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El efecto sangre

1 marzo, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Pocas series televisivas y ya contadas películas pueden sustraerse al efecto sangre (“the blood effect”). Incluso se le han incorporado otros efectos, combinándolo con cortes de cabezas y extremidades producidos por tajos espeluznantes, o se le adorna con caídas estrepitosas interpretadas por espectaculares acróbatas circenses.

La excusa para sacar la sangre a pasear ha sido variada, y de creciente complejidad: un intercambio de disparos entr bandas rivales, una batalla campal con espadas, cañones o a porrazos, una operación quirúgica con extracción de varios órganos vitales, o un accidente en un medio de transporte con centenares de víctimas a cual más destrozada.

Ya que la oferta visual al espectáculo se refuerza con el uso del color, la variedad de efectos sanguíneos cubre desde el rojo kechup hasta complejos tonos que pululan desde los terrenos del carmín al del magenta.

Pero como a todo se acostumbra quien no sufre la desgracia en sus propias carnes, el efecto sangre ha perdido fuelle, para cederle hoy claramente el sitio al efecto cadáver (“corpse effect” o “zombie effect”), tendencia que ha sido inmediatamente incorporada en los festejos de Carnaval, donde las máscaras con un hacha incrustada en el cráneo rivalizan con la presencia de travestidos orondos con medias de malla.

En la vida real, el efecto sangre tiene, como se sabe, un poder de atracción instantánea, aunque arrastra el problema de que decae rápidamente. Ha sido siempre así. De tarde en tarde, la tribu necesita su catarsis, y es preciso seleccionar algún culpable, para entregárselo. Presentado a la exposición pública marcado con un par de latigazos y con las vestiduras desgarradas o, abandonado donde sea fácil de encontrar, para que sea descubierto por la masa el objetivo, lo que sigue está más visto que el TBO de mis tiempos de niño.

La multitud se lanza como posesa sobre el malo, intentando despedazarlo, en una escena de linchamiento que no parecería posible controlar ni desviar.

Pero no hay que alarmarse. Es muy posible que todo sea, en realidad, falso. En primer lugar, lo que no sabrá jamás la masa, mientras cree satisfacer sus ansias de justicia, de sangre, de expiación y catarsis, es que los objetivos no los elige ella. Le son presentados, con criterios de oportunidad, o de venganza, por sus cuidadores. …son los cuidadores de la masa, los que tienen por oficio y, por tanto, se lo toman muy a pecho, mantener los niveles de dieta de sangre adecuados, ofreciendo las adecuadas víctimas para el sacrificio tribal en sus altares, después de haberlas colocado con el caperuzo y las cadenas.

Y en segundo lugar, tengo la sospecha, de que, como en las películas, el efecto sangre es solo un truco del decorador y el estilista, que se incorporan al libreto para darle credibilidad y, por su acción, las manchas de sangre que lucen los sometidos al sacrificio de caer bajo los pisotones e iras populares, son ficticias. Se pretende, con ello, derivar la atención de otros objetivos más altos, calmar los ánimos populacheros y, sobre todo, hacer innecesario que las huestes obliguen a pasar a la fase mucho más delicada de “efecto cadáver”, y, además, que se realice sobre el que está más arriba, pasando por encima del que se propone para que reciba los golpes de la turba.

Fundamento esa sospecha, en que, pasado cierto tiempo, los cogidos en trampa hoy desaparecen pronto de la escena, y son suplantados por otros nuevos  tipos, que distraen los ánimos, cubiertos con grandes ademanes, con montones más espesos de ketchup y pintura y moratones, adobados con gritos por los que se nos quiere ilustrar del tremendo castigo que se les está infligiendo.

Por eso reaparecen algunos con el tiempo, limpios ya de sangre, tan campantes, para darnos consejos sobre lo que tendríamos que hacer con los culpables; mientras los que están por encima de todo preparan, satisfechos, más guiones con efectos sangre, efectos zombi y otros efectos especiales, haciéndonos creer, con tales dosis de verosimilitud que lo que estamos viviendo es realidad, cuando no deja de ser pura fantasía.

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Jugando con globos: la próxima burbuja

10 febrero, 2013 By amarias2013 4 comentarios

Ahora que sabemos, como beneficio colateral de la extraña filtración de los papeles falsos de un extesorero del PP, que el presidente del Gobierno español ingresa anualmente apenas algo más del 1% de lo que gana, en el mismo país, un jugador de élite como Ronaldo, el terreno parece propicio para preguntarse cuándo estallará la burbuja futbolera.

Y como ha sucedido con la explosión de burbujas precedentes, más que el espectáculo en sí del estallido, nuestro foco de atención debiera dirigirse a dilucidar a quiénes afectará.

Hace ya tiempo que la Liga de fútbol está concentrada en resolver, temporada tras temporada, quien será el vencedor de la forzada rivalidad entre el Barça y el Real Madrid, que son los dos clubes (1) que concentran más del 50% de los ingresos totales producidos en España por este espectáculo “de masas”, alimentado,  como se sabe, como punta de lanza de la pugna falsa entre nacionalismo y centralismo, entre periferia culta y centro arrogante. (2)

Con una deuda de más de 500 Mill € para unos ingresos anuales que superan por los pelos los 100 Mill €, el Atlético de Madrid no juega, por supuesto, en la misma Liga. Está en otra galaxia, la del quiero y no puedo, Falcao incluso, con su pie cambiado. Tampoco el Valencia, ni el Zaragoza,  ni la inmensa mayoría de los clubes españoles (ay, el Oviedín del alma, perdido entre poblaciones de tercera), que, en su conjunto, deben -solo a la Hacienda Pública- más de 700 Mill €. Y que no podrán pagar, jamás de los jamases.

¿Tiene sentido? ¿Es coherente que, para alimentar el deseo de espectáculo que brindan unos pocos atletas,  conseguidos a golpe de talonario para que simulen cariño por dos equipos regidos por representantes de las patronales empresariales,  y que, sin contar con medios económicos, tratan de imitar algunos otros, -en caricatura suicida alentada por politicastros que quieren foto confundiendo popularidad con eficacia-, se mantenga la ficción de una Liga cuyo interés encaja más en la valoración de las neurosis colectivas que en el concepto de sana diversión?

No habrá tiempo para responder a muchas preguntas, porque la burbuja estallará cualquier día -mañana-, y nos quedaremos entonces, como, en realidad, ya estamos: con unos cuantos estadios vacíos, arquitecturas sin otro uso alternativo, en cuyo solar apetitoso el enésimo especulador acabará levantando un rascacielos con la excusa de albergar también un Parque infantil y un aliviadero para perros.

Habrá unos cuantos miles de jugadores que engrosarán el paro, sin tiempo para aprender otro oficio ni haber alcanzado el añorado beneficio. Los mejores atletas, recuperados para las Ligas inglesa o alemana, o devueltos a sus países de origen para alimentar otras burbujas.  Y para nosotros, hayamos sido o no espectadores del circo, el recuerdo de una deuda incobrable de más de 1.000 Mill. de euros, que pasará a engrosar el déficit público.

Sic transit gloriae fútbol.

——

(1) la Ley 10/1990, del Deporte, pretendía conseguir mayor transparencia en el sector de las asociaciones deportivas, facilitando su transformación a “sociedades anónimas deportivas”. El Club Barcelona y el Real Madrid, en concreto, no se acogieron a tal posibilidad. En su conjunto, la aplicación práctica de la Ley se puede calificar como un fracaso completo.

(2) Utilizo las cifras del Informe de la consultora Deloitte Football Money League, que recoge los ingresos de los 20 principales clubs de fútbol europeos, y que encabezan, como otros años, el Real Madrid (512 millones de €) y el F.C. Barcelona (483 millones de €). El total de ingresos por el fútbol, para los equipos españoles se estima en 1.800 Mill. €

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Caminos de perfección

7 febrero, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

 

La idea de la perfección ha caído en desuso, sepultada por la de la inmediatez, no exenta de su dosis de chabacanería. Perfeccionar supone un trabajo de afino, una tarea con sucesivas aproximaciones a lo que se desea obtener como resultado final, meta que, además, no siempre se alcanza, pero que sirve de orientación para avanzar.

Como nos encontramos en la Cuaresma, que es -para los cristianos- período de preparación para asumir el misterio del sacrificio de Dios hecho colega para darnos ejemplo de vida, me pareció una aceptable ocasión para dedicar unas líneas al objetivo de avanzar en la perfección, personal como colectiva. Supuesto, naturalmente, que sea una preocupación existente o que su análisis tenga interés potencial para el lector, que, en otro caso, seguro que hará un par de minutos que habrá pasado página, sin darme tiempo ni para despedirme.

Teresa de Jesús escribió un Camino de perfección para sus monjas carmelitas, al que consiguió dotar de carácter universal, con consejos muy prácticos para avanzar por los andurriales de la fe y, si se me permite lo que pudiera ser considerado frivolidad, también para andar por casa, entre pucheros místicos;  aunque algún perverso ha querido convertir ciertos pasajes en subliminales carnales devociones.

Poco que ver el teresiano y los otros senderos que se recorren desde la fe, con el Camino de perfección por el que Pío Baroja, a principios del siglo XX, hizo discurrir a su personaje Fernando Ossorio, cuyo mapa de carreteras particular le señalaba, con carácter exclusivo, las hosterías de la sensualidad y otros deleites de la naturaleza.

Acabo de enterarme que la muy activa Casa árabe de Madrid ofrece una introducción a la religión suní, que se cerrará con una actuación (pido perdón, por emplear esta palabra, a los seguidores de esta peculiar interpretación de los consejos de Mohammed para alcanzar la perfección) de algunos derviches giróvagos.

La primera vez que vi -por televisión- los giros de estos fieles, los asimilé a un espectáculo de variedades. Parecían vistosos remoquetes, artilugios seductores de varones engalanados para un baile menos público. Cuando, años después, con conocimientos someros, pero ya aclaratorios, de lo que significa el esfuerzo físico de “los que esperan a la puerta“, que consistía en encontrar, a base de esa danza-mediación, que llaman sema, la verdad interior, encontré analogías entre esas técnicas corporales que perseguían objetivos psíquicos, con  los procedimientos que, según filósofos tanto estoicos como epicúreos (unos por la apatía y otros por la ataraxia), desembocarían en la paz profunda. Un método que podía incluso relacionarse con el “noble camino óctuple” de los devotos budistas.

Mi ecléctico escepticismo no me ha permitido, hasta ahora, hallar una fórmula mágica que me asegure un camino de perfección interior. No me convencen, tampoco -incluso, aún menos-, las propuestas de perfección simultánea que encuentran aceptación gregaria, en mafias, sectas, partidos, y agrupaciones de toda índole que obligan a aceptar líderes y doctrinas sin posibilidad de discusión a sus fieles.

No estoy solo, sin embargo, si bien, no formamos grupo. Soy uno más de esos solitarios contemporáneos, que, empeñados en desbrozar el lío de zarzas, contradicciones, patrañas, obstáculos impuestos, no alcanzamos a ver, siquiera, dónde está, si lo hay, ese camino convincente que, aunque no lleve a la perfección, nos mejore a todos sin tapujos.

Cada grupo sigue con su cuento, en torno a giróvagos, iluminados, perversos, bien intencionados, tramposos, extasiados, aprovechados o drogados,  y forman en conjunto un espectáculo que puede resultar entretenido para quien lo observe desde fuera -¿hay alguien?-, pero me resulta aterrador cuando advierto que todos los que ocupamos el escenario acabamos, uno tras otro, los agrupados al igual que los independientes, desapareciendo sin dejar huellas duraderas, convertidos en tenues estelas con trazos imperfectos.

Por más que los vocingleros se empeñen en convencernos de que no será así, caminos marcados por intereses de facción, inútiles al resto. Aunque lo llamemos, en momentos de vanagloria, progreso. Porque, mientras no sea de todos los de fuera, los caminos hacia el hipotético mejor conocimiento del yo, nos aislan tanto más cuanto avanzamos.

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Una entrevista histérica con el objetivo de distraer

6 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

el rey juan carlos y hermida

Jesús Hermida, periodista histriónico perfectamente capaz de desplazar el interés de la noticia desde un campo de batalla al tupé de su cabeza, fue el elegido por los mismos muñidores de Ferraz que encumbraron a Julio Somoano a la presidencia de RTVE, para conseguir el beneplácito de la Casa Real sobre quién debía entrevistar a S.M. El Rey Juan Carlos la víspera de cumplir 75 años.

La entrevista, difundida el 4 de enero de 2013, fue presentada como histórica, y todos los voncingleros del Capitolio hispano habían preparado el ambiente afirmando que el Monarca no había impuesto límites a las preguntas, salvo que se refirieran al caso Urdangarin y a la causa catalana.

Sentados frente a frente, en lo que parecían incómodos sillones de cortesía (querencias), Hermida y Su Majestad recorrieron, en más o menos la media hora de emisión en la que se ordenaron preguntas y respuestas en una notable labor de edición del material, los lugares comunes que forman patrimonio de las preocupaciones confesas de los reyes modernos.

Y debo decir que El Rey lo hizo muy bien. Con la cara hinchada por los corticoides, pero el tono amable de quien habla campechanamente con un adulador que está recopilando material de primera mano para una hagiografía póstuma, se explayó en las respuestas, no perdió el hilo de ninguna frase, y, en suma, concentró perfectamente el sentido del decurso en lo que son los valores estimados por quien se halla ubicado (o lo hayan ubicado) por encima de los demás mortales: confianza en el futuro colectivo, satisfacción general por el pasado común, selección reductora de los elementos de presente que preocupan a los más pobres de la colectividad y, en fin, disrtibución de fe, esperanza y caridad a espuertas llenas.

No se habló, aparcados en el limbo de la cortesía palaciega, de los ex-yernos del Rey (el formalizado junto al imputado), pero tampoco de la Reina o de las Infantas, salvo referencias genéricas a la familia y a los nietos. Supongo que, en este caso, por falta de tiempo. Un reloj situado en la pared, -pero que en la mayor parte de las tomas, adquiría la posición estrafalaria de corona real-, señalaba que la entrevista duró, al menos, unos tres cuartos de hora (entre la 1 de la mañana de un día cualquiera y las dos menos cuarto de otro), ofreciendo, de propina visual, apasionantes vaivenes de sus agujas.

Sí habló El Rey (“agradezco que me des esta oportunidad”, dijo el monarca al entregado súbdito) de su padre, D. Juan, y lo hizo de manera emotiva y leal, reconociendo en él al consejero. Ansón, más tarde, diluído entre quienes expresaron con frases antológicas, como pertenecientes a la quinta del Rey, su deseo de figurar entre los facedores de la Historia hispana del último cuarto del siglo XX -e ignorando su contribución al resto- afírmaría sin repelos en la lengua que “el fecho non complido” de que D. Juan no hubiera sido Rey (“al menos, por un tiempo”) contaba entre los fracasos de su generación.

Por supuesto, también habló S.M. del hijo muy amado en el que tiene postpuestas sus complacencias, D. Felipe, modelo de virtudes y “el mejor preparado de “todos los príncipes de Asturias” que en este mundo han sido, que, si bien puede no parecer gran cosa para la mayoría republicana juancarlista, sonó a sincero elogio a nuestro trasunto en la demora sucesoria del Prince Charles, solo que el nuestro mucho más simpático, más guapo y a años luz de más empático.

En fin, fue una entrevista distraída, en el sentido de dispersa. Los aspavientos de Hermida contrastaban con la calma regia. Las enrevesadas preguntas del vasallo se dilucidaban con palabras sencillas repletas de comprensión, amor y caridad, por el sereno prócer.

La cámara permitía,  alternativamente, ver el rostro de “Vuestra Majestad” -fórmula magistral para referirse al Monarca que el periodista laureado recogió, sin duda, de los textos clásicos del medioevo-, o el reloj-corona sobre la calva real, o la cerviz y espaldares inclinados, separándose de un asiento que le iba demasiado grande, del coetáneo del tupé.

Si me hubieran pedido consejo a mí (ya presumo de que no será así jamás), habría autorizado las preguntas sobre Urdangarín, la Reina, las Infantas y los catalanes. Para tener algo jugoso de qué hablar al día siguiente.

Se me olvidaba: Feliz cumpleaños, Majestad. En mi opinión, usted no tiene la culpa de nada de lo que nos pasa. Ese es mi regalo.

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Ingenieros, abogados, farmaceúticos y arquitectos, a la sala de operaciones

4 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

El Ministerio de Economía y Competitividad, que dirige Luis de Guindos, está convencido de que la mejora de la competitividad de España pasa por una nueva regulación (en realidad, desregulación) de ciertas profesiones y de los Colegios profesionales que las agrupan actualmente.

En una presentación en power-point de fecha 20 de diciembre de 2012 titulada “Anteproyecto de la Ley de Servicios Profesionales” resume en 21 viñetas las ideas que pretende imponer a estos colectivos. El propio documento destaca las que se verán “más afectadas”: ingenieros, ingenieros técnicos, arquitectos y arquitectos técnicos, abogados y procuradores y farmacéuticos.

Para arquitectos y arquitectos técnicos, se eliminará la reserva de exclusividad para las actividades de edificación. Los edificios podrán ser proyectados también por ingenieros. Y para su ejecución, independientemente de quién lo haya proyectado, serán competentes tanto ingenieros como arquitectos (con o sin el calificativo de técnicos).

Para ingenieros, la intención es eliminar las restricciones horizontales entre estos profesionales (con otras palabras, que sean competentes para realizar proyectos independientemente de su titulación específica), se desea mantener dos categorías entre ellos, con específicas reservas de actividad para cada una. Las excepciones deberán ser estudiadas por sendos grupos de trabajo en el corto período de dos meses y presentadas para su aprobación al Ministerio. También se prevé la creación de “pasarelas” para que los ingenieros técnicos puedan asumir competencias de los ingenieros.

Tanto para ingenieros como para arquitectos, la colegiación solo será obligatoria para aquellos que pretendan firmar proyectos.

Para farmacéuticos, se suprime la exigencia de que el propietario o titular de la farmacia sea un profesional de esta carrera, aunque no para asumir la dirección de la misma, en la que será obligatorio contar con un farmacéútico.

Finalmente, y atendiendo solo a la letra gruesa de la reforma, se suprime la incompatibilidad entre el ejercicio de las profesiones de abogado y procurador, y no se exigirá a los abogados la colegiación como procuradores para representar a sus clientes en juicio.

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El Club de la Tragedia: Porqué no arrancamos

4 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

El Gobierno está haciendo lo que hay que hacer, según él, y hay que darle la razón. Porque según la crítica, entre los que me incluyo: hacen lo que les conviene. (Y no implica ésto que he escrito un desprecio hacia las lumbreras de este Ejecutivo -que haberlas, haylas-: un buen empleado hace lo que beneficia a su empleador, que para eso le paga).

Como ya somos mayores en este cuento de andar rondando a las soluciones de la crisis, hora es de ir directamente al grano. A corto plazo, no tenemos remedio.

Las grandes empresas de este país, cuyos propietarios (algunos con nombre conocido, otros, ocultos en Sicav y sociedades de control) y sus principales ejecutivos andaban a Rolex cuando los demás andábamos a setas, han exprimido hasta dejarlas exangües las posibilidades de inversión y endeudamiento públicos.

Lo han hecho, naturalmente, en lo que era más vistoso y técnicamente no muy arriesgado. No en investigación y desarrollo, que eso ya lo harán otros. Se concentraron en carreteras, muchas carreteras; y en edificios, muchos edificios; y en depuradoras y desaladoras y múltiples sistemas de aducción y colección, aunque no hubiera siempre la intención de hacerlos funcionar algún día, si faltaran dineros.

Tenemos hoy una geografía plagada de cemento, armado y bien defendido, aunque no justificado siempre. De país agrario hemos pasado a ser país asfaltado.

La perspicacia del cooperador necesario en ese expolio de las arcas públicas, crédito presente y compromisos de pago futuros, – la Banca-, ha sido no descuidar la atención al sector privado.

Quiá. Enguadado el ambiente con unas promesas de perspectivas florecientes, han concedido préstamos hasta el gato, si le hubiera apetecido hacerse una casa con gatera. No había problemas a la vista: el país no podría pagárselo, pero Vd. sí. “España, país pobre; ciudadano español y asimilado, persona rica”, como he tenido ocasión de reflejar en otro Comentario, en boca de un japonés, que alegaba del suyo justamente lo contrario (“Japón, país rico…”; etc.).

Conclusión: No arrancaremos si alguien no nos empuja cuesta abajo, como había que hacer antes con los coches cuando, a la mañana, se encotraban fríos y había que dar al motor con  unas vueltas. Ahora dependemos de la exportación y del milagro del arrastre exterior.

Nuestras grandes empresas de construcción y servicios (FCC, ACS, Ferrovial, hasta Telefónica, Mapfre, y compañía), las ingenierías (en gran parte, drogodependientes de ellas), tienen sus Balances muy tocados: algunas estallarán en corto plazo. Las de producción de bienes de consumo más o menos directo y distribución (El Corte Inglés, Inditex, Carrefour, etc.) se mantienen a base de ofrecer peores calidades y aplastar aún más al comercio minorista; y no sigo, para no causar más depresión en el lector amigo.

Es cierto que la educación y la investigación son pilares del desarrollo; pero no se improvisan; implican medidas a medio y largo plazo; no tenemos, para impulsarlas, ni dineros, ni capacidades, ni, en casos muy sangrantes, ganas de reformas sustanciales.

Así que nos queda el turismo, la hostelería, la hospedería, la venta de las empresas de nuevas tecnologías al capital extranjero, atender a la especulación de los que se aprovechan de la coyuntura del caído. No nos moriremos de hambre, pero nos esperan períodos muy duros: adiós al estado social, riesgos al estado del derecho, imperio de la filosofía del sálvese quien pueda.

A los menos creyentes, nos queda el consuelo de reconocer que los españoles tenemos experiencia de momentos de austeridad. Sabemos, como hidalgos viejos en la sangre, vivir con menos; incluso malvivir con casi nada. Reagrupamiento de familias, aumento de la economía sumergida, imperio de la chapuza y de la picaresca.

No son buenas noticias, pero ni siquiera son noticias. No nos gusta que nos digan lo que hay, y a los que nos lo cuentan, los tachamos de pesimistas, de agoreros del desastre, de izquierdistas irredentos.

Qué se va a hacer, si somos ciclotímicos; pero si alguien tiene la solución, es hora de que nos la diga. Y si no se atreve nadie a poner orden en las cuentas de los que más tienen, forzándoles a repartir parte de lo que acumularon (si es que no se lo han llevado todo), que no se engañen luego los que pensaron que este pueblo puede aguantar con ilusiones fatuas, con promesas fantasiosas, que todo va a cambiar, porque hay que tener fe en lo que están haciendo, tensando la cuerda sobre los que menos tienen.

Porque el problema nuevo con el que se enfrentan los que manejan los hilos de la política aparente, es que ahora la información fluye con más rapidez y que acabaremos todos sabiendo porqué nuestra democracia no ha funcionado como debiera. Nos la tuvieron secuestrada, y se chupaban el jugo de la carne, dándonos las hebras sin sustancia.

 

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Educar, ¿para qué?

3 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

Nunca he sentido, en ninguna de las múltiples reuniones y discusiones de trabajo que mantuve con profesionales de variados países (1) que mi formación fuera insuficiente. He tenido ocasión de comentar con otros colegas españoles, no solamente de los que poseen la misma cualificación universitaria que yo, sino de otras carreras, y la constatación se repite: a nivel personal no tenemos nada que envidiar.

El éxito contrastado de miles de universitarios trabajando en el extranjero, plenamente integrados en equipos en muchos casos de alta cualificación, confirma que no existe un problema de formación: no existía para los que nos hábíamos educado hace treinta o cuarenta años, y que, por razones en su mayoría coyunturales, teníamos que trabajar con extranjeros, ni existe ahora, momento en el que, por la crisis estructural, se está produciendo la selección de jóvenes egresados con mejores currícula para integrarlos en las estructuras productivas o de investigación en aquellos países extranjeros que son conscientes de necesitar mayor cantidad de gente bien preparada que la que pueden producir por sí mismos.

Si la introducción del comentario resulta demasiado larga, lo lamento. Si aparece focalizado hacia la situación de la formación universitaria, lo siento también, pero soy de los que están convencidos de que una buena educación universitaria es la base no prescindible de un país próspero.

Y no la tenemos, al menos desde que el desmadre autonómico con obsesión de copiarse unas a otras, hasta la caricatura, los modelos de las competencias trasferidas o arrancadas, convirtió a España en un mosaico de desorden administrativo, económico y práctico.

Hay demasiadas universidades, demasiadas carreras, demasiados catedráticos, demasiados profesores muy malos, demasiados alumnos, demasiados alumnos muy malos, demasiada dejación de exigencia y rigor en la mayoría de los centros universitarios.

¿Por qué hemos llegado a esto?. Porque la Universidad española, salvo excepciones escasísimas, no tiene como horizonte educativo, formar para saber, exigir para comprobar que se sabe, educar para conocer cómo llegar a aprender lo que no se conoce desde la formación que se adquiere en la Universidad.

Y con esta descalificación frontal hacia el actual sistema universitario, no estoy, contra lo que pudiera parecer, alabando sin reservas lo que había antes. No. Los profesores no eran entonces muy buenos, pero eran, en general, mejores y, sobre todo, estaban más involucrados. Los alumnos no eran, en media, mejores, pero eran muchos menos y, salvo deshonrosas excepciones, estaban convencidos de que tener un título universitario -en especial, en las carreras técnicas- mejoraría sus opciones de alcanzar un estándar de vida más alto. Las enseñanzas que se recibían no eran ni menos prolijas, o arbitrarias o, en muchos casos, inútiles, de lo que son ahora (en el que la técnica y la ciencia puntera han avanzado brutalmente), pero los alumnos tenían que estudiar mucho, -¡mucho más!-, para sacar las asignaturas adelante -¡y todos, no solo los mejores de cada curso!-, y hacerlo por su cuenta, solos o en grupos, sin tutores ni zarandajas.

Educar, ¿para qué? Háganse esta pregunta los que tienen que tomar las decisiones. Y piensen que no necesita el país miríadas de universitarios desorientados y con cuatro conocimientos adquiridos al bies, posiblemente inútiles para su vida profesional (si llegan a tenerla), sino unos pocos miles de universitarios bien formados (especialmente, en las disciplinas troncales), concienciados de su papel especial en la sociedad, involucrados con el deseo de progreso colectivo…y muy humildes, conscientes de que son unos privilegiados en cuyo desarrollo hemos invertido todos.

No necesitarán que se les estimule a estudiar tres días antes de los exámenes tipo-test para que alcancen un mínimo de conocimientos vergonzante con el que justificar un aprobado, en general, arbitrario. Y sus maestros, evaluados por la sociedad (¿qué ha sido de los Consejos Sociales y del cumplimiento de sus teóricas funciones?) y no por los propios alumnos, no temerán que un alto número de suspensos sea estimado como consecuencia perversa de su fracaso como docentes.

——

(1) Por supuesto, entre ellos, alemanes, franceses, norteamericanos, ingleses, chilenos, argelinos o marroquíes…

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Lo que necesitamos en 2013

1 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

Está a punto de terminar 2012, un año malo. Dicen algunos que estamos ante un cambio de tendencia, pero no les creo. Dicen otros que necesitamos cambiar de paradigma, y no me convencen.

Expresan unos que tienen la solución, y no me inspiran confianza. Intervienen otros para manifestar que los que toman decisiones lo hacen en su provecho o que se equivocan en lo que otros hacen, y no tienen credibilidad, porque no acertaron cuando tuvieron la oportunidad.

Opino que a todos nos hace falta mucha humildad. Para no opinar de lo que no sabemos, no actuar sobre lo que ignoramos, no aparentar lo que no tenemos.

Si tuviéramos perfectamente detectados a los que conocen bien sobre un tema y les dejáramos opinar, sin el ruido de los que solo hablan de oídas o por intereses propios o al mandato de los que los tienen, tendríamos la oportunidad de saber cuáles son, en verdad, la magnitud de los problemas y las opciones para solucionarlos.

Y, si los que tienen el poder para actuar se dejasen guiar por los que saben y tomasen las decisiones adecuadas -solo las imprescindibles- para llegar por el camino más derecho a solventar las dificultades, todos estaríamos mejor y más tranquilos.

Pero no es así. Quizá el mundo está organizado para que nunca sea así. Hay demasiados papeles ya distriubuídos entre personas que no son suficientemente capaces, y que, desde luego, no están dispuestos a ceder su posición relevante. Hay demasiadas personas que están encumbradas en centros de poder y que, por el hecho de estar allí, creen que deben opinar y tomar decisiones acerca de lo que ignoran. Peor aún, muchos de los que toman decisiones actúan desde la extraña convicción de que deben cambiar lo que los ánteriores hicieron, por cuestiones de ideología, intuición o, simplemente, porque se pretenden con la autoridad para modificar lo que se encuentran en su feudo de acción, acercándolo a sus intereses, creencias o imaginaciones.

Y luego, estamos todos los demás. Los que somos conscientes de que sabemos poco de casi todo, aunque pretendemos dominar una pequeña esfera en la que hemos acumulado nuestra específica experiencia y conocimientos. No tenemos ocasión de manifestarnos y cuando lo hacemos, no tenemos público. Nos ignoran.

La verdad hace daño a quien desearía tener su dominio absoluto. Los que tienen el dominio hacen daño con sus decisiones, fundadas con demasiada frecuencia en sus conocimientos limitados, en su información imprecisa o, aún peor, en la confianza que les da el actuar como lo hacen solo por saberse apoyados por un pequeño grupo de instigadores, que quieren convencernos de que hay que hacer las cosas así, como ellos o los que los mandan, quieren.

Necesitamos humildad, pero también fortaleza. La fortaleza que se consigue aglutinando las opiniones de los mejores, de los que saben de verdad de los temas, de los que manejan la información cierta, de los que no tienen otra ideología que la del progreso de todos.

Pero no tenemos muchas probabilidades de que esto sea así, como la mayoría queremos, y como muchos pensamos que debería hacerse. Con honestridad, con conocimientos, con seriedad, con sentido de la solidaridad.

Nadie tiene el derecho a pensar que lo está haciendo muy bien, porque no será así. Nadie tiene el derecho a creer que es tan bueno que merece ser recompensado con un salario que no guarda ninguna relación sensata con la de los que están a sus órdenes o bajo su cuidado. Nadie puede jactarse de haber tenido suerte en su vida, porque haya heredado una fortuna, conseguido con trampas y artimañas acumular un magnífico inventario de bienes, alcanzado en solo él sabe qué condiciones un puesto de dominio en la academia, en la política, en la empresa, en la judicatura o en cualquier otro orden de la vida.

Necesitamos humildad para reconocer lo que no sabemos y los que sabemos poco necesitamos fortaleza para defender aquello que sabemos bien y no desfallecer en utilizar todos los medios legítimos para hacer llegar nuestra voz. A los que padecen la injusticia de las decisiones atropelladas y a los que disfrutan del placer de tomarlas, convencidos de que nadie podrá desmentirlos.

Ese es mi deseo para 2013. Y para siempre.

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Redes sociales, espacios virtuales y pesca incontrolada

1 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

Imaginar las redes sociales que entrelazan con frenética intensidad nuestros perfiles reales en el mundo virtual como un artilugio de pesca, podrá parecer a algunos una metáfora exagerada, arcaica, tendenciosa y pendenciera.

Porque pertenecer a varias redes virtuales es visto, especialmente por los menores de cuarenta años, como una forma especial de vivir más intensamente, de generar nuevos horizontes, incluso sin límites. Estar conectado en directo permanente con conocidos y hasta desconocidos, que nos ofrecen centenares de mensajes diarios con informaciones variopintas, es una manera moderna de sentirse mejor, de estar mejor informado, de ser más global.

No voy a negar que, para un grupo selecto de participantes en este maremágnum de relaciones virtuales que se complica continuamente, la experiencia de estar en las redes es interesante, y productiva.

Pero con la misma intensidad afirmo que, para la inmensa mayoría, las redes no son un artilugio que les corresponda controlar, sino que ellos son los peces. Objetos de pesca apetecida por quienes, tiburones en el mismo mar o pescadores en el espacio virtual que han acotado a su antojo, fingiendo ser parte de las redes, son, en realidad, sus tejedores.

El entramado que las redes virtuales han tejido en el espacio cibernético no es ya controlable por autoregulación, y, desde luego, no puede serlo individualmente respecto a lo que conforma nuestra identidad telemática,  que acaba siendo incluso más potente que la real. A la información que se ofrezca personalmente en ellas, se une la, no siempre deseada, que los buscadores bombardean a quien tenga interés en saber sobre nosotros, lo que hacemos, nos gusta o abominamos.

Somos peces en estas estas redes, y apetecibles objetivos para los tiburones y pescadores del espacio cibernético, en el que nos movemos con aparente soltura. Para algunos de los usuarios, no tenemos el perfil de amigo, colega ni profesional interesante, sino, por ejemplo, el de cliente potencial, competidor, empleado a vigilar, adversario e incluso enemigo.

La autoregulación es necesaria, y hay que ser conscientes de lo que se ofrece de uno mismo en el espacio en donde podemos convertirnos en carnada para las especies mayores. Pero es imprescindible introducir algunas reglas de juego, prohibiendo la pesca incontrolada, los artefactos y artimañañas, porque este espacio empieza a estar demasiado lleno de despojos.

Es imprescindible, por ejemplo, regular y penalizar el robo de identidades virtuales, el envío de publicidad no deseada, la comercialización engañosa, las agresiones a la privacidad, el uso de falsas identidades con el objetivo de apropiarse de datos de terceros, el insulto y la descalificación amparándose en el anonimato, la difusión de informaciones falsas a sabiendas, etc…

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El buen jefe

1 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

Mientras merendábamos, un amigo ya jubilado recordó a uno de sus jefes con la expresión: Era un buen jefe, porque no tenía prisa porque se terminara ningún asunto y todo lo que hacíamos sus subordinados le parecía bien.

Mi primera reacción fue la de la ironía: En efecto, si el destino final de lo que estábais haciendo era un desastre, no había porqué correr, y, teniendo en cuenta que lo que perseguíais era la máxima ineficiencia, cualquier actuación es buena para contribuir al caos.

Pero, cuando me escuchaba a mí mismo, se me presentó la imagen vívida de que no podía defender que la posición contraria, acelerar la terminación de los temas, hostigando a los subordinados y criticando sus propuestas, supusiera la definición de un buen líder.

El asentamiento despiadado de la crisis en España durante 2012 ha puesto en bandeja a los críticos la posibilidad de juzgar los resultados del tipo de liderazgo que hemos tenido en el país, no solamente en el gobierno de la nación, sino en las grandes empresas.

La panorámica de la gestión pública como privada se nos ha poblado de buenos jefes. Gentes que, hagan lo que hagan, son juzgados como mentes brillantes por sus subordinados.

Da lo mismo que se trate de Mariano que de Rubalcaba, de Mas como de Menos, de Botín como de Florentino, de Rato como de Villalonga, de Esperanza como de Solchaga, … no conozco personaje público ni privado que no sea alabado como un figura de la previsión estratégica por sus más directos allegados al poder.

Por supuesto, tampoco conozco ningún líder vivo que no haya obtenido feroces críticas por parte de quienes están sufriendo las consecuencias de las decisiones restrictivas que estén tomando ellos mismos o -nunca se suele saber bien de dónde parte la corriente- la estén tomando sus subordinados o, más seguramente, se las estén dictando desde arriba.

Así que, si me viera en la tesitura de analizar, en una tertulia de café, que es en realidad un buen jefe, debería matizar que todo depende de la coyuntura en la que le haya tocado lidiar: si se encuentra situado en una fase recesiva del sector o de la economía en general, lo mejor que puede hacer, si, como supongo que le sucederá, pues ha llegado hasta allí, no tiene mayor idea de lo que hay que hacer, es no hacer nada, y dejar que sus subordinados hagan lo que le plazca.

Si, por suerte, se encuentra con una fase expansiva de la economía, lo mejor que puede hacer, bajo los mismos supuestos, es hacer cualquier cosa que se le ocurra, con la seguridad de que eso serán también lo que hagan sus subordinados, por lo que entre todos conseguirán llegar de la manera más rápida posible y más caótica al final de la fase expansiva, por lo que no tendrán problemas en aplicar el resto del manual, tal como figura en el párrafo anterior.

Soy consciente de que estas ideas no van a figurar en ningún libro de gestión empresarial (salvo, eventualmente, el que yo mismo me publique), pero eso no les resta validez. Al contrario. Las fuerzas del mal están en todas partes para impedir que lo razonable destruya, ya en su fase prodómica, la recuperación de la amnesia colectiva.

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