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La pérfida Rusia de Putin

5 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

A los 41 días de iniciada la invasión, las imágenes de la guerra han cobrado una nueva dimensión. No se trata de especulaciones, ni de relatos -más o menos coloridos con tintes dramáticos- de enviados especiales. El abandono por parte del ejército invasor de algunas zonas en donde se han librado encarnizadas batallas, ha dejado al descubierto las características de la barbarie.

Se cree que el ejército de Putin está preparando una ofensiva definitiva, esto es, con todo su potencial destructivo sobre el terreno, consciente el sátrapa del Kremin que ha perdido la guerra mediática frente a Occidente. Puede.

Las imágenes que han sido puestas en brutal evidencia, cuando los militares ucranianos y, sobre todo, los periodistas que están destacados en el frente de guerra han podido entrar en las ciudades ocupadas por los rusos, demuestran a las claras que se han cometido crímenes de lesa humanidad, contrarios a cualquier ley o norma de una guerra (incluso de una potencia invasora), crueles en tal demasía que no pueden quedar impunes y serán recordadas para siempre, mientras exista una generación de seres humanos cabales sobre la Tierra, como ejemplo de la barbarie. Junto al Holocausto nazi contra los judíos, el exterminio de los tutsis por los hutus en Ruanda-Burundi o de las etnias biharis de Bangla Desh, o, por supuesto, los crímenes sin límite de Stalin o de Mao Ze Tung.

Hoy se habla de Bucha (en las afueras de Kiev, un población de apenas 35.000 habitantes) en la que sus calles devastadas y búnkeres mancillados ofrecen las imágenes insoportables de cuerpos acribillados, algunos con las manos atadas a la espalda. No son militares, no llevan armas, han ofrecido sus cuerpos desprovistos de toda defensa a las armas de los invasores, y han muerto (se supone) mientras huían, pedían piedad o -tal vez- pronunciaban sus últimas palabras de rencor frente a quienes les habían arrebatado de su tranquilidad, sus trabajos, sus familias, sus vidas apacibles con esperanza de mejorar la posición, en la paz y en la democracia que vislumbraban.

Mañana se hablará de los asesinatos y tropelías (incluida la violación de mujeres por la milicia sin ética) en Mariúpol, Jarkov, Odesa… No habrá capacidad humana ni fortaleza para la insensibilidad que los haga soportables. Y, aunque no debemos culpar a la población rusa en su conjunto (como tampoco lo hicimos, después de la segunda guerra mundial, culpando a todos los alemanes) sí podemos reclamar al pueblo ruso capacidad de discernimiento, de selección de noticias, de juicio cabal, para distanciarse de la barbarie de la guerra injusta y sentenciar, porque ellos pueden y deben, al Kremlin y a su instigador, reclamando el cese de la guerra y la deposición inmediata de su postura de exterminio.

He querido escribir esta crónica de hoy antes de oir a Valodomir Zelenski, que hablará para los diputados españoles a las cinco de la tarde. Puedo imaginar que, como ha venido haciendo en anteriores comparecencias ante otros Parlamentos europeos (y ante el Congreso norteamericano), agradecerá el apoyo prestado, pedirá aún más esfuerzo por parte de los que estamos a su lado, pero desde el patio de butacas y pronunciará estas previsoras y fatídicas palabras: “Esto que estqmos sufriendo los ucranianos es solo un preludio de lo que os pasará a vosotros, si no conseguimos parar a Putin”.

Hoy, de acuerdo con otros países europeos (no todos), que han adoptado medidas similares, el Gobierno decidió espulsar a 25 diplomáticos rusos acreditados en España. Se mantiene al embajador, “por dejar abiertas las vías diplomáticas” -expresó el ministro de Exteriores, José Manuel Albares.

Es tal el grado de ignominia desarrollado por el Kremlin, con Putin como cabeza directora del inhumano comportamiento, tan inconcebible el silencio del pueblo ruso ante la masacre, tan inaceptable la posición de los embajadores occidentales de la Rusia que el dictador ha sometido a una oscuridad informativa total, que no es posible imaginar una solución negociada.

Como muchos europeos -y deseo de corazón que quienes representan a la diplomacia occidental no compartan este sentimiento- creo que caminamos a un punto de no retorno. O Putin es derrocado de su posición prelevante en el Kremlin, y aparece un nuevo Directorio que abomine de las decisiones adoptadas y pida perdón a Ucrania y a la Humanidad buen pensante, o la pendiente por la que esta invasión sin justificación, de un país que pertenece al entorno europeo, que defiende los valores democráticos que han conducido a Occidente hasta aquí, nos llevará a episodios de tremenda consternación, sufrimiento y barbarie sin límites.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: Bucha, congreso, embajada rusa, kremlin, Mariupol, Putin, Stalin, Ucrania, Valodomir Zelenski

Novena Crónica desde el País de Gaigé

3 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

Empieza abril en Gaigé con amenaza de fríos intensos que la climatología real no consolida. Luce el sol en Madrid, la capital del Gaigé, ciudad donde los dirigentes del Partido Popular (alternativa al Gobierno de coalición entre socialistas y fuerzas exóticas a la democracia) se enzarzaron, hace ya un mes y medio en una disputa autodestructiva, de la que, por el momento, es solo Díaz Ayuso (Isabel) la que sigue en activo, protegida por su condición de Presidenta de la Comunidad madrileña.

El primer fin de semana de este mes tuvo lugar la elección por aclamación del nuevo Presidente de los populares, Núñez Feijóo (Alberto) en Sevilla, y el nombramiento de nuevos primeros espadas -o cuchillos de pescado-, más acordes con el impulso -¿nuevo?- que el extraído de su feudo gallego pretenda dar al partido después del desaguisado que se llevó por el desagüe del olvido a Casado (Pablo), quien mantuvo el tipo (sin llorar ni mover más pestaña que las veces imprescindibles) durante todo el Congreso cuya único objetivo era sustituirle.

Mientras Ucrania se desangra en un guerra sin cuartel en la que la Rusia de Putin está empeñada en destruirla con la saña de un  perverso matarife, aprovechando que la Unión Europea -y, por detrás, la OTAN- están alimentando temerariamente su resistencia heroica, el presidente de Gaigé ha tomado varias decisiones importantes, con el criterio que parece seguir, y que tan buenos resultados le viene dando, de complicarlo todo para que se resuelva por sí mismo o se olvide lo que nos llevó hasta allí.

La huelga de transporte ha desembocado en una huelga de gasolineras. Ambas parciales. No se llamarán oficialmente huelga, sino parón patronal, pero hay bastantes gasolineras que no expenden combustible. En la que tengo más a mano (Arturo Soria) me decían ayer que solo vendían fluido al “precio de antes” del apurado decreto que bonifica en 20 céntimos el litro, porque no tenían liquidez . Así que, al menos en ésta, solo venden periódicos, naranjas y chucherías.

Aunque desde Moncloa se reclama calma y se repite que todo está bajo control, se respira en la calle una inquietud espesa. como en las horas previas a una tormenta de verano. Siendo Gaigé país de los Despropósitos pero de talante acogedor y tranquilo, el malestar solo tiene reflejo en las tertulias improvisadas de los bares de vecindad y en el interior de los taxis, si el cliente solicita apagar Radio Libertad Digital.

Me ha resultado conmovedor leer que Valcárcel (Ramón Luis), ex vicepresidente del Parlamento Europeo, se presenta como precursor de lo que se avecinaba en Ucrania, pues estando de visita en Kiev a principios de 2014 tuvo que huir de la ciudad ante la terrible inestabilidad del país, que se había cobrado la vida de algunos ciudadanos, asesinados por francotiradores. No parece una intuición propia de un adivino con poderes mágicos, ya que el país que ahora trata de guiar entre bombas y destrucción al país hacia la imaginaria tabla de salvación europea un maestro de la supervivencia llamado Zelinski (Volodomir), lleva en búsqueda de una identidad propia -fuera del ámbito soviético- desde, por lo menos, 1991.

Tiene el gobierno de Gaigé un conflicto con Argelia, que se traducirá en la subida del gas natural que importa de ese país árabe.

De poco han servido las visitas previas a Argel de ministros muy cualificados -Ribera (Teresa) y Albares (José Manuel)- cuya intención era garantizar la estabilidad del suministro, una vez que el susceptible Mohamed VI había cerrado el paso del gas por el territorio de su señorío y retirado a su embajadora -la española Benyaich (Karima)- (1), muy enfadado porque se había hospedado secretamente al líder saharaui (perseguido como prófugo de la Justicia española por una acusación de violación) para curarse del coronavirus en Valladolid.

En una sorprendente decisión estratégica, el Gobierno de Gaigé ha enfadado al presidente de Argelia, Tebboune (Abdelmadjid) con una carta dirigida por misteriosos canales a Mohamed VI (el líder religioso y político de Marruecos), llena de errores gramaticales que no pueden ocultar un gigantesco error estratégico.

En esa carta, al parecer destinada a recuperar las relaciones con el país vecino del otro lado del Estrecho de Gibraltar, se indica que se abandona la postura de defender el derecho del Sáhara Occidental a la autodeterminación, entregándolo como una Comunidad autónoma a Marruecos. Por supuesto, el concepto de Comunidad autónoma bajo la dictadura monárquica vigente en ese país magrebí, no tiene nada que ver con lo que en Gaigé se entiende como la libertad de gestión y decisión otorgada a sus Autonomías.

La reacción argelina fue anunciar la revisión del precio del gas que suministrará a España-Gaigé. Una decisión que afectará, por supuesto, al precio de la energía en este país (sometida a vaivenes especulativos insoportables para la industria y particulares). Se ha solicitado a la Comisión Europea, en una propuesta conjunta con el gobierno portugués -cuyo primer ministro es Costa (António), que se saque del cálculo estricto de precios para el mix energético a ambos Estados, autorizando un precio máximo repercutido para el gas de 80 euros/Mw-hora, durante un período transitorio.

La respuesta de la Unión no ha sido inmediata, estando pendiente de la decisión del directorio respecto al tope de precios admitido, aunque ha aceptado el sacar a ambos países del esquema de precios, lo que no impidió que el canciller alemán -Sholz (Olaf),  al que le tienen que doler los oídos por el conflicto ruso-uraní, que ha afectado de lleno a su economía y al suministro gasista, dependiente de Rusia- manifestara que “le parece un error intervenir los precios del gas”.

La inflación de prácticamente dos dígitos actual en Gaigé, junto con la amenaza de las proyecciones (que el Gobierno no considera aceptables) de entrar antes de final de año en la senda de una inflación consolidada que minará brutalmente el poder adquisitivo de los españoles. La llegada del contingente de desplazados ucranianos y la perspectiva, no ya de una guerra larga en el este, sino de reordenar suministros esenciales en el país de los Despropósitos, exigirían una planificación seria, nada improvisada (aunque flexible) y estricta de las ingratas decisiones que deberán tomarse para que el rumbo no se desbarate.

La oferta de cooperación del nuevo líder del PP al Gobierno, coincidente con el desapego manifestado por las facciones sustanciales que lo han conducido hasta aquí, necesitará depurarse de las simples palabras corteses. Gaigé está pronto a atravesar un desierto en la que abundarán la incertidumbre y desagradables sorpresas. Tiene razón Núñez Feijó al explicitar que “no se trata de ser más españoles que nadie”. No será fácil sacudirse del populismo y del insensato independentismo y no bastarán, me temo, las buenas intenciones.

(1) Karima Benyaich Millán es marroquí y también española, hija de una española y de quien fue médico de Hassan II, que falleció en un atentado contra el monarca y que fue acogida como miembro de la familia en recompensa a la entrega (que culminó con su propia muerte) de su padre.

 

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La guerra entra en fases de ficción

2 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

El 1 de abril de 2022, Ucrania ha encontrado en un episodio de difícil credibilidad un chute de adrenalina colectiva, dentro del marasmo de una guerra que avanza en el segundo mes (¡37 días desde la invasión!) y que no tiene visos de terminar en breve, aunque, dada la desproporción de fuerzas de lo beligerantes, Rusia debería haber conseguido, y ya hace tiempo, sus objetivos.

Me refiero a la incursión de dos helicópteros de ataque y transporte en la población rusa de Belgorod, a 40 km de la frontera, bombardeando varios depósitos de combustible. Se han difundido varios vídeos, grabados por ciudadanos rusos,  del ataque nocturno, realizado con el mismo tipo de aviones que usa el ejército ruso (helicópteros Mi24) para bombardear las ciudades ucranianas. La población ucraniana a acogido el episodio, difundido en sus redes, como una victoria, que vendría a demostrar la capacidad de reacción de sus maltrechas fuerzas.

No resulta, sin embargo, creíble, que esta acción guerrera haya tenido lugar efectivamente, pues aunque los helicópteros que ha protagonizado la hazaña sean de fabricación rusa y exactamente del mismo tipo que los que emplea el ejército invasor, lo que se conocía hasta ahora que Ucrania carecía de aviación militar, pues todos los aparatos de su exigua fuerza aérea habían sido destruidos en los primeros ataques de la contienda. Se piensa, entonces que, al utilizar el mismo camino aéreo que utilizan los rusos para moverse con libertad hacia su propio territorio y repostar en su país, los encargados de los sistemas antiaéreos los han confundido inicialmente con los propios.

Pero, aún así, ¿cómo sería posible que, después de la incursión, los helicópteros hayan podido retornar a Ucrania sin ser derribados? Aún admitiendo que el ejército ruso siga dando pruebas de descoordinación, ausencia de estrategia coherente y debilidad ofensiva, malgastando tiempo y medios en una guerra de destrucción -que no de desgaste- que no les beneficia tampoco a ellos mismos, el acto militar vendría a demostrar que el gobierno de Kiev no está por la labor de favorecer una negociación que conduzca al final de la guerra. Al contrario, ese contraataque hablaría de la alta moral (¡de victoria!) del pueblo atacado y vendría a poner el énfasis sobre la capacidad ucraniana para resistir e, incluso, tomar iniciativas.

Algo nuevo está pasando sobre el terreno de la guerra. Las tropas ucranianas han conseguido, también según los informes recibidos desde esta guerra con tanta difusión mediática, rechazar a las rusas, alejándolas del cerco de Kiev. Desde luego, los problemas de avituallamiento de los militares desplazados en territorio invadido no es fácil, con la inmensa mayoría de la población autóctona dispuesta a negarles toda ayuda y a muchos tiradores dispuestos a liquidar cualquier vehículo o militar que no lleve la enseña del Ejército ucranio.

Hay que poner en su lugar, además, la defensa cibernética arbitrada en Ucrania, donde eficientes equipos de informáticos e ingenieros están ofreciendo un alto nivel tecnológico (entiendo que con la ayuda subterránea de empresas estadounidenses y alemanas) para interferir en las comunicaciones rusas, localizar sus blindados y anular las señales que hubieran sido sustanciales para que los aviones de combate enemigos pudieran guiarse en el entorno hostil. Numerosos drones, entregados de urgencia por los países occidentales actúan también como eficaces elementos de destrucción y resistencia.

La guerra se separa de la  concepción original de “botas sobre el terreno” para convertirse, cada vez más, en una guerra de guerrillas, multi-híbrida, en la que lo informático cobra un relieve especial como arma de espacial valor para el ejército resistente, cuya capacidad bélica convencional es mínima frente a la potencia invasora.

Como Putin no ha conseguido ninguno de sus objetivos -la destrucción de Mariúpol, ya consagrada como ciudad mártir, con más de 5.000 muertos en sus calles sin haber recibido sepultura, no puede contarse cabalmente entre sus propósitos iniciales-, cerrar el camino desde el Donbás a Crimea aparece como un presumible propósito que pueda ser presentado ante los rusos como victoria.

Ni siquiera ese “modesto objetivo” parece alcanzable para las desordenadas y mal dirigidas tropas invasoras, cuya bisoñez, mala preparación y fallos en la asistencia logística y en la dirección estratégica han pasado a ser tan evidentes que el antes temido ejército ruso ha pasado a ser considerado una caricatura del esfuerzo propagandístico del Kremlin, que había vendido la idea de disponer de uno de los mejores equipos militares del mundo.

Esto no significa que Putin esté dispuesto a admitir la derrota. Al contrario, aunque para los analistas occidentales, la abeja reina del Kremlin ha perdido la guerra mediática, ante un Zelenski lleno de empatía y fuerza en la transmisión de principios éticos, quedan muchos cartuchos sobre la mesa del dictador ruso. La utilización de la capacidad nuclear es una de ellas, aunque no parece que esa llamada a la hecatombe total sea del gusto de sus propios asesores.

El próximo martes, Volodomir Zelensky hablará para senadores y congresistas españoles, en una conexión en donde agradecerá el apoyo recibido por su pueblo, la acogida que se está dispensando a los desplazados y volverá a pedir en nuestro foro el apoyo para la entrada en la Unión Europea cuando termine la barbarie.

Me he detenido por ello, entre las muchas fotografías que llegan desde Ucrania, en la que representa a Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, reunida en Kiev con el presidente Zelensky y el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal. Metsola fija una mirada atenta y comprensiva sobre Volodomir, que está hablando y gesticulando, vestido con su camiseta de campaña verde (por cierto, su musculatura parece cada vez más recia). Una bandera de la Unión cubre el fondo de la sala de reuniones, en la que se puede ver que la mesa dispone todos los adminículos técnicos necesarios. Hasta se han dispuesto botellas de agua para los asistentes.

Publicado en: Actualidad, Ejército, Guerra en Ucrania, Tecnologías, Ucrania Etiquetado como: Belgorod, Denys Shmyhal, dron, guerra, guerra híbrida, Mariupol, Mi-24, Parlamento Europeo, Putin, Roberta Metsola, Ucrania, Zelensky

Destellos de esperanza en la barbarie

30 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

El deseo de que termine cuanto antes la barbarie que desencadenó la ambición de Putin (con la aquiescencia, no podemos olvidarlo, del Kremlin) hace concebir algunas tenues esperanzas a partir de la reunión mantenida en Ankara, el 29 de marzo de 2022, entre representantes de ambos beligerantes.

El secretismo acerca del contenido de ese encuentro, no ha impedido que la imaginación de algunos comentaristas hable de apertura de una ventana de esperanza hacia el final de la guerra. Por el contrario, otros analistas de los despojos de información, interpretan que Putin trata de reorganizar las huestes invasoras, para preparar un ataque más efectivo, debido al alto número de víctimas en propio bando (se calcula que superan los 20.000 soldados caídos en el campo de batalla) y a la insospechada resistencia ucrania.

Con el devenir de la guerra, algunos nombres de los resistentes ucranianos han surgido como protagonistas especiales de la heroica defensa. El alcalde de Mariúpol, Vadym Boichenko, brilla con luz propia en el escenario de la desgracia. En una entrevista en directo, reconocía que “estaban en manos de los ocupantes” y pidió una evacuación completa de la ciudad, que albergaba a más de 400.000 habitantes antes de la masacre, y que ahora -los que no han podido marcharse- se encuentran en condiciones de máxima precariedad, sin alimentos, agua, aunque remisos a perder del todo la esperanza.

Otra imagen inolvidable es la de la viceprimera ministra Iryna Vereshchuk, que exige a las fuerzas de ocupación que cumplan sus compromisos y mantengan los corredores humanitarios (Ucrania ha pedido a los rusos tres vías de escape para la población civil, atrapada en poblaciones sin salida, pues las carreteras y caminos están destrozadas o son nicho para francotiradores de ambas fuerzas militares.

Las imágenes de las ciudades asediadas son desoladoras. A los escalofriantes testimonios que ofrecen las ruinas, los escombros, la destrucción, de los. hasta hace pocos días, lugares de disfrute, trabajo y cultura, se unen, en una sobreposición que mueve a la emoción sin límites, las emocionantes visiones de los pobladores de esos jirones de desgracias. Ancianos que se resisten a abandonar los sitios en donde esperaban terminar sus días con las mieles del descanso merecido, con sus hijos y nietos; cuerpos yacentes sobre las aceras, abatidos por francotiradores de cualquier bando; algunas mujeres que dicen haberse quedado para cuidar de alguien enfermo.

Pero no sólo. En algunas plazas, desafiando el dramatismo de la situación, haciendo caso omiso de las alarmas, ignorando las bombas, el ruido de los disparos, algunos intrépidos organizan lo que parece una improvisada fiesta callejera, con la que pretenden -seguramente- animarse ellos mismos, robustecer la sensación de que todo es parte de una pesadilla que acabará pronto y recuperarán el hilo conductor con la vida que llevaban.

El paso cruel del tiempo sin encontrar soluciones para detener esta guerra, como sea, no debe impedir que mantengamos el espíritu atento para condenar esta barbarie, y hacerlo sin paliativos. No debemos dejarnos vencer ni convencer por argumentos que indican que la acción de Vladimir Putin ha sido, en parte, provocada, por la incomprensión manifestada por Occidente hacia su marginación.

Putin es culpable. Sin paliativos. Seguimos sin tener claras, dos cosas: si esta guerra terminará, y pronto, con un alto al fuego, un armisticio y pactos que tranquilicen la ambición del oso ruso sin hacer demérito de la defensa de su territorio y honor de los valientes ucranianos.

Pero lo más importante, una vez que el humo de los cañonazos de esta guerra medieval se disipe, es saber qué pasará con Putin y con Rusia. El primero ha demostrado su iniquidad y, sin duda, volverá a intentarlo con más medios y más resolución ante la resistencia; todos estamos amenazados. La segunda, ha perdido posición en el mapa geopolítico, precisamente por haber querido ocupar el centro de la atención mundial.

Me pregunto, cuando oigo a Macron (el líder francés en campaña) criticar que el presidente Biden ha cometido un error al propugnar que Putin no forma parte del futuro de Rusia, y que eso complica sus conversaciones con el sátrapa ruso, qué es lo que se pretende. ¿Pedir perdón por su felonía? ¿Señalar a los ucranianos como culpables de haber ofrecido tamaña resistencia?

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La guerra en Ucrania moviliza los afectos del mundo occidental

25 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Cuando la guerra en Ucrania se prolonga por un mes y un día (la ominosa invasión rusa tuvo lugar el 24 de febrero de 2022), es necesario hacer una clarificación de la situación, tratando de incorporar el análisis de lo que pueden ser más que matices, para valorar correctamente la situación.

Quizá lo más sorprendente es el reconocimiento de Rusia de que no se plantea nuevos objetivos militares. Después del arrasamiento inhumano de Mariúpol, y haber destruído innumerables edificio públicos y privados y causado miles de víctimas, el Kremlin parece dar por conseguidos sus propósitos y anuncia la disminución de la presión sobre el territorio invadido (recojo la declaración con toda reserva, que están difundiendo apenas hace media hora cuando escribo esta Crónica, los medios internacionales).

No será todo tan sencillo. Por una parte, y dando credibildad a las informaciones que llegan del campo de lo agredidos, las tropas ucranianas han recuperado terreno en Kiev, alejando a los rusos a más de 30 km y consiguiendo cercar a 4.000 soldados del Ejército invasor.

La solidaridad internacional a favor de Ucrania y del versátil líder Zelenski alcanza cotas muy emotivas. El Presidente Biden se ha acercado a Polonia para manifestar su apoyo a los refugiados que huyen del país arrasado por el déspota, El aislamiento de Putin es total si nos referimos a la Unión Europea.

Desde la OTAN se apoya a Ucrania con ayudas humnanitarias y material bélico, aunque procurando que esa intervención parezca indirecta. Se ha pedido a China (de momento, sin aparente resultado positivo) que no apoye a Rusia en su invasión  y “promueva una solución pacífica, defendiendo el orden internacional, absteniéndose de cualquier acción que ayude a Chuna ” -aunque no han indicado expresamente que “condene la guerra”.

Se continúa ejerciendo presiones económicas “sin precedentes” (en expresión del secretario general de la OTAN, el noruego, Jens Stoltenberg) y, aceptando por buena la dramática observación de los servicios de inteligencia de Estados Unidos que advierten de que Putin estaría preparando ataques con armas químicas, con misiles espceciales y bombas termiobáricas, concentrándose en el control del Este de Ucrania antes de ofrecer la negociación para parar la guerra.

Hemos asistido con emoción a las manifestaciones de solidaridad de multitudes en casi todas las ciudades importantes de Europa y algunas de Estados Unidos. “Stop de World” y “Putin, Hitler” son gritos de repulsa unánimes. Las miradas hacila la población rusa para que se exprese claramente contra la masacre sin sentido, se tornan confiadas en que -en un plazo corto- Putin pierda el apoyo actual.

Incluso algunas voces puntuales -siguiendo la línea del senador republicano Lindsey Graham, que proponía, ya a principios de marzo, el “asesinato de Putin” como solución a la guerra, expresión temperamental de sentimientos que fue de inmediato rechazada por la oposición en el gobierno, como impropia de un pueblo que “defiende los valores éticos y la vida humana” (lo que no deja de tener también una connotación cínica).

Mi apreciación actual es que la guerra continuará durante semanas, sin llegar a un alto al fuego. Seguirán muriendo soldados de ambos lados. En el caso de los ucranianos, en que la población masculina de 18 a 60 años está movilizada forzosa (calculo que serán más de diez millones de hombres) no puede hablarse de población civil. Son víctimas de una guerra sin sentido, insuficientemente preparados para combatir y en la situación desventajosa de tener que repeler una agresión con material bélico inferior. Habrá, pues, más destrucción, más muertes, más refugiados. Más palabras de ánimo a Volodomir y sus valientes. Más presión económica. Mayor apoyo de material bélico, incluído protecciones ante misil y misiles de mayor alcance para Ucrania.

Mayor riesgo de una tercera guerra mundial, porque el dictador está acorralado y, como el alacrán ante el fuego, tratará de lanzar su aguijón a todas partes. La intervención clara desde China para parar  la guerra es imprescindible, porque Occidente no puede mediar (no quiso entender los mensajes de Putin en su momento, y ahora carece de capacidad). Ucrania seguirá existiendo, recortada -no debe perder el acceso al mar, en ningún caso- y con necesidades inmensas para su reconstrucción.

El mundo está amenazado por varios flancos y las tensiones florecen en múltiples puntos calientes. En el Gran Premio de Dakar, se produjo hoy un ataque con misiles de los insurgentes yemeníes sobre el aeropuerto de Yehda y las autoridades de Arabia Saudí no han podido interceptar a uno de ellos. Se plantea, pues, la suspensión de la competición, decisión que parece lo más lógico para salvaguardar la seguridad de los conductores, equipos de apoyo y aficionados locales.

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La guerra en casa

23 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Al terminar el día 23 de marzo de 2022, mientras el Kremlin sigue bombardeando ciudades ucranianas sin piedad, con la rabia de quien había imaginado doblegar a su atacado tras una breve escaramuza victoriosa y se ha empeñado en una guerra de desgaste en la que el improvisado Ejército blaquiamarillo está demostrando una resistencia herorica (también se debe reconocer que estratégicamente inteligente), se puede decir que todo ha ido a peor.

Por una parte, casi cuatro millones de ucranianos -mujeres, ancianos, niños- están protagonizando una Egira inimaginable en el siglo XXI. Se trata de desplazados forzosos de sus lugares de origen, expulsados de sus hogares sin más compañía que su soledad, desnudos de todo apoyo, con el dolor añadido -si es que aún cupiera más dolor- de los varones en edad de combatir, que han quedado en el campo de batalla dispuestos a “resistir o morir”.

La pandilla de secuaces de  Putin no ahorra amenazas contra la OTAN si se decidiera a intervenir de manera directa, prometiendo una catástrofe global, una guerra atómica. Las apariciones, cada vez más dramáticas, de Zelenski, desde un lugar ignoto, ante las Cámaras europeas, reclamando más ayuda y más compromiso, como quien ve que su barco está a punto de zozobrar pero no está dispuesto a abandonarlo por su voluntad, llenan de ecos angustiosos las pantallas de televisión, y los aplausos cerrados con los que es despedida la conexión, con los diputados y senadores puestos en pie, suena más bien a la despedida fúnebre de un héroe que se hubiera despeñado al intentar alcanzar una cumbre inexpugnable.

Mariúpol se ha convertido en una muestra terrible de la intención devastadora de Putin y su pandilla de desalmados, empeñadps en transformar una pacífica y próspera población ucraniana en un cementerio de desolación y terror. Con su tremendo y cruel bombardeo sistemático, lo que estos canallas, culpables de lesa humanidad sin necesidad de que nadie los lleve a ningún Tribunal Penal Internacional, pretenden es construir la conexión entre el Donbás y Crimea, dejando así meridianamente clara su intención de anexarse ese corredor bordeando el mar de Azov a la Rusia actual, como resultado satisfactorio para su invasión.

Los efectos de la guerra han llegado, cómo no, a España y, dada nuestra debilidad económica (aún no nos habíamos recuperado de la recesión post Covid), se están notando en sectores clave. La subida del precio de los carburantes, de los abonos y de los piensos, en particular, ha arrastrado la de muchas otras materias de primera necesidad. Los transportistas autónomos han sido los primeros en iniciar un paro indefinido, exigiendo una rebaja sustancial de los carburantes. Al ser mayoría en el sector, la paralización de aspectos sustanciales (recogida de la leche, carne con destino al matadero o la reposición de los anaqueles en los supermercados) se ha hecho notar rápidamente.

La facción socialista del Gobierno parece estar actuando con desorientación. No se entiende de otro modo el envío de una carta al rey de Marruecos, cuy contenido se ocultó incluso a sus socios de la coalición, por el que se deduce el abandono de la defensa a la autodeterminación  de los habitantes de las tierras del Sáhara Occidental, antigua colonia. Apelar, como se ha dicho después por el ministro Albares, a que así se termina un conflicto de casi cuarenta y cinco años y se atiende a las directrices de la OTAN (en realidad, del secretario de Estado norteamericano), es incomprensible.

Nos esperan momentos muy duros, pues las consecuencias de la guerra se harán aún más evidentes. Hay que atender, quizá, a centenares de miles de refugiados que deberemos acoger en nuestro país, y los efectos de retorno de las medidas contra Putin y los oligarcas rusos serán mayores. La falta de consenso entre los miembros del Gobierno en aspectos sustanciales (internacional, energía, sanidad, educación, impuestos) permite pronosticar momentos muy difíciles, tal vez, la disolución forzada del Congreso y convocatoria de nuevas elecciones. No puede ser más inoportuno el disenso, pero el debate en el Parlamento se ha convertido en un espectáculo repetitivo. Si no es posible un acuerdo de Estado entre los dos partidos mayoritarios (y espero que sigan siendo el PSOE y el PP). es preferible un gobierno de uno solo de estos grupos políticos y no una coalición contra natura.

Vuelvo a Putin. La situación no puede prolongarse. No tiene sentido ver cómo el fuego de la resistencia ucraniana queda sepultado bajo las cenizas, las lágrimas, el dolor irrecuperable. Hay que lanzar un ultimátum al energúmeno que se aposentó en el Kremlin. Imagino que, con su gran potencia de geolocalización, tendrán perfectamente controlalda la situación del personaje desde el Pentágono. Ergo…

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Festejando la infamia con adictos

20 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Mientras las tropas rusas continúan machacando la férrea resistencia ucraniana, incorporando cada vez más efectivos (el Pentágono, que tiene monitorizada esta guerra en su menores detalles irrelevantes calcula que en 23 días de guerra, el Ejército ruso ha lanzado 1.000 proyectiles sobre el suelo ucranio), el dictador Vladimir Putin ordenó el viernes, 18 de febrero, convocar a funcionarios del régimen y a simpatizantes de su estrategia de recuperar la Gran Rusia, reuniendo así en el estadio de Luzhiniki a doscientas mil personas, que le rindieron un homenaje de exaltación a su política de destruir Ucrania.

Fue también una cuidada aparición pública del dictador, cuyo aspecto físico desmintió que se encontrara enfermo o agotado. Se presentó exultante, dichoso de su hazaña bélica imaginaria con la que presume liberar de nazis y mafiosos al hasta hace poco pueblo hermano eslavo, al que hoy no tiene problemas, en su elucubrante empeño, en dejar sin recursos.

Naturalmente, la lectura que hace el pueblo ruso de a invasión, desinformado consciente o no de lo que pasa en el país vecino y sometido sicológicamente a la presión que supone la aniquilación permanente de cualquier disidencia, no es la misma que se hace o puede hacer desde Occidente. Mecido entre la ignorancia, el desinterés y el miedo a aparecer como rebelde y ser purgado sin piedad, el ruso medio no tiene -o no quiere tener- los elementos de juicio para comprender el alcance del genocidio perpetrado por el jerarca.

Como sucedió en Alemania. Mientras Hitler y sus huestes arrasaban el resto de Europa -y la Rusia de Stalin-, los alemanes se convirtieron en una dócil mayoría connivente, ignorantes a sabiendas de lo que pasaba con los vecinos judíos desposeídos de sus propiedades, embarcados en vagones que los llevarían a un destino desconocido (el exterminio con gas letal). El pueblo medio germano se mantenía aletargado por la envidia, el rencor y la pócima bien dosificada del odio ancestral a los judíos, dejando así el camino libre a los dirigentes nazis se tornaban cada vez más ávidos de acaparar los máximos resultados por su latrocinio.También prendió entre los alemanes que apoyaban ciegamente a Hitler la idea elucubrante de convertir a su país en el ombligo de Europa. La gran Alemania. La gran Rusia.

La resistencia ucraniana es impresionante, y el empeño de no dejarse avasallar, está aumentando la ira del orate y de sus generales que, metidos ya de lleno en la ignominia de los crímenes de lesa humanidad, ciegos de las consecuencias, necios, no vacilan en bombardear edificios (el teatro de Mariúpol, por ejemplo,a tacado el miércoles) donde se refugian miles de mujeres y niños, hospitales, industrias de referencia, zonas de avituallamiento, incluso los pasillos -humanitarios, les dicen- por los que pretenden escapar de los horrores de la guerra y la barbarie quienes hace apenas un mes tenían una vida normal, esto es, como la nuestra.

Una vida en la que se mezclaban las preocupaciones por acabar el mes sin agobios, acudir a la cita del maestro para enterarse de rendimiento escolar de los hijos, preparar las vacaciones, criticar o defender al Gobierno, pasear, leer un libro, ver la tele, llevar a los nietos al Parque, jugar a la petanca y hacer cola en el ambulatorio local para recoger las medicinas para la artrosis. Ahora la vida de los ucranianos en las trincheras consiste en intentar sobrevivir, matar al enemigo o ser su blanco objetivo, despedirse quizá para siempre de la mujer, de los hijos.

La larga conversación que mantuvieron el viernes, 18 de diciembre, Biden y JinPing no aportó ni esperanzas ni municiones nuevas para la paz. En lo que transcendió, más bien parece que ambos se comprometieron a no intervenir (visiblemente) en el conflicto, realizando un voluntarista himno por la paz.

Quienes interpretan la estrategia rusa en lo que se adivina como una metódica destrucción de la capacidad de superviviencia posterior de Ucrania, creen que se pretende poner al gobierno de Zelenski y a la opinión pública ucraniana (que es la europea) ante este terrible dilema: o se rinde sin condiciones o se confrontará, paso a paso, con un país crecientemente esquilmado, quemado, roto.

Sabemos bastante más de Ucrania, de sus ciudades, de sus gentes, que hace un mes. Ha crecido en nosotros, como una ortiga en camposanto, el odio contra Rusia, como trasunto del desprecio hacia el dictador y la simpatía hacia los ucranianos, encabezados por ese cómico convertido en general experto en coordinar la voluntad de un pueblo, Volodomir Zelenski. No basta. La opción de que la guerra termine por caída del sátrapa se abre camino hacia un horizonte de esperanza, mientras aquí también se empiezan a notar las consecuencias de la guerra. Todos somos más pobres, pero tenemos muy claro de qué lado estamos y quién va a perder, a la larga, una guerra que se libra en tantos frentes, que contará con tantas batallas,

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Las otras batallas de Putin

18 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Hoy, viernes, 18 de marzo de 2022, está prevista una conversación telefónica entre el presidente chino, Xi JinPing y el norteamericano, Joe Biden, sobre la guerra. No ha trascendido gran cosa de los objetivos para esa reunión virtual que tratará de satisfacer el senecto líder demócrata y aún menos se sabe de lo que pueda expresar el oriental. Para calentar motores, Biden ha llamado “criminal de guerra” a Vladimir Putin, lo que desde el más allá del nuevo telón de acero que protege al Kremlin, se considera inaceptable.

Obviamente, la guerra en Ucrania se está deshaciendo en esquirlas de variado tamaño, y se puede llegar a creer que lo que menos importa ya es que jóvenes ucranianos y rusos se estén matando con armamento no muy sofisticado (según los cánones militares más avanzados, según dicen). Las cifras de muertos en el campo de los desencuentros son desconocidas: aquí y allá se ilustran los comentarios sobre la invasión con fotografías de algún cuerpo yacente, unos amasijos férreos y, sobre todo, decenas de personas huyendo con sus mínimos enseres a cuestas y el rostro del pánico, el cansancio o el dolor claramente expreso.

Dicen que Putin está enfermo (no de una deriva mental, de otras cosas) porque ha engordado bastante en los últimos dos años. Su cara hinchada refleja, según se especula, que está tomando cortisona; su mirada rigica, inexpresiva, no sería consecuencia de su intrínseca maldad, sino que proyecta su esfuerzo para contener el dolor. Además, ha sufrido el ataque de la Covid, porque la vacuna Sputnik no funciona mejor que un placebo y, al no estar plenamete curado y ser un aprensivo esférico, huye de cualquier acercamiento a persona alguna, ya sea Macron, su equipo de confianza, su preparador físico o cualquiera de sus amantes.

Biden estaría preparando un discurso breve (speech) sobre los costes de la guerra para enjaretárselo, si se deja, al experto en aprovechar la economía global que es JinPing. Supongo que se los habrá calculado un futuro Premio Nobel de Economía y se les dará oportuna difusión, para que todos nos enteremos, no solo de lo que vale un peine, sino una escaramuza de invasión de un país despistado, una guerra de desgaste entre dos fuerzas militares que no quieren hacerse mucho daño, una guerra de arrasamiento y destrucción masiva del Estado agredido, una escalada bélica localizada a Europa y, en fin, la tercera guerra mundial si China metre las narices.

Muy interesantes son los análisis sobre los daños colaterales. Los más visibles son la destrucción de inmuebles, infraestructuras y  armamento bélico. La recuperación de la economía dañada, la reconstrucción de lo destruído en la contienda, el volver a poner en pie las vías de producción, de transporte de bienes y hasta el consumo, es otro de los capítulos. Pero olvidar lo sucedido, restañar heridas sicológicas, reorganizar las relaciones internacionales, llevará mucho tiempo. La prueba la tenemos, por citar solo el ejemplo de los odios tribales, introducidos con la leche materna en los hijos, en la Historia de los pueblos. Ucrania y Rusia tienen ahí un cementerio de incomprensiones recíprocas, guerras sordas y expresas, sangre, dudas.

Putin está ganando la batalla de los media en su propio país y, hay que temerlo así, también en China. Suspendidas las comunicaciones con las emisoras de Occidente, la propaganda oficial explica hasta la saciedad las razones de su guerra: eliminar la tenaza de un gobierno nazi, antidemocrático y cruel sobre los ciudadanos rusos y los simpatizantes de la gran Rusia que viven en Ucrania. Su liberación, con rasgos de guerra santa desde la ortodoxia cristiana frente a judíos, católicos y musulmanes, es una obligación para el canciller ruso. No tiene ningún odio contra el hermano pueblo ucranio, de tan similares raíces eslavas; solo pretende que el gobierno ilegítimo de Volodomir Zelenski sea depuesto y sustituído por otro que no tenga la menor intención de agruparse jamás con la facción antirusa de los norteamericanos y unioeuroepos.

Claro está, las imágenes de la guerra que digieren los rusos en sus televisiones de Moscú, San Petesburgo, Kazán, Novosibirsk, …, no presentan a jóvenes rusos muertos junto a sus tanques, sino a victoriosos militares con la Z sobre sus casacas que esgrimen trofeos de guerra como si se tratara de un partido de rugby, no hablan de familias ucranianas huyendo de los bombardeos, sino que educados generales explican que se están controlando todas las resistencias del Ejército nazi, que Zelenski está huído y que los odiosos gobiernos europeos se obstinan en enviar armamento obsoleto a los engañados ucranianos, para prolongarles la agonía.

Confiemos en que la conversación entre los mandatarios chino y norteamericano se desarrolle en buenos términos, con palabras pacíficas, con intercambio de promesas y parabienes que no enfaden ni saquen más rabia interna al enemigo de los cosacos ucranios. Porque se trata de calcular los beneficios de la no-guerra, esto es, de la paz, que es lo que interesa a la inmensa mayoría.

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¿Qué quiere Vladimir Putin?

15 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

A los veinte días de esta guerra provocada por un infiel a las leyes de convivencia internacional, quizá ya algo cansados los improvisados comentaristas que se han convertido a alta velocidad en expertos en Ucrania, en armamento y hasta en interpretar las órdenes del infractor sobre el tablero de ajedrez en que convirtió un país hace un par de semanas, fértil y pacífico, seguimos preguntándonos cuánto va a durar esta guerra, cómo va a terminar, y con qué gravedad y por cuanto tiempo afectará a nuestras economías.

El escenario bélico, para quienes tenemos acceso diario y casi continuo sobre los desastres que está provocando esta barbarie, se va cubriendo de desolación, muertos, heridos, fugitivos y miles de millones de euros en edificios destruidos, pérdidas de terreno agrario, la ruina de empresas y familias ucranianas. No sabemos, o muy poco, cómo está afectando en verdad la presión internacional (me refiero, la del mundo occidental) sobre Rusia y, en concreto, sobre los bienes del propio Putin y los oligarcas que le rodean. Parece ser que la población rusa apoya mayoritariamente al sátrapa y permanece ignorante de la tremenda desolación que la pertinaz estrategia de tierra quemada del Kremlin está produciendo en el vecino pueblo eslavo, culpable únicamente de haber manifestado (por boca de su Presidente legítimo) que desearía incorporarse a la Unión Europea y, por qué no, disponer del abrigo antiainvasió de la OTAN.

El avance de la guerra permite tomar consciencia del resultado final previsible de esta contienda descomunal entre un perverso Goliat contra un enclenque David, provisto de una honda con una china que no llega a guijarro. Un David-Zelenski, al que, con una actitud que podría juzgarse de perversa, hemos estados animando desde la grada con aplausos y vítores.  No puede decirse lo mismo ahora, después de casi tres semanas de invasión, en la que la Unión Europea, a nivel colectivo e individual de los países miembros, ha comprendido que Putin-Goliat no va a detenerse hasta conseguir el rendimiento incondicional del Gobierno de Ucrania y que, aproximándose a la frontera de Polonia, en una maniobra de matón de barrio exhibiendo su fortaleza física mientras vapulea a un inocente estudiante de primario, parece indicar que está dispuesto a continuar la pelea con todo el que se acerque para separar a los contendientes o pretenda auxiliar al que, caído en el suelo, cubierto de tamaños moratones, con pundonor, rabia y fuerzas extraídas de su impotencia, tiene arrestos para reclamar del abusón, “¡Sigue pegándome, que te vas a enterar cuando me levante del suelo!”

Los comentaristas de este hecho singular que está marcando definitivamente la Historia coetánea, porque es capaz de señalar el final a muchos paradigmas, ponen de manifiesto, con esfuerzo inventivo, lo que quiere Putin: Apropiarse de una parte sustancial de Ucrania, e irse de rositas después de haber esquilmado el resto del país invadido y obligar, en un armisticio desleal, a que ese país mutilado jamás vuelva a intentar acercarse a la Unión Europea. La realidad es que la situación parece aún descontrolada -resiste Ucrania, persiste Rusia, observa Estados Unidos, teme el contagio la Unión Europea, y China se perfila como imposible tercero para mediar ante el loco de la badalaika y sus secuaces. Porque si existe un beneficiario claro de la guerra contra Ucrania es Xi JinPing, o sea, la capacidad expansiva de China para asumir el liderazgo económico y militar del mundo.

En verdad, no me interesa lo que piensa Putin. Me interesaría, y mucho, conocer lo que piensa la Unión Europea y, desde luego, nuestro chico de ZumoSol (perdón por la frivolidad) sobre cómo parar la guerra. Mientras -supongo- los thinktank occidentales se devanan los sesos sobre las opciones, debemos dar por seguro que, aunque se consiga detener mañana mismo la masacre ucraniana, por más que sea factible llegar en un plazo muy corto a contar exactamente los muertos, heridos y forzados expatriados del país de la bandera azul y amarilla, aunque se empeñen los amigos occidentales del Estado oprimido por el garfio del terror en recuperar la mayor parte de los edificios y la actividad destruída por la inicua guerra, los daños colaterales para la Unión Europea serán brutales. Estamos en vísperas de una recesión brutal.

¿Qué quiere la Unión Europea? ¿Va a dejar que sea un solitario Macron, en conversaciones telefónicas muy confidenciales con el sátrapa, quien pida clemencia sobre Ucrania? ¿Se atreverán todos los líderes del mundo occidental -todos, unidos. solidarios- a decir alto y claro, a Putin y sus secuaces, que no van a consentir que ni por un minuto más se siga machacando un país libre y que, nobleza obliga, vale más morir con honra que vivir con vilipendio?

No se si el lector duerme tranquilo, puede disfrutar sin sobresaltos de su hasta hace veinte días merecida sensación de bienestar. No oigo aún el clamor que llegue, por todos los medios al alcance occidental (ya que no parece que se pueda contar con esa otra mitad del mundo percibido como oriental y proclive a juzgar las cosas con sus propias anteojeras), hacia la población rusa.

La periodista Marina Ovsiannikova, detenida el libes al irrumpir durante la emisión de los informativos en la Primera cadena rusa, exponiéndose conscientemente a perder su libertad y se juzgada por terrorismo, marca un camino. Lo presentó en un cartel improvisado, con letras desiguales y aspecto cutre, en inglés y ruso. Sobre todo en ruso: No a la guerra. Os están mintiendo” Que pare ya este despropósito. No oigo el clamor. El morbo de contar noticias sobre refugiados, muertos en las calles, destrucción y centrales nucleares que se apagan, unido a la subida de precios constante, disparada en nuestros mercados, debe quedar sepultado, cuanto antes, por una posición sólida, inmensa, única, contra la guerra. No quiero que se nos juzgue desde el vilipendio, la complacencia, el mirar hacia otro lado. No va solo por mí, viejo y enfermo. Va por todos.

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Europa está en guerra junto a Ucrania

5 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Después de diez días de la ignominiosa invasión de Ucrania por el déspota ruso y sus secuaces mafiosos, las operaciones de hostigamiento contra el régimen legítimo y sobre la población del país europeo alcanzan la catergoría de paroxismo demencial. El número de ucranianos huídos de la barbarie destructora supera ya el millón y medio, de los que aproximadamente un millón han atravesado la frontera con Polonia.

En su delirante concepción de una guerra de sometimiento de las voluntades de un pueblo libre, Putin se ha encontrado con la defensa heroica de los ucranianos y con el apoyo -ya no solo sentimental- de la Unión Europea a la resistencia frente al invasor. No destaca España precisamente .en relación con los países europeos que se han involucrado más en el apoyo a los combatientes frente al asedio- pues se ha criticado que los lanzacohetes C-90 y los cetme Ameli (que forman el cuerpo básico de equipamiento militar de nuestra aportación) ni son el armamento más moderno ni corresponden con los modelos de mayor calibre disponibles…pero la ayuda humanitaria está al más alto nivel y, en casi todas las ciudades y villas españolas de entidad se están realizando manifestaciones, incluso improvisadas, contra Putin, y a favor de la inmediata instauración de la paz.

Ajeno a esa voluntad de presión internacional sobre el dictador ruso, el sátrapa ha dado vía libre a la elucubrante oferta del líder Checheno, el sicóptata Ramzán Kadírov de enviar a 10.000 de sus efectivos para sembrar aún más pánico entre la población civil del país invadido y, como un comando terrorista, tratar de asesinar al valiente presidente Volodomir Zelenski, comandante en jefe del ejército resistente. Un ejército que, a pesar de estar formado mayoritariamente por efectivos no militares -Ucrania ha movilizado a todos los varones entre 18 y 65 años- está demostrando una capacidad de lucha y un ardor gerrero dignos de encomio.

He analizado con  máxima atención las declaraciones de Josep Borrel sobre la guerra y, en particular, el deseo expresado de que China debe ser la mediadora en el conflicto, reconociento la incapacidad de la Unión Europea y de Estados Unidos para actuar de mediadores. China parece estar mirando hacia otro lado, por no expresar mejor que se alinea del lado de Putin, al que considera su aliado. El presidente Xi JinPing señaló su influencia cuando consiguió que la invasión de Ucrania se retrasara para no afectar a los Juegos de Invierno que se celebraron en Beijin. El Ejercito chino es ya el mayor del mundo, con potencia superior a la de Estados Unidos y el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha estimado en noviembre de 2021 que el Gobierno amarillo pretende cuadriplicar su arsenal nuclear antes de 2030.

Las previsiones de un final de la guerra próximo siguen inciertas. Por una parte, porque la estrategia militar rusa frente a la invasión se ha revelado inconsistente, si lo que pretendía Putin es una guerra relámpago y una rendición incomdicional en un par de días del gobierno ucranio. No solo no ha sido así, sino que la encarnizada defensa de los habitantes del país invadido, su alta moral y el creciente apoyo internacional están ofreciendo tremendas dificultades al avance militar. La previsión de invasión con tanques del terriitorio retrotrae la guerra a conceptos bélicos del siglo XX, alejados de las modernas concepciones militares. Las luchas, de gran intensidad, se concentran en los territorios de la frontera este (el eje Lugansk-Donetsk, Melitópol, Jersón hasta Odesa) y el avance para doblegar Kiev, ciudad a la que se ha tratado de rodear y que ha sufrido bombardeos localizados que han destruido edificios singulares públicos y otras instalaciones estratégicos, se ha visto impedido hasta ahora por su férrea defensa.

La bisoñez de los soldados rusos, jóvenes que estaban haciendo la larga milicia, y pertenecientes a las familias más pobres de la escala social (los ricos pueden obvar el servicio militar pagando unos rublos para ser eximidos de la carga), unida a su escasa motivación, está ralentizando los avances y causando muchos muertos de los invasores en los encuentros y emboscadas con la defensa ucrania, sino mejor dotada en equipamiento, sí mucho más resuelta y concienciada.

Otro aspecto que se está revelando como sustancial es la intervención de los hackers y especialistas informáticos ucranios -convocados por su Gobierno- en, al menos, un doble sentido. Primero, para provocar interferencias en las comunicacones, destruir o falsear información del mando ruso con los soldados desplazados hacia los objetivos, provocando su vulnerabilidad.

En fin, la destrucción del país invadido prosigue a gran escala. Los daños materiales son cuantiosos. La crisis humanitaria aumenta exponencialmente. La Unión Europea se prepara para una agudización de la inflación y una disminución de las expectativas que confiaban en la recuperación de la crisis que estramos soportando desde hace años. Las medidas de presión contra Rusia -que abarcan muchos niveles, pero sobre todo, se centran en las actuaciones contra su economía, tienen el esperado y no deseado efecto boomerang.

Esto no ha acabado. Recojo las palabras de Borrel “Estamos entrando en un mundo desconocido…” “Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa. bonito, ordenado, pero el resto del mundo es una jungla.” (El Mundo, 5 de marzo de 2022).

Bienvenidos, pues, a la jungla. Por ella, no se camina con cámara fotográfica y traje de paseo. Hay que sacar el kit de supervivencia y el machete.

 

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania Etiquetado como: Borrel, chechenos, China, Guerra en Ucrania, JInPing, Kiev, Odesa, Putin, Ramzán Kadirov, Zelenski

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