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Mi Diccionario desvergonzado: cesta, culo, pintura, cáncer, terrorista, papelera, perro, patera, saliva, sobrio, sobrino,

2 septiembre, 2014 By amarias Dejar un comentario

Cesta. 1. Cada uno de los dos conjuntos formados por una tabla colocada a gran altura sobre el suelo, un aro metálico y una red troncocónica abierta, utilizados en un curioso juego de pelota en el que, en su versión oficial, participan dos equipos formados por gigantes, y en el que el vencedor se decide en el último minuto; en la versión reducida, se utilizan solo una tabla y su aro, y los jugadores deben tratar de introducir la pelota en este último, atacando o defendiendo según quien tenga el control de la bola. 2. Ingenioso producto artesanal, hecho de mimbre o esparto, que fabricaban gitanos trashumantes con cañizos de ribera, utilizado por las aldeanas para transportar legumbres al mercado comarcal y que en la actualidad sirve para decorar las paredes de la segunda vivienda. 3. Recipiente imaginario que se lleva a cuestas, también llamado coleto, en el que se va acumulando lo que se tercia. Véase, segunda vivienda.

Culo. 1. Parte exclusiva del cuerpo de la mujer, dividida de forma natural en dos porciones redondas con eje de simetría, cuya observación, tanto si está vestido como desnudo, permite a muchos varones hacerse una idea de la razón por la que merece la pena vivir, lo que no impide ser causa de desazones al consolidarse como inalcanzable. 2. Parte del cuerpo del hombre que yacía ignorado bajo los pantalones y que ha alcanzado cierto prestigio gracias al cambio de costumbres, siendo cuestión de gustos, no en todos los ambientes tolerados,  referirse a él con admiración.

Pintura. 1. Manifestación de creatividad  muy del gusto de las hembras casaderas y casadas, que consiste en embadurnarse la cara y, sobre todo, los labios, con los más variados potingues destinados a detener el deterioro del rostro y resaltar ojos y labios, y cuyo único efecto comprobado es  la eventual excitación de la líbido de su pareja ocasional, lo que conduce a repartir entre ambos el producto. 2. Lienzo o tabla en los que se ha depositado algún material colorante, frecuente en los museos, y que normalmente es una copia de un original que se ha perdido o se mantiene en una caja fuerte; en las viviendas particulares, se acostumbra a nombrar así a una lámina decorativa, que convenientemente enmarcada, da un toque hortera a las paredes. 3. Especialidad profesional que, sola o combinada con otras, consiste en mejorar el estado de las paredes de la casa, dejando en situación deplorable el resto de la misma.

Cáncer. 1. Signo del Zodíaco bajo cuya influencia nacieron los concebidos al iniciar los fríos del otoño en el hemisferio norte, y que, en sus tiempos, se creía que los portadores eran imaginativos y creativos, hasta que se puso en evidencia que los demás tampoco lo eran. 2.  Enfermedad causada por la intrínseca debilidad individual de los seres vivos, y que, cuando se detecta a tiempo, se ha descubierto que es el principal causante de la muerte de los seres humanos.

Terrorista. 1. Enajenado mental que sufre el espejismo de creer que su convicción le da algún derecho para matar a otros, cuando solo le capacita para inmolarse en solitario. 2. De manera figurada, dícese de quien irrumpe en una conversación pacífica y la convierte en discusión acalorada; la política, la religión y   la crítica a la familia de la pareja, son las armas que utilizan.

Papelera. 1. Parte del mobiliario urbano, situada en cualquier sitio donde se tenga la casi completa seguridad de que no será utilizada, y que, en caso de que su ubicación no haya sido elegida con ese criterio, servirá para arrojar en ella todo tipo de basura, excepto papeles, sirviendo también su posición como indicador de que en el suelo de sus alrededores se podrán arrojar cualquier tipo de desechos, excepto muebles desvencijados, ruedas de coche y televisores inservibles, cuyo sitio designado son los solares abandonados. 2. En los despachos profesionales, recipiente metálico que se ubica bajo la mesa, en donde las limpiadoras descubren los secretos de alcoba del titular.

Perro. Animal con inteligencia superior a la humana que, en el transcurso de la evolución de las especies, tomó la decisión de vivir toda su vida como pensionista, adaptando su tamaño y aspecto al humano del que se convertirá en parásito afectivo; de entre los animales conocidos, solo el gato y la araña le superan en inteligencia.

Saliva. Secreción con cierto poder bactericida que, sobre todo, se utiliza como vehículo para intercambiar enfermedades con la pareja, los animales domésticos y los niños del vecino.

Sobrio. 1. Expresión usada por el borracho para caracterizarse a sí mismo, ante el policía que le insta a soplar en el alcoholímetro, antes de argumentar que la bebida no le causa efecto alguno. 2. Todo aquel que, por educación, solo muestra el alcance de su verdadero apetito a solas.

Sobrina. 1. Antes, barragana o mujer que atendía la casa y necesidades personales de un principal, incluso eclesiástico. 2. Forma de denominar al ligue ocasional cuando nos encontramos con un vecino en la escalera.

Sobrino. En solteros y casados sin hijos, familiar, hijo de hermanos o primos, con el que se tiene relación especial cuando envía la tarjeta de invitación a su boda, y, ya póstumamente, en la sucesión hereditaria del tío que la causó.

Toalla. 1. Cada uno de los trapos que se encuentran en hoteles y pensiones en un colgador del cuarto de baño y cuya calidad es indicativa de la del establecimiento. 2. En el ámbito familiar, dependiendo de su tamaño, elemento de paño de colorines que se utiliza para cubrir las desnudeces, llamando así la atención, cuando se cambia la ropa interior por el traje de baño –y viceversa- en la playa, o bien, cualquiera de las múltiples piezas de tela bastante absorbente, variando de tamaño normal al de quasi-microscópico, que se compran en cada viaje a Portugal y que ocupan demasiado lugar en los armarios. 3. En sentido figurado, lo que se tira cuando ya no hay razón para seguir haciendo el ridículo.

Tierra. Planeta minúsculo que se consideraba el centro del mundo hasta que se descubrió que este se encuentra muy desplazado de donde nos encontramos.

Patera. 1. Vehículo con precaria aptitud para la navegación e incluso la flotabilidad, de formas y tipos de tracción muy variados, utilizado en trayectos cortos y siempre con sobrecarga para facilitar la localización y rescate de náufragos y ahogados; es el método de transporte marítimo preferido por los jóvenes indígenas de los pueblos paupérrimos del centro de África, emigrantes vocacionales.

(continuará)

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Cuento de invierno: Un día cualquiera

26 febrero, 2014 By amarias 1 comentario

La mañana se presentó algo neblinosa, aunque estaba seguro de que no haría frío. Paco -pero también podía llamarse Angel, Miguel o Josefina, porque el nombre no importa- se sintió fuerte, internamente reconfortado por las explicaciones que había recibido el día anterior, en un primer momento no recordaba exactamente sobre qué o de quién.

Se preparó un zumo de naranja, y exprimió también unas cuantas frutas más de aquel jugo salutífero, porque dejó un vaso para su pareja, que aún dormía. Descorrió las cortinas de la cocina, deslizando la vista, como cada día, hacia aquel paisaje que conocía tan bien, tanto, que identificaba cada pequeña variación, incluso sin darse cuenta, y la procesaba y asimilaba en su subconsciente.

Se cubrió el tórax -no precisamente atlético, pero sí delgado, sin grasa superflua- con la camiseta del chándal y se puso un pantalón deportivo. Salió al exterior, e inmediatamente, un perro -un animal sin raza específica, cariñoso y fiel, como casi todos los perros- se acercó para lamerle las zapatillas, ansioso por comenzar el paseo de cada día.

Paco -pero quizá no se llamara Paco, sino Jorge, María Antonia o Marichu- empezó a correr a buen ritmo, repasando mentalmente todo lo que tenía proyectado hacer a lo largo de la mañana. Por la tarde, acudiría a una reunión de vecinos, a la que estaba convocado.

No tenía mucha fe en las protestas populares, pero creía en la sociedad civil y en la fuerza de la unidad, contra todos aquellos que solo pensaban en su propio interés, aunque en público manifestaran lo contrario.

Mientras corría sobre la tierra aún húmeda, recordó la razón por la que se encontraba tranquilo y sereno, como quizá nunca lo había estado.

Decidió, sobre la marcha, modificar ligeramente el rumbo de todos los días, porque le llamó la atención, a lo lejos, un destello. Podía ser el reflejo producido por la incidencia del sol mañanero sobre una ventana entreabierta. Podía ser, solo que en aquella zona -claro que la conocía muy bien, formaba parte de su paisaje, es decir, de algo que le pertenecía- estaba seguro de que no vivía nadie.

En un momento dado, se dio cuenta de que no había dado el beso habitual a su pareja, sin importarle que estuviera durmiendo. Se sintió ligeramente molesto consigo mismo, ya que, aunque no era obsesivo con mantener los hábitos, aquel rito de amor también le servía para reconfortarse con la naturaleza, con todo lo que llevaba consigo.

Paco -que también podría llamarse Carmen, David, Violeta o Rafael- notó de pronto que algo le atenazaba, como una mano fortísima que le apretara el corazón, con una violencia inusitada.

Se detuvo, incapaz de seguir adelante. Tal vez observó que el perro le miraba, inquieto, si bien nadie hubiera podido asegurarlo más tarde.

Cayó, muerto, sin que tuviera tiempo para percatarse que aquel día, un día cualquiera, para él había tenido un significado especial. También para los suyos, para los que le habían querido.

Le habrían dicho tantas cosas. Hubiera cantado, reído, llorado con ellos.

FIN

(P.S. Hoy, 26 de febrero de 2014, falleció Paco el de Lucía, artista, mientras hacía footing en una playa mexicana. Nos brindó muchos momentos inolvidables y la grabación de sus magníficas interpretaciones musicales a la guitarra permanecerá con nosotros, y servirá para deleite de quienes vengan después, incluso aunque aún no sepan que ha existido y ellos mismos ni siquiera existan hoy. Porque esa es la fortaleza y el misterio de los que han conseguido que su existencia les trascienda. A todos los que nos afanamos por avanzar en un día cualquiera.)

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Cuento de verano: Ricardo Corazón de Melón

6 septiembre, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Seguro que al leer el título de esta historia, se os ha venido a muchos a la cabeza el nombre de Ricardo Corazón de León, imaginando que voy a referirme a este héroe casi legendario que protagonizó una de aquellas magníficas expediciones, llamadas Cruzadas, que pretendieron conseguir de una forma directa y definitiva la Alianza entre las civilizaciones cristiana y musulmana.

Pues no. El protagonista de este relato didáctico es otro Ricardo, al que, desde niño, apodaron Corazón de Melón sus compañeros de Escuela, por su carácter con tendencia al enternecimiento, esto es, a dejarse conmover por las desgracias y malestares ajenos.

Por supuesto, como siempre que se produce un desvío de la naturaleza humana, sus padres fueron los primeros que le advirtieron, tan pronto como descubrieron esa debilidad.

-Ricardito, deja de preocuparte por los demás. Atiende a lo tuyo, que ya es bastante.

Pero el infante Ricardo no hacía caso. No porque fuera desobediente, sino porque algo más fuerte que él le impulsaba a una sensibilidad exacerbada. Por ejemplo, si veía que otro escolar, a la hora del recreo, no estaba disfrutando del correspondiente bocata, se acercaba para preguntarle si no tenía hambre.

-¿No te ha preparado tu mamá ni siquiera un donut como tentempié?

Si el otro niño le contestaba que no tenía apetito o que ya había engullido el contenido de su fiambrera, Ricardito respiraba tranquilo. Si, por el contrario, expresaba que se había olvidado el sándwich sobre la cimera de la cocina o, peor aún, que sus papás estaban en paro y no tenían dinero para comprarle suplementos dietéticos, Corazón de Melón, le ofrecía sin dudar la mitad de su bocadillo y, si le parecía un caso extremo, todo él entero.

Cuando Ricardo Corazón de Melón era un adolescente, una gran crisis se apoderó del país. Como estamos hablando de una época relativamente moderna, y en un país relativamente desarrollado, la crisis no se detectó porque se hubieran agotado las reservas de trigo, o las aguas se hubieran teñido de rojo o, ni siquiera, una plaga de langostas hambrientas hubiera destruido la cosecha de remolacha azucarera. Los altos Consejos del Estado diagnosticaron que la crisis era producto de la coyuntura, lo que tranquilizó a todos los que tenían medios adecuados para aguantar el chaparrón.

Ricardito Corazón de Melón no tardó en advertir que algo malo estaba pasando en el mundo, sin necesidad de leer los periódicos ni salir al extranjero. Con solo realizar el trayecto de su casa al Instituto, y viceversa, al que estaba obligado un par de veces al día (salvo sábados y festivos), se percató que la densidad de pedigüeños en la Calle Real, que debía atravesar forzosamente, aumentaba terriblemente.

-He contado un pobre cada veinte pasos -comentó con un compañero, con el que tenía confianza-. Hace una semana había un pobre cada veinticinco. Y hace apenas un año, en la Calle Real solo había tres pordioseros, uno a la puerta de la iglesia, y los otros dos, ante El Corte Inglés.

-¿Y qué nos va a ti y a mí? -respondió el otro, a tan acertada observación experimental, utilizando una frase extraída, sin que fuera consciente, de los materiales bíblicos.

A Corazón de Melón, sí le fue. Consciente de que, por mucho que subdividiera en alícuotas partes relevantes la cantidad que, para atender a sus teóricas necesidades de compra de chuches, sus papás le daban semanalmente, no conseguiría detener aquél flujo creciente de necesitados, pensó en alternativas. Por cierto, también advirtió, con conmovedora perspicacia, que, en su mayor parte, ya no provenían fundamentalmente de otras nacionalidades, y que, los que pedían, no parecían ser drogadictos, ni vagos, ni pertenecer a la obsoleta categoría de maleantes, sino que eran del mismo pelaje y color que el suyo y, en sus cartelones, escritos con mayúsculas -pero que nadie leía- se presentaban como padres o madres de familia, parados sin remedio, desahuciados, o gentes así. Tenían unas caras terribles.

Pidió a sus padres el adelanto de todo un año de paga y, con ese dinero, compró sobres y sellos. Escribió cartas al representante del distrito, al alcalde de la ciudad, al ministro de Complacencias Interiores, al Monarca de aquí y a los de allá y al Jefe Mundial de Todos los Países civilizados.

Era un método tradicional, pero quería estar seguro de que esas personas le leerían. Por supuesto, también publicó el contenido de la carta, en su blog, en el perfil de Facebook, en Tuenti, y en otros sitios y foros de internet. Sabía que en esos sitios, los amigos -él tenía 1.500 amigos virtuales- se limitarían a poner “Me gusta” o “Chanchi Piruli” (por ejemplo), sin tomar ninguna medida más. Qué se le iba a hacer. Pero, ¿qué harían los personajes importantes, los que tienen las sartenes cogidas por el mango?

El contenido de la carta, en lo sustancial, era el siguiente (después de los educados encabezamientos y la fecha):

“Me parece que no se han dado cuenta Vds. de que el número de pobres que piden limosna en nuestras calles, en el suburbano o en los locales comerciales, ha aumentado exponencialmente.

“Puede que crean que solo con la caridad de los transeúntes se podrá solucionar el problema. No lo veo así. He estado observando durante varias semanas, en distintos puntos de la ciudad, incluído el suburbano, lo que la gente entrega a estos necesitados, y estoy convencido de que solo les daría para subsistir malamente, y que, dado que la mayoría están enfermos y no tienen, según les he preguntado, ninguna ayuda médica, corren riesgo de que sus males empeoren rápidamente, contagien a otros, sean o no de los que piden limosna, y puede que mueran en la calle sin atención alguna, como si fueran animales, lo que sería especialmente lamentable, ¿no?.

“Observo que la mayor parte de los transeúntes pasan de largo junto a estas personas, sentadas, echadas o de rodillas en las calles, ignorándolas. Incluso he podido constatar que no les contestan una sola palabra cuando se acercan, salvando la vigilancia, a la mesa del restaurante en donde los que pueden, están comiendo, o cuando explican su situación en los vagones de metro o a la salida de los comercios e iglesias.

“Me he permitido contar también el número de perros en la Calle Real, siempre conducidos por sus dueños con preciosas correas y cadenitas, y, en un alto porcentaje, fabricantes de bolitas de excrementos que sus amos recogen con unas bolsitas, delicadamente, aunque también pueden ignorarlas si creen que nadie les observa. La cantidad ha aumentado también, y está superando – levemente, de momento-, al de pordioseros.

“Las escenas de afectividad que despiertan estos animales, llamados de compañía, me resultan vergonzantes. Una vecina a la que se le murió su perrito de aguas hace unos días, en el que había gastado miles de euros para curarle de un cáncer de piel, me reconoció que había llorado su pérdida durante días, porque era su mejor amigo, después de la separación de su esposo.

“Creo que la crisis que tenemos no es coyuntural, sino estructural. No tenemos ninguna solidaridad con los demás seres humanos, sean de nuestra nacionalidad como de otras. Les propongo que tomen medidas urgentemente. Aquí les ofrezco algunas:

“Propongo que todo aquel que sea propietario de un perro o animal doméstico, se haga cargo también de uno de estos necesitados, obligándose a darle comida, pago de la asistencia sanitaria y cobijo durante un año.

“Propongo que…”

Era una carta muy larga. Y aunque Corazón de Melón la había enviado a tantos sitios, hasta el momento, nadie le contestó. El número de pedigüeños de la ciudad siguió aumentando, los consejeros reales permanecían en sus trece de que la crisis era pasajera, y, si se atendía a lo que decían las noticias del extranjero, se estaba preparando una guerra preventiva, que nadie estaba seguro de lo que significaría, pero no sonaba nada, pero que nada bien.

-No te desesperes -le aconsejaba el amigo íntimo de Corazón de Melón-. Tú ya has hecho bastante. La solución de lo que pasa en todo el mundo no está en tu mano.

Por cierto, una compañía de alimento para pets, utilizó su idea, y lanzó una campaña con el lema: “Adopta a un pobre”. Alcanzaba ya 40.000 simpatizantes, aunque, como expresé, el número de pobres no cesaba de aumentar. Como el de perritos de compañía.

Corazón de Melón estaba, cada día, que pasaba, más desorientado.

FIN

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