toda evidencia, se ha subestimado?

No tengo claro que el Kremlin esté perdiendo la guerra. No ha ganado en credibilidad ni honorabilidad, desde luego, pero en esta batalla global, en la que no solo se lucha con los artilugios bélicos en la devastada Ucrania, se están empleando otros factores de destrucción.

Publicado en: Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: economía, guerra, inflación, OTAN, Rusia, Ucrania

Estamos en un punto de no retorno

7 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Cuando miro, una y otra vez, la fotografía de esa familia ucraniana masacrada en el momento en que se disponía a huir de la zona de mayor peligro, utilizando el señuelo del corredor humanitario, -un término equívoco en sí mismo que se transformó en mortal para ellos-, mis ojos se fijan obsesivamente en la maleta que quedó en pie, junto a los cuerpos inertes de la pareja y sus hijos. ¿Qué podían haber amontonado, sin duda apresuradamente, en ella? ¿Qué esperanzas de salvación se les quebraron cuando el misil de un soldado sanguinario los eligió a ellos como símbolo del aumento de la barabarie?

Hay muchos testimonios desgarradores, imposibles de entender desde la calma que aún vivimos, de personas que nos cuentan sobre sus miedos, sus esperanzas, sus ilusiones, desde la frialdad de una pantalla de plasma a través de lo cual podemos correr el riesgo de pensar que no son reales, de que nada es real,ni verdadero ni cierto.

Putin es un canalla de película, pero cierto; sus secuaces del Kremlin son un hatajo de asesinos cobardes, letales por acción y omisión; los soldados rusos que han invadido una tierra de paz respondiendo a designios criminales que nadie les habrá explicado, pero que ahora seguro que lo entienden muy bien, son una pandilla de asalteadores dotados de armas preparadas para matar inocentes. Nada les salvará de su ignominia.

Una niña ucraniana, Amelia, que parece tener la edad de mis nietas, canta en un refugio, con una voz bien timbrada, melódica, cautivadora, la canción Let it go de la película Frozen que habla de libertad y que parece escrita para proclamar la gran verdad, que nadie podrá vencer jamás la decisión de ser uno mismo, de romper las amarras con la tiranía y la mentira. Me uno a los aplausos que cierran la interpretación genial, desde el silencio del búnker, roto por esa manfestación de entusiasmo espontáneo.

Me gustaría ser optimista, necesito serlo, aunque todo está conjurándose para que el final sea, no solo triste, sino caótico. Dicen que el presidente chino, Ji-Ping y el turco, Erdogan, pedirán o han pedido a Vladimir Putin que cesen las hostilidades. La presión internacional y, en la medida en que puede expresarse sin riesgo a terribles represalias, debiera ser insostenible para el tirano. El sátrapa insiste que solo se detendrá si Ucrania se rinde y acepta que los territorios del Dombás y Crimea se incorporen a Rusia y que el país invadido renuncie a su libertad de decisión, apartándose de la Unión Europea y de la OTAN.

No puedo entender, ni consentir por tanto como postura digna, que en el Gobierno de España se sienten individuos que no apoyen el envío de armas a Ucrania, que es lo que ha solicitado el héroe Zelenski (junto con medicinas, alimento y ayuda humanitaria). Esta disensión en el Gobierno, que por ley, debe tomar decisiones colegiadas y tener una sola voz, es la representación de la ruptura de la coalición y la mejor muestra de la incapacidad para asumir la complejidad de la situación, actuando en consecuencia. Ucrania, país libre,ha sido invadida y se está resistiendo ante la agresión con un orgullo y una unidad dignos de todo respeto y apoyo. Incluso, en mi opinión, aunque los países de la OTAN están mostrando una prudencia y un temor a la escalada que no se corresponde con los principios éticos y jurídicos que deben regir las actuaciones de los países democráticos, la aplicación del art. 2 del Acuerdo debería ser suficiente para justificar involucrarse en el conflicto en la defensa de la libertad de Ucrania,

Querámoslo o no, ya estamos metidos en la guerra. De momento, España solo lo ha hecho mediante el envío de armas en un segundo nivel. Se dice que son para incrementar la capacidad de defensa individual y se pretende que no nos involucra…demasiado. No dejo de pensar que un combatiente sin experiencia en el manejo de material militar al que se envía al frente de guerra y a combatir con un enemigo sin escrúpulos y mejor alimento, se convierte en blanco fácil.

La heroicidad de los ucranianos, sosteniendo la situación con valor, entereza y capacidad de respuesta improvisada pero efectiva (hasta ahora) es acreedora, no solo de palabras de ánimo, aplausos y oraciones, sino de apoyo sin reservas. Si las medidas que pretenden el colapso económico de Rusia (a costa de provocar acercarnos nosotros también a la pérdida sustancial de nuestro bienestar) no tienen el efecto de detener la barbarie, si los desvelos negociadores de Macron (en campaña electoral en Francia), o de los presidentes chino y turco, no sirven más que para que Putin eleve su apuesta destructora, la OTAN debe tomar una decisión difícil, honrosa y legítima: o Putin se retira de Ucrania o entraremos en guerra directa con Rusia.

Quién nos iba a decir hace apenas unas semanas que nos tendríamos que confrontar con un porvenir tan sombrío. Putin no puede vencer en esta guerra.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Ucrania Etiquetado como: Guerra en Ucrania, Rusia, Ucrania, Vladimir Putin, Volodomir Zelenski

Rusia camina hacia su aislamiento

2 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

La imagen del Parlamento Europeo aplaudiendo ayer de mañana, con todos sus miembros puestos en pie, la intervención telemática de Volodomir  Zelenski esgrimiendo que Ucrania “lucha por su libertad” y solicitando ayuda para que su país no sea fagocitado por la ambición patológica de Vladimir Putin se mantiene en mi retina como una emotiva demostración de solidaridad con el presidente de una nación asaltada. Hizo bien en recordar que “si Ucrania cae, Rusia estará a las puertas de la Unión Europea”, en la que volvió a solicitar la integración.

Joe Biden expresa, por fin, desde que empezó la invasión, la determinación de ayudar a Ucrania y condenar la agresión, “con medidas que Rusia lamentará para el resto de los días”. La OTAN mantiene su criterio de no considerar la agresión a Ucrania como algo que le competa directamente y, desde luego, prefiere mantener una guerra sicológica, económica o de consola, evitando recoger muertos propios en un campo de batalla. Habrá que estar atento a la interpretación que el loco del Kremlin hace de la contraofensiva.

En la intervención de hoy en el Congreso de Diputados, el Presidente Pedro Sánchez anunció inesperadamente que España enviará también material bélico a Ucrania. Es decir, España entra, de esa manera, en la guerra de Ucrania con Rusia, como país aliado.

La decisión fue apoyada fuera del hemiciclo por la vicepresidenta Yolanda Díaz y por Jaume Asens, portavoz de En Común Podem que se desmarcan con ello de la ministra de Asuntos Sociales Ione Belarra y de Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, que calificaron el envío de armas de “error” y reiteran su posición de No a la guerra, y No a la OTAN. Esa facción que apoya al Gobierno de coalición revela, por tanto, una fisura en el mismo. Echenique la concreta, no ya al proclamarse partidario de negociar la paz (rebelando una inocencia casi mística, pues Putin es el invasor y nohay nada que negociar con un asesino), sino expresa como filosofía a tener en cuenta en los anales de las invasiones que no se debe armar a la población civil “contra un ejército”.

A pesar de estas manifestaciones contrarias, “la lealtad de Gobierno” de esa coalición en trance de ruptura permanente se ha traducido en ratificar el envío y con ello, Sánchez ha podido, aunque con algo de retraso, unirse al bloque de cabeza de los países que presentan oposición clara al líder con diagnóstico de patología narcisista. Por parte de la portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, que cubre el hueco del cesado Pablo Casado, se ofreció ayuda de su grupor para apoyar la medida, si “los socios de Gobierno se desmarcaran del apoyo”. La situación política española merecería un análisis profundo, sino fuera que las preocupaciones se han concentrado en un nivel mucho más alto.

El cerco de medidas económicas y, desde ayer, con el apoyo de armamento de alto alcance y potencia a Ucrania, no ha servido, de momento, para modificar la actitud de Putin, centrado en su megalomanía, que sigue amenazando con la escalada de terror belicista y mantiene la orden de bombardear las principales ciudades ucranias que resisten heroicamente.

Se anuncia para mañana, jueves, 3 de marzo, el segundo intento de negociaciones por la paz entre representantes rusos y ucranios, aunque la presión beligerante se mantiene. Como acertadamente expresó en entevista televisiva el ex embajador de España en la OTAN, Carlos Miranda y Elío, “no se puede hablar de negociaciones para la paz si los contendientes no han establecido una tregua”.

La población ucrania sufre una presión ilimitada, cruel, injusta. Largas colas de personas ue huyen de la barbaria se forma en las salidas del país, especialmente hacia Polonia, con kilómetros de retencionese imaginables necesidades de atención humanitaria. En su intención de destruir los edificios históricos de Ucrania, Rusia bombardeó ayer el edificio del Gobierno Regional de Járkov (la segunda ciudad ucrania) y varios otros monumentos, además de barriadas residenciales, causando miles de muertos.

Para detener esta barbarie, las medidas muy duras contra Rusia adoptadas por la inmensa mayoría de los Estados occidentales perfilan que este país se convertirá en una nueva Corea del Norte (solo se han manifestado expresamente a favor de Putin, el déspota venezolano Nicolás Maduro y el afectado por demencia senial que responde por el acróstico de AMLO).

En cuanto a la posibilidad de parar la guerra en una negociación, no soy optimista. Como todo afectado por megalomanía tiránica, Putin no admitirá una derrota y tiene, al carecer de escrúpulo alguno, el botón nuclear a su alcance,y no le importará provocar una hecatombe, pues cree que le asiste la razón. Por eso, hay que ofrecerle alguna salida edulcorada para que crea que su esfuerzo destructivo le ha merecido la pena. No, obviamente, la rendición de Ucrania, sino algún caramelo que la diplomacia intrnacional deberá encontrar.

Porque la presión de los oligarcas que ahora ven en peligro sus inmensas riquezas, la intervención del presidente chino a favor del cese de las hostilidades, el clamor del pueblo ruso para derrocar a Vladimir Putin, son sueños fantasiosos que no tienen lugar más que, eso, en el mundo de la imaginación. Desgraciadamente.

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Crónica de una desventura

25 febrero, 2022 By amarias Deja un comentario

El viernes, 25 de febrero de 2022, la situación en Ucrania es muy confusa. Existen testimonios gráficos de que un avión ruso que sobrevolaba Kiev ha sido abatido y sus restos, caídos sobre una barriada de lal ciudad, han causado el destrozo de algunos edificios. Ciudadanos ucranianos han sido contactados en sus teléfonos móviles y han dado información sobre su estado de angustia y la sensación de correr grave peligro ante el avance de los invasores. Hemos visto  imágenes de tanques por las calles de la capital y otras ciudades, filas de vehículos con ciudadanos que tratan de acercarse a la frontera, alguna fotografía de víctimas, tanto civiles como soldados.

El presidente de Ucrania, en paradero desconocido -dicen algunas fuentes que, posiblemente, desde fuera del país- insta a que se proporcione a su país ayuda internacional. Más recientemente, pide una reunión con Putin que ponga fin a la invasión, aunque no indica cuál sería su oferta para alcanzar la paz.

Por su parte, el presidente de Rusia, coherente con su papel de intoxicador, repite que la población civil ucrania no tiene nada que temer, que el objetivo que pretende su Ejército es el derrocamiento del régimen fascista y genocida de Zelensky e instaurar una democracia en el país. En consecuencia, pide que los millitares del páis invadido desistan de la lucha y no apoyen a su Presidente.

Las posiciones de la Unión Europea son extremadamente medidas y, por ello, se pueden calificar de tenues. El alto comisario Borrel se encuentra con una difícil papeleta que ha venido a demostrar el escaso nivel de su autoridad. Condenan la invasión, estudian la implantación de medidas económicas contra Rusia, los oligarcas rusos y el mismo Putin, y se reafirman en que Ucrania es un país democrático, pero, por grave que se considere la situación de infracción del orden internacional, la falta de una fuerza militar conjunta deja a los Estados miembros  ante el espejo de su debilidad como potencia mundial. Supongo que servirá el hecho para acelerar la  formación de un Ejército europeo, aunque, si la decisión no se toma en caliente, se diluirá en el vaso frío de la incompetencia, el egoísmo individual y la apatía.

Además, siempre se podrá argumentar que…como Ucrania no pertenece a la OTAN no se pueden adoptar medidas de apoyo bélico que estarían obligadas en aplicación de los art. 5 o 6 del Tratado que, por lo demás, supondrían la escalada sin límites del conflicto. Mira por dónde, la resistencia a incorporar a Ucrania a la OTAN no ha servido, paradoja cruel, para desalentar a Putin, sino que le sirve de jusrtificación para haberla invadido: considera insoportable que un nuevo Estado con frontera de Rusia pueda pertenecer a la Alianza Atlántica y, en un giro dialéctico inexplicable solo por su megalomanía, procede a invadirlo para derrocar a su gobiern0 demcráticamente elegido.

Desde Estados Unidos, las voces discrepantes del presidente Biden y del ex presidente Trump ponen una nota de incoherencia en este grave episodio. Frente a la condena clara que ha expresado el primero, que no duda en llamar nazi a Putin, indicar que la invasión es un acontecimiento de máxima gravedad que pone en peligro la paz mundial, Donald aplaude la actuación del jerarca ruso, coincidiendo con las opiniones de muchos norteamericanos con tendencia republicana, y a los que, no hay que dudarlo, Europa les cae muy lejos y. además, en el mejor de los casos, no desean participar en una nueva contienda, que supondría la repatriación a Estados Unidos de varios miles de cadáveres de soldados.

En España, la situación de consternación y desagradable sorpresa ante la invasión rusa de un Estado democrático europeo, alimentó en un primer momento respuestas discrepantes entre miembros del Gobierno. La posición de Sánchez se plasmó en un comunicado de “firme condena” y en la oferta de acogida de refugiados ucranios. Algunos de sus ministros de las facciones a su izquierda, han pasado del apoyo a Putin (con indicaciones melifluas a la falta de comprensión europea a las actuaciones del dictador, que podría sentirse marginado y, por ende, su reacción aparecer como coherente con su sensación de despecho y ninguneo), a una variedad de opiniones bastante heterodoxas, sin conclusiones ni compromisos tajantes, navegando entre las aguas de la simpatía pro-rusa y la interpretación sesgada del pasado europeo.

Hace unos minutos comenzó ante la embajada rusa en Madrid una concentración pacífica que reclama para la guerra de inmediato. Ayer tuvo lugar otra, en la que participaron algunos actores y miembros destacados de la izquierda española. Son actos simbólicos que de poca ayuda servirán a los ucranianos, abandonados a su suerte.

Aunque esto no es una crónica de guerra (me falta información, ganas y calidad como cronista), no puedo menos de registrar que los desastres humanos y materiales causados hasta ahora parecen mínimos. No consta que haya habido enfrentamientos entre rusos y ucranianos, a salvo de algunas escaramuzas sin mayor relevancia. Los habrá.

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¡La guerra ha estallado!

24 febrero, 2022 By amarias 1 comentario

Sobre las 5 de la madrugada del dia 24 de febrero de 2022, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha dado la orden de invadir Ucrania, después de varios días de desinformación y conversaciones diplomáticas entre representantes de Estados Unidos y los principales Estados europeos con las autoridades rusas. En una clara operación prebélica de desorientación, los portavoces del Kremlin -embajadores, generales con diversos cargos en el Ministerio de Defensa que dirige Serguéi Shoigú y el propio Putin- han venido desmintiendo que se preparase ninguna operación militar y acusaban a los países de la OTAN de “sembrar inquietudes”, “intoxicación” y “ver amenazas donde no las había”.

Conforme con la información de los equipos de espionaje de Estados Unidos que el presidente norteamerivcano Biden comunicó desde hace semanas a sus aliados, la invasión del Ejército ruso del territorio ucraniano se produjo efectivamente. No se limitó, como se creía en principio, a las regiones del Donbass (repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, ya reconocidas por Rusia como Estados sberanoa). Aunque los comunicados rusos lo niegan, los informes ucranios afirman concluyentemente que misiles rusos han destruído instalaciones aeroportuarias próximas a Kiev y que las tropas invasoras avanzan con objetivos que podrían identificarse con la ocupación general del territorio.

Los enfrentamientos con las tropas ucranianas se están produciendo en muchos puntos. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, (actor, director y comediante que ganó las elecciones el 20 de mayo pasado en la segunda vuelta). exhorta a todos los ciudadanos ucranianos a la defensa del país y solicita ayuda internacional.

¿Qué quiere Putin? En este momento, está claro que su pulso tiene un largo alcance. Animado por la debilidad de las posiciones occidentales, concentradas en la búsqueda de soluciones económicas que puedan causar el mayor daño posible a la economía rusa, para que sean los mismos rusos los que condenen la invasión y obliguen al presidente ruso a la retirada de las tropas, Putin -cuya cualidad de estratega sin escrúpulos no admite dudas- está convencido de que, al menos, conseguirá la segregación de las repúblicas del Donbass y su anexión a Rusia, de manera similar a lo que consiguió resultara con la república de Crimea y la ciudad autónoma de Sebastopol en 2014. No solo eso: su demostración de fuerza y podería militar servirá de advertencia a los países limítrofes, ya que no a la propia OTAN de que cualquier movimiento de adhesión a la estructura de la Alianza Atlántica se encontrará con una dura respuesta.

Por supuesto, las medidas económicas que adopten los países de la Alianza y, en particular, de la Unión Europea, tendrán  damnificados bilaterales, pues no solo afectarán a Rusia, sino a los países de la Unión, que dependen del gas ruso en gran medida, junto a otros productos. Ucrania, además, es suministrador importante de productos agrícolas, abonos y algunos minerales, incluso de los llamados estratégicos, así que la guerra provocará (lo está haciendo allá) destrozos en las economías en múltiples direcciones.

No tengo la bola mágica para poder predecir cuáles serán los próximos pasos. Ucrania tratará de defenderse con todas sus fuerzas, aunque su desigualdad respecto al invasor es evidente. Visto desde la perspectiva del desequilibrio de armamento y tropas, su resistencia podría equivaler a un heroico suicidio colectivo. La única posibilidad de resistencia creíble será la incorporación al conflicto de fuerzas de la OTAN, y no precisamente con carácter disuasorio, sino entrando con toda claridad en la defensa del Estado invadido, lo que nova a producirse.

Se habla desde la parte occidental del recrudecimiento de las medidas de presión para doblegar a Putin, aunque la única forma de que el emulador de Hitler se retire de su ambición imperialista me parece una respuesta militar que le haga ver que tiene mucho que perder y, sobre todo, que los medios destructivos de apoyo a Ucrania son tan eficaces (y letales) como los que él mismo tenga  a su disposición.

Malos augurios, pues, para la sensatez. Los principios democráticos, la libertad de los pueblos para organizar sin interferencias ni imposiciones externas las vidas de sus ciudadanos y la gestión de sus recursos, están puestos en entredicho por un oligarca déspota, sin escrúpulos, falaz. Cuando se llega al extremo en que la desvergüenza de un sátrapa pretende imponer sus ideas de dominio, a despecho de otros valores que no sean los suyos y su ambición, solo hay dos opciones: a) doblegarse, asumiendo que su fortaleza nos conduce a la esclavitud como forma de alcanzar la paz, o b) oponerse con todas las fuerzas (negociadoras, económicas, militares, de inteligencia y presión), conscientes de que la libertad no puede negociarse ni entregarse como rehén.

Los Estados occidentales tienen una responsabilidad que es consustancial con la defensa del valor de lo único que merece denominarse humano: la libertad de decidir. No es cuestión de Ucrania y su Estado de derecho. En ese barco también estamos nosotros.

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Guerra por Ucrania

22 febrero, 2022 By amarias Deja un comentario

Ahora se puede esgrimir clarividencia, pero si alguien lo percibió con antelación suficiente, no fue capaz de trasmitir esa impresión a quienes tenían fuerza y argumentos atajar la evolución a tiempo. Asi que ahora estamos ahí, en una situación terriblemente embarazosa, ya que me resisto a identificarla como peligrosa para la Unión Europea. Sencillamente, porque no se tomarán otras medidas que llevarse los manos a la cabeza.

Ucrania es un Estado con importantes riquezas naturales que, debido al retraso industrial del país,  la corrupción y a la tremenda inestabilidad política, no están sirviendo para aumentar el bienestar de la población, que sufre los índices de pobreza mayores de Europa. La mayor parte de sus más de cuarenta millones de habitantes, en un país que tiene una superficie cercana a la de España (604.000 km2), tienen como esencia común de su nacionalismo el ser antirusos. Así, en ese sentimiento de odio hacia el vecino del este, son educados en las escuelas. Salvo en las regiones del Donbás (Donetsk y Lugansk) donde las mayorías son prorusas y tienen el ruso, y no el ucraniano, como lengua propia.

Desde el punto de vista de la “democracia a la Europea”, Ucrania es un Estado con un pasado reciente no democrático, incumpliendo en muchos puntos sustanciales esa prueba del algodón que -por cierto- tampoco consiguen superar Polonia, Hungría y otros países de la Europa del Este, cuya historia está plagada de ejemplos del control judicial por el poder político, desencuentros, luchas internas y depuraciones étnicas y religiosas. La inestabilidad geopolítica estalló cuando las fuerzas especiales antidusturbios reprimieron con disparos a matar las manifestaciones estudiantiles en contra de la posición del presidente Yanukóvich, que apoyaba la incorporación del país a la Federación Rusa y abandonar las negociaciones para entrar en la Unión Europea (el otro sueño imperalista de una Europa sin rumbo ni liderazgo claros).

Por hacer el recuerdo de la Historia reciente del país muy corta, la huída a Rusia de Yanukóvich y las discrepancias internas, unidas a la ausencia de un Ejército propio, facilitaron la incorporación de Crimea a Rusia que se realizó en un ejemplar testimonio de dejación y desinterés de la OTAN y la Unión Europea por el destino de esa parte del territorio ucranio. Las cosas han cambiado después (desde 2014), pues Ucrania, con la ayuda de la OTAN y créditos muy favorables, dispone hoy de un “ejército” de 1,3 millones de soldados (la inmensa mayoría, reservistas -900.000- y del contingente propiamente militar, una buena parte, adolescentes), tiene misiles de cabeza nuclear y armamento de muy aceptable tecnología destructiva (contrastando con el deficiente desarrollo industrial y técnico de otros sectores). Es decir, está bien preparado para una guerra nada convencional contra su enemigo ruso e, incluso, la población tiene ganas de revancha.

Tras varios tanteos quele permitieron valorar la oposición que podría encontrar de Estados Unidos (es decir, de la OTAN), Putin se ha animado el 21 de febrero de 2022 a invadir las regiones del Donbás. Las llamadas potencias internacionales, dirigidas por el enigmático Biden, han puesto el grito en el cielo y amenzado con duras represalias económicas. Poco efecto tendrán y escasa duración en el tiempo, pues los Estados europeos tienen también mucho que perder si Rusia congela sus envíos de gas natural y su comercio con ellos.

Así que asistiremos a un “nuevo Crimea”. Grandes voces, reuniones de los brillantes diplomáticos de una y otra parte, que se sentarán, alarmados, sobre unos cuantos miles de muertos por defender la incorporación o segregación (según se mire) de un trozo de territorio de la fallida Gran Ucrania en la que nadie cree desde hace décadas.

Desearía que se llegara a un pacto con el oligarca ruso Putin que evitara derramamientos de sangre inútiles, permitiera la segregación pacífica del Donbás y, simultáneamente, se realizara de forma acelerada incorporación de la Ucrania restante a la Unión Europea y/o a la OTAN. Si eso sirve para calmar por el momento la ambición de Putin, bienvenida fuera la decisión.

La otra opción sería poner pie en pared contra la invasión rusa, situarse decididamente al lado de Ucrania, animar a este Estado a realizar una defensa numantina,m prestar la ayuda de material bélico no armamentístico que solicita el presidente ucraniano, dejar que la guerra se encrespe, asistir con el ánimo convulso al lanzamiento de algunos misiles, soportar la réplica rusa contra ciudades ucranias (y, si no valora bien el alcance estratégico contra alguna ciudad europea) y, ya puestos, enfrentarse a la tercera guerra mundial.

En ese caso, las últimas crónicas se escribirán desde el caos.

 

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Tambores y timbales

21 enero, 2022 By amarias Deja un comentario

Desde 1980 a 1985, cuando la guerra fría -la grave tensión político-militar entre Estados Unidos y la URSS, que había empezado en 1945 y se prolongaría hasta 1991-, alcanzaba uno de sus momentos más angustiosos, viví en Alemania con mi familia.

Mis amigos alemanes temían que ambas potencias probasen la eficacia de sus misiles en tierras europeas y uno de ellos pretendía atisbar el final de la cuestión, con un campo de batalla con varios millones de muertos, mediante una reunión de urgencia de los altos mandos militares en la que ambos lados se llevarían las manos a la cabeza, extremadamente compungidos: “¿Qué hemos hecho? -se preguntarían- ¡Hay que acabar con este despropósito de inmediato! Lleguemos a un acuerdo. Firmemos la paz”.

Europa aparecía así como el escenario en donde los dos bloques dirimirían sus diferencias, probando sus avances militares en un territorio ajeno, causando desolación y destrucción en él, antes de llegar a un acuerdo que beneficiara a sus propios intereses.

La guerra fría tuvo un final formal con el desplome de la Unión Soviética que, aunque cabe exponer diversas razones, puede imputarse principalmente a la pérdida de credibilidad del modelo comunista, a pesar de los esfuerzos de Michael Gorbachov -presidente de la URSS en esos últimos años- para llevar a cabo reformas sociales y económicas sustanciales. El fracaso de esas ideas, que pasaron a la Historia universal con los términos de glasnost (apertura) y perestroia (reestructuración), señalarían para Occidente la pretensión orgullosa de una supuesta victoria del libre comercio -entendido como valor esencial de la democracia,  frente a la dictadura del poder centralizador del Estado.

La situación por la que estamos pasando hoy, en enero de 2022, revive el tufo de aquellas tensiones y genera un nuevo temor a un conflicto bélico, aunque los protagonistas del desacuerdo han cambiado y el material de disputa podría parecer, a primera vista, irrelevante. Desaparecida la URSS hace ya años, la ambición personal de Putin, el presidente de Rusia -el mayor de los países que componían aquella-, pretende reconstruir parte de aquel poder territorial y estratégico.

La base sentimental de esa opción, que no tendría cabida formal dada la diferencia de músculo militar y económico entre Rusia y sus hipotéticos enemigos, encuentra un adecuado caldo de cultivo porque, enfrente, se encuentra con la debilidad circunstancial de Occidente. Los Estados Unidos de Norteamérica han perdido la capacidad y el interés por el liderazgo mundial y la Unión Europea parece estar en proceso de descomposición interna y sufre de una grave pérdida de identidad corporativa.

En 12 de julio de 2021, Vladimir Putin publicaba unas reflexiones en la plataforma web del Kremlin (en inglés, ucraniano y ruso)  con el título “On the Historical Unit of Russians and Ukrainians”, que debe ser visto como el Catecismo, o guía espiritual de las actuaciones que viene acometiendo Rusia en relación con los países bálticos y, por ello, ha sido interpretado por especialistas occidentales como una “llamada a la guerra”.

El argumento central del ensayo ofrece dos vertientes: a) Rusia no tiene intención de atacar ni invadir ningún territorio, al contrario de lo que Occidente, personalizado en Estados Unidos, ha venido demostrando con la “ocupación militar” y las exhibiciones de fuerza en los países que lindan con ella por el lado de Europa y b) El alegato occidental de invasión rusa de Crimea está construido en una falsedad, pues ha sido la población, mayoritariamente rusa, la que pidió la reintegración y con el apoyo de un referéndum.

En consecuencia, concluye el Kremlin, Rusia no invadirá Ucrania, ni va aliarse con Bielorusia para atacarla, ni cualquier país debe temer sus injerencias. Pero… se defenderá ante la amenaza fehaciente de Occidente contra su hegemonía, y lo hará con todas las fuerzas a su alcance. La agrupación de fuerzas y equipamiento militares en las fronteras con Ucrania no debe ser visto más como un ejercicio de libertad en el uso de su propio territorio; por el contrario, “la invasión y ocupación por destacamentos de la OTAN” en los países que pertenecieron a la URSS (Estonia, Letonia, Lituania, Rumania o Bulgaria, en concreto) es una amenaza para Rusia.

En ese contexto de tambores de guerra y timbales de jolgorio insensato, debemos esperar que cualquier desgraciado accidente por parte de cualquiera de los contingentes militares que se están acumulando a ambos lados de la frontera entre Rusia y la apetecible Ucrania o con los países colindantes de la Unión Europea,  no provoque la brusca transformación de las amenazas en una pelea dramática que haga del terreno de la vieja Europa, una vez más, (y a la tercera va la vencida), campo de martirologio.

No se trata de esgrimir la opción de medidas económicas que, en mi opinión, de ser adoptadas por Occidente contra Rusia si se decidiera a ocupar Ucrania o como medida de presión, serían lo más parecido a un tiro en el pie: ante un invierno frío el gas ruso es fundamental para Alemania y otros paises del este europeo. Si, por ejemplo, las tropas rusas entraran en Ucrania por la región del Donbás (donde se encuentran las provincias rebeldes de Lugansk y Donetsk) el escenario de guerra se perfilría de inmediato. Aún más amplio frente se presentaría si, con la alianza de Biolorusia, Rusia pretende tomar Kiev y avanzar en la invasión total de Ucrania. En ambos casos, es poco probable que la disputa se concentre en una batalla regional con armas más o menos convencionales.

Deberíamos confiar que las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sirvan para calmar los ánimos de Putin y le permitan ofrecer a su pueblo sensación de victoria sobre occidente al dictador educado en la KGB con ínfulas de zar. Sin embargo, la ausencia de la Unión Europea en el marco de esas conversaciones -aunque se pretenda minimizar ese vacío en la mesa de negociación- podría hacer pensar, y temer, que tiene todas las papeletas para terminar como el perdedor de la disputa.

 

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