Aunque cada uno de mis libros forma una unidad temática, ofrezco aquí algunos de ellos, extraídos de contexto, como una pequeña muestra de mi creación poética. La mayor parte de mi producción está inédita.
5
En otra primavera
-otro país, época, distancia-
tú y yo seríamos tan libres
que no harían falta versos.
En otra primavera
tus labios se unirían a los míos
sin máximos reparos
y no habría esta atmósfera imposible
alertándonos de peligros, tensando.
Pero esta primavera
todo está sembrado de obstáculos difíciles,
explotan las verdades en las manos,
-nos vemos a hurtadillas,
la buhardilla se te clava en los ijares
y está el tiempo erizado de espinas aceradas-,
se nos cruzan caminos tal vez incompatibles
con la verdad de la Biblia, mira tú qué cosas.
Hay demonios que acechan,
enarbolando tribales exigencias,
y tú me dices que no, que somos demasiado
frágiles para ignorar,
y yo te digo que sí, sumisos harto
para dejar de acatar sus órdenes profundas,
me duelen los ijares.
En esta primavera,
te resistes
con ríos de preguntas,
no atiendes mis avances,
te defiendes con tantas energías
que niegas evidencias,
te escapas
como si yo fuera amando, tu verdugo.
Tu oficio es impedir que surjan hechos,
atajar nonatas realidades
y sumergirnos en atmósferas de tedios,
mudando mi tensión en ansia intacta,
ahogando mi deseo,
repitiéndote, (pero si yo no los creo),
conjuros de desastres,
castigos insufribles, rotas ansias.
Prefieres mantener el aura de divina,
tú antaño pecadora de ansias, posas ritmos,
alcahueta que fuiste de otros gozos,
cántara rehecha en rotos trozos, azúcar, hoy no sales
al aire desnuda sin nada que ocultar,
transparentándote.
Valga tu triunfo.
Esta primavera
cierra tus accesos, domina
los resortes íntimos del goce,
niega la posibilidad de que esto nuestro
al no llamarse nunca amor, tenga sentido.
Deja hablar a las cunas bendecidas
miente al deseo, ignora al cuerpo, deja
que ganen posiciones
las santas esperanzas,
despréciame sin miedo,
mécete con sagradas utopías,
repite que nada cambiará,
cumplirás las normas, pedirás perdón,
pero sálvate tú, di
que ya ha sido.
34
Asomado al precipicio de mi otoño,
entre silencios incrédulos, preguntas insolente,
expresas que asistes al comienzo de mi ruina
desde el sólido teorema de tu curiosidad juvenil,
y mientras ya presiento los fríos en la espalda,
se me van cayendo ilusiones a destajo,
te cuento que encuentro cada vez más a menudo
dudas, pelos y sangre en el lavabo,
tú mantienes la sonrisa al pasar, tomas el aire
de quien no necesita comprender, ningún fallo perdonas.
Hoy noto cómo mis ojeras se perfilan
contra tus firmes mejillas sonrosadas,
sorprendo a mis manos ocupando con torpeza
su lugar en tus senos seguros,
mañana será la tos la que delate el contraste
con tu bella canción de cuna adolescente, me saludas,
y cada vez que me pides un favor,
que intente abandonar esta tristeza,
entran a raudales las fiestas de tus nuevos maestros y amigos.
Sé que me abandonas, cuanto más necesita mi cuerpo arrugado
el desnudo de espaldas de tus nalgas rotundas,
hace tiempo que veo cómo aumenta el desfase
entre tu juventud, -las cosas que tú haces-, y mi utopía,
la de cosas que ya no puedo hacer.
Aterrado del torpe alcance que puedo dar a mis palabras,
rendido a tu amor, perdido y tosco, me hago el loco
a la verdad de tu vida,
mientras te enseño lo poco que aun sé de dibujo y geometría.
(1992, Sin herencia precisa, @angelmanuelarias)
13
Pervirtiendo a los mayores
No era más que una niña cuando le apuntaron los pechos
y los muchachos del barrio se dieron cuenta al unísono
de que amaba los caramelos tanto como las carantoñas
y con la excusa de que no querían
que se malograse fuera de allí,
le compraban juguetes y dulces para mancillar sus razones.
Ella supo por intuición distinguir que el juego era perverso:
mientras crecía, amplió su campo de acción
con nuevas pruebas
y después de superarlas todas, le parecieron más sencillas
que el examen de conducir o más oscuras
que las preguntas de un padre si llegas tarde a casa.
Hizo muchos amigos, y como invertía en reacciones el dinero,
perfeccionó sin querer los modales de princesa,
segura por sí misma de que nada le haría daño, siendo inmune
a cualquier tontería, pudiendo volver cuando quisiera
al otro lado del espejo, donde guardaba, intacta,
su sonrisa de niña buena a la que le gustaban los caramelos y las bromas.
Tiene sus muchos juguetes abandonados por el cuarto,
cuenta su madre, que aún se conserva bien cuanto dejó,
por si vuelve algún día, y llorando matiza
que ha movido mucho desde entonces,
maldiciendo a Dios que la hizo guapa.
IV
Veo con pavor
que lo has previsto todo, desde yacijas y tálamos
hasta las menores minucias, el condón y las tijeras.
Antes de que apareciera por tu puerta
has calculado la íntima satisfacción
que me produciría perder hasta la noción de mi yo.
No puedo articular palabra mientras te desnudo
mientras me hablas de lo bien organizada
que está tu ciudad, de lo mucho que falta
para que los demás se den cuenta –obvio-
de que soy tu personaje,
de que no valgo más
que puesto en tu regazo,
invento del deseo que habita entre mis piernas.
Yo, que no me doblego ante nadie
caigo a la primera cuando sopla tu viento,
escorado por las buenas a tu lado.
V
Cuando me notas a punto de desfallecer, desvelas el regalo
que me traes en esa caja de juguetes: tu sonrisa,
la manera de entretener con trozos que pueden ser pasado,
el momento en que otro como yo, con esta carga al hombro,
no tendría más remedio que estallar en semen o en sollozos.
No es eso solo, no, son muchas más las veces
en que alternando anécdotas con historias inventadas
-así eras tú, ese árbol plantaste, la huella del jardín
pertenece sin duda a tu zapato- me descubres algo de futuro
rebañando en los bordes de mi plato, avanzando
segura entre precipicios de ambos lados.
Bendito seas, lazarillo lleno de voluntad
que me salva paso a paso
del riesgo de caer, ciego como voy, renco y muy feo,
en la zanja de tanta profundidad que cruza de lado a lado,
sin señales ni advertencias, destrozándola por la mitad,
mi propia calle.
VI
Lo que te tengo dicho, las promesas
con las que te convencí para que me franquearas
las puertas, las buenas razones
para que me confundieras con otro,
todo es falso.
Soy un iluso convulsivo,
y esas prendas
las llevo atadas al cuello como un lazo.
Ahora que solo me sirven de lastre.
haré que me tiren al mar, me lo merezco.
No temas por mí,
porque sobreviré también a otro naufragio
y aunque haya tragado mucha rabia,
después de haberme recuperado de los golpes,
al curar tendré la osadía de intentarlo otra vez.
Velando a tu puerta la ocasión propicia
probaré a vencer tu resistencia
apareciendo de sopetón entre tus calmas
con las prisas del viernes por la noche.
VII
Para salvar mi honor
hoy tienes que hacer algo contra mí,
azótame con saña,
dame la patada en el culo, envenéname
con besos apasionados y desdén,
haz que sea pecado
mi aliento de menta y alcanfor
o tu forma infantil de desnudarme,
qué se yo, apuesta por publicar indecorosas
sesiones de fotos con mi nombre y el tuyo,
peor, delátame a otro mundo mejor
por no saber simular ser dios sobre tu vientre,
por haber fingido mal tantas veces
que te conozco de memoria,
por compartir contigo más que infelicidad, desasosiego,
y acabar yéndome siempre por las ramas de tu esencia,
ensuciando como un cerdo tu casa tan bruñida,
todo por los celos,
porque no caigas en la cuenta de lo mucho que me vales.
(Poemas de encargo, 2005, @angelmanuelarias)