Al socaire

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Por qué en Catalunya: Séptima entrega. Final

5 noviembre, 2017 By amarias 1 comentario

Termino esta serie de comentarios, en los que pretendí ofrecer una visión personal aunque no mediatizada por nada ni por nadie, de la grave situación que se ha generado en Catalunya. Pongo punto final, no porque se haya llegado a una solución ni porque se atisbe ésta siquiera. Lo hago porque, sencillamente, no quiero aparecer involucrado en la escalada de desencuentros y descalificaciones que, lejos de utilizar pasarelas ideológicas que posibiliten diálogo y acuerdos, se empecina en profundizar en irrelevantes diferencias, y estériles, por inapropiados a este momento, enfoques de la cuestión.

Qué situación de charanga y pandereta en un contexto que demanda tanta seriedad y solvencia. El ex president Puigdemont, y cuatro de los ex consellers de su Gobierno, fugados a Bélgica, se encontraban, al principio del día de hoy, 5 de noviembre de 2017, en busca y captura. A esta hora de la tarde, circulaba el rumor (convertido luego en realidad) de que se habían presentado ante un juez de guardia belga, dispuestos a empezar la resistencia procesal a la extradición para ser juzgados en España, lo que podría dilatarse varios meses.

El magistrado belga los dejó en libertad, con la única imposición de que deben permanecer en el territorio belga. Un galimatías procesal, una increíble internalización de un conflicto nacional en el que tantas empresas y familias están perdiendo poder adquisitivo y esperanza de futuro. Puigdemont anunció, desde su refugio, que se propone presentarse a las elecciones del 21 de diciembre, convocadas como parte de la aplicación del art. 155 por el gobierno central. Mientras no se encuentre inhabilitado, podría, formalmente, aspirar a President. Cabe preguntarse: ¿Con un programa separatista, y para proclamación de una República catalana, aprovechando nuevamente una democracia en grado sumo tolerante y no inclusiva?

En prisión provisional se mantiene a los ocho consellers a los que el juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional considera con riesgo de fuga y con suficientes indicios de haber cometido delitos de sedición, malversación y rebelión, habiendo actuado, según todos los datos de que disponemos jueces y resto de la ciudadanía, de forma coordinada y premeditada, es decir, con dolo.

La perspectiva penal para estos encausados, los ahora aún prófugos o sustraídos a la acción de la justicia española y los miembros del Parlament que están llamados a declarar el próximo jueves, 9 de noviembre, es muy gris: en el más favorable de los casos, de confirmarse la imputación, estarán quince años en la cárcel. El futuro penal de los responsables de las Asociaciones populares ya encarcelados preventivamente, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, no tiene mejor cariz. Los partidarios que se movilizan en la calle pidiendo su liberación parecen estar deseando una amnistía, lo que es, además de improcedente, legalmente imposible, pues el Gobierno no puede interferir en las decisiones de la Justicia, sin quiebra del estado de Derecho.

Leo la opinión de algunos comentaristas que abogan por la salida del galimatías con base en la revisión constitucional, luego de un período de negociación y análisis entre los partidos, y siguiendo los trámites que prevé la actual Norma Suprema para su modificación, en el supuesto agravado de su modificación sustancial. No creo que esto sea la solución al problema que se ha creado en Catalunya, como no me parece admisible que el Estado de Derecho se doblegue ante la clara infracción de sus normas penales en la que han incurrido, a sabiendas, y con consciencia de los efectos que podrían causar con su actitud, los representantes de los partidos separatistas.

Estamos, pues, en una encrucijada de la que solo se podrá salir con serenidad, tiempo, y con el fortalecimiento de los cauces de representación de la sociedad civil pacífica, constructiva, seria. En este país que ha sido modelo en tantas ocasiones de tolerancia, de solidaridad, no debería ser difícil si se encontraran -y han de surgir, y lo antes posible- líderes convincentes. Porque solo los intolerantes, los fanáticos, los inconscientes, pueden tener interés en reabrir heridas por las que surgiría, como un fantasma redivivo, el espectro de la guerra civil y el desentendimiento entre españoles.

He escrito estas notas desde el inconmovible afecto a la unidad de España, con la convicción de que el mapa regional está confeccionado con grandes desequilibrios que imposibilitan la consecución de la igualdad en los parámetros de gestión de los servicios y, por tanto, sus resultados. Lo suscribo desde la constatación de graves despilfarros en nuestra Historia reciente, en infraestructuras. en subvenciones y en la ejecución de los programas educativos, sobre todo. No es este, desde mi propia perspectiva, un análisis acabado y, muy seguramente, adolece de errores patentes a terceros.

Soy firme partidario del diálogo, del uso de la capacidad de convicción y de la prudencia en la toma de decisiones que no se sustenten en el conocimiento y, en su caso, no cuenten con el apoyo de las inmensas mayorías. El gobierno de Catalunya nos ha dado recientemente, ejemplo lamentable de lo contrario. No me duelen prendas en admitir que el gobierno de España no ha estado, en la tolerancia por el avance del proceso secesionista sin tomar medidas de contención, a la altura que demandaban las circunstancias.

Tiempo para restaurar la convivencia y hacer balance de los platos rotos. Urge cambiar los interlocutores por nuevos representantes que no estén ni cansados ni condicionados por sus actuaciones precedentes. La sociedad española, en la que está integrada la catalana, y la vasca, y la andaluza, y la gallega, y todas las ascendencias regionales que conforman la nación integradora de diferencias que es España, tiene ante sí un nuevo reto. En un momento económicamente delicado.

El bloque que pretende lograr la independencia para Cataluña agrupa a la burguesía y a la izquierda revolucionaria. Una combinación contra natura cuya solidaridad ocasional trae males presagios. La superación del dislate sin más daño abrirá la puerta a un futuro mejor, a otro período de paz social y desarrollo concertado. Apliquémonos al objetivo. Si alguien quiere quedar fuera, solo suya sea la culpa y no espere de nosotros el perdón.

FIN

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Porqué en Catalunya: Cuarta entrega

27 octubre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Escribo esta Cuarta entrega en un día que aparece como crucial para acelerar, ya que no el desenlace, sí la generación de un máximo de tensión en relación con la declaración de independencia de Cataluña por parte del actual Gobierno de la Generalitat.

Es la mañana del 27 de octubre de 2017, y todos los interesados en el tema que aún no se encuentren saturados por la escenificación del nivel de desencuentro entre las posiciones de ambos gobiernos (central y regional), han podido contemplar ayer lo que parece el último acto antes de la declaración de independencia por el Parlament catalán y la autorización de la aplicación del art. 155 en el Senado de la nación.

La cuestión, es pues, gravísima y no hace falta usar ni una pizca de imaginación para deducir que la salida a la misma no puede resultar ni previsible, ni pacífica, pues el timón de los acontecimientos ha sido trasladado a la calle. Las manifestaciones de los partidarios de la independencia, dirigidos y alentados en Cataluña por personajes con indudable relevancia mediática y carisma personal, han ocupado los espacios públicos (y la TV3), y los lemas se repiten machaconamente, pivotando sobre los términos Libertad, Democracia, Independencia del Estado español, República.

No hay opciones para la discusión parlamentaria ni para la modificación pacífica -es decir, legal, con base en las mayorías cualificadas imprescindibles, necesarias- de aquellos artículos de la actual Constitución española que pudieran ser objeto de revisión. En ningún caso, a tenor de las expresiones de intención de la mayoría de los españoles encuestados y de los partidos que representan la mayoría parlamentaria, esta modificación podría afectar a la forma de Estado (monarquía) ni a la unidad territorial (España es indivisible, reza la Norma Suprema).

Se podría hablar, pues, de modificaciones de  la Constitución actual, en relación, sobre todo, al modelo territorial y al reparto de competencias entgre el estadio Central y las regiones. Algunos, si nos correspondiera opinar con relevancia, defenderíamos la remodelación de las actuales regiones -demasiadas, y muy desiguales-, permitiendo la federación de Comunidades Autónomas, prohibida expresamente por el art. 145, o la agilización, al menos, de la posibilidad de acuerdos o convenios  entre ellas, sometida a la autorización de las Cortes Generales, en el apartado 2 del mismo artículo. El número óptimo de Autonomías o regiones, no debería superar a seis o siete.

Un asunto muy importante es la recuperación de la óptima gestión de los recursos, demoliendo o revisando con espíritu crítico -dimanante del interés general, hoy perdido en el limbo de los intereses partidistas y localistas- la cesión de competencias a las Autonomías. Enormes despilfarros, decisiones de inversión y gestión sin objetivo serio ni coherente, afectan hoy a todos los sectores básicos: enseñanza, comunicaciones, sanidad, etc.  Es imprescindible reconstruir un Estado central fuerte, en beneficio de todos.

Naturalmente, no tengo la menor idea de lo que va a pasar en concreto. Para mí, como para muchos, que vivimos la situación desde fuera de Catalunya, resulta inextricable el cosmos catalán en este momento, una madeja revuelta y enlodada. Seguramente, habrá disturbios importantes en las principales poblaciones catalanes. Con alta probabilidad, se disolverá el Parlament y se encausará a los cabecillas de la insurrección, quizá se detenga a algunos de los más significativos. Las revueltas callejeras producirán heridos, detenidos, y más tensión. Hasta que estalle.

¿Era esto necesario? En absoluto. ¿Tienen legitimidad suficiente los independentistas? Por supuesto que no. ¿Saben a dónde van? Lo dudo. ¿Causan un daño irreparable? Sí, lo han causado y aún lo provocarán en mayor grado, por su voluntad de persistir en el empeño secesionista hasta que la explosión de la situación en la calle, con víctimas directas y colaterales, les obligue a claudicar, y, ojalá, a preguntarse, qué hemos hecho.

¿Por qué en Catalunya? Se ha dado, de forma excepcional, atípica en relación con el momento que se vive en las democracias occidentales, de la connivencia entre dos facciones socio-políticas habitualmente enfrentadas: a) la burguesía medio-alta (proclive a apoyar, sin convicción ideológica, por pura intuición de lo que resultaría mejor para ella, a los analistas  teóricos y aficionados que, en momentos de crisis, critican, sin ofrecer soluciones, cuanto dimane del sistema oficial, y en la que figuran como exponentes cualificados muchos funcionarios, seguidos a ciegas por pensionistas, rentistas y parados)  y b) la izquierda revolucionaria, atenta siempre a movilizar a los descontentos y oprimidos por el sistema dominante, y en la que militan, a la búsqueda de protagonismo, profesores universitarios, licenciados en paro, ecolojetas, visionarios, ilusos, y, por supuesto, por necesidad o convicción, todos cuantos sufren la marginación laboral y personal, que son, desgraciadamente, millones de personas en este momento de crisis (más de 5 millones).

Si, además, sumamos a) la corrupción destapada y puesta a la amplia luz de la sociedad y, en parte, de la justicia, de algunos políticos, empresarios y funcionarios, cuyo máximo exponente es precisamente el actual partido en el gobierno central ; b) la necesidad perentoria de ocultar la pésima gestión y la incuria de no pocos dirigentes catalanes y sus antecesores, incluso como Presidente de la Generalitat o consellers, c) el atractivo para muchos jóvenes sin ocupación de salir a la calle para protestar sobre cualquier cosa y quemar adrenalina (ya que no solo en los campos de fútbol, dándose porrazos con afectos (?) a otros clubes, o contra las fuerzas del orden,  d) la simpatía propia de un modelo de independencia (liberación del yugo opresor) vendido como solución y no como problema desde las instituciones y media locales y e) la presión del vecino, del colega, y de agentes de movilización experimentados y sin especiales escrúpulos para infringir el orden y las leyes…¿qué tenemos?

La destrucción de la armonía, la implantación del caos por un período de tiempo, el triunfo de los depredadores, a costa de los catalanes y del resto de los españoles.

 

 

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Porqué en Catalunya: Tercera entrega

26 octubre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Se puede argumentar de muy diversas maneras contra la voluntad independentista del  actual Gobierno de Cataluña, secundada por un porcentaje significativo de catalanes (entendiendo por tales, salvo mejor información censal, los ciudadanos que tienen su actual residencia en la región). Porque, en este escenario de confusión que se ha ido dibujando con precisión de ludópatas, tampoco está bien definido qué significado práctico atribuir al térmico “catalán”, ya que los impulsores del separatismo pretenden que sea ésta una esencia inclusiva de la nacionalidad española, pero excluyente, por lo que no podría ser participada por los demás españoles. Se sería catalán y español pero los españoles no catalanes no tendrían acceso a esa doble nacionalidad.

Si evitamos recurrir a la descalcificación frontal por enajenación colectiva o espejismo ideológico, podría aceptarse como argumento en contrario (sin que ello signifique que se comprenda) que, para esos independentistas potenciales, la idea de separarse del resto de España tiene el atractivo de creer que podrían organizarse mejor, aprovechar con mayor eficacia sus recursos y mejorarían, en fin, su capacidad de maniobra frente a las crisis y su respuesta adaptativa frente al futuro.

Los defensores de la imposibilidad de la separación de Catyalunya, argumentan, fundamentalmente, desde la Ley, el respeto y lealtad institucional, que serían quebrados (lo han sido ya, en realidad) si se incumple la Constitución que expresa, sin ambages, la unidad indivisible del Estado español y su forma de Estado, la Monarquía.

El argumentario antiseparatista se robustece también con previsiones respecto al escenario catastrófico que viviría una Cataluña independiente, contrastando así con la visión idílica de los actuales representantes de las institucones catalanes, algunos historiadores y economistas que ven en un futuro independiente una Arcadia feliz y la liberación del yugo insostenible de una España antidemócrata, represiva, retrógada.

Tienen los independentistas, en alguna parte, razón. El tamaño no debería importar. Ni el territorio, ni la población, o las magnitudes económicos cobran importancia real, por comparación con lo existente. Se encuentran, en el mundo, Estados muy pequeños, algunos por pura conveniencia de las potencias o por caprichos de la Historia y residuo de viejas confrontaciones bélicas. Se ha hecho notar por los historiadores y geógrafos que casi la mitad e los 194 Estados actuales se generaron en el siglo XX. Es decir, no se puede argüir que los Estados son producto de la consolidación de antiguos momentos de exaltación nacional.

Algunos Estados pequeños pertenecen a la Unión Europea, y encajan en el modelo de democracias modernas y estados amigos. Tampoco en este sentido Catalunya independiente puede ser objetable. Malta y Chipre son el ejemplo -rayano en lo ridículo, aunque defendido con orgullo por sus afectados- de Estados diminutos cuyos representantes se sientan con los demás miembros de esa reunión de comerciantes con ilusiones de obtener mayor grandeza. Entre los Estados que componen actualmente la Unión Europea, se incluyen diezpaíses con menor población y territorio que Cataluña.

Los independentistas (y también, algunos teóricos del desarrollo económico), suelen tomar el modelo/ejemplo de Dinamarca.Con un a renta per cápita de 48.400 dólares es un ejemplo atractivo de Estado de medio tamaño que ha sabido utilizar su situación privilegiada ente los grandes, su alto nivel formativo y las capacidades comerciales de sus instituciones públicas y privadas para consolidarse como un Estado próspero yejemplar.

Los separatistas catalanes desean que la Catalunya independiente sea una República. En eso, se separan de la tradición española y del país envidiado (Dinamarca), que son Monarquías. No parece encontrarse en la forma de Estado la raíz sustancial para obtener el  máximo fruto de la actividad económica y social. En este momento, en España, tenemos un monarca muy bien formado, con prestigio internacional, que mejora con amplia ventaja las opciones de sus alternativas no coronadas, tanto en la región catalana como en toda España. Podrá ser opinable, pero, como republicano, me permito repetir esta apreciación una vez más, sin que me duelan prendas.

(continaurá)

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Porqué en Catalunya: Segunda entrega

22 octubre, 2017 By amarias 1 comentario

Si admitimos como principio que no existen “pueblos elegidos”, ni razas genéticamente superiores, e incorporamos a nuestro razonamiento, como catalizadores activos, las ideas de solidaridad, necesidad de progreso compartido, igualdad de oportunidades, con la garantía de un marco legal que regule la convivencia, los impulsos revolucionarios tienen un campo de viabilidad limitado.

Especialmente, aquellos movimientos separatistas que defiendan la separación de un grupo de la sociedad a la que, hasta entonces, han pertenecido.  En mi opinión, la voluntad de segregación solo cobraría sentido si se tratara de un grupo étnico, raza o clase social oprimidos, vejados o sojuzgados por quienes detentan el poder.

Es evidente que la situación de explotación por la administración central no se da en Cataluña. Todos los argumentos que pretenden justificar el separatismo pueden aparecer como legítimos en cuanto expresión de una opinión peculiar -en la línea de respeto a cualquier elucubración en asuntos no dogmáticos-, pero, desde la perspectiva de la realidad  no adulterada a voluntad, son falsos.

Porque ni en España, ni, obviamente, en Cataluña, falta democracia -nos encontramos, como está reconocido por todos los Estados con democracias avanzadas, en el núcleo de cabeza de respeto a los derechos-, ni se roba ni a robado a los catalanes desde la Administración central (aunque sí parece demostrable que algunos personajes que han detentado poderes en las instituciones catalanas se han aprovechado de su situación de privilegio), ni hay represión sobre ese área ejercida desde el Estado central u otras instancias de la Administración pública, porque la aplicación de los instrumentos del Estado de derecho es la consecuencia natural de los pactos de convivencia.

Es decir, quienes incumplen la Ley, deben responder por su acción, y con especial atención a los incumplimientos de quienes están obligados a ser garantes . Por cuestiones de ejemplaridad, de coherencia, de respeto a la esencia de la convivencia.

Que elementos rupturistas de ese orden legal y constitucional se hayan afincado en parte de la población catalana, y que cuenten con el apoyo de partidos minoritarios con presencia en el conjunto del territorio, no debe servir de base para demostrar flaqueza en la defensa de esos principios. Son la base de la convivencia. Es cierto que los pactos que regulan esa convivencia podrían cambiarse, pero no de cualquier forma y no desde las propias instituciones. Si una minoría o una proporción insuficiente de ciudadanos cambian esas reglas, sin contar con lo antes pactado y despreciando al resto, se estaría produciendo una revolución. Si los cambios se hacen desde el poder -no importa si hayan accedido legítimamente o no-, y perjudican a parte de la ciudadanía, buscando el beneficio de otros, es, desde luego, una posición dictatorial.

Especialmente lamentable de la situación catalana en este momento que nos ha tocado en la mala suerte de vivir a los pacíficos, es que, la postura del actual gobierno de la Generalidad y de sus apoyos revolucionarios, está provocando, además de la repulsión de la inmensa mayoría de españoles, la división entre catalanes. ¿Por qué ha sucedido así? Por la manipulación de los sentimientos, en una operación de años, de décadas, en la que se ha venido a demostrar, una vez más, que se puede contagiar a una multitud de la idea de que un marco nuevo, desconocido, mejorará su situación de partida. Y ante perspectivas tan halagüeñas, la ética y la deontología decaen,  los razonamientos matizados o la repulsa sucumben ante el pensamiento único que va imponiéndose, de una forma no persuasiva, sino coactiva.

La oposición, la simple discrepancia, queda sepultada por la presión de quienes detentan el poder (inicialmente legítimo, pero convertido en ilegítimo por su deriva antidemocrática, fascista, ilegal) y sus palmeros. Así fue con el nacismo, así es y serán con todos los movimientos de la Granja animal humana en que se impone el avasallamiento de una parte de la población por la otra.

Ocultar la fractura social, que se materializa en odios y descalificaciones recíprocas, es imposible en este momento. La convivencia entre catalanes, dado que se puede intuir que la sociedad catalana está, no solo dividida en dos mitades, sino que también se encuentran fracturadas las familias, se ha hecho muy difícil. Tendrán que sucederse generaciones, seguramente será dolorosamente “necesario”, como en toda revolución, que haya víctimas, para que se imponga nuevamente la calma de la razón común.

(continuará)

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Otras gentes: (5) Gentes del montón

30 agosto, 2017 By amarias Dejar un comentario

A pesar, o quizá por ello, de considerarnos especiales, de pretender como axioma que somos el centro de nuestro mínimo universo, la igualdad, monótona, anodina y cruel, se cierne sobre nuestra existencia, devorándola. Nacemos, consumimos nuestro tiempo en diminutas acciones sin la menor repercusión exterior, salvo para un círculo de familiares y amigos cuya dimensión trasladada a escala cósmica sería inmensamente ridícula, y morimos, desapareciendo para siempre, y en un somero instante, de la memoria colectiva.

Si emplazados en el Universo con nuestro bagaje mínimo, somos menos que una mota de polvo estelar, ubicados en el planeta Tierra y en este preciso instante, como seres vivos humanos, con capacidad para imaginar, sentir y crear, nuestra anomalía colectiva adquiere un encanto especial. ¿Qué significa tener consciencia de nuestra existencia, a qué conduce ser capaces de planificar, aún equivocándonos, el futuro?

Estas y otras preguntas similares han consumido muchas energías de gentes especiales, extraordinarias, que, a lo largo de los siglos, han aportado granitos de arena sobre nuestro desconocimiento global, poniendo alguna claridad en la noche de la supina ignorancia. Pero solo unos pocos, quizá apenas un par de miles de humanos, han superado en toda la historia de la Humanidad, el umbral de la oscuridad, iluminándola con la antorcha de su sabiduría, de su tenacidad, hasta que su luz se apagó para siempre, dejándonos alguna reflexión sobre la compleja personalidad del Universo en el que estamos realizando nuestra trayectoria como especie hacia un final aún desconocido.

Todos los demás, somos gentes del montón, sin nada extraordinario, tan parecidos a cualquier otro de los que llamamos oficialmente semejantes que bien podríamos considerarnos idénticos a ellos, como las moscas que importunan nuestro descanso, como vemos los pájaros cuyo nombre ignoramos y a cuyos detalles morfológicos o  diferentes cantos no prestamos la menor atención.

Gentes extraordinarias y gentes del montón compartimos la misma estructura química, que combina únicamente cuatro elementos: carbono, nitrógeno, hidrógeno y oxígeno, con solo cuatro radicales, que Watson y Crick en 1953 caracterizaron como adenina, guanina, citosina y timina. Con ese soporte químico tan básico, se construye la vida, se transmiten las características genéticas, se genera la genialidad o la vulgaridad; solo la combinación de cadenas de esos radicales, y las transformaciones químicas o físicas que presentan, diferencia a la mosca del mono, al científico del lerdo, al criminal del pacífico.

Ah, pero algo más sutil, aún por detectar, maravilloso y enigmático, provoca que esas bases nitrogenadas acumulen experiencia, sean capaces de transmitirse sensaciones, imaginar y transmitir ideas y elucubraciones. Se sabe que algunos individuos son geniales desde el nacimiento, por la afortunada combinación de radicales con información y estímulos previos. Se sabe también que esas estructuras genéticas son aptas, especialmente en el ser humano, para incorporar más datos, más información, sabiduría creativa.

Si pudiera formular un deseo de aplicación general, escribiría que mi sueño existencial es que, guiados por gentes excepcionales, la inmensa mayoría de los tipos del montón, nos concentremos en trazar los límites de nuestra ignorancia, venciéndola, al margen de ideologías, falsificaciones, y fantasias. Las herramientas para lograrlo me parecen, hoy como siempre, la formación, la investigación, el espíritu crítico, la solidaridad, el método, la confianza en la capacidad humana, …


Estos  tres gorriones comunes (passer domesticus) vuelan hacia el comedero, que les proporciona alimento fácil y abundante. Resultan indiferenciables, salvo para un observador interesado en analizar el comportamiento de estas aves en un entorno reducido. El ave del medio es un macho con plumaje de verano, el píleo gris, babero negro y  mejillas gris sombrío.

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Corto paseo por la Democracia, la Ética y la Ley

13 diciembre, 2013 By amarias2013 3 comentarios

Hemos estado oyendo durante años, de boca de quienes se decían nuestros representantes en las Administraciones públicas, amparados en que les habían votado unos cuantos ciudadanos, que eran demócratas convencidos.

Aunque no hubiéramos estudiado en las Facultades de Sociología y Políticas, sobreentendíamos que, quienes decían así, se manifestaban totalmente a favor de escuchar cuantas más opiniones, mejor, antes de tomar una decisión y que serían plenamente capaces de justificar ante la totalidad, especialmente ante aquellos que no les hubieran votado, el porqué habían elegido, de entre las diversas acciones posibles, una y no otra.

Por supuesto, como existía una norma general para actuar, aunque con muchas lagunas, que llamábamos Constitución, lo que nunca hubiéramos imaginado es que, siendo demócratas, fueran capaces de saltársela a la torera. Y si nos hubieran comentado que su conocimiento de lo público les serviría después para sacar más rendimiento desde lo privado, y no al revés, atajaríamos tal insensatez argumentando que ser demócrata es, también, ser honesto.

Desde muy niños, nos han educado para distinguir lo que está bien de lo que estaría mal. Incluso, nos han enseñado unas cuantas historias bastante curiosas en libros sagrados y algunas formas de dirigirse respetuosamente a los seres muy superiores, cuyo fundamento común, según entendimos, era que se debería respetar y amar al prójimo, ser solidario con él, ayudar a los que lo necesitaban y no aprovecharse de los estados de debilidad de los otros, ya que la fortuna es un regalo de los dioses que saben cómo controlar el azar, y premiarán en otra vida a los que no tuvieron su oportunidad en ésta.

Incluso los más escépticos de que todos estos relatos antiguos fueran un invento fantasioso de los hombres, reconocían que se podía encontrar en el interior del propio yo unas varillas sostenedoras de las guías de actuación que nos permitirían, en cualquier caso, dormir tranquilos, y que llamaron ética universal.

Nunca hubiéramos imaginado que algunos de quienes habíamos elegido para que cuidaran y rentabilizaran en beneficio común lo que era de todos, fueran capaces de detraer para su propio goce una parte de lo que les habíamos confiado.

Ya adultos, entendimos que, allí donde la voluntad colectiva de hacerlo lo mejor posible no bastaba para controlar las intenciones de algunos de hacerlo mal, debía actuar el imperio de la Ley. Esa primacía de lo legal era una manera algo rimbombante de expresar que tendríamos como garantía de que nadie malinterpretara los derechos propios y de los demás, a unos cuantos ciudadanos ejemplares que, sin intereses particulares prevalentes ni tendencias o amistades que les impidieran ser muy objetivos, dilucidarían entre quienes creían tener una razón mayor. Y confiábamos en que lo harían de una manera neutral, siguiendo la guía marcada por unos cuantos libros quasi-sagrados que recogían las normas de actuación y convivencia destilados durante siglos, los principios más universales, la ética, y, donde hiciera falta, la tradición y la costumbre, además de ser coherentes con lo que ellos mismos hubieran decidido antes.

Lo que no se nos habría pasado por la cabeza, si no hubiéramos perdido la inocencia infantil, es que algunos de esos jueces estuvieran atentos a sus preferencias políticas para retorcer la ley que deben aplicar, ni que, según quien fuera el juzgador predeterminado por la Ley pero deducido por complejos caminos de asignación digital o, en fin, según fuera el color con que se viera el caso en primera, segunda, tercera o enésima instancia, la razón del que se encuentra frente a la Justicia pudiera cambiar de traje, y que la independencia de algunos jueces no merezca ese calificativo, si se escarbase en sus trayectorias con la azada de la coherencia.

No me atrevo a sacar conclusiones, porque, después del repaso por lo que nos está sucediendo, y aunque es terrible que paguen justos por pecadores, me viene a la mente la frase terrible de los defensores del cuartel de Simancas, y, en verdad que en este caso no me importa la ideología: “Disparad sobre nosotros, porque el enemigo está dentro”.

Solo que no sé bien quien ha de disparar, y con qué balines.

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Que se jodan los pobres

3 diciembre, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

La capacidad de ver más allá de lo que se tiene delante de las propias narices, no está entre las virtudes humanas y, por eso, el privilegio o la carga de analizar las cuestiones con visión global pertenece al ámbito de unos pocos.

En este reconocimiento, la advertencia de que no se debe hacer a los otros lo que no desearías que te hicieran ellos a ti, es un principio que figura, con palabras más o menos rebuscadas, en todos los códigos que pretenden regular los comportamientos sociales.

Incluso las religiones -que ya se sabe que son mandatos de los hombres atribuidos a los dioses- recogen esta máxima, renunciando a otras que pudieran ser más complejas o más abstractas. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es el paradigma de la voluntad de incorporar a la esfera de los mandamientos de Dios lo que no es tan sencillo asumir, siendo tan simple: que formamos parte de un todo, y que lo individual -salvo anomalías- no tiene valor fuera de un círculo muy reducido.

¿Por qué es necesario elevar a norma legal, al código penal, a mandato divino castigado con las penas del infierno, lo que, según esa rama de la Filosofía tradicional que se llama Etica, sería un principio universal? Porque, si se estudia un poco la Historia, esa instrucción que llevaríamos impresa en el código genético, como casi todos los mamíferos, el respeto al otro se debilita rápidamente con la distancia. Distancia que puede ser física, desde luego, pero que también se fabrica con desprecios, muros, murallas, cuchillas, armas.

La teoría de la igualdad está muy bien en el papel, pero la práctica discurre por otros lados, y, por eso, existen las diferencias económicas, intelectuales y sociales.

Estamos dispuestos a considerar al otro como nuestro igual, pero no a todos: solo unos pocos. La mayoría de los otros no son merecedores de ser iguales a nosotros, tanto más cuando más ascendemos en la pirámide de la complacencia grupal. El otro tiene defectos: No es tan inteligente, ni tan hermoso (porque el canon de belleza es el nuestro), no proviene de nuestra cultura ni profesa nuestro credo, ni milita en nuestra facción. Valores que deben ser admitido sin rechistar, porque son los únicos verdaderos los de nuestro grupo.

Por eso, en lugar de ese principio general de la identidad con el otro, de comprender que es igual a nosotros y que lo único que cambian son sus circunstancias, aplicamos el filtro de la exclusión: no tengo porque identificarme con su problema, porque su ámbito es diferente al mío y, seguramente no haber sabido -por su culpa- aprovechar las circunstancias que la vida le ha presentado, porque todo el mundo tiene su oportunidad.

Hasta aquí hemos llegado. En resumen: Que se jodan los pobres. Que se jodan los que no han tenido oportunidad de educarse mejor, los que han nacido en una tierra con menos recursos o mayor corrupción, los que no sienten el orgullo de ser ciudadanos de un gran país y pertenecer a su élite o aspirar a pertenecer a ella, los que nos son queridos por las divinidades y la naturaleza.

Satisfechos de todo el mundo, uníos. Porque, en realidad, necesitáis estar más unidos que nunca. La globalización os ha hecho una faena. Por eso debéis tener en cuenta, especialmente, otro principio, que es el de la precaución. Debéis ser muy precavidos. Cuanto más se abren las puertas del conocimiento global, de la comunicación sin fronteras, de la posibilidad de enjuiciar sin límites, sin normas preestablecidas por los que querrían que las conclusiones fueran las suyas, vuestros argumentos, y vuestras protecciones, corren serio peligro.

El principio de precaución, aplicado a las ciencias sociales, significaría que debéis estar atentos a abortar cualquier signo de descontento. Y, como es lógico, eliminar el descontento, cuando no se dispone de otros argumentos, en exterminar a los que protesten. Que se jodan, sí.

Quizá los satisfechos imaginan que llegará un momento, en que solo queden ellos como pobladores del mundo, y entonces se podrá aplicar, al fin, ese principio que se habrá vuelto un tanto raído, por falta de uso, de comportarse con los otros como lo harían consigo mismo.

No llegará, claro, ese final feliz si la forma de aumentar el porcentaje de satisfechos consiste en exterminar o ignorar, como si no existieran, a todos los pobres, a todos los que sufren, a todos los que no tienen trabajo, no disponen de acceso a la educación, a la sanidad. Por encima de la norma individual del respeto al próximo, tiene que prevalecer alguna norma de comportamiento social, que está impresa en la genética de esa estructura en la que se encaja la existencia del hombre.

Como ésta: La voluntad de la mayoría no debe ser interpretada jamás como lo que es óptimo para una comunidad. El óptimo en todo problema es siempre una solución que incorpora alguna forma de consenso. Como en cualquier problema de contorno, en el que los límites dependen de muchas variables, hay un espacio de viabilidad y el mayor valor de la función resultado se encuentra en el equilibrio de múltiples intereses, no en el beneficio de unos pocos.
—-
Nota. El título de este Comentario es una provocación. Iba a ponerlo entre interrogaciones, pero el mensaje no admite dudas. Lo lamentable es que haya gente que estén de acuerdo con un mensaje tan miserable, sin preocuparse por lo que significa.

Archivado en:Economía, Personal, Política, Sociedad Etiquetado con:amor, clan, código, cultura, derecho, diferencia económica, ética, ley, mandamiento, moralidad, pobre, pobreza, precaución, principio, reglamento

Boatos y beatos

19 marzo, 2013 By amarias2013 2 comentarios

La vistosa magnificencia de los actos ceremoniales vinculados tanto a la dimisión del Papa Benedicto XVI como a la posterior elección del Papa Francisco, con ese incalificable de otro modo que como estupendo espectáculo, ha puesto de manifiesto la importancia del boato.

No es imaginable que ese momento hubiera despertado la misma admiración, alcanzado su gran difusión y merecido tal expectante y florido análisis de silencios, paseos, humos, gestos, escarapelas, tocados e incluso pasiones, si no estuviera soportado por un cuidado juego de colores, correcta dirección escénica de los pausados ritmos, sapiencia estricta acerca de las liturgias precisas y seguro dominio de las fórmulas de locución y apoyos gestuales, tanto en la lengua muerta latina como en su hija viva, consagrada  como idioma universal por los pontífices de la fe católica, el italiano.

¿Suponer a un Papa elegido en un cónclave de remoto lugar, convocando a conjurados para cambiar el orden mundial, sin más auxilio que la fuerza de sus ejemplos y el apoyo de los fieles a la ética universal, portador él mismo de serias dudas sobre las verdades reveladas y de su papel como intemediario frente a los altos espíritus, crítico con el comportamiento licencioso de alguno de los suyos, amenazado por ellos,  y aún más perseguido por muchos de los jerifaltes terrenales debido a su implacable verbo?

No, claro. El boato es imprescindible. Sin boatos, no hay beatos. Y sin beatos, las farmacias espirituales deberían colocar el fatídico letrero de “no hay atutía”.(1)

—-

(1) “No hay atutía” (que revertió en el lenguaje popular, y así se utiliza hoy en día, como “no hay tu tía”, indicaba que en una farmacia se había agotado la atutía, un polvo utilizado como unguento básico en algunas pócimas para dolencias oculares.

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El Club de la Tragedia: Entre el status quo y rebus sic stantibus

12 febrero, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Intuyo que al lector le sucederá como a mí: hay mucho ruido y no se puede trabajar tranquilo.

Trata uno de concentrarse en la mejor manera de sacar alguno de los temas pendientes adelante y, de pronto, le interrumpe el estruendo de alguien que lanza un petardo en la calle de las ideas de reforma pacífica. Por las noches, las comunidades de Malpensantes y Acertaréis organizan fiestas multitudinarias en el barrio, en las que se reparten gratis bocadillos de destrozos y se bebe sangre fresca de incautos y malditos. Han soltado animales salvajes sobre los parterres de pensamientos bientencionados que las autoridades acababan de plantar con nuestros dineros.

Imposible no dejar de pensar qué habrá pasado con los antiguos colegas de tertulia, respetados vecinos del ideario voluntarista y de las cruzadas por la economía global, que tomaban café dejando siempre un último sorbo como señal para que el camarero no les retirase la taza de la mesa. En el espacio que ocupábamos, unos energúmenos con permiso caducado se han puesto a trabajar con sierras metálicas, seccionando sin encomendarse a dios ni al diablo varias vigas constitucionales, empeñados en hacer una reforma social total, que pagarán, según dicen, con creces, futuras generaciones.

Cada día se produce el estallido de alguna verdad de las que teníamos apuntaladas -hay que reconocerlo- con acuerdos de fantasía, pero el conjunto resistía y bajo ellas se cobijaban cientos de miles de familias. Como esos edificios muy viejos de los cascos antiguos de las ciudades, que se apoyan unos en otros sin caerse, como han hecho durante siglos, hasta que un constructor moderno, con planos de arquitecto y cálculos precisos de estructuras con medios informáticos, toca un solo ladrillo del solar vecino, y se vienen abajo, rindiéndose de pronto a la evidencia de que no les correspondía estar en pie, que su correcta posición es la de desplomados en el suelo.

Los abogados recurrimos de vez en cuando al argumento que recoge la expresión latina rebus sic stantibus (“mientras permanezcan asi las cosas”), para expresar que, si no se modifican -sustancialmente, habría que precisar- los elementos de la situación actual, se mantiene la validez de lo expresado en el contrato o en la exposición razonada.

Está también el respeto debido al status quo, que es la situación actual que presupone, por su propia existencia, la existencia de un equilibrio, algo admitido por todos, al menos, hasta ahí.

Pues bien: aunque tengo la cabeza inflada de las interferencias provocadas por este tropel de malas noticias que se lanzan continuamente, como langostas de una plaga bíblica, contra mis ventanas de doble cristal, me parece que, obcecados por lo que puede ser mejor, estamos olvidando que el status quo del que partíamos hace apenas un par de años no era malo.

Si pudiéramos recuperar aquella posición, y trabajar rebus sic stantibus, podríamos detenernos a razonar qué es lo que de verdad, queremos hacer con nuestras vidas, decidiendo lo que deseamos cambiar, lo que hay que tirar y, sobre todo, cómo nos planteamos construirlo.

Antes de que sea demasiado tarde.

Archivado en:Derecho, Sociedad Etiquetado con:calma, camarero, Constitución, ética, protestas, rebus sic stantibus, reforma, responsabilidad, revisión, ruido, status quo

Esto no es una salida

4 febrero, 2013 By amarias2013 2 comentarios

Con esta frase termina American Psycho, la novela que confirmó a Bret Easton Ellis como un peligroso activista intelectual y elevó a Patrick Bateman, su creación literaria, a los altares de la desfachatez social.

Cuando, a primeras horas de la mañana del 3 de febrero de 2013, un sonriente González Pons, portavoz del Partido Popular, se entregaba a recoger dardos como quien cosecha flores y sembraba dudas en campos ajenos como si el suyo fueran los jardines del Generalife,  todo ello con la dedicación profesional que se deriva de su amplia experiencia política, me acordé del cartel que Bret situaba en Harry´s, encima de una puerta oculta tras cortinas rojas, poniendo con ello la última nota de desolación sobre la imaginación del lector, atrapado cruelmente tras centenares de páginas por las andanzas sangrientas de Patrick, para quien todo lo que no perteneciera a su círculo selecto era, simplemente, un instrumento. “Esto no es una salida” (“This is not an exit”

González Pons representó, -desde luego, mucho mejor que Rajoy en la falsa conferencia de prensa que ofreció el Presidente ese mismo día y con más agallas que las que mostraron Cospedal y Santamaría-  el papel de quien está convencido de que no tiene nada que explicar a seres inferiores, aupado en su gallardía porque unos ridículos trapaceros no reconocen que hace un año la mayoría de los siervos de la gleba, conducidos a su pasaje por el arco electoral, lo convirtieron en el arco de triunfo de su partido, al hacerle el regalo incaducable de su confianza ciega. Y lo que da, Santa Rita, Rita, no se quita. Y al que se equivoca, pagar le toca.

Sin atender al letrero que la mayoría de los que lo escuchábamos, veíamos sobre la puerta bloqueada que González Pons señalaba indicándonos que la verdad estaba detrás de las cortinas, el portavoz del partido asediado se entregaba a la labor complaciente de convertir rotundas evidencias en débiles conjeturas, de responder a certeras preguntas con confusas interrogantes, de defender a los presuntos culpables acusando de conspiración a los que descubrieron sus huellas, adornando, al paso, de colores de incompetencia, rencor y vesania a los jueces, y atribuyendo el mismo pecado,  por si acaso, a los que exigieran expiación, justificación o castigo de quienes habían sido pillados con las manos metidas en una masa que no se cocía en el horno de los panes colectivos, sino en Paraísos fiscales, y abundando, para mayor confusión, en que no había manos, ni masa, ni documentos, ni testigos, sino solo la torva intención de los que perseguían.

El argumento de la  novela que estuvieron/están representando algunos de los responsables del Partido que gobierna España -seguro que no todos, por supuesto- es, en esencia, el mismo que dió pies a American Psycho, aunque los personajes principales no disfruten violando ni asesinando a sus víctimas.  Su gozo proviene solamente de sentirse superiores, gestionar como les apetezca lo público y lo privado según  intereses de los que no precisan dar cuenta, incólumes tras las caretas. La base de la diversión, queda protegida por su superior inteligencia, y el manejo impávido de las situaciones es la garantía de que la única condena que podrán tener, en el caso improbable de ser descubiertos e incluso si fueran juzgados, será dejar de hacer lo mismo por un tiempo, para volver a la carga algo más tarde.

Archivado en:Política, Sociedad Etiquetado con:Bárcenas, corrupción, ética, excusas, González Pons, indignados, papeles, Partido Popular, partido socialista, política, Rajoy, rueda de prensa

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