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Sexta carta a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid

11 junio, 2016 By amarias 1 comentario

Alcaldesa,

Esta será mi última carta, al menos, por ahora. No quiero que se interprete, como algunos de los que se asoman a estas páginas están haciendo, como que defiendo una opción política determinada y que critico su gestión o la de su equipo de Gobierno municipal por ello. No es el caso.

Además, mi actitud personal es conocida por personas de su entorno y se conoce mi disposición permanente a colaborar. Con todas las Administraciones, independiente de su signo ideológico, siempre que sea por la evolución de la sociedad. No tengo por qué justificarme.

Le quiero hablar hoy, en fin, de los ingresos del Ayuntamiento de Madrid. Tomo como punto de partida los Presupuestos de la ciudad. También pretendo aprovechar que el Manzanares pasa por Madrid para expresar algunas ideas acerca de la reactivación de la ciudad en aquellos sectores a los que concedo mejores perspectivas de futuro, a medio plazo.

Ese futuro al que, por nuestra edad, ni Vd. ni yo -mal que nos pese- puede que no alcancemos a ver ni disfrutar pero del que todos debemos sentirnos, en la medida de nuestra capacidad de actuación y dirección, responsables.

Poco se puede hacer con un presupuesto tan exigüo como el de Madrid, y tan comprometido para mejorar la preparación ante ese futuro. Durante una década larga de bonanza (que resultó aparente, pues hubo que pagar la mayor parte de las cuentas atrasadas, y con intereses), se hicieron nuevas infraestructuras viarias sin estudios de rentabilidad y uso, se compraron terrenos y levantaron edificios para dependencias administrativas que luego no fueron trasladadas, se contrató personal o se firmaron contratos de servicios con alegrías que se hicieron rémoras.

Un predecesor suyo que quiso modernizar la ciudad para comodidad de un medio de transporte que el tiempo está próximo a sancionar con crudeza -tal vez con el ojo bizco mirando a Carlos III, “el mejor alcalde de Madrid” (pro cierto: ¿qué le parece que un Rey, con el apoyo de reformistas ilustrados, lleve ese título honorífico, justo antes de la Revolución francesa?)-  Alberto Ruiz Gallardón, invirtió en Madrid 10.000 millones de euros de los que no se disponía, con el ladino principio político de “quien venga detrás, que arree”.

Unos llevan la fama y otros cardan la lana. Tenemos que agradecer -qué cosas- a la sucesora de aquél, Ana Botella, de la saga de los Aznar, que, aguantando el tipo de su incompetencia, bajara esa deuda, a base de inhibición que no precisamente de eficacia gestora, hasta poco más de 4.600 millones. Así que cuando su equipo de “fuerzas del cambio” se hizo cargo de la alcaldía, con la ayuda de un genio de la informática presupuestaria apellidado Sánchez Mato,  al que veo sentado ante un ordenador haciendo simulaciones como loco con un mapa de la ciudad y algunos datos del consumo por áreas del agua y del vino, hizo posible que solo precisara en 2016 dedicar un 12% del presupuesto (560 millones de euros) a la amortización de la deuda, la mitad que lo dedicado en 2015.

Aparte de los impuestos y tasas, la partida más importante de los ingresos de Madrid son las llamadas Trasferencias corrientes, que resultan de la participación en los tributos que recauda el Estado central y de la ayuda por el fondo complementario de Financiación. Para la ciudad, este montante alcanza los 1.420 Mill. de euros, y permanece prácticamente constante desde hace años (depende de la población, de la recaudación total y de fórmulas imaginativas para llegar a una cantidad adelantada que se liquida posteriormente con datos reales, y que ha abierto, por supuesto, una vía permanente de litigio entre las Administraciones).

No me voy a calentar la cabeza (ni la suya) calculando cuánto queda libre por madrileño para inversiones reales en cada Ejercicio. Nada. Podemos encubrir el carácter de las partidas dedicadas a mantenimiento, conservación y renovación presentándolas como inversión, pero la realidad será que si Madrid puede invertir algo (poco) será detrayéndolo de otras necesidades. Y si en época de crisis económica -situación que, no por pesimista, sino por haberlo analizado, considero irrecuperable- se decidiera aumentar los impuestos o tasas, habrá que actuar con sumo cuidado para no provocar mayores desigualdades aún o un airado levantamiento de patas de la clase media, que es la que sostiene en este país, el edificio de la solidaridad.

Permítame lo que parece una boutade, pero saldría con más cuenta ponerse de rodillas ante la presidente del Banco de Santander, entidad que ha declarado 6.000 Mill. de euros de beneficio en 2015, para que movilizase una parte de esa cantidad en Madrid, que hacer elucubraciones sobre cómo rascar unas decenas de euros de un presupuesto de la ciudad para acometer nuevas inversiones. Teniendo ya detectadas bolsas de miseria y precariedad tan importantes, y contando con la presión tabanera de los movimientos sociales, cualquier dinero que pueda reajustar a base de encaje de bolillos, entre partidas, desaparecerá en su mayor parte en el camino intrincado que va desde el estudio de oportunidad hasta las áreas de necesidad.

Incluso los 725 millones de euros de beneficio en 2015 declarados por ACS, propiciarían más de una charla con Florentino Pérez, que podría servir, de paso, para convencerle de la necesidad social de que dedicara a actuaciones conjuntas los casi 60 millones de euros de beneficio que prevé en la temporada actual ese gran club que lleva el nombre de la ciudad por el mundo y, de paso, que tome ejemplo de equipos más modestos que no necesitan fichar a atletas de museo que cobran como dioses para divertir al personal.

¿Líneas de futuro para la ciudad? Creo que nadie como el Ayuntamiento con mayor poder de convocatoria como para reunir a un grupo de analistas, empresarios, profesores, economistas, informadores, etc., para que debatan sobre el impulso conveniente a la ciudad. La Universidad sería uno de esos ejes, en efecto, aunque hay que revisar tanto la composición como los resultados de su Consejo Económico Social. Queremos ver sus conclusiones.

La CEOE sería otro eje de aportación de iniciativas e ideas: hay que estudiar, con decisión y transparencia, qué se imaginan como desarrollo para Madrid: ¿más restaurantes? ¿espacio para zonas comerciales y de ocio? ¿intensificación en la formación en fontanería, cocina y jardinería? ¿aumento de la productividad laboral con incremento de la amenaza al despido?…tal vez…¿ayudas a la rehabilitación energética de edificios? ¿inversiones públicas de apoyo a los sectores en situación delicada? ¿mayores incentivos a la investigación aplicada?

Mi propuesta es mucho más sencilla: transparencia y honestidad ante los demás agentes sociales.

No faltarán bancarios a las  reuniones: ellos deben saber dónde circula el dinero y a qué huele. Ni, claro, dejarán de estar invitados: asociaciones de vecinos y padres, ni representantes de partidos políticos, ni empresarios autónomos, portavoces de colegios profesionales, responsables de enseñanza pública y privada, gerentes de Hospitales, responsables de oficinas de desarrollo local y de empleo, etc.,

Me apunto, si me lo permite. Y, si no molesta a nadie, me apunto también para invitar, si nadie quiere hacerlo, eso sí, amablemente, a que ceda su sitio a otro, si alguno de los convocados en primer lugar no aporta nada, y solo se contenta con calentar su silla y tomar notas.

Necesitamos gentes que, en el plato común de los huevos con chorizo, aporten tanto un ingrediente como otro, aunque merecen mucho más respeto los que entreguen parte de su esencia, se comprometan.

Tambié le doy una pista de por dónde van a ir los tiros del futuro, aunque seguro que pensó Vd. o alguien de su equipo más de una vez en ello.

No son buenas noticias. Habrá más necesidades y será cada vez más difícil sostener el estado de bienestar. Qué digo: imposible. Habrá menos trabajo a repartir, de más cualificación y más apuntados a los beneficios sociales. El número de empleos destinados al servicio asistencial o de terceros dependerá, exclusivamente, de la fortaleza y cuantía de los empleos de alto nivel.

Madrid precisará, por tanto, conectarse -de verdad, no de mentirijillas, desarrollando toda una red de interacción- con la élite mundial del desarrollo tecnológico (en biomedicina, en nuevos materiales, en robótica, aviónica, farmacia, biotécnica, etc.) o no será más que una ciudad en rápido retroceso y con graves tensiones sociales.

Confío bastante en la Universidad y en la colaboración con las empresas, si bien dándole un giro sustancial. Tan sustancial que o se consigue incorporar como catedráticos y profesores a gentes con verdadera experiencia empresarial, aunque no sean doctores ni hayan tenido currículum docente, o la Universidad no saldrá de su círculo vicioso.

Hay que conseguir que los egresados universitarios sepan cómo crear empresas. Las tesis doctorales han de tener aplicación práctica, no responder a una reproducción harto endogámica y sin destino extraacadémico. En este sentido de activación, me parece notable el modelo de la Politécnica de Catalunya. ¿Lo conoce?.

No niego que en Madrid seguirá habiendo un hueco para la sociedad de servicios, y se mantendrá, en competencia dura, como foco turístico (sobre todo, interior), pero…el espacio para esas actividades tiene una tendencia de cuarto menguante.

Me alegra haberla conocido, alcaldesa. Sí, ahora que lo pienso, también estoy muy satisfecho de ser como soy.

Angel, un ciudadano de Madrid

 

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Cuento de primavera: Olor a quemado

29 mayo, 2014 By amarias Deja un comentario

Como en las historias de fingido misterio, un relámpago iluminó con mayor intensidad la sala. Muy pocos segundos después, llegó el sonido de un trueno largo, como si la tensión eléctrica rebotara de nube en nube.

Los invitados a la merienda, aturdidos por las informaciones que habían recibido aquella tarde, se habían quedado quietos, imaginando tal vez que todo correspondía a una escenificación a la que, quienes mejor conocían a Balisondio, no lo suponían ajeno.

Hasta el camarero, que quizá no había calibrado el alcance de su espontánea intervención en el debate, se mantuvo sin moverse. Aunque el olor provenía de la cocina, y debería haberse sentido, por tanto, culpable del descuido, permanecía hierático. Sacarindo, que lo estaba mirando fijamente, creyó verlo parpadear; era el único vestigio que demostraba que no se había convertido en una estatua.

Maicosenda llegó a la cocina, al tiempo que un grito desgarrado y una exclamación no reproducible, procedentes de allí, atravesaron, como una flecha, en sucesión, atravesó la sala.

No eran las croquetas las que se quemaban. El olor no provenía de una sartén y el causante del incidente no era el camarero.

Encontró a su padre, ex magistrado de la Audiencia Nacional, jubilado hacía varios años, y que actualmente vivía con ellos, doliéndose de las quemaduras en el rostro, que se acababa de producir.

-P…pero papá, ¿qué estás haciendo?

El anciano soltó la tartera que tenía en la mano, y la dejó caer al suelo. El contenido se desparramó, en gran parte, sobre las baldosas. Maicosenda, ante todo, cerró la llave de gas, abierta al máximo, extinguiendo la llama.

-Me quemé -fue la explicación del abuelo.

-¿Cómo se te ocurrió ponerla al fuego? ¿Qué te estabas preparando? ¿Por qué? -fueron las preguntas que se le ocurrió formular, atropelladamente, a Maicosenda. Todos los invitados a la merienda, y el camarero, movilizados por fin, se habían acercado también, y se agolpaban ahora a la puerta de la cocina.  Escucharon, por tanto, la sucinta explicación de lo que había pasado.

-Tengo hambre. Quiero lentejas -dijo el ex magistrado; tenía el rostro salpicado de puntos rojos, producidos, al parecer, por las legumbres, que habían salido disparadas de la olla cuando había tratado de abrirla, forzándola.

-¡Si ya habías cenado! ¿Por qué tuviste que levantarte de la cama?-le increpaba Maicosenda, tomándolo del brazo y acercándolo al fregadero, para echarle agua fría en la cara.

Balisondio se acercó al anciano, y, con la pomada que acababa de extraer de un cajón, trataba también de ofrecer solución al rostro maltratado. Su suegro no parecía dolerse, distraído en otros mundos.

-Estoy bien -argumentaba, añadiendo, de forma sorprendente, anclado en su pasado-. Sobreseimiento sin costas y archivo.

-Tendremos que llevarlo al ambulatorio -expuso el anfitrión, antes de dirigirse a Urgiondo, pidiendo su aprobación, como médico-. ¿No te parece?

-¡A quién se le ocurre ponerse a cocer unas lentejas en la olla a presión! -recriminó Maicosenda- ¡Sin agua!

Recogió la olla del suelo, en cuyo fondo se había formado una costra con las legumbres, que despedía un desagradable olor a quemado.

– ¿Por qué no le pidió algo al camarero?. Hay mucha comida que sobra de la merienda -se interesó, sin poder contenerse, Peronicia-. No se cómo hemos podido dejarlo solo. Se le ve desvalido.

Welory tomó, por su parte, al anciano de una mano, con delicadeza, y, recogiendo el tubo de pomada que Balisondio sostenía, se la aplicó con sumo cuidado en el rostro afectado.   El anfitrión advirtió entonces que la mano derecha de la mujer tenía una uña pintada con laca de distinto color.

-Estas quemaduras no tienen buen aspecto -diagnosticó la samaritana, alarmada también por la mirada vacía del que tenía delante.

El ex magistrado ofrecía síntomas de padecer un Alzheimer avanzado. El camarero, adivinando que algunos de los presentes le creían culpable, se justificó, con una exagerada voz aflautada.

-No sabía que alguien estaba utilizando la cocina. Yo estoy usando el hornillo portátil que tengo instalado en la antesala. Lo tengo apagado ahora, porque esperaba la indicación de la señora, para servir la tempura de verduritas, los soldaditos de Pavía y las croquetitas de ibérico.

Carminolina y Covelanta se rozaron inadvertidamente. Ambas se habían puesto a recoger las lentejas, dispersas por el suelo, como si fueran fresas silvestres.

-Hablábamos del amor y nos olvidábamos de responder al contrarecíproco -murmuró, como para sus adentros, Covelanta.

Juripando no pudo contener la risa. Fue un acto espontáneo, irreprimible, estúpido.

-¡Este sí que es el regalo de cumpleaños más extraordinario que podías esperar, Balisondo!

Urgiondo y Maicosenda, con el anciano ex magistrado conducido entre ellos, como si se tratara de un delincuente detenido, se encaminaron hacia la puerta, con la intención de acercarle a un dispensario, en donde recibiera la asistencia sanitaria que el caso reclamaba.

-Yo conduzco, que he bebido menos -decía, con tono algo gangoso, el estomatólogo.

Fuera, llovía a cántaros. Apenas acababan de salir cuando el camarero, recobrando el tono profesional que le correspondía, preguntó, sin dirigirse a nadie en concreto.

-¿Qué hago ahora? ¿Sirvo las croquetitas?

Balisondio le echó una mirada de fuego.

-Ya vamos bien servidos. La fiesta se acabó. Aplazaremos la celebración para otro día. Aún tenemos bastante de qué hablar.

Y se echó sobre un sillón, seguramente rumiando algunas ideas que se le antojaban pertinentes. Carminolina se le acercó, recogiendo unos papeles que se le habían caído al sentarse de un bolsillo, y que parecían unos apuntes; tal vez un guión. Le tocó en la cara, con una mano fría, sugerente.

-¿Puedo ofrecerte algo?

Balisondio no contestó. Entonces sonó el móvil que llevaba en el bolsillo. Era su hija adolescente:

-Papá, soy yo. Me quedo a estudiar en casa de una amiga. Dormiré aquí. No os preocupéis, que ya he cenado.

Le pareció oír risas de fondo. Estaba seguro de que la niña mentía.

-Ya es hora de irnos; aquí no hacemos nada. -Sacarindo dio un apretón de manos a Balisondio, apremió a Susiela para que le siguiera, y cogió de la percha su gabardina.

-Que cumplas muchos más, campeón.

A su marcha, siguieron las de los demás, en pocos minutos. El camarero había recogido, entre tanto, las bandejas de canapés y las botellas de la mesa auxiliar y se entretenía limpiando de restos la cocina.

Carminolina  se sentó enfrente de Balisondio, mirándolo directamente a los ojos. Su expresión arrobada le pareció fuera de lugar.

FIN

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Cuento de invierno: Los inventores de historias

15 enero, 2014 By amarias2013 Deja un comentario

La situación anímica de la mayor parte de la ciudadanía del Reino de Valgamediós (o del país de Uishbatcant, que viene a ser lo mismo) era tan deplorable que, por fin, los controladores de la temperatura social se decidieron a intervenir.

Para quien haya oído por primera vez la expresión “controlador de la temperatura social”, puede que esta designación específica, bien conocida por los especialistas en conductismo colectivo, parezca extraña. Para no extenderme mucho, bastará dejar indicado aquí que existen unos complejos aparatos de medida del malestar de una sociedad, por los que se puede saber, con notable precisión, cuándo está a punto de estallar.

Normalmente, los dirigentes públicos se mantienen alejados de la zona de peligro, por la cuenta que les tiene, aunque se han dado casos en que, contrariando las precisas prescripciones de funcionamiento de los equipos, que alertan de las consecuencias graves que pueden derivarse, ha habido gobernantes que, confiados, por ejemplo, por haber obtenido una mayoría en alguna elección o haber resultado airosos por cualquier casualidad, han superado los niveles de seguridad.

Los efectos de superar el índice de resistencia máxima de una población son desastrosos.

La fórmula más utilizada para disminuir la temperatura social, cuando no se dispone de elementos reales, positivos, que aportar al caldo socioeconómico, es construir historias inventadas que, en principio, si están convenientemente enmascaradas, pueden surtir efectos similares por un cierto tiempo.

Es una solución provisional, pero mucho menos costosa que el enderezar una situación compleja tomando medidas eficientes. Este fue el camino adoptado por los dirigentes del cotarro de Valgamediós, y para su cumplimentación se convocó, discretamente, un concurso de ideas (1).

Los participantes en el certamen deberían disponer de experiencia probada en inventar historias creíbles, y su currículum tendría que estar avalado por, al menos, tres dirigentes de talla internacional en cuyos países las invenciones hubieran tenido el deseado efecto.

Realizada la selección de entre los mejores candidatos, que resultaron ser cuatro, se adjudicó a cada uno una zona del país de Valgamediós. A Sigmund Freud (nombre supuesto) se le destinó al noroeste; a Friedrich Nietzsche (igualmente, apodo imaginado), se le encomendó el sur; a Adolf Hitler (obviamente, personalidad ficticia), se le envió al nordeste; y a Ignacio González (por supuesto, no siendo éste su verdadera identidad), aunque no cumplía con los requisitos de la convocatoria, pero venía muy bien recomendado, se le dejó el centro como lugar de actuación.

Pasó algún tiempo y era de ver cómo, demostrando la pericia de todos los seleccionados, el país de Valgamediós recuperó el optimismo y las ganas de vivir, aunque, como los expertos independientes del Banco Multinternacional (Multinternational Bank, en inglés), convocados para realizar la evaluación, rápidamente detectaron, las técnicas seguidas por cada especialista en inventar historias habían sido notablemente diferentes.

El denominado Freud difundió, para cumplir el objetivo, una serie de casos por los que se generó un complejo de auto-responsabilidad, por la que los ciudadanos de su zona se convencieron de que la mala situación por la que atravesaban era culpa suya y de nadie más. En consecuencia, bajaron el nivel de sus aspiraciones, por lo que fueron más felices.

La solución expuesta por el experto Nietzsche consistió en que los habitantes del área que se le había asignado tuvieran por seguro que ellos eran los más capaces y los mejores del mundo para hacer cuanto se propusieran. Seleccionó varias historias en las que se había ganado algún trofeo y, con ese estímulo, extrapolando desde el campo de los deportes al de la ciencia y la tecnología se lanzaron a la fabricación de los más variados artilugios, que exportaron con notable éxito a los países menos desarrollados, que resultaron muchos.

Muy comentada fue la solución del conductista Hitler, que introdujo la idea de que los males de la población provenían de un grupo concreto, que no había cumplido las reglas. Puso muchos ejemplos que, reforzados por los medios de comunicación, convencieron al personal de que las gentes con el defecto de andar cojeando, eran quienes impedían estar a la altura. Obtuvo el deseable éxito cuando los que se quedaron en su área consiguieron expulsar -en algunos casos, incluso, mandándolos a otros mundos- a todos los que cojeaban de alguna manera, incautándoles sus propiedades y todas las riquezas atesoradas, que distribuyeron discretamente entre quienes se quedaron.

Pero el éxito mayor fue el conseguido por las ideas puestas en marcha por Ignacio González. Este experto asumió el papel de atribuir el malestar a una apariencia generada por la persecución internacional. En consecuencia, negó la crisis, negó que se hubieran malversado dineros, negó que la gestión pudiera ser juzgada por nadie en su sano juicio como buena o mala y se dedicó a negar, incluso, la existencia de todo lo que, de puro evidente, nadie se hubiera atrevido a poner en duda. Los ciudadanos del centro de Valgamediós se sintieron tan confundidos, que no eran capaces de distinguir si lo que les estaba sucediendo era real o lo habían soñado.

Ese modelo de gestión fue adoptado, en lo sucesivo, para toda la colectividad de Valgamediós, que pasó a vivir en un mundo imaginario.

FIN
—
(1) La discreción es norma obligada para todas las actuaciones de los gobernantes de Valgamediós, siendo de muy mal gusto que se vulnere esta premisa, lo que podría tener incluso consecuencias penales.

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Cuento de invierno: Encuentro entre el joven innovador y un empresario retirado

2 enero, 2014 By amarias2013 Deja un comentario

Todo empezó con un sueño de los que se recuerdan al despertar, como si hubiera quedado adherido para siempre a la realidad del día anterior o se esforzara en formar parte de la del día siguiente.

El caso es que el joven innovador no había podido dormirse hasta avanzada la noche. La oportunidad que se le presentaba ante sí, era merecedora de tal vigilia. Por fin, tendría la ocasión de presentar su original invento a alguien con posibilidades económicas para financiarle su desarrollo y posterior comercialización.

A quien iba a ver, era un empresario retirado, de apellido Arnau, que había hecho una considerable fortuna en el campo de la construcción y que, inesperadamente, -hacía apenas un par de meses-, había decidido liquidar su boyante complejo.

Los diarios económicos se habían hecho amplio eco de la noticia, y el mundo de los negocios estaba muy alterado, puesto que eran varios los grupos internacionales que pretendían hacerse con el apetitoso bocado. Todo hubiera hecho pronosticar una drástica disminución de la facturación, mientras se concretaban los términos de la operación. La decisión había sido tan precipitada que los directivos de la firma desconocían con anterioridad el propósito del capitalista y la improvisación había sido tal que ni siquiera se había redactado el cuaderno de ventas.

La conmoción mayor, sin embargo, llegó cuando el magnate indicó, en una entrevista corta concedida a una televisión autonómica, que su hija se haría cargo del emporio de inmediato.

La cosa resultaba realmente sorprendente, puesto que la designada como sucesora carecía de la menor experiencia en el mundo de los negocios. Verdaderamente, no tenía ninguna en ningún campo conocido, salvo, eventualmente, en el de la adoración a los espíritus y en los ejercicios de contemplación mística. Había estado recluida en un convento de madres clarisas, en donde habían transcurrido, como monja de clausura, sus últimos diez años, desde que cumpliera los diecisiete.

Por especial dispensa, se le había autorizado a renunciar a sus votos y dejar los hábitos, hasta que la operación financiera de liquidación de los negocios paternos se ultimara, ya que la mitad de lo que se obtuviera se destinaría a engrosar los maltrechos fondos conventuales. La otra mitad se habría de destinar a obras pías, sostenimiento del progenitor, que pensaba retirarse al monasterio de Yuste (en memoria de Carlos Primero, de quien se declaraba admirador) y, en lo que resultara remanente, a misas por su alma, cuando el óbito sucediera, lo que no había razón alguna para imaginar como evento próximo.

Nadie conocía el rostro de la joven exclaustrada, que pasaba la mayor parte del tiempo junto a su padre, curándole de las molestas jaquecas y revisando cifras y más cifras de los informes de evaluación de los expertos. Cuando era imprescindible que se presentara en público, bien ante los empleados o los asesores financieros, aparecía cubierta con un antifaz, más bien, una careta, pues le ocultaba hasta casi el labio superior.

Se podría deducir algo de su belleza por su voz cálida y el cuerpo esbelto, que se entreveía (el segundo) por los ropajes, a modo de sotana de hilo finísimo, que ocultaba sus formas. Lo que verdaderamente resultaba sorprendente era advertir su poderoso carácter y fuerte temperamento, pues ponía gran énfasis en sus opiniones, que, a los que las escuchaban, aparecían, por lo general, ponderadas y atinadísimas.

El joven innovador había soñado que la hija del empresario al que iría a ver a la mañana siguiente era, en realidad, una artista circense. Su número consistía, en realizar operaciones de telequinesia, combinadas con cambios vertiginosos de vestuario. En su sueño y como colofón de la visión fantasmagórica, la monja clarisa se le aparecía en lo alto de la carpa, suspendida de unas a modo de jarcias, portando unas unas alas angélicas y un mantón de color celeste que le tapaba hasta los pies; pero, en otro periquete, la descubrió a lomos de un elefante, luciendo unas mallas muy apretadas, que encubrían someramente unas piernas tan hermosas como las de una corista.

A punto de despertar había visto que la joven, Bárbara Arnau, anunciaba su número como La monja transformista.

El joven innovador, Mariano Calandre, había estado investigando profusamente sobre la manera de hacer proyecciones fundamentadas sobre el destino de las almas. Estaba convencido de que su invento, si contaba con la comercialización adecuada, podría cambiar el fin del mundo. Aportando a la máquina la fecha del nacimiento, una huella digital completa de la mano izquierda y una foto de alta resolución del iris, permitía, siguiendo complejos algoritmos, adivinar la fecha de fallecimiento de cada persona.

Lo había probado ya con algunas personas, y había funcionado a la perfección. El mismo había sido sujeto de su propio invento; podía estar tranquilo: aún le quedaban cincuenta y tres años de vida, dos meses y veintiún días. Para completar el cuadro, llevaba en el bolsillo una carta de recomendación de su mentor, admirador de Juan Benet, y, entre otras coincidencias notables, se decía conciudadano de Región.

El empresario retirado lo recibió fumando un puro, en el último piso del rascacielos en donde tenía instalado su despacho, y que daba acceso directo al helipuerto instalado en la terraza del edificio.

-Habla, joven. Tengo solo cinco minutos para dedicarlos a tu propuesta, pues debo irme a jugar a la petanca con varios caballeros jubilados. -expresó, ofreciéndole asiento en una de las sillas de querencia, el prócer.

El joven, sacó de la cartera que llevaba algo parecido a un estuche de colorines, al que estaban incorporados, unos a modo de escáneres y una pantalla de cristal líquido.

-Mi máquina de calcular permite saber, sin error, la fecha de nacimiento de una persona, por lo que será posible a cada cual programar lo que va a poder realizar el resto de sus días. -explicó, poniendo el estuche sobre la mesa, y, después de pedir educadamente permiso, enchufar la máquina en una de las tomas eléctricas del despacho, acoplándole un alargador.

-¿Y qué pretendes hacer para demostrar su funcionamiento? -preguntó el empresario.

-Pues no se me ocurre cosa mejor que, con el debido respeto, aplicárselo a Vd. -contestó el decidido joven.

Y dicho y hecho, sin mediar más palabras, y superando el efecto sorpresa del más anciano, le aplicó la mano sobre uno de los escáneres.

-La fecha de su nacimiento no hace falta que me la proporcione, pues la he tomado de la Wikipedia -aclaró el muchacho inventor.

Un terrible fogonazo sacudió la escena y, entre convulsiones, el empresario, fallecía, electrocutado. Algo había fallado, seguramente. El joven se inclinó sobre la pantalla, que, después de un ligero parpadeo, señaló la fecha del día de hoy.

-¿Ve? -fue lo que se le ocurrió decir al joven, arrimándole el monitor al cadáver- No ha fallado.

La monja clarisa exclaustrada sufrió un ataque de nervios cuando se enteró de lo que había pasado. Al joven inventor le acusaron de homicidio involuntario, pero pudo demostrarse que la máquina había funcionado correctamente. Y se cumplió, como era de esperar, lo dispuesto en la Declaración de Últimas voluntades

Lo que no me quedó claro es si hubo alguien dispuesto a financiar el desarrollo ulterior del invento ese que permite, tan certeramente, pronosticar la fecha de la muerte de un ser humano. Podría tener interés, aunque me pregunto para qué.

FIN

(Este cuento de apariencia estrambótica es mi homenaje particular a uno de mis autores preferidos, el insigne ingeniero Juan Benet, de quien he tomado prestadas algunas ideas, tan someras que ni siquiera llegaron por él a ser expuestas, inspirándome, entre otras, en su obra “El preparado esencial”, obra teatral compuesta en 1965 para ser representada en petit comité. Juan Benet, Teatro Completo, Siglo XXI, 2010)
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Tortura y muerte de los Colegios profesionales

16 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Si cabe calificar de alguna forma la actual situación vivida por las Juntas de Gobierno de los Colegios profesionales sería la de desaliento. En especial, para aquellos Colegios que basaban sus ingresos en la obligación de la colegiación y en los visados de proyectos (los de arquitectura e ingeniería, en particular), el momento no puede ser más crítico.

A la situación de incertidumbre se añaden los continuos aplazamientos de la aprobación de la Ley de Servicios Profesionales. Desde hace ya más de un año, se hace circular, provenientes de organismos nunca identificados plenamente, borradores de esa Ley que daría la puntilla a los Colegios, al reducir a carácter testimonial los proyectos que deben ser visados, proclamar la colegiación voluntaria y obligar a que los cobros por los servicios sean ajustados al coste de los mismos. Tanta información contradictoria ha provocado, como es natural, la desorientación y el desánimo, al comprenderse desde los órganos rectores de los Colegios que no se está atendiendo, en absoluto, a sus observaciones.

Porque los Colegios desearían que la situación anterior se mantuviera y, eso sí, estarían dispuestos a hacer la declaración de un firme propósito de enmienda. Más transparencia, más servicios a los colegiados y más conexión con la ciudadanía en general. Por supuesto, también defienden que son un instrumento de la sociedad civil, que cumplen una función de control deontológico y que, en el caso de los proyectos, el visado implica una garantía, que podría mejorarse, desde luego, de la identidad del firmante, la cobertura de sus responsabilidades y, en una medida no bien concretada, de la calidad del proyecto.

Con el hacha del verdugo administrativo bien afilada, la amenaza del problema se ha convertido en real, sin necesidad de que se ejecute ninguna sentencia. La realidad es que las colegiaciones han disminuido en casi todos los Colegios profesionales, las bajas son un goteo incesante y los, en general, vetustos y nobles edificios en los que desarrollaban sus actividades se van cubriendo de un cierto polvo, mezcla de apatía, falta de ideas, y obsolescencia de sus actuales dirigentes.

Claro que hay excepciones. Pero son pocas, y las que hay, no por ello dejan de estar amenazadas. La supervivencia de los Colegios pasa por un profundo análisis de sus objetivos, una revisión de su oferta y la incorporación masiva de jóvenes que enderecen un rumbo que, con Ley o sin ella, está anquilosado por la artrosis de un bienestar que no estaba fundado en el servicio concreto que estaban prestando a los colegiados y a la sociedad, sino en unos ingresos garantizados por la colegiación de profesionales que, en muchos casos, no sabían para qué les servía el Colegio, ni habían pisado su sede jamás.

Publicado en: Sociedad Etiquetado como: colegiados, colegio, colegios profesionales, cuota, extinción, gastos, ideas, ingresos, ley, muerte, renovación, servicios, sociedad civil, tortura, visado

Escarapate de Ideas (4)

25 marzo, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La enumeración de actividades generadoras de empleo que se sean promovidas or iniciativas individuales no puede ser, naturalmente, más que indicativa. Existen interesantes referencias enfocadas a proponer posibles emprendimientos que pueden servir de orientación.

Lo más importante, según mi criterio, es que, antes de decidirse a comenzar una actividad, el futuro emprendedor valore su disponibilidad, su capacitación personal, los recursos de que dispone y realice una primera valoración del mercado potencial y de la competencia, sobre todo, a nivel local. Debe responder con absoluta sinceridad y crudez a esta cuestión principal: ¿Cuál es mi ventaja diferencial?

En fin, estas son algunas de las líneas de orientación en la que quien pretenda generar su autoempleo puede encontrar la idea para su proyecto. No debe desechar, en principio, que exista ya una implantación, incluso intensa, en su posible área de actividad, porque ha de definir si está en condiciones de ofrecer mejoras de calidad o si encuentra que su proyecto a va a significar un elemento añadido respecto a la oferta existente.

Relacionadas con la mejora de la calidad física del ser humano:

-ofertas de proximidad: restaurantes de comida rápida, bares de copas, tiendas de ultramarinos, ferreterías, lugares para reunión y ocio con ofertas de espectáculos variados, guarderías a tiempo parcial (también para animales de compañía), centros geriátricos de día, servicios informáticos a domicilio, oferta de formación específica y de corta duración, arreglos de ropa y reparación de mobiliario, confección de tapicería (también diseño de telas), talabartería, soldadura, tejidos de calidad, reparación de equipos y maquinaria doméstica,  marquetería, fabricación de pequeñas piezas de adorno y uso general, entrega de mercancías a domicilio, cuidado domiciliario de niños y ancianos, gestiones de asistencia relacionadas con vehículos (itv, revisión, etc.), conducción ocasional de automóviles para terceros,  realización de gestiones administrativas de todo tipo, jardinería para comunidades y particulares, etc.

-ofertas de calidad: restauración y recuperación de inmuebles y dependencias (especialmente en zonas rurales), remodelación y decoración de interiores, diseño de mobiliario moderno, mejora de diseño industrial de útiles y maquinaria,  redacción de documentos, traducciones directas e inversas, revisión y corrección cualificada de informes, trabajos de consultoría técnica, económica o jurídica por internet, oferta de equipos cualificados para limpieza de bosques, análisis y control de rentabilidad de empresas (incluso agropecuarias), aprovechamiento de terrenos baldíos, confección de anuncios y catálogos, organización de redes comerciales, mejora de páginas web, gestión óptima de agua y residos (incluída la recuperación o regeneración), reparación de infraestructuras, análisis de mejoras y ahorros de consumo energético, ayudas a la comercialización (orientadas al mercado internacional, en especial), compra-venta por internet de productos y servicios, organización de viajes virtuales, actos culturales, itinerarios históricos o de interés técnico, aprovechamiento de recursos de proximidad (en el caso de la energía: proyectos de placas solares, instalaciones éolicas, prospecciones geotérmicas, etc.)

Relacionados con la mejora de la calidad del espíritu:

– organización de eventos,  iniciativas de coaching, promoción de reuniones para impulsar relaciones y contactos comerciales ( o personales), recopilación ordenada de noticias y oportunidades agrupadas según temas de interés, propuestas a inversionistas (con análisis de rentabilidad y viabilidad técnica) para apoyo a proyectos, búsqueda de referencias técnicas, investigación genealógica y de pasados familiares, apoyo documental, diagnóstico médico a domicilio, consejero espiritual, valoración de obras artísticas, compra-venta de antigüedades, instalación de medidas de seguridad y protección a domicilios y locales (incluso con presencia física), diseño de equipamientos para parques infantiles, diseño de equipos para culturismo y educación física, programas informáticos para optimización de redes de transporte, distribución de mercancías, aprovechamiento del tiempo disponible, revisión de flujos de fabricación, oferta y coordinación en el empleo de recursos de personal senior (en especial, prejubilados y jubilados), gestión de bancos de datos de personal cualificado en diferentes especialidades y ramas de actividad, etc.

(continuará)

Publicado en: Economía, Empresa, Sociedad Etiquetado como: autoempleo, comercialización, empresa, ideas, inversión, mejora calidad, mercado potencial, negocios, ofertas, oportunidades, orientación, servicios, valoración, ventaja diferencial

Escaparates de Ideas (1)

23 marzo, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Desde niño he tenido un sueño. Que todas las buenas ideas que pasen por la cabeza de los seres humanos se pongan en práctica.

Ahora tengo otro sueño más profundo, más intenso: que en ese pequeño país, llamado España, -mi patria-, se dedique total atención a cualquier idea que sirva para superar la preocupación mayor de, al menos, 6 millones de personas y de sus familias. Salir del paro. Escrito en positivo: crear empleo.

Conseguir que la estructura socioempresarial genere actividad para que todos quienes dependan de ella vean con tranquilidad su futuro inmediato o el de sus hijos y nietos, parecería un objetivo común, propio de la sociedad global, de un mundo repleto de interconexiones.

Pero como no lo es, y seguramente no lo será nunca, hay que pensar de manera serena, objetiva, fría, en cuáles son las fortalezas -y las debilidades- de la estructura que podemos controlar: desde la Administración del Estado; a partir de las iniciativas de los habitantes de ese Estado, que sean susceptibles de generar actividad en su territorio ;y, por supuesto, mediante la activación del compromiso de las empresas -multinacionales o no- con los ocupantes de ese espacio.

Los tres ejes de actuación -Administración, empresas e individuos- deben coordinarse e impulsarse para que el sistema funcione de manera óptima, aprovechando las oportundidades.

En esta serie de comentarios, a nivel exclusivamente personal, me propongo ofrecer algunas ideas de estímulo, un escaparate de ideas (showcase for ideas), dirigidas específicamente a la iniciativa privada.

Son, como se verá, preguntas surgidas de la reflexión encadenada siguiente:

1. ¿Necesitamos mejorar algo? ¿Podemos hacer mejor algo? ¿Tenemos algún recurso sin explotar?

2. ¿Sabemos cómo hacerlo? ¿Por qué no lo hacemos? ¿Qué barreras nos impiden ponerlo en práctica? ¿Cómo podríamos estimular su realización?

3. ¿Qué habría que hacer para ponerlo en práctica lo antes posible? ¿Qué recursos -técnicos, económicos, laborales y funcionales precisamos? ¿Los tenemos ya? ¿Dónde están, si no los tenemos aquí, y cómo podríamos conseguirlos?

(Continuará)

Publicado en: Empresa, Sociedad Etiquetado como: Administración, economía, empresas, generar empleo, ideas, iniciativa privada, paro, práctica, recursos, técnica, trabajo

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