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Infantilismo, pasotismo y Alzheimer en la política española

13 diciembre, 2020 By amarias 1 comentario

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Mi comentario evoca, aunque advierto desde el principio que mi tesis difiere, el conocido opúsculo de Lenin “La enfermedad infantil del izquierdismo en comunismo” (1920) que suponía una crítica a los comunistas de izquierda alemanes. Les advertía que, por considerar inútiles los partidos políticos, estaban convirtiendo el partido en una dictadura de dirigentes. Por contra, defendía la necesidad de establecer acuerdos con los sindicatos y con los partidos burgueses.​

Han pasado cien años por encima de esa propuesta y mucha sangre, dolor, fracaso, decepción y recuperación interesada del mensaje, y no me apetece abrir ahora el frasco de mi propia opinión sobre la deriva del comunismo. Solo me interesa poner de manifiesto la esencia del pensamiento de Lenin, en aquel momento: para avanzar desde la izquierda, hay que contar con los partidos burgueses y, particularmente, con los pequeños propietarios.

Ignoro lo que ha leído (y ya no me atrevo a decir, estudiado) el equipo ideológico de socialistas, podemitas, independentistas y diletantes revolucionarios que se han colado en el Gobierno de España y nos obsequian, casi a diario, con las confesiones de la evolución de sus ideas sobre cómo cambiar este país “hasta que no lo conozca ni la madre que lo parió” (frase enfática que subyace como objetivo común de la coalición gubernamental, que antes estuvo en boca de Alfonso Guerra, recuperó María José Montero y que esgrimió, en este caso como acusación, el portavoz del PP, Teodoro García Egea).

Cuando atiendo a los resultados de tal voluntad de cambio, confirmo que la improvisación es la clave que guía el propósito. Como todo vale, los independentistas catalanes, ahora afincados en el Gobierno, se arrepienten de haber elegido el camino equivocado para proclamar su desprecio a la Constitución y orden legal vigente, entonces y ahora. Han sido ingenuos al pensar que el camino de la confrontación era el correcto (pongo por caso, las declaraciones del comunicador mediático Gabriel Rufián en la Sexta en Espejo Público o los testimonios exculpatorios en sede judicial de su poliédrico jefe político, Oriol Junqueras.

Los independentistas vascos no necesitan arrepentirse de nada (al parecer) sino que les basta decir que han cambiado y que son otros, aunque las caras y talantes nos suenen.

No hay necesidad de recordar, para no remover las aguas ácidas y pestilentes, los favores especiales con los que se ha intentado tapar los fervores insolidarios de partidos vascos y catalanes, creados para favorecer un capitalismo de corto alcance, ni poner de manifiesto el adoctrinamiento y falsedad histórica con la que se envenena de anti españolismo a los niños, en las ikastolas y escoles catalanes.

Para qué, lo importante es avanzar en el cumplimiento del objetivo de convertir a España en un estado desmembrado multinacional y falto de solidaridad, ya que no en una República federal desestructurada. Y, para ello, solo les parece necesario destruir la imagen de la Monarquía parlamentaria, aupándose sobre los errores recientes del Rey de antes y despreciando su papel crucial en nuestra actual democracia, modelo mundial hasta que los revolucionarios que improvisan sus papeles tomaron la intención de destruirlo a martillazos.

Si el infantilismo se ha colado por la izquierda, con su desfachatez de improvisar medidas y dar toda acción destructora por válida sin analizar las consecuencias, el Alzheimer se ha introducido en serios estamentos. Estoy pensando, sobre todo, en las increíbles manifestaciones de algunos ex-militares (mandos jubilados), cierto que en un chat privado, defendiendo la sublevación militar (o algo parecido) y apoyando (así puede interpretarse) otra guerra civil, con purga a todo disidente. En personalidades que han crecido en democracia, que ocuparon puestos de relevancia militar, esas confesiones -incluso entre amigos dados a la broma ácida- solo pueden justificarse desde la demencia senil o un Alzheimer avanzado, sin que me atreva a calificar, por respeto y aprecio a las Fuerzas Armadas, ejemplo de transición democrática y respeto a la Ley de Reforma de la carrera militar, a los que han callado, jaleado o tolerado tales manifestaciones.

No entiendo tampoco el comportamiento del Rey de antes, pues por muy fuerte que haya sido la personalidad del Rey Juan Carlos, solo desde una voluntad enferma de autodestruir con varios juegos de artificio su legado excepcional, puede justificarse que haya comprometido su credibilidad patrimonial, su obligación de mantenerse como referencia ética y, según puede colegirse con dolor, situando a su sucesor, Felipe VI y a la Jefatura de Estado en el compromiso de repudiar alguna de sus últimas actuaciones. Como quiero creer que sus asesores no se las han aconsejado, no puedo sino atribuir su autoría a la demencia senil que habrá progresivamente afectado a don Juan Carlos y al descontrol que, falto de vigilancia y por mal entendido respeto, se han visto sometidos sus actos privados cuando abdicó, a lo que, por cierto, nada le obligada (véase el ejemplo de la Reina Isabel II de Inglaterra, casi centenaria y cuya inmensa riqueza, orígenes de la misma y sus propias cualidades como Jefe de Estado están por encima de cualquier debate fundamental).

Sobre el pasotismo de la sociedad civil, aletargada entre la crisis del coronavirus, ayuna de canales para transmitir y realizar un debate crítico y constructivo, y ahogada por la crisis económica, se podría escribir un libro, no un modesto Comentario en un blog de corto alcance.

Publicado en: Política Etiquetado como: Alfonso Guerra, Alzheimer, felipe VI, García Ejea, Lenin, María José Montero, Militares, Podemos, PP, rey juan carlos, sociedad civil

Ejército y sociedad civil (16)

12 febrero, 2018 By amarias Deja un comentario

La cuestión nuclear del objetivo (u objetivos) a cubrir por las Fuerzas Armadas, en tiempos de paz como de guerra y, sobre todo, su incardinación con la sociedad civil a la que, indiscutiblemente, pertenecen sus miembros, ha tenido varias respuestas a lo largo de la Historia reciente de España. En una medida que no me atrevería a calificar de forma contundente, esta indefinición sigue presente hoy.

La “falta de densidad política” -expresión que copio del análisis de Mariano Aguilar Olivencia (“El ejército español durante la segunda República”, Econorte, 1986)- se ha visto como razón por la que el Ejército había tomado preponderancia con anterioridad al advenimiento del segundo intento de instaurar un cambio de régimen en nuestro país. Azaña vio, según destacaba ya Nazario Cebreiros (“Las reformas militares”, 1931) que la “principal necesidad no era atender a la guerra exterior probable, sino a los conflictos interiores, que constituyen el verdadero fondo de nuestra historia”.

No pretendo encontrar – ¡en absoluto!- coincidencias destacables entre la situación desgraciada que condujo a la guerra civil en 1936, pero quisiera poner de manifiesto dos puntos de delicada imbricación entre lo civil y lo militar, que ponen de relieve que es imposible una separación dicotómica, como algunos ingenuos pretenden.

  1. La falta de solución, hasta el momento (12 de febrero de 2018) al movimiento secesionista catalán, que afecta directamente al cumplimiento de los pactos de convivencia y a la unidad de España, definidos en la Constitución vigente,  pone énfasis acerca de las limitaciones del Estado de Derecho contra la revuelta civil, cuando la debilidad de la política ha permitido que líderes antidemócratas ocupen instituciones claves para la gestión pública.

La movilización de la mitad de la población catalana para generar un Estado independiente en Cataluña, es un intento enquistado, muy grave, de rebelión  que el débil gobierno actual (un Partido Popular con minoría parlamentaria y acosado por la corrupción y con un líder falto de carisma) ha intentado conducir, sin éxito hasta ahora, por la vía del empleo del código penal y con la apelación continuada al Tribunal Constitucional. Que la policía local catalana, los Mossos de Esquadra, hayan apoyado la revuelta (en proporción que aún está por dilucidar y que, seguramente, nunca se podrá aclarar), aumenta el tono de gravedad hasta límites no alcanzados nunca en democracia.

Estamos, cierto, en un contexto de paz, pero dentro del cual se plantean situaciones de alto riesgo para la seguridad ciudadana, para la economía y para el bienestar social,que no pueden ser resueltas simplemente por la vía del derecho. Tampoco sirve para el caso la policía, porque no está preparada para atender una revuelta social (pacífica o no) de tanto alcance, y ya que el uso de la fuerza está limitado. La policía no tiene el deber de defensa de la colectividad: los policías son empleados de la Administración pública correspondiente.

Por tanto, si se toma la decisión de enviar a las Fuerzas Armadas o la Guardia Civil a una zona de posible conflicto, y especialmente, si este afecta al régimen interior, ha de cuidarse en extremo las condiciones de presencia, los medios previstos para la actuación y las consecuencias de ésta.

Las Fuerzas Armadas representan, por arcaica que suene la expresión, “el honor del Estado”. Su actuación en problemas de orden interior está prevista, como ya indiqué en otro momento, como estado de excepción y el bien jurídico que defiende el Ejército en esos casos, sometido a la disciplina militar, si bien bajo la máxima autoridad prevista en la Constitución, es la unidad del Estado.

2. En relación con el papel de las Fuerzas Armadas y la disciplina de ese cuerpo excepcional del orden constitucional, se plantea la igualmente delicada cuestión de la jurisdicción militar. Cierto que el debate tiene bastante de maniqueo y las opiniones al respecto se deben considerar dentro de un proceso continuo de transformación, que no debiera estar influido (al contrario de lo que los españoles solemos hacer en casi todas las cuestiones importantes) por ideas de oportunidad.

La ley Orgánica 4/1987, de 15 de julio, de la Competencia y Organización de la Jurisdicción Militar (vigente, con algunas modificaciones ligeras recientes), establece la vis atractiva del Código penal militar en tiempo de paz (art. 12), circunscrita al ámbito estrictamente castrense (incluida la potestad disciplinaria), extendiendo su competencia a aquellos lugares ocupados por Unidades militares españoles, siempre que el inculpado sea español.

No hay doctrina inmutable al respecto, aunque los especialistas recuerdan que un Ejército de paz es un oxímoron, un absurdo. No es posible pasar de modo paz a modo guerra sin más que apretar un botón electrónico, y la preparación de las Fuerzas Armadas para lo que es, no su fin, pero su forma de trabajo en situación de máxima solicitud, exige una formación, una disciplina y un régimen de conducta especiales.


Una pareja de cogujada común (galerida crista), se ve interrumpida en sus juegos por el caminante. Muy parecida a la alondra común (alauda arvensis) se distingue apenas por su tamaño algo mayor, color aún más terroso y con el pico un poco más largo. De cerca, y en buenas condiciones de luz, el borde inferior de las alas aparece teñido de tonos de herrumbre, siendo su cresta más sobresaliente y aplanada.

Publicado en: Actualidad, Ejército Etiquetado como: Cataluña, disciplina militsr, ejército, ley, sociedad civil

Ejército y sociedad civil (12)

25 enero, 2018 By amarias Deja un comentario

El Presidente francés, Emmanuel Macron, en su visita a la base naval militar de Tulón, el pasado 19 de enero de 2018, confirmó que pretende implementar “un servicio nacional universal”, el primer paso hacia la vuelta del servicio militar obligatorio. Es inevitable buscar el encaje de esta decisión (anunciada ya en su programa electoral), -y que viene acompañada del incremento hasta el 2% del PIB en los gastos militares-, en el refuerzo de la posición propia ante los riesgos y amenazas a la seguridad que se perciben desde Europa.

No está solo Macron en este movimiento. El núcleo duro europeo -Francia y Alemania- quiere incorporar a la conciencia europea, -como reactivador del viejo proyecto político, amenazado por los nacionalismos, y obviando la muy cuestionada unidad económica y social-, una línea Maginot virtual, pero que deje visible que Europa no es un territorio indefenso. (1)

No es complicado detectar las causas de este movimiento de estrategia política de largo alcance que no pretende (entiendo) recuperar un pasado de tambores bélicos, sino demostrar que existe una fuerza, una voluntad popular y una capacidad armamentística disuasoria de cuanto amenace la seguridad y valores propios desde fuera de sus fronteras.

¿Se va hacia un Ejército, o mejor dicho, una Fuerza Armada comunitaria? No es sencillo es poner en marcha una Fuerza Armada unitaria, bajo un mando único, y con organización militar autónoma -contando con personal, equipamiento y medios económicos adecuados-, coordinada, desde luego, desde los Ministerios de Defensa de los Estados miembros, pero con la imprescindible independencia de actuación profesional, llegado el caso.

Las pinceladas más groseras (en el sentido, de evidentes) del nuevo cuadro de Seguridad y Defensa europeo, provienen, por una parte, como reacción a la concreción del cambio en la política norteamericana en ese área, que ha ido desvelando, en un striptís inquietante, el presidente Donald Trump en su primer año de mandato. Por otra parte, la salida del Reino Unido de la Unión Europea obliga a replanteamientos estratégicos, incluido en ellos, el sector de Defensa.

Las prioridades norteamericanas se enfocan ahora hacia el Pacífico, donde se encuentran Corea del Norte y China.

A la segunda, se la ve ya como el gran rival económico, con una tasa de crecimiento envidiable y una política comercial expansionista, al abrigo de las mágicas palabras “libre comercio”.

La primera se presenta comúnmente como una amenaza de patio de colegio entre bravucones en el recreo, pero la existencia de capacidad nuclear con alto potencial destructor ha hecho sonar peculiares timbres de alarma a los expertos. La pretendida disuasión a la posibilidad de que el “líder supremo” Kim Jong- un apriete su botón nuclear como si fuera el mando de un juguete, no está en disponer al otro lado de la consola de misiles aptos para provocar un desastre nuclear, (y que se viene aceptando no serán nunca utilizados porque la réplica simultánea al ataque conduciría irremediablemente al holocausto recíproco).

La nueva estrategia de armamento nuclear se enfoca hacia el desarrollo de misiles de gran alcance pero localizado poder destructor: esa capacidad sí aparece como verdadera capacidad disuasoria y, si fuera llegado el caso, como concreta acción bélica factible.

La tutela y digestión de lo que está pasando en el Mediterráneo -las tensiones de asimilación de los vaivenes hacia la democracia o el caos del Norte de Africa y las imparables oleadas migratorias de las antiguas colonias europeas-, e incluso, la contención de las ambiciones rusas en la frontera este,  pasarán, en ese contexto, a ser cuestiones que atañen fundamentalmente a  Europa. Lo son ya, en realidad, aunque la Unión Europea aún no haya tomado decisiones conjuntas de alcance.

Cambios, pues, imprescindibles y a corto plazo. El espacio regional europeo, con historia de luchas internas, odios recientes y desconfianzas a flor de piel, en la filosofía del presidente Trump y su equipo asesor, debe dejar de ser el free rider (o casi) de la OTAN y asumir un papel de co-protagonista. No servirá, como tarjeta de visita mundial, aparecer como el “amigo bueno”, un conjunto de Estados de factura impecable, demócratas, respetuosos con el orden jurisdiccional, defensores del derecho penal internacional que castiga a los malos (débiles), preocupados por el medio ambiente, solidarios con los Estados más pobres y respetuosos y hasta colegas aduladores de alguno de Elos más ricos, pero sin capacidad para defenderse de manera autónoma.

Una posición inerme se rebela como un apetecible bocado, frágil y delicado en caso de conflicto, en el que no valdrán estrategias comerciales disjuntas, apologías de filosofía humanista no siempre cumplida con rigor y  la existencia de multitud de brillantes centros de invención y tecnología pero aún bastante descoordinados. Tampoco serviría para el cómputo el despilfarro de ayudas al desarrollo de las viejas colonias, cuya reducida eficacia práctica, más bien que más bien parece el reflejo de un síndrome de culpabilidad pegajoso.

La plasmación del Brexit supondrá que el país europeo con mayor capacidad y fuerzas armadas de la Unión, y con tecnología de energía nuclear aplicada al armamento, dejará de participar en el Programa de Defensa conjunto. Francia queda, por tanto, como único Estado europeo capaz de demostrar con credibilidad la capacidad disuasoria que supone poseer armas atómicas.

No hace falta concretar posibles enemigos, solo considerar, en el análisis conjunto europeo, las amenazas presuntas o probables, La posición de Rusia adquiere creciente protagonismo, por la forma brillante -política  y militar- de Vladimir Putin de aprovechar las debilidades o indecisiones ajenas. La invasión de Crimea, el acercamiento a Turquía, la intervención en Siria y la creciente presión sobre los países de la frontera con Europa, son ejemplos evidentes.

Claro está que Europa no puede hacer frente a la eventual amenaza rusa sin contar con Estados Unidos, pero se trata de abandonar progresivamente esa dependencia, desde la consciencia -crecientemente sentida- de que el territorio europeo no debiera volver a convertirse en zona de conflicto. En todo caso, se encuentra con problemas de inseguridad interna que exigen soluciones autónomas a las que hacer frente de forma solidaria: terrorismo islámico, focos de radicalización, tensiones sociales producidas por una crisis económica sistémica, etc.

La recuperación de la formación militar enfocada a la incorporación a la estrategia de defensa de la población civil es también una consecuencia de la constatación de la pérdida, por una parte importante de la juventud, no ya de la consciencia patriótica, sino de elementales principios de disciplina, solidaridad  y cooperación ciudadana, dentro de un magma en el que la proporción de ciudadanos de origen extranjero ha crecido y crece de manera imparable, sin que se haya conseguido éxito en su integración real, fuera de fantasías y voluntarismos políticos.

Se habla y se siente, también en España, una dicotomía entre la educación cívica y patriótica de la población mayor de cincuenta años y los más jóvenes, especialmente de los adultos muy jóvenes. La reintroducción de la formación militar a la población civil más joven, en grado ponderado pero real, puede ser una manera de superar el vacío y de integrar con plenitud lo militar a lo civil, desde una posición conjunta pacifista, pero pragmática.

Costará tiempo y dineros, pero la concreción de las amenazas -repito, presuntas, posibles o reales- ayudará a agilizar la toma de decisiones. Francia ya ha visto, en ojos de su Presidente y el equipo de cercanos asesores, el peligro de quedarse quieto sin hacer nada.


Un agateador europeo (certhia brachydactyla), mimético en general con el tronco en el que busca su alimento, se pone de manifiesto desde esta toma de perfil. Frecuente en nuestros bosques de robles, hayas y abedules, aunque puede verse incluso en los jardines urbanos, pasa desapercibido. El aspecto de su banda alar, con escalones que alternan zonas claras y oscuras ayuda plenamente a su confusión con la corteza del árbol por el que trepa, generalmente, de abajo hacia arriba, peinándolo de larvas e insectos.

La distinción entre las distintas especies de agateador es prácticamente imposible a no ser por la fotografía comparativa. El europeo tiene el vientre ligeramente más pardo y el pico algo más largo.

 

 

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Ejército y sociedad civil (5)

30 diciembre, 2017 By amarias Deja un comentario

La Unión Europea, cuyos Estados arrastran una pesada carga de desencuentros entre sí, que han jalonado su Historia (la grande como la pequeña) de rencillas, escaramuzas, batallas y guerras (incluso dos de los conflictos que han merecido el lastimoso apelativo de mundiales, surgidos no en la noche de los tiempos, sino en el siglo pasado), creyó poder curar su complejo de culpa defendiendo con ardor verbal el concepto abstracto de “pax europea”.

Se trataba de convencer con el ejemplo, con las manos aún llenas de la sangre de los campos de batalla físicos en donde los europeos se habían matado a millones, lo idea de un mundo en paz, un modelo de gentes buenas y cooperativas, en el que los avances fueran conjuntos, basados en la solidaridad, en la ayuda a los pueblos en desarrollo, en la defensa y cuidado del medioambiente, en la predominancia de la ética y, en su cénit, de la religión cristiana.

El toque de atención del presidente norteamericano más autárquico de todos los tiempos, el republicano Donald Trump, ha puesto a Europa junto a las cuerdas, dejando al desnudo su debilidad. Y como reflexión más importante: las amenazas prioritarias para Estados Unidos no son las mismas que para los europeos y, aunque no se pretenda romper de pronto la cohesión de los bloques militares, los intereses propios deben defenderse con fuerzas y acciones propias.

Las “amenazas no compartidas” forma parte del rompecabezas de Defensa. El borde de la frontera europea actual es el Sahel (que quiere decir “frontera” en árabe), cuya tensión puede acabar desestabilizando el norte de Africa, y no sería este un asunto preocupante para Estados Unidos que, en cambio, concentra sus análisis de tensión prioritarios en el Golfo pérsico o en el Mar de China. Es evidente que el equilibrio en la frontera con el Este ruso se ve con mayor preocupación en Polonia, Hungría o incluso Turquía que en Norteamérica o en todo el continente americano. Los conflictos entre suníes y chiíes -en lo que puedan fundamentar las rivalidades entre Irak e Irán y otros países árabes, mientras se mantengan a niveles de guerra “convencional” adquieren el carácter de centros de experimentación de equipos ligeros y material terrestre para sus suministradores.

Se suele recordar que los militares son los únicos profesionales que han jurado o prometido estar dispuestos a morir por la Patria, en el correcto ejercicio de su misión. No son los médicos, los ingenieros, o los bomberos, ni siquiera los misioneros empeñados en aventuras de conversión a infieles en tierras ignotas. Pues bien: es el nivel del material, la calidad de los equipamientos y efectos bélicos los que definen la superioridad, especialmente, en un combate moderno. Se trata -y copio la expresión que oí de labios de un general- de conseguir que el enemigo cumpla con su misión y sea él quien muera por sus ideales o por su Patria.

La finalidad de mantenimiento de un Ejército concreto, el para qué sostener una específica estructura de Defensa, vuelve a primera línea de la escena cuando se trata de ser consistente y serio respecto a una dotación presupuestaria. Tenemos en España un Ejército profesional cuyo número objetivo de efectivos es de 75.000 personas (aún se dice “hombres”), de los que 22.000 son cuadros o mandos y el resto, personal de tropa.

Hace apenas 40 años se disponía de 300.000 militares (50.000 de ellos, cuadros). La Defensa del Estado sigue siendo una gran empresa y su gestión debe responder a ese concepto formal y a los objetivos deseados, sin paliativos ni recortes de gastos. La proporción de gasto entre personal y material que se deduce de los Presupuestos españoles es de 70/30 y la tendencia es a reducirlo aún más.

No se puede hacer una crítica de esa evolución sin considerar el contexto. Si tomáramos como ejemplo Estados Unidos (o Corea del Norte o China, salvando el oscurantismos de los datos), el gasto en personal supone no mucho más del 30% del Presupuesto de Defensa. Esto es, se prima la dedicación al equipamiento y a su creciente sofisticación; las partidas para mantenimiento son elevadas, pero, sobre todo, se tiene en cuenta que el objetivo de “bajas cero” en los conflictos implica desarrollar materiales y medios cada vez más complejos, destructivos para el potencial enemigo y detectores y aniquiladores antes de que desarrollen su potencial, de los artefactos del contrario.

La óptima Defensa descansa, también en la logística . Por supuesto, es sustancial para el éxito bélico conseguir la especialización de los efectivos humanos y adaptarla a los más modernos equipamientos y estrategias (esto es, dotarla de formación y dinamismo continuos), garantizando, en la medida de lo posible, que esos medios cumplan con las condiciones de máxima modernidad, calidad y capacidad de respuesta ante las misiones encomendadas.

El Ejército moderno ha de contar con una muy alta polivalencia de sus brigadas operativas y de ahí la importancia de la centralización de las necesidades de abastecimiento, la coordinación entre todos los centros o puntos de formación y mantenimiento, el engranaje con los objetivos de defensa y seguridad que dependan de estructuras civiles. El plan NOGAL significa, en esta dirección, un cambio notabilísimo respecto a la logística y su plena implantación es imprescindible.

(continuará)


El milano real (milvus milvus) se distingue del milano negro (más pequeño), tanto por su cola más larga y ahorquillada -en ambos casos, una “cola de milano”, por supuesto-, como por la “ventana clara” en la parte interior de la mano. Este ejemplar sobrevolaba silencioso, a finales del otoño, cerca de la orilla del mar menorquín,  a la busca de desperdicios, peces despistados o, incluso, atisbando la opción de arrebatarle la comida a alguna otra ave. En las islas baleares el milano real es sedentario, y bastante abundante.

En Asturias y Galicia, según mis observaciones, los milanos que se encuentran (cada vez en menor número, y solo en verano, pues son migratorios) pertenecen a la especie milvus migrans (milano negro, el “milanu”) del que los paisanos debían estar atentos (en tiempos de Maricastaña, cuando las gallinas campaban por el terruño) pues era especialista en alzarse con los polluelos de la granja, sin importarle ni poco ni mucho la defensa encarnizada de la clueca.

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Políticos, funcionarios y ciudadanos

1 febrero, 2016 By amarias Deja un comentario

La sociedad civil es, muy posiblemente, una entelequia formal. No es difícil asimilar, cuando se leen crónicas de sucesos y escritos aderezados de historias y políticas, a los civiles a sujetos/objetos pasivos, inermes, indolentes, anónimos. Son destino de actuaciones de otros, y aparecen no pocas veces como víctimas colaterales (casualties). Se les toma por masa homogénea, predecible, inmune al estímulo individual y, en todo caso, se consideran detectables sus vaivenes cuando se les somete a la servidumbre adicional de las encuestas y sus necesidades y deseos se jalonan, como marcas de clase en estadísticas.

Frente a ellos están las fuerzas vivas, los estamentos, los ejércitos y el aparato inescrutable del Estado  que actúa para ellos, pero sobre todo, por encima, sobre ellos, y, muy raras veces, con ellos.

Así que, demandando un esfuerzo de abstracción podríamos preguntar: ¿cuál es la esencia de la ciudadanía? ¿A quiénes se refieren con el término ciudadanos y sociedad civil los que la usan tan despreocupadamente, y oímos a diario?

Procedamos por exclusión, para acercarnos a un intento, ya que no de definición, al menos de los confines del asunto. Desplacemos con decisión a quienes, precisamente, por utilizar el término ciudadanos para enmarcar a terceros, ni se consideran de ese grupo, ni apetecen que se les confunda con sus miembros: hablo de funcionarios y, por supuesto, de políticos.

Como funcionarios, incluyo a todos cuantos ocupan un puesto laboral pagado total o parcialmente desde el Estado.

No importa si en calidad de militares, desde generales a soldados; desde magistrados a oficiales: a todos cuantos estén adscritos a los recovecos de las administraciones de justicia; vayan fuera (con respeto), médicos, enfermeros, ATSs, analistas, gerentes, celadores y, sin dudar, todo el personal con bata de los centros de salud públicos del Reino; eliminemos, cómo no, a catedráticos, profesores titulares y suplentes, conserjes, asociados, eméritos, becarios y a los que ocupen los escalones administrativos y subalternos de cualquier centro de enseñanzas públicas; sean caídos del panel, abogados del Estado, TACs, actuarios, inspectores, y, con ellos, a todo tipo de ocupantes, ya sea por oposición, designación digital o asignación provisional, de cuantos lugares sean previstos en el escalafón de las legal o reglamentariamente definidas estructuras de las Administraciones; incluyamos el personal de los servicios de aguas, saneamientos, residuos y depuraciones; de los transportes, tierra, mar y aire, si reciben la nómina del Estado o de contratas, apéense ; del censo grupal, no caben tampoco en este empeño, los directivos, titulados, y todo el personal contratado por empresas públicas, mixtas, y parapúblicas; y, en fin,  desclasifiquen de la cosa de la ciudadanía, a todos cuantos reciban, si no están ya comprendidos en alguno de los epígrafes anteriores, una parte de su salario, remuneración o prebenda del erario común o de los centros relacionados con él por cualesquiera de sus arabescos organizativos.

Vayamos, luego a desclasificar a los políticos. Más fácil está, pues no pocos se habrán caído antes. Pero, al grano. Habría que entender por tales, no solamente a los que ocupan posiciones -no importa si esporádicamente- en cualesquiera de los Parlamentos, Senados y Senadetes, Municipios, Diputaciones, Consejerías o Gobiernos de toda alcurnia y condición -desde los Ministerios hasta las Direcciones Generales y los asesores áulicos, ya hubieran accedido en virtud de carnet o afiliación, aún la imprecisa; saquemos del plantel, también, a cuantos reciban encargos retribuidos sobre actuaciones pasadas o futuras, regalos y dádivas más o menos sólidas, sean o no de marca, y, en especial, los que encubran compensaciones económicas por trabajos ya acabados o de los nunca empezados, y a no olvidar los que tengan expectativas  fundadas o infundadas de acabar recibiéndolas, y, si se cumplieron, bájense o retírense, aunque falten documentos y razones demostrables de que las hayan disfrutado.

Si quedaran aún gentes incólumes; de la batalla y purga, irredentas; vírgenes de oposición, limpios de maniobra o engaño; incumplidores tenaces de las condiciones que les habrían llevado a otra situación que no gustaban; orgullosos de su nulo poder; tibios para ascender, diligentes al bajar y ayudar; si hubiera algo remanente, ahí tendríamos, como aquella rosa de la creación siderúrgica que salió de la mano de Aranguren y que acabó llamándose Arcelor-Mittal, voilá, la sociedad civil.

Gentes inocuas, invisibles, oscuras: siervos de la gleba. No tienen nada que ver con políticos ni funcionarios, no esperan de unos y otros nada de particular (tal vez, disgustos), de lo que no saben no contestan, y prefieren no contestar de lo que saben, si no es a su debido tiempo. No comprenden de asuntos políticos y, cuando les toca con su mano de hierro la función pública, agachan, sumisos, la cabeza.

Lo que no quiere decir, que no sean ellos, sin embargo, los que sufren de las crisis, disfrutan de las migajas de la bonanza, reciben premios de lo que cae de la mesa, padecen disgustos, se someten aunque se muestren reacios, entregan su valor cuando las levas, y se esfuerzan en cumplir prescripciones, dictámenes, decisiones e incluso los caprichos que del otro mundo de la esencia vienen.

Si existieran, como yo me siento, más gentes pertenecientes a la sociedad civil, -que no representantes, pues la heterogeneidad excluye cualquier representación-, entenderán mi desconcierto.

Porque hétenos aquí llegados a un punto en que los políticos aparecen enzarzados, no en decidir cómo gobernar mejor la polis, sino en pavonearse entre sí acerca de lo bien que podrían hacer no se sabe qué y aún menos, cómo. Nos exhiben lo mucho que se valoran a sí mismos y quieren que los admiremos por ello.

Y vuelvo mi mirada hacia los funcionarios. Mientras la sociedad civil, esa formada por los que dependemos de nosotros mismos, los que, si no hemos conseguido en el día de hoy vender nuestra mercancía laboral no comeremos mañana, asistimos, con envidia, al hecho de que el aparato funcionarial sigue funcionando. Es buena cosa: sigue habiendo clases, asistencias médicas, multas, inspecciones fiscales, encausamientos, sentencias. Nadie marca a los funcionarios, desde arriba, el camino a seguir. El sistema tiene inercia, y actúa, no por las decisiones marcadas por los políticos, sino por la necesidad de otros, por la voluntad de unos, por conocimientos, perspicacias e intereses que no están dictados desde arriba.

Ya me gusta sentir ese aire en la cara. Se habla de corregir el rumbo, pero yo lo que creo es que hay que poner más dosis de realidad en la política. Si no saben descender a donde estamos los ciudadanos, si no saben qué dar o mandar a los funcionarios para que lo hagan mejor, renuncien los políticos a formar gobierno, olviden los resultados de las elecciones de diciembre de 2015, y dejen que se convoquen otras nuevas. Por favor, eso sí: Que no vuelvan a presentarse los mismos ni con los mismos programas -si es que hubo-, que a esos y a éstos ya los hemos votado.

Que vengan otros que utilicen la oportunidad de orientar y dirigir mejor el trabajo de los funcionarios, haciendo que el magma del que vive la sociedad civil se tranquilice, y el dinero y el trabajo dinamicen las ruedas, que se paran.

 

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Tortura y muerte de los Colegios profesionales

16 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Si cabe calificar de alguna forma la actual situación vivida por las Juntas de Gobierno de los Colegios profesionales sería la de desaliento. En especial, para aquellos Colegios que basaban sus ingresos en la obligación de la colegiación y en los visados de proyectos (los de arquitectura e ingeniería, en particular), el momento no puede ser más crítico.

A la situación de incertidumbre se añaden los continuos aplazamientos de la aprobación de la Ley de Servicios Profesionales. Desde hace ya más de un año, se hace circular, provenientes de organismos nunca identificados plenamente, borradores de esa Ley que daría la puntilla a los Colegios, al reducir a carácter testimonial los proyectos que deben ser visados, proclamar la colegiación voluntaria y obligar a que los cobros por los servicios sean ajustados al coste de los mismos. Tanta información contradictoria ha provocado, como es natural, la desorientación y el desánimo, al comprenderse desde los órganos rectores de los Colegios que no se está atendiendo, en absoluto, a sus observaciones.

Porque los Colegios desearían que la situación anterior se mantuviera y, eso sí, estarían dispuestos a hacer la declaración de un firme propósito de enmienda. Más transparencia, más servicios a los colegiados y más conexión con la ciudadanía en general. Por supuesto, también defienden que son un instrumento de la sociedad civil, que cumplen una función de control deontológico y que, en el caso de los proyectos, el visado implica una garantía, que podría mejorarse, desde luego, de la identidad del firmante, la cobertura de sus responsabilidades y, en una medida no bien concretada, de la calidad del proyecto.

Con el hacha del verdugo administrativo bien afilada, la amenaza del problema se ha convertido en real, sin necesidad de que se ejecute ninguna sentencia. La realidad es que las colegiaciones han disminuido en casi todos los Colegios profesionales, las bajas son un goteo incesante y los, en general, vetustos y nobles edificios en los que desarrollaban sus actividades se van cubriendo de un cierto polvo, mezcla de apatía, falta de ideas, y obsolescencia de sus actuales dirigentes.

Claro que hay excepciones. Pero son pocas, y las que hay, no por ello dejan de estar amenazadas. La supervivencia de los Colegios pasa por un profundo análisis de sus objetivos, una revisión de su oferta y la incorporación masiva de jóvenes que enderecen un rumbo que, con Ley o sin ella, está anquilosado por la artrosis de un bienestar que no estaba fundado en el servicio concreto que estaban prestando a los colegiados y a la sociedad, sino en unos ingresos garantizados por la colegiación de profesionales que, en muchos casos, no sabían para qué les servía el Colegio, ni habían pisado su sede jamás.

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Esbirros y vasallos

30 mayo, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Sin que pretenda hacer una revisión erudita o pedantuela de significados, me refiero aquí a los esbirros como aquellos que están a sueldo de un señor más principal, al que protegen y hasta adulan, -mientras les pague-, y por vasallos, a los que, sabiéndose inferiores en alcurnia y poder, pero libres para decidir, suscriben un contrato con el que más manda, ofreciéndose para colaborar con él y dándose protección y apoyo recíprocos, conseguir avanzar juntos, junto a todos aquellos que también han suscrito el contrato de vasallaje.

Un señor con muchos fondos, podrá permitirse mantenerse solo con esbirros. Si es sabio y prudente, y carece de bienes propios, deberá apoyarse en la fuerza de los que le respetan como líder, preocupándose por mantenerla con decisiones acertadas.

No estoy escribiendo de cuestiones hístóricas, sino, allá en el fondo, de lo que nos está pasando ahora mismo, y estoy afinando el tiro a lo que es la política y los asuntos serios de un invento para gobernarnos entre todos, y que se llama democracia.

El votante es un señor de su casa, como dicen los suecos que venden muebles de usar y tirar, y cuando concede su apoyo en las urnas a un ciudadano más alto que está en una lista con un programa de actuaciones, está rindiendo un acto de vasallaje, pero que no se entienda sin más como de sumisión, sino conjunción de libertades. Se firma un contrato en el que se reflejan los compromisos asumidos por ambas partes. En lenguaje más llano, mi voto te lo doy adelantado, porque vas a cumplir un programa, que es tu propuesta, y si no lo cumples, me siento libre para cambiarme a otro feudo, y hasta para luchar contra tí, por tramposo.

El afiliado a un partido y mayormente si el o alguien de su familia está comiendo del duerno de los puestos de la administración pública o cobrando de los sobres por los contratos que adjudican -quiero suponer que no en subasta de a ver quién mete más billetes en el involuto, sino por haber hecho la mejor oferta en el mundo real- es un esbirro. El contrato que tiene con la cúpula del partido en cuestión es otro al del votante, su recompensa por el servicio que presta, la tiene en la nómina o… en la lista de los pagos que recibe en B.

Miro enrededor, y veo alborotados a los esbirros, como zánganos a punto de cambiar de abeja reina; los veo, por talantes, más que nunca, mercenarios. Lo que me sorprende es la calma de los vasallos; no sé si atribuirlo a que estamos en un cambio de la sociedad feudal política a un nuevo renacimiento de la sociedad civil o, con esto de la involución y el big-bang-bounce, no nos estaremos metiendo en una etapa oscura, en una especie de neodictadura, en la que, entre la descomposición del imperio de la Unión Europea por un lado y los ataques noramericanos-chinos-sarracenos por otros, nos la estén dando, sencillamente, con queso, o, incluso, por mantequilla y por el c…

Publicado en: Sociedad Etiquetado como: acto de vasallaje, contrato, esbirros, incumplimiento, mercenarios, partidos polítcos, programa político, renacimiiento, sarracenos, sociedad civil, vasallos

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