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Superar la crisis económica

11 junio, 2020 By amarias 1 comentario

DESPUES DE LA PANDEMIA, UN UNICO OBJETIVO: SUPERAR LA CRISIS ECONOMICA

La pandemia provocada por el SARS-CoV-2, un maligno coronavirus que se ha colado como nuevo elefante en la cacharrería de nuestra existencia, no está plenamente atajada, según opiniones de expertos, aunque vivimos en España momentos de relax y relativa euforia, pues la mortalidad atribuida a la enfermedad se ha reducido drásticamente y se están aligerando las medidas de confinamiento. Pero se teme que el virus continuará con nosotros, incluso con posibles rebrotes de virulencia, salvo que ésta se vea atenuada por su propia deriva natural o se consiga dominarlo con una o varias vacunas universales.

En estos meses de forzado confinamiento, hemos aprendido mucha terminología en relación con los virus y la epidemia, si bien, la novedad, amplia difusión y tremenda agresividad del agente vírico ha provocado lagunas de oscuridad -algunas, persistentes- que dificultan entender aspectos sustanciales: origen del virus, forma concreta de propagación, niveles reales de protección de los diferentes tipos de mascarillas que se vienen utilizando, causas por las que presenta niveles de agresividad variables y forma de tratamiento efectivo de los infectados y de seguimiento de los dados de alta.

Todos los países, independientemente de sistemas económicos, han adoptado medidas similares, si bien algunos las adoptaron después de dudas y errores iniciales: confinamiento y distancia social. Pero, a salvo de la probada eficacia de mantenerse confinados, guardar distancias, utilizar mascarillas en lugares públicos y en el trabajo, y lavarse frecuentemente las manos, el riesgo de un repunte del ataque vírico subsiste. Que solamente de un 5 al 10% de los ciudadanos españoles manifiesten, a tenor de los ensayos realizados hasta ahora, haber superado la infección, nos sitúa lejos del objetivo de alcanzar esa “inmunidad de rebaño” que algunos epidemiólogos fijan como nivel de protección que garantizaría el autocontrol de una población en la difusión masiva del virus.

Valorando la crisis económica

Es difícil, en una situación con tan frágil estabilidad, con la preocupación política y ciudadana volcada, obviamente, en la protección de la salud, pretender disertar sobre la economía. Sin embargo, entiendo que es imprescindible hacerlo y abrir, con rapidez y sensatez, un debate que permita clarificar la selección de medidas públicas y sirva de orientación a los agentes sociales. El confinamiento masivo de la población, manteniendo solo algunos servicios esenciales, ha paralizado la actividad económica y causado un gravísimo daño inmediato a la generación y transformación de los recursos y, por tanto, al empleo.
Conseguida la contención de la propagación masiva del virus y su escalada de fallecimiento, se está abriendo la permisividad en todos los países, con fases medidas para el levantamiento del cierre de establecimientos y negocios, pero la evidencia irrefutable es que la caída de las economías ha sido brutal. En España, se cifra en más de un 10% la disminución del PIB y en más de un millón el número de empleos perdidos. Puede ser todavía peor.

En estos meses ha habido tiempo para leer, escuchar música, hacer gimnasia, pensar, lamentarse e incluso dejarse intoxicar ante el inmenso volumen de informaciones de expertos, aficionados y enredadores: contradictorias, interesadas; muchas de ellas, falaces. El confinamiento ha incrementado la tensión social, avivado las posturas políticas encontradas, exacerbado las críticas. La curva de evolución de los contagios y muertes provocados por el patógeno ha puesto sobre el tapete de la existencia al temor a la muerte propia y de los seres queridos. Aunque las nuevas cifras de infectados y la mejora en el tratamiento, hayan disminuido la tensión, el riesgo y el miedo al contagio, subsisten. La evidencia de que el virus se cebaba con preferencia en las personas mayores y en los que tenían patologías previas, ha cargado a algunos colectivos con un lastre aún mayor.

Entre los colectivos profesionales, la primera línea de choque, al tratarse de una crisis epidemiológica, ha sido ocupada por el personal sanitario. La superior exposición ha provocado una mayor proporción relativa de infectados en ese grupo e, incluso de fallecimientos. Fuerzas de seguridad, transportistas, empleados de la limpieza, farmacéuticos, distribuidores de mercancías, empleados de supermercados y tiendas de abastecimiento, que también se han visto especialmente solicitados, han contado como los héroes y heroínas forzados de esta pandemia, por su definitiva aportación a la recuperación y sostenimiento de la normalidad básica.

España aparece entre los países que han tenido que soportar el mayor número relativo de contagiados y fallecimientos (la pandemia se ha cobrado víctimas sobre todo en residencias geriátricas y entre personal facultativo que, al principio de la pandemia, creía estar confrontándose con una gripe episódica). No recuperaremos, desgraciadamente, a los muertos, y muchos de los sanados mantendrán secuelas de por vida, pero la respuesta a la pandemia nos obligará a extraer consecuencias, y la recuperación económica debe ocupar el centro de los objetivos inmediatos.

Tentación de volver a la situación clónica de la anterior

La tentación podría ser la recuperación de una situación lo más clónica posible que teníamos a finales de noviembre- diciembre del año 2019. Esto supondría otorgar ayudas a aquellas empresas, comercios y autónomos que han perdido actividad y cuota de mercado, para impulsarlos, con empuje oficial (subvenciones y exenciones, fundamentalmente), hasta que se vuelvan a situar donde estaban, sin cambiar su posición de riesgo ni sus líneas de trabajo.

Es una intención loable, pero creo que puede ser calificada de grave error. Como después de una guerra, aunque esta haya sido de corta duración, la recuperación de lo destruido es imposible, pero, además, en el actual contexto tecnológico y de competencia mundial, sería inadecuada. Es imposible, porque las exigencias de los mercados han cambiado, y es inadecuada porque los elementos de producción, los competidores desde el lado de la oferta, son otros o pueden serlo; los países que antes se recuperen de la pandemia vírica estarán mejor situados para ampliar su cuota de mercado, y las empresas (no solamente chinas o de países orientales poco afectados por ella; también de otros países europeos) aumentarán una penetración que había sido ya muy amplia gracias, tanto a la permisividad de la globalización, como a la calidad tecnológica y la variedad y atractivo de sus ofertas.

No se ha de olvidar que, antes de la pandemia, ya estábamos en crisis. Una nueva revolución tecnológica se había asentado entre nosotros, alimentando el desempleo en sectores que parecían seguros, afectados por el avance exponencial de las consecuencias de la globalización, lo instantáneo de las comunicaciones, la capacidad para tratar masivamente los datos, el teletrabajo, la incorporación de tecnologías y materiales sofisticados a los ciclos de producción, y la aparición de nuevas ofertas de consumo, cada vez más atractivas y baratas. Era evidente ya la polarización de los trabajos entre la alta cualificación y aquellos que precisaban poca o ninguna. La realidad del aumento del calentamiento de la superficie terrestre estaba cambiando, al menos en la Unión Europea, la deriva de la distribución de la producción energética hacia las energías calificadas de limpias, con repercusiones sociales y económicas que aún no estaban plenamente valoradas.

En lo tecnológico, pero no únicamente, la crisis epidémica se diferencia de anteriores escenarios económicos, no solamente en su complejidad, sino por haber afectado las cadenas de suministro y de manera prácticamente instantánea. Las carteras de pedidos se han vaciado, las expectativas coyunturales han variado bruscamente. Los criterios de reactivación que podían servir en otras coyunturas son calificados de insuficientes o inútiles por los afectados.

No se trata de recuperar un sector aislado, una empresa concreta o atender a una reconversión puntual. La mayoría de las empresas, no solo se han encontrado con la anulación masiva de pedidos, sino que, las nuevas demandas no pueden ser atendidas o solo de forma deficiente al faltar suministros esenciales que deberían provenir de proveedores sobre los que se ha perdido el control y llevan semanas inactivos. La recuperación se entreteje como una necesidad compleja a lo largo de las cadenas productivas, afectando simultáneamente a varios países y sectores, todos interdependientes.

Esta crisis es, por su naturaleza global, una compleja superposición de varias, que aumentará aún más la dualidad en el mercado de trabajo, favoreciendo en el corto plazo la colocación de especialistas y técnicos cualificados en sectores que necesitan cubrir necesidades inmediatas (especialistas en telecomunicaciones, informáticos, vendedores on line, diseñadores industriales, ingenieros mecánicos, agentes y procuradores de todo tipo, técnicos de seguros, médicos y enfermeros desde generalistas a intensivistas, abogados penalistas, distribuidores de mercancías a domicilio, reparadores de electrodomésticos, etc.), y aquellos que carecen de experiencia laboral o la poseen muy sesgada, que se verán obligados a aceptar cualquier trabajo para sobrevivir.

Crisis de la oferta y de la demanda

La duración de la paralización de la economía será también determinante, tanto desde el lado de la producción como de la demanda. Si los consumidores potenciales disponen de recursos, la recuperación de la demanda puede ser rápida y, desde luego, las necesidades básicas nunca han dejado de ser cubiertas, por lo que hay sectores que no resultaron apenas afectados. Los comercios al por menor, y las empresas dedicadas a proveer de suministros esenciales (alimentos, productos sanitarios, agua, electricidad, limpieza, incluso artículos de belleza, vestimento y calzado), se recuperarán pronto en la medida en que los consumidores de proximidad dispongan de efectivo. La reactivación vendrá por la línea del consumo y, siempre que no tengan que trabajar contra stock o consigan liberarse sus inventarios de la temporada perdida, no tienen por qué sufrir gran desgaste a corto plazo.
En cambio, la recuperación de la producción puede complicarse, en especial, en bienes duraderos y productos complejos, hasta que no se reactive la confianza del consumidor (aviones, barcos, automóviles, aparatos de alta prestación, equipos tecnoelectrónicos, etc.).

En muchos de estos sectores, entre los que añado las empresas de construcción, con alta capacidad de empleo, el período de inactividad será causa de inestabilidad social si no se arbitran medidas de apoyo, que pueden convertirse en necesidad permanente si las empresas pierden la competitividad que tenían antes de la pandemia.

La dependencia de los mercados internacionales es otra variable a tener en cuenta. La solvencia de muchos países se verá afectada y, aunque las necesidades subsistan e incluso se vean incrementados, el riesgo de impagos crecerá. Se abrirán grietas estructurales en la economía y aflorarán carencias que estaban antes ocultas o que se mantenían a la expectativa de una recuperación exterior que se confiaba en que se produciría y que no tendrá lugar, al menos, en los intervalos previstos.

Como proveedor, se ha calificado a China de la factoría-taller del mundo y, favorecida por la globalización, los bajos costes de la mano de obra y una calidad tecnológica muy mejorada, la afectación del virus a su economía arrastra la de otros países. En aquellas empresas con producción de elementos, equipos y sistemas sofisticados, en los que, además de haberse colapsado la demanda, se ha desmoronado la cadena de suministro, pueden surgir nuevas orientaciones y competidores desde los países mejor preparados en la recuperación de la pandemia, que conviertan en inviable el negocio. La mayor o menor importancia del suministro de componentes y piezas de recambio de terceros países, particularmente, de China, calificará la gravedad de la situación, ya que, además, el tráfico de mercancías y su circulación está momentáneamente afectada.

Elementos para recuperación de la crisis económica en España

La esencia de la capacidad productiva española reside en el sector servicios, en detrimento del peso del sector industrial. Con todo, lo más significativo no es el porcentaje de ambos sectores en relación con el PIB total, sino la menor entidad de este PIB per cápita en relación con otros países desarrollados. El valor añadido de nuestra producción es bajo y este bajo valor arrastra todos los indicadores básicos de nuestra economía: salarios, capacidad para atender a las medidas sanitarias, educativas, de investigación, infraestructuras, defensa, etc.

Hay que incrementar ese valor añadido con urgencia y el camino más sólido es mejorar los niveles educativos y la investigación. Estas carencias han quedado manifiestas, como en una foto robot, en relación con la pandemia. Aunque disponemos de individualidades notables en los campos de la ciencia, incluso los más avanzados, nos faltan medios económicos y equipos, físicos y humanos para conseguir la máxima eficacia. No desarrollaremos una vacuna, por ejemplo, y no por falta de capacidades personales, que las tenemos y muy brillantes, sino por escasez de cantidad, de masa crítica y, por supuesto, de la escasez de recursos dedicados a la investigación.

Si nos atenemos a la distribución del PIB por macrosectores, volveríamos en primer lugar la vista al sector turismo, y, en relación directa con él, a la hostelería, la restauración, el transporte, los seguros -y tantos otros servicios y actividades, incluidas la construcción o la artesanía -, así como una parte importante de la producción agraria y vitivinícola.

Las empresas españolas tienen una importante infraestructura en ese ramo, y si hubiera clientela y se eliminasen las restricciones de aforo, la recuperación seria, desde luego, sencilla. Pero no es en este caso la oferta la que falla, sino la demanda y desgraciadamente, así será durante algunos años. La desconfianza de usuarios (y de proveedores de los servicios) por el miedo a caer víctimas de un contagio no se va a corregir con facilidad. Para el llamado turismo sanitario, el desequilibrio asistencial que provocó la pandemia ha comprometido injustamente la idea extendida que en España teníamos la mejor sanidad del mundo.

La recuperación del turismo está vinculada con la erradicación de la pandemia y no con la credibilidad y variedad del sector. Seguimos teniendo la mejor dotación hotelera, una oferta variada y de calidad y no hay nada que perjudique, en un entorno sanitario de normalidad recuperada, una rápida vuelta al estado anterior, si se movilizara la demanda.

Es aquí donde aparecen también los efectos de las interrelaciones de las cadenas de suministro y servicio. Las compañías de viajes, las empresas de aviación, automoción y transporte en general, figuran entre las muy afectadas, dadas las prohibiciones para salir y entrar de los diferentes países o regiones, las medidas de control para el acceso y la restricción a la utilización de la capacidad de los propios medios. La disminución de la capacidad de carga de pasajeros por aeronave y tipos de transporte causa una falta de rentabilidad que puede ser disuasoria para las empresas. Si no se encuentran soluciones sencillas, habrá que poner a disposición más vehículos, lo que podría activar la fabricación de los medios de transporte y, en todo caso, lo relacionado con las medidas de seguridad de los pasajeros en ellos.

Los plazos para la recuperación dependerán del éxito de los controles sanitarios. Si se consigue la erradicación, la recuperación puede producirse -según los cálculos más optimistas- en la Unión Europea a finales del último trimestre de 2020 o principios del próximo año; Estados Unidos y China, como máximas potencias mundiales, actuarán de primeros reactivadores.

Ayudas a la reactivación

Las administraciones deben estar muy activas para impulsar la recuperación, ofreciendo liquidez a las empresas y protegiendo los puestos de trabajo. Pero debemos ser realistas: los medios no son infinitos y hay que prevenir el riesgo de un intervencionismo exagerado. Puede parecer tranquilizador escuchar que no se ahorrarán medios, que las medidas serán extensivas en el tiempo y no puntuales, aunque es sencillo conseguir el equilibrio entre el endeudamiento público y la subida de impuestos, porque se trata de paliar una situación coyuntural y no de aprovechar el momento para realizar un cambio de paradigma económico, lo que podría provocar una catástrofe social y un perjuicio económico aún mayor.

Las ayudas a la reactivación han de venir, fundamentalmente, de la Unión Europea, en la que el Banco Central Europeo ya anunció un programa de compra de deuda por valor de 750.000 millones de euros, llamado de emergencia pandémica, y la autorización a superar el endeudamiento límite que se imponía a los Estados miembros para controlar la inflación y su solvencia individual. Poner dinero a disposición no basta, porque hay que saber hacia dónde dirigirlo, y ahí está el quid de la cuestión. Si las ayudas se distribuyen de forma desordenada, sin un plan de reactivación detallado, la salida de la crisis será, no ya desigual entre los países europeos, sino que aumentará las diferencias entre ellos.

Es más importante ofrecer un marco de seguridad a las empresas, que les permita planificar a corto y medio plazo su actividad, recuperando las estructuras dañadas y robusteciendo las fortalezas. Los grupos multinacionales que tengan sus centros de decisión en el exterior es muy probable que atiendan en primer lugar a salvaguardar la producción y empleo de sus instalaciones principales, cerrando o disminuyendo la actividad de los centros en el extranjero. Por el contrario, las empresas con sede local, las pymes y autónomos precisan apoyos concretos, rápidos y efectivos (préstamos sin interés, pagos aplazados, reducción de impuestos), pues se encuentran en la base de la recuperación inmediata.

La emergencia climática sigue en el panel

Los próximos cinco años serán decisivos para el futuro de la humanidad. El peligro de una catástrofe climática no estaría conjurado si las medidas de reactivación olvidasen la necesaria protección del clima, proporcionando las medidas y ayudas adecuadas. Pero, nuevamente, debe procurar ser realista y no actuar con propósitos que estén fuera de las propias capacidades y recursos. Aquí, en especial, como país intermedio, España debe actuar con prudencia y serenidad. La Agenda 2030 debe adaptarse a las nuevas circunstancias y la canalización de recursos hacia las nuevas necesidades, pero, en mi opinión, debería activarse.

La lucha contra la pandemia ha hecho aflorar tensiones entre los gobiernos de las Comunidades Autónomas y del Estado Central y, en especial por la vigencia del estado de alarma, ha permitido tomar decisiones recuperando poder en esos ámbitos, cedidos a las regiones. Un Gobierno del Estado más fuerte arriesga corromper el ejercicio de las libertades democráticas, pero, también, para los nostálgicos de una mayor centralización, ha reverdecido los deseos de una mayor coordinación, igualdad de criterios de actuación y dotaciones por cabeza en sectores fundamentales.

No solamente la sanidad se ha resentido por la disparidad de políticas autonómicas; también la educación, las estrategias fiscales, las medidas de reactivación en el sector del turismo, del comercio y de las pymes han sufrido y están sufriendo, las consecuencias de las desigualdades. Tampoco se puede ignorar que las ciudades con mayor concentración de población, con mayor número de residencias geriátricas y con transporte público sobre solicitado han sufrido las consecuencias más duras de la pandemia, en lo sanitaria y en lo económico. A corto plazo, las necesidades sociales para proveer de un empleo inmediato que cubra las necesidades de las familias en situación más precaria obligarán a lanzar actividades de mantenimiento y reparación de infraestructuras públicas, y se impulsará la contratación de personal temporal para ciertas funciones urgentes.

En el área farmacéutica, la dependencia de India y China, de donde proceden más de la mitad de los fármacos de marcas blancas, se podría activar líneas de sustitución, que no solo eviten la ruptura de los stocks farmacológicos, sino generar nuevas fortalezas. Por su parte, la potenciación del teletrabajo abrirá líneas nuevas en muchos sectores: inmobiliario, gestión de equipos, conectividad, aprendizaje a distancia, envíos de mercancías a domicilio, nuevas formas de socialización, etc.

El reto imprescindible de conseguir más capital para la reactivación plantea algunas incógnitas. La caída bursátil ha provocado la disminución drástica del valor de las acciones cotizadas y algunas empresas sustanciales se han convertido en piezas apetitosas para los inversores especulativos. La financiación de circulante puede y debe conseguirse por vía de préstamos bancarios -interesante la reactivación de líneas de financiación para el comercio exterior-, pero generar atractivo al capital propio y extranjero para invertir en líneas estratégicas, implica definir estas con suficiente precisión y comprometer apoyos públicos a medio y largo plazo. La reducción de la deuda en relación con el PIB supone estímulos y reformas que signifiquen la generación de mayores valores añadidos, y no la consolidación de subidas de impuestos a las empresas y trabajadores, que no puede ser una solución estratégica de reactivación.

No es momento para criticar formas de abordar el problema o polemizar si una propuesta es superior o inferior a otra. Es momento de consenso y apoyo, ya que la situación es de incertidumbre y es muy difícil generar un escenario inmutable. Hay que ayudar a los ejecutivos pragmáticos a que se produzca una convergencia rápida, pero garantizando que no se les abandonará en el proceso. Porque la instalación de la precaución, la desconfianza y la prudencia, retrasará la recuperación y aumentará las tensiones.

Sectores por reforzar

Entre los sectores que deberán ser reforzados, a la vista de la experiencia pandémica, se encuentra el sector sanitario que, además, goza de la prioridad que le concede el que tanto la población como las administraciones públicas han detectado la importancia sustancial de tener una sanidad pública (y privada) muy eficiente, y no solo en relación con su personal. Se aumentarán las dotaciones hospitalarias, la preparación para control de situaciones de estrés sanitario, la atención primaria, y se revisarán equipos y protocolos.

La crisis ha puesto de manifiesto nuestra vulnerabilidad precisamente por la excesiva dependencia del mundo exterior, para atender a las necesidades tanto de producción como de consumo. Esta situación debe ser corregida, aumentando los porcentajes de producción propia en los procesos, incluso a costa de encarecer los productos finales, aunque no se debería desatender el avance decidido en la automatización y en la distribución de producción de piezas y elementos que deberán después ser ensamblados en otra factoría.

La seguridad y la defensa ante posibles ataques deben reestructurarse. No se debería desatender la posición estratégica en una Europa de la Defensa, máxime cuando la polarización de las relaciones entre China y Estados Unidos puede convertir esta región del mapa en campo de experimentación para liberar tensiones entre colosos. Este sector, además, ha sido tradicionalmente una punta de lanza de desarrollo si se potencian las llamadas capacidades duales (civiles y militares).

La activación de una salida verde de la crisis puede generar cientos de miles de puestos de trabajo en el sector de las energías limpias, pero no podemos olvidar que no existen razones para abandonar la producción de energía con base nuclear, y deberíamos mantener la cualificación de nuestros técnicos en esta materia. Sería fundamental que se aprovechara esta ocasión para reactivar proyectos en la minería y la industria que pueden ser estratégicos para la recuperación y que habían sido bloqueados por injustificables posiciones de obstrucción con pretensiones ecologistas.

Entre las medidas que hemos venido proponiendo en otras ocasiones, volvemos a enfatizar sobre la necesidad de seleccionar algunas líneas preferentes de desarrollo tecnológico y, además de volcar recursos públicos y privados sobre ellos, recuperar o imponer para ellos la máxima coordinación en todos los centros de investigación y desarrollo, incluidas las Universidades, potenciando uno de los ejes ya existentes. Se trata de evitar la dispersión de recursos. No hará falta, seguramente, crear ningún centro nuevo, porque en todas las áreas tenemos ya un Centro de Investigación o varios, ya sea en oncología, en nuevos materiales, en enfermedades pulmonares, en productos agrarios, en energías alternativas, etc. Lo que cabría preguntarse, y resolver, es sobre su eficacia, sus resultados y tratar de enderezar, cuando proceda, el rumbo para que se potencie su actividad en la línea del éxito y la competitividad internacional.

Hay tanto por hacer que el riesgo mayor es sucumbir ante la perspectiva del inmenso trabajo. Pero no podemos desfallecer. Además de la utilidad del camino ya recorrido, cuya senda de eficacia debe recuperarse, allí donde se hubiera perdido, algo no puede faltar nunca: el empuje de las nuevas generaciones. A ello, añado por mi cuenta la obligación de los ancianos de la tribu de ofrecer su experiencia para que las equivocaciones sean menores y menos costosas.

Se lo oí decir recientemente al oncólogo Mariano Barbacid en un debate online con investigadores de la COVID-19:” Nada impide biológicamente seguir activo intelectualmente a partir de los setenta y muchos ancianos de edad son más creativos que algunos jóvenes que están en la primera línea de la exposición mediática”. En una sociedad que presume de lozanía, frescura y juventud, la pandemia viene a ofrecer ocasión de recuperar a los mayores, no solo para lamentar su contagio en los geriátricos, víctimas de la COVID, sino para pedirles su apoyo para la rápida solución de la crisis económica que provocó.

Mayo de 2020

@angelmanuelarias

Nota.- Este Documento fue redactado como Editorial para la revista Entiba de mayo. Por razones de espacio, tuvo que ser reducido a la mitad. Lo ofrezco aquí entero por si los lectores del blog lo siguen encontrando de interés

Publicado en: Actualidad, Economía, Empleo, Investigación Etiquetado como: administraciones, comunidades autónomas, coordinación, crisis económica, farmacia, industria, investigación, máquinas herramienta, minería, recuperación, sectores a reforzar, turismo

Modelos regionales de generación de actividad económica y empleo en la Revolución de la Inteligencia.

5 mayo, 2017 By amarias Deja un comentario

El 4 de mayo pronuncié, invitado por el Colegio de Ingenieros de Minas del Noroeste, en Oviedo, una conferencia con algunas reflexiones sobre la posición de Asturias frente a la llamada Revolución de la Inteligencia. Como no leí ningún papel, me acomodé a lo que me pareció podría ser más relevante y puse énfasis dramático en la idea de no cansar al público asistente, por lo que la versión oral fue, no solo más reducida, sino más entretenida (quiero creer).

Después de 45 minutos de exposición, se dedicó tiempo al coloquio, que resultó, como suele decirse, animado e interesante. En este caso, con singular razón. De él no tengo más constancia que la de mi memoria y la de los asistentes que casi llenaron la sala, aunque ese jueves en Oviedo parecían haberse concitado todos los organizadores de actos de la región para ofrecer opciones donde pasar el rato.

Agradecería que todos aquellos que encuentren el texto interesante, lo difundan. ¡Por Asturias!

Modelos regionales de generación de actividad económica y empleo en la Revolución de la Inteligencia. (Reflexiones sobre las actuaciones con mejores perspectivas y su posible aplicación para Asturias)

Ponencia de: Angel Manuel Arias, Dr. Ingeniero de Minas y Abogado

Introducción

Desde distintos ámbitos, se ha difundido que nos encontramos en la tercera revolución industrial. Incluso, como las cosas van rápidas, piensan otros que estamos ya en la cuarta. Qué más da. En todo caso, se está de acuerdo en que la inteligencia artificial y las tecnologías de relación de datos y difusión de la información, están introduciendo y, lo han hecho ya en muchos ámbitos, nuevas variables desconocidas hace muy pocos años.

Me parece imprescindible analizar las consecuencias prácticas de esta avalancha tecnológica, que ha convertido a una mayoría de la población mundial en usuarios encantados o, al menos, en espectadores maravillados de las excelencias que ofrecen aparatos, materiales y programas, sobre todo, en el área de las comunicaciones. El verdadero elemento de unión entre esas multitudes es que no tienen la menor idea de cómo se fabrican y una ligera intuición de dónde.

Es una situación con un potencial ambivalente, y una deriva hacia consecuencias que pocos se han detenido a valorar, obsesionados con el disfrute momentáneo, ya que la sensación de satisfacción amenaza con no ser duradera, o, al menos, no lo será para todos. Mi punto de partida no es poner el énfasis en la calidad y carácter de esas tecnologías, de la que existen algunos productos de empleo muy difundido. No. Mi observatorio va a focalizarse en la realidad de que estas creaciones de prestaciones en crecimiento exponencial, están dividiendo a la sociedad en dos grupos: los usuarios finales, legos tecnológicos, y la élite de creativos, usuarios primarios y secundarios, que, bien como empleados pero también como autónomos, son los creadores, fabricantes y transformadores de las tecnologías.

Los flujos económicos relacionados con las tecnologías de esta Sociedad de la Inteligencia están trastocando brutalmente los que se consideraban habituales y a los que se creía conocer. Nuevas grandes empresas y protagonistas de todo nivel se están situando para controlar desde posiciones dominantes, o, cuanto menos cómodas, la masa dineraria que se mueve, en cantidades ingentes, desde el consumo hasta la generación. Claro está que los consumidores no siempre podrán pagar lo que desean, si no tienen forma de generar recursos, por lo que el grupo de usuarios finales, potencialmente inmenso, también se acabará reestructurando en subgrupos, de acuerdo con su disponibilidad de acceso -no técnico, sino económico- a esas maravillas de la tecnología.

En medio de este escenario me gustaría detectar una clase media socio-tecnológica, que estaría formado por quienes producimos y consumimos mayoritariamente bienes y servicios en los que las tecnologías consolidadas siguen jugando un papel central. En ese grupo, que es, por su esencia, el único en que militamos todos, solo unos pocos parecen haber detectado que la Sociedad de la Inteligencia, también amenaza las esencias de la vida en comunidad y genera una continua tensión emocional, social y, en lo que más debe interesar a las regiones, de empleabilidad.

Con este trabajo pretendo contribuir a la reflexión sobre la manera en que las tecnologías de la Revolución de la Inteligencia están afectando, y, en mi opinión afectarán aún más, al sostenimiento de la sociedad del bienestar.

Como idea general, si no se actúa con fórmulas de resistencia, lo harán a peor, deteriorándolo; y el deterioro se hará desastroso, por lo que deberá ser imprescindible poner pantallas de contención a las corrientes desordenadas de producción y consumo derivadas de las tecnologías en las que una región o país sean usuarios y no contribuyan a su creación, Paralelamente, se deben generar y apoyar puntos de actividad cercanos y asequibles a la gran masa de población, ya que la tecnología -en sentido amplio- y la globalización, suponen una interferencia constante sobre la contribución de capital y trabajo en la producción de bienes y servicios.

Primero. La tecnología como factor determinante de la rentabilidad

En los manuales clásicos de economía, al referirse a la función de producción, se estudiaban las interacciones entre capital y trabajo, considerando las influencias de los tipos de interés del dinero, la forma de financiación de equipamientos, instalaciones y circulante, o la selección y mejora de cualificación de los empleados, con el objetivo general de aumentar la eficiencia.

El propósito de hacer la producción más rentable (optimización del beneficio, mejor calidad, más cantidad, para entendernos) pasaba también por introducir automatismos en las máquinas, reducir residuos y desechos, y, en suma, disminuir los costes de producción, aunque no se analizaba con carácter global que la tecnología, en sentido amplio, llegaría a interferir de manera sustancial sobre la función de producción. Hoy día no se duda que, en muchos procesos, y en número creciente, se ha convertido en el factor determinante de la rentabilidad y que su efecto más claro para la masa social es que presiona continuamente sobre la empleabilidad.

Hablamos de desarrollo, pero en realidad, cuando nos planteamos el desarrollo regional, lo que pretendemos es contener la corriente impetuosa de pérdida de actividad y empleo que, en un entorno de competencia global y casi continua modificación de las mejores tecnologías disponibles, amenaza con llevarlo todo por delante.

La generación de empleo se vincula tradicionalmente a la creación de actividad económica, admitiendo que la movilización de recursos económicos creará puestos de trabajo. La automatización de los procesos ha llevado al empleado a una situación de riesgo permanente de ser sustituido por la máquina. Para el trabajador desplazado en una “reconversión”, y conducido al paro, ese estado de mercancía puesta en un mercado en el que desconoce (no solo él) las claves de la competitividad, no solo genera grave insatisfacción, sino que, al perder seguramente para siempre, el medio de sustento para él y su familia, pasa a depender de la asistencia social y de la solvencia y carácter de las prestaciones públicas.

Los responsables de las regiones son especialmente conscientes de la situación de deterioro y, muy concretamente, las que tienen estructuras heredadas de la actividad industrial de los sectores que entraron en crisis irrecuperable, por efecto de los avances tecnológicos. Asturias, con una cabecera industrial desproporcionada, creada y fomentada para servicio del resto del país, fue tempranamente sufridora de ese corte tecnológico. Ni el esfuerzo de los agentes socioeconómicos, ni las subvenciones, ni los programas de reconversión, reactivación industrial o desarrollo tecnológico, han permitido recuperar aquella posición de los años sesenta y setenta del pasado siglo.

La economía de la región asturiana se sostiene, en buena medida, que no me atrevo a cuantificar con exactitud, por la existencia de rentas del capital privado acumulado en años de bonanza y, sobre todo, por los ingresos por pensiones de jubilación y prejubilación.

Que una región castigada en su geografía por industrias potencialmente contaminantes o deterioradoras del ambiente como la siderurgia, la producción térmica de energía eléctrica, o la extracción minera, haya apostado, con éxito, por la promoción de sus valores turísticos, no dejaría de parecer una paradoja. Pero el turismo también puede ser pan para hoy y riesgo para mañana, pues los atractivos -precio, novedad, naturaleza, calidad de servicios, etc.- también entra en la bolsa de la competencia desaforada y, por sólido que nos parezca el escaparate, el mantenimiento del negocio depende de las decisiones de los clientes, en menor medida que la calidad o buenos propósitos de los oferentes.

Segundo. Mantener la actividad económica regional

No deseo abrir demasiado el espectro de las reflexiones que pondré sobre la mesa de discusión, para no sucumbir en el empeño de querer abarcarlo todo. Por ello, y volviendo a la teoría, someto a consideración que el mantenimiento de la actividad económica de un área o región, puede intentarse desde dos grandes opciones, que actúen sobre el tejido industrial y de servicios:

1) bien potenciando al máximo el crecimiento endógeno, analizando y utilizando todos los recursos disponibles (de naturaleza, minerales, profesionales, formativos, económicos, etc.)

2) o introduciendo elementos especialmente elegidos, que se incorporen al tejido ya generado, y creen nuevas interacciones con él.

Ambas propuestas no son incompatibles, pero en el desarrollo regional se ha de decidir mayoritariamente por una u otra.

Podemos asimilar estas propuestas con lo que se aplica en fruticultura o jardinería. Si queremos un efecto rápido y vistoso, podemos intentar trasplantar árboles ya bien formados. El riesgo es alto, y la posibilidad de éxito, escasa. Hay que extremar los cuidados profesionales, escoger vegetales con excelente cepellón y que sean, por sí mismos, resistentes. En terminología empresarial, una gran empresa que sea atraída para reimplantarse en otra zona diferente a la que creció, habrá impuesto altas exigencias para el traslado, y la difusión de sus deseados efectos activadores en la nueva será siempre problemática. Su posición dominante la hará exigente y la región dedicará a su mantenimiento recursos (económicos y laborales) de los que privará a otros agentes económicos.

También se puede optar por injertar en un árbol nodriza existente, con buen vigor y ya bien arraigado, una rama de aquella estructura que nos parezca más interesante, por sus frutos o por su calidad. Esta opción tiene, en fruticultura como en la economía empresarial, muchas más probabilidades de éxito y, además, puede intentarse con muchos vegetales; esto es, con muchas empresas del tejido propio anterior. Hablo de acuerdos de cooperación, join venture, sociedades mixtas, etc.

Tercero. Captación de sedes de multinacionales, con o sin Brexit.

Hay una situación novedosa que algunos creen ofrece opciones de captar sedes empresariales importantes. Como se ha ya difundido, la posibilidad de que el Brexit (salida de Gran Bretaña de la Unión Europea) se haga efectivo, y en paralelo a las negociaciones de salida, ha abierto una carrera diabólica entre las grandes ciudades europeas, tratando de convencer a los grandes grupos empresariales implantados en Gran Bretaña y que sostienen una parte sustancial de su mercado en la Unión Europea, para que muevan sus sedes para quedarse en ella.

Casi todas las capitales europeas están concentradas en negociar ese apetitoso botín, siendo París la mejor situada para obtener el mayor beneficio de los desplazamientos que tengan lugar. En España, Barcelona es candidata para la implantación de la Agencia del Medicamento, que cuenta con 900 empleados y un presupuesto de más de 300 millones de euros. Madrid ha anunciado recientemente la creación de un Think Madrid para atraer empresas británicas. Decenas de ciudades europeas se plantean los mismos objetivos.

En este asunto, como en cualquier pretensión de activar un desplazamiento de un grupo empresarial o convencer a un gran inversor de las ventajas de un área -negociaciones en las que los agentes asturianos tienen amplia experiencia, más bien de fracasos que de éxitos-, no hay que obsesionarse en presentar los méritos propios, sino situarse en la posición de quienes deben tomar la decisión por parte de aquellos a los que se pretende atraer. Se deben vencer dos resistencias: la propia del país en el que el complejo está implantado, y que estará atento a revisar su oferta -disminución de impuestos, fundamentalmente- y la oposición natural a cambiar, por los riesgos que comporta y la aversión de los ejecutivos y personal empleado a cambiar su residencia. A ello debe añadirse, la presión y desórdenes sociales que reflejará la inquietud de los trabajadores que teman ser despedidos y de las empresas que formen el cluster en el área de prestaciones de servicios, equipos y material, relacionadas con la principal.

No tengo dudas de que conseguir captar un grupo empresarial británico que haya decidido reimplantarse en la Unión Europea restringida, tendrá relación con el apoyo a las nuevas tecnologías y sería una buena noticia para la ciudad y la región que lo acoja. Por el contrario, me parece que el Brexit puede significar una pérdida significativa de ingresos a algunas regiones españolas que hayan contado con el turismo inglés o con las exportaciones al Reino Unido.

Por lo demás, la oportunidad de captar algún grupo de empresarial británico movilizado hacia territorios de la Unión, equivale a adentrarse en una segunda vuelta de un proceso en el que existe un candidato ya elegido, próspero, conveniente, que no ha perdido ninguna de las cualidades propias, sino al que se han modificado algunas condiciones externas. Salvo que la sede venga obligada por disposiciones de la Unión y, en todo caso, en dura competencia, pocas opciones veo para las ciudades españolas y, lamentablemente, ninguna para Asturias.

No está de más poner de manifiesto que el mayor hándicap que tiene España y, por ello, sus ciudades, para atraer multinacionales, es la escasa internacionalización de sus cuadros. Las pocas grandes empresas españolas disponen de muy pocos directivos extranjeros. Coincidimos en esta rémora con Francia, cuyas multinacionales raramente emplean extranjeros en puestos clave. Por el contrario, en los países anglosajones la discriminación no es tan aparente, y en los Estados Unidos, especialmente, los staff tienen un carácter manifiestamente plurinacional.

Cuarto. Rivalidades intrarregionales

El afán, consciente o inconsciente, del magma colectivo asturiano para constituirse permanente en un campo de pruebas y en la repetición de los esquemas suprarregionales, que han hecho más daño que bien a la economía española, mantiene una pugna estéril, incluso negativa, entre Oviedo y Gijón; Avilés, Mieres o Langreo permanecen en lo opaco de esta rivalidad intrarregional, que se asemeja a la permanente tensión entre Barcelona y Madrid.

Nada bueno me parece que provenga de alimentar esa bipolaridad, que ha producido demasiadas repeticiones de los mismos modelos culturales, de desarrollo industrial, etc., formando barreras ficticias entre ciudades que están distantes menos de 30 km. No necesitaba Asturias ni dos Escuelas Técnicas Superiores (con el mismo objetivo formativo, ya que Minas e Industriales compiten por la misma oferta de empleo), ni duplicar centros de promoción industrial, de investigación, de cultura y formación a todos los niveles (pero particularmente en aquellos que exigirían disponer de un personal docente muy cualificado), ni distanciarse cultural ni en ofertas de creación y de ocio, como si hubiera algo positivo que obtener para la región de potenciar municipios de pequeño tamaño como si se tratara de ciudades estado -¡estamos hablando de una región que tiene 1 millón de habitantes, y que concentra en el núcleo central, en un radio de quince a veinte kilómetros, casi las dos terceras partes de esa población.

Asturias debe ceder su voluntad de forzar localismos desde los Ayuntamientos, en particular en los núcleos urbanos relativamente más importantes, y ceder el poder de coordinación e impulso al gobierno regional. La sociedad civil, en ese concreto aspecto, como en otros, precisa de unir todas sus fuerzas en el objetivo común de gestionar la actividad, la promoción científica, la formación universitaria, y, por ende, las perspectivas de creación de empleo.

Quinto La orientación al mercado mundial como riesgo

Hemos pasado por un período de máximo énfasis hacia la globalización de los mercados, y la orientación hacia la exportación ha salvado y está salvando, sin duda, las cifras de resultados de algunas empresas que pudieron encontrar un mercado alternativo a la pérdida de los mercados interiores, o desarrollaron un producto de calidad internacional o encontraron, a tiempo, un mercado local exterior aceptable. Tampoco debemos confundir los términos. Exportar no es sinónimo de ofrecer calidad, ya que, normalmente, dentro de unos márgenes, el factor determinante para la competitividad es el precio.

Sin embargo, el mayor peligro de las regiones que orientan obsesivamente sus sistemas económicos al mercado mundial reside en que se pierdan las referencias hacia las necesidades de la propia ciudadanía. De ser así, con un enfoque con sesgo exportador, la situación puede convertirse en muy grave, dando lugar al deterioro de las prestaciones, calidad y servicios locales y a que las empresas, alcanzando facturaciones en la exportación interesantes, vayan derivando, allí donde sea posible, la producción hacia los países de destino.

En concreto, en las empresas de servicios, el aumento de facturación en el extranjero, y las cifras de incremento del empleo global, atrae pocos beneficios reales a las regiones en donde se asientan sus sedes centrales: los empleados que prestan los servicios deberán ser locales en su inmensa mayoría y el personal desplazado se restringe a técnicos y profesionales con alta cualificación, siendo la repatriación de beneficios, si los hay, raramente posible, obligando a su reinversión en el país de la filial.

Tanto a escala general como, en especial, a nivel regional, el desarrollo debe ser visto una opción colectiva, asumida por todos, que no se puede confiar a la actuación descoordinada de los agentes socioeconómicos y no tiene mucho que ver con las directrices de las empresas con más peso en la región que, por una especie de efecto mágico, consiguieran encontrar un camino idóneo para la mayoría que coincidiera con sus intereses.

Nuevamente en este apartado quiero referirme al impulso de la sociedad civil, cuya falta de organización y debate es patente en Asturias (no se ha plasmado, en todo caso, en un objetivo regional) y la necesidad de que las actuaciones, también las propuestas que sean negociadas con la Administración Central y con otras Administraciones Regionales, se realicen a nivel exclusivo de la Administración autonómica, con el apoyo, eso sí, de los municipios o comarcas supramunicipales. Especialmente, de Gijón y Oviedo.

Sexto. Los individuos no somos globales

La cuestión clave, desde la perspectiva sociológica, es decidir, ¿dónde deseamos situar en el desarrollo regional al ser humano? ¿Qué esperamos de las empresas, de los promotores, de los inversores y de las actividades ya implantadas o desarrolladas, y qué buscamos de las futuras, en relación con esa premisa?

Porque, por muy global que sea el mundo, los individuos no somos globales. Nuestra vida, aunque la normativa de los comportamientos se haya ido uniformizando, al menos en cuanto a las aspiraciones de bienestar, sigue siendo muy local. Pasamos toda nuestra vida en el mismo lugar,  y en ese lugar en el que ahora vivimos, deseamos estudiar, trabajar, desarrollarnos, interactuar, y, por supuesto, disfrutar de un entorno agradable. La calidad de vida que deseamos para nosotros y nuestros hijos no mejora porque sepamos que otros ciudadanos de países más o menos alejados viven estupendamente. Al contrario, ese conocimiento, y, en su caso, no poder alcanzar esos niveles, se traduce en frustración, en exigencias de equiparación, en tensiones.

Con esa orientación, la economía regional debe poner la atención en la organización de la calidad de vida en áreas reducidas, tomando como medida esencial de su éxito, la valoración del paisanaje. En un mundo global, la orientación de la economía no puede perder el énfasis local, que, incluso, debiera ser lo más importante. Los agentes deben comprender la complejidad de los modos de comportamiento globales (técnicos y económicos), activando y consolidando sus puntos fuertes, pero mirando su aplicación y efectos hacia lo regional.

Analizado de este modo, la base sustancial de una economía regional no debiera ser alcanzar la excelencia como competidor en la economía global (por ejemplo, con un tejido industrial basado esencialmente en mercancías destinadas a la exporación). La satisfacción a la generalidad de su ciudadanía y la estabilidad de sus estructuras descansan en otro baremo.

El objetivo de la economía regional debe ser alcanzar el abastecimiento y prestaciones óptimas de su población, y posibilitar el sostenimiento de su nivel de vida y subsistencia de forma autónoma.

Séptimo. La economía regional es subsidiaria de la economía nacional

Una economía regional debe interpretarse, en mi opinión, como un complemento, una derivada segunda de la economía global, y no ha de tratar de reproducirla. La orientación simplista a la economía global, se traduce en dependencia de la deriva de esa economía que no se controla, y aumenta el peligro de que cualquier inestabilidad de los mercados exteriores, por efecto multiplicador o tsunami económico, se traduzca en un desastre local. Por el contrario, una economía regional que se oriente económicamente, de manera sólida y en alto porcentaje, hacia la producción independiente y la autonomía de las prestaciones, podrá aprovechar las ventajas de la mayor desvinculación del exterior de su tejido de producción y servicios, que se encontrará orientado hacia las necesidades de la población local.

En el fondo, la idea no hace sino responder a la reflexión de que la solidez de lo grande se compone de la solidez de lo pequeño, y, apelando a la estrucutura fractal, también este caso, la economía global puede servir de ejemplo consciente para la construcción de muchas economías regionales, repitiendo a escala reducida el mismo modelo.

Octavo. Orientación de la economía regional

La orientación regional de la economía ofrece las siguientes características ventajosas:

1)      La producción se focaliza hacia el consumidor final, al que se conoce, y esa proximidad,  hace los procesos más trasparentes para el cliente y es garantía del cumplimiento de la legalidad, de la satisfacción de los deberes éticos y, por supuesto, de la legislación ambiental.

2)      Para los empleados y clientes, la proximidad recíproca entre los lugares de habitación, trabajo y formación o disfrute (centros educativos, culturales, de diversión, etc.) aumenta la sensación de felicidad, disminuye los tiempos de transporte y de ausencia de la vivienda familiar, reduce las emisiones contaminantes, incrementa el tiempo de ocio, etc.

3)      En la cuestión meramente técnica, la focalización hacia la clientela regional, disminuye la dependencia de lo local respecto a los avances de los desarrollos supraregionales y global, por lo que se rebaja el efecto nocivo de la competencia global, construyendo barreras naturales (es lo que en lo que en lenguaje coloquial se suele interpretar con frases como „mi proveedor conoce mis gustos, y me atiende mejor“)

4)      Cuando se prefiere y activa el empleo de los recursos locales, su utilización intensiva arrastra capacidades derivadas, aumentando la carga de las empresas locales, y, por ello, se vincula la formación y capacitación con las estructuras productivas, aumentando la capacidad de generación de empleo local. Se aprovechan, en suma, mejor las potencialidades de los recursos humanos y se aumenta su satisfacción.

No quisiera que estas consideraciones se vieran como crítica a lo que se está haciendo en Asturias. Al contrario. Mi pretensión es, si así se estima conveniente, ayudar a repensar las formas de activar la vinculación de la economía con los recursos regionales y el consumo. Al fin y al cabo, esta idea no puede ser más simple.

Noveno. Ideal de la economía regional

A este nivel genérico, lo expuesto conduciría a definir el ideal de una economía regional:

Será aquella que pueda proporcionar esta combinación:

  • El abastecimiento y satisfacción de las necesidades básicas de su población con sus propias capacidades y recursos. Estas necesidades vitales fundamentales suponen disponer de producción de alimentos variados, vivienda digna (concepto difuso, aunque admitido por la generalidad sin discusión), centros para impartir la formación adecuada, oferta de actividad cultural, servicios de sanidad satisfactorios, transporte interior y red de comunicaciones (tic) proporcionadas todas ellas por medios propios.
  • La oferta de mercancías, servicios o capacidades especiales al mercado global, que compensen la necesidad de efectivo para la compra de mercancías y prestaciones ajenas.

No trato de defender una autarquía inconsciente, sino saber actuar de manera inteligente. La posición, tamaño e intereses de las regiones no se pueden identificar con las de un país. Que un país como Estados Unidos cierre fronteras a la globalización es una amenaza global. Que una región del tamaño de la asturiana decida concentrarse en el apoyo a lo local, es obligación de supervivencia.

La combinación de ambos elementos debe facilitar una existencia regional autárquica en lo fundamental para la existencia y bienestar de sus habitantes, combinado con un aprovisionamiento complementario de bienes especiales, innecesarios o de lujo.  Hay que apelar a la solidaridad regional como concepto de mantenimiento del bienestar social. Esto es, hay que dar voz predominante a la sociedad civil.

Por supuesto, el analizar de este modo la cuestión no es exclusivo. La problemática es común absolutamente a todas las regiones del mundo, con independencia de si se trate de un país en desarrollo o de los que se consideran ya desarrollados y a la cabeza tecnológica. Los asesores de Trump no son imbéciles cuando apuestan por el impulso a la producción y consumo propios, a apoyar el sector de defensa o a despreciar las consecuencias del cambio climático. Son insolidarios, pragmáticos, fieles al principio de „sálvese quién pueda“

Décimo. Algunas ventajas del pasado

En España, la división territorial plantea problemas de dimensión insuficiente. En mi opinión, hay que revisar el mapa autonómico, simplificándolo. Tengo hechas propuestas en este sentido y desde hace tiempo. La unión natural de la región asturiana es con el arco cantábrico (Galicia, Cantabria, País Vasco) y, si las comunicaciones fueran mejores, con León (incorporando, en especial, la comarca del Bierzo). Cuando la ausencia de comunicaciones, o su deficiencia, obligaba a extremar la capacidad de producción propia, algunas regiones se concentraron en extraer la máxima producción de sus recursos naturales.

La posición de Asturias, inducida por su histórico aislamiento, supuso la orientación hacia el mayor aprovechamiento del terreno -vegas regadas por las corrientes naturales en donde se cultivaban todo tipo de hortalizas, cereales ylegumbres; terrenos que se procuraban dedicar a pastos para el ganado y se cuidadaban con esmero y, en fin, la explotación razonable de bosques y arbolado, con interés en la producción de frutos comestibles-. Se formaron cabañas pecuarias adaptadas a la producción de esos campos, la naturaleza se protegía porque era parte sustancial del sustento. Las familias vivían razonablemente felices en la optimización de su aislamiento.

Ni siquiera el descubrimiento de los yacimientos de carbón o de hierro, aunque abundantes, provocó demasiado convulsión sobre la estructura, al menos hasta mediados del siglo XX. Fue la creación de Ensidesa, la unificación de las explotaciones deficitarias en Hunosa, y la concentración de inversiones públicas fabriles en Asturias y la formación de una industria exclusivamente orientada al servicio de los mastodontes públicos, la que generó un grave desequilibrio regional, convirtiendo a la región en un monstruo de gran cabeza sin cuerpo suficiente que lo sostuviera.

Aunque la situación ha merecido diversos análisis -a ello dediqué mis esfuerzos profesionales cuando retorné de Alemania, y expuse mis propuestas en 1988 en mi tesis doctoral, que completé con varios trabajos posteriores- existiendo informes de gran calidad, mi opinión es que se ha puesto perfectamente el dedo en la llaga pero no se han activado las soluciones correctoras suficientes. Existen sí, medidas muy cualificadas, pero de escasa entidad para producir efectos relevantes, aunque nadie puede cuestionar su mérito.

Cuando sucedió, de manera brutal, el hecho terrible que varios de los sectores básicos en los que se había apoyado la economía del país -siderurgia, hullero, agropecuario, lácteo, naval, defensa, etc.- fueron reducidos a su quintaesencia, por acuerdos de reducción de cuotas en la Unión Europea, la eliminación de subvenciones, la competencia intraeuropea o las rebajas arancelarias, Asturias se quedó, como suele decirse vulgarmente, con la mano en la brocha y sin escalera.  Faltó, y no hay que culpar a nadie, porque era imposible conseguirlo, ni contando con todo el tiempo del mundo, la sustitución de las producciones fallidas por las de otros sectores equivalentes. No era posible reconstruir una economía regional que se había orientado hacia el abastecimiento nacional, y lo había hecho desde una posición de autoarquía, para conseguir hacerla competitiva y rentable, y con la misma capacidad de empleo, introduciendo nuevas empresas que sustituyeran a las eliminadas, o exprimiende la creatividad y el emprendimiento regional hasta agotar su jugo.

Undécimo. Capacidad para recuperación autónoma

He defendido, y sigo defendiendo, la posición pragmática de que la región asturiana carecía y carece de capacidad para su recuperación autónoma a los niveles que tenía. Y no es cuestión de tamaño, solamente. Otras regiones con parecida densidad de población han podido construir una estructura económica y de producción mucho más enraizada, más acorde y desagregada, de conformidad con los recursos, disponibilidades y capacidades propias. Pero no tenían iguales servidumbres de partida.

En mi opinión, como también expuse en reiterados documentos a los que di publicidad, la incorporación de alguna filial o sucursal de multinacional, con la idea utópica de que serviría para reactivar la economía, no sirvió más que como adorno. Lo que la región necesitaba, y necesita, para mantener el nivel de empleo y de actividad de consumo que se creó entre 1950 y la crisis de la siderurgia y del carbón, es un entronque sustitutivo con las líneas estratégicas de desarrollo imprescindibles para el conjunto del país y activar al máximo sus capacidades propias, sin despreciar ninguna.

Hay aquí un dilema que en la región asturiana no está, en opinión de mi exclusiva responsabilidad, resuelto. Tiene la limitación,en primer lugar, de su insuficiente masa crítica, de carecer de un tamaño mínimo, pero, también está falta de encaje, en distintos escalones, con la estructura global del país y, en ulterior grado, dentro de la Unión Europea. No dispone de las relaciones de interactividad suficientes con los centros de producción y formación de los restantes países europeos.

La contención del deterioro de la capacidad de empleo en un marco de competencia global, no está ligado, como ya dije, al mantenimiento de las cifras económicas, ni siquiera el pib. Carece de todo sentido que las regiones se planteen de forma autónoma el reto de sostenimiento de la riqueza productiva y, simultáneamente, de su capacidad de empleo. La continua racionalización de los procesos productivos se traduce en la imparable pérdida de competitividad de muchos emprendimientos anteriores, que no por ello han de ser tildados de ineficaces, ni achacable la pérdida de productividad a empleadores o empleados.

Menos aún sirve trasladar a la economía, la ingenua idea con la que se pretende animar a un enfermo grave, “animo, tú puedes, que de esto se sale”. La capacidad y voluntad individual es, no solo insuficiente, sino, en general, innecesaria; incluso se puede convertir en un estorbo.

En la gravedad de la situación de la región asturiana, el potencial de generación endógena incontrolado es mínimo para cumplir con el objetivo de saneamiento. No necesitamos más bares, mercerías, peluquerías, ni tiendas de la esquina. La adaptación de las estructuras tecnológica y terciaria de las regiones a las nuevas condiciones -que son variables de continuo, y que están afectando y afectarán sustancialmente a la cantidad y calidad de las aportaciones de los seres humanos para la generación de actividad y riqueza, no puede confiarse al azar, ni a la complementariedad de las actuaciones individuales.

Aquí no sirven ni Smith, ni Samuelson, ni Keynes ni Hayek. En realidad, ya no sirve la economía. Hay que dejar el paso de la iniciativa a la técnica -no solo a las técnicas más avanzadas, también a las básicas, perfeccionándolas- y volver, simultáneamente, la vista a la sociología, a la conciencia social, a la reestructuración territorial, considerando las comarcas periféricas de la almendra central (Oviedo-Gijón-Avilés-Mieres-Langreo) como entidades a las que dotar de capacidad de sostenimiento autónomo suficiente; no solo en servicios, también en producción.

La falta de conocimiento y la escasez de ideas eficaces para impulsar el desarrollo, han llevado a algunas opciones políticas a colocar el énfasis sobre el aumento de los impuestos sobre los beneficios de las sociedades o aumentar la presión fiscal sobre las rentas de capital o trabajo. Lo que hay que conseguir es que los beneficios empresariales y el consumo y los ahorros de particulares se reinviertan en crear más actividades productivas.

Duodécimo. Coordinación a nivel de Estado

Por fuertes e ilusionados que sean los impulsos regionales, no se puede ignorar que el sostenimiento de la sociedad del bienestar y, en particular, el nivel de las prestaciones sociales alcanzadas, depende sustancialmente de la economía del país. En la Unión Europea, también está vinculada a la solidaridad entre Estados y a las medidas de apoyo conjuntas.

Los poderes regionales tienen poca relevancia en este aspecto y carece de sentido sobretensar la cuerda de las responsabilidades de los gobiernos regionales o de las capacidades propias. Las medidas que se adopten solo pueden considerarse coadyuvantes, subsidiarias. La posición en el conjunto del Estado debe ser coordinada y apoyada desde la visión de conjunto. La repetición obsesiva de los mismos esquemas en las regiones de un país -en educación, en investigación, en promoción de las mismas actividades y sectores, etc.- es, sencillamente, un intolerable despilfarro de recursos y conduce, sin duda, a una posición conjunta inferior a la que se obtendría de haber actuado coordinadamente.

Décimo tercero. Aumento de resistencias en la Economía de la Inteligencia

La objetividad de esta reflexión no impide apoyar que el cambio o modificación de la orientación económica de la región asturiana, como de cualquier otra que se plantea seriamente aumentar su capacidad de resistencia en la Economía de la Inteligencia, pasa por ahondar en estos factores de estabilidad:

1)      Revisar los flujos de producción y consumo en la estructura regional. Hay que volver a las tablas de Leontieff, aunque de una manera totalmente pragmática. No nos compliquemos la cabeza. Se trata de analizar de dónde vienen los insumos y quién adquiere y cómo se emplean los productos y servicios fabricados en la región. El objetivo del análisis es plantearse, y garantizar, hasta donde sea posible, que la mayor parte de los flujos económicos se encuadren en el marco de la economía regional. De forma simple: que la parte del león del dinero con que pagamos al panadero, al lechero, a la agencia de viajes, al comercio en el que adquirimos la lavadora, el televisor, el ipad o ese aparato que nos mola de última generación, se quede en la región y se consiga así, con él, un factor multiplicador.

 

¿Se está haciendo así? ¿Damos prioridad a lo producido por la empresa, el comercio o el equipo profesional cercano, o no nos importa? ¿Sabemos apreciar, de verdad, el origen, la calidad de los productos, o solo nos guiamos por la prisa, la ignorancia o un precio aparentemente ventajoso?

 

Deberíamos pensar en que el dinero no fluye de forma inocente, y deja huella. Más en la  sociología, en la demografía y en el bienestar general, que en la economía Hace décadas, cuando se adquiría, por ejemplo, el pan al panadero de nuestro pueblo, que lo elaboraba con harina del maiz que compraba a otro paisano del mismo lugar o del de al lado, que había molido gracias al accionamiento del agua sobre la rueda de su industria familiar, las cosas discurrían de forma muy transparente.

 

Con ese dinero -si es que no había trocado directamente el pan, digamos, por verduras producidas en el huerto del receptor- compraba la carne o las verduras que se criaban o cultivaban en la comarca, y así siguiendo, activando toda una cadena previsible de compensaciones próximas. Esos intercambios se basaban en producciones reales, creando riqueza que circulaba.

 

No era lo mismo que el brillante ejemplo propuesto por Frederic Bastiat,  en el siglo XIX, en las primeras lecciones de economía para dummies que se conocen, en el que ilustraba sobre las consecuencias funestas de que el hijo del cristalero, pretendiendo aumentar el negocio de su padre, se dedicara con ahínco a romper los cristales de los vecinos, pues todos se arruinaban, también el cristalero.

 

No es lo mismo, pero se parece mucho en esencia. En este momento de globalización desigual, en el que los individuos tratan de satisfacer sus necesidades básicas o ficticias, en una sociedad líquida, movida por la publicidad, el egoismo y la estupidez, el comprar obsesivamente los productos más vistosos, presentados como apetecibles por otros interes, sin importar dónde están fabricados, ni su calidad, sustituyendo continuamente a productos que no han sido amortizados ni alcanzaron su obsolescencia, conduce, con otras palabras pero el mismo efecto, a la situación provocada por el hijo del cristalero. Todos pierden.

 

Podemos medirlo en indices, auque en Asturias, una región tan pequeña, para detectar las consecuencias de lo que está sucudiendo, basta salir a la calle con la mente abierta, darse un paseo por la región sin utilizar las vías rápidas.

 

Décimo Cuarto. Flujos monetarios en la economía regional

Siguiendo con la exposición de sugerencias, y conservando la numeración, aunque la haya titulado de forma independiente, indico uno de los elementos que considero centrales para la activación de una base de resistencia regional, en la intención de que sea interpretado como un mensaje para Asturias.

 

2)      Tiene inmenso atractivo, analizar de forma suficiente cómo fluyen los dineros en la economía regional, y quiénes son los beneficiados, en última instancia, de las corrientes económicas de consumo.

 

Porque en una economía global, aunque lo sea parcialmente, habrá regiones fuertes y regiones débiles; es decir, las que resulten ganadoras o perdedoras. Para las primeras, el círculo de insumos y consumos es virtuoso; para las segundas, el círculo es diabólico. Para estas últimas, se va perdiendo sustancia, poder adquisitivo, actividad creadora, sucumbida ante la fiebre consumista. No quisiera tener que escribirlo, pero tengo la desagrable sensación de que Asturias está en el camino de pertenecer al núcleo enquistado de regiones perdedoras.

Estos son los síntomas:

1)      se forma personal, incluso con alta cualificación, pero no hay trabajo para la mayoría en la región, y, sobre todo, los mejores, se ven obligados a emigrar a regiones o países en donde cubren sus expectativas y son remunerados de acuerdo con sus conocimientos; quedarse supondría alimentar los riesgos de depresión e insatisfacción, contentarse con míseros salarios que…obviamente, disminuyen los poderes adquisitivos.

En una región perdedora,

2)      los emprendimientos que se generan son de escaso tamaño, tienen una tasa de mortalidad es elevada, por falta de clientela que las sostenga, financiación o capacidad gerencial. Faltas de perspectiva, esas iniciativas, son típicamente, formas de autoempleo o empleo familiar y actúan en sectores de servicios muy básicos, dirigidos a una clientela muy reducida (bares, pequeños restaurantes, peluquerías, tiendas de la esquina, mercerías, etc.); son negocios de subsistencia, si capacidad ni voluntad de crecer, por su propia característica; si están ubicados en una zona de éxito, y si la suerte les acompaña, rápidamente son absorbidos por cadenas de distribución y abastecimiento pluriregionales o multinacionales.

No deberíamos observar con tranquilidad la sustitución de los modelos empresariales para: a) abastecimiento de productos de primera necesidad por otro esquema en el que los centros de decisión nos son ajenos: a nivel de proximidad, tiendas regentadas por ciudadanos chinos copiadas todas de un patrón bien estudiado y financiadas de manera misteriosa (también se pueden encontrar algunos ejemplos, por zonas, de comercios alimentarios regidos por nativos marroquíes con productos de su país, y segundas calidades nacionales); b) a nivel de gran superficie, en macrocomercios en que se puede comprar de todo, muy poco realmente producido en la región y con empleados de bajos salarios. En consecuencia, se produce una descapitalización acelerada en potencial humano y económico, convirtiéndose la región en drogodependiente de la producción de otras regiones o países, y el único dinero que fluye hacia dentro es el de salarios típicamente reducidos.

Décimo quinto. Futuro crítico cuando se pierdan subsidios y pensiones

No nos engañemos. En Asturias, la persistencia de rentas, procedentes de pensiones y, en menor medida relativa, pero aún significativa, de subvenciones y de una actividad residual de restos de empresas públicas, privatizadas, o aquellas empresas que han reorientado su polo hacia la exportación, alimenta aún flujos económicos dedicados al consumo, que permanece intenso. Pero esa situación idílica se romperá en la medida en que la evolución natural de la pirámide vegetativa modifique los ingresos regionales y la exportación no sea factible o se dificulte por nuevos competidores. Porque esos flujos de consumo no están sirviendo para generar empresas de futuro, sino que, en los casos en que los captadores de ingresos no reinvierten en Asturias (solo se dispone en la región del efecto de los salarios, cada vez más disminuido), conforman escapes monetarios que favorecen otras áreas.

La preocupación aquí expuesta ha dado lugar a propuestas, convertidas en alguna ocasión en experiencias dignas de análisis, aunque se encuentran en fase de desarrollo, en las que se pone en valor estos intercambios en „dinero regional“, distinguiéndolos así de la moneda oficialmente vigente. La contabilidad de estos flujos económicos es clave para entrender la urdimbre regional y su interdependecia de otras áreas y regiones.

Las regiones con mayor capacidad de resistencia a la crisis continua de la revolución de la inteligencia son aquellas en las que los reflujos de capital son empleados en alta proporción para adquirir productos fabricados por otras empresas regionales, conformando una red de insumos y pagos o contraprestaciones que, analizada como entramado, permite detectar si se pueden aumentar las conexiones entre empresas para hacer más densa la red de producción y consumos. Y, para no tener que complicar la contabilidad, puesta la región de acuerdo, las empresas funcionan con una moneda regional, amparada por la Administración y el compromiso efectivo de los intervinientes en el esquema transaccional. Serían los nuevos „belarminos“, a los que cabría desear mejor final. Equivale a pintar la esquina de los billetes de curso legal, o marcarlos como hacíamos de niños con la ingenia frase: „vuelve“.

Asturias tiene un bajo índice de resistencia, medido en „dinero regional“. Las entradas de dinero a la región se producen, en una medida nada despreciable por pensiones derivadas de la inactividad laboral.

El número de cotizantes a la Seguridad Social (parece ser, según algunas cifras publicadas, del orden de 390.000) está muy próximo al de pensionistas (unos 310.000). Con una pensión media de 1.250 euros mensuales, por esta vía se insuflan a la región (aceptando que todos ellos vivan y consuman aquí) 4.650 millones de euros/año, que se dedican, fundamentalmente, en mera suposición admisible, a consumos de necesidades básicas, muchas veces, al sostenimiento familiar, al ser la única renta que entra en la familia.  Esta cantidad sería superior a la facturación del sector industrial, que según el IDEPA, alcanzaba en la región poco más de 3.500 Mill. de euros anuales.

Sería interesante conocer la distribución de las cantidades aportadas por las empresas a la SS, para deducir las magnitud de los salarios: en las empresas de servicios, como se sabe, cercano al salario mínimo.

Las empresas industriales de la región, en su mayoría pymes  -y de las de mayor tamaño relativo, solo un centenar escaso tendrían más de 50 trabajadores, lejos de los 250 mínimo, que las caracterizaría como „gran empresa“- adquieren preferentemente sus materias primas en el exterior y la reversión monetaria que, por su vía, se reintroduce aquí es la derivada de los salarios y derivada hacia la atención de necesidades básicas, no contribuye a la cadena productiva industrial.

Décimo sexto. Orientación hacia tecnologías de pequeña escala y a la producción de software

3)      En el marco específico de la revolución de la inteligencia, quiero llamar la atrención acerca del interés en dedicar esfuerzos a la implantación de empresas e iniciativas orientadas hacia las llamadas tecnologías de pequeña escala, es decir, tecnologías medias o „más adecuadas“ a las necesidades del tejido empresarial existente.

 

Nacidas para ser empleadas en países en vías de desarrollo, han encontrado, como los microcréditos, uso eficiente en los países desarrollados. Estas tecnologías se llaman, en alemán, „angepasste Technologien (AT)“ y, en inglés, „appropriate technology“. Existen movimientos sólidos a favor, desde hace décadas, con asociaciones que promueven la práctica tecnológica enfocada a procesos y tecnologías de las denominadas „socialmente atractivas“ (o de sensibilidad enfocada hacia las necesidades concretas del ser humano) y que, por supuesto, sean responsables con el medio ambiente. En Alemania, por ejemplo, la AT-Verband fue fundada como una Organización sin beneficios en 1988 y cuenta actualmente con 30 miembros que son consultores independientes, investigadores, institutos, expertos y compañías asesoras. Su objetivo central es concienciar a los usuarios y capacitarlos para desarrollar y aplicar soluciones técnicas en su propio interés.

 

4)      Debemos ser conscientes del poder y nivel de nuestros competidores, y buscar alianzas con ellos. Alemania tiene 415 institutos reconocidos oficialmente para educación de alto nivel: 106 universidades,  6 centros para formación de docentes, 16 centros para masteres tecnológicos, 51 para grados relacionados con las artes, 207 universidades de ciencias aplicadas, y 29 centros de formacion de administración pública. Las Universidades y centros educativos alemanes proporcionan 13.500 programas de grado a más de 2 millones de estudiantes, de los que aproximadamente 250.000 son extranjeros. Las investigaciones de alto nivel mundial se realizan en cientos de institutuciones científicas, de las que los más relevantes son el Fraunhofer-Gesellschaft, la Helmholtz Association, la Leibniz Association, y la Max-Planck-Gesellschaft. Estos centros actúan con independencia de las Universidades, con las que mantienen acuerdos de colaboración.

Décimo séptimo. Realidad de la investigación tecnológica en Asturias

He consultado la web del Ministerio de Economía y Competitividad, en el apartado dedicada a la Dirección General de Transferencia de Tecnología y Desarrollo empresarial. El Plan Estatal de investigación científica, técnica y de innovación, que cubrió el período 2013 -2016, registra 63 Centros tecnológicos (la enumeración llega a 127, con múltiples saltos) y solo 10 Centros de apoyo (la enumeración, igualmente con huecos, alcanza a la cifra de 16). Asturias tiene  en esa lista dos centros, el Centro tecnológico de la Fundación ITMA, antes Instituto Tecnológico de Materiales, hoy apodado Materials Technology (http://www.itma.es) y la Fundación de CTIC, Centro tecnológico para el desarrollo de en Asturias de tecnologías de información y comunicación (http://www.fundacionctic.org).

 

A estos Centros se suman, según la información de la web del propio Principado de Asturias, la Ficyt, (la muy resistente Fundación para el Fomento de la Investigación Científica, ver su última memoria, http://www.ficyt.es/memoria2015), el Repositorio Institucional de Asturias (RIA) enmarcado en la Open Acces Initiative (http://ria.asturias.es/RIA), el Centro de Investigación en Nanomateriales y Tecnología (CINN, creado junto al CSIC), el “viejo” y querido INCAR, Instituto Nacional del Carbón

(http://www.incar.csic.es/), con tres departamentos de investigación, dedicados a química de materiales, al medio ambiente y al carbón, dispone de una web no actualizada, y en su directorio figuran 130 empleados), la Fundación Barredo, el SERIDA, para Investigación y Desarrollo agroalimentario, http://www.serida.org/index.php), el IPLA, para Investigación de productos lácteos, también del CSIC (http://www.ipla.csic.es/)

 

El esfuerzo es evidente. La escasez de medios, también. El primero de los citados (ITMA) se dedica a la investigación de materiales y cuenta, según la última Memoria, con 112 empleados, de los que 55 son titulados superiores. Tiene convocadas 4 becas de 700 euros/mes para titulados superiores (una miseria). El CTIC fue fundado en 2015 y tiene publicada la convocatoria para contratar por un año, prorrogable, a un titulado sin experiencia, que, después de un período de formación, contaría con un salario de 13.200 euros anuales (no parece mucho).

 

No faltan, al contrario, en mi opinión, sobran, iniciativas de apoyo tecnológico en Asturias. Existe un núcleo de creatividad que promueve multitud de proyectos, reuniones de trabajo, propuestas, pone en circulación capacidades y posibilidades de subvención que exceden, con mucho la posibilidad de asimilación de las empresas regionales, que están siempre en todos los foros, a la espera de conseguir algún beneficio, pero no aparecen, o son muy pocas, nuevas iniciativas. La región, que se mantiene como rehén de su historia anterior, dedica la mayor parte de los efectivos al sostenimiento y desarrollo de tecnologías y proyectos que sirven de apoyo a las empresas existentes, no a la diversificación del empleo regional. Siento tener que decirlo tan claro, porque sé que no va a gustar, pero una Fundación que es dirigida por una gran multinacional, servirá a los intereses de esa empresa, fundamentalmente.

Vuelvo, pues, a la idea que considero central en estas reflexiones: hay que aumentar el número de productores regionales, extremar el conocimiento de los productos que fabrican y ayudarles a generar una red interactiva de mercado, en la que utilicen al máximo las estructuras de producción y distribución. Las particularidades regionales deben, por supuesto, ser difundidas y asimiladas por la población asturiana y ser convertidas en una fortaleza regional, en un propósito compartido.

Esa estrategia regional debe ayudar a comprender y difundir la respuesta a preguntas como ésta: ¿de dónde procede, en verdad, la carne, la leche, las hortalizas, que compro en el mercado? ¿son de producción ecológica? ¿dónde se fabrican los muebles, los equipos de música, los aparatos de comunicación que utilizo? ¿qué tipo de energía utilizan? ¿cuánta gente emplea en mi región? ¿cómo cuidan y protegen el medio ambiente? ¿qué proveedores tienen las empresas que están ubicadas en Asturias?¿quiénes son sus propietarios y accionistas y qué vinculación tienen con Asturias?

Décimo octavo. La cooperación y la unión de efectivos, en especial, para la satisfacción de necesidades de primer orden

Un aspecto que no ha tenido mucho éxito en Asturias, por falta de formación de sus integrantes y apoyo y seguimiento institucional, en general, es la constitución y apoyo de cooperativas. La Ley, en realidad, no puede ser más permisiva: para la constitución de las llamadas de primer grado bastan solo tres socios y para las de segundo grado, dos cooperativas. En el caso de inscripción de la constitución:

Las cooperativas de primer grado deben estar integradas por al menos, tres socios y las de segundo grado por dos cooperativas, (Ley 27/1999, BOPA de julio de 1999). Mucho más restrictiva es la reglamentación, por ejemplo, en Alemania, donde la Ley de estructura de mercado exige, al menos 7 socios, de entre los cuales una entidad con personalidad jurídica, que asume la gestión conjunta. La ventaja del esquema es que los pequeños productores pueden concentrarse en la producción y confiar la comercialización a la empresa que forma parte de la cooperativa, con efectos de sinergia y compensación crecientes.

La promoción de actividades por parte de empresarios individuales debe contar con apoyo financiero específico. Los microcréditos son instrumentos interesantes y, en muchos casos, imprescindibles. La creencia común los vincula a países en desarrollo, pero los países desarrollados pueden aprovechar también sus efectos, incluso de particular a particular. Opino que, en el sector agropecuario, estos instrumentos son esenciales para animar a la movilización de productores, además de referirme, de paso, a que la reconversión agropecuaria (al abrigo de un mandato de la UE que no se negoció pensando en las consecuencias a medio plazo) ha significado un tremendo error para Asturias.

La recuperación de espacios abandonados agrarios y forestales, y de edificaciones abandonadas debe contar con un programa especial de ayudas. Puede ser, con las ayudas y estímulos adecuados, una forma de rehabilitar zonas y pueblos con riesgo de convertirse en fantasmas, rehabilitar casas que ya no se estaban utilizando como vivienda y, al mismo tiempo que se favorece el asentamiento de jóvenes en ellas, se crea empleo. La sociedad del conocimiento o de la inteligencia no precisa de espacios industriales, ni parques tecnológicos vacíos, y la conectividad se consigue por las comunicaciones inalámbricas, con cualquier lugar del mundo. Estén en Estados Unidos, en Francia, o en la India.

Décimo nono. La minería es un recurso más

En un escenario como éste, con público formado mayoritariamente por ingenieros de minas, no puedo menos que indicar algunas ideas sobre la necesidad de explotar los recursos minerales de Asturias, y, en general,  de España, venciendo incomprensibles resistencias de algunos colectivos, que, en ceremonias de confusión, creen anteponer la defensa del medio ambiente a la generación de actividad y medio empleo.

Ayer, 3 de mayo de 2017, en Zaragoza, mi colega de la ingenería de Minas, compañero del Consejo Superior, Pascual León Marco, pronunció una conferencia „La mineria como actividad basica para el desarrollo economico y tecnico de la Humanidad“, cuyo texto tuvo la amabilidad de enviarme. Recoge en él que, desde mediados del mes de Junio de 2006, la Comisión Europea identificó 14 materias primas minerales consideradas “fundamentales” para la industria,  porque el riesgo de escasez de abastecimiento y el impacto de la misma en la economía es mayor que si escasearan otras materias primas. Son el antimonio, berilio, cobalto, flúor, galio, germanio, grafito, indio, magnesio, niobio, platino, tierras raras, wolframio y tantalio. La Comisión preve que la demanda de algunas de esas materias primas podría más que triplicarse entre 2006 y 2030.

En cualquier escenario económico, no podemos escapar de la necesidad de utilizar minerales y rocas. La economía verde también necesitará de minerales: por ejemplo, 1 tonelada de teléfonos móviles contiene 1 kg de plata y 300  de oro. 1 parque eólico convencional precisa de 2,7 t de Cu por MW y, si es marino, de 3 a 5 veces más. El grafito es indispensable en todas las industrias emergentes, y su empleo equipará, solo en ellas, al consumo actual, siendo el elemento central para la fabricación del grafeno. Los nanominerales (desarrollados en procesos de fabricación utilizando materias primas molidas a tamaños inferiores a 0,001 micras) utilizan arcillas especiales (montmorillonita, sepiolita, atapulgita), talco, óxidos de titanio, caliza, y su gama de aplicaciones crece exponencialmente, por lo que su precio se incrementa, al mismo tiempo que aumentan los costes de transporte.

¿Qué consecuencias cabe extraer de un contexto en el que lo material seguirá siendo imprescindible, frente a la avalancha aparente de lo virtual? Que habrá que revisar las políticas restrictivas al empleo de los recursos minerales, con legislaciones que hoy obligan a desproporcionados desembolsos, no justificados ambientalmente, y poner el énfasis, no en la negativa cerril, sino en la recuperación de los espacios afectados y en la respetuosa explotación con el medio ambiente y el derecho. Si existen recursos minerales en la región, y su explotación es rentable y general empleo local, ¿qué sentido tiene negarse? ¿a quién beneficia la oposición? Por lo demás, conviene recordar que muchas explotaciones del pasado (también del inmediato) constituyen focos de atracción turística y, en algunos casos, la restitución al medio se ha convertido en un activo ambiental de la comarca.

Conclusiones-

Todas las iniciativas de activación regional son bienvenidas, pero es imprescindible priorizar la movilización de la producción y consumo regional de bienes de primera necesidad. Propongo la revisión cuidadosa de todos los flujos de insumos y de circulación del dinero que se mueve en Asturias, preparándose para la próxima pérdida de los recursos que provienen de las pensiones.

Hay que animar a la cooperación y, no solo al debate, a la acción, a la sociedad civil. También, se precisa educarla, difundiendo con sinceridad los problemas, las posibles soluciones, los dilemas.

La región debe fortalecer su capacidad de resistencia, concentrando y unificando recursos. En la formación, los programas de las Escuelas Superiores, de las Universidades y de los centros de formación a todos los niveles deben priorizar la orientación a la resolución de las necesidades locales y, por tanto, la empleabilidad en la región. Los egresados que deben marcharse de Asturias porque no encuentran empleo aquí son una pérdida de recursos, de ilusión, y de posibilidades de futuro.

Existen excesivos centros y fundaciones de investigación para los medios disponibles. No se vence a la crisis por tener una desmedida ambición, sino por ajustar las actuaciones a la realidad y a objetivos alcanzables.

La sociedad asturiana debe dejar de inmediato de competir consigo misma. Las directrices de formación, de desarrollo, de actividad industrial, de impulso económico, han de coordinarse desde lo central de la Administración regional, no desde los municipios. Alimentar el eje de rivalidad Gijón-Oviedo, en concreto, es destructivo, porque resta recursos.

Se debería revisar el impulso a las organizaciones y formas de trabajo y actividad cooperativas, tanto desde el punto de vista de la producción como del consumo.

La recuperación de espacios abandonados agrarios y forestales, y de edificaciones abandonadas debe contar con un programa especial de ayudas.

La sociedad de la inteligencia ha de activar conceptos como la libre circulación de la información, la confianza en que unir esfuerzos mejora la capacidad individual, la difusión de los programas fuente abiertos (Open Source), de la información veraz y obtenida por contraste de múltiples puntos de información no mediatizados (Open Media), de la circulación de patentes abiertas a uso general, particularmente en farmacología, medicina, biología, tecnologías de ahorro energético, etc-

En fin, concentro el mensaje en pocas palabras: Hay que reducir la dependencia de la región asturiana (y sirve como máxima de general aplicación) de la economía global, siendo conscientes de los peligros aque entraña.

Aquellas regiones que se concentran en producir bienes para la exportación, es cierto que en situaciones de bonanza global, pueden conseguir altos ingresos, pero pierden, en situaciones de crisis económicas, la posibilidad de comprar con urgencia las mercaderías que necesitan para su producción propia.

Por ello, además de tratar de especializarse en sectores muy específicos -jamás deben tratar de emular un planteamiento global que solo corresponde al Estado, o si la Unión Europea funcionase como una verdadera federación, a esa instancia superior-, el fortalecimiento de la economía regional es fundamental para proporcionar los bienes y servicios vitales para la ciudadanía y garantizar el autoabastecimiento básico en cualquier circunstancia.

La versatilidad de la economía regional, se fortalece tecnologías de tamaño medio, y una contabilidad regional que clarifique el flujo monetario y proporcione argumentos a los enfoques centralizados, para la toma de decisiones que beneficienn al conjunto asturiano, eliminando competencias internas cuando suponen despilfarro o infraempleo de recursos.

Oviedo, 4 de mayo de 2017

 

 

Anexo.

Extraigo del texto de la conferencia que tuve ocasión de pronunciar en Oviedo, algunas ideas expuestas allí. (Acto de Homenaje a dos ingenieros de minas ilustres, Jerónimo Ibrahim y Luis Adaro, 27 de septiembre de 2016, organizado por la Real Academia de Ingeniería de España)

„Aparición de un nuevo elemento a considerar: La Tercera revolución industrial

La situación de declive industrial de Asturias parece haber alcanzado fondo, pero eso no deja de ser un espejismo, porque la Tercera revolución industrial no ha hecho más que empezar. La generalización de la aplicación de tecnologías aún poco implementadas o en desarrollo –sobre todo, robótica, telecomunicaciones, informática, con nuevas creaciones continuas en el contexto del llamado Internet de las Cosas – elimina continuamente mano de obra que difícilmente será compensada, y en ningún caso de forma inmediata, por el nacimiento de nuevas empresas.

En los países y regiones más avanzados tecnológicamente y con fuerte capacidad exportadora debería ser posible, teóricamente al menos, combinar la cantidad de empleo sostenible suficiente para que la presión fiscal sobre empresas y empleados permita soportar las necesidades de la población inactiva, muy probablemente creciente (estudiantes, jubilados, desempleados, etc.). No será sencillo, pero debería ser factible. En todo caso, no aparece como una medida que se pueda adoptar a nivel de región.

Desde las regiones como desde los países hay que estar atentos, y con especial sensibilidad de los agentes socioeconómicos, para prepararse para un cambio sociológico que se adivina brutal, y que aparecerá en pleno desarrollo en solo un par de décadas.

Se estima que en menos diez años (2022) el 25% de los trabajadores industriales -unos 18.000-, alcanzarán en Asturias la edad de jubilación, por lo que, en teoría, deberán ser sustituidos con anterioridad. Es imposible ignorar que, por lógico final vegetativo, desaparecerán la mayoría de las rentas obtenidas por jubilados y prejubilados (y, por tanto, el consumo que propician). La mitad de la población asturiana tiene más de 45 años al comenzar la segunda década de este siglo.

La revolución industrial provocada por las Tics presenta, sin embargo, algunas ventajas. La creación de empresas industriales demanda fuertes inversiones y, por tanto, reclama una estabilidad a medio plazo. Las empresas de servicios, los emprendimientos nacidos de la imaginación, en particular, no suponen apenas inversión: tiempo del creador, ideas a desarrollar, apoyo inicial para que la iniciativa prenda y alcance un tamaño mínimo que permita vender el producto.

Referencia al papel de la Universidad en el impulso a las iniciativas privadas, junto a otras cuestiones relacionadas

Desde una región como Asturias no cabe plantearse un cambio de modelo general. Es una ilusión creer que se puede influir en el paradigma (o como quiera llamarse) dominante. Hay que acomodarse a él, saber aprovecharlo. La oferta de empleo global disminuirá, en tendencia natural, y una parte de él se hará más exigente en calidad. En los sectores de servicios, también, porque las máquinas y los recursos de comunicaciones y programas informáticos permitirán reducir personal, especialmente del menos cualificado, disminuyendo la duración de las jornadas y, seguramente, por tanto, su la remuneración.

No puedo menos que reconocer que mantengo una querencia positiva al impulso que debe sostenerse y potenciarse desde la Universidad.

Por supuesto, la creatividad no es precisamente monopolio en la Universidad, y ni siquiera está muy presente en las Facultades o Escuelas tecnológicas. Tradicionalmente, los doctores obtienen su grado exclusivamente en caso de que deseen dedicarse a la docencia y hacer carrera universitaria y la polarizan hacia materias y temas que son elegidos en relación con líneas de investigación del interés de las cátedras, o por la facilidad de enlazar la investigación con anteriores trabajos de otros miembros del departamento al que se adscriben. Las empresas no incorporan doctores a sus plantillas, porque no consideran que les aporten valor añadido. Un doctor, directivo de una empresa española, confesaba que había quitado de sus tarjetas, la referencia al título: “Es equivalente a ofrecer a tu interlocutor un bolígrafo Bic”, se justificaba.

Para mayor reconocimiento de la dificultad de la situación, España no está bien situada en el reconocimiento oficial del nivel de su formación universitaria. No se corresponde con la valoración de los egresados que se deciden a trabajar en el extranjero, muy apreciados. Me parece, por tanto, que esa minusvaloración tiene una base injusta, aunque el desbarajuste provocado por la peculiar implantación de los acuerdos de Bolonia a la enseñanza superior y media, no creo que haya venido a mejorar la perspectiva. Cualquiera que sea la crítica que quiera hacerse a la fórmula de posicionamiento, la tradicional clasificación de Shanghái, que evalúa varios parámetros para definir la calidad de los establecimientos académicos, solo hay 12 Universidades españoles en 2015 entre los 500 mejores, y la más alta, en el ranking 151-200, es la de Barcelona.

La contención de la tendencia negativa implica incorporar sectores preferentes acomodados a los nuevos desarrollos y necesidades. Alguna referencia he hecho ya a la selección de las líneas de desarrollo preferentes que pudieran servir para Asturias, Creo que hay que reclamar un apoyo en este sentido desde el Gobierno central, para que se concentren en la región los recursos y estímulos sobre uno o varios sectores estratégicos. El impulso a un Centro específico de desarrollo de nuevos materiales (en especial, en torno al grafeno) sería esencial.

Y la Universidad tiene que estar en primera línea en ese apoyo a la generación de iniciativas empresariales, motivando a los egresados e involucrando al profesorado y a los demás agentes sociales en la presentación de oportunidades.

Otra cuestión a analizar y corregir, es el escaso interés por las actuaciones colectivas

En España y, no hay que dudarlo, en Asturias, se constata un bajo nivel asociativo. Es imprescindible vencer esa inercia que propende al individualismo, y ha de conseguirse, ante todo, mediante la introducción en la educación, incluso en fase muy cercana, de principios de solidaridad, respeto a la autoridad y a la norma, potenciación de la imaginación, y apoyo a la generación de foros en donde se discutan las propuestas con seriedad y serenidad, acostumbrando a los colectivos a saber elegir los mejores, y a los que propongan soluciones, a defenderlas con coherencia y claridad, y no solo con vehemencia.

Es necesario apoyar todo tipo de tareas en colaboración, y, con carácter especial, a los clusters tecnológicos, es decir, agrupaciones complementarias de empresas, Universidad y grupos empresariales grandes, -reales o virtuales, con presencia física en una zona o inter relación por la vía de las comunicaciones- que desarrollen nuevos proyectos. El apoyo no ha de ser únicamente económico, también organizativo y los medios no deben ser solamente los que se controlan desde el propio clúster, sino que debe estimularse el intercambio de capacidades, tanto de personal como de medios físicos, avanzando en la mejora colectiva sin reservas de dominio egoístas.

Me parece también detectar que, en la incorporación de mejoras al diseño de piezas, elementos, aparatos, mecanismos (no solo estéticas, sino fundamentalmente, al amparo de la revisión técnica o tecnológica) hay un campo de trabajo importante para Asturias, tanto a nivel de particulares especializados en ese campo, como de las empresas.

Y, finalmente, teniendo en cuenta el aumento de la edad de las poblaciones, hay que considerar la aparición de nuevas necesidades y posibilidades vinculadas a la gerontología, al disfrute del ocio en las edades pos jubilación, la movilización de recursos creativos, formativos y de inversión o financiación ahora ociosos de ese sector de la población. Su análisis profundo debe servir para promover iniciativas y soluciones que, dada la generalidad de los problemas, son exportables por su misma esencia.

Relación del crecimiento endógeno con los mercados exteriores y su aprovechamiento

Hago aquí una primera referencia a la forma de evaluar la eficacia de las medidas e incluso para diagnosticar la situación. Porque no me parece correcto fijar en el aumento del pib o en indicadores económicos globales la valoración de que se está ante un “aumento colectivo del bienestar”. Los riesgos de estabilidad parecen claros y hay que prepararse para analizar la manera de sostener el actual bienestar con otros índices (reconociendo que el bienestar tiene una base tecnológica ineludible y que está en crecimiento de sus potencialidades).

Mirando hacia fuera, puesto que la población potencialmente activa mundial es de 3.150 millones de los que solo 650 millones se encuentran en los países desarrollados, se deduce de inmediato que la capacidad potencial laboral (medida exclusivamente en horas de actividad disponibles) es de 4:1 a favor de los que, en este momento, tienen menor capacidad tecnológica. Considerando que las horas de trabajo potenciales por persona son de 2.000/año, llegamos a la cifra abrumadora de 5 billones (millones de millones) de horas/año disponibles en los países menos desarrollados en tecnología, de los que, desde luego, China, India y Brasil concentran la mayor parte.

Un gran potencial que puede y debe ser también aprovechado por las regiones más eficaces. Existen modelos de éxito que evidencian ventajas respecto a nuestro modelo actual de producción y consumo. Son nuestros competidores de alto nivel (Alemania, Francia, en especial, a los que cabe añadir, a su escala, Suecia, Noruega, Holanda o Dinamarca, por no hablar de Estados Unidos o Canadá). Como es bien conocido, Alemania y Francia compiten con éxito tecnológico respecto a nuestras empresas, pues son nuestros principales proveedores extranjeros de mercancía con mayor valor añadido.

Pero existe otro grupo de países, conformado por quienes tienen necesidades tecnológicas, de infraestructuras, de fabricación, de mejora e implantación, aún importantes en relación con sus expectativas de crecimiento, y que se podrían cubrir desde nuestro nivel tecnológico, y que constituyen y constituirían el principal destino exportador de nuestras mercancías (China, India, Corea del Sur, Indonesia, Brasil, Chile, Colombia, México, entre otros ejemplos).

Es una situación boomerang, sin duda. China, por ejemplo, país-continente que aparece como interesante destino para nuestros productos tecnológicos (por supuesto, en competencia con los demás productores, incluidas las propias empresas chinas), se está convirtiendo en principal productor de mercancía de baja y media tecnología, que desplazan, por falta de competitividad, a las empresas españolas.

Finalmente, existe un tercer grupo de países que, por proximidad, relaciones históricas u otras razones –incluso humanitarias- puede ser la base para cimentar una tercera línea de crecimiento exportador, con beneficios a medio o largo plazo (Marruecos, países centroamericanos, la región del Sahel, Etiopía, Bangla Desh, Pakistán, etc.)

Esquema colectivo de desarrollo

No se puede alimentar un sistema de actuación tan complejo confiando únicamente en las iniciativas individuales. Por una parte, el apoyo con información y conocimiento es imprescindible para los pequeños inversores: la sociedad debe avanzar en conjunto en su modelo productivo. El individuo está desvalido frente a la vorágine tecnológica. No se puede confiar, como durante el siglo XX y anteriores, en que las iniciativas individuales servirán, actuando independientemente, para generar un modelo estable y auto sostenido.

Es una cuestión ligada a la supervivencia colectiva. Se trata de implantar un modelo mucho más solidario, en el que el reconocimiento a las medidas sociales o altruistas sea visto como algo natural y prestigioso.

Hace algunos años que el doctrinario para alimentación cultural colectiva y, en especial, el catecismo empresarial, incorporó la “creación de valor” como objetivo.  La creación de valor no está vinculada a la especulación, ni a las burbujas económicas, ni siquiera a la explotación de los recursos naturales de aquellos países o zonas más atrasadas tecnológicamente, con legislaciones más permisivas o administraciones más complacientes.  Esa forma de creación de valor falsaria tiene un desplazamiento continuo por el planeta, como una plaga de langostas, que cuando agotan o creen haber agotado una zona, se desplazan a otra de inmediato.

En la verdadera creación de valor están los empresarios solidarios, los centros de investigación, los laboratorios y fundaciones públicos y privados, los departamentos universitarios y de Escuelas Técnicas, etc. Esa creación de valor está vinculada a la generación de mejoras tecnológicas, no a especulaciones financieras.  Por eso, hay que convencer a los responsables universitarios, a los profesores y a los propios alumnos, de que son parte sustancial de la necesidad de cubrir el espacio de la creación de valor.

Vuelvo pues, a una idea ya esbozada con anterioridad. Para Asturias, me parece muy necesaria la coordinación entre las Escuelas de Ingeniería y las facultades técnicas. A todos los niveles.

La diferenciación entre las carreras no puede ser ficticia, la competencia de los egresados se desarrolla con gran frecuencia en campos trasversales o ajenos a la formación académica. Hay que crear, además, una Plataforma de Investigación regional, definir líneas de investigación y desarrollo práctica, en relación con las empresas, y, sobre todo, tuteladas por expertos independientes.

Me parece, también, esencial, incorporar a expertos a la Universidad. Siento decirlo, pero las enseñanzas técnicas se han ido desconectando de la realidad práctica, convirtiéndose en nichos altamente endogámicos. He dado una fugaz revista a los títulos de las tesis recientes (en la Universidad asturiana, pero también en el conjunto de las Universidades españolas) y me atrae cada vez más el modelo de la Politécnica de Catalunya: los temas de tesis se proponen contando con la opinión y necesidades empresariales y del contexto socioeconómico.

No hago el menor menosprecio, muy al contrario, los sitúo en el foco de especial atención, a esos miles de personas, básicamente jóvenes, no pocos sin formación universitaria, que se afanan en sus espacios en generar soluciones informáticas, basadas en las tics, en la esperanza de que tengan una idea y un desarrollo genial que les proporcione éxito y, tal vez, la recompensa económica a su esfuerzo.

Hay que proteger y estimular a estos creativos, en la confianza de que surgirán de sus trabajos, cientos de start-ups de las que, convenientemente apoyadas y dirigidas, decenas de entre ellas tendrán éxito, sobrevivirán, crecerán y formarán parte del nuevo tejido empresarial.

Consideración especial a dos sectores de interés

Incorporo a mi desordenado análisis una valoración personal respecto a dos sectores de gran interés y su importancia para el desarrollo de Asturias.

El medio ambiente es, sin duda, uno de los sectores de dedicación preferente: el control general y la presión normativa para proteger mejor el ambiente generan, sin duda, empleo. Para las empresas existentes, el camino hacia la sostenibilidad ambiental, generará extra costes, por la incorporación de las externalidades, que antes eran desconocidos o, simplemente, asumidos por toda la sociedad y que también presionará sobre el empleo, pero negativamente.

El mejor cuidado del medio ambiente generará cantidad de puestos de trabajo, aunque se debe analizar el efecto neto. A nivel global, y para una región eficiente como Asturias, la implantación de las nuevas tecnologías no solo en España, sino, sobre todo, en los países menos desarrollados –en particular, la producción de energía con métodos renovables-  ayudará a la generación de empleo y actividad local. El estudio de todas las posibilidades de cooperación con los países en desarrollo o menos desarrollados exige, por sí mismo, un Libro blanco de las actuaciones: en producción y distribución de energía, mejora de gestión de recursos –hídricos, mineros, agrarios, forestales, etc.-, acceso general a la electricidad y las comunicaciones, incorporación de mejores prácticas disponibles en procesos, etc.

El cambio climático es una amenaza grave y, a tenor de los principios de acuerdo de la COP 21 de Paris una oportunidad para poner en práctica soluciones eficientes, que es imprescindible desarrollar o perfeccionar. Está vinculada la corrección de la tendencia al calentamiento global irreversible a muchas tecnologías en las que Asturias, y sus agentes creativos, deberían posicionarse: el desarrollo de coches híbridos, el impulso al transporte colectivo, la mejora de la eficiencia energética, la implementación de energías verdes, las técnicas de ahorro y reutilización del agua, aprovechamiento de residuos, etc.  Incluso el análisis y propuestas de corrección o amortiguación de los previsibles impactos del calentamiento global para España, deberían ser materia de generación de actividades para Asturias. Existe un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático –nacido en 2006- del que se han derivado, hasta el momento, tres Programas de Trabajo (el vigente, con validez 2014-2020), y se ha creado un Grupo de Trabajo de Impactos y Adaptación al Cambio Climático coordinado por la OECC, con participación de las Comunidades Autónomas.

Consideración particular en este contexto que pretende analizar posibles medidas de aplicación general relacionadas con la actividad económica y el empleo, ha de concederse a la energía. La energía es un input básico para una gran parte de los procesos productivos y es un elemento coadyuvante principal hacia el objetivo de bienestar. Las directrices de la Unión Europea imponen el uso masivo de energías limpias en la generación, y se inclinan por un énfasis mayor, y progresivo, en mejora la eficiencia energética.

En lo que respecta a la generación eléctrica, las energías denominadas renovables han conseguido, especialmente en el caso de las eólicas, una creciente competitividad que las hace, a corto plazo incluso, preferibles a la producción con centrales convencionales de gas o carbón.  La producción discontinua de la energía producida con ellas, sin embargo, obliga a mantener generaciones de apoyo y la localización de su producción en determinadas zonas (crestas montañosas, áreas de mayor insolación, por ejemplo), dirige la atención hacia los métodos de almacenamiento de la no consumible y su distribución.

La generación renovable distribuida, -ya sea como paneles fotovoltaicos, generadores eólicos, centrales de biomasa, fuentes geotérmicas, etc.- pone el acento sobre la funcionalidad actual de las redes de distribución y abre líneas de investigación y actividad que podrían ser abordadas desde Asturias.

También se avanzará, con seguridad, en la necesidad de aumentar la seguridad de suministro energético, la implantación de generadores destinados al autoconsumo, de origen en la energía renovable, combinados con redes inteligentes que optimicen la distribución de las necesidades y los sobrantes. La aplicación de nuevas tecnologías en este sector repercutirá en la creación de empleo.

Mejora de la empleabilidad como objetivo social

Para cumplir estos objetivos generales, se ha puesto énfasis en muchos foros en la importancia de la enseñanza dual, y la necesidad de impulsar la formación profesional con Programas específicos, que revisen su adecuación con la demanda actual y previsible, para aquellos trabajos que impliquen aprendizaje práctico o habilidades manuales o físicas que hay que detectar y fomentar.

El Programa ha de hacerse en coordinación con los sectores profesionales, puesto que la formación ha de cubrir previsiones globales de necesidad de técnicos especializados en resolver problemas concretos, ya sean de montaje de mecanismos, mantenimiento de equipos, manejo de maquinaria, instalación de sistemas de producción energética, control de aparatos de telecomunicaciones, etc. Su capacidad generadora de empleo, medida correctora de la crisis y estímulo a la actividad emprendedora de la población más joven aparece como muy positiva.

No es posible tampoco ignorar que, siendo grave la situación de desempleo a todos los niveles formativos, cuantitativamente, el problema mayor se encuentra en los estratos con menor formación, escasos medios económicos y deficiente base cultural, a los que habría que dedicar atención especial, si el objetivo es la reducción directa y masiva, del paro existente. No nos parece, por ello, que la eliminación de los empleos que subyacen en la economía sumergida, haciéndolos aflorar, mediante incremento de la presión inspectora, a la economía contabilizada, sea, por sí mismo, una medida concluyente. Se trataría de cambiar empleo real (aunque irregular) por empleo regular (aunque más reducido).

Por su parte, la búsqueda del incremento de la empleabilidad de quienes tienen una formación universitaria (ingenieros egresados de las Escuelas técnicas, en particular) no tiene las mismas dificultades, ni puede resolverse con el mismo enfoque, que la de quienes no tienen ninguna formación académica o muy escasa. Aumentar la empleabilidad de esos titulados superiores, es especialmente urgente y exige programas específicos. Las razones son prácticas: por una parte, el desembolso realizado en ellos es alto, y debe hacerse recuperable; hay que evitar que se rentabilice esa formación solo en el extranjero, aumentando la competitividad ajena a nuestro modelo de desarrollo.

Se debería también incentivar el retorno de los expatriados, estimular su retorno, al cabo de corto tiempo, con nuevos conocimientos y experiencias, y no solo esperar pasivamente en que lo hagan, por su propia voluntad, al cabo de los años.

Las medidas a adoptar no pueden ser promovidas desde las instancias públicas, en mi opinión. Es necesario crear un clima de cooperación y solidaridad regional, que premie, por la vía del reconocimiento y el apoyo al consumo y a la difusión de sus logros, a las empresas comprometidas y a los particulares eficaces. Prejubilados y jubilados, dispuestos a convertirse en business angel o en monitores y coucher eficientes tienen ahí también su lugar preminente.

La crisis ha provocado, entre otros efectos perversos, uno muy significativo. La tendencia observable en este momento es que se han generado “maxijobs”. El maxijob es, como se sabe, un empleo, remunerado como trabajo normal (e incluso menos), que exige al empleado cumplir un horario de trabajo excesivo, ante el riesgo de perderlo. La extensión del problema del maxi-job afecta especialmente a los trabajadores más cualificados, y tiene como beneficiario exclusivo, al empresario.

Hay que recuperar en esto como en todo, la senda de la trasparencia, allí donde se hubiera perdido. Y admitir que la puesta en pie de un modelo de desarrollo regional consistente, en este nuevo escenario de la Tercera revolución industrial y la apreciación de un mundo global y con nuevos parámetros de competitividad y bajo un marco irrenunciable, y exigente, de responsabilidad social, supone la incorporación de la solidaridad como premisa esencial al que debe acomodarse, pero desde la independencia creativa, la iniciativa privada.“

 

Oviedo, 4 de mayo de 2017

 

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Tercera carta a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid

6 junio, 2016 By amarias 2 comentarios

Alcaldesa,

Empezaré esta carta con una obviedad. Una ciudad grande, que es también capital de un país con casi cincuenta millones de habitantes y, por tanto, alberga la estructura central del Estado y algunos de los centros de decisión más importantes -en lo empresarial y en lo político-, tiene problemas específicos, aunque también puede disponer de algunas ventajas, que debe saber utilizar.

Conocemos mejor los problemas que las opciones positivas, porque, en eso, los madrileños -como la mayoría de los españoles- estamos orientados hacia la búsqueda de nichos futuros de felicidad, en lugar de afincarnos y disfrutar de los que ya tenemos al alcance.

Después de décadas de vivir en esta ciudad, no dejo de preguntarme cuáles son los principales atractivos de Madrid y cómo ponerlos en máximo valor. ¿Su oferta museística? ¿El Retiro, la Casa de Campo y las variadas zonas verdes? ¿Los edificios con valor arquitectónico o histórico, dispersos por ciudad y, en no pequeña parte, desconocidos? ¿La vitalidad de sus barrios, la lasitud de los comportamientos?

Al lector de esta carta (que, como ya apunté, no puedo imaginar que sea Vd., a pesar de que se la dirijo en el encabezamiento) le interesarán algunas cifras, para situar el contexto.

La Comunidad tiene un PIB anual de 200.000 Mill. de euros (en grandes cifras, el 20% del total español) y alcanza casi los 32.000 euros/cápita. No tengo cifras exactas, y lo lamento, pero de diversas extrapolaciones deduzco que el PIB de la ciudad de Madrid estará próximo a 120.000 Mill. de euros (si aceptamos que el comportamiento medio de la ciudad fuera idéntico al de la Comunidad, y que en ella habitan 3,2 millones de personas, llegaríamos a un PIB de 102.000 Mill de euros).

No tengo que advertir a nadie, y menos a Vd., que Madrid es una ciudad con grandes diferencias de nivel económico. La crisis no solo no parece haber afectado a algunos, sino que se deduciría que los benefició: restaurantes de alta gama, cafeterías abarrotadas en ciertas zonas, salas de fiesta aparatosas, lujosos vehículos circulando con ostentación por la ciudad, mansiones de escándalo, etc., forman parte creciente de un paisaje urbano que señala esa dicotomía.

En fin, vayamos a la esencia. Madrid es una ciudad de servicios (85% de su pib), siendo el turismo uno de los que representan características de estacionalidad y potencialidad de crecimiento más analizadas, aunque, en mi opinión, sin  demasiada claridad respecto a las líneas a adoptar para transformarlo en parte consistente de los ingresos a medio-largo plazo. Se reitera que el turismo ha sido adoptado como uno de los ejes de crecimiento del pib para España, en detrimento de otros, que me han parecido más atractivos, porque tienen una competencia más selectiva, como sería la industria de alto valor tecnológico, la investigación aplicada (en farmacología, biología, materiales, etc).

He escrito en múltiples ocasiones que es hambre para mañana, pues el atractivo de un país o una ciudad como foco turístico depende de factores, en realidad, coyunturales. Qué se le va a hacer, detengámonos en el turismo, pues.

España recibe actualmente cerca de 70 millones de turistas extranjeros, de los que el 7 % recalan en la Comunidad de Madrid (aceptemos que un 80% en la capital), frente al 26% que se deciden por Cataluña.

La pereza periodística y, en general, informativa, para recopilar los datos de forma inteligible con una simple mirada, además de la detectable incoherencia de las fuentes, no permite ofrecer al análisis cifras exactas, sino órdenes de magnitud, y aún éstos, sometidos a reservas. Me quedo, a efectos de esta sencilla exposición, con esta idea: En 2015, Madrid  recibió 11 millones de visitantes, de los que aproximadamente la mitad eran turistas nacionales, y casi una quinta parte de ellos, procedentes de la propia Comunidad de Madrid.

Los ingresos que el turismo deja en Madrid son del orden de 6,5 Mil millones de euros. No es mucho, pues no llega al 5% del PIB de la ciudad, aunque en alguna información leí que alcanza el 7%; en todo, caso, la mitad que en Barcelona, que, con sus 1,8 millones de habitantes, absorbe 12,6 Mil millones de euros. Lejos ambas de Londres (cerca de 18.000) y París (14.700).

Alcaldesa, no tiene por qué creerse estas cifras. Haga que sus colaboradores le brinden las más actuales y fiables. Obtengan un cuadro lo más exacto posible de los ingresos totales en la ciudad, y, en cuanto al turismo, sobre la procedencia de los visitantes, la categoría y ocupación de los establecimientos -no solo hoteleros, también cafeterías, restaurantes, etc. y por zonas- y consiga una distribución aproximada de los ingresos por áreas y por categorías.

Como se trata de movilizar inquietudes efectivas, y no solo de escuchar a los que tienen protestas que formular, es fundamental que se reúna con los gremios. No solo con los representantes empresariales, sino que despliegue sus antenas (las de sus colaboradores) por la ciudad.

¿Qué se necesita mejorar? En mi opinión: la calidad de la oferta gastronómica, la limpieza interior de los locales, la profesionalidad de los empleados, el control de calidad de los productos y su ejecución, la inspección, propia y oficial. Normas hay, pero no se cumplen y solo se cumplirán si se vigila su aplicación y se sanciona con severidad la infracción.

Pero también hay que ayudar a los comerciantes hoteleros en la limpieza de los entornos de sus emplazamientos, en la autorización del cierre de algunas terrazas, en la uniformidad del mobiliario, en la revisión de los carteles y rótulos, en la pintura interior y exterior de las paredes y en la renovación de su mobiliario. También, ayudando a potenciar esas notas tan agradables con saber a antiguo, aunque sean falaces. Estamos en un mundo de fantasías, alimentémoslas.

Lo que le indico para el sector de restauración, o podría también aplicar a la hostelería -revisión de la salubridad de las pensiones, control de las prestaciones, ofertas de habitación no declaradas, etc.- sirve para todos los gremios. El Ayuntamiento debe ayudar a los futuros empresarios, en especial, a los modestos, a que decidan bien. ¿Necesitamos más bares, más mercerías, más peluquerías, más fruterías,…? Mi opinión es que no, y es muy importante analizar la supervivencia de esos hipotéticos negocios productos de la ignorancia respecto al medio y la necesidad de buscar una forma de vida.

Reúnase con representantes de todos los sectores, analice con sus colaboradores -preferiblemente, independientes, no sesgados ideológicamente- qué está pasando en la ciudad y qué se puede hacer para mejorar las expectativas de generación de empleo y riqueza.

No me olvido de las grandes cadenas empresariales que, a la chita callando, han ido ocupando sitio en la ciudad. Reunirse con sus representantes es importante, en un doble sentido. Primero, para conocer cómo piensan, qué orientaciones reciben, quienes son (y para que se sientan próximos a la alcaldía: se evitaría así el grave error -suyo y de sus consejeros- que no consiguiera identificar al presidente de El Corte Inglés, Dimas Gimeno). Segundo, para involucrarlos con la ciudad, hacerlos partícipes de los deseos y expectativas de sus habitantes, engancharlos con Madrid.

No le canso más, alcaldesa. Volveré sobre el tema en otra carta.

Angel, un ciudadano de Madrid

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: alcaldesa, carmena, empleo, empresa, generación, Madrid, turismo

El melón de Toledo

29 octubre, 2015 By amarias Deja un comentario

Toledo desde la Biblioteca

Sobre uno de los bancos de la plaza de Zocodover, alguien (un turista inglés, probablemente), había olvidado las hojas sobre Sevilla que había recortado de una guía sobre España. Cuando repasaba la exultante descripción acerca de Sevilla y sus encantos, -“Sevila doesn´t have ambience, it is ambience”, me preguntaba qué le falta a Toledo.

La pregunta carece de voluntad provocadora, puesto que el bello conjunto de la ciudad enclavada en un entorno de insuperable fuerza paisajística, es permanente motivo de inspiración para pintores y fotógrafos y, a cualquier hora del día y bajo cualquier climatología, sugiere al ánimo más frío de quienes lo contemplen, evocaciones de paz y misterio. La parte antigua de la ciudad imperial posee tales y tantos monumentos, sobrados de empaque e historia, y su solar está tan lustrado por sucesos relevantes de la Historia de España y del mundo, que harían palidecer la hipotética pretensión de primacía de la que alardeara cualquier otra población turística europea.

Sin embargo, Toledo no es una ciudad cómoda, ni para el turista ni para quienes la habitan. La ciudad vieja, en donde se concentran los edificios históricos, con sus pendientes y callejas, padece de problemas propios, pero, también, en gran medida, provocados o consentidos.

Para el turista, su visita a Toledo está enfocada a pasar un par de horas en ella, desde la superficialidad de aquel que visita un museo plagado de reliquias, pero del que solo interesa poder decir “estuve allí”. Hordas de visitantes, guiados normalmente por un especialista en vulgarizar historietas, recorren su calle del Comercio -estrecha calle que conecta siguiendo una línea de nivel, la plaza de Zocodover con la de la catedral-. y, cumplida la ceremonia de tocar con la mano San Juan de los Reyes y comprar unos mazapanes, se vuelven, dichosos, a los autobuses, para pernoctar en Madrid o apurar el ave hacia Sevilla.

Los turistas españoles de visita en la ciudad, en realidad, en su inmensa mayoría autodidactas en la conducción de su ignorancia por las calles de Toledo, no lo hacen muy distinto a los alóctonos, salvo quizá por su especial predilección a atiborrarse de cordero o cochinillo en algún restaurante recomendado, o, si viajan con niños, a cumplir con la ceremonia de tomarse unos menús de hamburguesa en Zocodover o una paella descongelada en cualquier bareto que encuentren en su camino de ida vuelta para pasar un festivo y “conocer Toledo”.

Toledo no es eso, y, además, es mucho más de lo que puede verse en unas horas. Hay que darle la vuelta a la oferta toledana, y emprender la acción con inteligencia, buen gusto, sentido histórico y turístico, y una determinación honesta e implacable. Para empezar, se deben revisar las ofertas comerciales, orientando a los inversores respecto a lo que merece la pena, y, en un mismo sentido, coordinándolas en lo posible. No son los ridículos suvenir, las tiendas de tres al cuarto, los restaurantillos de menú del día a base de carcamusas y pollo rebozado lo que sostiene, de forma consistente, el atractivo no histórico de una ciudad.

Es imprescindible señalar itinerarios sobre la ciudad, alternativas a paseos sobre ella, unos que conduzcan al río Tajo (un excelente paseo ribereño que no está promocionado, por cierto, y que tiene propensión a mostrarse en abandono) y otros que permitan acceder a los monumentos de la ciudad desde distintas curvas de nivel, ángulos y trayectos. Me parece clave revisar qué se cuece tras las paredes de todos y cada uno de los inmensos edificios que actúan a modo de murallones defensivos imponentes, obstaculizando vistas y recubriendo las calles de misterio, silencio y sensación de abandono.

Hay que negociar con las instituciones (en su mayor parte, eclesiásticas, ya que los caserones son propiedad de órdenes monásticas) la apertura de esos espacios, y, en su caso, darles nuevos destinos, complementarios o alternativos. No me he recuperado de aquel momento en que, deseando situar un convento toledano al que pretendía rendir culta visita, abordé a dos monjas en la calle, -una, anciana; la otra, en la flor de su juventud-, preguntándoles por él. “No tenemos ni idea” -fue la desolada respuesta de la más joven. “La madre es la primera vez que sale del convento en muchos años, y lo hace porque vamos al médico. Y yo vengo de Bolivia”.

(continuará)

Publicado en: Actualidad, Cultura Etiquetado como: ciudad histórica, cochinillo, convento, cordero, hamburguesa, monja, monumento, San Juan de los Reyes, Sevilla, suvenir, Toledo, turismo, visita, Zocodover

Un país para turistas

25 junio, 2014 By amarias 6 comentarios

La resistencia de ciertos grupos de opinión a la implantación de nuevas actividades industriales o mineras, se ha centrado en el argumento de que, con ello, se perjudicaría gravemente al sector turístico, que se presenta como la actividad con mejor comportamiento ante la grave crisis de la que España no parece aún capaz de recuperarse.

España ha pasado en pocas décadas de ser un país con base económica fundamentalmente agrícola y ganadera, a gozar de un desarrollo industrial notable, lo que motivó el despoblamiento del campo, hoy en una situación lamentable de abandono. El análisis detallado de las razones y consecuencias del cambio de tendencia, no puede ser expuesto en pocas palabras, aunque no admite réplica el hecho de que el crecimiento de los sectores industriales que mayor empleo generaron en la segunda mitad de siglo XX descansó peligrosamente en procesos y tecnologías que resultaron extremadamente vulnerables, pues los países emergentes se convirtieron rápidamente en eficaces competidores.

Los mayores de este pueblo hemos vivido tiempos de vacas flacas y gordas, y la revisión de un pasado próximo en el que la demanda de empleo, relativamente muy bien remunerado, se polarizaba hacia sectores que hoy están en profunda crisis (siderurgia, carbón, construcción naval, edificación, etc.) revela las graves carencias de un modelo que no supo aprovechar la bonanza para robustecerse, avanzando hacia la diversificación y la obtención de mayores valores añadidos y…se agarrotó, en no pocos casos, en la defensa a ultranza de unos objetivos empresariales y, por tanto, de unos puestos de trabajo derivados, que no eran económicamente sostenibles.

No están lejanos los tiempos en los que cada Municipio de este país celebraba la instalación de Parques Industriales -hoy, en su mayoría, simplemente, eriales-. Tenemos demasiadas autopistas y carreteras que no conducen a ninguna parte (o casi), y la geografía se han poblado de muñones de estructuras que serán, sin duda, monumentos permanentes a la pésima adopción de injustificadas decisiones de las Administraciones, adobadas con la avidez de ciertos grupos empresariales por obtener beneficio inmediato de los presupuestos públicos.

Han sido muchos los pecadores, y desde las entidades financieras a unas Universidades endogámicas y poco eficientes, pasando por la cortedad de los planteamientos de decenas de centros de investigación descoordinados, incapaces para abrir y potenciar caminos alternativos, no es posible salvar muchos trastos del naufragio colectivo.

Vueltas las cosas del revés, las Administraciones parecen haber redescubierto que España es un país turístico: tenemos playas, sol, buena gastronomía, precios aceptables, monumentos, buenas carreteras (por ahora), seguridad ciudadana y una tendencia innata a querer caer simpáticos al extranjero.

Pues bien: alerto de que estamos ante una nueva burbuja, que no servirá para crear empleo estable de calidad y que, además, nos distanciará aún más de ese pelotón de cabeza industrial que concentra su empeño en desarrollar aún más su músculo para fabricar productos más y más sofisticados, tecnológicamente más avanzados en cada remesa y que, dirigido desde la practicidad del “sálvese el que pueda”, no tiene empacho en seguir desplazando la fabricación de lo que es intensivo en mano de obra, contaminante o de menor empaque tecnológico, allí donde están lo centros de consumo más importantes, reservándose la recolección de la nata de sus plusvalías.

 

Publicado en: Actualidad, Economía, Empresa Etiquetado como: desarrollo, españa, industria, sectores, turismo

Procesiones y espectáculos

31 marzo, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

España hace décadas que dejó constitucionalmente de ser católica, aligerándose así del peso de la desgraciada connivencia de una parte del clero con la ignorancia sociológica. Como en otras materias, el estriptís fue tan completo que se arrancó algunos trozos de piel en el empeño.

Pero el agnosticismo oficial no impide que durante la llamada Semana Santa, en muchos pueblos se organicen procesiones, que cuentan con la presencia de representantes religiosos y políticos casi por un igual, cada uno ataviado con los atributos de su particular devoción, que exhiben como quien sabe aprovecharse de una oportunidad.

Las comitivas de encapirotados, secundando el paso de figuras de cartón piedra llevadas por esforzados porteadores, acompañados de damas enmantilladasy  tocadores de tambores y timbales, constituyen, sin duda, todo un espectáculo.

Debe reconocerse, sin embargo, que el objetivo originario del despliegue, que hay que confiar se mantenga para la mayor parte de quienes forman parte de las procesiones -la devoción ante el misterio del sacrificio divino como ejemplo para sus descarriadas criaturas-, ha quedado completamente desdibujado.

No hay más que fijarse en los centenares de curiosos, -en muchos pueblos, miles- que se agolpan en las aceras y balcones para contemplar el paso de los séquitos que se organizan en muchos pueblos de la España agnóstica, pertrechados de cámaras de fotos, y que lanzan una y otra vez luces de flash sobre encapuchados, imágenes y resto de fanfarrias.

Ahitos de espectáculo, esos infieles se irán después, tranquilamente, a quebrantar ayunos y abstinencias en torno a cochinillos o corderos asados o vulnerarán un  momento previsto para recogimiento y penitencia agrupándose, impíos, en discotecas y botellones en donde se entregarán a uno de los pecados más abominados por las leyes mosaicas.

No pretendo ridiculizar, sino señalar como hecho histórico, una decadencia. Las procesiones, como las corridas de toros, como lo fueron los lanzamientos de cabras desde los campanarios, las luchas falsas de moros y cristianos o las quemas falleras, forman el residuo de memorias colectivas de las que se ha perdido la referencia.

Los devotos resultan, en las costosas maniobras procesionales, rara avis. Como en los bautizos o en las bodas, los fotógrafos, -profesionales como aficionados-, no están en lo que se celebra, sino ocupados en dejar testimonio para un luego. Sin saberlo, quizás, se han convertido por ello en los protagonistas de la ceremonia global. Lo mismo que las pléyades de informantes que rodean al famoso, que persiguen, hostigándolos, a encausados, artistas, políticos, y que, con su presencia masiva, construyen su propio espectáculo.

Como España es hoy por hoy tierra de procesiones y espectáculos, propongo que se exprima aún más, la opción de aprovechar los rescoldos de nuestro pasado religioso. No solo por Semana Santa. Saquemos a pasear a los santos, a los penitentes, a los majos y siervas, con cada ocasión litúrgica. Si el pueblo llano no está por penetrar en las iglesias, que salgan a la calle. Y que, como motivo turístico, se declare todo el año momento procesional, temporada alta para gozar del espectáculo.

Publicado en: Religión, Sociedad, Turismo Etiquetado como: . sacrificio, agnosticismo, cartón piedra., católico, devoción, espectáculo, oportunidad, procesiones, Semana santa, turismo

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