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La importancia de ser paciente

10 mayo, 2021 By amarias 2 comentarios

Utilizo el doble sentido de la palabra “paciente” (como sustantivo y como adjetivo) y empiezo recordando el título de la conocida obrita de Óscar Wilde que en España se tituló “La importancia de llamarse Ernesto” y que, en el original inglés rezaba “The Importante to be ernest”, esto es, “la importancia de ser sincero”.

Se que existe un Día de la Seguridad del Paciente (en septiembre) pero no me consta que exista, sencillamente, un Día del Paciente. De todo tipo de pacientes (clínicos), pero, sobre todo, del paciente oncológico. Nadie como él sufre la incertidumbre, la carga emotiva, el dolor de los padecimientos a veces difusos, la tensión ante el diagnóstico y la esperanza (a veces, vana) de que la enfermedad se cronifique.

Es importante ser paciente, siempre (para evitar decisiones precipitadas) pero si alguien tiene mayor necesidad de ser paciente es el paciente (clínico).

En pocas materias la incertidumbre se cierne sobre una situación humana vital, con tanta intensidad. El buen paciente debe confiar ciegamente en la ciencia médica y acatar las decisiones que toman sobre su cuerpo personas desconocidas de bata blanca y que pueden afectar, incluso definitivamente, a su vida, a la perdida de un órgano o una función. Lo hace y debe hacerlo en la esperanza de que esas actuaciones de las que carece del menor criterio muchas veces, tengan éxito: es decir, le curen.

Abogo porque se instaure, ya, El Día del Paciente.

Publicado en: Actualidad, Medicina, Sanidad Etiquetado como: cáncer, dia del paciente, enfermo, hospital, paciente, paciente oncologico, sanidad

Demasiada incertidumbre (y 2)

14 julio, 2020 By amarias 2 comentarios

(Este Comentario es una continuación del publicado el 10 de julio de 2020 en este blog, con el que forma una unidad)

La presentación  de las incertidumbres con fundamental proyección o influencia sobre los ciudadanos en territorio español (bien en lo sanitario, en lo económico, en lo político e incluso en lo sicológico) se debe completar con aquellas que afectan al contexto internacional, para ofrecer una visión lo más completa posible de las razones que empañan de intranquilidad nuestro escenario vital actual.

En el terreno internacional, la ausencia de un liderazgo tanto ético como económico y militar desarrolla un marco de inestabilidad de gran alcance. Los grandes Estados han volcado sus intereses -de manera inequívoca, si es que antes los habían ocultado con más éxito- hacia el interior de sus fronteras. Esta afirmación es válida, sobre todo, para Estados Unidos y China, pero tampoco podemos dejar al margen la reflexión de una Unión Europea muy debilitada.

Se ha roto el loable propósito de globalización comercial que, sin duda, ha servido de gran apoyo al desarrollo de China y otros países asiáticos (India, Corea del Sur, Emiratos y Arabia Saudí, sobre todo, sin olvidar a Singapur, la singular ciudad autónoma), pero también ha sostenido el crecimiento de empresas “multinacionales” europeas y norteamericanas.

El resultado visible, como se ha comprobado con los efectos económicos de la pandemia -aún solo iniciados- es una insoportable dependencia de China para el suministro de equipos, productos elaborados o semielaborados e incluso de fármacos, elementos sanitarios de primera necesidad y algunas materias primas de valor estratégico.

La percepción de la pérdida de autoridad y hegemonía norteamericana sobre sectores clave, trajo como consecuencia inmediata la implantación de una potente tendencia a la autarquía y al apoyo a la industria y productores propios,  decisión de la que los países europeos han sido los principales perjudicados y no tanto los productores chinos, por la gran capacidad de generación de actividad y autoconsumo, suficiente para mantener a corto plazo la economía del gran país-continente asiático.

Las cuestiones económicas se entrelazan, en este caso especialmente, con las medidas de respuesta sanitaria a la pandemia y, en una derivada que puede cobrar primera dimensión, las relacionadas con la defensa de los territorios.

El ataque del virus SAR-Covid 19 ha tenido una respuesta descoordinada y, por tanto, desigual, entre los diferentes países. Por momentos, todo parece -y así puede seguir viéndose, cuando en aquellos territorios que se jactaba de haber controlado la pandemia empiezan a sufrir nuevos brotes- que ha regido el principio de “sálvese quien pueda”, también en materia sanitaria. No ha habido suficiente comunicación, y en todo caso, tardía, desde las autoridades y epidemiólogos chinos, que se supone deberían estar más avanzados en el estudio del virus, al haber aparecido en su territorio. Pero tampoco ha habido suficiente comunicación entre los teóricos expertos en microbiología y control de epidemias de los países desarrollados, cuyas autoridades (aconsejadas, según se dice, por sus propios sabios) han tomado medidas diversas, incoherentes o retrasadas. Se ha discutido sin razones sobre las ventajas de los confinamientos, la consecución de unas míticas inmunidades de rebaño, medicamentos de falsa eficacia y se han divulgado cifras de infectados, fallecidos o recuperados con más imaginación que rigor. El resultado también ha sido el descrédito de los epidemiólogos, y la desorientación de la población, que no acaba de ver las ventajas de las medidas de control y prevención (incluso las particulares), y halla razones para incumplirlas o cumplirlas mal.

Es alarmante que los dos países que pugnan por la hegemonía mundial, oculten información o acaparen medicamentos y material sanitario. China ha sacado beneficio adicional de la venta a otros países de ingentes cantidades de mascarillas, fármacos, guantes y productos para profilaxis, así como pantallas protectoras y todo tipo de instrumentos y aparatos que un exacerbado pánico en todas las esferas ha convertido en elementos apetecibles, ya que no necesarios. La decisión de Estados Unidos de acaparar toda las existencias del remdesivir a finales de junio de 2020 permite aventurar lo que sucederá cuando se encuentre una vacuna o fármacos efectivos para el tratamiento del coronavirus.

El sector de Defensa de la mayoría de los Estados está reclamando una profunda y urgente revisión. Venía siendo claro que las disputas de mayor contenido entre países no se iban a ventilar por los medios llamados convencionales. La rápida difusión del coronavirus y sus dramáticos efectos sobre las economías, y su elevada mortandad e incidencia en los sistemas de salud, ha supuesto una definitiva llamada de atención sobre la necesidad de protegerse de ataques víricos o envenenamientos intencionados de poblaciones. El avance de la técnica de los drones, tanto para uso de espionaje como elemento de apoyo o de acción para ataques con misiles o direccionamiento y lanzamiento de bombas de difusión de gases o partículas, es una de las razones para la revisión de las Fuerzas de Defensa.

No es sencillo romper las inercias, y los mandos militares y los estamentos políticos (unos por mal entendida tradición o defensa corporativa y otros por ignorancia) seguirán reclamando dotación más eficiente en el armamento terrestre o de ataque y defensa antiaérea. La Unión Europea sigue con la grave ausencia de una política de defensa, agravada con la marcha del Reino Unido, que es también uno de los pocos países con tecnología nuclear.

La Unión Europea, tiene dos flancos abiertos de debilidad -por el lado de la frontera con Rusia, con un Putin expansionista y reivindicador nostálgico del poder de la antigua URSS- y Marruecos -con los enclaves de Ceuta y Melilla, territorio español apetecido por el gobierno de Mohamed VI, como joyas pretendidas de una corona cuyos súbditos soportan el mayor desnivel de renta per cápita mundial entre países limítrofes-. No está claro, fuera de la imaginaria voluntarista, como se defenderían los territorios bálticos de un ataque ruso imprevisto o nuestras ciudades autónomas de un arrebato invasor marroquí. Supongo que los centros de inteligencia europeos (y, en lo que afecta a las dos ciudades en territorio africano, los españoles) habrán estudiado la casuística de las intervenciones de respuesta posibles, pero si hay una invasión territorial, la cuestión no se resolverá sin un buen susto.

Mi apreciación general es que nos encontramos en un período de cambio drástico, pero no tanto de paradigma, sino de confusión argumental y existencial. La amenaza climática, con la grave disparidad de criterios entre los Estados a la hora de abordar medidas radicales y concertadas, sigue ahí, aunque la pandemia ha disminuido (falsamente) su importancia. Habrá más inundaciones, catástrofes provocadas por los cambios bruscos del tiempo atmosférico, mayor desertización y pérdida de territorios agrícolas. La hambruna que provocarán esas devastadoras circunstancias, acarreará desplazamientos masivos de población, en su búsqueda de cobijo, trabajo, agua o recursos alimenticios o sanitarios.

La situación reclama la máxima solidaridad y la cooperación internacional. Los organismos internacionales, muchos de ellos faltos de visión actual, credibilidad o dotación presupuestaria que permita reclutar a los mejores funcionarios, no parecen capacitados para asumir ese liderazgo. No quiero citar a ninguno en concreto, pero los ejemplos de apatía, falta de oportunidad o visión sesgada, son patentes.

Difíciles tiempos para la tranquilidad, y poco propicios para que las generaciones jóvenes encaren el futuro con calma e ilusión. Cierto que la Humanidad siempre ha encontrado su vía hacia adelante, pero en esta ocasión, los problemas son muy importantes y reclaman urgente intervención cohesionada, junto a  la necesidad de un reajuste económico mundial (en mi opinión, preferiblemente dentro del capitalismo liberal, aunque no descarto otras opciones),. Se demanda más que nunca, liderazgos, capacidades resolutivas, e inteligencia.

No se puede mirar atrás, para no convertirse en estatua de sal, como la mujer de Lot. Hay que mirar siempre hacia delante. Con gafas de sol, si la luz es excesiva. Con zapatos de andar y no con chanclas. En grupo, y no alardeando de individualidad eficiente. Muy difícil, sí, pero no imposible,

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: China, ciudades autónomas, coronavirus, economía mundial, estados unidos, riesgos militares, Rusia, sanidad

Por enfermo y edad estoy en riesgo (Sonetos)

29 marzo, 2020 By amarias Deja un comentario

19
Por enfermo y edad estoy en riesgo
de que el virus colonice mi pecho
y, atrapado, tendré menos derecho
que un joven a vivir, que está más fresco.

Aun si creyera que tengo todo hecho
no ceso de pensar en lo grotesco
que es ser considerado un desecho,
y -por si las moscas-, no me arriesgo

a que saquen de mi muerte provecho
al ceder mi respirador con este sesgo:
dejar al desgobierno satisfecho.

Maldito sea este regalo chinesco
que nos tiene postrados en el lecho
oyendo el resoplar del de refresco.

28 de marzo de 2020

20
Hoy estamos pidiendo sanitarios
por proteger lo que tememos perder
poniéndonos en manos de becarios,
jubilados y lo que faltará por ver.

Sanidad tiene medios muy precarios
para equilibrar querer con el poder
y entre déficits y problemas varios
es verdad nos queda mucho por hacer.

Salvando diferencias, a contrarios
apelamos al sentido del deber:
todos queremos ser beneficiarios,

aunque fuimos incapaces de prever
y ahora que nos rodean los falsarios,
entregamos a la levedad el ser.

29 de marzo de 2020 (@angelmanuelarias, Sonetos desde la crisis)

Publicado en: Actualidad, Poesía Etiquetado como: ancianidad, angel manuel arias, coronacrisis, desde la crisis, pandemia, sanidad, sonetos

Mi Diccionario desvergonzado: sanidad, virus, ébola, aislamiento, campanada, dieta, chaquetero

9 octubre, 2014 By amarias Deja un comentario

Aislamiento. 1. Situación a la que se ve abocado todo sospechoso de ser más capaz que el líder de una manada que ha alcanzado su punto máximo de endogamia. 2. Término sanitario por el que, teóricamente, se trata de preservar sin contacto exterior a un paciente con alguna enfermedad infectocontagiosa y que garantiza que fallezca sin recibir toda la atención que hubiera sido precisa. 3. Posición en el mapa de una población a la que han llegado la televisión y la cobertura para el teléfono móvil, pero que carece de acceso suficiente por carretera-

Campanada. 1. Cada uno de los tropecientos golpes del reloj de la Puerta del Sol de Madrid el día de fin de año –su número exacto es indeterminado-, y de los que los doce primeros sirven para tomarse, a su ritmo, las uvas a las que, por incomprensible creencia popular, se atribuyen virtudes portentosas. 2. Sorpresa inesperada para quien no tiene experiencia en el análisis de las intenciones  de los actos de los demás. 3. Forma torticera de conseguir en un instante lo que la inmensa mayoría de los demás mortales persiguen, sin conseguirlo, toda su vida.

Chaquetero. 1. Chino que hace chaquetas en un local reducido (típicamente, un sótano), copiándolas del modelo de marca que le presenta su cliente. 2. Persona que hace la pelota a otra, con el fin de obtener una prebenda a la que no tiene derecho.

Dieta. 1. Cantidad económica desproporcionada que recibe el consejero de una entidad financiera o de una empresa cotizada,  por mantener silencio durante la reunión y fuera de ella. 2. Fórmula utilizada por algunas personas, generalmente del sexo femenino, para convencerse de que están reduciendo peso, lo que no suele ser observable desde el exterior.

Ebola. 1. Virus muy dañino,- con frecuencia, letal-, que se creía localizado solo en países infra desarrollados, por lo que no mereció especial atención, hasta que el gobierno español, el año 2014, tomó la decisión de introducirlo en Europa, pasando a ocupar la máxima atención mediática.

Ministro. 1. Si es del Señor, varón al que hasta no hace mucho tiempo se le tonsuraba, para poner de manifiesto su desapego de las veleidades terrenales, lo que ahora está permitido dudar en demasiados casos. 2. Persona encargada de una Cartera de Gobierno, nombrada a dedo por el Presidente del mismo, como recompensa a una amistad juvenil u otra característica sin relación con el trabajo que está llamado a desempeñar.

Olla. 1. Lugar en el que, según el dicho popular, no debe ponerse el órgano sexual, para evitar la maledicencia y otros disgustos aún mayores. 2. Cada uno de los elementos metálicos que regalaban las abuelas a sus nietos cuando se casaban o que tocaba esporádicamente en las tómbolas de feria, y que siguen ocupando, un lugar en las alacenas, aunque no son utilizadas más que para hacer los huevos duros. 3. Aparato que permite cocinar los alimentos bajo presión de vapor, lo que adultera ciertamente su sabor, pero cada vez resulta menos detectable, al faltar el punto de referencia gustativa que proporcionaba la cocina casera de nuestras madres.

Plan. 1. Organización del trabajo de una colectividad, con un objetivo que ha de mantenerse rigurosamente incógnito, para que funcione más o menos. 2. Procedimiento de ahorro, que ha permitido mejorar la financiación de las entidades financieras y que, pensando en el momento de su jubilación, ha servido para congelar parte del ahorro de quienes se creyeron que les serviría, llegado el momento, para algo.

Sanidad. 1. Organismo de la administración pública que ofrece asistencia casi gratuita a quien no puede pagarse su curación en una consulta privada, en donde, sin que se haya descubierto la causa, se sentirá mejor tratado con los mismos facultativos y, en general, peores medios. 2. Estado de quien no ha ido aún al médico.

Virus. 1. Organismo especializado en perjudicar la salud humana, que, cuando es letal, suele provocar la muerte con alta probabilidad a quien no tiene los medios económicos para curarse. 2. Programa informático muy ingenioso, perfeccionado continuamente por expertos, que  destruye información, capta datos confidenciales o provoca reacciones inesperadas en los ordenadores y otros equipos electrónicos, y que solo puede ser controlado con un programa antivirus que desarrollan los mismos que lo han creado, y que es ofrecido por empresas especializadas a precios de mercado, y cuya actualización permanente es, por supuesto, obligada.

Publicado en: Diccionario desvergonzado Etiquetado como: aislamiento, chaquetero, dieta, ébola, Mi Diccionario desvergonzado, sanidad, virus

Explorando alternativas (Start the alternatives Explorer)

24 febrero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Es hora de que dediquemos tiempo a explorar alternativas de solución a los problemas que ya tenemos perfectamente detectados. El sistema no funciona, y como hacemos cuando el ordenador detecta dificultades de comunicación con las redes disponibles -de las que tanto dependemos-, se nos ofrece la opción de dejar que el propio programa encuentre soluciones.

Por fortuna para los usuarios, la mayor parte de las veces, después de misteriosas comprobaciones, el asunto queda resuelto de forma automática (1). Sin embargo, hay una posibilidad fatídica de que el programa de chequeo interno nos ordene “consultar al administrador” , que, como somos nosotros mismos, equivale a “no encuentro solución”, y hay que ir con el aparato debajo del brazo a un experto para que nos saque del apuro o nos proponga reformatear el disco duro, cuando no, comprar un equipo nuevo.

Dejando a un lado la metáfora informática, tenemos que decidir entre Transición o resetear. Los más prudentes, de entre los que apuestan por el cambio, hablan de la necesidad de una Transición (la Segunda o la Tercera desde 1978, según cómo lo miren).

Los más inquietos o desanimados, abogan por Volver a empezar. Al menos, en varias cuestiones fundamentales. Que repaso con el lector:

1. Control empresarial. El descubrimiento de que elementos principales de la cúpula empresarial (incluída la bancaria) dedicaban una parte sustancial de sus esfuerzos a hacer trampas al sistema, no puede quedar sin consecuencias para los infractores, pero tampoco debe engañarnos a todos. Tenemos elementos suficientes para sospechar que todo el sistema está corrupto. Que, cada uno a su escala, viene haciendo trampas a la Hacienda Pública. Generando facturas falsas, contratando trabajadores a los que paga una parte del salario en dinero b, mintiendo respecto a los objetivos, las relaciones internas o externas con el resto de los llamados poderes fácticos, etc. Quedaría así explicado, por fin, por qué los directivos de las grandes empresas ganan tanto, porqué algunos propietarios o ejecutivos de entidades de aparente escasa entidad disponen de casas o vehículos aparatosos o realizan viajes de placer muy costosos. con cargo a ingresos desconocidos. Por supuesto, el control social, la inspección fiscal, las posibilidades de denuncia de colegas, vecinos o conocidos de los miles de privilegiados por el sistema, está fallando.

2. Control político. No necesitamos que los líderes políticos de los principales partidos que dicen representar a la ciudadanía se pongan más colorados, ni que busquen, con su reconocida labia para bordear las zonas de peligro, que no sabían de las fórmulas extracontables de generación de dineros para sus entidades y recompensar así a sus líderes o militantes con sobresueldos. Los síntomas son suficientemente evidentes; los silencios  (o los balbuceos pretediendo dar explicaciones), expresivos; la falta de vigor en la denuncia, bastante, para que entendamos que todos, quien más quien menos, se encuentran atascados en la mierda. Habrá culpables mayores o menores, pero la cuestión, en su caso, sería detectar grados de incumplimiento de lo establecido legalmente, no quién está totalmente libre de culpa (aunque sería un alivio que hubiera partidos en esa situación, y no solo los recién constituídos, aún libres de pecado).

3. Control de la Jefatura del Estado. Podemos estar lamentando durante unos años o décadas más que la institución monárquica, que ha cumplido (decimos todos) tan importantes misiones para evitar la segunda guerra civil del siglo XX o una restauración de la dictadura militar, haya demostrado tener los pies del barro de los demás mortales. Ovejas más o menos negras hay en todos los rebaños. Pero también aquí el meollo de la cuestión no es aislar a un miembro del clan para lancearlo. Lo principal es atender al fondo: reconocer que tenemos una familia monárquica relativamente pobre (comparémosla con la británica o…con la casa de Alba), ambiciosa, como es lógico en un sistema capitalista , en mejorar rápidamente en eso del dinero (nunca se sabe si vendrán mal dadas a la primera de cambio, que ejemplos hay muy próximos), bien relacionada con los poderes fácticos y con imagen mítica para el pueblo llano, proclive a la santificación al primer milagro que se le atribuya al beato. Y, como elemento complementario, digno de una reflexión igualitaria, la República nos ha funcionado bastante mal, porque nos han faltado líderes agultinadores que saltaran por encima de las dos facciones en que se ha dividido siempre el país. La Tercera República no tiene visos de funcionar mejor, con los elementos que están a la vista. No me tranquilizan esos tipos que enarbolan banderas que no tienen el soporte de una ideología o de propuestas sólidas. Y en todo, caso, se precisaría consolidar líderes con capacidad de dirigirla, de los que no se dispone y se tardará en encontrarlos, en convertirlos en motor (si es que no los asesinan antes). Lo único que hay cierto es el descontento, las ganas de cambio, la necesidad, también, de cambiar.

4. Financiación del estado social. Es un elemento clave. En realidad, el objetivo de todo cambio. Conseguir recuperar empleo suficiente para garantizar la tranquilidad popular, mantener las prestaciones sanitarias, educativas, asistenciales en general. Hay que ser muy fino en definir cómo sostener la calidad y, sobre todo, cómo se va a financiar, hoy y en el futuro. Las cifras no pueden ser improvisadas, ni elucubraciones de supuestos experto. Tienen que ser proporcionadas desde la función pública. Y, claro está, no es creíble que la gestión privada sea mejor que la pública; ni tampoco al revés. Lo que es insustituíble es que el control sea bueno, y sea público.

Con estos elementos a la vista, creo que necesitamos un período de intensa reflexión, en la que no deberíamos dar demasiada importancia (es decir, no toda la importancia) a los casos descubiertos y admitir que, por lo que sea (nuestra propia tendencia colectiva a trampear y, en mi opìnión particular, a no ser finos en ello, a descidar la ocultación de los engaños) estamos pillados en una encrucijada que nos obliga a ser espléndidos en el perdón con nosotros mismos.

Difícil situación, sin duda. “Siento lo que ha pasado. No volverá a ocurrir“, puede ser una frase que empiece a prodigarse. Pero cabe preguntar: ¿Seguro? ¿Quién lo garantiza? Y, sobre todo,  ¿Cómo podríamos evitar que vuelva a suceder?

No tengo todas las respuestas. Pero estoy convencido que, entre todos, las obtendremos todas. Sin necesidad, en mi opinión, de tener que reformatear o resetear el sistema.

—

(1) Aunque no quiero llevar la comparación innecesariamente lejos, el atractivo del símil es alto, Por ejemplo, una vez que el sistema no propone elegir entre varias soluciones y, aceptada por el usuario una de ellas, el programa de autocontrol detecta que el problema parece resuelto, pregunta al lego funcional, pero, al fin y al cabo, responsable racional y propietario del equipo  algo parecido a ésto: “¿Cree que el programa de búsqueda de soluciones le ha sido útil? Ayúdenos a mejorarlo dándonos su opinión.”

Publicado en: Economía, Política, Sociedad Etiquetado como: bancos, banderas, económicos, educación, empresas, entidades financieras, estado social, justicia, Monarquía, problemas, República, resetear, sanidad, sistema, sociales, tercera transición, Universidad

Eutanasia para pobres

28 enero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Que se mueran los viejos. Pronto. El ministro japonés de Finanzas, Taro Aso, para escándalo de la hipócrita sociedad contemporánea ha expresado su fórmula para aligerar las cuentas públicas de Japón.

Naturalmente, no lo ha expresado tan crudamente, porque aún no estamos preparados para asumir la valiente propuesta. Su propuesta para reducir el déficit que dificulta la recuperación económica del país más eficiente del planeta, apunta a agujeros presupuestarios concretos: Sectores improductivos, no rentables.

En la cúspide del despilfarro de una sociedad condescendiente con los débiles, se encuentran los pacientes terminales, especialmente, los viejos sin posibilidades de recuperación, que son mantenidos vivos con caros tratamientos en hospitales del Gobierno. Esa “gente del tubo” ha agotado su derecho a vivir.

Reabrir la caja de Pandora de la eutanasia activa, aunque se haga solo para cerrarla de inmediato y pedir disculpas por la osadía, incluso avergozándose por el revuelo causado, es algo que suena a provocación: es… valiente, pero es intolerable,

En esta zona del planeta en donde mantenemos los principios éticos incólumes, ni nos lo planteamos. Tenemos principios inquebrantables.

Cuidamos a nuestros ancianos: Nadie se muere de hambre entre nosotros. Vigilamos las calles para que los sin techo no pasen frío: les damos mantas y caldo caliente, cuando los encontramos vivos… lo que, desgraciadamente, no siempre es posible. Ofrecemos a la mayoría, pensiones que garantizan su subsistencia; tampoco es tan complicado, porque vigilamos los precios de la cesta de la compra: una barra de pan puede adquirirse por 30 céntimos, el kilo de pollo entero se compra por 3 o 4 euros y eso mismo cuesta un kilo de sardinas o mejillones: comida variada, rica en proteínas.

Atendemos a lo que conviene a la satisfacción de estos amortizados, con gran esmero. Con poco más de 50 años, decimos a nuestros mayores, con los mejores modales, que ya no los necesitamos activos en nuestra sociedad. Ya han cumplido. Queremos que descansen, que vean la televisión (magníficos programas divulgativos, para que no les cunda el tiempo que les queda), que paseen y se relacionen con otros ancianos en esos magníficos Centros comunitarios que llamamos De Día, y que hemos creado específicamente para ellos, para que se cuezan en sus salsas; allí podrán leer todos los periódicos que deseen y muchas revistas con noticias sociales imprescindibles, y, si les apetece, los fines de semana, hasta podrán escuchar en ellos la música que les gusta, la que encandilaba a sus padres, ¡y bailarla!.

Puede que no tengamos tiempo para visitarlos en la vieja casa familiar, con frío y goteras, por la que pagan una renta irrisoria (¿qué querrían, que los mandemos a una clínica geriátrica, con el precio que tienen?), pero les hemos conectado a un servicio de ayuda inmediata, que en caso necesario los llevaría con urgencia al hospital comarcal. Funciona incluso aunque no tengan teléfono, que, en general, hemos dado de baja, pues a los ancianos no les gusta hacer llamadas y no reciben ninguna.

Es cierto, en fin, que los viejos nos cuestan mucho dinero, y que tendríamos más capacidad de gasto para otras cosas si no fueran tan longevos y, siendo longevos, como mal menor, mantuvieran facultades de autonomía suficientes para asearse, vestirse y no darnos la lata.

Pero así son las cosas. Porque somos sensibles ante la desgracia ajena y sabemos responder a las muchas dependencias a que nos obliga nuestro sentido del deber. También son una carga los parados, desde luego, al menos cuando tenemos que cubrirles su período de prestaciones sociales. Ah, sí y dedicamos mucho dinero para que los hijos de los pobres puedan estudiar algo; con buenos profesores, muy motivados éstos por sus sueldos adecuados y horarios cómodos.

También, por obligación constitucional, atendemos a todos por igual en hospitales con magníficos equipos, -físicos y humanos, y hasta divinos-, que apenas tienen nada que envidiar a los que están disponibles en centros privados, a los que, por inveterada costumbre, suelen seguir yendo los ricos, sin advertir que, en no pocos casos, el personal sanitario es el mismo (y, aunque esto debería comprobarse, las malas lenguas dicen que incluso el horario coincide).

Pero hay que tener paciencia y saber encontrar el  lado bueno. Ancianos, pobres, enfermos, parados, son una rémora necesaria, un contraste, para que luzcamos mejor los jóvenes, sanos, activos, guapos.

Es un alivio no encontrarse en ninguno de esos grupos de miseria.

Publicado en: Sociedad, Uncategorized Etiquetado como: ancianos, centro de día, ética, eutanasia activa, geriatría, justicia, responsabilidad, sanidad, solidaridad

Pasiones públicas, negocios privados

12 enero, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

El debate sobre la gestión pública o privada de los servicios asistenciales apasiona. Cada vez que una Administración anuncia la intención de “privatizar un servicio público” se organizan manifestaciones sindicales y políticas de protesta, huelgas de los funcionarios y laborales afectados, y expertos interesados ofrecen sus obviedades para pasto intelectual de la concurrencia.

Hace tiempo que, por propia experiencia, me posiciono en la metafísica del debate. La buena gestión de una empresa o de cualquier actividad humana (es decir, también de un servicio público) no depende de que la propiedad sea pública o privada, sino, para una inversión dada, de cómo se ejerza en control.

La madre del cordero de los servicios públicos está, salvo quizá en el caso de la recogida de residuos urbanos, en las muy altas inversiones en infraestructura que son imprescindibles. La amortización de esos desembolsos iniciales hace que los emprendedores particulares renuncien a asumir tal riesgo, salvo que se le ofrezcan especiales garantías de recuperación de la inversión y, obviamente, de rentabilidad.

Realizar un estricto control de la gestión -ingresos, gastos, priorización de las inversiones, estímulos al personal, publicidad del producto, etc.) es especialmente importante en un servicio público. Porque la presión desestabilizadora viene de muchas vías: recomendaciones para aumentar la plantilla muy por encima de la funcional, parásitos laborales, inversiones de exhibición, compras derivadas de amiguismo, malos usos de los equipos, dejación en el cobro de los servicios, mala imagen general. idea de que lo público ha de ser gratuito, etc.).

La privatización de la gestión es distinta de la de enajenar el control. Ahí es donde debe concentrarse el énfasis de los responsables políticos. Y es ahí donde se les notan sus carencias. No saben controlar; y en lo que controlan, la experiencia amarga de lo que se ha descubierto en demasiados casos -una minoría, por supuesto, pero clamorosa-, es que priorizan su enriquecimiento personal o el de sus amigos.

Lo que es clave en la gestión de un servicio público es quién tiene la propiedad de las infraestructuras y de los equipos básicos. Si la tiene el empresario privado, si se le ha enajenado lo existente (y hay que ver a qué precio, porque su valor puede ser incalculable, debido a la imposibilidad de sustitución inmediata), malo. Si la mantiene la administración pública, a mí, la verdad, no me importa quien lleve la gestión, con tal de que lo haga bien.

Y para saber que lo hace bien, tengo que tener muy claro qué deseo que haga, y controlar que lo cumple con toda atención y rigor.

Publicado en: Sociedad Etiquetado como: agua, basuras, gestión, limpieza, Madrid, privada, propiedad, pública, públicos, recogida, sanidad, servicios

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