Al socaire

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Encallados

10 abril, 2018 By amarias Deja un comentario

No tiene gracia. La posición de credibilidad internacional de nuestro país -una democracia seria y consolidada- va perdiendo enteros a velocidad que resulta insoportable. El conflicto generado por una facción secesionista catalana, utilizando las estructuras institucionales contra el Estado central, y que ha levantado en pie de guerra formal a una parte importante de la ciudadanía de esa región contra el resto de la población -regional y nacional- es, sin duda, un elemento coadyuvante para alimentar esa sensación de descontrol.

Es penoso el espectáculo del desentendimiento entre los responsables del gobierno central y el autonómico, pero la situación alcanzó ribetes de mala ópera bufa, gracias al afán protagonista de algunos personajes, a sus aficiones histriónicas, a su descaro irresponsable, saltándose el respeto que merecen las instituciones -las que representan y las que critican-, la ciudadanía -a la que dicen defender y la que ofenden-, las empresas interesadas en hacer las cosas bien -y las que apoyan la imposición revolucionaria, creyendo tal vez que el mar revuelto les puede beneficiar-, y el orden jurídico, al que apelan con desfachatez, para destrozarlo con desenvoltura.

Que un Tribunal alemán regional intermedio se atreva a enmendar la plana a un magistrado del Tribunal Supremo español (que ha actuado siempre refrendado por la Sala de apelaciones) es increíble. Que una ministra de ese país de la Unión Europea se atreva a interferir, con su opinión, en la vida política de otro Estado miembro, es inaceptable. Que se aireen discrepancias en la interpretación de los Tratados de extradición dentro de la Europa común, es increíble. Que existan graves diferencias en los Códigos penales de países que mantienen libre circulación de personas y bienes -en los tipos delictivos y en las sanciones previstas-, cuestión de la que quienes tenemos en el ejercicio de derecho nuestra profesión ya habíamos advertido, es intolerable.

El asunto del máster conseguido, presuntamente, por la cara, de la presidenta de la Comunidad de Madrid ha subido, por su parte, muchos enteros, la escalada de los despropósitos por el que algunos, desde distintos ángulos de la versión política, nos empujan para convertir la imagen del país en objeto de risión. Se sabe ahora, además, que ese título universitario no era un adorno más en el currículo de la empecinada política, sino que resultaba la consecuencia de un contubernio entre amigos del partido para otorgarle una titulación que le sería imprescindible para poder ejercer la docencia, a la que parecía vocacionalmente destinada, cuando dejase de dirigir los destinos colectivos de la región madrileña.

Este máster maldito está emponzoñando, de refilón, la credibilidad de otra institución necesitada de consolidar su prestigio, la Universidad española, perjudicando la trayectoria profesional y curricular de quienes han obtenido sus títulos con trabajo y dedicación, y no como resultado de contubernios de despachos.

Podía poner, lamentablemente, otros ejemplos del descalabro en el que se encuentra nuestra vida socio-política. La pareja dominante del partido que estaba autoproclamado para hacer una revolución salutífera, el clan Iglesias Montero, no da ejemplo precisamente de democracia, conocimiento de mundo real y serenidad pragmática. Las pullas desde el decaído partido de gobierno contra un eternamente bisoño, pero tenaz, Alberto Ribera, no mueven tampoco a la devoción política. Y el partido en el que vegeta Pedro Sánchez y una vieja guardia decaída, más bien parece guardián del cementerio antes que alternativa creíble,

Me detengo aquí. Da asco el panorama. Y lo que más me duele es que esa falta de originalidad, de decencia política, de objetivos y programas de gobierno o alternativa, nos esté perjudicando a todos, dando mecha a una posición antiespañola, despreciativa, de la Europa centralista, clasista, hispanófoba por vocación, que gusta de utilizar nuestro descontrol para ocultar sus graves lacras. Nuestra guerra incivil les sigue pareciendo mucho más grave a algunos europeos de mentirijillas, que una guerra mundial posterior en la que mataron sin piedad a quienes fijaron como objetivo de su rapiña y sin apelar a la defensa ni del orden institucional ni de los intereses de clase.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: antiespañolismo, Catalunya, credibildiad, empecinados, master, Pedro Sánchez, perjuicio, Puigdemont

Sin hegemón

27 marzo, 2018 By amarias Deja un comentario

La detención del expresident de la Generalitat Carles Puigdemont en Alemania, poniendo punto y seguido a una escalada de agravios al Estado de derecho del que se convirtió, por voluntad propia, en portavoz principal, no significa el final de la historieta.

No lo va a ser, como lo demuestra la excelente disposición de unos cuantos miles de catalanes, entremezclados con revoltosos profesionales y descerebrados de ocasión, para bloquear autopistas, congregarse ante la delegación del Gobierno central para pedir a gritos Democracia o libertad para los presos políticos, o incluso, aplaudir las amenazas de agresión al juez del Tribunal Supremo que instruye las causas por la rebelión independentista.

No lo va a ser, porque el movimiento secesionista catalán no solamente carece de lógica social y económica, además de ser anticonstitucional y, por tanto, ilegítimo, sino que le falta un hegemón, un líder capaz de negociar con los opositores, al mismo tiempo que con el carisma de representar sin fisuras a sus partidarios.

La carencia es recíproca, en realidad. Del lado de quienes se han concentrado en defender, con argumentos de infalible peso, el Estado de Derecho y la unidad de España, falta también un hegemón. No disponemos de un caudillo capaz de ilusionarnos, no porque no estemos convencidos de que la verdad (¡ay, la verdad!) está de nuestro lado, porque en esta ocasión somos “los buenos”, sino porque los cabecillas a los que tenemos la obligación jurídica de seguir, tienen una apariencia de cochambre que nos contagia y debilita. Los argumentos, podríamos decir, son buenos, pero expuestos por las bocas enfangadas de la miseria mental de sus ponentes, resultan deplorables.

En este lado del campo dialéctico, tenemos un presidente de Gobierno hábil en el escapismo del centro de las batallas y torpe en la expresión verbal; la presidenta de la Comunidad madrileña, que disponía de un porte atractivo frente a su inmediata antecesora, resulta que quiso tener un título académico sin pasar por los exámenes reglamentarios, y la han pillado (parece ser que por denuncia pública de sus correligionarios); hay [email protected] que no se sabe en defensa de qué o dónde actúan y [email protected] que estarían mejor [email protected]

No se acaba ahí la cosa, pues de hegemones se trata en este Comentario. Las dos alcaldesas de las ciudades principales, han convertido la gestión municipal en la versión de un guirigay en el que su función más visible, y lamento escribirlo, consiste en ocultar sus contradicciones y las discrepancias entre los miembros de su gobierno.

¿Y en los partidos políticos? Entre machos y hembras alfa o beta llevamos perdidos toda esta legislatura y aventuro que alguna más de las que vienen. ¿Es tan difícil decir claramente que la secesión catalana es inviable, pero que sus reivindicaciones tienen entidad para ser analizadas con serenidad y la solución que encontremos nos puede ayudar a todos? ¿Es imposible -¡Señor!- volcar la atención de los agentes sociales hacia lo que más debe preocuparnos, que es el mantenimiento de los servicios asistenciales, la elevación de los niveles educativos, y la generación de empleo y riqueza, que implica acercar al debate constructivo a las grandes empresas, pero también ayudar a que no se pierdan los impulsos emprendedores de los que tienen buenas ideas?

¿Es tan difícil reconocer, para sacar la cuestión del debate, que tenemos una jefatura del Estado muy, pero que muy homologable internacionalmente, y que es la mejor alternativa a cualquier propuesta republicana del momento?

Necesitamos hegemones, no mamones.

…

Los gorriones que picoteaban este pasado domingo sobre este margen terrero del Parque madrileño de la Dehesa de la Villa, son representantes de la especie gorriones molineros (passer montanus), distinguible del gorrión común -con el que el no avezado en los entresijos de la ornitología se confunde- por la mancha negra de la mejilla, contrastando fuertemente con el blanco puro de la cabeza. Es algo más pequeño, menos confiado y, aunque también gregario, parece como algo más elegante.

Publicado en: Actualidad, Cataluña, Sociedad Etiquetado como: Cataluña, hegemón, jefatura de estado, Puigdemont, rebelión

Manifestaciones callejeras

25 marzo, 2018 By amarias Deja un comentario

Calle o parlamento. La opción parece estarse desviando hacia la manifestación personal en ese foro sin reglas (o apenas) que supone la ocupación de las aceras. Es igual que se trate de pedir justicia -cómo no- para la presunta asesina del niño Gabriel, o la libertad del ex President Puigdemont a quien la policía alemana acaba de trincar para conducirlo a la prisión de Neumünster en cumplimiento de una orden cursada vía Interpol por la judicatura española.

La calle es lugar de acogida tanto para quienes deseen protestar ante el gobierno por la ridícula revisión anual de las pensiones de jubilación, como para los preocupados por el futuro (negro) del carbón autóctono.

No tengo tan claro, en cambio, hacia quién van dirigidas todas esas expresiones, generalmente de descontento. En el caso de las peticiones que reclaman el ejercicio de las previsiones del Derecho, me parece interpretar que se trata simplemente de dar salida a una tensión emocional: la señora que, fuera de sí, fue interceptada por la policía cuando pretendía abalanzarse sobre la homicida confesa del niño almeriense, no creo que fuera consciente de que arriesgaba convertirse, ella misma, en delincuente, si se le hubiera permitido ofrecer el espectáculo ante las cámaras televisivas de asesinar (o tal vez solo agredir) a quien tanto odiaba.

Quienes se manifiestan -lo están haciendo en este momento- por las calles de Barcelona para reclamar. incluso con carteles en alemán (Freiheit für Puigdemont), la inmediata libertad del tipo que más daño ha hecho a la democracia en la Historia reciente española, no creo sean conscientes de que están apoyando a un delincuente. Seguro que, si fueran preguntados, contestarían que lo que desean es reflejar la injusticia que se está cometiendo por el Estado opresor español contra el deseo de Cataluña de ser una nación independiente, y republicana. No necesito, para quienes no tengan la venda ante los ojos, expresar que no hay opresión ni falta de libertad o democracia en este sufrido país en el que a los españoles nos toca compartir la inmensa belleza con algunas inmundicias.

Tampoco me parece que los que se desgañitan por mantener el carbón autóctono como fuente energética, a pesar de su nula competitividad, sean conscientes de que mejor estarían defendiendo la energía solar fotovoltaica, la energía nuclear o, simplemente, denunciando el despilfarro energético del que hacemos gala continuamente, en edificios públicos o privados, en desplazamientos innecesarios o en medios de transporte personales no compartidos.

En fin, tampoco estoy convencido de que los jubilados vean revisadas sus pensiones al alza, sin despreciar en absoluto los graves argumentos que esgrimen los más sagaces de los que se lanzaron a las calles blandiendo pancartas que pedían Pensiones Dignas. Es cierto que no pocos pensionistas -¿el 25%?- constituyen el único ingreso familiar del módulo impresentable en el que conviven abuelos, hijos y nietos, mientras el país es incapaz de resolver seriamente el problema del paro, que es el mismo que el que ha generado salarios basura y el crecimiento de la economía sumergida.

Vuelvo al principio. La calle no puede sustituir al Parlamento. Necesitamos políticos serios, instruidos, creíbles, sagaces. Gentes con formación y capacidad de persuasión que resuelvan los problemas con buenas decisiones de gobierno y que, si no los pueden solucionar, digan las razones.

Entretanto, faltos de esa dirección, crecen las expresiones en la calle, los revoltosos, los tipos con el rostro tapado que lanzan cóctels molotov y rompen cristales, incluso de los furgones policiales. Peligro para todos y profunda desilusión para quienes siempre creímos en la fuerza de la evolución.


Este ave es un morito (plegadis falcinellus), fotografiado en las marismas del Guadalquivir. Suele buscar en pequeños grupos, rastreando los marjales, los insectos, batracios y pececillos  que le sirven de alimento, aprovechándose de su largo pico curvado. También le ayuda su plumaje negro -en invierno, sin los visos purpúreos que despliegan en la capa veraniega- para pasar desapercibido de quienes lo pueden detectar bajo el agua somera o entre los carriezales.

 

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: asesina, calle, derecho, Gabriel, manifestaciones, Parlament, Puigdemont

Marciano el que no vote

20 diciembre, 2017 By amarias Deja un comentario

El 21 de diciembre de 2017 (o sea, mañana, respecto al día en que esto escribo) los residentes en Cataluña está convocados a votar sobre la composición de su Parlament, que elegirá al President de la Generalitat. No serán unas elecciones normales, ni mucho menos, porque se realizarán como consecuencia de la disolución del Parlament que fue aprobada, por aplicación del artículo 155 de la Constitución, por consenso entre los representantes del Partido Popular, PSOE y Ciudadanos, que tienen mayoría en la Cámara de Diputados de la Nación española, además de en el Senado (donde el PP en solitario ya gozaría de mayoría simple), autorizando al gobierno del PP a realizar la adopción de medidas extraordinarias, incluida la destitución del Gobierno regional.

La atipicidad de las elecciones catalanas se justifica por muy diversas razones. La población se encuentra dramáticamente dividida entre las opciones independentista o constitucionalista.

Además de la gravedad de una situación que ha causado la ruptura emocional en el seno de la región catalana, la incertidumbre mayor acerca del resultado de las elecciones proviene, justamente, del origen de la disolución acordada por los grupos políticos que son minoría en Cataluña. Al menos, hasta mañana.

La legitimidad defendida por la hipotética mayoría independentista, eje de los debates electorales, se fundamenta en que el President y su gobierno han sido destituidos por haber declarado la independencia de la Comunidad Autónoma, y lo hicieron siguiendo el mandato otorgado por unas elecciones que han sido declaradas ilegales por el Tribunal Constitucional y prohibidas por la judicatura, a instancias del Gobierno Central. Este último las boicoteó, utilizando advertencias y movilizando fuerzas de orden, que, aunque actuaron con extraordinario moderación, no evitaron que se produjeran algunas escenas violentas, ante la oposición beligerante de algunos ciudadanos, y que fueron ampliamente difundidas por los partidos independentistas.

Los encausados por esta posición de rebeldía, acusados del muy grave delito de sedición (entre otros), se encuentran en la actualidad, bien huídos de la justicia (el President despojado, Carles Puigdemont, y varios de sus Consellers, refugiados en Bélgica), o en la cárcel (el vice President, Oriol Junqueras, algunos otros Consellers, y los directores de las agrupaciones para-políticas Acció Nacional Catalana y Ómnium). Su situación personal o procesal no les está impidiendo participar en la campaña electoral, defendiendo la República y la independencia de Catalunya y reiterando los argumentos de que España (esto es, las demás regiones) maltrata a las instituciones catalanas y se aprovecha fiscalmente de la Comunidad, además de marginarla en la toma de decisiones que la podrían favorecer.

Sin embargo, la campaña electoral ha puesto de manifiesto tensiones entre los propios independentistas, generando una incertidumbre adicional sobre las opciones y coaliciones postelectorales, si fueran necesarias para recuperar para su posición ideológica la primacía del espectro catalán.

Para quienes vivimos la situación desde fuera de Cataluña, y escuchamos los argumentos de los representantes de las diferentes fuerzas políticas, la campaña nos aparece como una pesadilla, una invasión de despropósitos. Los dos bloques entre los que se dirimen fundamentalmente las elecciones, no están discutiendo cómo hacer las cosas mejor, cómo mejorar la gestión de la autonomía o cómo plantear su relación con el resto de España. No.

Lo que se decidirá es si los llamados constitucionalistas, esto es, quienes están decididos a respetar la Constitución vigente, y no solo de boquilla o mentirijillas, obtienen suficientes escaños para elegir al President, o si los partidos que abogan por el secesionismo, aunque se hayan manifestado -es obligatorio- que acatan la Constitución, resultarán quienes se alcen con la mayoría simple y traicionarán, por segunda vez, su promesa.

Las encuestas realizadas hasta el día de ayer (hoy, por capricho de la Ley electoral, su difusión está prohibida, al ser un día de reflexión), demuestran que ambas posiciones están, técnicamente, igualadas. Puede salir lo mismo Cé que No-Cé. En cualquier de los casos, la presión de la calle, esto es, de los que están a favor de una u otra opción, se manifestará, con seguridad, en concentraciones de apoyo o repulsa. Nada habrá sido, pues, resuelto.

Pero la pérdida para Catalunya es inmensa. Ha perdido, como colectivo, el carácter de región serena, seria, constructiva, creíble, imaginativa y trabajadora. Han crecido, en el que era envidiable vergel de ideas y actividad, los monstruos de la deslealtad, la insolidaridad, la fantasía sin base, la protección de la corrupción de los politicastros, entremezclados con la ingenuidad, la ignorancia, la creencia en un mundo mejor, soñado con el tejido de los nacionalismos más rancios y antihistóricos.

Esos catalanes que mañana están llamados  a votar son hijos y nietos de la burguesía que construyó una próspera Catalunya, de los obreros y braceros que se acercaron, atraídos por la posibilidad de trabajo, desde las regiones más pobres y marginadas de España. Esos catalanes son emigrantes venidos del Magreb que han conseguido tarjeta de residencia después de años de asumir tareas mal pagadas y marginación. Esos catalanes son nacionales de otros países -Europa, Latinoamérica- que conservan también con orgullo su nacionalidad de nacimiento y origen. Esos catalanes son profesores, licenciados, trabajadores de todo tipo, que han tenido que estudiar catalán, aunque nacidos en esa región, para no verse marginados en sus puestos de trabajo o ver truncadas sus aspiraciones.

Esos catalanes tienen en común aspirar a una Catalunya mejor, más justa, más capaz, más fuerte. Esos catalanes son españoles.

Y como españoles queremos verlos y que así permanezcan. Porque una Cataluña fuerte nos beneficia a todos. También a los catalanes, quizá incluso, más, porque siempre han sabido sacar más ventaja -por su imaginativa coherencia empresarial y su capacidad negociadora- que otras regiones.

Nos beneficia a todos, como nos beneficia una Extremadura grande, una Asturias próspera, una Andalucía llena de oportunidades, un País Valenciano industrioso, una Galicia renovada y pujante, unas dos Castillas superando con fuerza el ostracismo y marginación, una Rioja y una Navarra potenciando su singularidad, un País Vasco en paz y solidario, una Murcia y una Comunidad alicantina con máxima productividad y empuje, unas Islas Canarias o Baleares con impecable atractivo para propios y turistas, una Cantabria ingeniosa y bien comunicada, una región-capital del Estado como máximo ejemplo de coordinación y solidaridad equitativa, y, en fin una Ceuta y Melilla como enlace con el escenario africano de nuevos desarrollos.

Permítaseme el chascarrillo juguetón: Marciano, el que no vote. Que voten todos los catalanes, y estén seguros que desde el resto de España estaremos conteniendo la respiración hasta conocer el resultado. Por eso, que el catalán que vote separarse de España, que se lo piense, no una, mil veces. Respetaremos su voto, pero no permitiremos la secesión. Porque esta vez no se trata de ideologías, sino de legalidad mezclada con el único sentimiento que no debiera perecer jamás: la solidaridad para mejorar.


Este magnífico ejemplar de buitre leonado  (gyps fulvus), fotografiado en Monfragúe, a finales del verano, despliega toda su belleza y características diferenciadoras. Unas coberteras más palidas que las rémiges, el borde inferior de las alas -de anchura menos uniforme que la especie leonada- en dientes de sierra, dedos (en número de seis, relativamente más largos); el pico, amarillento,…

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Acció Nacional Catalana, ACN, artículo 155, buitre leonado, cárcel, Catalunya, Constitución, elecciones, fuga, Omnium, Oriol Junqueras, Partido Popular, PSOE, Puigdemont, secesión, Trubunal Constitucional

Alerta roja

13 octubre, 2017 By amarias Deja un comentario

El vocabulario bursátil ha consagrado -expresión, por si misma, ambigua- el término “descontar” para expresar que el dios Capital, manejado de forma bastante misteriosa por sus fieles servidores, ha asumido los efectos de un riesgo, y ha corregido las cotizaciones, aplicando, mutans mutando, la probabilidad de que el evento perjudicial suceda realmente.

Como no soy devoto de deidad alguna (lo que solicito no se interprete como que descarto que existan, pues también asumo que, para dormir mejor, puede ser conveniente atribuir responsabilidades mágicas que cubran las desnudeces de nuestra ignorancia), trato estos días de esforzar la imaginación para entender quién podría salir beneficiado de los tres o cuatro asuntos que tienen preocupados, y, por tanto, entretenidos, al subconjunto de la población mundial que cree tener información sobre lo más grave que puede pasarle, y, claro, le apetecería tener en su mano o la de quienes controlan la cuestión desde sus intereses comunes, la manera de protegerse.

Empiezo por lo más fácil: el cambio climático. Independientemente de síntomas, estudios y criterios científicos, lo más barato a corto plazo es negarlo, y actuar, además, como si no fuera el tema con nosotros. En algunos foros -publicos o privados- si el asunto se pone feo, se saldrá del embrollo prometiendo medidas que no se pretende cumplir, o ampliando el campo de responsabilidades a quienes, si cumplieran lo pactado, comprometían gravemente su desarrollo o su supervivencia. En consecuencia, estamos en Alerta roja. Los afectados  y por huracanes, inundaciones, sequías, serán tratados como víctimas inevitables. En términos de mantenimiento, se aplican las medidas paliativas (más intensas allí donde hay votantes del cacique) y se postponen las preventivas.

En conflictos internacionales, el principio de la dejación e infravaloración de los efectos por cualquier crisis, rige igualmente. Tomemos el ejemplo del aumento de tensión en la crisis norteamericana- norcoreana. Los máximos gobernantes de ambos Estados comparten la cualidad de ser poseedores de una megalomanía imparable.

Como parte de los cretinos, su insolencia y comportamiento abusón, arruga o disuade a quienes deberían llevarles la contraria. Desde niños, Trump y Kim, habrán alimentado, estoy seguro, su carácter de matón de barrio, y la ausencia de oposición (un bofetón paterno, una enseñanza reprendedora, jefes, colegas o amigos críticos, y, entre otros entornos virtuosos, una justicia insobornable) ha hecho crecer las sinapsis entre las neuronas que desconectan el yo interno del yo colectivo. Resultado: alerta roja, preparativo para una confrontación de paranoicos que nos llevará a una hecatombe nuclear.

Desciendo a nivel local, a esta España mía, a esta España nuestra. Doy por seguro que, presionado por sus amigos de la CUP y de un imaginado compromiso con la calle (que ya son ganas de atribuir inteligencia a las masas incultas, manipulables y estentoreas a las que el Procès ha conducido como una recua de ganado), el Molt Honorable Puigdemont dejará de serlo el lunes.

Se armará la marimorena, y se resolverá de la manera adecuada -a golpes, porrazos, detenciones, gritos, ostias, tiros, guantazos, etc.- el conflicto generado en un pueblo pacifico, industrioso, pasota.

Lo mejor de todo, es que, al parecer, las Bolsas europeas, ¡y españolas!, ya han descontado los efectos. Y, según anuncia está mañana el Gobierno, se corrige solo un par de décimas el crecimiento del PIB.

Creo que la fotografía con la que ilustro hoy mi Comentario encaja como anillo al dedo. Hay rebajas, pero el precio nuevo es igual al antiguo.

Y yo, que me creo un demócrata y un socialista educado y contemporizar, soy tachado por algunos amigos y bastantes desconocidos independentistas catalanes de “facha”, “carca” e “ignorante”. Alerta roja.

 

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Fin de trayecto

7 octubre, 2017 By amarias Deja un comentario

Publicado en: Actualidad, Cataluña Etiquetado como: artículo 155, Cataluña, independencia, Junqueras, Puigdemont, secesión

Catatonia. Octubre de 2017

3 octubre, 2017 By amarias 11 comentarios

Nada más lejos de mi intención que ridiculizar la situación por la que atravesamos España y Catalunya. Pero con el título de este Comentario quiero referirme al estado de postración ineficaz, estéril, al que se ha conducido a estas dos entidades abstractas, inventos de la naturaleza humana para organizar la convivencia, y que, por incompetencia de quienes las dirigen, no solo incumplen su objetivo sino que lo han emponzoñado hasta límites que, a mí como a millones de españoles (esto es, también millones de catalanes) me resultan insoportables.

Me refiero, por supuesto, a las actitudes que han propiciado el desencuentro, y aún lo siguen alimentando y profundizando, entre los Gobiernos del Estado español y de la autonomía catalana. La ausencia de diálogo institucional ha sido clamorosa. Tampoco se ha actuado con honestidad con la población, tanto para advertir de la magnitud de la disidencia como de las consecuencias de aplicar, no contra el gobierno secesionario, sino contra la población civil, los instrumentos de acción policial. Y, en fin, se ha obviado un debate serio, completo, objetivo, neutral, sobre la realidad económica y social del conjunto del Estado, y de todas las regiones, y no solo Catalunya.

El pasado 1 de octubre, día ominoso para la Historia de España y Cataluña, se celebró, contra vientos y mareas, una consulta ilegal, animada por un gobierno autonómico, descalificado por las instituciones judiciales del Estado. Cientos de miles de residentes en Cataluña fueron animados a participar como comparsas en un simulacro de referéndum sin capacidad decisoria real alguna sobre una cuestión sustancial para la convivencia, como es la secesión, vinculada al cambio de régimen en la forma de gestión del Estado.

Decenas de miles de guardias civiles y miembros de la policía nacional, fueron enviados a la región catalana para desarbolar la convocatoria, cerrar los centros donde se previera realizar las votaciones ilegales y confiscar las urnas -con o sin papeletas- allí donde se encontraran.  Deberían reforzar la actuación de las fuerzas de orden locales -los mossos d´esquadra-. No tuvieron aquellos la deseada, y ordenada, colaboración de éstos, que asumieron una posición de clara dejación, cuando no de connivencia con aquellos ciudadanos que se prestaron a incumplir las órdenes del Gobierno central, apoyando por el contrario, persistente voluntad de seguir adelante con la convocatoria ilegal, que el Gobierno catalán y su órgano mediático secesionista, la TV3, presentaron como un acto de democracia y de compromiso cívico.

Separarse de España, constituir una república independiente, con una sociedad civil dividida en dos mitades a las que se convirtió, contra su naturaleza e Historia, en irreconciliables, y a despecho de las advertencias de inconstitucionalidad, de soledad internacional, y navegando en desarrollo de una actuación contra lo pactado, calificable sin tapujos de delictiva, y muy grave, por parte de sus instigadores, no parecieron argumentos de peso para que esos cientos de miles de ciudadanos residentes en Cataluña desistieran de convertirse, ofreciendo como pantalla exhibicionista incluso sus cuerpos (¡y los de algunos niños!), en paladines de una nueva libertad inexplicable. Se postulaba así como migrantes hacia la tierra ignota que una variopinta colección de personajes -unos, anacrónicos y esperpénticos, pero otros, serios y carismáticos- proclamaban como prometedora de felicidad y riqueza. Sin fundamento cabal y, desde luego, bajo un marchamo insolidario con los catalanes no secesionistas y con la inmensa mayoría de españoles.

En estos días, he seguido la evolución del desgraciado acontecimiento -que no ha hecho más que iniciarse en sus consecuencias- por varios media: televisivos (Antena 3, la Sexta, TV3, 24 horas, la SER, Radio Nacional, El País, La Razón, El Mundo, …). Escuché a mucha gente y procuré no polemizar. Mi opinión, en realidad, es incontrovertible: no a la secesión, sí al diálogo (aunque no solamente con catalanes ni, desde luego, para afrontar voluntades secesionistas), sí a mantener una democracia que costó construir -que nos costó construir- y, por más que opino que la monarquía es una forma obsoleta de jefatura de Estado, apoyo a Felipe VI. No creo en la fuerza de las revoluciones y sí en la vía del orden, que proporciona el Derecho.

Vamos a vivir un octubre 2017 muy desgraciado. Afrontémoslo. Pero no con la cabeza bajo el ala del miedo.

No tengo ninguna capacidad de influencia, pero quiero dejar constancia, para mí mismo, mi familia y amigos, de mi propuesta:

  1. Convocatoria inmediata de elecciones generales. Disolución de las Cortes, fijación de fecha para las votaciones en todo el Estado. Crucemos los dedos para que los partidos constitucionales ganen por amplia mayoría. También deseo que esos partidos se pongan de acuerdo en reformar la Constitución, pero en el sentido de dar  más poder al Estado central y revisar el reparto de dineros y competencias a las Autonomías. Y si se decidiera avanzar hacia un estado federal, que no sea asimétrico, ni considere a los ciudadanos de distinta categoría según su lugar de residencia.
  2. Aplicación del art. 155 de la Constitución vigente. No veo remedio alternativo. Disolución del Parlamento catalán y convocatoria de elecciones autonómicas. El Senado, que ha sido tan inoperante, tiene aquí una especial responsabilidad, aunque al encontrarse en él el Partido Popular en mayoría, debiera contar con apoyo de otras fuerzas políticas. No comprendo la actitud de los actuales líderes del PSOE, con una meliflua actuación y oscuras propuestas respecto al mantenimiento del Estado de Derecho. Ya no se trata de reconstruir la socialdemocracia -si es que algo así puede reclamar su persistencia-.  Corregir la situación no tiene que ver con la izquierda, pues el movimiento secesionista combina malévolamente posiciones del más oscuro capitalismo con las de la izquierda anarquista.
  3. No se trata de apoyar a quienes quieren romper la baraja. Hay que atajar, y de inmediato, las manifestaciones populacheras a favor de la independencia en Cataluña. Se alimentan con represión inexplicable sobre la población: si algunos quieren ser independientes de España, que lo manifiesten libremente. Pero se debe apoyar a las mayorías. Y reformar la Constitución o cualquiera de las leyes fundamentales de la convivencia pacífica exige mayorías cualificadas. Se ha propiciado una funesta confusión, Las mayorías simples no sirven para tomar decisiones fundamentales: atentan contra la convivencia, favorecen las posiciones dictatoriales, animan a la rebelión.
  4. Exigencia por parte de los representantes de los partidos constitucionalistas de que se retracten los representantes de aquellos partidos o instituciones que han actuado o han hecho declaraciones vulnerando la ley: Entre otros: Puigdemont, Junqueras, Tardá, Mas, Iglesias, Rufián…  En caso de que no lo hagan públicamente (y temo que no lo harán), que se abra un proceso penal por los delitos de sedición, instar a cometer actos vandálicos o terroristas, etc. Es una decisión muy delicada, pero inevitable. La ley ha de ser igual para todos. Un sistema judicial que ha sentado en el banquillo a miembros de la Familia real, que ha enviado a cualificados empresarios a prisión, no puede flaquear.
  5. Abrir un procedimiento de investigación sobre la actuación de los Mossos d´esquadra el día 1 de octubre de 2017. Aplicación, si se confirma que no acataron las órdenes superiores, del reglamento disciplinario y de las disposiciones legales pertinentes. El estado de derecho no se defiende solo con buenas palabras. No se puede ser indulgente con la sedición de miembros de las fuerzas del orden.
  6. En fin, debemos exigir calma, sensibilidad y diálogo. También firmeza. Hay que sacar el foco de atención de la calle, y ponerlo en los Parlamentos. También deben hablar los empresarios, los intelectuales, además de los expertos en sociología y en derecho. Me gustaría que se eliminaran las falsedades y las vehemencias del marco de diálogo  . La responsabilidad de  los medios de difusión, actuando algunos de ellos (tal vez todos, incluso por inercia) como medios de confusión, en este litigio social, es tremenda.
  7. Párese ya este despropósito. Porque en Catalunya hay una situación revolucionaria, de confrontación civil, preludio de una explosión de consecuencias muy graves, si no se actúa con rapidez y determinación.
  8. Octubre de 2017. La Historia se repite. Como caricatura de sí misma.

    (Nota: Incorporo la fotografía de un zorro, que tomé junto al río Jándula, en el Parque Natural Sierra de Andújar. Tiene el ojo derecho casi perdido, seguramente perdido en una disputa con otro animal más fuerte por el territorio. )

Publicado en: Actualidad, Cataluña Etiquetado como: Catalunya, Catatonia, Iglesias, Mas, Puigdemont, secesión, Tardá

Lecciones ferroviarias

19 junio, 2017 By amarias Deja un comentario

La delicada situación, inimaginable hace tan solo un par de años, en la que se encuentra la gestión de los intereses de la población que vive en Cataluña, se compara a menudo con un choque de trenes. La posición independentista, es decir, separatista, de la que se ha convertido en portavoz el gobierno de la Generalitat, se presenta confrontada radicalmente con la defensa de la aplicación de la Constitución española, que niega cualquier intento de segregación.

Han sido numerosos los autores, -algunos muy prestigiosos constitucionalistas e incluso, personajes de Estados vecinos-, que se han manifestado sobre la falta de apoyo de ese movimiento ni en la legalidad internacional, ni en la historia contada desde la objetividad. No importa.

Para el actual presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, -que sigue, empecinado, la estela marcada por el anterior, Artur Mas (1)- , la legitimidad de la separación de Cataluña respecto al resto de España viene amparada, socialmente, por el sentimiento místico de ser una nación, y específicamente, por contar con el apoyo, también por mayoría simple, de los miembros de la Cámara local.

Para consumar la ruptura, con mimbres tan precarios, confían Puigdemont y el nuevo Tripartito que le sostiene, en el resultado de un referéndum, que, según ha anunciado informalmente, convocará para el 1 de octubre de 2017, y en el que se preguntará a la ciudadanía regional: “¿Quiere Vd. que Cataluña sea un Estado independiente con forma de República?”. La consulta se hará en los tres idiomas oficiales de la Generalitat, a saber, el español, el catalán, y el araneo.

Los distintos analistas que han abordado la cuestión separatista, lo han hecho utilizando un lenguaje que podríamos calificar de técnico-jurídico, posicionándose a favor o en contra de la consulta,  entre el hipotético derecho de las minorías a decidir su secesión del territorio común cuando, en su área local, se encuentren en posición mayoritaria, y  la vigencia e inmovilidad de los pactos que rigen la convivencia social en democracia, mientras no se renegocien de acuerdo con las propias normas acordadas.

La contención verbal de ambas posiciones y, sobre todo, de los que se alinean con la posibilidad separatista, vienen impuestas, supongo, porque la pregunta implica abordar el tema muy delicado de una doble vulneración de la legalidad constitucional española: la ruptura de la unidad del Estado y la negación de la forma monárquica que se decidió en 1978 para la Jefatura de ese Estado.

La doble infracción, implica, pues, para los promotores e instigadores de la secesión, riesgo claro de procesamiento por aplicación de varios tipos penales e, incluso, debería significar la inmediata sustitución de las autoridades locales por el Estado garantista.

La cuestión no es baladí y, desde luego, no se resuelve con diálogo; no ahora, en que los dados de la suerte están echados. Ni siquiera parece posible calmar los ánimos separatistas con la oferta unilateral de concesiones económicas o proponiendo fórmulas de mayor libertad de actuación política, que surgieran de pronto de la chistera del gobierno central o del Parlamento estatal. Un parlamento que no tiene una posición firme, pues, junto a los grupúsculos regionalistas que apoyan la consulta y se atendrían a su resultado, se cuentan quienes están a favor de una consulta pero a la que no conceden carácter vinculante, sino solo informativo y, en fin, aquellos que niegan cualquier posibilidad de que se realice. Estos últimos son, en la actualidad, mayoría amplia de parlamentarios, aunque el magma sigue fluido.

Todos tenemos familia en Cataluña y , por tanto, disponemos de referencia directa de lo que se está cociendo allí. Las comparaciones son odiosas, pero el momento sociológico no parece diferente, en esencia, a la circunstancia compleja que permitió el apoyo aparentemente mayoritario de la población vasca a las actuaciones terroristas de ETA, de las que hoy todos abominan.

Entonces, se trataba de la contaminación de una teoría de peculiaridades étnicas e históricas (respetable, aunque acrónica) con la utopía de que la independencia permitiría vivir mejor, y la instalación del miedo a llevar al contraria a quienes defendían la postura secesionista, porque la publicidad de esa posición podría llamar la atención de quienes tenían armas que, como acabó siendo puesto de manifiesto, habían organizado una banda criminal que era un negocio, a cuyo amparo se extorsionaba, amedrentaba o mataba, en un régimen de terror despreciable, ilegal y antiético.

La posición separatista antiespañola del gobierno catalán y sus apoyos populares no cuenta con apoyo armado ni tampoco existe una vía de terror que la apoye. La cuestión se desarrolla -al menos, hasta ahora- en términos pacíficos, si bien, verbalmente, muy subidos de tono.

Para muchos catalanes y la inmensa mayoría de los españoles que viven fuera de Cataluña, el pretendido “yugo castellano” no existe. Esa afirmación desharía, por sí misma, el núcleo central de la argumentación secesionista. Sin embargo, como sucedió en el País Vasco, ya no parece posible conversar tranquilamente, de forma abierta, con quienes viven en Cataluña sobre la cuestión. Los argumentos no son ya ni económicos, ni históricos, ni, por supuesto, legales. Son temperamentales.

Se repiten esquemas finalistas, sintéticos, en los que, por parte de los defensores de la separación, tanto nacidos catalanes como residentes advenedizos -venidos de otras regiones o del extranjero-, la independencia se ve con ventajas indiscutibles . Frente a la cuantificación económica o social, se ha construido un memorial de agravios en el que parece haber tenido cabida, como eje directriz, la recuperación de un odio ancestral contra Castilla, magníficamente representado en su sintética estupidez con un “España/Madrid nos roba”, y alentado por figuras muy mediáticas (como Pep Guadiola, Laporta o Gérard Piqué).

El empresariado catalán ha sido, desde finales del XIX, muy activo y exitoso, utilizando perfectamente sus recursos y la capacidad de apoyo recíproco. Un ejemplo de emprendimiento español, aunque otras regiones también han generado y generan grandes empresarios. Consecuencia de ese trabajo y del aprovechamiento de las ventajas diferenciales, Cataluña tiene hoy una renta per cápita (datos de 2016, equipo económico de El Mundo, publicados el 11.05.2017) de 28.590 euros, frente a una media nacional de 23.970 euros.

Pero las demás regiones no están pobladas por incompetentes. La diversidad natural, ha provocado que España no sea un territorio económicamente homogéneo. Puede hablarse de una concentración de rentas en Madrid (32.723 euros) y en el Nordeste (País Vasco, Navarra, La Rioja, Cataluña y Baleares), frente a una España pobre. El resto de las regiones, tienen una renta inferior o muy inferior a la media y bastante distante de las regiones afortunadas. El abanico de los menos favorecidos va desde los 16.369 euros de Extremadura a los 22.649 euros de Castilla-León. ¿Cataluña, Madrid o el País Vasco les roban?

En fin, no veo ninguna necesidad de esperar al choque de trenes, y sí  la oportunidad de ofrecer una vía de escape a la plataforma independentista. No se me ocurre nada mejor que declarar obligatoria la contestación al referéndum para todos los residentes catalanes mayores de 18 años, y admitir el carácter vinculante del resultado. Porque la otra maximalista opción sería aplicar la fuerza, declarar ilegal e inconstitucional el referéndum (¡ya!) y encarcelar a Puigdemont y demás componentes del gobierno separatista si persisten en su actitud, llegando incluso a declarar el estado de excepción en Cataluña. Pero…si no se está dispuesto a llevarla a cabo, ¿para qué cacarearla?

Mejor, admitir que haya referéndum, indicar que solo será válida la hipotética voluntad de secesión si consiguiera las dos terceras partes de votos afirmativos y, eso sí, obligar a que voten todos los residentes catalanes mayores de edad (o, en todo caso, con derecho a voto).

La aprobación de esta singular salida, exige, claro está, el apoyo del proceso por mayoría muy cualificada de la cámara. Y no veo necesario modificar la Constitución a priori, dado que no le concedo la mínima viabilidad a la opción separatista y republicana. Tenemos, colectivamente, asuntos más graves y urgentes que atender a un puñado de políticos separatistas que prefieren encubrir sus miserias ideológicas con el paño de un nacionalismo trasnochado.
________________________________________
(1) Como se recordará, aupado en 2006 al cargo de Molt Honorable President por el apoyo del PSC, después de varios enfrentamientos extraparlamentarios entre las facciones políticas catalanas. La capacidad de Mas para defender al hoy descubierto como un mafioso catalanista, Jordi Pujol, insultando gravemente, como nuevo líder de CiU en 2004, al tripartito PSC-ERC e ICV-EUiA, sirve también para caracterizar a un personaje polivalente.

(2) El ave que fotografié en Madrid Río la semana pasada, solitaria y veloz, no me resulta de fácil identificación. Tiene el capirote negro de los charranes, charrancitos, fumareles y pagazas, pero me inclino a identificarlo, por su tamaño, tratarse de un individuo aislado, y su pico corto, grueso y rojoscuro como un fumarel cariblanco /Chlidonias hybrida), con plumaje de transición de invierno a verano (plateado pálido).

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Cataluña, Puigdemont, secesión, separatismo

Se enroca Torres, Puigdemont se afila

11 enero, 2016 By amarias 1 comentario

Cuenta Amin Maaluf en Orígenes (Alianza Editorial, 2004) que el abuelo del protagonista recibió una misiva de un hermano que había emigrado a Cuba, con sus cuatro esquinas quemadas, como señal de la extrema urgencia con la que necesitaba su ayuda.

Si el lector consigue apartarse del sopor colectivo, que encuentro aderezado con medidas dosis de complacencia respecto a la situación que está viviendo en España, seguramente compartirá conmigo que el juego que estamos librando en el país es muy arriesgado y que tenemos las cuatro esquinas del tablero ardiendo, y arreciando el viento.

No faltan motivos para serias preocupaciones. Con un gobierno en funciones que ha probado su incapacidad para ilusionar, no ya al votante, sino a los poderes económicos; con una facción separatista que ha secuestrado el poder legítimo de la región más industriosa del país (al menos, hasta hace algunos años) anunciando que empieza un proceso de independencia contra ley y mayorías; con la jefatura del Estado amenazada por recios embates republicanos, animada también por los oscuros comportamientos de varios significados miembros de la realeza; con una dispersión injustificable de los partidos que podrían formar gobiernos progresistas y se dedican a presentar oposición entre ellos mismos…

Lo enunciado sería suficiente para reclamar la máxima atención de quienes tienen alguna capacidad para enderezar el rumbo de las cosas, pero a estas cuestiones relativamente generales, se añaden otras específicas, más urgentes, por ser menos filosóficas: la ausencia de una recuperación económica tangible, que actuara de vehículo veraz para la generación de empleo (y evitara la destrucción del existente); el riesgo de quiebra de la seguridad social y de las prestaciones asistenciales -enseñanza y sanidad, como más significativas-, por la descompensación grave de ingresos y gastos y el deterioro de calidad; la pérdida creciente de credibilidad de las instituciones, que envenena desde la Banca hasta la misma Administración de Justicia; etc.

Este concreto mes de enero viene ya muy caliente.

El 11 de enero de 2016, España ha visto el comienzo del proceso penal por el llamado caso Noos, que ha sentado en el banquillo de los investigados/imputados a la infanta real Da. Cristina y a su esposo D. Iñaki Urdangarin, ex duques de Palma.

Ayer, 70 diputados de la Generalitat hicieron President a Carles Puigdemont, en una votación en la que creí ver rostros de burla entre los que lo apoyaron, como si estuvieran tratando algo cómico. Por cierto, los portavoces de los partidos opositores se limitaron a criticar el contubernio que convirtió al alcalde de Girona en portavoz forzado de la causa independentista, sin preocuparse de trazar un mínimo programa alternativo, desaprovechando que el resto de España estaba atento a lo que se cocía en Cataluña, y dejando a los alfiles Mas y Puigdemont rodearse de peones, con las otras piezas que forman el elenco de presagios negros aún enmascaradas.

Son demasiadas emociones.

En el Objetivo de la Sexta, ayer también, Ana Pastor entrevistaba al ex socio de Urdangarin en las empresas por las que se les acusa de falsedad, evasión de impuestos, malversación y otras lindezas, y pudimos ver a un seguro y recio Diego Torres defendiendo las actuaciones, no ya la suya propia, sino también la de su socio, como impecables, tanto en lo fiscal como en lo económico, afirmando que era supervisada y controlada ¡quincenalmente! por asesores de la Casa Real. Más sorprendente aún resultaba el empecinamiento con el que reiteró varias veces que el juez instructor, el confeso podemista Castro, recogió en su Auto de instrucción datos falsos, ocultó documentos irrefutables e introdujo apreciaciones personales sobre hechos no probados.

Quise ver en ello la mano de Miquel Roca, preparando la desimputación de la infanta y coordinando la defensa de Torres y del -permítaseme la licencia- caballo de carga Urdangarin, enrocando posiciones con el  propósito de defender la Monarquía, amenazada seriamente por las negras intenciones de los antisistema, que van desde los republicanos irredentos a los anticapitalistas confesos o a los antieuropeístas rampantes.

Lo que no puedo entender es qué hacemos los del pueblo llano jugando esta partida, con nuestros peones vencidos, doblados o demasiado adelantados, y en la que el único resultado posible sería perder parte de lo que ya teníamos.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: alfil, Diego Torres, Generalitat, Infanta Cristina, juez Castro, Miquel Roca, Noos, Puigdemont, urdangarín

On va? D’on ve Catalunya?

9 enero, 2016 By amarias Deja un comentario

Hoy, 9 de enero de 2016, quienes desde Cataluña apoyan la separación de su territorio respecto al resto de España, en una actuación al margen de la Constitución y de las leyes, ven más cerca la consecución de esa independencia. En una operación en la que es imposible no ver la mano conductista del desprecio a las instituciones del Estado español, y a punto de terminar el plazo para votar el President de la Generalitat, se comunicó haberse logrado un pacto por el que el actual alcalde de Girona, Carles Puigdemont, obtendrá el número mínimo de apoyos para su investidura.

La comunicación puede que haya cogido por sorpresa a algunos, aunque desde que la CUP realizó una votación vinculante, cuyo resultado fue difundido el día 28 de diciembre (festividad de los Santos Inocentes), por la que 1515 compromisarios votaron a favor y un  número idéntico en contra, de apoyar al candidato Artur Mas, -de la estrambótica plataforma Junts Pel Sí-, todas las opciones quedaban abiertas.

Cuando Antonio Baños, portavoz de la agrupación tenida por antisistema, licenciado en ciencias exactas, y difusor radiofónico, con Toni Garrido, de los recovecos mágicos de las matemáticas, explicó el resultado, atribuyéndolo a que “la aritmética es diabólica”, las probabilidades y la estadística descendieron a las profundidades tenebrosas donde reina Plutón, que, con solo ponerse el casco que le regalaron las Cíclopes, tiene la facultad de hacerse invisible a su antojo.

No dudo, pues, que mañana, a las cinco de la tarde, con la atención del resto de España (aún) puesto sobre el Parlament, Puigdemont pasará a ser Honorable y Mas, mártir del independentismo. Y no faltará quién, recordando el brete en el que se vio metido Felipe IV, allá por 1640, y cuya resolución fue confiada al Conde Duque de Olivares, lamente, una vez más, que el valido hubiera mandado concentrar las fuerzas militares en defender Cataluña contra los franceses, en lugar de dedicarse a sofocar la revuelta portuguesa, con lo que ahora tendríamos una Iberia más homogénea y los catalanes estarían negociando la salida de Francia, apoyándose, cómo no, en la revuelta de los Segadores.

Como se me da mal llevar la ironía hacia el sarcasmo, me detengo ahí, para expresar que el movimiento de ficha de la extraña familia de independentistas catalanes, obliga a jugar más fuerte de lo que se había tal vez imaginado, en este lado del tablero (que, en realidad, debiera ser, el de la Banca, en sentido real y figurado). Me parece que lo que hay que poner sobre la mesa desde la acción constitucional es un pacto de Gobierno que reúna al PP, PSOE y Ciudadanos (y los demás que quieran unirse), con un programa concreto que suponga una reforma constitucional en plazo corto, que nos alivie, para siempre, o al menos, por un buen período, de estos furores separatistas que les dan a algunos políticos catalanes cuando creen llegada su oportunidad de ocupar un hueco en los libros de Historia.

Companys, lo tuvo, desde luego. Sin llegar a tanto sacrificio, convendría dejar a Mas un par de líneas y concentrarse en generar cuanto antes una alianza de interlocución fuerte con el Gobierno catalán, para enterarse de una vez, si van, o vienen. Que, por cierto, distinguir entre un verbo y otro es dificultad que, aunque suele endosarse a la capacidad de los gallegos para disimular por dónde andan, es genuinamente catalana. Aquellos que han tenido que desentrañar si un catalán nos invita a ir a su casa o vendrá a la nuestra, sabrán de lo que hablo.

 

 

Publicado en: Actualidad, Política, Sociedad Etiquetado como: Artur Mas, autonomía, Catalunya, Companys, futuro, gobierno, independencia, Puigdemont

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