La semana de febrero de 2022 que termina hoy, domingo, día 13, ha sido pródiga en novedades y tensiones. Desde luego, la más relevante es la amenaza, que aparece a punto de ejecutarse, de la Rusia de Putin de invadir Ucrania y situarnos en un conflicto internacional de alcance imprevisible, aunque decididamente nefasto. El cacique ruso se considera suficientemente justificado para poner en pie de guerra a su Ejército, porque no está dispuesto a tolerar que Ucrania -elegida como buco emisario de su estrategia para conseguir consolidar relevancia internacional- se adscriba al ámbito de la OTAN o de la Unión Europea.
Por su parte, unos Estados Unidos en momento de extrema debilidad diplomática y negociadora bajo la dirección de su presidente Biden, se muestran incapaces de poner coto a esa elevación de la tensión, convirtiéndose, una vez más (y va la tercera) en supuestos garantes de la democracia y la libertad, empujando a la desnortada Europa a la primera línea de las tensiones.
Putin se comporta como un gañán de barrio, pero tiene tras sí la potencia de un país con más de 140 millones de personas y cuenta con el cuarto ejército del mundo, con una capacidad de armamento nuclear de uso inmediato superior incluso (así lo cuentan) a la que pueda demostrar la OTAN. Sus misiles hipersónicos apuntan a las capitales europeas, y resultan indetectables y, aunque más lentos que los convencionales, pueder ser dirigidos hacia objetivos concretos gracias a su gran maniobrabilidad. Rusia es un país inmenso, desigual, pobre, y no sería capaz de aguantar por mucho tiempo un castigo económico de aislamiento internacional, pero dispone de un preciado recurso energético, vital para la Europa oriental (especialmente, Alemania): el gas; en especial, ante un crudo invierno.
En el país del Gaigé los problemas se han agudizado esta semana, y no precisamente por reflejo de la tensión internacional, ya que la inestabilidad tiene en él vida propia. Las elecciones en la región de Castilla y León se presentan como una gran incógnita (escribo cuando aún se desconocen los resultados). El proceso, en todo caso, ha venido a demostrar el cansancio de la población hacia el comportamiento exacervado de rivalidades entre los líderes de los dos partidos mayoritarios, la falta de un partido charnela que oponga juego de cintura ante tales enfrentamientos y el crecimiento de movilizaciones ciudadanas de índole puramente reivindicativa, incluso independentista o segregacionista, siguiendo el ejemplo de éxito de Cataluña y Vascongadas, que obtienen jugosos mordiscos del Presupuesto nacional para sus regiones, a cambio de apoyar al gobierno de turno.