Archivo de junio 2014
Linkweak empresario
Incorporo hoy unas historietas del personaje que he creado hace unos cuantos años, para que no caiga en el olvido. Si el lector se encuentra por primera vez con él y quiere saber más, le invito a visitar mi antiguo blog “Alsocaire” (en blogia) y curiosear por los contenidos de la pestaña Linkweak. También pude optar por pedirme el libro de historietas completo, aunque no se lo aconsejo.
San Ivo, patrono de los abogados
El doce de junio de 2014 se celebra la festividad de san Ivo, patrono de los abogados españoles, junto a san Raimundo de Roquefort, santo Tomás Moro y el mismo Jesucristo. O sea, que por ese lado, vamos bien servidos de protección, los licenciados en derecho que ejercemos, en sus variadas formas, el espinoso oficio de dar forma jurídica a las razones de nuestro cliente frente a las que esgrime un colega desde el bancal de enfrente, defendiendo las del suyo, empeñados ambos en desbaratar las del otro sin piedad.
Parece que el tal Ivo fue merecedor del patronazgo, porque ejerció de abogado allá en el siglo XIII, escribió un decálogo con doce normas para uso y guía de los que pertenecían a su mismo gremio -alguna de ellas, obsoleta, en mi modesta opinión- y realizó el milagro de convencer a un ricachón que quería enchironar a un mendigo por haberle olido la comida (sic), haciendo que se contentase con olisquear la moneda que el santo pidió al pobre encausado.
Me inquieta, sobre todo, el epitafio que dicen que se encuentra en su tumba, en un cementerio bretón en el que puede leerse: “SANCTVS IVO ERAT BRITO/ ADVOCATUS ET NON LATRO/ RES MIRANDA POPULO”. (1) Resulta, por lo que se nos explica, que en aquellos tiempos de la baja edad media, los abogados tenían fama de ser ladronzuelos, y el santo varón destacaba por su virtud de hacer de juez y defensor de causas de los menos favorecidos, gratis et amore.
Trasladado a los momentos actuales que vive la abogacía, veo en esa leyenda una distonía formal (si se me acepta como antónimo de sintonía) con lo que nos sucede a los abogados en ejercicio. No, santo Dios, porque nos hayamos reconvertido en ladrones, sino porque hemos dejado de ser admirados por el pueblo, que nos ven como hostigadores de pendencias, más que como amigables componedores.
No pocas veces, acuden a nuestros bufetes, independientemente de que nos hallemos especializados en civil, penal, mercantil o administrativo, ánimos exaltados que nos invitan a pleitear contra otros, planteándonos demandas, querellas, denuncias y amenazas, por gentes que pretenden conocer más Derecho que Comprensión o Tolerancia.
Escarmentado, como todo letrado viejo, en el riesgo de confiar a otro -aunque sea más togado que un mariscal de campo y con más puñetas que la Princesa Garbanzo- el dirimir entre litigios, aconsejo a mis clientes que se pongan de acuerdo, antes de tirarse a matar en un foro judicial. Pierdo, con ello, minutas sustanciosas, pero gano mucho tiempo perdido en los pasillos y salas de justicia, además de ahorrarme explicaciones y disgustos. Porque, para que te den la razón, hay que tener argumentos, paciencia, y, sobre todo, dinero para aguantar los trámites justicieros hasta la última instancia, lo que no es privilegio, desde luego, de los pobres.
Santo Ivo, si exististe y están en los cielos, ilumínanos con tu perspicacia. A todos, no solamente a los que nos dedicamos a poner en papel, con apelación a sentencias, artículos de Código y hechos probados o probables, el derecho que asiste a los que confían en la Justicia en este mundo tan desorbitado.
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(1) Traducción: “San Ivo era bretón/ Abogado y no ladrón/ Cosa de maravillar para la gente”
De corbata
El Banco de Santander anuncia el final de la crisis económica española, del brazo de varias autoridades en el tema de vender optimismo, porque para eso les pagan: el ICEX, y varios miembros del Gobierno Regional de la Comunidad madrileña, la Directora General de Madrid Excelente, el Presidente de Avalmadrid, Consejeras, Decano de la EOI, etc.
Lo ha hecho en el marco de una Jornada que, celebrada el 11 de junio de 2014 tenía el apasionado título “Las pymes ante la nueva etapa de crecimiento”. La inauguración oficial duró hasta las 10 h20m, lo que redujo el tiempo disponible para la “conferencia magistral” de Rafael Pampillón, catedrático de la San Pablo CEU que, ante tan selecto auditorio (los inauguradores ya se habían ido), optó por dar unas cuantas pinceladas de lo mismo.
Había muchas, muchísimas, corbatas rojas en el auditorio que, como el lector conoce, es el distintivo corporativo de los trabajadores del Banco de Santander (cerca de mí, en el Salón de Actos, uno de ellos comentaba a su acompañante que también se había puesto calzoncillos de ese color, lo que ya no me consta que sea obligatorio).
Hace unos días, empleados de Tecnocasa me explicaron que la corbata verde era obligatoria para ellos, y yo, que presumo de pintar con fondo neoexpresionista, asocié a propaganda inmobiliaria la corbata de ese mismo color que llevaba, desde su abdicación, nuestro ciclotímico casi ex-rey (cuando esto escribo), D. Juan Carlos Primero de España y Nada de Alemania.
Vuelto a andar por do solía, agarré de las estanterías mi tesis sobre “Planteamiento de una estrategia industrial a partir de la experiencia reciente”, escrita en 1989, y releí las Conclusiones de la misma. Estaba dedicada a la situación de Asturias, pero tenía intención de valorar la aplicación de lo que allí decía al resto de España.
Me acometió una tristeza sobria, un penar de tono desasosegado. Decir aquí que todas las Conclusiones que extraía hace 25 años me parecen, hoy, completamente válidas, parecerá una agresión o una petulancia.
Pido perdón. Sobre todo, por apuntar aquí, en este blog que pretende ser tan serio, los temores y asechanzas que se me pusieron de corbata.
Demócratas e Hipócritas
“Marchaban los troyanos, semejantes/a ovejas de un rebaño numeroso/que en establo de rico ganadero/mientras de su blanca leche las ordeñan/balan y balan sin cesar si escuchan/la angustiada voz de sus corderos.”(1)
El asunto es tan viejo como el hombre en el mundo. Aquí tiene que haber, como en todo gremio, manada, rebaño o situación, alguien que dirija. Podrá ser el mejor, el más sabio, el más osado, o alguien que pasaba por ahí y fue confundido con enviado de los dioses. Lo importante es que sea aceptado por el grupo como el conductor de la grey.
Porque de esa forma, si el tropel de seguidores, dirigido de forma equivocada o por producto del azar, se despeña, cae en manos de las fieras, o se pierde en las selvas del acontecer, los que sobrevivan tendrán a quien echarle la culpa y, enterrando su memoria con anatemas y odios, no tardarán en olvidarse de lo que les pasó y cómo se les indujo a tal descalabro.
Por el contrario, si por haber acertado en la guía, o por producto del azar, las huestes encuentran la salida a sus males, venerarán al caudillo como un dios, le atribuirán aún más historias, batallas y victorias, y generarán con el paso del tiempo la leyenda que, trasmitida de padres a hijos por generaciones, acabará desdibujándose de tal modo, que no la reconocería ni el más avispado de los exégetas.
¿Tiene esto que ver con la democracia? Entiendo que sí, en especial para los que no creemos en ella. Ahora que está tan de moda confesarse como demócrata, por haber atribuido a la democracia la solución a todas las encrucijadas, reconocer que no se es de ese pelaje, merecerá la condena por perjuro, canalla, idólatra y egoísta pendenciero.
No me veo así, y por ello, me permito acusar, por mi parte, a los hipócritas que defienden la democracia en todos los momentos en que se deben tomar decisiones. Creo que el aforismo de “un hombre, un voto”, debe ser terriblemente matizado. No creo siquiera en esa apelación, de signo mágico, al supuesto de que “el pueblo nunca se equivoca”.
Podría citar miles de ejemplos en los que no sometería a referéndum una situación y otros cuantos en los que, si me aventurara a hacerlo, lo haría entre pertenecientes a grupos muy selectos. En técnica, en medicina, en economía, en sociología y… sí, incluso en política.
Pero este comentario es ya demasiado largo. Además, tenemos experiencia muy reciente del para qué nos ha servido. Y, o mucho me equivoco (y así lo desearía), o la aumentaremos a la vuelta de la esquina.
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(1) La Iliada, Homero, Libro IV, versión libre de este aprendiz, utilizando como base la estupenda traducción del griego de José Gómez Hermosilla, Librería de Perlado, Páez y C (1913)
Los mejores jinetes de Europa
Los tres máximos deseos de Joseph Schumpeter, ese economista tan citado que muy pocos han leído (incluidos licenciados en economía), en su juventud, habían sido, según él mismo dejó expresado: ser considerado el más diestro jinete de Europa, cotizarse como el más deseado amante de Austria y alcanzar el prestigio de mejor economista del mundo.
No fue Premio Nobel de Economía, porque aún no se había establecido ese galardón, pero fue maestro de varios premiados, y un devoto generoso de la escuela austríaca. No consta su éxito como mujeriego, aunque parece que estaba muy orgulloso de sus dotes amatorias. En cambio, como jinete creyó, a tenor de su valoración cuando no estaba para trotes, que había quien lo superaba.
Si Schumpeter tenía en mente algo más que los caballos, y quería indicar que había quien lo ganaba a eso de correr, apostaría que estaba pensando en los españoles. A correr, nunca nos ha ganado nadie. Y no solo con los caballos, las motos y los coches. A correr sin ton ni son, también. Siempre hemos tenido alguien que se lanzaba a la aventura, visionarios, rebeldes, levantiscos, espadones, utópicos.
Lamento decir que me están decepcionando a ritmo rampante los chicos de Podemos. De los políticos más experimentados, ya ni hablo, porque son pocos los que aprueban mi prueba del nueve. Pero alguien con carisma en las filas de los que creen Poder (y lo añoran) debería aconsejar calma a estos jóvenes que están defendiendo un mayo de 2014, y, como único artilugio, están proponiendo ponerlo todo patas arriba. Me he perdido y, francamente, no se a dónde quieren llegar, y, por supuesto, no sé cómo.
Hubo otro mayo (el de 1968, evidentemente), que sí tenía sentido. Había un modelo a seguir extraordinariamente atractivo. Los jóvenes franceses (como modelo más próximo) sabían lo que querían y, para los jóvenes españoles, ir detrás era simple y muy reconfortante. Muchos de sus mayores compartían y alentaban ese cambio: más libertad, más democracia, apertura internacional, más frescura institucional, etc.
Sabemos ahora que los jóvenes de Podemos están mal en matemáticas. No se les da eso de los números. Tampoco se les da bien lo de entender el mundo real, empapizados con enseñanzas académicas que dan bien el tipo en las aulas pero que no sirven para salir a la calle.
Siguen siendo muy agresivos en los planteamientos estrictamente económico-políticos y, en un panorama de crisis, corrupción y desánimo general, es lógico que encuentren algunas adhesiones. Pero a este mayo de 2014 les falta modelo concreto a imitar, y la improvisación nunca fue buena consejera. ¿Qué se va a hacer con esa República que preconizan? ¿Son de izquierdas o son solo chicos con martillos?.No querrán convertirnos en una república bolivariana, ¿verdad?
Por eso es de agradecer, en este momento y en este país, que se den prisa en aparecer rostros nuevos, creíbles, experimentados en la economía, las finanzas y…en la gestión de la polis, para que enderecen la vía por la que canalizar tanto descontento, y vuelvan a sus sitios a los jóvenes que, faltos de modelo real, quieren instaurar su prototipo de gabinete.
Que por ser los más rápidos jinetes de Europa en esto de andar acelerados, no nos van a dar ningún premio. Ni en Europa ni fuera de ella. Al contrario. Nos harán pedazos y se morirán de risa.
T-shirts para concienciar a los niños de que se juegan el futuro
Me crucé con un pequeño, acompañado de su madre, que llevaba una camiseta, perfectamente ajustada a su tamaño de personilla, con los colores de cierto equipo de fútbol (equipamiento principal) y el nombre de un jugador de esa disciplina deportiva en la espalda.
-¿Te llamas igual que el jugador? -le pregunté, fingiendo cara de sorpresa.
-No, claro -me contestó como quien responde a un loco de atar-. Me llamo Yónatan -(ruego se me disculpe si la grafía no es correcta).
La mamá me sonrió, evidentemente orgullosa de las incipientes habilidades de su retoño en el arte de controlar la pelota.
-Jonathan, -me dirigí a la madre, una joven a la que juzgué, inequívocamente, como universitaria con responsabilidades ejecutivas- ¿Como Jonathan Swift, el autor de los Viajes de Gulliver?.
-Ah, no. A mi marido no le gusta viajar. Es Yónatan, por el capitán de la selección nacional cuando el niño nació. Fue una premonición. Porque Yónatan juega muy bien al fútbol, ¿verdad, Yónatan?
Me disculpé ante la singular pareja de aficionados y me fui con un pensamiento en la cabeza. Es evidente que estos niños a quienes sus padres o familiares compran camisetas con nombres de futbolistas, están encaminando a sus retoños en una sola dirección, sean o no conscientes de la enseñanza que les transmiten. La sociedad, en su conjunto, crea el clima adecuado: los ídolos, los portadores de los valores de la tribu, los ejemplos a seguir, en comportamiento y actitudes, son estos atletas.
Me he puesto a dibujar camisetas con nombres de científicos, escritores, químicos, físicos, ingenieros, filósofos, economistas, juristas,…, “famosos”. (Pongo las comillas no sin rubor).
¿No habría alguna empresa seria, fundación o sociedad científicas interesadas en propagar el mensaje de que, si se quiere jugar en equipos con futuro, hay que tratar de emular a los Enmanuel, Maria, Jorge Juan, Isaac, René, Fedor, Paul, …?
Por supuesto, sean quienes sean los modelos elegidos, habrá que explicar a esos niños, además, que no pretendemos que los admiren por todo lo que hicieron, sino por algo concreto de lo que hicieron. Porque un modelo absoluto, solo existe en los cuentos de hadas.
Algo por lo que ilusionarse
“Por Dios, por la Patria y el Rey”, han sido históricamente los tres conceptos sublimes por los que merecía la pena luchar y morir, al menos en las cristianas belicosidades que formaban el mosaico europeo de nacionalidades.
Ese mensaje trascendente fue recogido, de una u otra forma, en no pocos himnos y cánticos, pero pocos alcanzaron la rotundidad con la que se recogió el patriotismo, la religiosidad y la devoción al monarca que creían más legitimado para gobernarlos, con los que los carlistas festejaban la victoria de Oriamendi 1837) sobre los cristinos. Por esa triada superior “lucharon” (en otras versiones, incluso se dice, “murieron”) “nuestros padres/ por Dios”, y “por la Patria y el Rey/lucharemos nosotros también”. (1)
Hasta en la guerra incivil española de 1936, un siglo más tarde, la arenga fue incorporada sin reparos por el bando sublevado -luego triunfador-, y luego sería cantado, no solo como himno de los requetés, en institutos y colegios de la postguerra por inocentes criaturas dirigidas sus voces por otras adultas nada inocuas (“Cueste lo que cueste/ se ha de conseguir/ que los boinas rojas/ entren en Madrid”… “defendiendo todos juntos la bandera de la santa Tradición”).
Tiene que ser decepcionante, si queda en nuestro convulso país alguien idealista, que esos tres conceptos no solo hayan caído en desuso como elemento inspirador de los ánimos y los cánticos, sino que hayan sido sustituidos por otros sin el menor misterio. Porque ni “la roja”, ni “Ronaldo”, ni “Shakira” ni “Beyoncé” (cito al azar) o cualquiera de esos ídolos de carnes y huesos que mueven el fervor de los jóvenes, tienen el encanto poético de un Dios omnipotente, una Patria ahíta de hazañas bélicas contra pérfidas albiones, califas malandrines o caudillos impíos.
Por no decir de un Rey, al que Dios salve, que represente el aglutinante, el liante pegamento que relacione las dos esencias anteriores, conectando la vulgaridad doliente con lo que es inalcanzable, abstracto, metafísico, poniendo poesía y magia de la buena a la monotonía de nuestras vidas.
Un grupo de jóvenes universitarios parece haber encontrado una vía de ilusión en las elecciones europeas de mayo de 2014. El análisis serio y ponderado, realizado por mentes sesudas, de lo que pretenden, ha revelado que su programa -o lo que fuera- es irrealizable, por costoso y por utópico.
No se han dado cuenta estos sensatos, que los símbolos que han movido a la humanidad son, justamente, intangibles, etéreos, inextricables. Lo que necesitamos es algo por lo que ilusionarnos. Cuanto más incomprensible e inexplicable, mejor.
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(1) Pertenecí durante cierto tiempo al grupo de chavales incompetentes (para entender de tradiciones) que creían incluso que ese era también el himno de las “tropas rojas” que querían volver a entrar en Madrid, después de haberlo perdido para la República, pues hasta tan punto se nos había teñido de rojo todo lo que no era franquista.
A mi me gusta la gaita que tenga fuelle de terciopelo
Hay una deliciosa canción popular que propongo se convierta en himno nacional. Su letra, en la que el cantor o cantora expresan sus gustos, con las variaciones que permita el ritmo (“a mi me gusta lo blanco”, “a mi me gusta lo nuevo”, “a mi me gusta lo guapo”…) se desarrolla perversamente con el deseo de que desaparezcan sus opuestos: lo negro, lo viejo, lo feo.
Después de ese repaso por los contrarios, ensalzando lo que a uno le gusta y expresando que se muera aquello que “no sea cosa buena”, el letrista concluye que “a mi me gusta la gaita que tenga el fuelle de terciopelo”.
Veo en rededor injusticias, aprovechados perversos, mentirosos convulsos, ladrones embozados. He tratado durante toda mi vida de combatirlos, en la medida de mis posibilidades, con reproches y actuaciones, a veces directas, otras discretas. Me considero formalmente republicano, liberal, agnóstico, serio, inquieto.
No es mérito exclusivo, porque, por fortuna, somos mayoría. Y espero que por mucho tiempo. Somos mayoría los que siendo monárquicos, respetamos a los republicanos, y al revés; somos mayoría, los que, siendo creyentes, comprendemos a los agnósticos, y lo contrario; somos mayoría los que siendo comunistas, tenemos información suficiente para entender que no se puede creer en el mercado como único dios, y otro tanto se puede decir de los liberales que comprenden las ventajas del comunismo…
Porque nos gusta la gaita que tenga fuelle de terciopelo. En estos momentos en que muchos grupos y grupúsculos gritan, de pronto, aprovechando una grieta, que lo suyo es lo mejor y que hay que explorar las selvas, no vendría mal un poco de música. Para calmar los ánimos.
(P.S. Señalo algo de este Comentario y que a mi me parecía sutileza, pero puede haber pasado desapercibido al lector que no entienda de gaitas, ni aún menos, de templarlas. El fuelle de ese instrumento jamás es de terciopelo, pues se construye de piel de oveja, de cabra e incluso de cabrito, y más modernamente, de gomas y otros materiales elasto-plásticos de variado pelaje: la que es generalmente de terciopelo, para que haga bonito, es la tela que cubre al fuelle. Y, por supuesto, que viva la gaita, que viva el gaitero.)
Borrador del Discurso de investidura de Felipe VI
En una actuación sin precedentes en la trayectoria de las diferentes dinastías reales que han ocupado la jefatura del Estado español, la Casa Real ha pedido a varios ciudadanos, incluso republicanos confesos, ideas para el Discurso de investidura que tendrá que pronunciar S.A.R. el Príncipe de Asturias, cuando sea investido Rey, con el nombre de Felipe VI de España y nada de Alemania.
Por su indudable interés, reproduzco aquí la propuesta de uno de los elegidos, que ruega mantenerse en el anonimato:
“Españoles, catalanes, vascos, gallegos, valencianos, andaluces, inmigrantes con alguna de esas nacionalidades, naturalizados actuales y futuros, residentes todos :
“Ante todo, quiero deciros que no pretendí dejar de nombrar a nadie. Si alguien no se siente identificado con los que nombré expresamente, pido disculpas. Me equivoqué. No volverá a suceder.
“Se que algunos de vosotros, quizá un veinte por ciento de los que tenéis más de dieciocho años, quizá la mayoría de los que tenéis menos de treinta y cinco, desearías que este país fuera una república, en sus variadas formas -desde el modelo norteamericano al chino o bolivariano, o, tal vez, una república balcánica o, incluso, centroafricana.
“Quiero deciros a vosotros, los republicanos convencidos y conversos, que estoy de acuerdo con todos y cada uno. He aceptado ser príncipe y ahora Rey, pero me equivoqué, y si tuviera ocasión de repetir la historia, no volvería a suceder.
“A aquellos de vosotros que pensáis en la necesidad de cambiarlo todo, incluso en la revolución, os confieso que no tengo ni idea de conseguir eso sin repetir la historia de mi bisabuelo, marcharme del país y dejar que allá os entendierais entre vosotros. A los que hubierais preferido que me sometiera al refrendo de las urnas para competir con otros candidatos, ya fueran de casas reales, como el Príncipe de Mónaco, el rey Mohamed VI, el monarca saudí, la Reina Isabel II de Inglaterra, o gente del pueblo, como Pablo Iglesias júnior, José María Aznar, Felipe González senior, Susana Díaz o Isabel Lopez -qué más dará, somos todos tan parecidos-, os agradecería que os creyerais que iba a ganarles. Estoy preparado desde que nací para ser el rey de España, soy el único que cursé la carrera completa y no estoy en edad de jubilación.
“En fin, pido disculpas si ofendo a alguien. No desearía que volviese a suceder nada de lo que sucedió antes, pero qué le vamos a hacer si sucede lo que tiene que suceder. Pido perdón, otra vez, por mí, por todos los que antes que yo se han aprovechado de sus cargos y posiciones, por todos los que lo harán en el futuro. Volverá a suceder.
“Para aquellos de vosotros que, os confesáis como monárquicos por respeto a las tradiciones, sean las que sean, que decís que, no siéndolo, lo sois, por respeto a una Constitución que habéis dicho múltiples veces que había que cambiar, a vosotros que os reconocéis juancarlistas pero no felipistas, o felipistas que no juancarlistas, porque no tenéis mucha idea del mínimo margen que tiene el Rey en este país, a vosotros, los que confundís la gestión de gobierno con la jefatura del Estado, a los que tenéis miedo a una revolución, o a la República en sí misma, o, tal vez, a que os gobiernen los marxistas y os quiten vuestras propiedades, quiero manifestar tanto mi profunda simpatía como también mi más honda preocupación.
“Gracias a vosotros he llegado hasta aquí y por culpa de vosotros ni yo ni vosotros sabemos cómo va a terminar todo esto, es decir, no solo mi reinado, sino vuestra trayectoria ciudadana. Si os equivocasteis, creyendo que ibais a evitar lo inevitable, y vuelve a repetirse lo que la Historia ha enseñado tantas veces que tiene que pasar, estoy educando a mis hijas, con ayuda de los conocimientos populares de mi actual esposa, para que se empapen bien de lo que significa ser plebeyo, es decir, una persona normal.
Porque os aseguro que, desde hoy, no voy a pedir más disculpas, en especial si sucede lo que no está previsto que vaya a suceder, -es casi improbable-, pero que, según me ha dicho mi padre que le explicaron, en su día, en el cursillo de acceso a Generalísimo en el Estado Mayor de la Defensa, es un recurso que supondría mi aceptación general por unos cuarenta años, más o menos.”
La propuesta de discurso a la que hemos tenido acceso termina ahí, aunque posiblemente tuviera más hojas.